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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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YoonOh aguantó la respiración, queriendo pellizcarse para ver si acaso estaba soñando, pero estaba demasiado temeroso como para arriesgarse a romper el momento y arruinarlo todo. Mordiéndose el labio inferior, notó que DongYoung seguía mirando tranquilamente la película y trató de hacer lo mismo.

Mas, ¿cómo hacerlo si la delgada mano de su hyung estaba posicionada tan despreocupadamente sobre su pierna?

Era ridículo que se estuviese emocionando por algo como eso pero ahí estaba, con el corazón palpitándole tan fuertemente que le hacía competencia al ruido de disparos proveniente de la televisión. No era como si no tuviesen momentos de cercanía antes —dormir juntos era una experiencia que ya pocas veces sucedía, pero que antes constituía una hecho más que placentero—, sin embargo, desde que SooYoung estaba en sus vidas que la proximidad con DongYoung era algo impensable.

Porque ella siempre estaba ahí, acechando, restregándole en la cara que ella podía estar con DongYoung mientras que él no; casi como supiese lo enamorado que estaba del mayor y se regodeara con ello. Sin embargo, ella ya no estaba ahí. Solo estaban los cinco.

Su mejor amigo prefirió quedarse y defenderle antes de irse detrás de esa tipa de la cual —aunque quisiera evitarlo a toda costa— se sentía un poco envidioso porque ella sí que podía besar a su hyung todo lo que quisiera. Arrugó el entrecejo, molesto, pero un pequeño gesto borró por completo  el malestar de su rostro reemplazándolo por sorpresa y luego, un agradable escalofrío.

Porque los dedos delgados de DongYoung le tenían más apretado del muslo, en un contacto posesivo que le cortó la respiración por un segundo. Quería hacer lo mismo; rodearle la cintura con el brazo derecho y sentir el contacto de su muslo con la mano izquierda. Acariciarle. Sentirle suyo.

Aunque no lo fuera, quería creer por un segundo que sí.

Pestañeó rápidamente y levantó la vista, hacia la silla de plástico en la que Kun se veía completamente absorto en las escenas de acción, como un niño pequeño; con una pequeña sonrisa en labios siguió repasando el lugar y se encontró con la dulce escena de Yuta y HanSol quienes, sin importarles nada, se mantenían fielmente acurrucados el uno contra el otro.

La iluminación era tan tenue que no podía ver bien a ninguno de los presentes sin un gran esfuerzo que terminó por hacerle doler los ojos. Todos estaban tan concentrados en la película que ya nadie se daría cuenta y…

Terminó por apoyar lentamente la cabeza sobre el hombro de DongYoung, con delicadeza para no sorprenderle y que el contacto terminase pronto porque hace mucho que no hacía algo como aquello. Cerró los ojos, sonrisa en labios, percibiendo el delicado perfume que tanto le encantaba del mayor.

Qué importaba una estúpida película de acción. Qué importaba si SooYoung era la afortunada persona en recibir los dulces besos de su amigo. Qué importaba el matarse practicando baloncesto para salir un poquitito de su realidad día tras día, a veces noche tras noche.

En esos segundos solo importaba lo cerca que estaba de DongYoung.

Lo natural que parecía todo a su lado.

———

—¿Está bien si los dejamos así, nada más?

Sabía que HanSol estaba hablando de él y de su hyung, quien al final de la película terminó por cerrar los ojos para acto seguido ponerse a roncar con suavidad, tan agotado como estaba. Los exámenes eran una constante preocupación y motivo de desvelo para ambos, pero mucho más para DongYoung porque era su último año en el instituto.

El corazón le latió con fuerza. El último año a su lado y tenía que lidiar no solamente con lo ocupado que estaba por ello, sino también con lo poco que podían hablar debido a que SooYoung lo absorbía como si de una maldita esponja se tratase.

Aunque ahora ella no estaba ahí. A punto estuvo de dejar salir una sonrisa aliviada, pero recordó a tiempo que se suponía que estaba durmiendo al igual que su hyung, por lo que continuó con la farsa. Escuchó la voz de Kun despedirse y agradecer con sus buenos modales característicos, para que después los pasos de HanSol y Yuta —junto con los ronquidos de DongYoung— fuesen lo único que interrumpiera la quietud del lugar.

