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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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TaeYong dejó que el fotógrafo le guiara hacia la barra, donde se negó en cada oportunidad en que le ofrecieron tragos de diferente graduación alcohólica. En su vaso no hubo más que un poco de bebida energética, la suficiente para mantenerse despierto y que se aseguró de tomar a pequeños sorbos, disfrutando en su paladar el ácido dulzor del líquido. Las palabras que Yuta le decía pasaron por sus oídos, mas no se quedaron lo suficiente como para poder procesarlas de forma correcta.

No fue sino hasta que Yuta le remeció el hombro que volvió a estar plenamente consciente del lugar en que se encontraba, y del revuelo que sucedía en los ojos temblorosos del hombre que tenía al frente.

—¡TaeYong! —su voz sonó como un verdadero grito, aunque apenas estaba siendo susurrada por sus labios apretados—. ¡Que mires allá, te dije! ¡Es él…!

—¿Ah?

—¡SiCheng! ¡Era verdad que venía!

Al mirar, en la puerta de entrada distinguió a un par de personas que sobresalían de la multitud. Uno de ellos era ligeramente más bajo, y sostenía entre sus brazos un largo abrigo color negro que no podía sino pertenecer a su acompañante, el que caminaba con la mirada fija haciendo uso de sus largas piernas para llegar rápidamente al punto que tenía decidido.

No fue ni siquiera necesario seguir su trayectoria, porque supo que venía directo hacia ellos.

—Yuta…

Enmudeció mientras veía a ambos sonreírse; específicamente, la sonrisa de fotógrafo brillaba más que cualquiera de las luces que iluminaban la estancia. El acompañante del modelo, resoplando después de la corta carrera, le dirigió la mirada. Le devolvió el saludo con un corto asentimiento de cabeza.

—SiCheng, me dijeron que estarías acá y tuve que hacer esfuerzos gigantescos para venir —Yuta se adelantó un paso—. Y estoy tan agradecido de que no fuera mentira.

—Ha pasado un largo tiempo, sí —su mirada esta vez se dirigió hacia su persona. Sintió sus músculos tensarse—. ¿Y tú quién eres?

SiCheng, sin dejar de sonreír, siguió mirándole fijo. No pudo rehuir su mirada, pese a que el malestar en su pecho le demandaba a hacerlo. La persona que tenía al frente no era nada menos que el modelo por el cual JaeHyun había saltado al estrellato como mánager, dejando atrás su vida frente a las cámaras y tomando en cambio un rol más administrativo, que lo llevaba a estar horas y horas detrás de un cubículo de oficina en el corazón de un edificio empresarial en Seúl. Más allá de aquellas temporadas donde partía nuevamente a China, el trabajo tras el escritorio comenzaba temprano, al despuntar el sol, y no terminaba sino hasta que todos los demás hubiesen salido de la jornada laboral.

JaeHyun solía ser un trabajólico, y pasaba mucho tiempo con SiCheng.

Se aclaró la garganta y respondió, apenas en un susurro.

—Soy Lee TaeYong, actual modelo de Jung JaeHyun.

SiCheng dejó de sonreír, y vio cómo su mano se extendía en su dirección, empujándola para que la estrechara.

—Ah… de JaeHyun. Mucho gusto. Soy Dong SiCheng.

Incluso estando en un recinto cerrado, el que a pesar de estar iluminado no podía hacerle frente a la penumbra de la noche que teñía toda la estancia de una ligera oscuridad, notó que en sus manos habían pequeñas marcas: más específicamente, recorrió con la mirada las cicatrices largas que empezaban en la punta de sus dedos y terminaban al centro de su palma, casi como si fueran parte de un intrincado tatuaje.

La mirada de SiCheng le indicó en silencio de que no se trataba precisamente de eso.

—No seas tímido, TaeYong, salúdalo —Yuta le hizo un gesto con la cabeza. No hizo ademán alguno de moverse—. ¿Lo dejarás con la mano extendida en el aire? ¿De verdad?

