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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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—…No lo eres, JaeHyun…

Habló en medio de la oscuridad y la soledad, inmerso en una cama ajena que sin embargo mantenía un leve aroma familiar entre sus mantas; el mismo, que sintió en el ambiente aquel primer día de acercamiento al que ahora era su mánager. Extendió las manos y apretó las sábanas entre ellas, cerrando los ojos. Tal vez JaeHyun mantenía cámaras en puntos estratégicos, adelantándose a su llegada, y esa entonces debía de ser la razón tras su abrupta ida. 

Cruzó los dedos de la mano derecha. Y habló, más alto de lo normal.

—¿Recuerdas ese día, cuando nos conocimos? Te pedí que fueras mi mánager. Estaba desesperado, llevaba mucho sin comer algo decente y se me acababan las ideas —empezó a rememorar, casi con el sabor del hambre en la punta de la lengua: aquel vacío, de total inanición, que solo volvía fantasmalmente en aquel momentos donde JaeHyun no era capaz de brindarle alimentación, y en donde debía ahogar el sonido de sus tripas con un par de audífonos y música fuerte—. Te lo pedí de la mejor manera posible, esperando que fueras capaz de ver talento en mí más allá del exterior y de mis condiciones… supongo que incluso en ese entonces no tenía nada de interés para ti, ¿verdad? Y si no te intereso en ningún plano, ¿serías capaz siquiera de violarme?

Cuando pronunció lo último, recordó sus besos arrebatados en la piel, los que inocentemente encubrían mordiscos que terminaban por hacerle gritar. Se abrazó a sí mismo; abrazo que distaba mucho de la manera en que JaeHyun le rodeaba con los brazos mientras sentía su interior siendo tomado una y otra vez, en sucesiones que era incapaz de detener o de aminorar. Tal vez según JaeHyun aquello solo tenía una sola palabra como definición, una palabra de connotación horrible, prohibida. En su caso, su percepción y aquella palabra no iban para nada de la mano.

Aquel hecho, sucedido tanto tiempo atrás, volvió con fuerza y nubló enseguida su juicio.        

—No te intereso, porque te rogué que me sacaras del mundo de la calle en el que estaba, pero tú te negaste. Sí…

Se dio la vuelta en la cama y quedó de cara a la pared. Soltó las mantas un segundo, y las volvió a apretar hasta que los nudillos se le pusieron blancos.    

—…Te negaste.

———

—Déjame entrar. Necesito hablar con JaeHyun.

TaeYong suspiró y se hizo a un lado, dejando con ello pasar al hombre que en medio de la madrugada estaba allí, impertinentemente golpeando la puerta tan fuerte que le hizo despertar de su sueño de por sí intranquilo. Se cruzó de brazos, mientras el intruso gritaba el nombre de Jung JaeHyun de acá a allá, desordenándolo todo a su paso.

—¡Demonios, JaeHyun! ¡Me da igual si estás desnudo, o si hiciste una estupidez, deja ya de esconderte!

—Él no está acá.

DongYoung volteó en ese entonces y tuvo que retroceder un par de pasos al ver su arremetida de largas zancadas. Llevaba puesto un traje de color negro, elegante, que sin embargo lucía deslucido debido a la camisa color blanco que llevaba desabrochada descuidadamente en el último botón, y también por su cabello desordenado, pegado a la frente, el que lucía húmedo.

La rapidez en sus palabras y su falta de aliento eran propios de alguien que acababa de realizar una carrera.

—¿Y en dónde está entonces?

—No lo sé. Lleva desde ayer sin aparecer —aclaró. Bajó la vista hacia sus pies al descubierto—. Más bien, desde la madrugada de ayer…

La única comunicación obtenida con JaeHyun desde su ida era en la forma de un pequeño cronograma, conciso y específico, que detallaba cada uno de los lugares en los que debía estar a una hora particular. Ninguna palabra extra, ninguna nota de utilidad. Sin transporte propio, se vio obligado a tomar dinero prestado del cofre de madera que JaeHyun mantenía sobre una mesita de noche, al lado derecho de la cama tamaño king, y con ello se puso en marcha a su primer destino.   

