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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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De pronto, Kim DongYoung abrió los ojos en medio de la inmensurable oscuridad. Enredado entre las mantas y abrigadito a más no poder —algo que agradecía profundamente considerando lo frío que podía ser el invierno en Corea—, la razón por la cual tenía los ojos abiertos de par en par no era justamente el contraste de las temperaturas entre su cuerpo y el exterior, ni mucho menos. Apretó con fuerza las sábanas entre los dedos y agudizó el oído solo para aguantar un grito.

Proveniente desde el comedor, el mismo ruido desconocido de que algo andaba por allí se dejó oír en plena madrugada. Tembló.

Podría haber llamado a sus padres para asegurarse que no fuese alguno de ellos en búsqueda de un tentempié nocturno… de no ser por un pequeñísimo detalle: estaba completamente solo en medio del departamento en el que vivía desde hace un tiempo. Inspirando hondo para infundirse a sí mismo ánimos, logró salir de la cama y a pasos ligeros se acercó a la puerta que daba hacia el pasillo comunicante. Fuera lo que fuese, lo podría ver desde allí y cerrar con seguro de ser necesario. Lentamente y con cuidado, giró el pomo y espió a través de la rendija formada.

Pero entonces…

—¡Tú…!

La persona sentada en el único sofá de toda la estancia le miró, curioso.

Y desplegó una sonrisa con llamativos hoyuelos que conocía más que bien.

—Hyung, ¿no deberías estar durmiendo?

—¿No deberías tú estar durmiendo, ah? —inquirió, dejando salir todo el aire que los nervios le obligaron momentos atrás a mantener en sus pulmones, listo para correr en cualquier instante. A punto estuvo de golpearse contra la pared por lo estúpido que estaba siendo; no era la primera vez que YoonOh se quedaba a dormir ni mucho menos, pero sí que era algo extraño verle levantado en mitad de la noche y que además actuara como si nada raro sucediese. Y por eso fue que, luego de bostezar largamente y tiritar debido al frío de la madrugada, preguntó—. ¿Qué estás haciendo?

—…No puedo dormir —el menor sonrió débilmente, para posteriormente sacudir la cabeza y transformar su mueca en una más sincera pero al mismo tiempo, extraña. Llevaba muchos años conociéndole como para simplemente no fijarse en ello—. Pero estoy bien. De verdad. Vuelve a la cama.

—Es debido a los nervios porque hoy es tu cumpleaños, ¿verdad?

Esta vez fue su turno de sonreír ante el rostro perplejo de YoonOh. Tenía demasiado sueño como para saber siquiera dónde estaba parado, pero lo que tenía más que claro era en qué fecha se encontraba: día de San Valentín. O, mejor dicho, la fecha en que su mejor amigo cumplía dieciocho años. Con sus propios diecinueve años de edad cumplidos unos cuantos días atrás, conservaba felizmente el pequeño reloj de mesita de noche que su amigo le había regalado, de color azul, tal como le gustaba.

Y ahora, era su turno.

—Lo olvidé por completo. ¿Ya es catorce?

Rio entre dientes ante lo confuso que lucía Yoonoh pero no hizo ademán alguno de responderle. En cambio, lo que de pronto logró recordar y que hizo que un agudo escalofrío le agujereara la piel fue algo que escapó de sus manos y por lo cual no podía hacer nada ya para solucionarlo. Pestañeó.

—Sí.

—¿Y mi regalo?

Abrió la boca y la cerró alternadamente, demasiado nervioso como para responder la verdad. YoonOh se levantó del sofá y tuvo que aguantarse las ganas de retroceder tal como quería. Incluso con el sueño que adormecía su visión y la penumbra que hacía difícil el reconocer detalles, notó cómo el menor le miraba profundamente con una de las cejas levantadas, curioso a más no poder. Concentrarse en esos ojos instigadores le terminó por dar escalofríos.

Y por eso, fue incapaz de mentir.

—…Lo olvidé.

