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KuroTsuki; drabbles por Tsukkei

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V


Le pedí un deseo a una estrella fugaz y le rogué a un dios que no conozco, me mantuve alerta y escuché la radio; mis manos frías se calentaban con el fuego de la estufa, y sostenía su foto en mis manos, llorando en las noches y preparado para lo que podría pasar.


Extrañaba sus cabellos rubios y cortos, su mueca de disgusto ante mis provocaciones, las arrugas entre sus cejas y su aterciopelada voz. Algunas veces deseaba que hubiera elegido un trabajo menos peligroso, que la guerra no hubiera sucedido y que por una vez más pudiera tomar sus manos entre las mías.


Y un día, antes del amanecer, acostado con los ojos abiertos sin poder dormir, escuché el ruido de los nudillos contra la puerta de madera, con las manos temblando de miedo bajé las escaleras y abrí la puerta, encontrando frente a mí a mi peor pesadilla. Un hombre uniformado me saludó formalmente y se inclinó ligeramente, dándome su más sentido pésame, luego colocó una carta y un telegrama en mis manos. Se marchó tan rápido como apareció.


Mis piernas fallaron y me apoyé en la puerta, con esas tres palabras rondando por mi mente "muerto en acción", los ríos salados cayeron de mis ojos y sentí mi alma desvanecerse, mi corazón ser aplastado por la desesperación y el llanto atorarse en mi garganta.


La carta era de Kei, la había escrito y nunca pudo enviarla, relataba su día a día y cómo le estaba yendo, pero el postdata del final hizo que me acurrucara en el suelo y soltara un sollozo desgarrador.


"Te prometo que cuando vuelva cocinaré caballa a la parrilla, como a ti te gusta. Te amo, Tetsuro, cuídate. Yo ganaré la guerra por ti."


VI


Me columpié lentamente en la hamaca del pequeño parque, los rayos del sol se ocultaban tras una montaña en la lejanía.


Miré el diploma que sostenía en mi mano y sonreí ligeramente al ver acercarse a Kuroo con dos vasos de café en sus manos, llegó hasta mí y extendió uno de ellos, lo acepté gustoso; los días fríos se presentaban en Miyagi.


—Gracias—murmuré y tomé un sorbo del líquido caliente.


Nos quedamos en silencio, Kuroo se sentó en el columpio de al lado y agarró mi mano, resguardándola en el bolsillo de su campera.


—Kei...—me llamó con voz suave.


—Dime...—hace sólo unos minutos había terminado mi vida como estudiante de preparatoria y empezaría la universidad.


—Tengo algo que proponerte, ya que cumpliste la mayoría de edad y eso...


—Mientras no sea nada sexual o algo sadomasoquista, te escucho—lo miré con una mueca.


Él asintió, nervioso—...Yo...—hizo una pausa y respiró profundamente—. ¿Quieres vivir conmigo?—preguntó rápidamente mirándome intensamente.


Lo miré sorprendido, pero sonreí y asentí múltiples veces, Kuroo se levantó de la hamaca, llevándome con él, y me abrazó fuertemente, hundiendo su rostro en mi cuello.


—¿Entonces es un sí?


—Es un siempre—respondí y correspondí a su abrazo.


VII


Apoyado en la ventana que reflejaba un día lluvioso, pasé imagen tras imagen en mi cámara profesional, hoy había estado teniendo una sesión hasta tarde y todavía no había mirado las fotos. Mi ceño se fruncía cada vez más, foto tras foto, analicé cada una y sentí mi sangre hervir... ese maldito.


Tomé mi celular y marqué el número del tipo que me hastiaba. A los tres tonos contestó.


—¡¿Acaso te caíste de tu cama al nacer?! ¡Porquería inmunda!—le grité al teléfono, o más a la persona del otro lado de la línea.


—¡Tsukki!—respondió feliz, espero lo atropelle un auto—. ¿No me digas que ya viste mi obra maestra?


—¿Obra maestra? Enserio eres estúpido, ahora voy a tener que rehacer las fotos de vuelta-le comenté con fastidio—. Y debido a tu "obra maestra" yo tendrás sexo en lo que resta del año.


—¡Espera! ¡¿Qué?! ¡Eso es-!—le corté y suspiré con cansancio.


Volví a mirar la cámara, y fruncí el ceño, el estúpido de Kuroo aparecía detrás de todas las tomas, no tenía ni la más remota idea de cómo había logrado hacer eso.


VIII


En otoño íbamos a tomar café, y caminábamos por las calles coloreadas de rojo y amarillo. Veíamos películas y luego comentábamos de ellas, esperábamos pacientemente a que llegaran las vacaciones de invierno y hacíamos planes para poder disfrutarlas al máximo.


En invierno nos tomábamos de las manos y Kuroo envolvía su bufanda alrededor de mi cuello, diciendo que no quería que me enfermara. Había veces en las que yo iba a Tokyo y me hospedaba en el departamento de Tetsuro, nos acurrucábamos en la cama o en el sofá, acomodaba mi espalda contra su pecho y él acariciaba mis cabellos suavemente, mientras hablábamos de temas triviales.


En primavera disfrutábamos de las flores y sus fragancias. Kuroo siempre se empeñaba en ir a una pradera en la cual rebosaban girasoles en todo su resplandor, y yo siempre le regalaba un ramo de aquellas flores, sonrojado y mirando a un lado; él me sostenía entre sus brazos y me susurraba que me amaba.


En verano íbamos a la playa acompañados de Bokuto y Akaashi. Nos bañábamos en las aguas termales y comíamos sandía sentados en la casa de hospedaje, mientras que nos agarrábamos de las manos y Kuroo hacia círculos en mis palmas con su dedo pulgar.


Disfrutábamos cada día, cada estación, cada momento y cada año, los atesorábamos y los guardábamos en nuestra memoria, esperando disfrutar de otras cuatro estaciones juntos.

Notas finales:

¡Siento la tardanza! Y espero les hayan gustado los drabbles.

atte: Tsukkei


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