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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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Notas del capitulo:

 

 

 

Nakamoto Yuta ajustó su cabello frente al espejo, dándose el molesto trabajo de comprobar por tercera vez el que su peinado estuviera completamente ordenado. Se detuvo a la mitad de la acción, a punto de quebrar de un puñetazo la superficie reflectante que le mostraba a un Yuta mucho más formal de lo que estuvo en mucho tiempo. Ni en el trabajo demandaban tanta pulcritud, demonios. Con rabia logró apretar un poco el nudo de la corbata, mas, desistió cuando notó que estaba torcido por mucho que intentara enderezarlo. Cerró los ojos esperando, quizá, que el resto del día no fuera tan horrendo como estaba siendo hasta ahora: con apenas tres horas de sueño, la ducha helada porque el casero finalmente terminó por cortar el suministro de gas después de semanas advirtiendo que lo haría si no le pagaba la cuenta del mes, y el encontrarse con todos los suministros del refrigerador en mal estado porque el aparato tuvo la grandiosa idea de estropearse durante sus horas en el trabajo, pues, no estaba siendo para nada una buena jornada.

Y además el estúpido nudo no quería quedar bien por mucho que lo intentase, maldición…

—Mira, va así…

Ahogó un grito cuando sintió unas manos rodeándole el pecho y un peso en el hombro, mientras que el espejo fue la superficie donde logró ver quién era el causante de la perpleja expresión que mantenía en el rostro.

Ji HanSol le mantenía abrazado desde atrás, con las habilidosas manos ocupadas en ajustarle la corbata. Lo hizo en un santiamén y no pudo evitar el abrir más los ojos ante la perfección con la que ahora se desplegaba alrededor de su cuello. El rubio sonrió ante su creación.

—¿Ves que no era tan difícil, eh…?

Y fue eso, sumado a la sonrisita de suficiencia que tenía en el rostro, lo que le obligó a mandarle un certero codazo hacia atrás.

—No te pedí tu ayuda, señor perfección —bufó, molesto. HanSol se dobló en sí mismo con exageración; ni siquiera le había golpeado con fuerza, dios. Estaba seguro de ello—. Llevo milenios sin usar algo tan formal y ahora recuerdo exactamente por qué me fastidia tanto.

Esperó que le respondiera la siempre afable voz del más alto pero los segundos pasaron y el silencio se mantuvo ahí. Gracias a una porción del espejo logró notar que todavía seguía doblado en sí mismo, con los ojos fuertemente cerrados y agarrándose el abdomen con ambos brazos. Los dedos le temblaron y tamborileó sobre la tela de sus pantalones.

¿Tal vez se había excedido? Ciertamente HanSol era débil —por muy fortachón que se viera en el día a día, y sobre todo cuando hacían el amor, donde su actitud era tan diferente que le hacía hervir la sangre como ninguna otra cosa—, y por eso tal vez un codazo era demasiado para lo suave de su contextura. Recorrió con la mirada la esquina de la habitación, incapaz de mirarlo a través del espejo o de siquiera voltearse para abrazarle y disculparse como realmente necesitaba hacer en esos precisos instantes.

—Hey… ¿estás bien? ¿Te ha dolido mucho? —logró preguntar, asustado de su propia fuerza. Llevaba un tiempo sin usar sus músculos no obstante la potencia con la que antes los usaba al parecer seguía ahí, intacta—. Si es así…

Tomó una gran bocanada para finalmente decir aquel “lo siento” que permanecía en su lengua y, con un suspiro, estuvo listo para pronunciarlo.

Y entonces…

—¡Caíste!

Un fuerte abrazo le quitó las palabras de la boca. HanSol le sonreía a través del espejo, riendo mientras sentía la porción de su cabello justo arriba de su oreja derecha siendo besada en múltiples ocasiones por quien no dejaba de reír contagiosamente.

