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Dead Inside por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

Y así como el alma de uno sufre, el alma del otro comienza a desintegrarse.

Los tres días de espera concluyen con el último latir del corazón de Bella.

Desde que despertó, han transcurrido dos semanas y sus dulces labios en forma de corazón no se han abierto. Es como un fantasma que pasa frente o detrás de ellos y se esfuma entre los árboles sin dirigirles una simple mirada. Bella no vive, ella existe y va y viene mostrándose indiferente a cualquier cosa. Ni siquiera su hija, deseosa por conocerla, besarla y abrazarla, fue capaz de sacarla de su mudez. Renesmee quedó sorprendida al principio. Se aferró al cuello de Jacob y permaneció pegada a él durante horas, quieta y silenciosa hasta que se percató de la verdad.

Su madre seguía muerta.

Jacob cree que la han perdido. Algo malo pasó durante la transformación y nadie sabe qué fue ese algo; es posible que ni siquiera ella —Blanca Nieves Marchita, Ánima Sin Objetivo, Mujer Fría, hay tantos nombres que darle…—, sepa qué es lo que le sucedió. Quizá no se dé cuenta de que ya no es la misma. La humana llena de malas costumbres que vivía dejándose arrastrar por la corriente que llegara a moverla. Fuese Edward, fuese Jacob, fuese su egoísmo o aquella necesidad suya de ser amada por cualquiera, Bella jamás hizo algo que anhelara con todo su ser. No hubo nada en la Tierra que le provocara ideas como "voy a conseguirlo no importa lo mucho que me cueste".

Algunas veces, mientras Nessie le pide que jueguen y le sonríe con verdadero cariño en su precioso par de hoyuelos, Jacob ve que el mundo se tambalea bajo sus pies. No sabe cómo es que las cosas se han desarrollado hasta desbocar en esto. Y si es que lo sabe, le parece injusto. Tan injusto como el amor que siente por Edward o el sufrimiento de Renesmee al estar segura de que su madre no regresará pronto.

Bella ha emprendido un viaje que aún nadie comprende, pero del que tardará en saciarse.


Igual que siempre, Isabella arrastra a Edward consigo.


Los pasos de Jacob sobre cada escalón son lentos, dubitativos. Quiere llegar a su destino lo más pronto posible, pero al mismo tiempo quiere alargar el recorrido tanto como pueda.

La habitación a la que se propuso ir es la misma en donde sus dos verdugos permanecen una al lado del otro, sumergidos en ese horrible silencio y a la espera de un movimiento brusco que les dé una excusa escueta para atacarlo. Siguen siendo indescriptiblemente bellos en sus pasos hirientes y crueles a la hora de alar las cadenas que pusieron alrededor de su cuello. Mientras camina con la vista fija en el piso de madera, Jacob vuelve a pensar en todas las preguntas que no le serán respondidas. Acaba de recibir una razón que lo vale todo, una razón por la que haría lo que le pidiesen, pero que puede no ser su razón.

La existencia de Renesmee podría no ser más que una coincidencia, una enorme distracción para lo que verdaderamente es el propósito de Jacob. Un beso delicado por parte de los magníficos en las alturas. La ansiada recompensa con sabor a ambrosía y un precio tan alto como su libertad.

Aún con mil dudas dando vueltas en su cabeza, Jacob entra en la habitación y ve a quienes ama. El Señor de la Pena y La Señora del Desinterés. Dos figuras blancas, inmóviles, perfectas en cada gesto de sus cuerpos hermosos.

Se sorprende al darse cuenta de lo mucho que todavía los adora.

El cabello de él parece desprender fuego, llamas robadas del mismísimo infierno y puestas sobre su cabeza cual corona; lo elevan a los cielos y ahí, falsamente magnánimo, mira hacia un mortal del mismo tamaño que las hormigas. Los ojos de ella, profundos en su hambre de recién nacida pero radiantes con el vacío interminable de su alma, lo desmenuzan parte por parte. Cada pliegue, línea, cicatriz y poro en su piel expuesta, son sometidos al examen abúlico de Bella, quien mira en su dirección un momento y luego gira la cabeza hacia la ventana. No obstante, el volumen del misterio que la envuelve es demasiado alto y Jacob cree que ese par de ojos carmesíes continúan sobre él, intentando absorberlo hacia la nada en su interior.

Piensa que quieren sacarle el corazón y partirlo a la mitad.

Eso es, muy posiblemente, lo que quieren hacerle. Si no los dos, uno de ellos. El Primer Verdugo debe ya estar cansado de tenerlo pululando en los alrededores. Quitarlo del camino no es una necesidad. Pero él no se guía por la necesidad. Él trabaja a base de caprichos.

Son horribles.

Perfectos.

Ahora Bella es idéntica a Edward. Luce el esplendor del demonio, ese gesto plano pero deslumbrante que reduce a Jacob a lo peor de sí. La rendición; esclavizado por sus amores ilógicos y sueños estúpidos. Una palabra de aquellos labios rosas bastaría para tenerlo comiendo de la palma de su mano, obediente y ansioso por servir. Muriendo por servir.

El poder que tienen sobre él lo asusta.

Les teme.

Está horrorizado por lo que podrían hacerle.

Ellos son cada día más poderosos y Jacob, sin embargo, se topa con nuevas debilidades todas las mañanas en cuanto se despierta. Incluso dormido siente preocupación. Últimamente no ha habido descanso. Pesadillas y sueños y deseos que lo despiertan con el corazón acelerado, a punto de salírsele del pecho por sí mismo, desesperado en la densa oscuridad donde lo han mantenido cautivo cientos de días y noches.

Pero… pero los quiere. Todavía los quiere.

Su alma le pertenece a El Señor de la Pena. Hoy, mañana y siempre. Que le pida su corazón y Jacob se lo dará. Que le pida protección y Jacob se la dará. Que le pida altares, sangre sacrificios y Jacob se los dará. Lo que él quiera, Jacob se lo conseguirá porque la sombra de la desdicha lo tiene prendado del cuello y la luz de su fuerza sólo emerge si Nessie la necesita.

Hace poco cayeron en cuenta de que la niña los necesita a todos.

—Por favor —murmura Jacob, tenso y nervioso—, debemos hacer algo. Si no actuamos, pronto será demasiado tarde.

