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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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—Jaehyunnie, ¿quieres que pida unas pizzas? ¿O preferirías comida china?

TaeYong apoyó el mentón sobre los cabellos rizados de Jaehyun, los que le hicieron cosquillas en la piel. Suspirando, lo estrechó aún más fuerte entre los brazos; al hacerlo, no supo si los latidos fuertes pero calmados que eran plenamente audibles correspondían a los suyos propios, a los de Jaehyun, o a una mezcla de ambos. Estar así, en medio de la noche silenciosa con él luego de haber pasado por un largo día, se sentía extremadamente tranquilizador.

Tal vez por eso no quería que el contacto terminara nunca.

—¿Jaehyunnie…? —susurró, sonriente. Había demorado un poco en atreverse a realizar un contacto como aquel, pero ver que no mostraba signos de reticencia bien valía la pena—. Hey, ¿puedes responderme…?

…DongYoung…

Se congeló en aquel instante. Liberándole del abrazo, rodeo la silla donde se encontraba sentado hasta que al fin le vio a los ojos. En ese mismo momento, su cuerpo se reclinó lánguidamente hacia atrás, dejando caer su cabeza sobre el hombro.

Aguantó una carcajada. Había sido un imbécil.

—No podré cargarte a la cama. Vamos, despierta —le instó, remeciéndole de los hombros. Sus párpados cerrados ni se inmutaron—. ¡¡Maldita sea, despierta de una vez!!

—¿…Qué sucede? —YoonOh al fin abrió uno de sus ojos, a la par que un bostezo salía de sus labios—. Ah… me quedé dormido .Perdón.

—¿Qué tan agotado debes estar para caer en sueño profundo apenas tocas la silla? Dios…

Le vio levantarse en estado tambaleante, y se mantuvo a su lado por si al final sus piernas terminaban por ceder y debía con ello impedir una caída. Aunque supo que, de suceder, la estrategia más inteligente era simplemente dejar que se cayera y ya: si intentaba detener el peso de YoonOh con su propio cuerpo —mucho más delgado y frágil— se aseguraría, casi en un cien por ciento, de quedar aplastado bajo él. Y eso no lucía nada bien en su imaginación.  

Por eso solo se mantuvo a su lado, vigilando cada uno de sus pasos hasta que suspiró de alivio al verle caer sobre la cama correspondiente. Chasqueó la lengua.   

—No me digas que te quedaste dormido otra vez —remecerle esta vez no sirvió de nada. Su boca entreabierta y el ligero sonido de un ronquido fueron suficientes para dejar de intentarlo—. Ja, eres peor que-

Se detuvo. No pronunció el nombre que tenía en la punta de la lengua, porque no tenía sentido hacerlo.

Aunque no lo dijera en voz alta, la figura esbelta y grácil de Ten apareció en sus pensamientos.

Bajó la cabeza, y se acostó justo al lado del peso muerto de YoonOh. Admiró sus facciones en el más completo de los silencios, con la adrenalina corriendo por sus venas pese a que supiera a la perfección que no se despertaría por ninguna razón. Al mirarle, no pudo evitar pensar —por enésima vez— que DongYoung tenía suerte. Suerte por tener a alguien tan bien parecido como novio; suerte, también, por tener a alguien que claramente estaba enamorado hasta la médula.

Como para comprobar su teoría, se acercó y le abrazo con fuerza, percibiendo el varonil aroma de su piel.

—…DongYoung —sonrió al escucharle de nuevo decir aquel nombre—. A... mor…

—Ya estoy aquí —intentó simular la molesta voz de DongYoung, sin éxito. Aguantó las ganas de reírse. De seguro, de haber estado despierto, YoonOh también se habría muerto de la risa—. Duerme, ¿quieres?

…Te extrañé.

Sonrió. DongYoung definitivamente era la persona más afortunada del mundo.

Abrazado a él, el sueño no tardó en hacer sus efectos y cerró los ojos. Era una calidez distinta. Por primera vez en mucho tiempo, su mandíbula no se apretó al dormir y tampoco se revolvió entre las mantas: a su lado se sentía indudablemente seguro. La sensación de estar constantemente a la deriva se disolvió de sus pensamientos y, pronto, cayó rendido.

Lo último que pensó, fue que cuánto habría querido que las cosas con Ten fueran así.

———   

—Hey, DongYoung, ¿estás bien?

