Amor socrático.
—No, no me agradas, hn.
—Y sin embargo, insistes en cruzarte en mi camino. Eres la epítome de las paradojas.
—¡Eso no significa nada! —resopló Deidara con teatralidad desbordante, cerrando la puerta de la habitación en que se hospedaban por esa noche—. Realmente te odio.
¿Por qué habrá pensado el líder que precisamente estos dos miembros de Akatsuki eran adecuados para una simple misión de extracción de información?
Jamás, a excepción de Shisui quizás, Itachi había tenido un mejor compañero que Kisame. Cualquiera podía darse cuenta a simple vista que separarlos era contraproducente.
El Uchiha probablemente nunca sabrá los motivos de Pain para tomar esa decisión ni se sentía con la autoridad para juzgarla, pero es imposible negar que si hubieran pedido su opinión, él habría solicitado trabajar con Sasori. Todo habría sido más sencillo: el viaje, la tortura del espía, deshacerse de los secretos ninjas escondidos en el cadáver, el camuflaje, el regreso a la base, la economización de los gastos…
A pesar de todo, Itachi sonrió en la sólida oscuridad de los rincones de su compleja arquitectura mental, y armándose de paciencia, observó al diminuto rubio que explotaba en emociones frente a él, sentado en el suelo sobre su futón y cerrándole el paso.
—A eso se le llama negación, Deidara.
—Por supuesto que no, idiota. Fuiste tú quien me metió en esta maldita organización. Te detesto.
—¿Maldita? No tenía idea de que estuviéramos bajo la influencia de fuerzas paranormales... o es tu pensamiento mágico hablando por ti —replicó el moreno, dándole un elegante sorbo a su té—. Ahora entiendo por qué tienes estas fantasías acerca de que vas a derrotarme.
—¿Ves? Exactamente de esta mierda hablo, eres un imbécil, hn.
—Te gusta estar con nosotros. Crees que todos los miembros somos, ¿cuál es la palabra que usas…? Artísticos.
—No metas a los demás en esto, inútil. Tú eres el jodido problema, así que jódete.
—¿Qué es lo que tengo tan mal, según tú?
La velocidad con la que el otro comenzó la letanía de insultos, tomó a Itachi por sorpresa.
—Escúchame bien, estúpido Uchiha, porque solo lo pienso decir una vez, ¿me oyes? Bien: primero, deja de usar el Sharingan todo el tiempo, es molesto y no intimidas a nadie, ¿sabes? También deja de salir desnudo después de bañarte; para tu información, existen las camisas o las toallas, así que póntelas porque no aprecio verte sin ropa, ni en esta misión, ni en la base, ni nunca, además no merezco esa visión al nomás despertar. Y debes dejar de caminar como que posees todo el puto lugar, con tu estúpido pelo y tu estúpida actitud de viejito misterioso. Y deja de respirar tan jodidamente fuerte, no tengo nada en contra de la respiración pero apreciaría enormemente si simplemente dejaras de hacerlo. También-
—Entonces, básicamente estás enamorado de mí.
De acuerdo, Itachi estaba de humor travieso.
—¡¿Qué?! ¡Carajo, no! —exclamó Deidara, mostrándose profundamente ofendido y dispuesto a conectar su puño con la mandíbula del Uchiha—. ¡¿Quién diablos te crees que eres, hn?! ¡Solo porque media población está enamorada de ti crees que tienes derecho a presumir hasta de tus estornudos! ¡Pues te tengo noticias, maldito parricida, yo no creo que seas ni la mitad de buen ninja que crees que eres y voy a probar que puedo vencerte!
—Te voy a dejar tener ese sueño, pero no puedes probar que no te gusto.
—¡Te desprecio!
—Eso no significa que tu odio no pueda coexistir con tu extraño amor por mí.
Probablemente esa broma fue el colmo.
Fue entonces cuando un sonido estrangulado salió de la garganta de Deidara, como el pulso de una hoguera de ira interminable, un estallido de cacofonías exhaustas por el fracaso de las leyes en su vida, un rugido que hizo eco con la efemérides del corazón de Itachi.
El rubio, con la vista enrojecida de furia y determinación, en un segundo se colocó cara a cara con su autoimpuesto archienemigo y lo besó sin una pizca de gracia, rápida y fuertemente.
Al separarse, el experto en bombas respiró para serenarse y sostener una mirada firme a Itachi.
—¿Ves? N a d a —escupió el primero con desprecio.
—… Yo sentí algo —murmuró el segundo, sin prisa por tomar distancia del otro.
—¡Eso quiere decir que yo te gusto, pero me importa una soberana mierda lo que te guste o no, hn! ¡Me voy a ir a buscar al objetivo y al regresar, espero verte en otra habitación! —dictaminó Deidara como punto final y se dirigió hacia la puerta para largarse.
Itachi esperó a que la puerta se cerrara estruendosamente para llamarlo.
—Deidara.
La puerta se abrió, como él esperaba, y el rubio lo taladró con sus ojos celestes.
—¿Qué?
—Estás muy sonrojado, te ves lindo.
—¡MUÉRETE, UCHIHA!