Recordaba aún la manera extraña, hasta burlesca, en que le miraron todos los participantes del set fotográfico cuando llegó sin su usual acompañante, antes inseparable.

La forma en que todos le dieron la espalda y le empujaron a cambiarse de vestuario demasiado rápido, detrás de unas cortinas puestas a toda carrera. Los maliciosos comentarios por lo bajo de los demás modelos, veteranos en su área, que se rieron en su cara cuando intentó saludarles como siempre hacía cuando JaeHyun se mantenía a su lado. La frustración visible en los ojos del fotógrafo, el que le despachó apenas se cumplieron las primeras cincuenta tomas. No era la primera vez en que trabajaba con ellos, y varios permanecían en su retina como amables modelos con los que podía contar en caso de tener graves dificultades, ofrecimientos salidos incluso de sus propias palabras.

Cuando recibió un deliberado empujón de uno de ellos, sin embargo, aquellas palabras se hicieron polvo.

—¿Entonces tú tampoco sabes nada de él? ¿O…?

El rostro de DongYoung se contorsionó en una sonrisa demasiado amplia.

Una, extremadamente similar a la de JaeHyun.

¿O acaso me estás mintiendo?

Apretó los ojos con fuerza cuando las manos de Kim DongYoung le obligaron a mantener los brazos por sobre su cabeza, acorralado contra la misma puerta que acababa de abrir para dejarle entrar en el departamento. Gimió de dolor ante el contacto de aquellos dedos enterrándose en su piel. Cuando se vio obligado a entreabrir los ojos, debido a la presión ejercida en su mandíbula para que mantuviera la cabeza en alto, lo notó.

En los ojos de DongYoung vio otro reflejo, distinto al que estaba acostumbrado de tantas noches siendo sometido por las manos tortuosas de su mánager.

Era distinto pues, esta vez, estaba cargado de rabia y odio.

—Como al parecer estás solo, y no vendrá nadie a por ti, y eres un debilucho de primera, tendré contigo la conversación que debí tener contigo desde el primer minuto en que supe de tu existencia.

Contuvo la respiración, y DongYoung comenzó su perorata sin tapujos.

—Te acuestas con JaeHyun. No trates de mentirme, ya lo sé —le mantuvo la mirada, y no volvió a bajarla. DongYoung sonrió con incluso más fuerza, fuerza que se condijo con la presión que sus delgadas manos realizaban en su cuerpo—. Siempre supe que mi novio tuvo un pésimo gusto al elegirte como modelo, y tiene incluso peor gusto al tenerte de amante. Sigue siendo el mismo niñato estúpido de doce años, lleno de equivocaciones e inmadurez…

—¿Inmadurez? ¿Y cómo sabes eso?

—¿Cómo no saberlo, siendo que yo mismo lo formé como modelo estrella desde niño? —enmudeció por completo. Aquello le hizo a DongYoung tomar incluso más confianza que antes—. Lo conozco mucho más de lo que tú jamás lograrás conocerle. Y por lo mismo te digo, él no te quiere. No te querrá. Nunca.

—DongYoung-

—Él puede tener sexo contigo todo lo que quieras, y estaré bien con eso. Sé que solo lo hace para satisfacer su tremendo apetito sexual y, ¿sabes qué? Cuando acaba contigo viene siempre me llama, viene a por mí, y hacemos el amor hasta que ya no podemos más. Esa es la diferencia entre los dos.

El sastre mantuvo la sonrisa. Sintió los músculos tensos.

Aun así, no bajó la mirada cuando volvió a escucharle hablar.

—Conmigo hace el amor, y contigo solo tiene sexo. Y eres incapaz de hacer nada para cambiarlo, TaeYong.