Enarcó una de sus cejas, incrédulo ante lo que la persona que tenía al frente le acababa de preguntar. Por supuesto que se sentía perfectamente: por si no era lo suficientemente claro con la actitud asquerosa con la que estaba tratando a todo el mundo, las bolsas que tenía debajo de los ojos entonces debían de ser suficiente para evidenciar que no, claro que no se encontraba bien.

Suspiró. No podía tratar mal a Park SooYoung; después de todo, solo estaba realizando una pregunta legítima. Y además se veía preocupada.

—No tuve una buena noche, es todo —mencionó al cerrar la tapa del libro que estaba leyendo. Tomó uno nuevo de la pila e intentó concentrarse en él; si no lo conseguía en la biblioteca donde el silencio era casi algo permanente, muy  por seguro, no sería capaz de concentrarse en casa. Allí, con la posibilidad de iniciar fácilmente una videollamada con Jaehyun (y con ello poder al fin aclarar lo que le tenía de mal humor), era obvio que todo el estudio se iría por el desagüe—. Necesito estudiar para el examen de mañana así que, ¿me necesitas para algo?

—Supe que Jung YoonOh se ganó una pasantía al extranjero.

Al voltear para verle, el libro que tenía sobre la mesa se terminó cayendo al suelo con un fuerte sonido seco que hizo que los demás le quedaran viendo. Disculpándose con una pequeña reverencia después de tomarlo otra vez entre sus manos, volvió a enfocarse en SooYoung.

Parecía profundamente afectada.

—Sí, pero es solo por un par de meses —aclaró. SooYoung le sonrió al fin.

—Ah, por lo menos volverá —el siguiente asentimiento que realizó, fue más para confirmarse a sí mismo que para SooYoung que, efectivamente, así sería. YoonOh volvería. Volvería, y ni en broma le dejaría irse de esa forma de nuevo; mejor dicho, se aseguraría de mantenerlo vigilado por un buen tiempo. Era lo mínimo que se merecía después de marcharse sin ser capaz de avisar con antelación—. De todas formas pareces un poco distraído, ¿es por eso o por qué?

Tragó saliva. No tenía mucho sentido decirle la verdad: de que en realidad era gay, que esa era el motivo por el cual habían terminado y que, pese a todo, estaba profundamente enamorado de su basquetbolista talentoso. Bajó la cabeza, avergonzado, cuando recordó su sonrisa, sus besos, su ser.

En el fondo sabía que su Jaehyunnie no podría haber revelado aquel seudónimo a propósito, porque era un secreto de los dos, y él sabía lo importante que era el mantenerlo como un detalle solo de ambos. No había motivo para estar molesto con él entonces.

El único culpable —idea que se reafirmó al sentir un escalofrío de malestar atravesándole el estómago—, debía de ser TaeYong.

El estúpido y molesto TaeYong.

—¿DongYoung?

—Ah, disculpa —susurró, sonriendo. Al hacerlo, sintió que los músculos tensos de su frente se relajaban—. Es solo que… que…

—¿Sí?

—…Tienes razón, no me puedo concentrar por él.

Mirándole fijamente, esperó que algo en su rostro fuera indicador suficiente para confirmar lo que no podía pronunciar como si nada: por algún motivo u otro, no podía simplemente decirle la verdad a ella sin más. SooYoung le devolvió la mirada.

Luego, se rio en voz baja.

—Vamos, salir a tomar algo de aire te hará bien. Distraigámonos.

No supo exactamente qué fue: si el resentimiento tras lo que había escuchado en la última videollamada, o los ojos que se le cansaban al intentar leer una mísera palabra, o la manera tranquilizadora en que la delgada mano de su ex se tendía hacia su dirección, acompañada de una sonrisa cálida en los labios.

No lo supo, pero de todas formas tomó su mano y acto seguido abandonaron el recinto.

———

—Jaehyunnie, ¿puedes venir un segundo?

—…Ya te dije que no me llamaras Jaehyunnie, TaeYong. Por favor.

Ni siquiera intentó enojarse con él. Habiendo insistido en ello durante el transcurso de los últimos tres días, gastar más energías era una tarea inútil. TaeYong, simplemente, no quería eliminar de su vocabulario el apodo que tan cariñosamente le había puesto DongYoung de pequeños.