Fijó su mirada otra vez en las cicatrices, las que discurrían con un ancho parecido, pero que se iban bifurcando en pequeñas líneas que no llevaban a ningún lugar; casi, como un boceto realizado con múltiples líneas sin terminar. No se veían recientes, pero aun así la coloración rosada que presentaban le dio escalofríos. Inspiró hondo, y levantó de a poco la mano derecha.

Mas, una mano posándose en el hombro de SiCheng detuvo por completo el acto.   

—Espere, ¿no es ese el fotógrafo que fue procesado por consumo de drogas?

—¿Es necesario hablar en coreano sabiendo que te oirá, Kun? —la mano de SiCheng se devolvió a una posición más relajada. Suspiró, sintiendo sus hombros caer con soltura—. Sé que eres mi representante, pero no seas así de impertinen-

—¡¿Eres tú o no?!

El de nombre Kun se giró exclusivamente hacia Yuta, haciendo caso omiso al mandato de su modelo a cargo. En sus ojos no se veía más que muda demanda por una contestación clara, la que Yuta no dudó ni un par de segundos en dar alivio.

—Me acusaron falsamente. Pero sí. Intentaron procesarme por consumo de éxtasis. ¿Te importa?

—SiCheng, ¿de verdad es tu amigo? Vámonos —el modelo no se movió ni un poco. En cambio, sus ojos se fijaron en una persona en específico, al otro lado de la habitación. Siguió su mirada y se topó con los hombros anchos de JaeHyun, dándole la espalda, recluido en el sector donde otros representantes y personas de fama elevada bebían entre risas desmedidas. Apartó la vista justo antes de verle voltear—. ¿SiCheng? ¿A dónde estás mirando…? No-

La siguiente palabra fue inentendible para sus oídos al ser pronunciada en lo que debía ser chino, mas, las cejas arqueadas del modelo de cabello negro como el carbón fueron claro indicio de que no se trataba de nada bueno. El silencio se hizo entre los presentes. Yuta miró en dirección a JaeHyun y a SiCheng de forma consecutiva. Kun se pasó la mano por los cabellos. SiCheng simplemente suspiró.

Aprovechó de alejarse bajo el pretexto de ir a buscar algo para beber, justo en el minuto en el que Kun abandonó el semicírculo por ir hacia su propio mánager. Desde la seguridad de un banquillo del bar pidió el primer trago con alcohol de la noche, y no sucedió lo que tanto había esperado; JaeHyun no se acercó para quitarle el vaso de un tirón ni mucho menos. A lo lejos, en las afueras del recinto, le vio mantener una conversación con el actual mánager de SiCheng.

Dong SiCheng. Todo, al parecer, giraba en torno a él.

—Otro, por favor. 

Recordó las cicatrices en sus manos, y bebió de golpe lo que le sirvieron.

———

—Entonces, ¿te acusaron falsamente?

Yuta esbozó una sonrisa al escuchar la voz de a quien tenía delante, con un acento extranjero incluso más marcado que el suyo propio, preguntando en apenas un murmullo que fue rápidamente apagado por la música ambiente.

Le indicó con la mano que se acercara, y cuando el fotógrafo apoyó los labios cerca del oído de SiCheng, su aroma largamente añorado inundó sus fosas nasales.

No fue justificativo para callar.   

—¿Qué pasaría si te dijera la verdad?

Esperó.

Al cabo de unos segundos, le vio sonreír.

—Te diría que he cambiado mucho desde que regresé a China sin JaeHyun. Y…

—¿Y…? —instó, sonriendo.

—…Y que podríamos intentarlo uno de estos días —se mordió el labio inferior con fuerza. SiCheng se adelantó un paso. Algo comenzó a ser audible en sus oídos, más rítmico aún que el beat de la música, y tardó en caer en cuenta de que solo podía tratarse de su corazón—. Es una buena forma de pasarlo bien… y, tal vez, podríamos intentar más que solo eso.

