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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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La celebración fue acogedora pero no por ello tranquila. Fue lindo ver cómo los padres de su mejor amigo lo felicitaban con tanto ahínco, y cómo específicamente la madre de DongYoung se aseguraba de que se sintiera cómodo en la casa que no visitaba hace mucho tiempo; años ya sin pisar la apacible vivienda donde cuando niño le recibieron tan bien. La hora pareció diluirse y antes de darse cuenta la medianoche resonó como una verdadera alarma cuando el padre de DongYoung revisó su reloj. A él no le conocía de antes —el trabajo de oficinista fue un gran impedimento para ello en su tiempo— pero ahora que sí ya podía ver de dónde habían salido los ojos tan lindos y expresivos de su mejor amigo.

—Creo que es hora para que vayan a dormir, mañana tienen que ir al instituto, ¿verdad? —asintieron en medio de suspiros resignados, y con una simple mirada mutua supo que ya era demasiado por hoy: el karaoke fue suficiente para hacerles plomo. Se levantaron del sofá donde compartieron las últimas horas—. Buenas noches, que descansen.

Se despidió también, profundamente agradecido por la hospitalidad recibida y siguió silenciosamente a DongYoung hasta su cuarto. Con un extraño sentimiento de melancolía comprobó que la habitación era muy distinta a la que recordaba; a esa que le acogió esa noche donde, años atrás, su mejor amigo le cuidó de los truenos y alienígenas que espantaban su sueño.

Sonrió, nostálgico. Lo único que quedaba intacto era su sobrenombre y el de DongYoung; ese pequeño lenguaje entre los dos que era tan secreto que solamente se llamaban así cuando estaban a solas, y agradecía profundamente tener algo así con él.

Podía ser posesivo, sí, pero no quería que nadie más le llamara por el apodo de Doyoung. Y así mismo, no dejaría que nadie más conociera la existencia del sobrenombre Jaehyun.

Nadie.

—Jaehyunnie, espérame un poco, iré a ducharme —mencionó su amigo mientras tomaba una toalla de su armario—. Si quieres duerme, después de todo con suerte podremos descansar unas siete horas…

—No, te esperaré —respondió rápidamente y le sonrió. Tal vez podrían mantener alguna charla después. Necesitaba pasar tiempo con él.

Saber que sus miedos eran infundados, que la reacción hacia Yuta y HanSol había sido solo un subproducto de la sorpresa, que no tenía por qué temer.

Le vio salir y luego de unos minutos en soledad reparó en que no llevaba nada consigo apropiado para dormir. Recorrió el lugar con la mirada y, sintiéndose un intruso, se acercó al armario de donde DongYoung sacó la toalla de baño. Intentando no ver más de la cuenta se topó rápidamente con algo que parecía un pijama, y encogiéndose de hombros para ignorar la sensación de malestar que le invadió al estar tocando propiedad privada, lo tomó para rápidamente desvestirse y cubrirse con él. Se admiró en el espejo de cuerpo entero que su mejor amigo mantenía en un rincón y quedó satisfecho con el resultado: ambos eran —a pesar de sus contexturas dispares— de altura similar por lo que prácticamente habría podido usar todo el guardarropa de su mejor amigo sin mayores problemas. Un súbito aroma golpeó sus narices y, con una hormigueante sensación recorriéndole el cuerpo, acercó una de las mangas a su rostro.

El aroma de DongYoung estaba impregnado ahí.

Cerró los ojos por mero instinto, disfrutando de su esencia; era como las escasas veces donde recibía un abrazo muy apretado de su parte, como cuando le felicitó por su nuevo puesto de presidente, como esas oportunidades donde dejaba caer su cabeza casualmente sobre el hombro del mayor por apenas unos instantes; recuerdos embotellados en un delicado aroma que le encantaba tanto.

Sonrió, en una mescolanza de tristeza y felicidad. Estaba perdidamente enamorado de su mejor amigo y lo sabía más que nadie.

—¿Jaehyun? ¿Qué haces?

Casi pegó un grito debido a la voz de DongYoung sacándole de sus ensoñaciones. Volteó con una sonrisita nerviosa.

—Hyung, ¿puedo usar tu…?

Y enmudeció. DongYoung estaba de frente a él con el cabello húmedo, deslizando unos pantalones que pronto cubrieron su ropa interior pero que definitivamente pudo verla; adivinar la forma de su anatomía bajo la tela que cubría justo allí donde nunca se imaginó ver antes pero que ahora tenía tantas ganas de hacerlo, tantas.

