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La Brecha por malugr

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Notas del capitulo:

 Como habia tardado en publicar, decidi escribir otro cap. Aqui les va el 10mo! espero que lo disfruten. Nos leemos pronto y gracias a todos por su paciencia, apoyo y comentarios.

 

 Saludos!

Había aparcado mi auto, había entrado a casa, había despachado a la servidumbre y por ultimo entrado a mi habitación, con ojos cansados y manos temblorosas.

 Esta vez ya no habían más tretas, de pie junto a la ventana su sombra parecía la de un animal hambriento y al acecho… Brillaban de gusto sus ojos al ver cómo tras de mi la puerta se cerraba y un seguro le garantizaba no ser interrumpido.

 Me quede observando su silueta, y parecía hacer lo mismo, ninguno dijo nada, era una cuestión de vibra, era una cuestión de sensaciones. La habitación de pronto parecía estar llena de un coro de estímulos y algo se volvió como las suaves olas que besan las costa, con una resaca dulce que te incitaba a sumergirte en las profundas aguas, cada vez mas oscuras, cada vez mas profundas y frías… Así mismo fue halándome su presencia y fui lentamente acercándome hasta que pude sentir ese olor a bosque que parecía jamas abandonarlo; tan entrañable, tan reconfortante.

 Estaba a unos centímetros de su pecho y me di cuenta de que estaba mas nervioso de lo que pensaba. Yo estaba temblando.

 Su rostro era sereno, no lucia tan frio como aquellas veces, ahí entre la oscuridad sebastian casi parecía comprensivo.

 Su mano sostuvo la mia y sentí como sus dedos se acomodaron en la parte interior de mi muñeca, como si estuviese sintiendo mi pulso. Agradecí la oscuridad, sino el hubiese podido notar lo ruborizado que estaba.

-          ¿Por qué tan nervioso?

 Sentia sus labios rozar mi frente con cada palabra que decía.

-          Nunca estuve asi con un hombre.

-          ¿Es porque dormiras con un hombres?-Alzo mi rostro obligándome a mirarlo.- ¿O es porque soy yo?

 No pude evitar estremecerme y miraba sus labios que con el calor de la calefacción parecían colorearse despacio.

-          ¿Vas a besarme?

 Pregunte al sentirlo tan cerca de mi rosto.

-          Lo siento príncipe.- y con su pulgar acaricio mi labio inferior.- Pero no hago esas cosas, dejaremos eso para tus novias.

-          Nunca dormí con alguien que no quisiera besarme.- Dije en un susurro como si bromeara.-

-          No te preocupes… Voy a darte mas cosas, no extrañaras los absurdos besos.

 

 

 El agua tibia rodaba por mi espalda y sentía sus manos bajando por mi cintura hasta mis caderas.

 Me había enjabonado y ahora enjuagaba cada espacio de mi. Todo era tan nuevo, tan extraño, tan vergonzoso y al mismo tiempo tan erótico.

 Sus dedos habían comenzado a tocar aquel lugar por donde pretendía unir nuestros cuerpos, yo solo sentía un nudo en el estómago ¿Cómo era que alguien tan acostumbrado al sexo de pronto se entumeciera como una virgen? De pronto su pregunta no me parecía tan ridícula ¿Era porque se trataba de un hombre? ¿O era porque se trataba de Sebastian? ¿Podia ser cierto que yo le deseaba?

 Senti la punta de uno de sus dedos entrar y solo pudo dejar salir un quejido.

-          No… no podré hacer esto…

-          Claro que si.

 E igual que como me guio a la ducha, me saco de ella directo hasta mi cama.

 Me recostó sobre las sabanas y  observo mi desnudez así como yo la suya. A su lado mi cuerpo parecía el de un niño. Su abdomen completamente marcado, sus anchos hombros, su miembro estoico y punzante. Nunca había visto de esta forma el cuerpo de un hombre.

-          Separa tus piernas.

 Era puntual y firme cuando daba una orden. Su pecho ni siquiera parecía moverse, como si no respirara, sin un ápice de nerviosismo o pudor, iba a tomar lo que queria, pero el no era un vulgar torturador… no, el era un erosionador de voluntades, el no lo haría por la fuerza, queria que yo deseara ser destruido.