—Estos dos no tienen remedio… les traeré una manta —la voz exasperada de Yuta se dejó oír en un tono intencionalmente bajo. Hasta las pisadas del japonés (que según sus propias palabras eran “siempre masculinas y fuertes”) parecían ligeras y delicadas como nunca; todo para no despertarle ni a él ni a su hyung. Se sintió profundamente agradecido, porque con el tiempo había aprendido a entender que la mala actitud de Yuta era solo una máscara muy bien hecha para esconder su verdadero interior, bondadoso como ninguno—. Probablemente despierten con tortícolis y me reiré de ello, es que quedarse dormidos así, dios…

—Se ven adorables —HanSol murmuró apenas, tan despacio que tuvo que agudizar más el oído—. Yuta… ¿puedo quedarme hoy a dormir contigo?

Un silencio y acto seguido el inconfundible sonido de un beso.

—Por supuesto que sí, HanSol. Pero duerme, ¿sí? No quiero verte de nuevo calculando cosas y estudiando como loco de madrugada. Necesitas descansar.

—Lo haré, descuida. Con una manta restante terminaremos por congelarnos a menos que permanezcamos juntos, tu habitación es un poco helada y…

—Si eso logra que no te separes ni un centímetro de mí, entonces lo comenzaré a hacer más seguido. Te estoy advirtiendo desde ya.

A punto estuvo de sonreír, porque a pesar de que esos dos fuesen como el agua y el aceite terminaban de alguna forma complementándose a la perfección. DongYoung era también muy diferente a sí mismo, pero en sus locos sueños de madrugada no podía evitar imaginar que tal vez, si en un golpe de suerte terminaba siendo su novio, terminarían por complementarse de la misma manera en que lo hacían HanSol y Yuta. O incluso mejor.

Un contacto contra su piel le dispersó de sus ensoñaciones; la textura abrigadita del algodón le terminó por adormilar de súbito. Unos últimos pasos se dejaron escuchar antes de que el chasquido del interruptor dejara todo a oscuras y la puerta de la habitación del japonés resonara, sumiendo la sala de estar en el más profundo de los silencios.

Aguantó la risa. Algo interrumpía justamente ese silencio casi total, y aquello eran los pequeños ronquidos que salían de la boca entreabierta de su hyung. Se acurrucó más a su lado y procuró dormir también, arrullado de cierta forma por el compás que hacía el mayor al respirar.

Pero duró poco.

¡¿Qué…?!

Sin saber cómo logró mantener la ilusión de que estaba durmiendo profundamente mientras el mayor se revolvía a su lado, buscando infructuosamente su celular que estridentemente sonaba ante una llamada entrante.

—¿Aló? ¿SooYoung?

El silencio era tan profundo que afortunadamente logró escuchar la voz al otro lado de la línea… aunque la chica hablaba en un volumen tan alto que era imposible que no lo escuchara estando incluso en medio de una calle concurrida.

“¿Por qué no fuiste a por mí cuando me fui? ¡Preferiste quedarte con ellos antes de que conmigo! ¡Soy tu novia, DongYoung!”

—Espera, ¿podrías hablar un poco más bajo? YoonOh está durmiendo a mi lado y no quiero despertarle…

¿Dichoso? Sí, mucho más que dichoso se sintió al escuchar lo considerado que era el mayor con él.

“¡No me importa! DongYoung, te aviso que si decides quedarte con él en vez de venir a por mí las cosas irán de mal en peor”

—Lo siento —escuchó responder, y unos dulces escalofríos le atravesaron la piel, anticipando lo que diría su mejor amigo—, sé que estuvo mal dejarte sola pero… hoy me quedo acá.

No podía sonreír para que no le descubrieran que en realidad no estaba durmiendo, pero la alegría que sentía en esos momentos era avasalladora. Casualmente se acercó más hacia el cuerpo del mayor, y tuvo que mantener la compostura cuando sintió su mano acariciarle el pómulo derecho.

