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Perdido en ti por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Hola chicas y chicos, me tardé casi un mes, me siento muy mal por ello, de verdad, lamento haberme demorado tanto tiempo. No tengo justificación alguna, la verdad que me concentré en aquellos fics que estaba por terminar y olvidé este, prometo que subiré otro capitulo en estos días compensando la demora.

Sin más por el momento.

 

A leer.

Y descubrí que no hay azul más bonito que el de su mirada

[1]

 

Itachi no dejaba de pensar en él. A días de haberlo visto rondando el centro comercial, su corazón comenzó a latir con fuerza desbocada, desde ese momento, en su cabeza permanecían esos ojos azules de un brillo intenso, azul precioso de mar fresco, océano puro.

 

Kisame entra a la oficina de Itachi sin anunciarse, como ya es típico del tiburón. En su retina se queda grabada la imagen de su amigo sentado en su sofá de cuero con una pluma en la derecha garabateando algo en una hoja, alza su cabeza tratando de ver que es lo que dibuja Itachi con ahínco.

 

Un rostro aparece, de facciones finas y ojos enormes. Al Uchiha se le daban los trazos, en algún momento de su adolescencia quiso ser pintor o dibujante. Pero en su familia ese tipo de profesiones no eran bien recibidas.

 

— ¿Quién es el guapo muchachito?

 

Itachi deja la pluma caer, levanta su cabeza, su mirada se encuentra con los ojos rasgados de Kisame y su sonrisa tirante. Estaba concentrándose en el dibujo de su ángel antes de escuchar la estruendosa voz de su amigo. Ahora ya no podría volver a retomar la inspiración para continuar su trabajo.

 

—Un chico que vi en un centro comercial. —responde firmemente. Kisame asiente.

— ¿Y cómo se llama?

 

La sonrisa amplia de Itachi se desvanece cuando la pregunta se cuela en sus oídos. Kisame se percata del cambiado semblante de Itachi, hace una mueca ligera que pretende ser una sonrisa.

 

—No lo sabes. —proclama acertadamente, Itachi abre la boca y luego la cierra casi al mismo tiempo, un suspiro cansino mana de sus labios entreabiertos.

—No. —confiesa con un deje de arrepentimiento, como si hubiese cometido un crimen. El tiburón se sienta sobre una de las sillas giratorias que tiene Itachi en su despacho.

 

El dibujo sigue sobre el escritorio, cada trazo y línea es perfecto. Era la primera vez luego de muchos años que Itachi volvía a dibujar, parecía haberlo olvidado en algún rincón de su cerebro, esa habilidad mágica que hacía que cada forma a lápiz cobrara vida al observarla.

 

Sin duda, un talento único que Itachi no continúo explotando, pero de haberlo hecho seguramente ganaría mucho dinero por ello.

 

—Deberías buscarle. —sugiere Kisame en tono casual, Itachi frunce el ceño.

—Es un adolescente, no digas tonterías.

 

Kisame se sorprende de aquel descubrimiento, no pensaba que fuese tan joven.

 

—Bueno, pero te interesa. —debate seguro de sus palabras.

—Tal vez nunca vuelva a verlo.

 

Suspira de nuevo, la aterradora verdad que no quería admitir. El rubito de cariz angelical no era más que un bonito sueño inalcanzable. Sólo lo había visto una vez, y aunque quisiera seguirlo frecuentando, quizá su suerte no era tan buena después de todo.

—Kisame, voy a salir un momento. Nos vemos más tarde.

 

Pero termina diluyendo sus pensamientos fatalistas. Tiene que ir a ese lugar una vez más, y con un poco de buena suerte su ángel volvería a aparecer y esta vez no lo dejaría ir.

 

—Oye… ¡Espera! —Itachi ha salido corriendo de la oficina, y Kisame se lamenta no haberle pedido el día libre.

 

 

 

[2]

 

Naruto no sabe porque está ahí y porque sus pies no avanzan o retroceden. Simplemente se mantiene estático mirando hacia el frente, con el aza de la mochila en la derecha, sus dedos envuelven la hirsuta tela. Su otra mano se sostiene del borde de su suéter escolar.

 

La gente pasa a su alrededor, algunas chicas miran furtivamente hacia la tienda, los chicos bufan cuando sus novias les piden detenerse para admirar los costosos vestidos puestos en los maniquís para provocar tentaciones.