 Obedecí y ante el expuse aquel lugar que jamás otro hombre había tocado.

 Pero había algo más…

-            Me has hecho jugar, perseguirte y suplicar… Pero sabes bien que no es todo por ver mi orgullo flagelado…

El me vio en silencio, pretendiendo estar atento a mis palabras, sin embargo sus ojos con lujuria recorrían mis rincones más obscenos.

-          ¿Qué otros motivos tendría?

 Deslice mis dedos sobre mi piel en la que aun brillaban las gotas de tibia agua…

-          ¿Si acepto que no solo es tu actitud la que me atrae, sino que también tu cuerpo, aceptarías tú que también deseas el mío?

 Se fue hacia delante, acomodándose sobre mí hasta que en sus ojos vi reflejados los míos, tan cerca que entonces pude escucharle respirar.

-          Estuviste aquí… ¿Escuchaste la conversación con finnian, y luego saliste por la ventana?

-          No…

Ninguno parpadeaba.

-          ¿Entonces?

-          Me quede tras aquel armario. – Dijo mientras con su cabeza apunto a un olvidado ropero donde solo guardaba cosas viejas.- Espere a que volvieras de la biblioteca, te vi entrar al baño, salir y luego dormirte…

-          ¿Te quedaste observándome?

 Sebastian lleno sus pulmones de aire y me parecio que dentro de el se debatia si debía ser honesto conmigo o no…

-          Sí. Lo hice.

 Una de sus manos se colo por mi cintura hasta que se encontró con mi muslo…

-          Al borde de tu cama, y estuve tan cerca de tu rostro como lo estoy ahora…

 Su nariz rozo la mía, su mano siguió su camino hasta que estuvo rodeando mi pene.

-          Y olías como el agua de un rio en invierno a punto de volverse hielo…

 Los gemidos se fueron escapando de mis labios.

-          Y parecías morir cada vez que exhalabas y revivir al inhalar mi aliento sobre tu rostro.

 Buscaba aire para llenar mis pulmones mientras su tacto nublaba mi consciencia, un hormigueo revolvía mis entrañas y vibraba bajo su cuerpo.

 Podía imaginarlo viéndome con esa expresión lujuriosa mientras yo dormía vulnerable.

 Entre sus dedos, sin poder contenerme mas, me derretí temblorosamente. Mis labios vibraban con gemidos tenues como susurros que llevaban  su nombre, solo audibles para sus oídos.

 De su pecho un suspiro seco se escapó, al sentir mi esencia en su mano. Yo podía ver a través de él, ahí donde para los demás no había nada, para mí se manifestaba claramente la pasión y el deseo…

-          Entonces, dilo. – Murmure. –

 Sebastian se levantó y a un lado extendió su mano tomando un preservativo. Los rasgo y de nuevo estuvo inclinándose sobre mí.

-          Sí. – Y su hombría fue profanando mi cuerpo.- Te deseo…

 Apreté mis dientes hasta que rechinaron, sentía la carne de aquel lugar jamás tocado rasgarse al tiempo que sebastian se iba adentrando en mi. Dolía tanto que sentí las lágrimas en mis ojos desbordarse y rodar por mi rostro.

 Se apretó contra mi mejilla con su boca abierta, sus dientes se marcaban contra mi piel y su aliento me quemaba… Parecía rugir, como si sufriera, como si estar aprisionado con tal intensidad entre mi carne también le doliera.

 Centímetro a centímetro fue penetrándome hasta que estuvo por completo dentro de mí y entonces Sebastian, cuyas manos siempre parecían hielo, ahora ardía, ardía frenético mientras me poseía.

-          ¿Pero eso no va a salvarme, cierto?

 Mi voz parecía un hilo fino al borde de quebrarse, minimizada por el dolor.

-          En absoluto.

-          ¿Vas a lastimarme?

-          No, hare algo mejor…- Bufo en mi oído mientras despacio comenzó a mover su pelvis.- Voy a complacerte, hasta desees no solo mi cuerpo, sino todo de mí.

 Los quejidos se intensificaban, de nuevo lágrimas nublaron mis ojos y mi cuerpo se volvía menudo al sentirle entrando y saliendo. Era placer, era dolor… Era un deseo insano.

