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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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TaeYong suspiró cuando pudo al fin cerrar la puerta del dormitorio desconocido tras de sí y se deslizó por la puerta hasta llegar al suelo, donde apegó las rodillas a su pecho, replegándose contra sí mismo. Acercó sus palmas y dejó su caliente aliento fluir sobre ellas para friccionarlas con fuerza, tan frías estaban que apenas logró encajar la llave en la cerradura; hasta entregar el poco dinero que tenía en los bolsillos de la delgada chaqueta a la encargada del hotel de mala muerte se trató de una experiencia dolorosa para sus entumecidos dedos. Levantó la vista hacia la ventana con las cortinas descorridas. Casi podía ver el amanecer apareciendo en el horizonte.

—Mierda…

Se quejó involuntariamente cuando sacó sus zapatos descuidadamente para darle un pequeño respiro a sus adoloridos pies después de tanta caminata. Ya no tenía necesidad de moverse hasta el día siguiente, cuando la agenda como modelo nuevamente comenzara y tuviera que ver el autoritario rostro de JaeHyun transformándose en uno inocentón frente a todos los demás. Flexionó sus dedos solo para volverlos a estirar, intentado que la sangre circulara de nuevo y le calentara un poco las heladas extremidades. Tiritó y se apegó más a sí mismo, sin energías para siquiera volver a levantarse para recostarse en la visiblemente dura cama de hotel.

Llevaba horas caminando, tratando de encontrar un lugar para pasar la noche que le alcanzara con los billetes que JaeHyun le tendió casi con sorna antes de subirse en su lujoso auto de vidrios polarizados y marcharse, dejándole en un rincón de Seúl en el cual no se orientaba bien. Había tenido que volver a golpear puertas, sonriendo con tristeza cada vez que se topaba con que los hoteles estaban llenos o eran demasiado para su corto presupuesto. Ni siquiera tenía ánimos para revisar cuántas horas había usado buscando un lugar en el cual refugiarse. Tal vez a JaeHyun le gustaba verle así de desesperado y, si era así, que se fuese a la mierda. Pasó las heladas manos por sus cabellos, molesto como hace tiempo no se ponía.

Tenían un contrato con su mánager, sí, pero esa condenada hoja de papel no estipulaba que podía ser humillado de las maneras tan sutiles pero demoledoras como por las cuales estaba pasando. Cerró los ojos, tratando de olvidar. La verdad, sí lo decía; aunque tratara de obviarlo, JaeHyun solo estaba realizando una de las tantas cosas que le advirtió que haría si juntaban sus vidas a través de un contrato de trabajo.

Y a las cuales accedió, iluso.

“—¿Estás de acuerdo? Una vez firmes esto no hay vuelta atrás. Me aseguraré de ello

—Lo estoy, no quiero meterme en un dilema legal contigo así que…

—Si faltas al contrato un par de abogados persiguiéndote con la rigurosidad de la ley será el problema más pequeño que tengas, créeme. Así que firma solo si estás completamente seguro.

La pluma bailó entre sus dedos, sudoroso, sintiendo que terminaría por resbalar en cualquier momento. JaeHyun le miró intensamente con la cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha, recostado contra el sillón de cuero y  cruzado de brazos, en un silencio casi total interrumpido solo por las palabras que bulleron de la boca del que, ansiaba, fuera su mánager.

Bloqueó su perorata fácilmente y simplemente realizó unas volutas en el espacio indicado con ayuda de la tinta que fluyó desde la pluma, sellando para siempre el contrato. Era mejor realizar las cosas de una vez. Se quedó mirando el trazo irregular sobre el papel por unos segundos antes de levantar la vista.

JaeHyun, apoyado repentinamente con los codos sobre el escritorio y acortando la distancia entre ambos, sonrió. Le dieron escalofríos por una razón que no supo definir.

—¿Cuándo comenzamos? —preguntó, correspondiendo a su sonrisa.

Probablemente tendría que pasar por un arduo programa de entrenamiento para el modelaje, y más si la reputación de JaeHyun estaba en juego. Horas sin dormir, sin comer, practicando cada una de sus expresiones al espejo por horas, aprendiendo nuevas poses y formas de caminar que pudieran realzar su natural atractivo y así convertirse en uno de los mejores modelos: estaba dispuesto a sacrificar muchas cosas por lograr su sueño

Con eso en mente, fue capaz de poner toda su atención en lo que pasaba a su alrededor. JaeHyun se acercó más incluso de lo que era posible y le susurró con un deje de suficiencia.