El corazón le latió tan rápido que sintió que en cualquier momento explotaría. Dios, dios…

“Si lo que quieres es que me disculpes por lo que le dije a YoonOh entonces me disculpo, pero por favor vuelve…”

La disculpa sonó tan falsa que sintió sus músculos tensarse, pero eso no fue nada comparado a la tensión que siguió debido a las palabras susurradas por el mayor.

—Hoy me quedo, pero te recompensaré por esto… ¿sí?

Y agradeció que la manta estuviese allí porque de aquella forma DongYoung no sería capaz de ver sus manos transformadas en verdaderos puños.

¿Recompensar? Fuera lo que fuera, no quería saberlo.

———

—¿Hoy te quedarás practicando, Jaehyunnie?

DongYoung se atrevió a usar el apodo que solo mencionaba cuando estaban solos porque nadie más se encontraba en el vacío salón de clases del menor. Y quién lo estaría; a esas horas de la tarde —casi noche— la mayoría de los estudiantes se dirigía a sus casas o bibliotecas para seguir estudiando, más con la mitad del año escolar apresurándose a pasos agigantados y aterrorizando a todos para que mantuviesen notas excelentes.

A todos, excepto a YoonOh. Suspiró con un deje de resignación. Estaba un poco preocupado por su amigo, sí, pero lo conocía lo suficiente como para saber que si le instaba a que estudiara en vez de quedarse practicando baloncesto hasta tarde sería un acto poco menos que insensible.

Si a él le gustaba aquello entonces le apoyaría incondicionalmente.

 —Sí… ¿tú?

YoonOh dejó de ordenar su mochila para calzársela a la espalda y con una sonrisa comenzaron a caminar hacia la salida, por la infinidad de pasillos que los separaban del exterior del recinto.

—Yo…

¡Bebé!

La voz estridente de SooYoung llegó primero, y luego el agarre a su brazo al cual estaba tan acostumbrado; cinco meses recién cumplidos a su lado que pasaron como una verdadera exhalación. Sonrió y volvió a posar la vista en YoonOh.

Y, por alguna razón, no le gustó responderle con la verdad al rostro ahora serio de su amigo.  

—Iré a casa de SooYoung, a celebrar… nuestro aniversario.

Pero incluso menos le gustó la reacción que obtuvo de él. Simplemente una sonrisa y un “pásenla bien” que se sintió un poco forzado, falso, tan filoso que no se tragó ni por asomo el que lo dijera de corazón. Era la celebración de un nuevo aniversario con SooYoung, y al mismo tiempo era el recordatorio de que cinco meses habían pasado junto a una cada vez más deteriorada relación de amistad con el que se suponía era su mejor amigo.

Y con eso más otras preocupaciones que le carcomían, ya no sabía si celebrar aquella fecha o no.

Pero le quedó indudablemente más claro cuando entró a la antes desconocida casa de su novia —vacía porque sus padres se encontraban trabajando—, y escuchó de nuevo los mismos reclamos de siempre; mucho más claro cuando apenas sus nervios se calmaron se sintió arrastrado a un nuevo beso que fue una experiencia incómoda, indeseada; incluso más cuando no supo cómo responder a la petición de SooYoung de que cruzaran la línea finalmente, que cinco meses eran demasiados para cualquiera, que nada malo sucedería porque tenían la casa para ellos dos solos.

Y lo único que recordó en esos segundos fue la pregunta que YoonOh un día realizó en un cálido atardecer, mientras iban caminando uno junto al otro hacia las afueras del instituto.

“¿Qué fue lo que te enamoró de ella?”

En su momento la respuesta fue tan clara como el agua: su voz. SooYoung cantaba precioso, y el hecho de que fuese también de la academia de Danza y que por tanto bailase como las diosas no era más que un plus. Luego, con el tiempo, quiso creer que era su belleza. Por último, se intentó convencer con algo menos superficial, como la forma tan abnegada en la que estaba siendo cuidado por ella.