-          Mis castigos, mis recompensas, mi odio, mis golpe, cualquier muestra de atención, por más cruel que sea a ti parecerá la gloria… Quiero a hacer que anheles mis migajas y me veneres, hasta quedarte sin nada más que esa necesidad de sentirme.

 Lo mire con decisión, y sostuve su mejilla en mi mano.

-          ¿Qué harás si terminas siendo tu quien enloquezca deseándome?

-          ¿Vas a seducirme?- Se burló.-

-          No, voy a hacer algo mejor…- Murmure contra su mandíbula mientras apreté contra el mis caderas en un seco movimiento devorando toda su hombría.- Voy a dejarme complacer, hasta que te hagas adicto a mí.

 Las yemas de mis dedos se deslizaron por sus hombros, mientras seguía moviendo mis caderas, despacio pero con firmeza. Sebastian respiraba fuerte, con su mano en mi trasero atrayéndome hacia él.

-          Solo te quedaran las ganas de poseerme y nunca serás capaz de hacerme daño…

 Una sonrisa aterradora fue lo último que vi de sebastian esa noche. Luego me giro y apretó mi pecho contra la cama y con mis caderas en alto de nuevo me penetro, y comenzó con su implacable ritmo a embestirme, hasta que el tiempo se volvió nada.

 No sabía ya cuántas veces me había corrido, ni cuantas se había corrido el…

 El vapor acumulado en la habitación por la calefacción alta y nuestro propio calor, me hacía difícil incluso respirar.

Había vendado mis ojos, atado mis manos, solo era un manojo de sensaciones y agotamiento abandonado por completo a él.

 

 

 Sentía sus manos recorrerme con hambre, como si hubiese esperado una eternidad para tocarme.

 Sentía su cuerpo arder y chocar una y otra vez contra el mío.

 Su sudor caer en gotas sobre mi piel.

 Sus gemidos y los míos

 Sus palabras enterrarse en mi subconsciente.

 

  Me alzo en sus bazos y contra una pared estrello mi espalda.

-          Tan… an… pro…fundo…

 Enterré mis uñas en su pecho mientras con inclemencia el me seguía embistiendo.

-          Seb…ast…ian…

-          Así… Gime más para mí…

 Rugía, temblaba, estaba consumiéndome.

-          No…pu…edo.

-          ¡Hazlo…! ¡hazlo de nuevo! Siénteme y córrete..!

-          No…puedo…m…as. Sebastian.

 Sus dientes se clavaron en mi cuello como navajas. Su mano cubrió mi boca.

 Gritaba contra la palma de su mano sintiendo el dolor de su mordida y la fuerza de sus embestidas que luchaban por arrancarme un orgasmo más. Entonces note su frente contra la mía, y sus bruscos gemidos ahogados del otro lado de su mano, solo eso separaba nuestras bocas.

 Solo de escucharlo ahogar sus propios gemidos, solo de sentirlo estremecerse dentro de mí a punto de correrse, me fui en un último orgasmo que se llevó incluso mi consciencia…

 Me había desmayado.

 

 Como si se tratara de un sueño, sentí mi cuerpo livianamente ser apoyado en la cama... La presión de la venda en mis ojos desapareció, pero aunque la había removido no fui capaz de abrir mis ojos.

 Lo último que sentí aquella noche fue una implacable ráfaga de viento azotarme y luego desaparecer, como si la ventana se hubiese abierto y cerrado al instante. Supe entonces que él se había ido… El sonido de una moto fue alejándose, hasta que todo se enmudeció y entre las desordenadas sabanas por fin me abandone al sueño.

 

---

 

Si recordaba bien esa noche y como me sentía flotar muy muy lejos de mi cuerpo.

 Me sentía tan cerca de aquellas memorias y por algún motivo no quería despertar, recordaba aquello como el tiempo en el que todo lucia como un juego y nada tan malo como lo que prometían sus crueles palabras.

 Solo me dedique ciegamente a disfrutar de aquellas nuevas sensaciones, del riego y de un dolor que se teñía de placer a un punto en el que no supe diferenciarlos… No sabía en aquel momento donde iria a parar todo, y cuanta angustia me seria cobrada en nombre de mi imprudente proceder.

 Debía alejarme y en contra de mi buen juicio me quede aferrado a el hasta que el infierno se desato.

