Los sueños se volvían cada vez más extraños. Empezó con los típicos donde volaba por la ciudad, libre y sintiendo el aire en su cara, esa sensación de flotar y atravesar la ciudad. Luego, siguió algo inexplicable, podía ver y escuchar conversaciones ajenas que al día siguiente resultaban verdaderas. Luego pasó lo siguiente, verse a sí mismo durmiendo en la cama y a su hermana a veces aún despierta, ya sea hablando con una amiga por teléfono, chateando en su ordenador o simplemente escuchando música o leyendo algún libro.
Todo aquello comenzó a asustarle. Todo comenzó entrando a la pubertad, aunque claramente ya había indicios en su infancia o parte de ella. Comenzó a leer sobre el tema, descubriendo lo que se conocía como “desprendimiento del alma” o “viajes astrales”. Por un tiempo se conformó con eso, y hasta pensó que podría verle el lado positivo a aquello, hasta que en fechas más cercanas, descubrió algo más, mucho más sorprendente y aterrador. Podía entrar en la mente de la gente y formar parte de sus sueños.
En un inicio aquello le sorprendió demasiado. A veces la curiosidad le ganaba y se adentraba en los terrenos oníricos ajenos solo para llevarse algunas sorpresas. Descubrió que las pesadillas le hacían daño, verdadero daño, sentía el dolor. Al despertar o más bien, al regresar a su cuerpo, no tenía herida alguna, pero sí la sensación de aquellas durante las pesadillas, fue así que supo que no era conveniente volver a los sueños ajenos, y menos si estos era pesadillas.
Por las noches, seguía sobrevolando la ciudad, y también podía sentir cómo su propia personalidad se veía modificada en cierto modo. Se sentía más libre, y por lo tanto, se sentía con mayor confianza en expresar sus sentimientos.
Cuando fueron a Canadá ese año por un viaje vacacional, aquella sensación se vio necesaria, más que nada por los constantes acosos que aquel bravucón embobado por su hermana tenía para con él. Los golpes y las burlas diarias eran insoportables, fue por eso que cada noche se liberaba de aquello, observando los parajes nevados.
Sin embargo, había algo que lo ponía inquieto, y era la sensación de ser constantemente vigilado durante esos momentos. No sabía de dónde provenía, o si quiera si era algo a lo que debía de temer, solo tenía ese instinto de precaución, la incomodidad que llegaba de vez en cuando, pero no lo suficiente para a hacerlo dejar aquello que de manera inconsciente lo hacía. No era voluntario, simplemente su alma se desprendía de su cuerpo.
Aquella noche, sin embargo, iba a ser diferente, al menos en lo que respectaba a su futuro. Ignorante de que era vigilado por la distancia, igual que era ignorante de que un grupo de espíritus lo buscaban. ¿Por qué? La respuesta se iba a saber pronto.
***
Luego de lo que Jack explicó ese día, tanto Norte como Dientes, estuvieron de acuerdo en buscar y ver por sí mismos a aquel extraño joven. Esa misma noche, trataron de buscarlo. Jack estaba seguro que ese muchacho tenía algo que ver con las pesadillas, o al menos era lo que suponía. Al llegar a Canadá, en específico, donde Jack le vio durante el día, notaron que había algo en el ambiente, aunque no estaban seguros de cómo definirlo.
Habían decidido separarse para cubrir mayor terreno. Jack estuvo merodeando por algunos edificios hasta que nuevamente sintió aquello. Pudo distinguir una sombra sobrevolar los tejados y algunas ventanas. El peliblanco lo identificó como aquella sombra que había visto anteriormente en Inglaterra. Con intriga se dispuso a seguir aquello. Fue así que notó como entraba en una habitación y al inspeccionar, pudo notar un dormitorio y a alguien dormido, pero nada de la sombra, hasta que gracias a luz lunar, pudo distinguir las facciones del durmiente. ¡Era él!
Con urgencia, fue a buscar a los demás para dar la noticia.
-¡Lo encontré!
Todos se apresuraron a preguntar, así que Jack los dirigió al lugar. Pudieron ver a aquel joven dormido. Pero estaba a nada de amanecer, así que decidieron que la siguiente noche estarían preparados.