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La Brecha por malugr

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Los inviernos siempre eran crudos y helados, pero ese estaba siendo particularmente infame.


 Luego de haber salido de aquel parque, Sebastián Michaelis giró sobre si mismo en una media vuelta dándome la espalda y silencioso avanzó alejándose de mí; en dirección contraria a él mis pies se movieron y mientras mi cuello se congelaba, una bufanda danzaba con el viento, y eran sus dedos los que la sujetaban... 


 Algunos días más transcurrieron antes de que pudiéramos volver a clases y una vez ahí, me sentí como si nada y como si todo hubiesen ocurrido al mismo tiempo. 


 Permanecía sentado en el mismo sitio, justo en el centro de aquel aula rodeado de las quisquillosas mujeres deseosas de mi atención, también acompañado por mis escandalosos "amigos" la mayoría a penas me toleraban, pero mi popularidad era suficiente como para hacerlos ignorar su aversión hacía mi y simplemente aprovecharse de los beneficios de acomodarse bajo mi sombra. Mujeres, dinero, cierto nivel de respeto... Entre aquellas insulsas paredes yo ciertamente era un príncipe, rebelde, mimado, orgulloso... Estúpido... 


 Mi padre era un empresario bastante reconocido, mi madre una admirada dama de sociedad, el dinero era algo que para nada faltaba en la vida de su mimado hijo único y a pesar de que ellos eran conocidos por sus personalidades humildes y caritativas, yo no había heredado nada de eso. 


 Así fue como fui creciendo entre la adulación de quienes me rodeaban y poco a poco comencé a mirarlos desde muy arriba, hasta que simplemente la gente comenzó a parecerme basura deseosa de dinero o placer, eran como cerdos, si podías alimentar sus putridas entrañas con cualquiera de esas dos cosas, entonces te verían como a su dios y se dejarían pisotear tanto como pudieses pagar. 


 Desde que tenía uso de razón mis padres habían sido personas ocupadas, viajes y reuniones, sumamente amorosos, eso no podía negarlo, pero sumamente ocupados, por eso cuando la casa estaba sola el joven amo disponía del personal a su antojo y de todo lo que mis padres poseían. Había aprendido a conducir a mis 13 años, ahora con 15 incluso había conseguido una licencia como regalo de uno de los amigos de mi padre, así que con esa tierna edad disfrutaba de los lujosos coches de papa, aún a sus espaldas. Tenía una buena cantidad de tarjetas de crédito a mi nombre, una apariencia increíble... Yo lo tenía todo. 


 Pero esa era exactamente la base de todo el problema, estaba irremediablemente aburrido de cada tedioso día, de hacer lo mismo y ver la misma predecible mierda. 


 En aquel privilegiado colegio cursaba los último años de preparatoria antes de ir a alguna universidad y seguramente instruirme para hacerme cargo de las empresas de mi padre y aunque fuese a un nivel diferente, estaba seguro de que sería la misma porquería vacía.


 "yo podía tener de todos lo que quisiera, porque toda dignidad tenía un precio y para mi ningún precio era muy alto."  ese fue un pensamiento que tuve hacía poco tiempo, mientras estaba recostado en el sillón de la oficina de la consejera escolar. Me había llamado para discutir sobre mi inapropiada conducta por golpear a alguien, luego de media hora de mi dulce charla, ella estaba ahí, arrodillada entre mis piernas, chupandomela. Las mujeres sin duda eran muy fáciles, por algo de dinero y un poco de prestigio se arrastrarian a los pies de cualquiera. 


 ... Al final todos cedian.

 

 Pero...


 Esa mañana de reincorporación, mientras a mi al rededor la escoria se acumulaba lista para rogar por mis migajas, había algo diferente en mí. 


 Por primera vez me sentí ansioso, mientras pretendía indiferencia al buscar sus ojos entre aquel montón de caras. 


 ¿Por qué sentía curiosidad por aquel desgraciado? 


 La primera clase se fue como un suspiro, mientras de reojo dedicaba alguna mirada a aquel vacío puesto... ¿Donde estaría? 


