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Don't Answer [JohnTen] [NCT] por Kuromitsu

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El día sábado normalmente es el momento de la semana en que John Seo se da un tiempo para sí mismo, y aquello incluye —casi— necesariamente juntarse con alguno de sus amigos o familia. Pasar un tiempo lejos del trabajo de gerente es algo que se hace necesario para no terminar con algún tipo de colapso nervioso, y por eso es que reserva siempre esas veinticuatro horas para hacer vida social fuera de las reuniones con los directivos de la empresa. Sin embargo…

—Disculpa, preferiría que me atendiese él —señala apuntando a la persona correcta.

Se pregunta cuándo su concepto de “vida social” ha cambiado tan radicalmente que el dedicarse a observar al delgado mesero a la hora del almuerzo cabe dentro de esa categoría, y que extrañamente hace un mejor efecto para relajarle que el salir con sus amigos para ver una película.

No ha dejado de pensar en él toda la noche.

—¿Estabas viéndome acaso? Para que te dieras cuenta que ese tipo me estaba forzando, ya sabes…

—Sí.

—Entonces no es mera coincidencia que nos hayamos encontrado aquí.

Silencio. Un segundo de duda. Un suspiro resignado que salió de sus labios.

—…No.

Por alguna razón no pudo mentirle, o mejor dicho, no quiso hacerlo. Afortunadamente en el rostro de Ten no existió ningún tipo de recelo cuando le contó aquello; tal vez no era la primera ocasión en la que tenía que lidiar con un hombre de negocios que se encaprichaba con él.

No quería pensar mucho en ello, de todas formas.    

—…Ningún problema, señor —responde el mesero con un tono que intenta ser amable pero que a todas luces tiene un deje de recelo. Se fija en sus facciones aunque ya las conoce porque le ha visto anteriormente; es bastante atractivo y además tiene una sonrisa con hoyuelos que le hace ver adorable, aunque definitivamente no es su tipo. En la etiqueta pegada a su delantal se puede leer el nombre “YoonOh”—. Le llamaré enseguida.

Duda si acaso es por mera amabilidad que le han dejado cumplir su voluntad o si acaso es debido a que probablemente es el mejor cliente del restaurante, pero de todas formas no puede suprimir una sonrisa cuando ve al de cabellos negros acercarse en su dirección.

—Bienvenido, ¿le traigo la carta o prefiere el especial del día? —ofrece Ten con una sonrisa que luce completamente estándar pero que no por ello deja de quitarle el aliento. Su belleza es innegable—. Hoy tenemos Mil… myeon, que es un platillo típico de Busan consistente en unos fi-

—Hola, Ten.

Sonríe no solamente por lo adorable que le parece que tenga problemas al pronunciar el nombre del platillo, sino también por la forma en que su sonrisa sacada de un molde parece transformarse en una verdadera por un instante.

Y luego, vuelve a la normalidad.

—…unos fideos con batatas y varios vegetales. De todas formas la carta también está disponible por si gusta revisarla, ¿debería traerla?

Le mira y sabe que diga lo que diga su profesionalismo seguirá allí, sin importar qué. Eso, en vez de disuadirle, le atrae más.

Milmyeon estará bien.

—¿Y qué desearía para beber? —pregunta, anotando en una pequeña libreta.

—Lo que más te guste —responde, y ríe para aligerar la tensión cuando el lápiz de Ten se queda estancado al mismo nivel, sin escribir más de su pedido—. Una coca-cola, por favor.

—Enseguida —replica volviendo a sonreír, haciendo que sus piercings brillen bajo la luz que se cuela del ventanal cuando, raudo, se da la media vuelta para seguir atendiendo las mesas que le corresponden.

Por poco no se levanta en dirección al baño y se moja la cara con toda el agua fría que pueda conseguir, es que, ¿en qué estaba pensando? Es obvio que Ten no dejará de actuar como un buen mesero en ningún momento y que no debería coquetearle en pleno trabajo porque prácticamente no tiene forma de hacerle frente. Quizá hasta le ha incomodado.

Suspira por lo bajo. Más que suficiente ha sido con lo obvio de sus intenciones al cambiar de mesero solamente para estar más cerca del chico que le deslumbra con su belleza y que, a la vez, le intriga con esos ojos tristes que contrastan con el brillo de su sonrisa. Se decide a dejar de molestarle porque después de todo es lo que menos quiere en el mundo.

—Aquí está.

Ten se retira demasiado rápido como para poder detenerlo y es lo que precisamente necesita hacer, perplejo por el contenido que acaba de verter en su vaso. Le da un sorbo y sonríe cuando el sabor del jugo de naranja invade sus papilas gustativas en algo que claramente no ha sido una equivocación.