Espera una réplica. Se fija el piso de madera, piensa en todas las cosas que jamás le serán contestadas y se traga el miedo cuando Edward lo mira directamente. Él no suele hacer tal cosa, así que su sorpresa e incertidumbre son enormes. ¿Por fin va a abrirle la yugular de una mordida? ¿Lo herirá por hacerle escuchar la angustiante realidad de nuevo?

Respira profundo y exhala rogándole a Dios que su respiración sea lo más silenciosa posible. No quiere ser una molestia, jamás ha querido serlo, pero está aquí para salvar a su pequeña. Nessie lo ama. Jacob la ama. Ambos soportan la muerte en vida de La Señora del Desinterés gracias a este amor. Si perder a su Bella está siendo una tortura, Jacob no quiere comenzar a imaginarse el resto de su vida sin Renesmee.

—Por favor —repite y su voz tiembla—. Por favor, por favor, déjala sola y ayúdanos a saber por qué Renesmee crece tan rápido y si podemos detenerlo... —El temor y la tristeza se juntan y respirar se vuelve doloroso. Su garganta está apretada y entonar le cuesta, pero no considera ni por un segundo detener su plegaria—. Te lo ruego, te lo suplico… yo… jamás te pediré otra cosa, sólo esto, por ella, por tu hija… ayúdanos. Me iré lejos, no apareceré frente a ti otra vez, haré lo que sea que me pidas… sólo ayúdanos, por favor.

No le ofrece grandezas. Jacob sabe que lo que puede darle a Edward no tienen ningún valor, que sus habilidades, promesas y posesiones son inservibles comparándolas con ese hombre. Sabe que su corazón tampoco vale la pena a pesar de ser lo mejor que tiene y que se lo sacará del pecho si es lo que Edward le pide a cambio de abandonar a su esposa e ir a lugares lejanos en busca de las respuestas que nadie tiene aquí.

Los ojos dorados del hombre revelan lo que su boca no pronuncia. Está disgustado por verlo actuar patéticamente y Jacob piensa Lo sé, lo sé, lo sé. Soy asqueroso, no te merezco, pero te ruego que me ayudes. Por favor. Te lo suplico. Por favor, por favor, por favor….

—Haré lo que me pidas —enfatiza. Mueve las manos en un intento fallido de expresarse correctamente. No conoce las palabras que declaren con fidelidad las cosas a las que está dispuesto por un poco su ayuda—. Lo que sea.

La mirada de Edward no cambia. Intensa, pesada, y tremendamente difícil de soportar. Duele físicamente obtener una prueba más del repudio que el hombre al que ama siente por él. Hoy Edward es todo su mundo. Hoy no hay fuerza ni ganas de alejarse. Hoy su lobo llora y se enrosca sobre sí mismo mientras cierra los ojos, aplasta las orejas y ora por piedad. Por favor. Por favor. Por favor.

Bella no mueve un solo músculo. Su apariencia serena no se altera por nada de lo que sucede a unos pasos de ella. Jacob también le suplicaría si hubiera forma de llamar su atención, pero no la hay y tiempo es lo que menos tiene.

Más de un minuto después, Edward imita a su esposa mirando el exterior a través de la ventana.

Acepta ayudarles.

Lo que le pide a Jacob es algo que éste hace y luego intenta olvidar.


Está ahogándose.

Igual que en los primeros meses tras la creación de su lazo con Edward, Jacob está ahogándose y no hay nadie que pueda entrar al agua a salvarlo. Tampoco necesita ayuda. No en realidad. Él sabe mantener la cabeza fuera del agua incluso aunque el resto de sí se congele y entumezca. Y si bien no la necesita, la quiere. Quiere que alguien se arriesgue por él, que alguien salte al agua para llevarlo hasta la orilla incluso aunque eso podría matarlos a ambos.

Jacob anhela profundamente que alguien dé por él lo que está dándole a Edward, lo que le dio a Bella y todo aquello que va a darle a Renesmee. Su bella niña lo ama —lo adora—, pero jamás van a amarse el uno al otro del modo que Jacob sueña. Ella es su ángel, su giño de los magníficos en las alturas, y él la protegerá de todo aquel que pretenda lastimarla.

La protegerá de él mismo, porque la ama y la adora y la abrazaría una eternidad entera, pero su unión con Edward siempre representará una barrera. Jacob es incapaz de ofrecer todo de sí a una persona además de Edward. Su alma ya la tiene en las manos, bien sujeta para que no pueda zafarse de tener la intensión de hacerlo.

Por supuesto, Jacob no tiene dicha intensión.

Perdida, completa e irrevocablemente.

Así es su amor. Su condena, su tortura, su fin.

Si Edward no fuese el hombre que es —cruel, mortífero, insensible—, Jacob estaría en el paraíso. A su lado. Amándolo y siendo amado cada día y cada noche de su vida maldita. ¿Cómo sería si Edward lo quisiera por lo menos un poco? ¿Jacob terminaría como Bella? Luego de disfrutar de la felicidad, ¿las circunstancias lo conducirían al silencio? ¿Es Edward así de dañino?

Jacob piensa. Una y otra vez. Es raro que se detenga. Sus dudas sin respuesta, los misterios milenarios, las razones fuera de foco. El sentido de la realidad se desdibuja. Los cómo se elevan a lo incontable, pero los por qué están tan lejos. Más lejos que la orilla de la galaxia. Más perdido que el centro del universo. Estamos y vivimos y no sabemos por qué o para qué. La humanidad es una interrogante gigantesca, y Jacob se siente reducido al darse cuenta de ello.

¿Cómo se atreve a pensar tanto en sí mismo cuando cada ser viviente pasa su vida pululando en las mismas preguntas que él se hace?

De improviso, su cuerpo recibe una presión más poderosa.

Había estado ignorándolo casi con maestría, pero Edward no acepta distracciones. Jacob debe permanecer concentrado, atento y dispuesto. Eso es lo que le pidió a cambio de ayuda. Este es el precio que cobra por intentar salvar a su propia hija.

Eres horrible.

Jacob percibe el roce áspero del suelo bajo su pecho, donde la herida sobre su corazón ha comenzado a sangrar cual grifo desde hace horas.

Te amo.

Las rodillas están temblándole, débiles bajo fuerzas ajenas.

¿Qué necesitas?.

Difícilmente recuerda una sensación como esta en el pasado. No es dolor. Es peor que el dolor.

Yo te ayudaré.