—Yuta, no eres el único que puede ir bromeando con todos así como así, ¿no crees? —los labios de HanSol se dirigieron esta vez un poco más abajo y un escalofrío le recorrió cuando un nuevo susurro llegó de forma directa a esa parte tan sensible de su cuerpo—. Una o dos cosas he aprendido después de estar tanto tiempo a tu lado, amor…

Sonrió en contra de su voluntad porque vaya que tenía razón. Ji HanSol ya no era el chico al que las palmas se le ponían sudorosas cuando andaban de la mano, o que se ponía completamente rojo al tan solo besarse en los pasillos del instituto aunque no hubiese nadie para verles, o al que la lengua se le trababa a veces al pronunciar un tembloroso “te amo” en respuesta al suyo propio; no, el de aún rubios cabellos artificiales ahora era una persona completamente diferente.

Y más desde que aquel día en que estuvieron a punto de separarse.

Ahora, quien se mostraba feliz mientras sentía sus propios músculos contraerse ante la fuerza de su abrazo estaba convertido en todo un hombre; un hombre de quien aprendía día a día, con quien amaba retozar hasta el amanecer en largas conversaciones que le quitaban valiosas horas de sueño —¿pero qué más daba el dormir menos si con eso ganaba el acercarse más a él?—, con quien lograba sacar las carcajadas más fuertes y los suspiros más dulces. Solamente él lograba hacer todo eso.

Ji HanSol era ahora todo un hombre, su hombre, y sus suaves besos a diario eran señal inequívoca de que no volvería a irse.

No podía pedir más que eso.

—¿Por qué sonríes? —el más alto pareció asombrado a través del espejo y ante eso simplemente sonrió con más ahínco—. Pensé que te molestarías por haberte hecho caer en mi broma, Yuta…

—¿Y quién dijo que no? Estoy enojadísimo, odio que me hagan bromas —espetó, borrando la sonrisa de su rostro a la fuerza solo para terminar riendo segundos después. HanSol realmente se veía lindo cuando se asustaba—. Ja, ahora estamos a mano. Eres muy crédulo a veces.

—Y tú un bromista de primera. Pero te amo así —la voz de su novio se transformó en un susurro al último y Yuta cerró los ojos, disfrutando de la textura de sus cremosos labios cuando marcaron terreno en la extensión descubierta de su cuello.

—Yo también te amo, HanSol…

Podría estar por siempre así, simplemente apreciando la forma en que el mayor le hacía sentir como la persona más afortunada del mundo y dejándose derretir por la lengua de HanSol que reclamaba cada trocito de su piel como si fuera de su propiedad.

Pero iban a llegar tarde si lo hacían.

—Ya, podemos continuar con esto cuando volvamos a casa, ¿te parece?

Le vio asentir y con eso también se convenció a sí mismo de que la prioridad allí era el llegar a tiempo a la ceremonia que les convocaba en esa noche; noche que justamente se veía perfecta para disfrutarla como pareja. Sin embargo, no por nada llevaba tantas horas —específicamente, justo después de llegar a casa tras un día agotador en el trabajo— arreglándose para verse formalmente impecable como para cancelar su asistencia.

Además, era una ocasión más que especial para una persona a la que apreciaban mucho.

Y por eso fue que, después de besarle largamente en los labios, al fin pudieron emprender el rumbo a la institución que hace ya casi un año que no visitaban y que permanecía en sus recuerdos con rastros de nostalgia.

———

Con la hoja resbalándose de sus manos debido al sudor que se acumulaba en ellas, Kim DongYoung trató de mantener su respiración calmada y no errática como había estado durante la última hora sentado en el auditorio del instituto. Chasqueó la lengua cuando notó, al darle la vuelta al pequeño trozo de papel, que la tinta ya estaba toda emborronada y que prácticamente era imposible de leer a esas alturas; tendría que improvisar. Era fácil dar discursos prácticamente todas las semanas, o el coordinar reuniones con el resto de los miembros del consejo, o incluso el pararse delante de los directores de otras instituciones para lograr colaboraciones que vinieran en pos de la comunidad estudiantil como torneos y ferias... entonces, ¿por qué era tan difícil el pensar siquiera en que quedaban escasos instantes antes de tener que pronunciar las palabras de despedida?

Inspiró hondamente, con el impulso desesperante de ver por sobre el hombro hasta donde sabía que estaban sus padres mirándolo, apostados junto al resto de las familias que observaban emocionadamente la graduación. Sí, tal vez era eso.

—DongYoung, lo harás bien, confía en ti. 