Sí, era un estúpido, lo sabía más que nadie. Desvió la mirada, demasiado avergonzado como para seguir sosteniéndosela, y trató de buscar las palabras adecuadas que de alguna forma justificaran su olvidadizo actuar o que por lo menos sirvieran de algún tipo de consuelo para el cumpleañero; dieciocho años no se celebraban todos los días, después de todo.

Era un pésimo hyung. Más que pésimo: horrible.

—Pero hoy como tengo libre en la tarde iré a comprarte lo que tú desees, ¿te parece bi-

—Hay un regalo que puedes hacerme.

En un segundo YoonOh pasó por el lado y le quedó mirando en la puerta de vuelta a la habitación de invitados, donde justamente se estaba quedando por la noche. Un simple gesto de sus dedos para que le siguiera fue suficiente para hacerle dudar por un segundo; ¿para qué rayos el menor le estaría indicando que se metiera al dormitorio con él sin más? Tragando saliva y caminando con cuidado hasta donde le vio entrar, se deslizó también a través de la pequeña abertura y, al ver todo con claridad gracias a la luz prendida, sonrió.

A pesar de que todavía estuviese molesto consigo mismo como para olvidar algo tan importante como lo era el cumpleaños de quien le miraba con una sonrisa de oreja a oreja, correspondió de forma automática a su gesto.

—Jaehyunnie, ¿qué haces…?

El de rizos estaba felizmente acostado entre las mantas y asomando la nariz a través de ellas, como si se tratara de una especie de perrito curioso incapaz de dormir. Un gesto de su cabeza le indicó que se acercara los pocos metros que les separaban, y lo hizo, riendo entre dientes. Aprovechando la porción de la cama que quedaba libre, se sentó.

—¿Y cuál sería tu regalo, si se puede saber?

—Cántame.

La petición le pilló completamente por sorpresa. Buscó algún indicio de que YoonOh le estuviese tomando el pelo pero no: sus ojos almendrados y lo pausada de su respiración solo le indicaron una cosa.

De verdad tendría que hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque es mi cumpleaños, hyung —vio su mirada ensombrecerse de pronto, y solo ahí notó las oscuras bolsas que tenía debajo de los ojos—. Y realmente necesito algo que me ayude a dormir.

De pronto, Jaehyunnie no se veía tan pequeño como logró atisbar por tan solo un instante; como ese niño que le pedía que le salvara de los alienígenas. Ese que le había puesto un lindo pero poco creativo sobrenombre, el que todavía le hacía sonreír cuando le escuchaba porque nadie más tenía derecho a llamarle así. Y, asimismo, pasaba lo mismo al revés.

Pero ya no era aquel niño de dulce mirada y hoyuelos prácticamente impresos en sus mejillas por las sonrisas amplias que llevaba a todos lados. Existían ocasiones en las que ni siquiera salían a flote, y esta era justamente una de aquellas. De pronto, Jaehyun ya no lucía como un simple muchacho, sino como alguien mucho más maduro.

¿Cuándo logró crecer tan rápido? ¿Por qué su mirada agotada lograba transmitirle tanta serenidad y era tan llamativa a la vez? Al lado suyo, era como si se hubiese quedado atrapado en la adolescencia mientras Jung YoonOh no hacía más que crecer en todo sentido.

Y quería averiguar por qué.

—…Ni modo —suspiró, tratando de eliminar lo sombría de la expresión de su interpelante a través de una sonrisa—. Si eso es lo que el cumpleañero desea, entonces lo haré.

Jugó nerviosamente con sus dedos antes de comenzar, inspirando hondo para relajar los músculos tensos que tenía porque maldición, realmente era vergonzoso cantar frente a cualquier otra persona. En el karaoke la cosa era distinta, porque nadie esperaba que lo hiciera bien o no, y además los chicos resultaban de gran apoyo para continuar por muchas veces que terminara por quebrársele la voz en medio del canto. No era como si YoonOh no fuese a calmarle si estropeaba la canción, pero de todas formas le temblaban los dedos de tan solo pensar que tan solo él estaría escuchándole en medio de la madrugada. Él y nadie más.

Pero debía hacerlo porque así lo deseaba. Y por eso, simplemente se aferró al borde de la cama y abrió los labios para dejar salir la primera de las notas.