—Ahora mismo.

Fue la primera vez en que, a través de la presión que esas manos grandes ejercieron en su barbilla, se vio obligado por JaeHyun a corresponder un febril y arrebatado beso”

Los términos fueron simples. Los repasó mentalmente —memorizados producto a la infinidad de veces que había leído esa hoja ahora arrugada por el uso—, mientras veía el amanecer extenderse fatigosamente a través del cielo tras la ventana.

El color del firmamento muy similar a la primera vez en que tuvieron sexo, hace unos cuantos meses, solo momentos después de firmar aquel infame papel de apenas cinco puntos.

1. A partir del momento en que este contrato sea firmado por ambas partes, el señor Lee TaeYong (desde ahora en adelante, el modelo) queda exento de cualquier tipo de voluntad propia mientras se encuentre en presencia de Jung JaeHyun (desde ahora en adelante, el mánager), quien tiene facultad única e intransferible de ordenar sus lineamientos y forma de actuar.

2. El punto 1 es válido tanto dentro como fuera del trabajo. No se aceptan quejas, sugerencias, demandas de atención ni el más mínimo reclamo, aun cuando las órdenes carezcan de sentido para el modelo. No existen límites en qué tipo de mandatos pueda realizar el mánager ni tampoco en qué tipo de contextos sociales o de horarios sean pedidos.

3. Se establece un compromiso de que el modelo pueda llegar al estrellato en un tiempo no superior a dos años, los que incluyen entrenamiento tanto de habilidades para el trabajo como actitudinales, a fin de que se encuentre lo más capacitado posible para el trabajo. Durante este período cualquier tipo de ganancia irá a los fondos del modelo, los cuales serán administrados por el mánager sin que el primero pueda cuestionar su autoridad.

4. El incumplimiento de cualquiera de estos puntos acarreará las consecuencias que el mánager estime conveniente.

5. El mánager, si así lo desea, tiene el derecho exclusivo de finalizar el contrato sin perjuicio para ambas partes. En caso de que el modelo manifieste querer terminar con la relación de trabajo sin tener un fundamento de fuerza mayor, se aplicará el criterio informado en el punto 4.

Los cinco apartados que constituían su calvario, su verdadero infierno en tierra. Ya era poco más de medio año viviendo de aquella forma, acatando todas las órdenes que JaeHyun le daba sin rechistar ni un poco. No era como si no estuviese dando frutos porque al fin tenía lo suficiente para vivir como una persona decente, mas, ¿de qué servía cuando no era capaz de disponer él mismo su dinero de la manera en que le viniese en gana? Sacó los pocos billetes que le quedaban después de haber pagado su estancia en el hotel además de una sopa instantánea para comer más tarde, cuando el ardor en su estómago demandante por comida se hiciera más insoportable de lo que ya era; suspirando, comprobó que con suerte le alcanzaría para pagar un taxi cuando tuviera que desplazarse hasta el próximo lugar de trabajo. Volvió a guardarse los billetes y a duras penas se levantó para recostarse en la fría cama, sin ánimo de caminar hasta la ventana para cerrar las cortinas y de esa forma dejar afuera la luz de la mañana que poco a poco inundaba la habitación En vez de eso simplemente se desvistió y se acostó bajo las mantas, pasándolas por encima de su cabeza, ocultándose por completo.

Durmió a intervalos irregulares, soñando con el pasado, sintiendo la fría lluvia sobre su piel y el punzante dolor en la planta de sus pies por tanto caminar día y noche. El sudor pegándose a las mantas le recordó en cada oportunidad que despertaba que esas experiencias estaban ya muy lejos, pero su subconsciente continuó impidiéndole dormir de manera apropiada. Antes de que se diera cuenta ya estaba sentado sobre las mantas, con las piernas apegadas al cuerpo mientras devoraba los largos fideos instantáneos con el hambre que le carcomía las entrañas. Afuera, la tonalidad rojiza del cielo hacía de buena compañía, con matices cálidos que de cierta forma terminaron por calmarle y hacerle sentir que no estaba tan solo en el mundo. Terminó su comida, ni cerca de estar completamente satisfecho, y apoyó su barbilla en sus rodillas apegadas a su pecho rodeando al mismo tiempo sus piernas con los brazos.