Respirar es difícil. Está encerrado en una habitación repleta de humo. Su muerte lo mira desde el otro lado de esa ventana oscurecida, ondeando su arma con esas manos delicadas y lechosas que Jacob examina, fascinado. La muerte es bellísima. Una mujer con apariencia de simple mortal que observa fijamente y no para de ondear su oz en ningún instante.

Sabes a lo que he venido.

Una vez su madre le contó a Jacob una historia sobre un niño y su amor por las mariposas.

Mírame, mírame, mírame. Puedo concederte tu más profundo deseo.

Aquel niño vio la migración de aquellos insectos alados una tarde y su amor por ellos nació y creció a partir de ese día. Pidió a sus padres libros que le dijeran todo lo que quería saber de las mariposas y sus padres se los dieron, enternecidos por el ingenuo e infantil interés de su único hijo.

Puedo darte el mundo si me lo pides. Sólo mírame.

Meses después, tras haberse empapado con saberes del objeto de su amor, el niño y sus padres fueron a pasar las vacaciones en el campo. Ahí, el niño encontró muchos tipos de mariposas.

No te negaría nada. No me importa lo que has hecho. Para mí, que te amo tanto, olvidar y perdonar es muy sencillo.

Una tarde, mientras el padre recolectaba vegetales del huerto detrás de su casa en el campo y la madre leía noticias del periódico mientras esperaba el regreso de su esposo, el niño salió de la casa diciendo que iba a jugar en el claro del frente. Su madre le sonrió y lo dejó ir. Su padre le advirtió que no se alejara demasiado, que el atardecer estaba cerca y nada bueno podría suceder si entraba al bosque a esas horas.

Entrégate a mí.

El niño obedeció a su padre y regreso antes de que anocheciera. La cena estuvo lista temprano. El padre comió sentado frente a su esposa, acariciándole la mano y murmurando frases dulces para ella. Ellos se amaban mucho. El niño los veía de reojo, pero su atención estaba siendo absorbida por algo que tenía en su regazo. La madre se dio cuenta.

Estás cerca. Ya me tienes y aún te quiero. Ven conmigo.

La madre le pidió a su hijo que le mostrara lo que tenía en sus piernas, escondido por el mantel. Le dijo que no debería estar con alguno de sus juguetes mientras comía. El niño, diciéndole que no era un juguete, extendió la manita y le ofreció a su madre aquello que tanto le encantaba. La feliz expresión de su madre, que estaba tan contenta por tener a sus dos grandes amores junto a ella, cambió por completo al recibir cinco alas de mariposa sobre su palma.

No me tengas miedo. En donde yo estoy las cosas son mejores.

El niño contó a sus padres que salió para buscar mariposas y escogió a las que tenían las alas más bonitas. La madre, tocando las tersas alas sintiéndose apesadumbrada, preguntó a su hijo por qué se las quitó a las mariposas. Su hijo respondió que quería tenerlas con él porque las amaba mucho.

Aquí, conmigo, respirar no es difícil.

La madre guardó las cinco alas en su joyero y nunca más mencionó el día en que su pequeño se las arrancó a las mariposas. En la noche, su esposo la abrazó mientras ella lloraba.

Pídemelo y estarás bien. Siempre estarás bien.

Jacob no entendió el significado de esa historia al principio. Sarah le dijo que algún día iba a comprender y que sabría por qué la madre del niño se sintió mal luego de oír la respuesta de su hijo. A sus cinco años, Jacob creyó que Sarah estaba diciéndole que nunca les quitara las alas a las mariposas, que eso estaba mal.

Abrázame.

Con Edward y Bella, Jacob aprendió que no se trataba de las mariposas que quedaron mutiladas.

Bésame.

Era la noción del amor del niño.

No temas.

Edward es el niño.

Bella, las mariposas.

Y lo que Jacob siente, eso que el territorio del dolor no abarca en su totalidad, se llama decepción. La misma decepción que sintió la madre.


Jacob divisa a Irina en lo alto de la montaña en cuanto Nessie señala hacia allí.

La mujer corre en dirección opuesta al saberse visible y Jacob descubre, de nuevo, que sus oraciones y ruegos no sirven de nada. Irina fue la compañera de Laurent, el vampiro que él y su manada asesinaron antes de que Edward y su familia volvieran a Forks.

Habrá venganza.

Durante su carrera de regreso a casa de los Cullen, sintiendo las manos de Renesmee aferradas a su pelaje, Jacob se pregunta a cuánto está dispuesta Irina por la memoria de quien amó.

Se pregunta si Bella saldrá de su silencio.

Se pregunta si Edward detendrá sus peticiones.


No sabe a cuánto Irina está dispuesta.

Bella no sale de su silencio.

Edward no detiene sus peticiones.

El Señor, contados días, acompaña a La Señora en su insensible estado, quietos, silenciosos y a la espera de aquello que ninguno más comprende. Algo que posiblemente ni ellos mismos saben qué es. Jacob se convence de que lo que buscan no lo encontrarán. Que va a consumirlos y se transformarán un par de estatuas blancas y suaves, incapaces de moverse, atrapados en sus lejanas y oscuras habitaciones. Encerrados por la eternidad frente a sus ojos.

Quizá es lo mejor.

Los Cullen apuestan a la bondad de sus conocidos para defender a Renesmee. Dulce niña huérfana de padre y madre que nada malo ha hecho al mundo. Que no ha hecho nada al mundo además de crecer en él a un lado de Jacob. ¿Por qué Irina movió sus piezas en contra de Nessie? ¿Por qué no pudo dejar en paz al pequeño ángel y atacar a los responsables del asesinato de Laurent? Jacob le habría dicho directo a la cara que él y Sam, su alfa, lideraron la caza del vampiro. Le habría gritado que, si quería venganza, podría disputársela con él.

Jacob no sabe a cuánto Irina está dispuesta, pero sí que él, humano y lobo, sombra de desdicha y luz de fuerza, es el principal enemigo de su propósito.

Nunca había sentido esta ansia por combate en su vida. El impulso natural contra los vampiros no es nada comparado con la sensación que lo embriaga ahora. No es porque está en la cima de su lista de deberes, sino porque quiere hacerlo.

Desea hacerlo.

Desea rastrear a Irina a lo largo y ancho del globo. Desea invitarla a una batalla. Desea que lo enfrente a él sin mostrar una sola gota de arrepentimiento. Que lo enfrente él, quien se presenta a sí mismo y ante todos como el ofendido principal de sus acciones impulsivas.