Entonó una balada en voz bajita, temblorosa, que con el correr de los segundos fue fortaleciéndose hasta llegar al punto que nada más le importó —ni siquiera que los vecinos fuesen capaces de escucharle a través de las delgadas paredes—, y terminó balanceándose a un suave ritmo, entretenido en su propio mundo, demasiado concentrado en sentir la música como para preguntarle a YoonOh de cuál era la razón tras su inusitado insomnio, o por qué se veía tan cansado, o por qué ni siquiera había recordado a tiempo su cumpleaños considerando que en años anteriores era algo que siempre tenía presente.

Y todas esas dudas terminaron por esfumarse por completo para ser reemplazadas por un sentimiento de calma, casi de paz cuando al abrir los ojos notó que el menor ya se encontraba durmiendo pacíficamente de la misma forma que en años atrás. Despeinó ligeramente sus rizos y se aseguró de taparle bien con las mantas antes de abandonar el cuarto, no sin antes presionar el interruptor que dejó la habitación en la más oscura de las penumbras. A pasos ligeros volvió a su pieza correspondiente y se volvió a abrigar en menos de un segundo, con una suave sensación permaneciendo aún en sus palmas que no tenía nada que ver con la sedosidad propia de las telas.

Lo último que se le cruzó por la cabeza en ese instante, satisfecho de lograr su cometido, fue que para la próxima se aseguraría también de acariciar esa cabecita tan tersa como la suya.

———

—Hey, ¿estás bien?

Desde algún lugar muy lejano le llegó esa voz preocupada y finalmente logró despegar la cabeza desde donde quisiera que estuviera: tenía mucho sueño como para realmente notarlo apropiadamente. Un largo bostezo salió sin querer desde las profundidades de su ser y se pasó las manos por los ojos, en un intento casi desesperado por salir del estado de letargo en el que estaba desde ya hace un tiempo bastante extenso y que parecía no acabar nunca.

—¿Qué quieres, Mark?

—Perdón, no quería despertarte YoonOh hyung… o mejor dicho sí.

El nuevo presidente le sonrió en un acto que (a pesar del sueño que emborronaba su visión) sabía que no tenía ni una pizca de maldad. Mark era un chiquillo un tanto nervioso a veces, pero eso era todo. A decir verdad, era natural considerando lo joven que era y sumado al hecho de que provenía de otro país con una lengua completamente diferente a la coreana. Quería ayudarle de alguna forma, y quizá por eso pasaba tanto tiempo metido en el salón del consejo.

Tan solo quizá.

—No es que sea porque está prohibido dormir acá hyung, no me malinterpretes —empezó a explicar agitadamente—. Solo que quiero saber por qué duermes tanto. Es decir… ¿no debes prepararte para entrar a la universidad?

—Lo estoy haciendo —respondió secamente, más fríamente de lo que realmente quería. No obstante, no alcanzó a disculparse antes de que Mark continuara hablando.

—Sé que no debo inmiscuirme en tu vida, lo siento por ser impertinente —le vio ordenar una pila de hojas de las tantas que pertenecían a la planificación del año siguiente; Mark era tan rápido y esforzado que ya tenía todo el trabajo prácticamente listo desde ya—. Pero si me permites ser sincero no creo que jugar el baloncesto sea la mejor idea para prepararte en los estudios. Tan solo digo.

—…De todas formas no hay mucho que hacer a estas alturas —respondió, sonriente a pesar de los regaños.

Mark le miró con la pila entre los delgadísimos brazos, perplejo. Y entonces las hojas cayeron caóticamente al suelo al mismo tiempo que su mandíbula inferior en sorpresa total. El calendario que se apostaba en el escritorio le volvió a anunciar —con su círculo rojo alrededor del día en que se encontraban, marcándolo como una fecha importante— que faltaban tan solo unas horas para abandonar el nicho para siempre.

—¡Lo olvidé por completo! ¡Te gradúas hoy, hyung!

Asintió, con un deje de tristeza que no abandonó su cuerpo ni siquiera cuando Mark le palmeó juguetonamente la espalda en un acto de felicitación.