Tal vez no está molestando tanto como creía.

———

—DongYoung, ¿podrías…?

—Cubrirte por un rato, sí, ningún problema. Solo no me dejes botado hasta el final del turno como ayer, ¿quieres?

Sonríe con sinceridad al murmurar un simple “no te preocupes” como respuesta y encamina sus pasos hacia el exterior. El aire fresco de la temprana tarde le despierta un poco. Todavía faltan muchas horas para ir a casa, y realmente lo necesita.

No ha dormido en toda la noche pensando en él.

Casi como en un acto en contra de su propia naturaleza, un acto que poco menos podría tildarse de suicida, saca el celular del bolsillo de su pantalón solamente para volver a leer el mensaje que después de un mes y cuatro días —tal como indica el calendario que tiene pegado sobre la cabecera de la cama— se ha convertido en su único rayo de esperanza.

Apenas cuatro palabras.

“Te extraño. Quiero verte”

Apenas cuatro, que no ha sabido cómo responder. Ji HanSol debe estar preguntándose por qué está tardando esta vez, cuando en el pasado no se demoraría más de una o dos horas como mucho en llegar al departamento que antes compartían. Siempre, como un hábito, arrastrándose hacia él por un poco de sexo y tal vez, amor en forma de meros vestigios.

Está seguro que de estar todavía en Tailandia lo volvería a hacer… pero lamentablemente se encuentra en Chicago, Estados Unidos. Quiere creer que es un sueño y que no ha sido lo suficientemente estúpido como para cometer una tontería como aquella —porque después de todo escapar de las garras en las que le tiene HanSol es imposible, el golpeteo del corazón contra su pecho se lo recrimina a cada segundo que pasa—, pero además del delantal de mesero que lleva puesto hay otra cosa que le impide imaginar que solo se trata de una pesadilla más.

Y es que John Seo está adentro y sin saber por qué o cómo le ha seguido el juego.

Las manos le tiemblan y a punto está de formar unas palabas sobre el teclado virtual del celular. Decirle la verdad sería lo más sensato.

“Me fui a Estados Unidos, HanSol. Quiero olvidarte. Me haces mal. Por favor, no sigas contactándome. Adiós”

Pero el problema es que tampoco está seguro de que sea la verdad; más bien aquello es lo que debería decir para seguir con su nueva vida, pero hundido en un mar de remordimientos.

“Me fui a Estados Unidos, HanSol, pero no puedo olvidarte. Quiero volver. Encontraré la forma de hacerlo y cuando lo haga no me importa si sigues conmigo o con Yuta, solo necesito tus labios. Te necesito”

Es un imbécil por querer escribir eso y lo sabe más que nadie, mas no se deja llevar por la tentación y simplemente vuelve a entrar al monótono mundo que significa el trabajar en un restaurante por tantas horas al día. Un día sábado que para no todos es libre, y que lamentablemente a él le ha tocado estar dentro de ese triste grupo.

Tal vez es por eso que trata de ignorar todas las sonrisas que John Seo —o mejor dicho Johnny— le dedica mientras tiene que atender a otras mesas también y no solamente a la del hombre de negocios, quien se ve mucho menos formal con una chaqueta de jeans y pantalones del mismo material. A decir verdad, de haberse presentado el día anterior así de todas formas habría sospechado de que se trata de alguien con dinero; hay algo en su forma de mirar que irradia una sensación de elegancia, de que es un tanto distinto de los demás o al menos del resto de los comensales porque después de todo el restaurante de comida coreana no es especialmente lujoso. Se pregunta qué puede estar haciendo almorzando allí en un día que claramente parece ser su jornada libre, pero es una interrogante que se diluye cuando debe pasarle la cuenta a otro de los clientes.

Sin embargo al darse cuenta de la más que generosa suma de dinero que abulta visiblemente la pequeña carpetita que contiene la cuenta, no puede evitar sentirse un poco descolocado. Comprueba la exorbitante propina una, dos, tres veces; pero cuando vuelve al comedor para decirle a Johnny que definitivamente se ha equivocado su figura ya no se encuentra allí. Anonadado, vuelve a mirar la cuenta.

Y lo nota allí, en la boleta, escrito en letras pequeñas pero legibles.

“No es una equivocación, quédate con la propina. Considéralo como una retribución por haberme alegrado la hora de almuerzo”

—Ten, ¿estás bien? Estás todo rojo.

Ignora el comentario preocupado de YoonOh y simplemente se excusa en un susurro tembloroso para ir al baño. El reflejo le devuelve a un Ten sonrojado, confundido, con una sonrisa estúpida en los labios.