Qian Kun le sonrió, sentado a su lado, con una amabilidad tan avasalladora que calmó por un segundo sus turbios pensamientos. Sí, a decir verdad no por nada llevaba toda la semana recitando las palabras que con tanto cuidado escribió después de una maratónica sesión frente al computador; incluso con la tinta emborronada que regaba ahora la pieza de papel, ya se sabía de memoria todo lo que debía decir. No tenía por qué temer.

El temblor en su respiración le delató que realmente seguía total y completamente inseguro. Porque por mucho que Kun estuviera apoyándole y que su familia también permaneciera en medio de la multitud… estaba solo.

YoonOh no se encontraba allí.

—No sé si lo pueda hacer bien... —se sinceró, antes de rememorarlo todo.

El menor le dijo, al preguntarle ansiosamente el día anterior en el que fue su último día de clases formal —mas no así para el de cabellos rizados, quien todavía tenía un par de semanas antes de finalmente salir de "la cárcel", como tan risueñamente describía al instituto—, que por los diversos exámenes que le faltaban rendir sería sencillamente imposible el asistir a la ceremonia de graduación por mucho que quisiera.

YoonOh debía concentrarse en lo que realmente importaba, y no en una ocasión tan poco relevante como aquella. Estaría bien incluso sin él aplaudiéndole como siempre.

Se hundió en su asiento, nervioso, lleno de interrogantes sin resolver. Qué haría si salía todo mal. Si acaso se reirían de pronunciar erróneamente una palabra, de tropezarse en camino al podio, o de tan solo pararse allí porque sabía mejor que nadie que muchos aún recordaban con total nitidez su efímera relación con SooYoung, y que le odiaban por haberle hecho sufrir. 

De haberlo sabido antes, jamás habría estado con ella. 

Se levantó cuando las palabras del director al fin le indicaron que era su turno para hablar, como reciente ex presidente del instituto. Probablemente su sucesor –un chico unos tres años menor que él, de modales impecables y origen canadiense—estaba por ahí mirándole, por lo que tendría que hacer una presentación prácticamente perfecta si quería marcar una buena impresión en el chico, tal como HanSol había hecho consigo en su tiempo. Subió la pequeña escalinata en un silencio asfixiante, colocó la hoja ilegible en el podio y aclaró su garganta para hablar.

Pero se arrepintió de inmediato cuando tuvo la horrible idea de mirar los rostros de los presentes.

—Yo...

Todos estaban más que absortos en si lo haría bien o no, como esperando la más mínima equivocación para estallar en carcajadas y apuntarle con el dedo. En un instante logró encontrar a sus padres en medio del público, y ver sus rostros preocupados no ayudó en nada. Demonios. Tamborileó sobre la hoja y, sintiéndose poco menos que un desastre, intentó por última vez concentrarse para no echarlo todo a perder.

Pero algo llamó su atención.

"¡Hyung!"

Al fondo, tan lejos que su altura parecía haber disminuido a la mitad, Jung YoonOh gesticulaba con exageración esa pequeña palabra. Dejó caer su mandíbula inferior, anonadado. Se suponía que no debía estar allí, sin embargo, sus ojos no mentían: ataviado con una camisa de color blanco, un abrigo larguísimo de color crema que no hacía más que acentuar su gran altura y unos pantalones negros ceñidos al cuerpo, el menor realmente estaba ahí. Apoyándole, mirándole; simplemente, siendo acompañado por su presencia.

No podría ser más feliz.

Mas, la expresión en su rostro era de desesperación mientras modulaba un exagerado "¡hyung!" distinguible a pesar de la distancia y el silencio. No era la única persona que parecía a punto de darse cabezazos contra la pared debido a la frustración; a su lado, un inconfundible par de tórtolos estaba uniformemente vestido de traje y corbata, como nunca antes. O al menos, para uno de ellos era algo nunca antes visto.

Nakamoto Yuta estaba tan bien arreglado que no parecía él mismo: sin ni una arruga en su impoluto traje y el pelo completamente ordenado, como si un gato hubiera pasado su lengua por cada hebra de sus cabellos hasta dejarlos relucientemente aplastados contra el cráneo. Ji HanSol, por su parte, se veía tan formal como en los antiguos tiempos, haciendo señas exageradas con el resto del grupo en una desesperación muda.