El año se fue como verdadera agua entre los dedos. Sin DongYoung a su lado, poco y nada le llamaba ya la atención de asistir al establecimiento educacional, y las clases parecían ser incluso más soporíferas que de costumbre, si es que era posible. No era como si no le siguiera viendo regularmente: asistir  de vez en cuando a su departamento apenas terminaban las clases constituía una de sus pocas diversiones, de las escasas experiencias que el corto tiempo le permitía tener. Eso, y el baloncesto, claro.

Pero ya no disfrutaba tanto de su deporte amado. Lo sabía a la perfección, a pesar de las múltiples horas que le dedicaba al día y por las cuales en muchas oportunidades no podía ver a DongYoung en días enteros. Haciendo memoria, llevaba las últimas dos semanas de acá para allá en sus recientes obligaciones y tratando de compatibilizarlo todo pero sencillamente era imposible. Para hacerlo, había tenido que ceder a algo, y ese algo fue DongYoung.

Le extrañaba tanto.

—Supongo que prepararte para este día te ha llevado mucho tiempo, ¿verdad? Es decir, mandar cartas de recomendación a las universidades y todo eso…

Sonrió. Mark no tenía ni idea, pero aun así los estudios constituían solo una pequeña fracción del estrés que le sumía en el más terrible de los insomnios noche tras noche, sin su hyung para que le cantara hasta que pudiese al fin cerrar los ojos. Estaba agotado, mas no quería que Mark se preocupara por ello, ni nadie. Ni siquiera DongYoung.

Por eso, simplemente siguió sonriendo mientras el tic tac del reloj hacía lo suyo, anunciándole  que apenas el sol se pusiera en el horizonte la ceremonia comenzaría. Las horas pasaron más rápidamente de lo que fue capaz de percibir, y se encontró a sí mismo aguardando en una fila para entrar al auditorio que tan solo un año atrás había visto partir a Kun y DongYoung. Sabía que, a diferencia de ellos, no le guardaría un cariño especial al recinto. Sí, claro que gracias al mismo tenía varios partidos de baloncesto ganados (entre ellos, el interescolar que no resultaba ser menor), pero nada le ligaba de forma especial al instituto.

Lo único que tal vez le haría extrañar con añoranza los años vividos allí eran aquellos recuerdos que tenían como protagonista a un chico con dulces ojos como los de un conejito.

“¡Jaehyun! ¡Jaehyunnie!”

Creyó oír su voz pero era sencillamente imposible: ni siquiera fue capaz de avisarle por teléfono a su mejor amigo para que le acompañara en la ceremonia. Llevaba tanto tiempo sin verle que comunicarse con él solo para contarle de un acontecimiento tan poco relevante como este parecía una terrible idea. Recibiría falsas felicitaciones de los compañeros a los que ni siquiera les dirigía la palabra, tendría un fuerte abrazo en conjunto con su equipo de baloncesto al que dejaba atrás después de tanto tiempo siendo el capitán, e iría a casa a encerrarse en su cuarto a dormir. Y así hasta el otro día. No tenía más planes que ese; no al menos hasta que el lunes llegase y con ello levantarse temprano de nuevo, pero esta vez no tan solo para ir a practicar baloncesto o darse unas vueltas por el departamento de su mejor amigo. Había más cosas que hacer. Muchas.

Se rascó la nuca con incomodidad mientras esperaba que las puertas se abrieran de una vez por todas. En unos días más ya no volvería, y tendría que empezar a forjar su futuro tal como el resto de su grupo estaba haciendo. ¿Cómo podían HanSol y Yuta estar tan tranquilos con ello?

Crecer ciertamente apestaba.

—¡¿Podrías voltear de una buena vez, Jaehyun?!

Una mano le remeció el hombro y solo ahí supo que lo que escuchó antes no era fruto de su imaginación. Abrió los ojos de par en par al reconocer la voz ahogada de DongYoung, que le tenía tomado del brazo mientras intentaba recuperar el aliento. La fila de chicos que tenía detrás estaba completamente dispersa ahora, después de tener que darle un lugar a la persona que a todas luces corrió a su encuentro. Enmudeció, y no solo por lo emocionado que le ponía verle allí.