Pelea, Irina. Pelea contra mí. Por Laurent, ¡por lo que le hice junto a mi manada! ¡Vamos! ¡Estoy esperándote, maldita!

Jamás había tenido esta sed de sangre.

No se debe a que la mujer amenaza el bienestar de Renesmee.

No se debe a que la vida de su imprima está en juego.

Esto es por él.

Por Jacob Black.

Porque un día va a morir y no piensa irse sin haber luchado.


Jasper desaparece.

Una noche se escabulle de la casa y deja rastros confusos por doquier.

Jacob deja a Renesmee con Rosalie y lo busca.

Lo busca infructuosamente tres días y tres noches enteras.

Al regresar, Nessie lo recibe con los brazos extendidos y una expresión de entendimiento. Jacob se aferra a ella. La besa y la abraza y mira sus recuerdos y duerme junto a ella.

Mi tío regresará, dice la niña sin mover los labios, inundando la mente de Jacob con su voz suave, sus ojos castaños rebosando de amor y una sonrisa tierna marcándole los hoyuelos. Yo sé que no nos dejará solos.

—¿Estás segura?

Sí. Asiente y sus largos rizos color cobre se alborotan alrededor de su rostro. El tío regresará, Jacob. No ama como nosotros lo amamos a él. Regresará, tenlo por seguro.

—¿Por qué se fue, Nessie? —no quiere tener más preguntas que jamás serán respondidas. Son demasiadas las que se acumulan en los bordes de sus párpados, que caen a las sábanas y mojan la cama de su niña. Demasiadas. Ya basta.

No lo sé… Jacob, mi lobo… no lo sé, perdóname.

—No es culpa tuya —le asegura—. Algún día se lo preguntaré. Cuando vuelva a verlo, no importa cuánto tiempo falte, se lo preguntaré.

Tío Jasper volverá, repite la niña. No hay indecisión alguna en ella. Él y tía Alice volverán.

¿Alice?, piensa Jacob, ¿Alice?.

Entonces recuerda.

Ella también desapareció.


Los vampiros nómadas llegan y se acercan demasiado a Renesmee y Jacob. A ella, por curiosidad; a él, por desconfianza. No los culpa. Él tampoco le confiaría a ninguno el asunto más mínimo y, por supuesto, tampoco a Renesmee. Se abraza a ella y no la separa de su cuerpo ni un centímetro. La niña les muestra sus recuerdos a todos y la mayoría lucen sorprendidos de la relación que mantiene con Jacob. Les asombra que el chico lobo signifique tanto para Renesmee.

—Es un caso increíble, lo sabemos —Emmett es quien suele intentar explicar el porqué de la presencia de Jacob las veces en las que Carlisle y su encanto aturdidor no se encuentran. Se inventa un montón de basura con tal de no decir una palabra acerca de la imprimación—. Se ha convertido en nuestro aliado luego de tanto. Quisiéramos que tratan de ser objetivos sobre su estadía con nosotros. Él es valioso.

Valioso. ¿Qué clase de valor tiene él para Emmett? ¿Estratégico? ¿Numérico?

Siendo el contacto de Renesmee uno al que está acostumbrado, Jacob no se percata de cuándo ella le pone una mano en la base de la garganta.

Te quiere. Jacob la mira, inquisitivo. Ella ríe y resopla. Todos te queremos, Jacob.

El "todos" de Nessie nunca ha incluido a Bella o a Edward. Jacob aprendió a entender las implicaciones de ello del peor modo, arrodillado, sangrante… Nessie le hace ver los rostros de su familia, la sonrisa conciliadora de Esme y las cejas expresivas y pobladas de Rosalie, la usual mueca satírica de Emmett y ese extraño fruncimiento de labios de Jasper, los ojos profundos y repletos de energía de Alice y la tersura arrebatadora en los pómulos altos de Carlisle.

Todos te queremos. Nessie apoya su cabecita en la mejilla de Jacob, suspirando y dirigiéndoles una mirada astuta a los nómadas. Siente los brazos de Jacob firmes y fuertes alrededor de ella, cubriéndola protectoramente, y se siente a salvo. Siempre a salvo. Espera el día en el que crezca y la longitud de sus brazos alcance para rodear por completo a Jacob. Quiere hacerlo sentir protegido y amado. Todos te queremos. Pero Jacob no lo ve. No puede ver el amor que su familia le profesa porque El Señor de la Pena le ha vendado los ojos.

En el futuro, se promete Renesmee, ella misma arrancará la venda y destronará al Señor y a la Señora.


Luego de un día entero de peticiones, Jacob está exhausto, casi delirante. Mira su muerte a través de la ventana oscurecida y le hace todas esas preguntas que jamás le serán contestadas. No sinceramente. Jamás sinceramente. Lo único verdadero es la decepción, el dolor y aquella oz que ondula en el aire y le recita poemas de amor, pidiéndole que por favor ven conmigo.

Sus brazos están entumecidos, el cuello le arde y su pecho, oh su pecho, gotea sangre oscura. Ve la magia yéndose, alzándose hacia el cielo con el peso de una hoja seca, y llora por ella. Está perdiéndola. La ilusión y la esperanza. Sus sueños y metas. Suben y suben y suben y Jacob es incapaz de alcanzarlas. Huyen de él. De su alma cautiva y mente doblegada. Lo dejan porque no ha sido fuerte. Lo dejan porque sigue amando lo insalvable y lo amará hasta que su corazón no pueda derramar sus jugos viscosos y carmesíes sobre la cadena oxidada que lo retiene ahí, entre fibras blancas y motas de polvo.

¿Lo liberarán? ¿Alguien lo liberará?

Su muerte sacude la cabeza.

No.

Al lado de la muerte, que adoptó el cuerpo de una mujer mortal, la luz y la oscuridad, dos hombres altísimos y con capuchas, le ofrecen sus manos. La oscuridad le sonríe con sus ojos azules. La luz le ruega con sus ojos negros. Jacob se da cuenta de que están pidiéndole que elija. Ella o ellos. Lo que haga falta o el final definitivo.

La oz traspasa la ventana. Se estira, saludándolo, y se detiene al tocarle la frente. Un ligero empujón y su cráneo sería atravesado por el arma. Sería sencillo. La muerte es siempre sencilla. Su muerte lo es aún más. Tan cerca. A una palabra de tomarlo bajo su cuidado. Y es hermosa. Mortal y hermosa. ¿Puede abrazarla? ¿Puede darle un beso en la mejilla?