"¡Sigue!" 

Solo por eso no estalló en carcajadas y finalmente pudo comenzar después de un corto suspiro, un poco más seguro porque los chicos estaban allí; porque YoonOh le sonreía desde lejos, con sus característicos hoyuelos haciendo aparición en sus regordetas mejillas.  

Había venido a pesar de todo. Y con eso dándole ánimos en mente, dio su su discurso aprendido de memoria.

Lo siguiente que supo fue que terminó de hablar y un ruido que conocía bien hizo vibrar el auditorio: desde sus asientos, la ovación que recibió del público fue poco menos que avasalladora y le obligó a retroceder un par de pasos, abrumado. Bajó las escaleras de vuelta a su asiento en donde no duró prácticamente nada: con unas precisas palabras, el director dio por finalizada la ceremonia, y fue aquí que los gritos de júbilo largamente reprimidos durante todo el estresante proceso se dejaron oír en su máxima expresión. Tapó sus oídos mientras el resto se abrazaba entre sí y las familias comenzaban a felicitar a los alumnos, con el ruido creciendo exponencialmente hasta hacerle zumbar los tímpanos, sin embargo…

¡Ah!

Una presión envolvente le obligó a gritar en contra de su voluntad, y en tan solo un segundo comprendió quién le tenía fuertemente apretado por los hombros. Su susurro inconfundible sonó en una forma tan suave que le mandó unas pequeñas cosquillas por todo el cuerpo.

—¡Hyung!

YoonOh le sonreía sentado en la silla vacía del lado, donde antes se encontraba Kun y a quien ni siquiera notó partir. Se sintió agitado hacia delante y atrás debido a la presión que los fuertes brazos de su mejor amigo ejercían en su cuerpo, como no queriendo dejarle ir nunca.

—Jaehyunnie, suficiente, me cortas la respiración…

—Lo hiciste increíble, Doyoung hyung —oídos completamente sordos, el menor siguió abrazándole con la misma intensidad sin borrar la sonrisa de su rostro—. ¿Viste que todos te aplaudieron? Fuiste un excelente presidente estudiantil. El mejor.

—Exageras…

Sin embargo la mueca de alegría que salió de forma espontánea de sus labios no se desvaneció; al contrario, no hizo más que acentuarse cuando un incómodo Yuta apareció de la mano de su rubio acompañante. El japonés le golpeó, medio en broma, medio verdad, cuando explotó en risas debido a lo extrañamente formal que se veía. ¿Cuándo más volvería a verlo así? Era una oportunidad dorada que no podía desperdiciar para reírse un poco. Kun se les unió pronto en las risas, arrastrando a su madre tras de él, la que era una imagen viva de los rasgos más representativos del de nacionalidad china; especialmente su contagiosa sonrisa que iluminó su rostro al agradecer frente a todos lo agradecida que estaba por haber acogido a su hijo de aquella forma, y por lo que Kun no pudo hacer más que asentir con vergüenza.

Su propia familia se acercó con prontitud y no reclamó nada ante sus efusivas muestras de cariño como abrazos y palabras melosas, ni siquiera cuando Yuta se burló para hacerle enojar y que —lamentablemente para su suerte— consiguió: un par de golpes no tan juguetones en el fibroso abdomen del japonés y santo remedio, ante lo que HanSol rio con fuerza y pronto todos se unieron, felices. Porque después de todo, era una ocasión para celebrar. Una nueva etapa cumplida, y un futuro que se veía más que emocionante.

El cambio era definitivamente bueno.

—¿…Podrás estar bien tú solo, YoonOh?

El murmullo de Yuta, totalmente inofensivo y carente de matices de odio como tantos años atrás había escuchado en más de una oportunidad, se oyó fuerte y claro. Lo suficiente para entenderlo por lo menos.

Miró a su alrededor. Ni Kun ni él mismo estarían ya cerca de YoonOh, y el menor no era muy asiduo a los grupos sociales por mucho que los demás intentaran arrastrarlo a las conversaciones porque después de todo era el líder del equipo de baloncesto. Y eso, lo quisiera o no, le hacían una persona ciertamente popular. Con todo, tal vez se sentiría presionado.