—¿Por qué no me dijiste que hoy era tu graduación?

—Hyung…

—Si no hubiera sido por Mark, dios… —le escuchó resoplar una última vez antes de recuperar la compostura y levantarse de forma más erguida. Un cejo fruncido se dibujaba en su antes limpia frente. Lo que sostenía en su brazo ciertamente le llamaba la atención—. Tengo suerte de haberle dado mi número por cualquier duda que tuviese al dirigir como presidente, de otra forma ni siquiera me hubiese enterado. Idiota.

—Es que no quería… —comenzó a excusarse, queriendo continuar con la palabra “molestarte” que sin embargo quedó trabada a altura de sus labios cuando notó cómo la delicada mano libre de su hyung le remecía ligeramente de los hombros.

—Idiota —volvió a repetir—. No importa lo ocupado que esté, no podría haberme perdido de esto por nada del mundo, ¿qué clase de persona crees que soy? Imbécil…

—Doyoung hyung…

—Y ya, no andes diciendo mi apodo frente a todos —quiso reclamar que él había sido justamente la primera persona de tratarle de “Jaehyun” y “Jaehyunnie” mientras estaban otros presentes, pero siguió mirando el mismo punto que le llamó la atención desde el primer segundo en que le vio—. Iré a avisarles a los demás para que celebremos y te estaré mirando desde el público. Felicitaciones.

La última palabra salió como un mero suspiro de esos labios convertidos en un adorable puchero, y le vio partir demasiado rápidamente como para detenerle. Cuando reparó en el objeto que DongYoung le entregó en un instante justo antes de irse simplemente sonrió, más que conmovido. Las puertas se abrieron y tuvo que seguir a todos hasta los asientos dispuestos para la ceremonia, donde no prestó ni la más mínima atención al espectáculo aparte del discurso que Mark entregó con una nerviosa determinación.

Lo demás no importaba, no con el bellísimo regalo que tenía en el regazo y por el cual sus compañeros de asiento le miraban, curiosos.

Y simplemente pasó el resto de su graduación hundiendo la naricita de vez en cuando en el hermoso bouquet de flores que su hyung con tanto fervor le regaló.

———

—¡Al karaoke! ¡Vayamos allí y celebremos como corresponde!

Yuta lanzó la mejor idea que había tenido en todo el transcurso de la noche. Llevaban poquísimo rato reunidos todos juntos, después de hacer unas llamadas rápidas y coordinarlo todo, pero igualmente sabía que la ocurrencia de Yuta para los panoramas no era muy buena. Esta vez la opción del karaoke era perfecta: a pesar de que era un lugar que solían frecuentar tiempo atrás, la verdad era que llevaban al menos medio año sin ir. Kun preguntaba de vez en cuando en el chat grupal —una de las pocas vías de comunicación que usaban de forma regular— si acaso querían acompañarle, y muy para su pesar terminaban por decir que no uno tras otro, por lo cual el de nacionalidad china terminaba por desistir y en varias ocasiones anunciaba que se quedaría cantando en casa por si alguien quería sumarse. Incluso eso era, sencillamente, imposible. Si ni siquiera tenía un respiro para acompañar a YoonOh del instituto a casa y viceversa, ¿cómo sería siquiera capaz de permanecer varias horas cantando?

Pero ahora sí que tenía tiempo para ello, y por lo mismo, Kun se veía más que alegre con el panorama.

—Grandiosa idea —le escuchó decir, encaminando los pasos hacia la estación de metro más cercana a la que todos le siguieron—. ¿Alguien está en contra de ir?

—Yo…

Se esperó que tal vez fuese HanSol el que se negara, porque aunque al rubio le gustara cantar tenía otras aficiones como estudiar, estudiar y tal vez, estudiar más. Habría sonreído de su propia ocurrencia si no hubiera sido por un pormenor.

Era YoonOh, no HanSol, quien estaba completamente negado a acompañarlos. El bouquet que todavía llevaba en brazos —un pequeño presente que compró rápidamente en una tienda de camino a la ceremonia, sin reparar en el precio siquiera porque su mejor amigo se merecía lo mejor después de esforzarse tanto en los estudios— tembló cuando el menor se adelantó un par de pasos, como para dejar más en claro su posición.