Pero ahora sabía. Después de tanto tiempo analizándolo, finalmente sabía. Porque SooYoung no era la única persona que cantaba bien en el planeta, o que bailaba bien. Muchas otras, incluso YoonOh, eran dignas del mismo reconocimiento o de más. 

No, la razón recaía en un motivo muy simple.

Y solo después de cinco meses, con el sonido de la puerta cerrándose y dejando atrás un mar de lágrimas, lo pudo entender.

———

Lanzó por enésima vez. El balón pasó, pero no con el ángulo indicado; casi como un mero golpe de suerte porque terminó rebotando en toda la extensión del aro antes de pasar y anotar un punto. Suspiró, frustrado. No era suficiente, debía seguir esforzándose, ¿cómo se suponía que podrían pasar a las finales nacionales si ni siquiera lograba encestar limpiamente? Se apoyó sobre las rodillas, con el sudor corriéndole por la cara y cayendo como gotas al piso, completamente agotado. Gracias a dios que el lugar estaba vacío y no podían verle en ese deplorable estado, porque de otra forma…

¡Hey!

Gritó antes de ser consciente de ello, debido a que el balón que antes estaba en una orilla del campo de juego ahora se encontraba en manos de alguien a quien por el ángulo, aún sobre sus rodillas, no podía ver. Fuese quien fuese lo mataría, ¿cómo osaba robarse su preciado balón en plena práctica? ¿Es que no podía ir al almacén de equipamiento deportivo y buscar otro?

Pero entonces, toda la súbita rabia se disolvió como si nunca hubiese existido. Se levantó y al fin pudo verlo.

—Enséñame a jugar baloncesto, Jaehyunnie.

DongYoung estaba ahí, sonriendo con el balón en sus manos.

—¿Qué estás haciendo acá…? —susurró, buscando a tientas prácticamente la toalla con la cual se secó el sudor de la cara; más impresentable no podía estar. Sin embargo eso no importó cuando recordó de improviso y solo pudo hacer la pregunta que de inmediato apareció en su mente—. ¿No que ibas a celebrar con…?

—Terminamos.

Enmudeció. La pequeña toalla cayó al piso. DongYoung siguió ahí, con una sonrisa débil en los labios, la mirada desviada al suelo.

—Ella y yo… más bien yo corté con ella.

—Hablas… ¿hablas en serio?

Un asentimiento apenas perceptible fue lo único que obtuvo como respuesta, y se acercó lentamente al cuerpo de su mejor amigo que de pronto se vio más pequeño de lo que realmente era. Más frágil. Más lleno de tristeza.

—Dios, Doyoung… realmente… ¿estás bien? ¿Puedo serte de ayuda? Me imagino que debes… debes sentirte mal y-

—Estoy bien.

La sonrisa herida que salió de sus delgados labios fue peor que cualquier palabra. Simplemente podía notarlo de solo mirarle: lo doloroso que era todo aquello para él, lo difícil que debía ser finalizar con una relación que terminó antes de lo que él, HanSol, Yuta o Kun pronosticaron, porque por mucho que a todos les molestara la presencia de SooYoung en promedio le daban al par al menos un año de duración, conversado en medio de juntas de karaoke o en casa del japonés en las que DongYoung terminaba por irse antes que todos los demás. Siempre demasiado agotado, demasiado ojeroso para su gusto y preocupación.

¿Acaso el cansancio era la razón detrás de la ruptura?

—¿Por qué terminaste con ella? —preguntó, sintiéndose como un imbécil una milésima de segundo después; su hyung claramente no estaba en condiciones de responder algo como eso.

Pero en contra de todo pronóstico, obtuvo una respuesta.

—¿Recuerdas tu miedo, Jaehyun? ¿A los alienígenas?

Se estremeció de solo pensarlo. Cómo olvidarlo. Ya ninguno de los chicos le molestaba por eso, pero —la ahora, ex— novia de su amigo lo mencionaba de vez en cuando en tono despectivo y a la vez lo suficientemente bajito como para que DongYoung no la escuchara, cosa que siempre lograba con éxito.

—¿Qué tiene que ver con SooYoung?