 Las horas pasaron, el día acabo y dos días más se esfumaron y casi estuve a punto de olvidar aquel curioso deseo de verle... Sin embargo no tuve tanta suerte y justo a punto de desistir, el apareció. 


 Tan alto como le recordaba y con su arrogante e indiferente actitud, atravesó el salón en silencio, caminando entre las bulliciosas personas que reían y gritaban sus estúpidas conversaciónes ¿como es que nadie le notaba? 


 Llevaba el mismo abrigo que aquella mañana del parque. Se detuvo junto a su asiento en aquella esquina junto al ventanal y mientras se distraia con el soplar del viento nevado, dejó el abrigo en el espaldar y se sentó apoyando su mentón en sus nudillos, mientras comenzaba a leer, imperturbable, el libro que había sacado de su bolso. 


 Ni un saludo, ni siquiera una mirada había dedicado a una sola de las personas en aquel lugar, como si todos fuesen invisibles y mientras todos le ignoraban de igual forma en que el lo hacía, yo no podía dejar de verle furtivamente. 


 Algo había en el que me obligaba a querer saber más, y bien era conocido aquello de que la curiosidad era una asesina de temer. Supongo que eso fue lo que me condenó.


 Dos clases transcurrieron hasta que el receso llegó, el profesor abandonaba el aula y al tiempo comenzaba la alharaca propia de toda la multitud lista para salir a tomar un respiro... Pero ¿Y él? 


 - Ciel. - Susurro una dulce voz, mientras su mano bajaba a mi entrepierna. - ¿Quieres hacer algo ahora? 


 Permanecí un instante en silencio, hasta que al volver en mi mismo sujete su mentón y la besé despacio. Ya había follado con ella, no era una mala forma de perder el tiempo, pero ahora mi mente estaba completamente llena de otra cosa. 


 - Luego... - Sonreí. - Ya tengo planes. 


 Hizo un puchero algo cínico y entonces se fue alejando hasta que uno de mis "amigos" me guiño un ojo, antes de pasar una mano bajo su falda y luego apretarla por la cintura. Era su forma de agradecerme por dejarle disfrutar una de mis remeras en aquel descanso. 


 Todos iban saliendo y yo calmadamente fui recogiendo mis cosas, entonces pude verlo... Contrario a lo que pensaba, el no iba a quedarse, llevaba en sus manos un celular y texteaba algo.


 Increíble, incluso el tenía a quien escribir. No podía imaginarlo. Guardo el teléfono en su bolsillo y avanzó hasta la puerta hasta que estuvo en el pasillo camino al ala este. Y de nuevo yo, a hurtadillas, siguiendolo. 


 Aquella era una parte poco transitada, estaban sedes de los clubes escolares, oficinas, la biblioteca... Era un área bastante aburrida y a pesar de que podría ser por cualquier insulso motivo que el estuviese ahí, en mi mente no dejaba de rondar la idea de que algo raro estaba pasando. 


 Una gran cantidad de pasillos y vueltas, a veces olvidaba lo grande que era este lugar. Entre más avanzaba, menos gente nos rodeaba e incluso la luz parecía menguar y el frío sentirse con más intensidad. 


 Pronto habíaamos dejado todo atrás, y ahora lo único que se veían eran salones vacíos que parecían no haber sido usados en años, cerrados con candados, eran pasillos bastante tetricos. 


 Justo al límite del edificio una escalera antigua parecía recorrer desde el sótano a la azotea los 6 pisos de la escuela. El se detuvo apoyándose al barandal y sostuvo su teléfono un instante, como si esperara algo. 


 Nunca había estádo en esta parte de la institución y ahora permanecía oculto en una esquina que doblaba en el pasillo varios metros tras el esperando no ser visto. El silencio era tal, que a pesar de estar lejos pude oír como su teléfono vibro; el leyó algo y al instante comenzó a bajar...


 Tome una bocanada de aire, era la primera vez en mucho, mucho tiempo que yo me sentía nervioso. 