La presión en sus brazos se deshizo cuando DongYoung hizo abandono del departamento. Su retirada le permitió al fin respirar. Doblándose sobre sus rodillas tosió hasta que la garganta comenzó a dolerle, y acarició la zona de la mandíbula donde aquellos dedos ajenos le habían tenido firmemente tomado. Se replegó contra uno de los sofás de cuero y se mantuvo allí, acurrucado, mientras el dolor en su cuerpo iba disminuyendo paulatinamente.

Cuando se fue por completo, la puerta principal se abrió otra vez. Creyó ver de nuevo el rostro de Kim DongYoung, burlesco, altanero, riéndose de su debilidad. Apretó los dientes y se levantó, al mismo tiempo que sus manos se tensaron por completo. Cuando intentó golpearle, sin embargo, fue detenido en seco. 

—¡TaeYong!

Y solo allí notó que la persona en el umbral de la puerta era otra.  

———

El viento se coló por la abertura parcial de la ventana del conductor, despeinándole los cabellos a JaeHyun mientras mantenía ambas manos sobre el manubrio. La aguja del velocímetro se desplazó hacia la derecha, el ruido del motor se hizo ensordecedor. Esquivó un par de autos y se situó en medio de la carretera, casi vacía por ser de madrugada.

Entonces, aceleró más.

—¡Jodido…!

Con su mano derecha convertida en un férreo puño golpeó el manubrio al escuchar un zumbido característico, el que se hizo notar por sobre el rugido del auto. Sin mirar, contestó la llamada y solo quitó los ojos de la carretera para apretar el botón del altavoz.

¿Dónde estás?

Frunció los labios y disminuyó la velocidad al encontrar la salida hacia la derecha que buscaba. El camino era más estrecho, pero estaba incluso más vacío que la vía principal en la que llevaba conduciendo largos minutos.

¿JaeHyun? ¿Por qué no me hablas? ¿Para qué mierda has contestado el teléfono entonces? ¿Y ese ruido de motor? No me digas que otra vez estás manejando a toda carrera sabiendo lo peligroso que-

Un simple toque en la pantalla del teléfono cortó en seco la comunicación con Kim DongYoung. El teléfono volvió a vibrar en más de una ocasión, y después de revisar en cada oportunidad de que se trataba de su ex mánager y actual novio, siguió realizando la misma acción automáticamente. Después de la décima llamada, no llegaron más. Para ese entonces estuvo fuera de su vehículo, con la espalda apoyada en él y con un cigarrillo entre los labios.

La llamada que esperaba, de Lee TaeYong, no hizo su aparición.

Las olas chocaron contra las rocas desperdigadas en la bahía. Pese al firmamento nocturno tapizado de nubes, la luz de la luna se coló por entremedio de algunas de ellas y se reflejó sobre el mar. Observó el brillo que causaba, desde la segura altura de la colina en que había estacionado.

Y recordó sucesos del distante pasado.

———

Jung JaeHyun se aseguró de aparcar más lejos de la entrada esta vez, y como medida extra dejó su vehículo en el estacionamiento subterráneo emplazado bajo el edificio de oficinas al que ingresó, mirando en ambas direcciones, fijándose en cada uno de los presentes. Llevaba apenas un par de meses como mánager, y sin embargo todos los de allí le saludaron: como responsable del éxito de Dong SiCheng, y más allá de su anterior carrera como modelo, algo de reconocimiento entre los demás representantes y directivos era natural dadas sus habilidades.

Suspiró al llegar al ascensor. Esta vez, al menos, no hubo ninguna interrupción indeseada a mitad de camino.

Cuando dobló a la izquierda en el pasillo que conducía a su oficina, retrocedió.

—¡JaeHyun! ¡Le estaba esperando!

—¿No te dije que dejaras de venir…?

Su rostro se mantuvo igual de sonriente. Si entendió algo, lo cual era más que probable dada su correcta pronunciación del idioma coreano, no lo dejó entrever.