Maldijo nuevamente el día en que el de cabellos azabaches se había encontrado con uno de los tantos regalos de su novio: el libro de Agatha Christie que el mismo DongYoung le había regalado en uno de sus cumpleaños —regalo del que no se podía separar por ningún motivo, pues era el único que quedaba de la gran colección a la que pertenecía en un principio—, y que seguía representando una tierna memoria de tiempos que no volverían. En aquel libro, para su fortuna o desgracia, la tierna dedicatoria de “Para Jaehyunnie, en conmemoración de un nuevo cumpleaños como mejores amigos” había sido leída por TaeYong y, por tanto, dicho seudónimo ya no era ningún tipo de secreto para el de cabellos azabaches quien utilizaba cualquier instancia para pronunciar un cantarín “Jaehyunnie”. Indudablemente, cada vez que lo escuchaba, los recuerdos de hace muchos años venían a su mente: un chico de sonrisa preciosa corriendo de acá para allá siempre con libros en los brazos, y que se veía incluso más hermoso cuando le divisaba en las gradas de la cancha de baloncesto, en un apoyo incondicional que aún recordaba con cariño. Esos tiempos eran más simples, mejores.   

Suspiró al deslizar nuevamente la pluma sobre el papel. No tenía caso pensar en ello.

Nada le haría volver a aquella efímera calma.

—Pero Jaehyunnie —rodó los ojos. No, no tenía ningún sentido repetírselo—. Si vienes ahora te prometo que nunca más te digo de esa forma.  

—Déjame terminar de realizar estos informes y voy, ¿sí?

Colocó su firma sobre la primera hoja de la petición, y volvió a escribirla sobre la segunda página, sin ningún segundo de duda. Rellenar aquellas hojas de renuncia al equipo estadounidense constituía una mera formalidad porque, tal como se lo había dejado en claro a su entrenador desde el primer momento, no planeaba quedarse en un país tan lejano por un tiempo superior al mínimo requerido.

Le habían llamado malagradecido. Egoísta. Tonto, imbécil, estúpido. ¿Cómo era capaz siquiera de negar una oportunidad única? ¿Cómo se atrevía a decirle al capitán del equipo de Connecticut que agradecía mucho la oferta, pero que su respuesta seguiría siendo no?

Resopló al llenar la última de las páginas, con los gritos de su entrenador aún frescos en sus tímpanos, el dolor de sus golpes haciéndole arder los músculos lesionados. Pese al dolor, no se había arrepentido de responder con la verdad: que, aunque amara el baloncesto, el quedarse o no era que no dependía de sí mismo. Por supuesto, no había mencionado quién era la personita por la cual esperaba devolverse lo más pronto posible. Pero DongYoung sabía que era él. O, al menos, esperaba que aún lo recordara.

Que tuviera presente, pese a la pelea que estaban afrontando, que todo lo estaba haciendo por él.

Que todo siempre lo había hecho por él.                     

—Es que YoonOh, mira acá, ¿no es ese tu novio?

La pluma que tenía entre los dedos fue a caer estrepitosamente al piso. No la recogió. En un par de zancadas estuvo al lado de TaeYong, quien apuntaba una fotografía publicada en una red social. Específicamente apuntaba a la más alta de las figuras, quien aparecía abrazando por la cintura a la figura más pequeña.

Leyó lo que se encontraba a los pies de la publicación, realizada hace solo unos minutos.

“Me encanta pasar el tiempo contigo. Sin importar cuánto tiempo pase, siento que tenemos una comunicación que nadie más tiene. Por este y muchos más años a tu lado, DongYoung.”

—Parece que está teniendo un tiempo de maravilla con Park SooYoung…

Ni que lo digas.

Volvió a fijarse en la forma cercana, hasta posesiva con la que las manos de Kim DongYoung se apoyaban en la minúscula cintura de esa mujer, quien sonreía de oreja a oreja. No, a decir verdad ambos sonreían como si tuvieran a lo más preciado entre sus brazos, como si no quisieran apartarse jamás.

Se veían como una pareja. Combinaban bien.

—¿Cómo es que la conoces? —musitó, intentando serenarse.

—Su familia era cercana a la mía. Hasta los seis o siete años prácticamente nos criamos como hermanos —respondió, encogiéndose de hombros—. Pero la verdad no sé mucho de ella, además del hecho de que me envió una solicitud de amistad el primer mes que me mudé acá, a Estados Unidos.

—Ah.

—Aunque al principio pensé que era una molestia aceptarla, ahora no me arrepiento tanto —apenas hizo caso a sus palabras. La fotografía seguía ahí, casi burlándose—. De otra forma, ¿cómo te habrías enterado de que tu novio está feliz con una mujer al otro lado del globo?