Su muerte sacude la cabeza.

Sí.

Sí, pero ven conmigo.

Los ojos negros de la luz ruegan. A ellos, se unen los labios de la oscuridad, pálidos y delgados. Ruidosos. Enérgicos. Jacob lo envidia y la oscuridad asiente bajándose la capucha blanca. Su ondulado cabello es rojo y largo, tan largo que seguro acaricia las puertas del cielo con sus puntas. La luz lo mira un segundo frunciendo su ceño, furioso por tener que vivir al lado del otro sin quejarse. Se quita la capucha negra y Jacob divisa el brillo irreal de una melena dorada. Ellos dos no lucen la apariencia común de la muerte. Son hermosos. Angelicales. Los hombres más hermosos que ha visto, aquellos a los que les confiaría todo. Quiere estar con ellos. Perderlos sería horrible.

¿Aún falta?

La luz y la oscuridad asienten. La muerte, delante de ellos, retrae su oz y aguarda.

¿Podré… hacerlo?

Ellos asienten de nuevo. La luz le sonríe y la oscuridad se arremolina alrededor de la muerte para ahuyentarla. No se te necesita, le dice, ¡vete! ¡Vete!. La luz despeja el humo que oscurece la ventana y entra en la habitación. Se arrodilla a un lado de Jacob y le aparta el cabello de la cara. La luz no deja de sonreírle. La oscuridad, con ese rojo y largo cabello que huele a nerolí tapizando la habitación, lo abraza por la espalda y canta sobre su oído. De tanto en tanto, utilizando un par de sus dedos largos y huesudos, la oscuridad recoge sangre de su pecho y hace que la luz la tome con su lengua.

Jacob pierde la conciencia mientras la oscuridad entona una canción de venganza y la luz engulle el resto de su sangre derramada.

Lo que ve en sus sueños le produce pavor al despertar.


La fecha en la que los Vulturis aparecerán en el claro está cada vez más cerca. Justo cuando la nieve comience a derretirse en las orillas de los árboles y los primeros colores de la primavera se hagan presentes entre el estéril paisaje invernal. Antes del canto de los pájaros. Al mismo tiempo en que los osos gastan la última reserva de nutrientes en sus cuerpos.

Alice fue bastante específica en su nota.

Renesmee ha crecido. Su estatura y peso son los de una niña de dos años. Los nómadas son testigos de que esta criatura no es igual a los niños transformados a edades tempranas. Ella nació siendo vampiro y no merece la destrucción a la que el Alto Concejo querrá condenarla.

Carmen se encariña con ella, le peina el cabello y le cuenta historias sobre los más antiguos vampiros que conoció en su juventud como hija de la noche. Carlisle continúa haciendo mediciones a horas específicas y Jacob tranquiliza su angustia cuando los promedios de crecimiento se hacen más pequeños. La velocidad de su desarrollo es menos acelerada conforme los días pasan. Al principio fueron diferencias centesimales, pero ahora el cambio es obvio para cualquiera.

Emmett, Carlisle y Garrett, uno de los nómadas, enseñan a los menos experimentados cómo luchar y defenderse. Verlos combatir le trae recuerdos a Jacob de cuando él y la manada recibieron clases por parte de Jasper. Entonces aún no sabía cuánto apoyo recibiría de él. Jacob lo imagina enfrentándose con Emmett y sus ánimos de aprender se esfuman. Carraspea y da media vuelta, sus pies alejándolo de las memorias malas y llevándolo al encuentro con su ángel.

Renesmee pasa un cepillo por las hebras rubias de Rosalie. A la niña le encanta ser la cuidadora del cabello de su tía. Es como el oro. Como el sol. Rosalie es una belleza a la que Nessie admira y sigue. Su madre en todos los sentidos que Isabella no lo es.

Quedándose al margen, Jacob toma asiento en el marco de la ventana. Sonríe y elogia el trabajo de Nessie cuando ésta llama su atención, pero la mayoría del tiempo se la pasa extraviado dentro de sus propias cavilaciones. No es que la posibilidad de estarse volviendo loco lo asuste a muerte, pero últimamente ve cosas que no existen, seres que, en la realidad generalizada, no son visibles.

Dos hombres encapuchados con los que soñó tras aquellas peticiones y que no desaparecieron cuando recuperó por completo la conciencia. Días y días ha vivido esperando que los demás los noten pululando por ahí, que digan algo acerca de los cantos de uno o el brillo irreal de la melena dorada del otro. Nadie ha hecho comentario alguno al respecto, así que Jacob llegó a la conclusión de que es el único quien los ve. De cierta manera, se siente honrado. Orgulloso de conocer el azul inhumano de los ojos del hombre que viste de blanco. Orgulloso de que el hombre vestido de negro le sonría a él y solamente a él. Y orgulloso, sobre todas las cosas, de que ambos hombres le digan lo que saben.

Él, el de la barba, mata desde antes de ser uno de ellos. Garrett. Su nombre es Garrett y el día en que nació, el trabajo de parto acabó con su madre. Soldado. Una moral cuestionable….

¿La ves? ¿Ves cómo utiliza sus habilidades mientras sonríe y se disculpa por hacer daño? No se arrepiente. La verdad es que le gusta causar dolor. Kate disfruta con la crueldad, pero ama a su hermana más allá de lo narrable….

¡Mira sus movimientos! ¡Sus ademanes! No es una niña dulce. Maggie es más antigua de lo que su cuerpo podría jurar. Y ella también sabe mucho. Sabe si le mientes y eso la hizo desconfiada desde muy pequeña….

Nunca creas lo que él dice. Amun no se interesa por nadie que no sea él mismo. Le prendería fuego a su hijo y a su esposa si eso asegurara su supervivencia….

Acércatele, pero no le confíes nada. Es bondadosa cuando se encuentra en desventaja. Dulce. Muy dulce y caritativa y buena cuando tiene serlo, cuando necesita serlo. Después, adquirido el poder, toda su tersura se evapora. Llámala Sena. Y recuerda que ese no es su nombre real...

Sólo tengo una advertencia: no la mires a los ojos. El don de Zafrina es más efectivo si hay contacto visual previo….

Tanya trataría de matarte si osas tocar a Kate. Su amor hacia ella no es de hermana. La ha amado como mujer y esposa desde que fue transformada. Es fuerte en los combates cuerpo a cuerpo, y sumamente posesiva….