YoonOh le sonreía a Yuta mientras contestaba un “sí, estaré bien”, pero algo en su deslustrada expresión le dijo que no estaba siendo sincero del todo.

—No, no estará solo. No es como si nos vayamos a dejar de ver, ¿cierto? —comentó con nerviosismo.

—Ya les dije —resopló Yuta, rodando los ojos mientras su brazo terminaba por rodear el musculoso cuerpo de su mejor amigo—. Aunque quieran no van a librarse de mí, así que más te vale DongYoung que no empieces a excusarte con cosas como “la universidad me tiene muy ocupado” tal como hace cierta personita por aquí para no venir a verme…

—Yuta… ya te dije que debo pasar mis finales, por favor —un suplicante HanSol se pasó la mano por los cabellos en una falsa expresión de estrés, antes de que ambos se sonrieran con complicidad. Tan solo con una mirada eran capaces de comunicarse.

Y entonces, el más alto se le acercó en menos de un segundo antes de dejar una frase flotando en su oído.

“A YoonOh probablemente se le hará todo más fácil si no dejan de verse, de verdad”

Aunque Ji HanSol no se lo hubiese dicho, lo sabía a la perfección. Tal vez podría ser una nimiedad para cualquier otro, pero sabía que para el de cabellos rizados el estar tantas horas en una institución por sí solo probablemente sería una experiencia un poco difícil y más considerando lo malo que era tratando de formar lazos con nuevas personas. Todo aquel proceso sería ciertamente complicado, pero como su hyung estaba dispuesto a ayudarle.

Y sabía perfectamente cómo hacerlo.

———

Cuando el timbre sonó en el aún escasamente amueblado departamento fue que no demoró ni dos segundos en levantarse del sofá y abrir, sabiendo quién estaría allí.

—Hyung, ¿te molesta si me quedo a dormir?

Mochila al hombro, YoonOh le miraba con una mueca indescifrable que tan solo pudo identificar después de responder.

—Claro que no me molesta, Jaehyunnie. Mi casa es tu casa.

Felicidad. Jung YoonOh era feliz a pesar de que ya no podrían verse como antes, y eso también le tranquilizaba a sí mismo. Porque después de tantos años conviviendo codo a codo en absolutamente cada experiencia que tuviesen de vida, era increíblemente arduo el acostumbrarse a no ver más sus sonrisas contagiosas a la hora del almuerzo, o a verle practicar en la cancha de baloncesto junto con el resto del equipo, o sus hyung esto, hyung aquello, que paralizaban su rutina de presidente estudiantil por completo por muy ocupado que estuviera.

No lo admitiría en voz alta, pero para sí mismo estaba siendo una transición mucho más dura de lo que jamás se planteó antes.

Pero ver su sonrisa cuando dejó finalmente su pesada mochila en el sofá fue suficiente como para entender que estaban en fases completamente diferentes de vida, y que tendría que acostumbrarse a no ver a su mejor amigo tan seguido aunque realmente quisiera hacerlo.

Fue suficiente también para comprender que, tal vez, no era YoonOh quien sufriría más por la inevitable separación tal como pensó en su minuto. Al contrario. Sincerándose, estaba mucho más acostumbrado a la presencia del de cabellos rizados de lo que jamás creyó.

Y era esa mueca de felicidad que se formaba en su propio rostro al verle de nuevo, la prueba más fiel de que realmente necesitaba ver a Jung YoonOh día tras día.  

 

 

 

Notas finales:

¡Hola! Espero que les haya gustado este capítulo a pesar de la demora ;; Si es así como siempre un comentario sería más que bienvenido <333 ¡Nos vemos!

PD 1: Por diversos motivos tendré un tiempo de hiatus hasta aproximadamente después de navidad, lo siento </3 Necesito enfocar mis últimas fuerzas en otro asuntillo del que espero salir lo más pronto posible.

PD 2: ¿Les gustaría un oneshot del JaeDo? Nunca he hecho uno de ellos dos pero la verdad hay una idea que ha rondado mi cabeza últimamente y al que le hice hasta la portada hahah No sé, pregunto para así publicarlo antes de que termine el año. Déjenme saber qué opinan al respecto <3 


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