 Calculaba milimetricamente el peso sobre mis pies con cada paso que daba... Avanzaba despacio, procurando no hacer ningún ruido, pues el eco era traicionero y escalera abajo escuchaba claramente cada paso de Sebastián ¿Que diablos estaba haciendo en un lugar así? Me pregunté, y con el mismo sigilo comencé a bajar los peldaños. 


 El piso inferior, parecía una réplica del de arriba, solitario, poco iluminado, salones abandonados; pero sabía bien que aquel no era mi destino. Un piso más abajo lo que se oía eran... ¿Voces? 


 Tenía mis manos apretadas en un puño, la tensión en mi cuerpo me tenía tan rígido que fácilmente pude haberme fracturado un hueso y aún así ahí estaba escalera abajo hacia una oscuridad aún mayor que la de los niveles superiores. 


 A penas alguno bombillos funcionaban iluminando por escasos espacios el lugar...


 Estaba en el último peldaño de la escalera, ya no había nada más abajo. El frío y la humedad eran penetrantes, envolvian mis sentidos y me causaban escalofríos de pies a cabezas. Sin duda alguna, nada que tuviese que hacerse aquí abajo podía ser bueno. 


 Mire a mi al rededor inspecciónando el lugar, pero no había demasiado que comprobar lo único que había en aquel nivel era una puerta al finalizar un breve pasillo a mano derecha. Era el ultimo piso.


 Una de las dos enormes puertas estaba abierta y al acercarme lentamente, agradecí la poca luz. 


 Con infinito recelo fui asomandome. El olor a humedad se intensificó abrumadoramente. Y las voces se hicieron más audibles, mis ojos fueron tras ellas y entonces les vi. 


 En aquel enorme depósito, se acumulaban por montones estanterías, escritorios viejos, archivos, libros, papeles... Montañas y montañas de objetos condenados al olvido, pudriendose silenciosamente en aquel frío lugar y justo en el medio estaban ellos. 


 Sebastián permanecía con brazos cruzados viendo fijamente al joven frente a él; Este por otro lado veía avergonzado un paquete color azul pastel que sostenía entra sus manos. A penas podía ver su perfil, pero pude reconocerle por su corte y las gafas. Era un alumno dos años mayor a mi, estaba a punto de graduarse y había sido presidente del consejo estudiantil desde hacía bastante. Todo un estudiante modelo. Si las historias eran ciertas, ambos debieron estudiar juntos hacía dos años, pero actualmente ¿Que asuntos podía tener juntos? 


 - Se... Sebastián...- musito el escuálido nerd, que llegaba a penas al pecho de Sebastián.-


 - Pensé que habías acabado con esta mierda. 


 - No lo decía en serio... ¿A caso piensas que podría? 


 Sebastián lo miro lleno de soberbia.


 - ¿Y entonces?  


 Las manos del otro joven subieron despacio y la adornada cajita estuvo a la altura de los cruzados brazos del frío ojos grises... 


 - Te he hecho esto... - Él no reaccionó. - Luego de que me gradue ya no te veré... ¿Podrías al menos hasta entonces? 

-Va a terminar ¿Qué mas da si es ahora o después?

-No puedo simplemente renunciar, al menos aun no. Sebastian… solo me queda este breve tiempo.

-Y después ¿Qué?

-Desapareceré…


 Incluso desde mi lugar pude ver los cafés ojos brillar tras los lentes, con inocente ilusión. 

 

-Si es asi como lo quieres…


 ¿Que mierda era ésto? ¿Una reconciliación homo? 


 Sebastián siguió en silencio, dedicándole una vaga mirada a la cajita frente el y luego fijamente vio los ojos tras aquel par de lentes... 


 Tras la puerta permanecía expectante intentando comprender aquella ridícula situación, pero entonces las respuestas comenzaron a llegar, arrojandome muy lejos de mis suposiciones. 


