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Love Lesson por MikaShier

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La soledad de la casa vacía de los Nanase provocaba que los sonidos se escuchasen con más fuerza, incluyendo la fricción ejercida entre las ropas de los chicos y la respiración entrecortada de Rin mientras Haru le tomaba el rostro, lo cual tenía al primero completamente confundido. Era extraño, porque el mayor nunca había mostrado afecto frente a él y, de pronto, lo tenía sobre sí y era acariciado por el mismo. De hecho, el pelirrojo estaba casi seguro de que, antes, el ojiazul apenas lo miraba. Y quizá él no estaba preparado para tanto por parte del pelinegro.

 

— ¿Qué estás haciendo? —Jadeó Rin. Haru lo observó atentamente, separándole las piernas y metiéndose entre ellas pasa quedar por completo sobre él.

 

—Solo cálmate —murmuró tomándolo de la barbilla. Rin frunció el ceño e intentó apartarlo. Jamás lo admitiría, pero comenzaba a asustarse.

 

— ¡Cálmate tú, Nanase!

 

— ¡Quiero enseñarte lo que significas para mí!

 

El corazón de Rin dio un vuelco ante aquellas palabras y fue por ello que se rindió. Dejó de empujar y volvió a recostarse, mirando los ojos azules de Haru, esos que tanto le gustaban. Haru no le haría daño jamás, así que, ¿por qué temer? Se pasó la lengua por los labios y esperó el siguiente movimiento del contrario. Estaba algo ansioso, pues...

 

Tampoco iba a admitirlo, pero le intrigaba saber qué era lo que Haruka sentía por él.

 

El pelinegro quiso sonreír, aunque solo se inclinó hacia el menor, con la vista fija en aquellos expectantes ojos carmesí. Besó sus labios con delicadeza y algo de torpeza, sintiendo la humedad de los mismos e intentando descifrar cómo continuar.

 

Lo había visto en la tele, su madre lo llamaba beso de película, e incluso algunos de sus compañeros hablaban de ello, de cómo se hacía. Así que, cerrando los ojos con lentitud, puso el pulgar en la barbilla de Rin, quien apretaba los párpados y mantenía su ceño fruncido, y tiró hacia abajo, entreabriéndole los labios. Los puños del pelirrojo tomaron su playera y Haru no supo si lo empujaba o atraía.

 

— ¿Qué haces? —cuestionó de nuevo, respirando con más dificultad y sintiendo que, repentinamente, la temperatura había aumentado. Haru le besó la mejilla. Rin enrojeció.

 

—Se llama beso. Rin... Deja de preguntar y abre la boca.

 

— ¿Para qué? Sé que son los besos, no soy un idiota. Pero... estás encima y...

 

—Es un beso nivel —Rin frunció el ceño mientras Haru pensaba— cuatro, ¿vale? Solo cállate y abre la boca.

 

—Pero no me hables así... Hace calor, ¿por qué no prendes el aire acondicionado? —Haru chistó.

 

—Está prendido.

 

—Pues no sirve.

 

—Rin, ya —ordenó, besando con suavidad los párpados del nombrado, sintiendo aquellas pestañas que tanto dibujaba cosquillearle los labios.

 

—No, no voy a abrir la boca si no es para hablar —decidió el menor, apretando los labios y mirando con diversión la irritación en el rostro de Haru.

 

—A ver.

 

Haru presionó su pulgar contra los labios contrarios, forzándolo a abrir la boca. Rin frunció el ceño, ¿a Haru no le daba asco que sus dedos se mojaran en saliva? No, claro que no. Eso lo supo cuando sintió la lengua del mayor acariciando la propia. La sensación era extraña, pues esa parte del cuerpo contrario era húmeda y resbalosa. Haru retiró los dedos, permitiendo que sus labios terminasen de juntarse y, apoyándose en sus rodillas para tomar los brazos de Rin y obligarlo a abrazarlo.

 

Sus labios se movían torpemente sobre los contrarios mientras su lengua inexperta se enredaba con la otra. Rin relajó el ceño y comenzó a corresponder instantes después, con movimientos tímidos.

 

Vale, puede que ambos conocieran la parte esencial del asunto, pero no sabían cómo conectarla a un beso. Haru estaba improvisando y Rin, rendido, estaba a su merced. El pelinegro no se lo pensó mucho, llegando así a una conclusión bastante obvia.

 

Acarició los costados de Rin, sintiendo la piel caliente bajo su tacto. Dejó de besarlo para respirar y emprender un nuevo camino sobre su cuello. No podía negar que le gustaban los soniditos que el pelirrojo soltaba mientras él mordisqueaba su cuello con devoción, dándole algunas lamiditas también.

 

Comenzó a descender hasta llegar a los pequeños puntos rosados que adornaban el pecho de Rin y, guiado por su instinto, decidió que también quería morderlos a ellos.