—¿…pijama? —continuó, tragando saliva, intentando controlar sus instintos para no babear como un imbécil como estaba a punto de hacer. Sin embargo ojos se enfocaron en otro punto del cuerpo de su mejor amigo: en ese abdomen que le daba tanta curiosidad por ver después de tantos años.

Sin abdominales marcados, tal como se imaginó; DongYoung estaba demasiado delgado como para convertir algo de su escasa grasa en músculos. De pronto tuvo una necesidad imperiosa de acercarse y palpar ese adorable abdomen —al igual que sus oscuras tetillas—, pero se contuvo nuevamente.

—Incluso si te dijera que no ya te lo has puesto —resopló su amigo mientras escondía de la vista su abdomen, poniéndose una camiseta vieja con un tierno conejo al frente. No pudo evitar reír—. ¿Qué?

—Es igual a ti —respondió apuntando al conejo, ante lo que su amigo se molestó con una sonrisa que a todas luces probó lo contrario. No era algo por lo cual su hyung se enojara realmente, aunque había olvidado cuándo fue la última vez en llamarlo así… y también la primera. Por mucho que intentara recordar sus memorias no estaban ahí.

Solo esperaba que no fuese ningún momento demasiado especial, porque de ser así sería una lástima que ya no estuviese en sus recuerdos.

—No parezco un conejo, dios… —replicó, abriendo el armario nuevamente. No alcanzó a detener la sonrisa que por suerte apareció en sus labios cuando el mayor estaba demasiado enfocado en buscar algo a sus espaldas; por mucho que DongYoung lo negara su parecido a ese lindo animal estaba ahí—. Créeme que de ser cualquier otra persona ya te hubiese golpeado por lo menos.

“¿Por qué conmigo es diferente?”

Fue una pregunta que se cruzó en su mente por apenas un instante y si bien miles de posibles respuestas completamente lógicas aparecieron una tras otra, tratando de encontrarle un sentido (tal vez porque era su mejor amigo, tal vez porque llevaban mucho tiempo conociéndose, tal vez porque realmente estaba demasiado cansado para hacerlo), YoonOh no pudo evitar sentirse feliz.

De cierta forma, especial.

DongYoung sacó unas mantas del armario. Miró a su alrededor: la cama del mayor ocupaba una gran parte del espacio disponible, pero dejaba lugar suficiente como para que alguien se instalara en el piso entre la superficie mullida y un pequeño escritorio abarrotado de documentos junto con libros suficientes como para dar la impresión de que el mueble de vidrio se vendría abajo en cualquier momento. Sería un poco incómodo dormir en el piso —aunque se aseguraría de hacer un pequeño colchón improvisado gracias a las mantas—, pero valdría totalmente la pena. Con eso en mente, se acercó a DongYoung para quitárselas de las manos.

—¿Qué haces?

Pero el mayor no se lo permitió.

—Eh… ¿acaso no voy a dormir acá? —balbuceó, apuntando al piso. Intentó tironear de nuevo sin éxito y DongYoung pareció molesto.

—¡Claro que no! Eres mi invitado —con un rápido movimiento se liberó del agarre y tiró las mantas al suelo—. Prefiero que me termine doliendo la espalda a mí antes que a ti.

Le quedó mirando, perplejo, mientras sus manos hábiles extendían las suaves mantas.

—Y no te preocupes, si se pone muy incómodo me iré a dormir al sofá, Jaehyunnie.

—No, no, no —negó repetidamente y acercándose, le tomó de la muñeca. Intentó no dejarse llevar por los profundos escalofríos—. Si es así por qué… ¿por qué no mejor dormimos juntos?

—Qué cosas dices… —una carcajada con un matiz de burla salió de sus labios y le hizo sentir ligeramente mal. Tan solo un poco, pero suficiente para dejarle un regusto amargo en la garganta—. Estamos muy grandes para hacer esas cosas.

—Pero a mí no me molestaría —musitó, aferrándose a su muñeca con suavidad, agarrándose de su única esperanza—. ¿A ti sí acaso, hyung?

El silencio se hizo presente, y se preguntó cuál era la razón detrás de que le quisiera tanto como para sentirse tan emocionado ante la idea de estar sosteniendo su mano; se preguntó, además, cómo era posible aguantarse porque ganas no le faltaban para deslizarse lentamente por la extensión de su palma hasta lograr entrelazarse con sus dedos. Quizá era porque era la primera vez que se enamoraba, pero no encontró normal la forma en que su corazón latía tan rápidamente por contactos tan ligeros como ese.

Solo cuando los años pasaron y la vida le hizo transitar por diferentes caminos —algunos dolorosos, algunos hermosos— pudo llegar a la conclusión de que, aunque fuese la última persona de la que se enamorase, el amor que sentía por él seguiría profesándose así de fuerte, quitándole el aliento cada vez.