 Casi como en una cámara lenta vi el brazo de Sebastián alejarse de su propio cuerpo y con una velocidad y una fuerza demoledora surco su mano el espacio hasta impactar con furia en el rostro del presidente... 


 El joven rostro fue golpeado tan abruptamente que todo su cuerpo se desplomó de forma aparatosa; sin darme cuenta me encontré  tapando mi boca para evitar dejar salir los quejidos que me nacieron por el asombro. 


 Sebastián solo miraba indiferente aquel cuerpo desplomado en el polvoriento suelo.


 Mi respiración se había detenido y contemplaba atónito la escena, pero nada, absolutamente nada podía haberme preparado para lo que estaba por ver.


 Del suelo comenzó a levantarse el abatido joven, mientras una risa espeluznante salía de él... Con ojos perplejos pude ver su rostro, la sangre brotaba de sus encías y su boca, su cara estaba deformada por una sádica expresión de satisfacción y su lengua recorría su sabio superior como si estuviese enloquecido de deseo.


 A penas pudo ponerse sobre sus rodillas y se giró nuevamente hacía Sebastián.


 - Otra vez por favor... -Bramo.- 


 Y con una sonrisa que se parecía al desprecio, Sebastián golpeó nuevamente con despiadada fuerza el rostro postrado frente a él.


 No podía creer lo que pasaba... Brent, respiraba contra el suelo que fue recibiendo la sangre que cada vez brotaba con más fuerza.


 Sebastián avanzó despacio y entonces colocó su pie sobre la mejilla de brent y con fuerza la fue aplastando contra el suelo. 

 

 Bajo su suela, la piel de aquel rostro parecía lista para desgarrarse, mientras que la suciedad se mezclaba con la sangre, Brent no dejaba de sonreír. 


 - Quitate todo.


 En silencio Sebastián se fue alejando hasta que estuvo sentado en el escritorio. Miraba ahora más concentrado al joven que con desespero se quitaba la chaqueta negra, la blanca camisa y la azul corbata ¿Lo miraba a él? No podía asegurarlo, pero parecía mirar exclusivamente la escandalosa sangre que bajaba por el cuello de su presa, que permanecía arrodillada. 


 Despacio brent fue arrastrándose y pronto estuvo frente a Sebastián, donde se deshizo de sus zapatos, pantalón y bóxer. 


 El no dejaba de mirarlo, mientras le sonreía con aquella destrozada boca y ahora sus manos subían por aquellos muslos, buscando el miembro de su sometedor. 


 - Te he necesitado tanto... Iba a volverme loco... -


 Frente a él el pelinegro permanecía sin expresión.


 - Pensé que ya tenías mi remplazo... - tiro con fuerza del cabello de brent hacía atrás, tanto que este lucho por contener el grito. - 


 - No existe tal cosa, nadie puede hacer lo que tú... 


 Lo soltó y de nuevo le abofeteo, aunque esta vez menos fuerte. De nuevo brent hundió su rostro en el regazo de Sebastián, con la lengua afuera recorriendo la tela de su pantalón. 


 - Ya no puedo esperar más... - Sus manos subieron buscando safarle el cinturon pero un Sebastián lleno de cólera le apretó con ambas manos por el cuello.


 - Tu esperaras lo que a mi me de la gana. 


 Con un brusco movimiento se puso en pie y lejos en el suelo arrojó nuevamente a brent, antes de que este pudiera levantarse Sebastián ya le hubo sujetado por el cabello, alzándolo completamente.


 Yo seguía sin poder dar crédito de que frente a mi ocurría, mientras veía los ojos en blancos de aquel que siempre había tenido un lugar en el cuadro de honor y ahora gemia mientras era brutalizado por Michaelis. 


 Contra la mesa el pecho de brent chocó furiosamente y sus manos se aferraron a la vieja madera. La sangre ahora también brotaba de sus codos. 


 Fríamente fue soltando su cinturón y al compás del ruido de su hebilla, el rosto de brent se fue perdiendo más y más. Pronto él ojos grises empuño la correa en un puño mientras veía con sed loca la espalda frente el... Incluso yo podía notar que ya estaba llena de cicatrices. 