La oscuridad que inundó el cuarto fue el mejor indicador de que su día libre había finalizado. Hace meses que no tenía uno, mas no tenía idea alguna de cómo aprovecharlo. Tampoco tenía los fondos suficientes para ir a ver una película, ni menos para ir de compras o siquiera para intentar un nuevo platillo porque aunque amase cocinar no tenía lugar fijo donde vivir, y un hotel como los que solía frecuentar definitivamente no era un lugar idóneo para ello, con una cafetera disponible si contaba con mucha suerte. Salir fuera por cuenta propia tampoco parecía tan buena idea considerando que apenas sí tenía energía para mantenerse despierto. Mordió su labio inferior. JaeHyun probablemente le había dejado a propósito sin siquiera una clase de entrenamiento en modelaje como las que solía tener casi a diario. Si quería hacerle sentir completamente abandonado pues excelente, tendría que felicitarle por lograr su objetivo.

Casi pegó un grito cuando su celular vibró con insistencia. Arrastrándose un poco hacia el dispositivo caído en la sucia alfombra lo levantó y deslizó con su dedo pulgar para responder; aunque realmente no quisiera hacerlo, debía. No contestar sería mil veces peor.

—¿JaeHyun…?

—¿Dónde estás?

Repasó con la mirada cada centímetro de la habitación en un instante, buscando frenéticamente si caso había una cámara allí que le estuviera espiando. Nada. Tragando saliva, respondió.

—En… en un parque, ¿por qué-

—No me mientas. Dime dónde estás.

—¿No que era mi día libre? —le tembló el labio inferior y arrugó las mantas con sus manos. Estaba siendo increíblemente irrespetuoso, pero debía arriesgarse. Quería estar un día lejos de su presencia—. Simplemente mándame por mensaje de texto el lugar al que debo asistir mañana e iré…

—TaeYong, tu día libre ya terminó. Es de noche. Dime tu ubicación exacta, no estoy jugando.

Fue incapaz de negarse y, apenas media hora de terminada la llamada, tuvo que salir al exterior del hotel por primera vez desde que había ingresado. Un auto que conocía bien se encontraba estacionado en la calle del frente y cruzó a paso lentísimo en su dirección. Cuando entró a salvo a la cabina del copiloto fue que suspiró por su mala suerte. Seguía vivo.

A veces no quería estarlo.

—¿Cómo has estado? ¿Has comido apropiadamente?

Parpadeó, obligándose a no contestar las palabras aparentemente dulces de JaeHyun. Ni siquiera volteó a verle.

—Supongo que eso es un no. Entonces…

El motor se puso en marcha y dejaron atrás el hotel, adentrándose en calles que no conocía. Comprobó con alivio que no era aquel lugar plagado de moteles de mala muerte al que anteriormente le había llevado, sino que se trataba de un barrio lleno de vida nocturna, con autos parecidos al que JaeHyun poseía  recorriendo las calles increíblemente limpias y decoradas con buen gusto. La velocidad disminuyó y alcanzó a leer uno de los letreros y notó, más que sorprendido, que se trataba del restaurant que los otros modelos presentes en algunos de los rodajes —mucho más experimentados que él mismo— mencionaban como el mejor lugar en toda la ciudad para salir a comer. Aparcaron frente a él. Se hundió en su asiento cuando la puerta del copiloto se abrió y JaeHyun le tendió la mano.

—¿Vamos a comer acá? —susurró, levantando apenas la vista, incapaz de comprobar la expresión del rostro de su mánager. Se fijó en su mano de fuertes nudillos, invitándole a que la tomara.

—Te lo debía. Vamos, TaeYong. Necesitas alimentarte.

Alzó su rostro lo suficiente para notar aquella sonrisa de hoyuelos tan característica incluso más amplia de lo normal. El súbito cambio de ánimo le dio escalofríos. Tan solo una hora atrás su voz había sonado tan autoritaria y ahora era tan aterciopelada que no demoró ni dos segundos en salir del auto, sosteniendo su mano con nerviosismo, aún desconfiado.

Ante todo era mejor obedecer. Debía recordarlo.

Captó por el rabillo del ojo el tipo de personas que entraban al restaurant en cuestión, para acto seguido ver el opulento traje que JaeHyun llevaba puesto —uno de los tantos que poseía, cada uno más esplendoroso que el anterior—, y finalmente bajó la vista hasta sus propias ropas. Todavía llevaba el mismo atuendo informal que había utilizado en la entrevista del día anterior. Se soltó de la mano de JaeHyun.