Tal vez no es tan malo que un hombre de negocios se haya fijado en él, no cuando el dinero que tiene en los bolsillos es suficiente para pagar la cuenta del suministro eléctrico del mes.

———

Las marcas en el calendario sobre la cabecera siguen sumando, una tras otra; al igual que los mensajes que Johnny le manda a través de las boletas, añadido siempre a una propina que termina por alegrarle la jornada.

“¿De dónde eres, exactamente? No pareces de por acá…”

“Tienes una sonrisa encantadora”

“El delineador que te has puesto hoy te sienta de maravilla. Aunque siempre prefiero tus ojos al natural”

Y con el tiempo, también, comienza a responderle por medio de su voz cuando lee su mensaje, esta vez frente a frente, robándose unas pequeñas miradas antes de que el hombre de negocios emprenda la vuelta al trabajo o a su casa, dependiendo de a la hora que se encuentren.

“Soy de Tailandia”

“No, qué dices…”

“Gracias, es algo que no suelo usar de día de todas formas…”

Sus palabras y sonrisas sinceras son lo único que le quitan un poco el ensimismamiento que le cierne en una verdadera jaula cada vez que llega a casa a marcar un nuevo día lejos de él, la persona que no deja de mandarle mensajes a su celular, cada uno más desesperado que el anterior.

Mensajes aún sin responder.

Llega a casa después de un día increíblemente agotador, que se debe tal vez a que se le han caído un par de bandejas —con los gritos por parte del gerente aún resonando en sus oídos y con un descuento de su paga al final del mes—; pero además, a que sus bolsillos no tienen el fajo de billetes que suele recibir casi a diario. Johnny no ha venido hoy, pero ha pasado lo mismo antes en escasas oportunidades. O tal vez ha venido más temprano, justo en el período donde no le corresponde a su turno rotativo del día. O simplemente se ha aburrido de venir. Sí, lo más probable es que sea aquello.

Debe ser bastante agotador comer en el mismo lugar solo por ver a una persona, después de todo.

Se deja caer en la fría cama y a punto está de no revisar nuevamente su celular en busca de nuevos textos que tienen como remitente a Ji HanSol, pero lo hace.

Para su sorpresa, hace menos de diez minutos le acaba de llegar uno nuevo.

“Ten, por favor contesta a mis llamadas o al menos a mis mensajes. Han sido días sin saber nada de ti, te extraño, me preocupas. No me hagas algo como esto, por favor…”

Está a punto de reír en medio de su dolor porque su ex novio que le ha engañado con otro y que además lo usa como mero paño de desahogos no puede ser más hipócrita, pero ningún sonido sale de sus labios. En cambio, apaga el celular casi frenéticamente y simplemente entierra su rostro entre las mantas, con las manos temblorosas.

Necesita ir y desahogarse antes de hacer una estupidez como llorar, porque en el fondo sabe que no se merece sufrir por alguien que le ha tratado así, alguien que le ha hecho comportarse como una mera mascota rastrera; pero que a pesar de todo lo hace sin siquiera proponérselo, como si los miles de kilómetros de distancia que les separan se hicieran polvo en un instante.

Cuando esa noche se viste con su mejor atuendo —que con un pinchazo de culpabilidad ha comprado gracias a las propinas que tan generosamente le han dado— y se dirige a encontrar un nuevo club en el cual pasar el rato, no demora en encontrar uno donde termina enrollándose con el primer chico atractivo de rasgos asiáticos que los vasos de whisky le dejan reconocer. Apenas intercambian nombres y nacionalidades —su interés aumenta exponencialmente cuando se entera de que es coreano, al igual que HanSol—, se envuelven en un par de besos húmedos y aquello es suficiente para que se vaya detrás de él camino a un motel cercano, donde no demora en entregarse a su experta forma de hacer el amor. Gime y se deja arrastrar por el placer, aunque cuando terminan por llegar al orgasmo y no tienen ánimos para una segunda ronda se terminan despidiendo con incomodidad.

No puede evitar pensar que tal vez si Johnny le hubiese dado algo más que dinero, algo como su número celular o quizá una conversación tranquila al lado de un parque, no habría recurrido a algo tan bajo de nuevo.

Pero probablemente el hombre de negocios solo le busca para tener sexo y no tiene mucho sentido pensar en lo ligeramente mal, desechado, que le hace sentir aquello. No es como si fuese especial, después de todo. HanSol es la única persona que vive dentro de su corazón.

O eso es lo que quiere creer cuando entre sueños aparece la dulce sonrisa de Johnny, reconfortándole.

Notas finales:

¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo. Si es así un comentario no estaría de más (?)

¡Nos vemos! <3 

 


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