—Vayamos a otro lado. A cualquiera.

—¿Pero por qué? —preguntó HanSol, ladeando la cabeza—. Si a ti te encanta ir, y al resto también… no te preocupes por el gasto, Yuta y yo correremos con la cuenta.

—¿Yo? —alcanzó a exclamar el japonés antes de que un ligero codazo le llegara en las costillas y terminara por refunfuñar en voz baja.

—Sí, así que no te preocupes. ¿Qué dices?

—No. Por favor.

La urgencia de su voz hizo que terminara por palmearle la espalda y con un mudo asentimiento simplemente tomaron rumbo a otro lugar que felizmente Yuta conocía, y que si bien no era del agrado precisamente de su novio —menos cuando al japonés se le ocurrió decir que aquel era el lugar que solía frecuentar cuando tenía una pausa del trabajo—, sí lo era del resto: los arcades. Conduciendo una moto de juguete junto a YoonOh y tratando de ganarle en el juego virtual, pronto el tiempo se fue pasando rápidamente y el encargado del local les anunció para su pesar que ya estaban próximos a cerrar. Siendo cerca de las dos de la mañana al fin abandonaron el recinto no sin antes comer algo de tteokbokki comprado a uno de los tantos vendedores en medio de la aún concurrida calle, la que en el ambiente nocturno se teñía de las más atrayentes luces y el ánimo más efervescente. YoonOh le tendió el ramo de flores para que se lo mantuviese un rato entre los brazos y así seguir comiendo, lo que hizo a pesar de la forma en que la gente en la calle le miraba extrañada por llevar algo como eso en plena madrugada. No tenía mayor importancia. Lo que sí era relevante allí era pasar un buen tiempo, todos juntos como hace tiempo no hacían.

Sin embargo, la celebración terminó antes de lo previsto cuando Yuta tuvo la grandiosa idea de comprar una lata de cerveza que pronto se convirtió en dos, y en tres, y así sucesivamente.

—Perdón, chicos, cuando se embriaga se pone así. Ya casi nunca lo hace de todas formas.

HanSol lucía dentro de todo calmado mientras intentaba sujetar a Yuta, quien no paraba de reír sin importarle la cantidad de transeúntes que le quedaban mirando. Las piernas del japonés temblaron peligrosamente y le atrajo más hacia su cuerpo, suspirando en el proceso.

—Lo llevaré a casa, ¿sí? Ha sido una excelente celebración. YoonOh, por favor no sigas los pasos de este —mencionó apuntando a su novio con la cabeza—, y sigue disfrutando de la noche pero sin beber de más. Es tu momento de pasarla bien, y de verdad me quedaría si no fuese por esto.

—HanSol —la voz temblorosamente divertida de Yuta se dejó oír, mientras su sonrisa se ampliaba más y movía las cejas de forma sugerente—. Vamos… vamos a casa y celebremos, sabes a lo que me refie-

—¡¡Adiós!!

Se palmeó el rostro al verles ir con un HanSol nervioso y enrojecido a más no poder, mientras él mismo sentía un horrible calor poblando sus mejillas. ¡No necesitaba tantos detalles! Suficiente era con verles de la mano de un lado a otro, dios…

Sin embargo, cuando al fin fue capaz de ver por el espacio que formaron sus dedos, se dio cuenta que el resto no estaba reaccionando así ni de asomo.

—Realmente son tiernos — YoonOh mencionó.

—HanSol cuida bien de él —Kun asintió con una sonrisa—. Casi siempre le va a ver.

—¿Es que no les dio vergüenza cuando Yuta dijo que… que…?

—Yuta está ebrio, DongYoung hyung. Ya me esperaba algún comentario inapropiado de su parte —respondió el menor mientras masticaba un poco del tteokbokki que le quedaba en un pequeño plato de plástico.

—Además es natural, ¿no? Cuando dos personas se aman hacen el amor, digo…

Ambos enmudecieron y se quedaron mirando a Kun, quien se veía muy tranquilo después de decir algo como eso en voz alta. Kun les miró a su vez, perplejo.