Enmudeció y optó por sacar su celular de los bolsillos. Ignorando la mirada suspicaz de TaeYong, pronto tecleó hacia el contacto que tenía adornado con un montón de corazones.

"DongYoung, ¿estás ahí?"

Sonrió al ver su mensaje siendo recibido, y aún más cuando la palabra "escribiendo" apareció bajo su nombre.

"Sí”

"Pero estoy ocupado"

"Hablamos mañana, YoonOh"

—¿Por qué te preocupas tanto, ah? Es tan solo una chica.

—No es cualquier chica, es...

Tembló al teclear unas cortas palabras. Como si estuvieran hechas de fuego, las sintió ardiendo al solo pensarlas; aún más, cuando las materializó y envió.

"¿Estás con tu ex?"

La sombra siempre había estado allí. DongYoung, en algún u otro momento, se había enamorado de una mujer. Más específicamente, de una mujer por la cual muchos hombres suspiraban por la belleza latente en cada centímetro de su ser, y la que parecía ser la cabecilla de todo lo que hacía, talentosa, líder, justo como DongYoung.

Pero incluso no siendo todo lo que efectivamente era (una modelo a ojos de muchos, y un torrente de talento como decían sus méritos escolares en danza y canto), e incluso si la hubiera sobrepasado en cada aspecto posible, Park SooYoung seguía siendo algo que jamás iba a poder ser, aunque no quería tampoco.

Park SooYoung era mujer. Kim DongYoung se había enamorado de una mujer. Esos eran los hechos, y si prácticamente cada día —en medio de sus problemas de autoestima, que pese al término de su adolescencia seguían jodiéndole el diario vivir—  era difícil ignorarlos, entonces viéndolos felices a una distancia inalcanzable era lo peor del mundo.

Al ver que su mensaje había sido leído, y no contestado, fue incluso peor.

—Oh, ya veo...

Alejó el celular de la mirada intrusa de TaeYong, quien rio sin una gota de remordimiento.

—Parece que la vida amorosa de ambos se está yendo al mismísimo carajo —asintió, dándole un nuevo vistazo a su celular. Fue inútil. DongYoung, a todas luces, no respondería, y saberlo no hizo más que acrecentar el nudo que se formaba en su garganta—. ¿Quieres beber para celebrar nuestra desdicha?

La palabra alcohol le hizo recordar las botellas en el piso, la casa llena de polvo, los gritos, la desesperación, el infierno mismo. Pero el saber que DongYoung se encontraba feliz junto a su ex, a quien sabía que no tendría mayores dificultades para hacerle caer en su juego, fue un infierno mucho mayor en su mente. Porque el otro había quedado en el pasado. Un mero recuerdo.

Este, sin embargo, podía estar cumpliéndose en esos mismos instantes.

—Bebamos.

TaeYong sonrió de oreja a oreja, y no pasaron ni dos minutos hasta que estuvieron en las afueras del dormitorio. Veinte, para que compraran cantidades que le parecieron exorbitantes de alcohol en un local del que TaeYong parecía ser cliente frecuente, pues la familiaridad del trato y el descuento adicional en el total de la boleta parecían demasiado buen gesto como para tratarse de una mera cortesía más.

Lo comprobó cuando le vio sacar desde su mochila, otros veinte minutos más tarde, dos objetos de los que manaba un olor particular: el mismo que había sentido en varias partes del campus, pese a estar estrictamente prohibido, y que en un par de ocasiones había sentido en las ropas de TaeYong, desestimándolo rápidamente y haciéndolo pasar por una mera confusión.

Sin embargo, no lo era.

—No te hará mal. Al contrario. Si no fumara, la verdad, no sé cómo seguiría estudiando.

Le vio encender el suyo en la habitación, antes de siquiera tomar una gota de alcohol, y el olor de la marihuana se extendió rápidamente por todos lados. Se mordió los labios. Revisó una vez más en su bandeja de entrada si acaso algo más había llegado y, más allá de las típicas conversaciones en su grupo de baloncesto allá en Corea, nada más había llegado.

Lo intentó una última vez.

“Doyoung…”

“En serio, estoy ocupado YoonOh. Y sí, estoy con ella”

La respuesta llegó rápida, como si hubiese esperado el momento, y dejó el celular aparte. Con la misma mano tomó esta vez el vaso en el que TaeYong le había servido vodka, y brindó con él.

—Por nuestras vidas de mierda —le escuchó decir, sonrisa en labios. Se contagió de su buen humor, lo suficiente como para olvidar el dolor de sus músculos agarrotados, de sus tímpanos heridos tras millones de regaños, de su corazón dubitativo ante algo que nuevamente 

nuevamente escapaba de su control, y le sonrió.