Hace muchos años Eleazar tuvo una hija. No biológica. La quiso muchísimo. Más de lo que quiere a Carmen. Más, incluso, de lo que se quiere a él mismo. Recuérdasela y lo tendrás de enemigo….

Posiblemente él se irá pronto. No cuentes con Alistair para la batalla. No le interesa hacerse de aliados y sabe que Carlisle le perdonará que se vaya. Siempre lo perdona. Se han conocido por siglos, la historia entre ellos es difícil de contar….

A Liam poco o nada le importa tu causa. Es un hombre apasionado cuya pasión se concentra en un tema por década. Ahora mismo adora Egipto, los secretos que podrían esconderse entre las tumbas de los faraones….

No te les acerques. Son peligrosos. Repudian a los Hijos de la Luna, y no conocen las diferencias entre ellos y los de la tribu Quileute. Vladimir y Stefan dieron caza a un sinfín de manadas de lobos en el pasado. Las exterminaron todas….

Ellos murmuran a cada rato. Jacob mira a alguno de los nómadas y los murmullos comienzan a su alrededor. Los hombres, a quienes no sabe cómo llamar —o si debería permitirse darles nombre—, no escatiman en detalles. Relatan historias sobre tiempos de guerra, limpias sus voces y fluidas las palabras, como si estuviesen leyéndolo de un libro o supieran de memoria éste y se les antojara recitárselo. No sabe lo que son. Delirios, sueños diurnos, alucinaciones, rompimientos de la realidad… no sabe lo que son, pero se encuentra amándolos. La luz y la oscuridad. Dos partes de un todo que no quiere dejarse ver. El cabello rojo y rizado, tan largo que las puertas de los cielos deberán elevarse para no ser violadas; los ojos negros, sin brillo, profundos cual abismo, preciosos como el cielo nocturno libre de estrellas.

Lo más probable es que esté volviéndose loco. Condenadamente loco.

Si no fuera así, ¿por qué los vería? ¿De qué forma sino estando loco el cabello rojo del hombre envolvería su cintura, sus muslos, su espalda y hombros? ¿Cómo si no habiendo perdido la cordura el reflejo iridiscente de aquella melena dorada lo dejaría momentáneamente cegado? ¿Y esa oz balanceándose en el aire, flotando al otro lado de la habitación sin que nadie la sostenga?

Nessie lo llama.

Por un par de horas, Jacob omite la presencia de los hombres y el chirrido metálico de la oz.


Esa misma noche, guiado por la oscuridad, Jacob entra en la habitación del Señor y la Señora. Se siente como un sueño. Probablemente lo sea; el brillo de la luna y las estrellas es magnífico, precioso más allá de las palabras y muy, muy lejos de su capacidad de describirlo; una escena de bruma y destellos que no lucen terrenales, sino celestiales, y que Jacob se asegura de apreciar lo suficiente. No quiere olvidar esto. La belleza de la noche. La belleza de los rizos rojos y aquellos alarmantes ojos azules, casi neones, ávidos de mostrarle secretos. Espera que le sean revelados en canciones o poemas.

Imperturbable, la Señora es fiel a lo sabido y mantiene su posición usual: mirando el horizonte por la ventana, bebiendo colores falsos de luces imaginarias. Jacob no le presta atención. Ve la quietud y la palidez, la desgarradora muerte en vida, y decide que no vale la pena. Ella jamás valió la pena. Con una sonrisa pícara en sus deliciosos labios, la oscuridad le pasa un brazo por los hombros y canturrea un melódico  antes de besarle la mejilla. Sí, exactamente.

Ebrio con el aroma nerolí de la cabellera roja, a Jacob le toma un segundo adivinar que la luz está ahí también, acompañándolos en la habitación. Ojos negros y enormes, cariñosos en las arrugas que los decoran, permanecen concentrados en él. Una mirada que roba el aliento. Sabe que no se le permite, que está mal que quiera hacerlo, pero Jacob lucha por liberarse del agarre de la oscuridad un par de segundos, ansioso por encontrarse con la luz y dormir en su pecho, besar sus cabellos que irradian luz como el sol, adorar esas cejas y esos labios y esa nariz…

La luz le sonríe, sabia y paciente. Sí, mi amor, sí. Dormiré a tu lado. Los dedos huesudos de la oscuridad aprietan con más fuerza su brazo y lo empujan hacia el frente, a dondequiera que quiera llevarlo en esa detestable habitación manchada de muerte. Habiendo perdido de vista la luz durante lo que dura un parpadeo, Jacob va en contra de los ojos azules, casi neones, y los rizos de fuego, de sus razones incomprensibles y cantos angustiantes. Le entran ganas de echarse llorar. La magnitud de su anhelo lo desconcierta. Su deseo por la luz supera con creces su deseo de lucha. ¡No lo alejen de él! ¡Por Dios, no lo hagan! ¿No ven que se muere? ¿Acaso no ven que lo ama?

Shh. Tranquilo, mi amor. ¡Tranquilo!. Puede no ser sutil en sus acciones, pero la oscuridad suele tratarlo delicadamente, con dedos suaves y abrazos tiernos. Ahora, esta noche, la delicadeza se diluye un poco. No hay tiempo. Y la verdad es que nunca lo hay, sólo que en este preciso instante resulta mil veces más abrumador y la oscuridad pierde su desfachatez en cuando percibe que el control se escapa. No de sus manos ni de las de la luz. Simplemente escapa

En una sucesión de imágenes y emociones angustiantes, Jacob es colocado frente a la ventana de la pared opuesta a la que la Señora ocupa. El cristal está ligeramente polvoriento y, viéndolo tan de cerca, a un centímetro de su nariz, los rallones en su superficie tejen caminos laberínticos. Miles y miles de raspaduras en algo que sigue siendo resistente. Es encantador y le recuerda a Jasper, a Nessie y a él mismo.

La oscuridad manipula su rostro, lo mueve hasta que sus ojos cafés observan al Señor. Pensativo y hermoso Señor. Las heridas en el cuello y el pecho empiezan a arderle.

¿Lo sientes?

¿Qué cosa?

Esta unión. Aquí, en tu cabeza y tu corazón y tu alma. En todo de ti. ¿No lo sientes?

Lo siente. Cada día y cada noche durante años.

El problema es que no quiere sentirlo, así que lo ignora. Se ha vuelto una actitud involuntaria.