—¿Qué pasa?

—No puedo entrar así —musitó, replegándose contra el auto, queriendo volver a su cálido interior. Su mánager era quien le hacía entrega de lo que debía utilizar día tras día. Por enésima vez odió su vida, tan controlada y restrictiva—. No estoy vestido apropiadamente.

Bajó la vista hacia el piso, sin embargo, un suave pero al mismo tiempo férreo agarre en su barbilla le impidió mantener esa posición por mucho tiempo. Vio su mirada asustada reflejándose en los almendrados ojos de su mánager, quien sonreía.

—Si te complica demasiado pediré una mesa apartada, ¿sí? Pero déjame decirte que incluso así te ves precioso. No esperaría menos de mi modelo.

No fue capaz de suprimir la sonrisa que espontáneamente brotó a sus labios, sintiéndose ligeramente avergonzado. Feliz. Las tenues notas de alegría se mantuvieron allí durante toda la cena, sentados en el rincón más lejano del restaurant, en un mutismo que sin embargo no se sintió incómodo. Tuvo la libertad de pedir lo que quisiera y se decantó por una parrillada estilo coreana que se devoró en cosa de escasos minutos, ante la mirada divertida de su mánager. Ni un gesto de incomodidad apareció en su rostro cuando llegó la hora de pagar la cuenta, la que ascendía a una suma muchísimo más alta de la que jamás hubiese pensado, y con un simple deslizamiento de una de sus tarjetas salieron del lugar. El frío del exterior le obligó a mantenerse más apegado a JaeHyun de lo que quería inicialmente, mas no volvió a tomar esa mano de fuertes nudillos porque a pesar de lo feliz que estaba había algo que no calzaba en toda aquella ilusión de una relación laboral pacífica y perfecta. 

Lo supo cuando finalmente llegaron de vuelta al hotel y JaeHyun pidió que les movieran a una habitación con dos camas individuales, donde el más alto se adueñó de una de ellas, colocando una pequeña maleta sobre la dura superficie. Después de tomar una ducha y calzarse unos bóxers junto con una holgada camiseta vieja que JaeHyun le pasó a modo de pijama fue que se atrevió a romper el silencio.

—Pensé que irías a tu casa… —susurró, curioso.

Sabía que JaeHyun sí tenía hogar propio, pero además de ello no conocía más detalles. Probablemente era una mansión gigantesca, o eso podía imaginar desde la primera vez que notó los aires lujosos que envolvían todas las cosas que poseía: el auto de vidrios polarizados, relojes costosos, trajes perfectamente planchados, capacidad monetaria para cenar en el mejor restaurant de todo Seúl.

Tamborileó con sus dedos sobre las mantas mientras le veía quitarse la camisa para dejar al descubierto sus tonificados músculos abdominales. No retrocedió al verle desnudarse. Por algún motivo, no creyó posible que JaeHyun le obligara a tener sexo como siempre hacía; estaba siendo demasiado gentil y, por primera vez, quiso creer en esa bondad.

—Es muy tarde —notó sus ojeras cuando sus miradas se encontraron—. Llevo días sin ir, así que cuando vuelva probablemente me demore horas limpiándola. Otra noche fuera no hará la diferencia monetariamente hablando, así que...

Su mente urdió solo un escenario posible —porque por alguna razón su mánager no había pasado el día ni la noche anterior en su hogar— y sonriendo para apaciguar su rostro cansado pero tranquilo al mismo tiempo, habló.

Más de la cuenta.

—¿Estuviste coordinando eventos para mí? ¿Es por eso que no fuiste a tu casa, JaeHyun?

El último rastro de calma en el rostro del más alto desapareció y creyó ver por un segundo algo más en sus ojos. Algo que pasó demasiado rápido como para identificar qué era, pero definitivamente una emoción nueva. Desconcertante.

—Suficiente charla por hoy. Pondré la alarma a las seis de la mañana. Duérmete ya.

El ceño fruncido de JaeHyun no desapareció hasta varias horas después, cuando en medio de la noche TaeYong despertó y le vio dormir pacíficamente en la cama contigua. Llevaba meses bajo su tutela pero seguía sin entender ninguno de sus cambios erráticos de humor, tan imprevisibles que debía agudizar todos sus sentidos para no hacerle explotar de rabia de un momento a otro.

Mas, cuando le veía así de tranquilo, en ocasiones que nunca duraban lo suficiente… no podía evitar pensar que quizá había muchas cosas que no conocía de él. Y que, aunque no tuviese la obligación de, quería saberlo todo para intentar comprenderle mejor.