—Salud.

Repitió la acción una, dos, tres veces más; después de la cuarta, perdió la cuenta. El dolor su garganta por el nudo que se ubicaba en ella fue reemplazado por el ardor del alcohol, y en algún momento lo que espiró fueron bocanadas de un humo blanquecino, que le hizo reír y a TaeYong también.

En medio de ráfagas de pensamientos acordarse de su familia le hizo beber más, totalmente lo contrario a lo que siempre había hecho. Ser consciente de sus lesiones sin tratar logró exactamente lo mismo. Le quitó la botella a TaeYong y empezó a beber directamente cuando el rostro de DongYoung apareció en sus pensamientos.

Siempre tan hermoso. Siempre tan perfecto. Desde siempre, y para siempre, tan enamorado de él.

Siempre, a pesar de pasar años estando a su lado, tan poco merecedor de su amor.

—¡Devuél… devuélvemela!

Riendo, hizo caso omiso y siguió bebiendo. Nunca lo había hecho antes. El sabor era espantoso, pero lo necesitaba.

Si no podía poner su vida en orden pese a todos sus esfuerzos, entonces olvidarse de su existencia misma era la única vía de escape.

———

—… a un lado y déjame pasar.

Lo primero que hizo Jung YoonOh al despertar fue desear nunca haber despertado. Sentía la cabeza a punto de estallar, los labios resecos, y un nauseabundo olor ácido le hizo cosquillas en la nariz, obligándole a moverse lejos de donde estaba siendo emanado. Al entreabrir su ojo derecho, el estómago se le revolvió ante la visión de una sustancia en el piso que no podía ser nada más que vómito; por la forma en que estaba acostado en la cama, y el sabor agrio en su boca, muy probablemente era el suyo propio.

—No hay nada que ver acá, Ten.

—Mira, ya sé que probablemente tienes a otro hombre en la cama —aguantó las ganas de decirles que se callaran, que estaban hablando muy alto. Entreabriendo ambos ojos esta vez, vio en la puerta del dormitorio a TaeYong. Su cuerpo estaba completamente desnudo, a excepción de unos calzoncillos color gris que le parecieron vagamente familiares—. Pero, ¿no te parece estúpido meterte con alguien que ya tiene pareja? ¿Te das cuenta del daño que les estás haciendo?

—Ja, no sé de qué hablas…

—Si lo hiciste porque te molesta que tenga sexo con Johnny, pues dímelo. Dímelo, y deja ya de comportarte como un verdadero caprichoso. Desde que empecé a estar con él que estás cada vez peor, y no te importa nada. No te importo.

—Ten…

Las palabras empezaron a hacer sentido en su mente. Reconoció los calzoncillos que TaeYong llevaba puestos, y la razón por la que se le hacían familiares apareció tan clara como el agua.

Eran un regalo que DongYoung le había hecho.

Se sentó en la cama, escalofríos recorriéndole la espina dorsal.

DongYoung.

—No, TaeYong. Sabes que accedí a tener una relación abierta, pero recuerdo también haber accedido a nunca entrometerme en medio de una pareja. Y tú lo hiciste. Con YoonOh.

El cuerpo de Ten finalmente se escabulló entremedio de la abertura, pese a los intentos de TaeYong de dejarle fuera. Le miró, y  consecutivamente miró a TaeYong. Notó sus cabellos desordenados.

Recordó el tacto de aquel cabello entre sus dedos.

Recordó jalárselos.

La textura de sus labios.

Lo hondo de sus gemidos.

—…Siento pena por tu novio, de verdad —le susurró Ten.

—¡Ten, espera!

Después de eso, les vio irse; Ten a toda prisa, TaeYong pisándole los talones.

Mas, sus pensamientos siguieron estancados allí, en el suceso que había tomado hace unas horas, en la misma cama en la que estaba ahora acostado. Quiso creer que era aquel sueño que había tenido, vívido, de estar haciéndole el amor a DongYoung.

Y algo se quebró en su interior al darse cuenta de que aquel sueño no había sido más que un recuerdo distorsionado, con TaeYong como protagonista.

    

Notas finales:

Espero no me odien por este capítulo ;; o por la tardanza ;;;; que este capítulo se hizo con mucho amor ah <3

Muchas gracias a los que siguen la historia, y especialmente a los que la comentan, son los mejores <333

¡Nos vemos! 


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