 - Algunas no son mías... ¿A cuantos les suplicaste que te jodieran en estos dias? 


 -  18 diferentes, desde la última vez que te vi. 


 Sebastián aflojó el nudo de su corbata. 


 - Tu culo ha estado trabajando... - Se burló, y comenzó a deslizar el cinturón sobre su espalda. - Pero no lo hicieron bien, a penas si veo unas líneas... ¿De cuando son? 


 - Las más recientes de anoche. 


 - Ni siquiera sirves para buscar quien te joda bien. 


 - Pero tu si puedes... Tu puedes hacerlo...


 - Si. Claro que puedo.


 Un golpe de prueba a la mesa hizo que la madera rugiera y vi temblar de ansiedad al delirante brent. 


 - Es una suerte que a nadie le importes un carajo, que nadie nunca note cuando estas mal... Porque hoy te voy a joder tanto, que tendrás que salir de aquí arrastrandote.


 Brent que lo veía de reojo, se relamio los labios...


  En un latigazo fulminante, el cinturón surco el aire y el cuero finalmente impacto contra la carne de su espalda, abriendola en un escandaloso corte...


 Mis piernas flaquearon y tuve que agacharme hasta que mis rodillas tocaron mi pecho... No podía creer nada de lo que estaba pasando. Parecía un enfermo juego macabro. 


 Una y otra vez el brazo de Sebastián subía, se impulsaba y con furia reventaba contra la sangrienta piel. 


 Brent se aferraba al borde del escritorio y sus uñas se enterraban en la mohosa madera tanto que la levantaba, su boca era una mueca aterradora que no sabría como diferenciar, por un lado parecia retorcerse de dolor... Por otro, parecía placer. 


  Al menos once azotes conté hasta que Sebastián se detuvo... No Lucía cansado, simplemente veía al suelo, donde las gotas de sangre, que se deslizaban por los muslos de brent, se acumulaban formando finos hilos como ríos... Había sangre y ¿?


 - ¿Ya te corriste? 


 Brent no respondió, respiraba agitado, como si hubiese estado aguantando la respiración todo ese tiempo. 


 - Ya me das bastante asco ¿encima te volverás aburrido? 


 Me abrumaba completamente aquella imagen, no podía entender como Sebastián podía decir y hacer tales cosas sin un ápice de nervio en su rostro, solo había un tedioso desagrado, como si hiciera aquello por obligación ¿pero entonces porque lo hacía? 


 - Si eso es todo debería largarme ya...


 Brent palidecio, la amenaza lo aterro. 


 - No... - Musito en un quejido. 


 Como si a penas le quedara vida en el cuerpo, estiró una de sus manos hacia atrás y sostuvo una de sus nalgas mientras levantaba la pierna y la apoyaba sobre el escritorio. Su trasero quedó completamente expuesto ante Sebastián, pero este seguía completamente inexpresivo. 


 - ¿Imaginas que todos vieran al prestigioso presidente estudiantil así? ¿Que todos descubrieran la poca mierda que soy?. - Brent permanecía sonriendo mientras de reojo seguía viéndo a Sebastián, algunas lágrimas rodaron por su sucio rostro, pero esa enfermiza sonrisa no se iba.- ¿Imaginas a mi padre si lo supiera? Se sincero Sebastián ¿no se te hace agua la boca? 


 Sebastián soltó el cinturón. Y despacio sus manos buscaron el botón de su pantalón...


 En ese punto lo único que pasaba por mi mente era ¿Porque mierda sigo viendo ésto? ¿Porque no puedo irme?   


 Me gire hacía fuera y mi espalda quedó apoyada en la puerta que permanecía cerrada, mi corazón latía inexplicablemente fuerte, estaba completamente desconcertado, pero habían más cosas ahí y eso comenzaba a asustarme… No era solo miedo lo que estaba sintiendo…


 me asome de nuevo y pude notar como Sebastián se se había quitado por completo la corbata y la había pasado por la boca de brent, como si se tratara de las riendas de un caballo, estirando tanto las comisuras de sus labios que pensé que las rasgaria. 