Yuta supo, mejor que nadie, que la persona a la que tenía al frente con una sonrisa ya no se parecía en nada al Dong SiCheng que había conocido. Ese niño tímido de cortas palabras, impresionable hasta la médula, con una natural repulsión a cualquier contacto más allá del estrictamente necesario.

Y, al sonreírle y asentirle, supo que ese Dong SiCheng estaba muerto. 

———

La copa que JaeHyun sostenía entre los dedos resonó al ser chocada con otras, en un nuevo brindis del que tampoco bebió gota alguna. El malestar en su estómago no se iba. Miró hacia el grupo donde su modelo se había insertado, sonriente, y el contenido que mantenía dentro del recipiente de vidrio se agitó cuando logró distinguir de quiénes se trataban.  

Un par de ojos que no le eran desconocidos le fulminaron.

Aquel intercambio de miradas no duró mucho. Lo detuvo forzosamente, al girar en sus talones y tratar de unirse a la conversación a su alrededor. A ratos, fue capaz de captar lo que estaba sucediendo entre los animados asistentes a la fiesta: mánagers igual que él y que, dada la ocasión, aprovechaban de contar anécdotas y situaciones usuales del oficio. Sonrió de forma cortés, en la medida justa para dejar entrever sus hoyuelos, pese a no entender exactamente de qué se reían.

La falsa se desplomó en el momento en que sintió su espalda siendo palmeada por alguien ajeno al grupo.

—JaeHyun, así que estás acá.

No le respondió. Frunció los labios y caminó hacia el exterior, presintiendo al hombre que le hablaba pisándole los talones, y no fue sino hasta que estuvieron en el vacío jardín exterior que se dio vuelta.

—Era ineludible que habláramos uno de estos días, Qian Kun. Saltémonos las formalidades. Ve al grano. 

El actual mánager de Dong SiCheng se acomodó el abrigo que llevaba puesto, y su cabello cayó como una cortina sedosa al desordenarlo con su mano derecha. Pese al vestuario que llevaba puesto, lo notó tal y como lo recordaba de las fotografías: demasiado joven, inexperto, fuera de lugar. Incluso siendo menor que él, JaeHyun no pudo evitar sonreír con suficiencia al fijarse en el temblor de sus ademanes.

Pero pronto dejó de hacerlo.

Le arruinaste la vida a SiCheng —la violencia de sus palabras le hizo retroceder. Kun pareció ganar seguridad—. Nunca te hiciste cargo de todas las secuelas que quedaron en él por tu culpa. Cuando te vio me dijo que resguardara su integridad, de que no dejara que te acercaras ni un milímetro, y eso haré con mucho gusto. Pero esto va más allá.

—¿Ya te aclaró que yo no fui el culpable, verdad? —respondió, cruzándose de brazos—. No tengo ni la más mínima idea de quién fue, y no importa cuánto lo haya repetido, ni tú ni él parecen creerme.

—Es que es extraño. Es extraño que, justo en el momento en que lo encontré desangrándose tú estuvieras con el teléfono apagado, casi esperando que se muriera y que nadie te contactara por ello —soltó una carcajada, con la incredulidad a flor de piel. Lo que decía era sencillamente ridículo, sin embargo, Kun no hizo más que levantar la voz—. Es extraño, más bien hipócrita que me digas que no tuviste nada que ver, cuando el mismo SiCheng me contó que el hombre que lo atacó aquel día gritó tu nombre en más de una oportuni-

—Escúchame bien, Kun. Este no es momento ni lugar para discutir lo que sucedió. Pero te digo, no fui el culpable. A SiCheng realmente lo llegué a querer, como quien quiere a un hermano pequeño —susurró rápidamente, cortando en seco la perorata que Kun quería a toda costa continuar. Comprobó una vez más la puerta que daba al exterior. Nadie más había salido de la fiesta—, y por lo mismo me duele que piensen que tuve algo que ver con las cicatrices en su cuerpo.

Cuando dejó de hablar, los recuerdos pasaron por la mente de JaeHyun; una sucesión de imágenes y voces acusatorias se tornaron tan vívidas como el mismo presente.