 

— ¡Haru! ¿Q-qué haces? —se quejó Rin, enredando los dedos la cabellera del azabache. El aludido lo ignoró y succionó con más fuerza, sacándole un gemido al menor.

 

—Rin, quiero que tengas a mis hijos.

 

El aludido no sabía si Haru era consciente de que él era un chico y no podía tener bebés, lo único que sí sabía era que un escalofrío recorrió su cuerpo en el momento en que, aprovechando la confusión, Haru le sacó la ropa inferior.

 

Se sentía muy caliente y no era la primera vez que eso sucedía. Sabía descargarse y excitarse, pero... Al ver el nerviosismo de Rin al tomar el pequeño miembro del mismo, comenzó a preguntarse si el chico se había tocado alguna vez.

 

Rin apretó la sábana entre sus puños mientras gemía, sintiendo la mano de Haru moverse de arriba abajo en su creciente erección.

 

—Tú también —jadeó poco después. La mirada oscurecida de Haru se clavó en la propia. Asintió.

 

Ahora, ambos estaban desnudos, uno frente a otro, acariciando el miembro contrario con rapidez mientras su respiración entrecortada, sus jadeos y gemidos, abundaban por completo en la habitación.

 

Rin no tardó mucho en correrse, gimiendo alto y haciendo endurecer la erección del otro, quien se mordió el labio y volvió a tumbarse sobre el menor. Le levantó las piernas, una a cada costado, y se acomodó entre ellas, rozando su falo contra el trasero de Rin.

 

—Haru... N-no puedes ha-hacerlo. No soy una chica —balbuceó el pelirrojo, consciente de las intenciones del azabache.

 

—Sí puedo.

 

Basto aquella aclaración para que Rin se mordiese el labio con fuerza y se arqueara sobre su espalda, sintiendo la dolorosa infiltración de Haru. Ardía, dolía demasiado. Apretó los ojos fuertemente, dejando escapara algunas lágrimas mientras Haru se abría paso en su interior.

 

—Va a dejar de doler, lo prometo. Rin...

 

El aludido no contestó, gemía adoloridamente e intentaba calmarse. ¿No habían dicho que el sexo era placentero? ¡Pues no! Dolía muchísimo.

 

—Voy a moverme... Verás que se sentirá mejor —trató de consolar el azabache, inclinándose sobre él y abrazándolo—. No llores...

 

— ¡No estoy llorando! —Masculló, calmándose— Diablos, Nanase. Duele. No te vayas a...

 

—Perdón.

 

Las uñas del menor se encajaron en la piel desnuda de la espalda de Haru mientras este, aferrando las piernas del menor con firmeza, comenzaba a embestirlo de forma torpe y algo brusca.

 

Rin gimió en voz alta, sin poder acallarse, mientras recibía la extensión del cuerpo de Haru en su interior. El dolor quedó a un lado, siendo intercambiado por una sensación extraña y agradable. Entonces Haru tocó una parte en su interior que él desconocía, pero se había sentido tan bien que, sin previo aviso, se corrió.

 

Haru apretó los labios, sintiendo el esfínter del menor contraerse y apretarlo mientras éste eyaculaba sobre su abdomen. Cerró los ojos con fuerza y se vino dentro del menor, quien no tardó en quejarse en medio de respiraciones entrecortadas y sonorosos jadeos.

 

—Haru...

 

—Rin, no puedes decírselo a nadie —se apuró a decir. La confusión se hizo presente en el rostro del aludido, dando paso a la irritación.

 

— ¡Por supuesto que no! Y tú no vayas a decirle a Makoto —Haru tomó su camisa y limpió con ella el abdomen de Rin, quien parecía cada vez más calmado.

 

—Lo prometo —aseguró, clavando la mirada en los rubíes soñolientos que tenía enfrente.

 

—Entonces, ¿qué significa? —cuestionó, tallándose el ojo. Se sentía muy cansado y, aparentemente, se quedaría dormido muy pronto. Haru se inclinó y besó sus labios tiernamente.

 

—Me gustas.

 

Esa noche, Rin no contestó. Y los días siguientes tampoco lo hizo, aunque parecía menos insistente respecto a Haru y no volvieron a hablar del tema. Y quizá nunca lo harían de nuevo y Rin jamás contestaría, porque, semanas después, el pelirrojo confesó que llevaba algunos meses planeando irse a Australia.

 

Quizá las palabras no habían sido suficientes, o quizá había forzado al pelirrojo a tomar esa decisión con sus acciones. Nunca lo sabría, porque temía preguntar y temía la respuesta. Así que, cuando Rin se marchó, Haru no pudo hacer más que aceptarlo y arrepentirse. Porque había desperdiciado mucho tiempo ignorando al chico que le gustaba. Porque, si no hubiese sido tan frío con él, quizá Rin no se habría ido.

 

De todas formas, nadie sabía lo que se tenía hasta que se perdía. 

Notas finales:

Bueno, ha llegado el final xD soy nueva en lo shota, así que perdón por la incoherencia c:


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