Sí.

¿Por qué, entonces, no escuchas sus gritos? Me trastornan. Se oyen horripilantes. ¿Por qué no los escuchas?.

Los escucho.

Y sí, son horripilantes. El combustible infinito de sus pesadillas.

¿Haces oídos sordos a ellos? ¿Cómo puedes? ¿Cómo soportas ser testigo de tanto dolor?.

Eso quisiera saber. Cómo y porqué es todo lo que pide. Tiene un par de indicios que lo han llevado a callejuelas sin salida. A conciencia, busca los ojos dorados del Señor, un par de ámbares opacos abiertos a lo largo y a lo ancho, extrañamente receptivos y bondadosos al engancharse a Jacob. No entendiendo bien su respuesta, pero sabiendo que es la total verdad, murmura palabras que embelesan al hombre, a la oscuridad, y perturben a la luz. El Señor sostiene su mirada en cada sílaba y lo impulsa a través de los espacios, de las inevitables pausas que lo dejan en la miseria del vacío.

Es… porque él lo soporta. También escucha los gritos y los soporta. Eso me dice que debo hacer lo mismo. Atravesar las mismas veredas. Presenciar los mismos horrores. Recibir los mismos castigos.

Mi amor…, la luz exclama con angustia, devastado por lo que Jacob ha dicho, no es verdad. No debes. ¡No debes! Él quiso este dolor, él actuó para merecérselo, ¡no tú!.

!Pero si es bellísimo¡, corta la oscuridad besando a Jacob en la frente y la boca, saciado, en éxtasis, Si es así, el dolor no importa. ¡No importa nada!.

Jacob no se resiste a las caricias de la oscuridad. Su toque es, de hecho, agradable. Placentero con una nota de sensualidad enloquecedora. Acepta los besos y encuentra un refugio pasajero en los abrazos y las canciones de júbilo. Mientras, sufriendo, la luz niega una y otra vez. Grita que no y que no y que no.

En medio de todo eso, el Señor extiende una de sus blancas manos, ofreciéndose a Jacob, implorando por una larga época de paz. Resplandeciendo, una mancha rojiza de pena envuelve sus ámbares abiertos, expuestos, vulnerables… Lo conmueven.

Jacob no toma su mano y el Señor se sumerge de nueva cuenta en el silencio.


El hombre de cabellos rojos duerme a los pies de la luz, absolutamente inconsciente de la mirada que éste le da y la creciente —asombrosa— fuerza de Jacob. Nunca podrá verla. Ese hombre sólo está consciente mientras Jacob se desmorona. Esa es una de sus funciones. Y, de cualquier manera, Jacob lo adora y se preocupa por lo que la luz podría hacerle en ese vulnerable estado. Es una luz, pero no significa que sea siempre bueno, así como la oscuridad no es siempre mala. A la luz, Jacob lo ha escuchado murmurar cosas atemorizantes. Le preocupa encontrar a la oscuridad herido, su precioso cabello cortado, sus pasionales reacciones extinguidas...

Se angustia, aunque ellos posiblemente sólo estén en su mente. Trastornada e inestable mente, por lo que puede juzgar. Sin embargo, un par de todas esas cosas que le dicen sobre la gente resulta que son verdad. Poco a poco, de la boca de los nómadas o de los Cullen, Jacob ha empezado a tranquilizarse. Quizá no está loco, sino algo confundido. Lo que la luz y la oscuridad le dijeron es posible que sea el eco de lo que escucha día a día, una adaptación positiva para lo que está viviendo últimamente. Compañía que lo consuele de tanto en tanto. Seres que estén por y para él. Que lo amen tanto y como él los ama.

Renesmee está contenta de que Jacob se encuentre mejor. Le muestra los bellos lugares que Zafrina la ha dejado ver, los maravillosos fenómenos que Benjamín puede crear, las manifestaciones luminosas que emergen del cuerpo de Kate cuando utiliza su don y lo extraño que Maggie actúa cuando las personas hablan alrededor de ella. Jacob, por un instante, no puede localizar a esas cuatro personas en el mismo espacio en el que él vive. Como si fueran una invención más de su cabeza. Luego, echando un vistazo a través de la ventana, divisa uno de esos destellos sobrenaturales vibrando alrededor de las manos de Kate. La iluminación disminuida por la llegada del atardecer convierte esos rayos azules y blancos en un truco de magia cautivador. Detrás de la mujer, luciendo distraído, Benjamín manipula fuego y viento. Hay un tornado amarillo y rojo dando vueltas sobre la palma de su mano. Es impresionante.

Renesmee no quiere irse a dormir. Está fascinada con Zafrina y Benjamín. Jacob, reconociendo que los dos vampiros son dignos objetos de atención, está realmente cansado. Tuvo peticiones hoy y el cuerpo le duele desde las rodillas hasta los omoplatos. Rosalie, dándose cuenta de lo incómodo que se siente soportando el peso de la niña, la toma de sus brazos. Hay una sonrisa pequeña en los labios de la mujer. Jacob vacila antes de asentir en su dirección y darse a la fuga para dormir unas horas. Ama a Nessie, de verdad que lo hace, pero su niña es del tipo que siempre está en movimiento. Viendo, preguntando, acercándose, buscando, tocando... Jacob no tiene energía para seguirle el paso. Ella no necesita dormir con la regularidad que Jacob lo necesita. La diferencia entre ambos es clara cuando Jacob pasa más de un día en vela, en su cansancio patente y la energía que Nessie no deja de irradiar.

En cuanto se recuesta en la cama, la luz toma asiento en el borde, sus dedos fríos deslizándose por el brazo de Jacob lentamente. No hacen falta más que un par de minutos para sentir a la oscuridad deslizándose debajo de las sábanas, haciéndose un lugar junto a Jacob y pasándole los brazos en torno al pecho. El cuerpo de la oscuridad es cálido y suave. Un mechón de los largos cabellos rojos y rizados hace su camino por la cama y se enreda en el tobillo de Jacob. Antes de caer dormido, sintiendo aún los dedos de la luz sobre la piel de su brazo, la oscuridad hunde el rostro en su cuello y lo besa debajo de la quijada.

Dulces sueños, amor mío.