—Sé mi mánager, por favor.

Demoró un par de segundos en finalmente seguir caminando hacia su oficina, pese a la figura maloliente y mal vestida de Lee TaeYong que una vez más se encontraba en medio de su camino. Era el séptimo día seguido de aquella rutina, mas, un escalofrío le recorrió la espalda cuando comprobó en un milisegundo que era la primera vez en verle avanzar tanto. Abrió la puerta con ayuda de sus llaves y se internó en su oficina privada, cerrándole la puerta en la cara al joven que no hizo ademán alguno de seguirle o insistir de nuevo. Y como nunca hacía, se aseguró de cerrar la puerta con llave detrás de sí.

El tiempo de trabajo se pasó rápido, a excepción de las ganas de ir al baño que suprimió a punta de concentración y esfuerzo: cualquier acción que significase el abandonar la seguridad de su oficina estaba descartada de forma automática. A las nueve en punto de la noche se estiró, apagó su computadora y al fin destrabó la puerta con lentitud.

Afuera no había nadie.

Descendió los pisos necesarios hasta llegar al lobby, y una vez allí marcó el número de Dong SiCheng. Le informó, mientras que con la otra mano se aseguraba de mantener el auto bien posicionado en la carretera, los avances del día. Pronto volvería a China y aquel trabajo lo haría frente a frente, acompañado de una conversación agradable y de algunos regalitos a su modelo, los que se aseguraría de darle en respuesta a su trabajo de excelencia sin par. Con eso en mente, comió las sobras del día anterior, se duchó, y durmió sin interrupciones.

Se presentó esta vez a las ocho en punto en el edificio donde trabajaba, mucho más temprano de lo usual. Sin tomar mayores medidas fue que se internó en el ascensor y subió cantarinamente hasta el piso número veinte, donde esta vez no vio ningún tipo de actividad extraña al llegar frente a su oficina. Una vez allí se aseguraría de cerrar como el día anterior y su día se vería mucho más brillante, en completa soledad. Giró el pomo, silbando bajito.

Abrió la puerta, y lo que vio le dejó mudo.

—JaeHyun, madrugaste. Buenos días.

El joven que estaba sentado tranquilamente sobre su escritorio, ataviado en un abrigo demasiado grande para su esquelético cuerpo, movió las piernas —a demasiada distancia como para pisar el suelo— de forma juguetona.  

Lee TaeYong parecía feliz.

—Déjame ser tu modelo. Promocióname. No te decepcionaré.

—¡¿Qué mierda haces en mi oficina?! —el chico que tenía delante de sus narices, con una pestilencia que le hizo arrugar otra vez la nariz, sonrió—. ¡¿Acaso no entiendes que no te quiero cerca de mí?!

—Dame una oportunidad. Tuve unas cuantas clases de modelaje cuando era pequeño. Sé de la industria —continuó, impasible—. Sé mi mánager, por favor-

—¿Y aún tienes el descaro de preguntármelo, siendo que no eres más que un vagabundo?

Le vio al fin enmudecer, y se acercó. Debido a la altura ganada por el escritorio, le miró a los ojos, e hizo su mayor esfuerzo por no realizar arcadas cuando se fijó en sus uñas sucias, o en el cabello con obvio aspecto de llevar días sin lavar.

—Te dije la primera vez que te vi que no tenía interés alguno en ayudarte. Y sigues insistiendo. Entraste a mi oficina sin autorización, y la verdad no sé cómo te colaste para llegar hasta acá. ¿Acaso la próxima vez me seguirás hasta mi casa?

—¿Puedo hacerlo?

—¡Por supuesto que no! ¡Es mi privacidad! —se exasperó—. Y además aunque lo hagas no sacarás nada de provecho. Ya patrocino a alguien. Dong SiCheng basta y sobra para mí.

—¿SiCheng…? ¿Quién es-?

—¿Es que no oíste? ¡¡Ya vete!!