SiCheng, despidiéndose  con una hermosa sonrisa de oreja a oreja en las afueras del recinto donde tenía lugar la sesión fotográfica del día, para una publicidad de trajes y abrigos. El conducir hacia su departamento rentado en China, listo para descansar un poco antes del día siguiente. La llamada, una hora después, de un aprendiz presente durante la sesión fotográfica que lo había encontrado dentro de un auto, maniatado, en estado de shock, con ríos color escarlata bajando por sus palmas y tiñendo el hermoso traje de un antes impoluto color blanco. Su estancia en el hospital. La férrea prohibición de acercamiento. El dinero entregado a las autoridades para que no se difamara nada hacia los medios de prensa sensacionalista, apenas se supo los resultados del parte médico.

No se había tratado de un fallido intento de suicidio. La investigación lo dijo, respaldado tras las muestras claras de resistencia en su golpeada piel y el testimonio de SiCheng, junto con el de la persona que le había encontrado: Qian Kun, futuro representante, recién egresado de la universidad.

No dudó de aquella conclusión, pese a que todos los involucrados le apuntaron como el principal culpable. SiCheng, después de todo, mencionaba en su testimonio que la persona que había enterrado un cuchillo en sus palmas y que le había golpeado en múltiples oportunidades hasta casi perder el conocimiento era, sin lugar a dudas, alguien que le conocía. Que los conocía a ambos. 

No tuvo motivos para dudar de él. No cuando encontró sobre su escritorio de su oficina en China una pequeña nota escrita a máquina, sin firma alguna.

"Deja de tener a SiCheng como modelo, o sino las cosas se tornarán peores. Considera esto como una amable advertencia.

Porque si nadie hubiera llegado aquel día, lo habría matado"

JaeHyun supo al leerla quién era el culpable, pero no pudo hacer nada. Nunca había podido hacer nada.

Por tantos años de convivencia y de estar bajo su tutela, sufriendo en silencio, pidiéndole que se detuviera, siendo forzado de una y mil formas, la respuesta tenía nombre y apellido.

Kim DongYoung.

Su sonrisa al volver a Corea y demandarle por respuestas, fue toda la confirmación que necesitaba.

—A SiCheng le cuesta confiar ahora. Se droga en sus días libres. No puede estar solo por las noches. Tiene miedo de que otra vez le hagan daño, y es todo por tu culpa. Y, ¿sabes? —Kun prosiguió, negando con la cabeza—, como si no fuera suficiente ahora tienes a otro pobre modelo a tu cargo, y lo abusas a tu antojo.

—¿A TaeYong? ¿Cuándo le he hecho yo algo a TaeYong? —susurró, con las comisuras de sus labios antes sonrientes ahora derrumbándose.

Kun se dio cuenta, y rio. A carcajadas.

—No puedes ser tan hipócrita. Ya no me cabe duda de que tú fuiste el que orquestó todo para asesinar a SiCheng. Si no fuera por su orden expresa de no arruinarte la vida, créeme que te habría hecho lo mismo que hizo aquel hombre al que mandaste. Tendrías esas horrendas cicatrices tú también, o peor. No me subestimes —intentó no retroceder cuando Kun avanzó, pero pronto sintió la fría pared en su espalda—. Y, por favor, para la otra asegúrate de que los baños estén vacíos antes de tratar de esa forma a tu modelo, y más en un lugar repleto de gente.

Sintió sus piernas temblorosas. El hombre que tenía al frente se dio la vuelta, y solo volvió a mirar para pronunciar unas pocas palabras, antes de internarse de nuevo en la fiesta.

—Y una última cosa, JaeHyun: da gracias de que no tenía mi teléfono a mano. Ahora mismo estarías con tu carrera sepultada de por vida por abusar de un hombre así. Maldito violador.

Cayó al piso del jardín en el segundo exacto en que la puerta se cerró. Allí, con la cabeza entre las manos, no dejó de oír aquel dictamen en sus pensamientos. Un nudo se le formó en la garganta.