La oscuridad ríe en voz muy baja. Está adormilado y se recarga lánguidamente en el hombro de la luz, quien no muestra expresión alguna, ni siquiera el usual sonidillo de disgusto ante la cercanía de la oscuridad. Jacob mira de reojo su interacción unilateral, sorprendido por la falta de rechazo en el hombre con oro por cabellos. No obstante, sabiendo a la perfección lo que ha provocado su actitud, Jacob lo acompaña en su hermetismo.

Isabella observa a Renesmee. La niña está dormida por primera vez en cuatro días. Sentado a los pies de la cama de Renesmee, en total control de sí, pero temiendo un absceso de furia, aguarda a que la mujer haga algo. Que diga algo. Que exprese algo. Imposible que la visión de su hermosa hija no le haga sentir nada. Jacob quiere besarla y abrazarla con todas sus fuerzas cada momento que la ve, cada segundo que los preciosos rizos color bronce se mecen a los costados de su rostro de querubín, cada vez que le dice que lo ama en esa dulce voz suya, cada día, tarde y noche del resto de su vida.

Pero Isabella no se mueve. No habla. No siente. Es una fría estatua de mármol y rubíes. Y existe algo en ella, en su apariencia de ángel solemne, libre de pecado o culpa, que Jacob odia con una profundidad arrasadora. La oscuridad, todavía riéndose, da un aplauso y le sonríe. ¡Sí!, le dice, emocionado, ¡Sí, cariño! ¡Eso es!. El otro hombre, cuya mirada no abandona la figura de Isabella, le lanza una mirada reprobatoria a la oscuridad. Es rápida, discreta, y la oscuridad lo omite.

¿Qué tan mala es su idea de arrastrar a la mujer fuera de ahí? No la quiere cerca de Nessie. Detesta que se haya atrevido a acercarse de repente, luciendo su falsa inocencia y estúpida inexpresividad cual escudo. Jacob no le teme y hace tiempo que dejó de amarla; valió la pena, completamente, y, a pesar de ello, ahora no tendría ningún sentido. ¿Por qué iba a amarla? ¿Porque abandonó a Renesmee nada más verla? ¿Porque le arrebató partes de su dignidad a través de los años? ¿Porque jamás consideró lo horriblemente doloroso que fue para él asistir a esa boda? ¿Porque procuró únicamente su satisfacción, su comodidad y sus caprichos?

Isabella Marie Swan. Isabella Marie Cullen-Swan. No importa el nombre, la mortalidad o inmortalidad, ella es una cáscara de deseos fútiles y codicia. Juró que amaba a Renesmee, que era lo que más quería, y Jacob debió esperarlo, pero todo ese —fingido— amor fue su excusa. Un modo de obtención. Un modo horrible de confirmar su unión con Edward, de convencerse que su matrimonio prosperaría aún luego de transformarse en vampiro. La atadura final que cualquier mujer como ella se desesperaría por hacer alrededor del cuello de su pareja.

Lo habría hecho sin importar qué. Con ese hombre o con otro, habría terminado en lo mismo. Tú lo sabías, ¿no, mi amor? Que ella no ama. Que no puede amar a nadie porque no puede amar un solo pedazo de sí misma. La oscuridad, con su blanca mejilla presionada contra el cuello de la luz, vuelve a su risa floja y silbante. Mírala, cariño... mira la frialdad. ¿No es hermosa?. Lo es. No hay duda. Odia sus matices, pero Jacob acepta la belleza intrínseca de ellos. Es hermosa de la forma en que Edward es hermoso. En su falsedad y egoístas intereses, en su completa antipatía. Maravillosos seres con horridas metas. Jacob suele tenerles miedo. No obstante, hoy es uno de esos días en que ninguno de los dos es realmente importante. Jacob se descubre a sí mismo deseando odiarlos y teme por las cosas que oscuridad y luz le dicen a Jacob casi a señas. Planes macabros es lo que le ofrecen y no puede creer lo mucho que éstos le tientan.

Isabella termina yéndose de la habitación. Se va en un parpadeo, silenciosa e inexpresiva. Sin saber que estaba respirando muy poco, Jacob toma una profunda bocanada de aire y se relaja. La luz se aleja de la oscuridad, repelido por el cabello rojo y aquellas molestas risas, y se coloca a un lado de Jacob no sin antes sonreír tiernamente a la figura dormida de Nessie. Siguiendo sus pasos cual sombra, la oscuridad termina acomodándose en el suelo, de nuevo a los pies de la luz para dormir apoyado en sus muslos cubiertos de tela negra. Prefiriendo esto, la luz no hace caso a los cabellos rizados que se enredan en sus piernas, en los dulces e inhumanos ojos azules que le miran hacia arriba. La oscuridad luce débil. Débil y, aun así, deslumbrante. El sueño lo transforma en algo extremadamente hermoso, tan difícil de resistir y tan fácil de amar. Jacob quiere tomarlo entre sus brazos, levantarlo del suelo y recostarlo en la cama. La luz no lo dejaría hacer tal cosa, por supuesto, y Jacob entiende que este proceso está fuera de su alcance.

Girándose hacia Renesmee, oyendo el corazón y pulmones de la niña trabajar, el cuento del niño y las mariposas regresa a su mente en primer plano. No es por su pequeña, quien es amable y delicada con todo ser —vivo o no—, sino debido a que lo que la luz y la oscuridad le propusieron, necesita de un amor como el de ese cuento. Un amor confuso y cruel, más cruel que cualquier otra cosa.

Tú podrías, le asegura la luz besándole el hombro, su frío aliento metiéndose debajo de la ropa y haciendo vibrar a Jacob. Tiembla de pies a cabeza. No sabe si es miedo o entusiasmo.

Ambos, le es resuelto por la oscuridad, quien se acomoda sobre la luz con su mejilla blanca deslizándose hacia arriba en un intento de acercarse a Jacob. Quiérelos así... porque... también lo sabes, ¿no es verdad?. Jacob niega, convencido de no saber más de lo que ellos le han contado durante esas semanas. Oh, ¡lo sabes!, ríe la oscuridad, su sonrisa y su cabello y sus ojos capturando irremediablemente la atención de Jacob. En lo más profundo de ti, mi amor... en lo más profundo de ti, a donde ese lobo y ese lazo parecen no llegar a veces, sabes que puedes.

No lo cree. Es incapaz de creerlo.

Entonces, con la luz respirando sobre su cuello y la oscuridad cayendo dormido, Jacob recuerda que la mayoría de sus susurros han resultado ser ciertos.

Ruega por que los últimos no lo sean.

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

Un saludo.


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