 Note ganas de llorar, mientras me movia por aquellos lejanos recuerdos…

 Ya no estás ahí Ciel, Ya todo acabo…

 Esta presión en tu pecho, debes dejarla ir.

 Solo es sueño, despierta, abre los ojos…

 Duele… Mi pecho duele, duele tanto.

 ¡No puedo respirar!

 ¡Despierta, despierta, despierta!

 

 

 Una mano en mi boca contuvo el grito que estuvo a punto de salir y luche por concentrarme en mi alrededor a un con el intenso dolor que oprimia mi pecho.

 Estaba el ventanal, las sabanas, era yo en la camilla de aquella clínica…

 Yo y…

 Fije mis ojos y segui aquel brazo, hasta poder ver el rostro de su dueño. Al final vi con espanto de lo que se trataba.

 Frente a mi un par de feroces ojos brillaban encolerizados. Ojos de un frio siniestro, ojos de un gris metal letal.

 Una de sus manos apretaba mi boca, la otra hundía mi pecho dejando ir su peso sobre mis fracturadas costillas.

 Era un dolor a penas tolerable, pero yo no podía siquiera gritar.

 Con lágrimas en mis ojos lo vi, lleno de terror, era de quien tanto había huido. Más de diez años escapando, solo han servido para ponerme de vuelta en sus manos.

 Sebastian lucia enfermo de rabia, pero al mismo tiempo complacido; fue inclinándose hasta que estuvo frente a frente de mí. Pude verlo claramente en aquella oscura habitación.

 La Presión en mi pecho aumento.

-          Hola, hola…- Sonrió.- Príncipe.

 Claro que sabía quién era, claro que no me había olvidado, había fingido para no alertarme, para que lo demás no notaran que ambos nos conocíamos.

 De mi boca su mano paso a mi cuello.

-          Me gusta más este rostro, que el que tenías en la tarde.- Me apretó.- Creyéndote victorioso.

-          Sebastian… yo…- Dije medio ahogado.-

 Gruñí de dolor cuando Sebastian se afinco tanto sobre mi, que sentí que quebraría las pocas costillas que aun tenia sanas.

-          ¡Cállate maldición! – Y cerró a presión mi garganta.- Cállate o saldré de aquí directo a por tu dulce madre.

 Alguien ayúdeme. Exclame para mis adentros sabiendo que ahora mismo lo único que podría salvarme de Sebastian, era la muerte y el no era tan piadoso como para concederme tal gracia, no… Lo que a mi me esperaba, era angustia y fatalidad…

-          ¿Por qué no intentas describirme la felicidad que sentiste al pensar que te habias librado de mi?

-          Mmmm…- Negaba con la cabeza, inútilmente sabiendo que en aquella bestia no habia compasión.

 Su mano libero mi cuello, pero la presión de mi pecho no disminuyo.

-          Claro, tan presuntuoso…

-          No…

-          Y tan malditamente egocéntrico.

-          No es asi.

-          Que incluso pensaste que podrías fingir olvidarme y claro.- Golpeo mi pecho.- El imbécil de sebastian ni siquiera lo notaria ¿A quién mierda estabas tratando de engañar Ciel?- Otro golpe.- ¡¿A QUIEN?!

 Era tan doloroso y tan abrumador.

-          Solo crei, crei que…

-          Que podias mentirme.

 

Sebastian estaba tan fuera de si que ni siquiera media la fuerza de sus movimientos y al acercarse su frente choco con la mia, tanto que sentí que me desmayaría de una puntada.

-          Cuanta osadía se ha de haber acumulado en ti durante todos estos años en que te sentiste superior. Pensaste que habías ganado, que me habías dejado atrás y jamás tendrías que lidiar con las consecuencias.

 Algo en sus palabras me hicieron reaccionar, golpee mi yeso contra su rostro y aunque no fue suficiente para herirlo, lo hice retroceder.

 Respire sin la presión de su mano en mi pecho aunque aún adolorido.

-          ¿Me sentí superior? Hui lejos de mi vida, lo deje todo, corrí lejos de ti tratando de encontrar paz… Tú me quitaste todo lo que era… Me mentiste Sebastian, me usaste.