Y las briznas de césped se humedecieron con un par de pequeñas gotas que no correspondían al sereno nocturno.  

———

Cuando estaba a punto de que le sirvieran un tercer trago, sentado en la soledad de la barra, JaeHyun le ordenó que se retiraran. Obedeció sin chistar. Pronto estuvo en el asiento de copiloto, cinturón de seguridad puesto por sí mismo, y se inclinó hacia la ventana donde el paisaje de Seúl sustituyó la falta de conversación entre los dos.

Supo que algo iba mal en cuanto dejó de identificar la zona en que se encontraban, en un trayecto que jamás variaba en lo más mínimo.

—¿A dónde nos dirigimos?

El auto aceleró. Tras el parabrisas la carretera que recorrían se hizo más tranquila, más iluminada, y pronto los edificios simples de oficinas se transformaron en estructuras de terminaciones más finas. En la calle, los pocos peatones que transitaban a esas horas de la noche lo hacían ataviados en grandes abrigos de lo que no podía ser otra cosa más que visón o diversas pieles de origen natural, que se movían suavemente al son de los pasos y del viento nocturno.

JaeHyun estacionó en el estacionamiento privado de uno de los edificios de lujoso aspecto. Salió por sus medios al exterior, siguiéndole con toda la rapidez que dieron sus piernas. Nadie en la recepción le tomó los datos, no después de mirar a JaeHyun a los ojos. El ascensor, con apliques en tonos dorados, se detuvo en el piso veinte. Le vio encajar la llave en uno de los departamentos, y se internó tras él.

Lo que vio no le tomó precisamente por sorpresa.

—Es tu departamento, ¿verdad? —pronunció a modo de afirmación más que de pregunta. JaeHyun, de espaldas, no le respondió—. Es… gigantesco.

Parecía un hogar de anuncio publicitario. TaeYong repasó la vista por toda la estancia, teniendo cuidado al caminar: el piso de madera parecía prácticamente recién puesto pues ninguna mancha asomaba en su superficie, aunque la capa de ligera suciedad que se acumulaba por encima le indicó lo contrario. Lo mismo con los adornos, los sofás de cuero, y la pequeña chimenea de tipo eléctrica que permanecía apagada. En el ambiente, el olor de vacío y de polvo le hizo cosquillas en la nariz.

Demasiado concentrado en su entorno, cuando sucedió, fue muy tarde para reaccionar apropiadamente.

Te doy miedo.

Jung JaeHyun sonrió. Sus hoyuelos afloraron, como dos llamativos distractores del temblor de sus pupilas. La pierna que había retrocedido de forma automáticamente con el avance desmedido y rápido de JaeHyun hacia su persona, acorralándole contra la pared, se terminó por doblar un poco y aquello le dejó en mayor desventaja ante la figura imponente de su mánager.

Sintió las grandes manos de JaeHyun alrededor de sus brazos los que, tensos, se habían puesto en posición de defensa.

—Mira, hasta intentaste protegerte. De verdad te doy miedo —volvió a afirmar, sin dejar de sonreír—. Tú también me consideras un maldito violador, ¿no es así?

—¿Jae…?

—Quédate en el departamento esta noche. Mañana te dejaré instrucciones por teléfono para que sigas tu agenda normalmente y, cuando termines, ven a dormir acá. Es tu nuevo hogar.

La puerta se cerró tras el cuerpo de su mánager. Quiso salir en su búsqueda, pero no fue sino hasta que pudo encontrar las llaves —ocultas estratégicamente cerca de la chimenea— que salió. Para entonces, era demasiado tarde. Tarde, para preguntar acerca del temblor en su sonrisa.

“Tú también me consideras un maldito violador, ¿no es así?”

Mas, cuando se acostó entre las mantas de la mullida cama con leve aroma a JaeHyun, supo a través de su insomnio que aún no era demasiado tarde para formular una respuesta.  


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