—¿Dije algo malo?

La voz no le salió de las cuerdas vocales y YoonOh no hizo más que negar lentamente con la cabeza.

—Ah, por un momento me preocupé —le vieron mirar en su reloj de pulsera para posteriormente abrir los ojos en sorpresa total—. Son casi las tres de la mañana, ¿se dieron cuenta? Mamá me regañará por esto… supongo que también me iré, ¡sigan disfrutando sin mí!

Solo fue capaz de levantar la mano y sacudirla en señal de despedida lentamente, pero nada más que eso. El ambiente a su alrededor pareció más asfixiante e intercambió miradas nerviosas con YoonOh, quien parecía igualmente avergonzado. Jamás habían tocado el tema abiertamente, ni siquiera en tono de broma como los chicos del instituto —y también, como algunos de sus compañeros de clases en la universidad— solían hacer. Era raro mencionarlo. Y más estando a solas con su mejor amigo. ¿Acaso YoonOh tendría más experiencia en el tema, tal vez?

Tembló y no fue por el frío que se colaba a través de sus ropas.

—Hey, Jaehyunnie… —susurró para romper el aire denso que les envolvía; tanto así, que costaba mirarle a los ojos como siempre—. ¿Podrías hacerme el favor de nunca terminar como Yuta, así de ebrio? No tengo la fuerza de HanSol y probablemente te terminaría dejando botado en medio del camino…

—Tranquilo, no tengo interés alguno en el alcohol. Ni siquiera pienso probar una gota en mi vida.

Sonrió ante su determinación y emprendieron el rumbo por el espacio de unos minutos, con el peso del ramo todavía en sus brazos y el papel que le envolvía crujiendo a cada paso que daban. Llegaron a una zona cercana al lugar donde residía actualmente, incluso más luminosa y llena de vida que las anteriores, y solo ahí cayó en cuenta de lo extraño que debían verse de esa forma. Se detuvo al costado del camino, sintiéndose enrojecer de nuevo.

Iban caminando juntos todo el camino, casi hombro con hombro. Llevaba un ramo en los brazos. YoonOh, con su gran altura haciéndole frente a la suya propia, se veía increíblemente masculino a pesar del uniforme escolar y el abrigo color negro con capucha peludita que llevaba puestos. La gente les veía y sonreía para sí misma, o se alejaba a todo paso.

Un pensamiento que jamás se le había cruzado por la mente hizo aparición en ese instante y debió mirar al suelo para no encontrarse con los ojos instigadores del menor, que se detuvo a su lado con aspecto preocupado.

—¿Qué pasa, hyung? ¿Te sientes bien?

—Sí… solo que es muy tarde, ¿no crees? —respondió en un falso tono de tranquilidad, tratando de sonreír. No lo consiguió—. Tu mamá debe estar preguntándose dónde estás, y no sería bueno que la tuvieses preocupada, ¿no crees?

—…Supongo que tienes razón.

Jaehyun le sonrió también, tendiendo las manos para quitarle el bouquet de las manos y que devolvió, gustoso. Intercambiaron un par de palabras antes de que se despidieran y comenzó a caminar en dirección a casa, que para su suerte quedaba relativamente cerca del barrio en el que se encontraban.

Sin embargo, no alcanzó siquiera a dar vuelta a la esquina cuando una mano que conocía bien le detuvo, haciendo sonar el ramo con su carrera.

—Hyung, la invitación, ¿sigue en pie?

—¿A qué te refieres?

Tardó solo una milésima de segundo en entender a lo que se refería el menor, que lucía agitado después de haber corrido para alcanzarle, y asintió con ganas.

—Por supuesto que puedes mudarte a casa. Ahora que saliste del instituto estaré esperando por tu llegada, las puertas están abiertas.