Se giró y con fuerza pateo la silla en la que esta tarde se había sentado con un semblante tan sereno, que viéndolo ahora apenas podría creer que era la misma persona.

-          ¿Yo te use?

Se abalanzo sobre mi de nuevo, pero esta vez del bolsillo de su pantalón saco un bisturí. Estaba tan frio como el hielo y sebastian lo acomodo en el centro de mi lengua. El no dejaba de mirarla, como si lo único que quisiera fuera arrancármela de un solo corte.

-          Maldito cínico, juro por mi nombre que si vuelves a sisear otra de tus malditas mentiras, te arrancare la lengua y te la hare tragar.

 Aprete mis ojos con fuerza, lo haría, yo sabía que si en verdad era lo que quería hacer, lo haría. 

 Para el no había limites…

 Torturador, sádico… Asesino…

-          Cuantas mentiras vociferaste, cuan bien fingiste… Gemías en mi cama cada noche y susurrabas en mis oídos falacias que sin darme cuenta acabe creyéndome…

 

 “No te temo”

“Déjame quedarme a tu lado”

“Después de la graduación, me iré contigo”

 Me veía a mí mismo pronunciar aquellas frases, un yo tan joven como ingenuo de hacía muchos, muchos años atrás.

 Mis recuerdos eran aguijones clavados en mi pecho.

 No quería verlo, no quería verlo nunca más y apretaban tanto mis parpados que pensé que estallarían.

 En mi lengua el frio metal me acariciaba con su filo.

-          ¿Lo recuerdas ciel?

Saco el bisturí de mi boca y lo coloco bajo mis ojos.

-          ¿Por qué no las repites para mi?

-          ¡No recuerdo!

-          No te creo bastardo, dilas. Recuérdame esa noche antes de que te largaras…

-          ¡No puedo!

-          Repite toda esa mierda que me decias, cuando en realidad te burlabas de mi, cuando en realidad lo único que hacias era esperar para poder salir corriendo.

-          ¡Han pasado demasiados años!

-          ¿Demasiados años? – Sentí el filo levemente abrir la piel bajo mi ojo, como un rasguño.- No Ciel, demasiados años fueron los que te espere, fueron los que estuve tratando de entender cómo es que había sido tan estúpido, o el porque te habías largado… Pero lo que ha transcurrido desde esa noche hasta hoy ciel, esos no han sido muchos años, ¡Eso ha sido una maldita eternidad! ¡Una maldita eternidad sobrellevando todo lo que dejaste tras de ti! Me traicionaste Ciel, pero en el foso en el que quisiste hundirme he guardado el odio que te tengo, lo he estado alimentando ¿y adivina que? Llego el momento de que pagues.

 Su otra mano sujeto mi mandíbula guiando mi rostro en su dirección.

-          Voy a mostrarte lo que es la desolación, voy a llenar tu memoria vacía de nuevas y terribles vivencias… Te quitare hasta tus esperanzas Ciel y para cuando termine contigo soñaras con el día de tu muerte, como si fuera la redención. Asi que mírame ¡Abre los ojos y mírame o te rasgare los malditos parpados!

Así lo hice y sus ojos eran testimonio de que todo el odio que me profesaba era tan verídico como sus amenazas.

-          Eso es, mírame bien… a partir de hoy, comenzaras a saldar tu deuda.

 Sebastian me soltó y comenzó a alejarse.  

 Guardo el bisturí en su pantalón y se detuvo justo frente a la puerta y desde ahí me sonrió

- Espero que hayas soñado algo bueno Ciel, porque hoy fue la última vez que dormiste tranquilo. A partir de hoy, tú y yo compartiremos angustiosas pesadillas…

Y se fue…

 Mis manos temblaban, Mis ojos ardían, sentía las gotas de sangre bajar por mi cara ahí donde me habia cortado, y el sabor del amargo metal de cuando apoyo su bisturí en mi lengua.

 Sobre mi pecho ahora sentí la presión de todos aquellos años, de todos aquellos kilómetros…

  “No importa que camino tomes, todos van a llevarte a mi”

 Recordé sus palabras, que habían vuelto a mí en ese sueño, ese recuerdo de como había comenzado todo... 

 Sentado en aquella camilla deguste con amargura la soledad de no tener nada a que aferrarse.


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