En un arranque lo tomó por las muñecas, con el objetivo claro de sacarle de ahí empleando la fuerza: las palabras, de alguna forma, no llegaban a sus oídos. Fue ahí que TaeYong dejó de sonreír, y le miró con total seriedad.

Tanta, que le dieron escalofríos.

No vuelvas a tocarme.

Le vio irse. No hizo nada para detenerlo. Pronto, sumido entre papeleo y llamadas telefónicas a distintas empresas que requerían de un modelo como Dong SiCheng, olvidó todo el asunto. Al día siguiente ingresó otra vez al edificio, apurado tras un retraso en el tráfico que le había quitado valiosos minutos.

Uno de los recepcionistas le detuvo.  

—Señor JaeHyun, un hombre le busca. Dice que lo necesita con urgencia y que le conoce, pero no creo que esté diciendo la verdad, es que… es alguien extraño.

Volteó automáticamente. No demoró ni dos segundos en encontrarle entre todos los rostros que, confusos, tenían como centro de atención a un chico mal vestido, desarreglado, que sin embargo ya no lucía tan mal como antes. Cuando le vio acercarse, no sintió el olorcillo terrible que le caracterizaba; a su alrededor flotaba esta vez un aroma a colonia barata, demasiado fuerte, que sin embargo no fue el motivo principal por el cual retrocedió de nuevo.

Fue más bien, su mera presencia.

—JaeHyun, sé mi mánager.   

———

Al devolverse desde el borde costero al departamento —tras un largo camino conduciendo a toda velocidad—, y encontrarse con TaeYong a punto de aventarle un claro puñetazo, reaccionó instantáneamente de la misma manera que en años atrás: agarró con firmeza sus muñecas e impidió de esa forma que el golpe sucediera.

Y la mirada de TaeYong junto con sus palabras, también, fueron las mismas.

—No vuelvas a tocarme.

Lo soltó. Toda posibilidad de autoritarismo se hizo polvo. Notó lo blanquecino de sus nudillos, su ceño fruncido, como también sus pupilas fijas y determinadas.

Fue un espejismo que duró poco.

—Oh… dios, no pensé que eras tú, JaeHyun. Yo… yo…

Lo sostuvo contra su pecho, mudo de la impresión. Sintió las manos de TaeYong aferrándose a su cuerpo, y pronto unos sollozos interrumpieron el silencio de la madrugada.

—¿Estás bien? —susurró, después de unos segundos—. ¿Qué sucedió?

DongYoung…

No fue necesario escuchar más; las lágrimas acumuladas en la garganta de TaeYong también le impidieron aquello, aunque con tan solo escuchar aquel nombre fue que JaeHyun se formó una idea general en su cabeza.

Idea, respaldada en la respuesta en forma de mensaje de texto que había recibido en la bahía, y que constituyó la razón principal por la que se devolvió a toda carrera.

Voy a tu departamento. Más te vale que ahora me oigas, JaeHyun. No puedes venir y decirme que “estás confundido” así como así, menos por un burdo mensaje de texto.

Y si encuentro a TaeYong ahí, te aseguro que eliminaré la causa de la confusión allí mismo.

—Tranquilo, no me iré, no si no quieres…

Lo acunó entre sus brazos hasta que los sollozos se detuvieron, lo que no sucedió mucho tiempo después. Le miró levantar la barbilla, hasta que miró sus pupilas ahora temblorosas. Sonrió al reconocer en él a su modelo, Lee TaeYong, que distaba millas de aquel insistente e intimidante vagabundo que en un principio conoció.

Las palabras de Kun resonaron en su mente.

Maldito violador”

Esperó unos instantes, pero nada le indicó que algo hubiera cambiado entre los dos después de aquellos dichos.

Quiso asegurarse de que así fuera, acercándose a su rostro casi perfecto.

…No me iré.

Y lo hizo a través de un suave y húmedo beso en sus labios, con sabor a añoranza, el que TaeYong correspondió por completo. 


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