Los hoyuelos del menor volvieron a florecer de la misma forma en que se lo insinuó la primera vez y le vio partir a paso rápido, confundiéndose rápidamente con la multitud. No demoró mucho en llegar a casa y solo unos cuantos minutos fueron necesarios para revisar que todo el lugar estuviese en orden. Atisbó la puerta abierta que conducía a la habitación de invitados, completamente vacía en esta oportunidad porque probablemente YoonOh se encontraba celebrando con su familia en el calor de su hogar, y así estaba bien. A decir verdad, la madre del menor no se encontraba en la ceremonia horas atrás, pero tampoco tuvo el tiempo suficiente como para preguntarle directamente el porqué de ello. De seguro tenía mucho trabajo que atender, pensó, encogiéndose de hombros y acostándose en su cama para procurar dormir. Dio una vuelta, y luego otra, incapaz de hacerlo.

El departamento se sentía muy solo así. Sin la voz del de rizos inquiriéndole que le cantara para poder dormir de una vez por todas. Su propio canto rompiendo el silencio de la madrugada.

Faltaba todo eso y mucho más, por eso sus atribulados pensamientos se desplegaron en todo su esplendor y, esta vez, no trató detenerlos antes de caer profundamente dormido.

“…Puedes mudarte en cualquier momento, así que no demores mucho, ¿quieres?”

Lo que no pensó, y que fue incapaz de digerir en un principio, fue la sorpresa que le recibió aún semidormido cuando el amanecer recién cubría con sus tenues rayos luminosos el interior del departamento.

—Cuando te dije que podías venir a vivir conmigo cuando quisieras realmente te lo tomaste en serio, ¿eh?

Jung YoonOh le miraba sonriente con un bolso pequeño al hombro, la misma ropa de la noche anterior puesta. ¿Tanto así amaba su uniforme como para seguir usándolo? Tenía demasiado sueño como para conjeturar al respecto.

—¿Y el regalo que te hice ayer? ¿Dónde está?

—Esto… —su sonrisa desapareció por un instante de su rostro antes de volver a realizar la misma mueca, esta vez, con más ahínco—. Lo dejé en casa de mi madre, en un jarrón. A ella le encantaron las flores que escogiste.

—Me alegra —respondió con sinceridad, mientras se estiraba y bostezaba, somnoliento aún después de haber sido despertado gracias al insistente sonido del timbre siendo presionado una y otra vez—. Y también me sorprende que hayas dejado de decirle “tu casa”.

—Es que ahora este es mi hogar, hyung. Claro, si me lo permites — YoonOh se frotó las manos una contra la otra, frenéticamente—. Y si es así, por favor, ¿me dejas entrar para prepararme una taza de café? Realmente lo necesito.

Rio ante sus palabras y palmeó su abrigo, notando lo helado que estaba al contacto. La escarcha matutina estaba completamente acumulada sobre la superficie, indicio claro de que YoonOh no estaba fingiendo al temblar mientras intentaba buscar la taza correspondiente en una de las repisas. Terminó por resoplar y se la quitó de las manos, sintiendo en apenas un instante lo congelada que estaba su piel, y con un gesto le indicó que se sentara en el sofá. De verdad que debía hacer frío afuera como para que estuviera así.

Ya se encargaría de hacerle una deliciosa y humeante taza de café para recomponer el cuerpo. Por ahora, palmoteando sus propias mejillas para obligarse a dejar de sonreír ampliamente como lo estaba haciendo, quería observar por tan solo unos segundos lo tranquilo que se veía Jaehyunnie durmiendo en el sofá; porque claro, no había durado ni un instante despierto antes de caer en los brazos de Morfeo. Suspiró, volviendo a su labor sin que la sonrisa desapareciera ni un poquito.

Realmente disfrutaría tenerle en casa.

Notas finales:

¡Hola a todos! Al fiiin después de un largo tiempo de hiatus vuelvo con un capítulo, y es mucho más largo de lo normal, ¿eh?

Espero que lo hayan disfrutado muchísimo, de ser así como siempre sus comentarios son bienvenidos

PD 1: Johnny y Doyoung en NCT 127. No necesito decir más.

PD 2: Gracias por la positiva respuesta que tuvo el oneshot que tenía planeado ;;; De verdad, no esperaba que lo anticiparan tanto. Ya está publicado con el nombre de Sección Roja, así que si se quieren pasar por ahí me harían muy feliz

 


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