Porque Kim DongYoung era la persona que la vida le había destinado para compartirla. Así, existiendo a su lado, sin más ni menos.

—No, tampoco me molesta.

Sonrió, extasiado, y se sintió incluso más feliz cuando DongYoung le correspondió; pero al mismo tiempo no pudo ignorar la imperiosa necesidad que tenía de entender cómo una simple sonrisa de su hyung podía reconfortarle tanto. Realmente quería comprenderlo.

En ese momento no sabía que para llegar a una conclusión tendría que pasar por tanto. 

———

Estimó que eran las cuatro de la mañana por lo menos, pero no tuvo manera alguna de saberlo con certeza; para ello tendría que moverse en dirección a su bolso y por nada del mundo lo haría. Esperó algo que no supo exactamente qué era, tal vez que su corazón dejara de latir tan fuerte, tal vez que hasta alguna señal divina le dijera qué hacer.

Pero no pasó nada al igual que en el par de horas anteriores en las que el insomnio hizo de las suyas. Tendría unas ojeras de espanto al día siguiente… mas eso no importaba en lo absoluto a esas alturas.

DongYoung dormía a su lado, respirando pausadamente, con el pecho subiendo y bajando rítmicamente en un compás que hasta era relajante de observar por mucho que verle así le pusiera la carne de gallina debido a los escalofríos.

Era hermoso. Recorrió la forma de su rostro con la vista, fijándose en cada uno de sus detalles a tan pocos centímetros de distancia, deteniéndose tal vez demasiado en la forma de sus labios y además, en la manera en que su mandíbula se juntaba con su cuello; ese espacio que se veía perfecto y tentador.

No pudo contenerse más.

Con un rápido movimiento se acercó y apoyó ahí sus labios en un roce que intentó que fuese ligero pero que escaló rápidamente, mordisqueando esa área de aroma tan dulzón, tan embriagante, pasando su lengua y trazando con ella el camino hasta el lóbulo de su oreja que se aseguró también de saborear a sus anchas porque después de todo DongYoung estaba dormido y, de a poco, repartió pequeños besos a través de su pómulo hasta llegar a esos labios que tanto le distraían cuando le veía hablar y…

Umh…

Como un rayo se separó de su mejor amigo lo más posible ante ese gruñido suave que cortó en seco sus intenciones, y se hizo el dormido aunque era imposible que pasara como uno: el corazón le latía tan fuerte que estuvo seguro de que incluso los padres de DongYoung podrían escucharle.

—¿Jaehyunnie…?

Intentó normalizar su respiración, una inspiración lenta seguida de una espiración igualmente pausada, repetir; tenía que lucir dormido porque si el mayor se daba cuenta estaría muerto porque se vería en la necesidad de responderle la razón detrás de su insomnio.

“Hyung, no puedo dormir porque te he estado observando y ah, por cierto, estuve a punto de besarte. Créeme que no me habría contenido de no ser porque te despertaste. Ahora sí, buenas noches”

Imaginó la escena en su mente y a punto estuvo de perder el foco que verdaderamente importaba, que era evitar que algo precisamente como eso sucediera. Sintió a su hyung moverse a su lado e hizo un esfuerzo sobrehumano para no delatar su estado de alerta total cuando percibió un contacto en sus rizos

DongYoung le estaba haciendo cariño en el cabello con parsimonia.

No, era imposible que estuviese sucediendo. Se moría de ganas de pegar un vistazo para ver realmente si su hyung le estaba haciendo algo como aquello o no, pero aun así aguantó la tentación a duras penas.

—Siempre dices que odias esto, así que tengo que aprovechar ahora que estás dormido… —le escuchó murmurar y creyó escuchar una pequeña risa armoniosa—. Ojalá estés soñando con cosas lindas. Buenas noches, Jaehyunnie.

No fue capaz de responderle a la madre de su mejor amigo al día siguiente del porqué de que, a pesar de sus ojeras, tenía una sonrisa tan amplia y contagiosa en el rostro. Tampoco fue capaz de decir la verdad cuando DongYoung le preguntó por qué dijo algo como “no me molesta si lo haces tú, hyung, pero el resto no” en el momento en que Yuta le desordenó el cabello por enésima vez.

A YoonOh no le gustaba que nadie más le tocase el cabello además de las suaves manos de DongYoung, y es algo que no cambió en ningún punto de su vida. 

Notas finales:

¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo <3 Uncomentario se agradecería muchísimo, como siempre jiji

¡Nos vemos! 

 


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