El balón cayó de las manos delgadas del mayor solo para rebotar y volver a ellas. Le vio sonreír de nuevo, la mirada esquiva, el cuerpo tembloroso.

—Todos tenemos nuestros miedos. Y yo encontré el mío.

Antes de que fuese lo suficientemente rápido para preguntar que cuál era ese miedo capaz de hacer terminar una relación de casi medio año, DongYoung pasó a su lado botando el balón, corriendo de un lado a otro. Le miró, sorprendido, mientras permanecía parado a unos metros de distancia.

Incluso desde ahí pudo notarlo. Sus pupilas estaban vidriosas.

—¡Vamos, Jaehyunnie! ¡Enséñame a jugar baloncesto!

Aguantó la respiración por unos segundos y entonces, sintiendo que era en lo único que realmente podía ser útil, se dispuso a ayudarle con lo que pedía.

Y jugaron al deporte que más amaba. Le ayudó a correr, a botar, a lanzar pases y a encestar con toda la paciencia del mundo que tenía para él, porque DongYoung era la persona más mala en deportes que hubiese conocido en toda su vida. Le levantó cuando se cayó en múltiples ocasiones, y rio junto a él cuando le vio enojarse falsamente para luego prorrumpir en carcajadas. “Esto es muy difícil, Jaehyunnie, ¿cómo lo logras?” fue parte de las frases que le hicieron sonreír con sinceridad, y que le dieron fortaleza suficiente como para seguir enseñándole a pesar de lo cansado que se encontraba por tantas horas seguidas practicando.  

Su reloj de pulsera marcó más de la medianoche cuando el balón cayó de las manos de DongYoung y, en vez de ir a buscarlo, el mayor simplemente se quedó mirando a un punto indescifrable. Se acercó, el corazón latiéndole como loco, al fijarse en que su máscara de despreocupación se estaba cayendo a pedazos.

Y al fin pudo escuchar la respuesta en un susurro débil.

—No estaba con ella porque la quisiera. Fue por mis miedos.

Le envolvió en un abrazo que fue débil en un principio, pero que se intensificó cuando el resto de la respuesta salió tenuemente de esos labios delgados, preciosos, únicos.

“A la soledad. Le tengo miedo a la soledad”

Sintió sus sollozos empaparle el hombro, confundiéndose con el sudor que recorría sus cuerpos por igual, y casi deseó que nada de eso hubiese sucedido; que DongYoung realmente quisiera a una mujer como SooYoung y que todo aquello fuese una confusión del momento, nada más, porque cualquier cosa era preferible a verle llorar con tanto sentimiento. Cualquier cosa, inclusive verle con otra persona que le hiciera feliz… cosa que él no podía hacer aunque quisiera.

Pero de todas formas lo intentó. Y se sinceró, desde la profundidad de sus sentimientos, acariciándole la espalda con dulzura en medio de esa casi madrugada que se sentía incluso más fría de lo que verdaderamente era.

—Hyung, yo nunca me iré. Nunca, nunca, nunca…

DongYoung no olvidó jamás esas palabras porque las creyó a ciegas en aquel segundo, y fueron lo único que le permitió sonreír en medio de la apabullante tristeza. Lo único por lo cual la separación no fue tan dolorosa, lo único por lo cual no se sintió tan mala persona por haber utilizado sin querer a SooYoung de esa manera, lo único por lo cual aquella noche —y las que siguieron— no le dio tantas vueltas al asunto y simplemente aceptó a aquel miedo como un rasgo más de su personalidad.

Porque YoonOh siempre fue el único capaz de causar tantos estragos en él con tan poco.

Siempre, aunque en ese entonces no entendiera lo mucho que realmente atesoraba esa promesa de permanencia dicha por él, por Jung YoonOh.

Por su Jaehyunnie.

 

Notas finales:

¡Hola a todos! Bueno, como verán el pequeño conejo (? ha vuelto en gloria y majestad, aunque no sin dificultades de por medio. Si les ha gustado este capítulo un comentario no estaría mal, me encanta leerlas ;;

¡Nos vemos! <3 

 


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