 

Menea su cabeza de lado a lado, él no vendrá, no tiene tanta suerte.

 

Desesperanzado, agacha la cabeza y emprende su camino hacia la salida, empero, antes de seguir avanzando, un par de mocasines le frenan el paso. Naruto alza su barbilla, se le iluminan los ojos al instante.

 

Él estaba ahí, parecía feliz de verle, o al menos eso dejaba ver su sonrisa discreta mostrándole unos preciosos dientes blancos.

 

—Hola…

 

Naruto saca una libretita pequeña de sus bolsillos, extrae el lápiz que había dejado dentro de la espiral del mismo, con una perfecta caligrafía escribe su nombre.

 

—Naruto. —Itachi ensancha su sonrisa, el rubio asiente energéticamente.

—Yo soy Itachi, mucho gusto. —extiende su mano derecha, Naruto duda unos momentos, pero finalmente extiende su extremidad.

 

Cuando sus dedos se rozan una corriente eléctrica recorre la espina dorsal del rubio, un sonrojo nace en sus mejillas extendiéndose por todo su rostro. Itachi se siente complacido por aquella reacción tan natural en Naruto.

 

Las ganas por morderle y besarle las mejillas le provocan ansiedad. Se reprende mentalmente por tales pensamientos. No debe pensar así del chico, no sabe cuántos años tiene pero intuye que no es mayor de edad y que probablemente este cursando la secundaria.

 

—Es muy tarde, ¿te apetecería comer algo conmigo?

 

La propuesta suena muy tentadora, Naruto se recuerda que tiene un estómago que alimentar, y a su vez la vergüenza le impide aceptar.

 

Itachi percibe la duda en el rubio, quizá se había apresurado demasiado, no sabía nada sobre Naruto pero seguramente le esperaban en casa. Sin embargo, un ruido seco anega la burbuja en la que ambos se encuentran. La vergüenza de Naruto se recrudece.

 

—Oh vaya, eso es un sí. —responde por el rubio. Naruto intente negarse, pero Itachi le toma de la mano y lo arrastra consigo a un lujoso restaurante.

 

 

 

[3]

 

La comida es abundante, platillos de cosas deliciosas, comida que podría ser para unas veinte personas. Itachi ha ordenado de todo, y sólo para él o eso le había dicho.

 

Naruto se sentía fuera de lugar en ese restaurante, empezando por el excesivo lujo en cada esquina del establecimiento. Los comensales vestían ropas de diseñador, las mujeres usaban perfumes carísimos que costaban un mes de la renta de su apartamento y los hombres con sus corbatas de seda tussah no hacían más que evidenciar la pomposidad en la que vivían.

 

Para Naruto no cabía duda; Itachi era asquerosamente rico. Y lo peor de todo, parecía que le conocían en el lugar porque sólo puso un pie adentro y le habían dado la mejor mesa en la mejor zona.

 

— ¿Te gustó el rosbif?, es el más delicioso de esta ciudad. Te aseguro que los quinientos dólares que cuesta, lo valen.

 

El rubio casi se atraganta con el precio, tose suavemente, Itachi le alcanza un vaso de agua que Naruto bebe rápidamente.

 

—Con cuidado, hazlo despacio.

 

¿Quinientos dólares? ¿Había dicho esa cantidad o escuchó cincuenta? Porque tenía que ser demasiado rico para gastar tantísimo dinero en una simple comida.

 

Escribe en su libretita con mano ágil, el lápiz baila raudamente y el grafito se entierra sobre la hoja amenazando con romperse.

 

Naruto le empuja la libreta, Itachi desde su precaria distancia lee el contenido.

 

—Naruto deja de preocuparte por los precios y come. Te he notado muy delgado, debes alimentarte muy bien. ¿Tus padres no tienen una regla básica de alimentos o te dejan comer lo que quieras?

 

A la pregunta, el increpado deja los cubiertos sobre la mesa, el semblante de Naruto cambia drásticamente, la atenuante alegría abandona sus facciones y una obscuridad ensombrece su mirada.

 

— ¿Qué sucede? —Itachi murmura. Naruto toma la libreta, está vez escribe con lentitud, borra incontables veces para luego entregarle un escrito bastante mal hecho, como si le hubiesen obligado a escribirlo.

 

«Mis padres están muertos»


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