Como dónde había estado durante todo el día.

———

—Deberías dejar de fumar. Arruinas mi departamento con tu humo.

—Solo fumo cuando estoy contigo… es un mal hábito.

Sonrió levantando una de las comisuras de sus labios mientras que, con el cuerpo aún débil después de los jadeos, el choque de sus pieles y la sensación aún palpitante de tener a JaeHyun dentro aun, se arrastró hacia el borde de la cama. Rodeó el cuerpo del mánager con los brazos antes de buscar su rostro y atrapar sus labios en un húmedo beso embriagado en nicotina.

Fuera un mal hábito o una adicción, estaba más que bien consigo mismo.

—Pero a decir verdad me gustan más tus besos con sabor a cigarrillo.

—Eres raro, DongYoung.

—Lo sé.

Recostó su cabeza en el regazo del más alto, y aprovechó de repasar la mirada por cada centímetro de los tonificados músculos de su abdomen. El sabor a picor en su boca no le duró mucho, siempre era efímero. Sin embargo, a pesar de lo poco que duraba aquella sensación amarga en sus labios, era algo que esperaba con ansias.

Era el único capaz de probar esa esencia directamente de la boca de JaeHyun.

—Sal —instó JaeHyun, alargando su brazo y apagando el cigarrillo con fuerza en el cenicero de la mesita de noche. No se movió de su regazo—. Debo irme y me estás retrasando.

—¿Tienes acaso algo que hacer a las ocho de la noche? Hoy tuviste libre, podrías cancelarlo todo y volver a quedarte conmigo durante todo el día de mañana. O incluso dormir conmigo antes de que vuelvas a la rutina —sonrió, inocente—. Hazlo. Quédate.

Desde el ángulo en que estaba, lo notó. Sus pupilas temblaron tal como en los viejos tiempos. Los años pasaban pero el miedo seguía ahí, unido de forma intrínseca, despedazándolo hasta convertirle en un pequeño animalillo indefenso.

Le gustaba demasiado verle así.

—No, no me quedaré.

Apenas un parpadeo y la ilusión de verle replegado en un rincón se desvaneció en el aire. Suspiró, encogiéndose de hombros.

—Ah, lástima —respondió, alejándose finalmente del más alto. 

JaeHyun se levantó y recogió los pantalones tirados en un rincón, deslizándolos por sus piernas hasta ocultarlas del ojo público. Admiró su forma porque no había tela capaz de eliminar su imagen mental acerca de su fibroso cuerpo; lo conocía de memoria.

—Tráeme pizza de nuevo la próxima vez que vengas —murmuró—. La del otro día estaba deliciosa.

—Como digas.

Rodó sobre sí mismo hasta quedar boca abajo en la cama, donde apoyó el mentón sobre sus manos fuertemente entrelazadas.

Y sonrió.

—…Pero esta vez no la compartas con él, ¿quieres?

Le vio dejar de abrocharse los pantalones en el acto y quedarse completamente estático. No era necesario levantarse para mirarle a la cara; ya podía adivinar su expresión.

Podía adivinar muchas cosas después de los innumerables momentos juntos.

—Me imagino que no estarás teniendo sexo con él —susurró, sonriente—, porque no sería nada lindo que engañaras a tu novio de tantos años tan descaradamente, debo decir…

El silencio inundándolo todo, donde antes allí solían haber besos, caricias, miradas cómplices, hasta carcajadas de vez en cuando; sin embargo, la quietud no estaba tan mal si llegaba en reemplazo de quejidos y llantos inútiles.

Ya no tenía paciencia para esas estupideces.

Cuando JaeHyun se dio la vuelta y sus ojos se encontraron, los adorables hoyuelos de sus mejillas hicieron acto de presencia al desplegarse una sonrisa en sus labios. Se despidió y le vio marchar, siendo que antes solía quedarse más tiempo ahí, enredado entre sus sábanas. Lástima. No fue necesario escuchar su respuesta ante la duda que tenía porque, para bien o para mal, el silencio decía mucho más que las palabras.

Y tanto la culpabilidad como el miedo reflejado en sus ojos almendrados lo decían todo. 

 

Notas finales:

¡Hola! Han pasado 84 años (?) perdón por la demora </3 Si desean dejar un comentario se los agradecería muchísimos, ¡nos vemos! 


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