 - La verdad es que si…


 Tiraba tan fuerte de él, que la espalda de brent se arqueaba como si fuera a partirse y entonces vi como deslizó su mano libre entre su pantalón y su bóxer.

- ¿Qué diría si viera a su sucesor siendo la perra de alguien mas?  

 

Sebastián sujeto su pene con fuerza y con una sola estocada lo penetró completamente.

-¿Seguiria pensando en dejarte a cargo de su prestigioso hospital si viera la porquería que eres?

 Entre lagrimas Brent no hacia mas que jadear con cada estocada que el pelinegro le propiciaba y con cada cruel palabra se retorcia mas y mas, completamente abstraído, perdido en algún lugar entre el dolor y el placer.

-No …- pudo apenas balbucear.-

- Claro que no, porque no tienes ninguna utilidad mas que la de ser un deposito de semen… No posees valor, ni propósito, lo único que puedes hacer es esperar a que alguien se apiade de ti y te folle hasta inconsciencia.

- Lo… l… lo se…

- Ansio por ver que harás cuando todo acabe y debas irte… cuando ya no puedas usarme para darle algo de sentido a tu vida…

- Morire…- Hablo tan claramente como le fue posible con aquel trozo de tela desgarrando su boca.- deja… dejare que me mates…

 Brent se desplomo sobre el escritorio en el momento que sebastian solto la corbata liberándolo; Este se alejo,  varios pasos atrás hasta recostrarse sobre una vieja y polvorienta poltrona. Con ambos brazos en el respaldar y mirada severa.

- Si eso quieres tendras que pagar… Complaceme como la puta que eres…

 Y asi Brent fue tambaleándose hasta alcanzar el regazo del dueño de aquellos feroces ojos grises, que solo albergaban un profundo desagrado.

 


 Me gire nuevamente sin ninguna idea de cómo reaccionar, y tras la puerta podía escuchar claramente a brent gemir mientras cabalgaba sobre Sebastián. Debía alejarme de allí…


 Vi la escalera por la que baje y y tome un profunda bocanada aire, me moví tan agilmente como pude pegado a la pared hasta que estuve en los peldaños... De uno en uno fui subiendo hasta que me descubrí en el pasillo por el cual habíamos venido, corriendo, con el corazón en la garganta y la mente por completo en blanco

 

 "más, más más, más fuerte, más." los gemidos suplicantes de brent, aún seguían zumbando en mis oídos. 


 - ¡Ciel!


 Había corrido tanto que sin darme cuenta estuve frente a nuestro salón y ahora había chocado contra Finny... Había sido unos de mis pocos verdaderos amigos desde siempre. 


 - ¿Ciel dónde carajo estuviste y que hay con ese rostro? 


 Ni siquiera a él podría contarle tal cosa. Calmate e improvisa.


 - Solo... Solo estaba con alguien ya sabes... 


 - ¿hablas en serio? Parece que viste un fantasma y llevas 45 min perdido. 


 - Lo sé, lo se. Solo venía por mis cosas ¿Ya comenzó la clase? 


 - Claro que comenzó, pero varios decidieron irse  y como no llegabas saque tus cosas también. Justo ahora estába buscandote..


 caminamos hacia los casilleros, donde mis cosas aguardaban y aunque Finny seguía parloteando yo seguía lejos, tres pisos bajo nuestros pies, frente aquel sórdido espectáculo. 




 --- 



 A muchos años de distancia, de aquellos lejanos días, Ciel phantomhive se revolvia en la cama de una clínica, mientras revivia el comienzo de toda su desdicha en una pesadilla y en la completa oscuridad de aquella habitación, un par de ojos asesinos le miraban silenciosamente desde las sombras.

 

 Tal fue el odio que amenazó con engullir la vida del durmiente phantomhive, que hasta muerte fue convocada, segura de que aquella noche alguno se iría con ella...


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