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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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Repasó por enésima vez que su peinado estuviera correctamente arreglado: cada uno de sus mechones de color azabache debían permanecer fijos en su lugar si es que quería lograr una buena impresión. Alisó con ayuda de sus dedos unos cuantos pelos que parecían sobresalir y entonces, satisfecho, dio los últimos retoques a su maquillaje. Odiaba tener que esmerarse tanto en ello, pero lastimosamente no había forma de oponerse.

JaeHyun llegaría dentro de poco, y por lo mismo debía estar impecable.

Sus instrucciones fueron claras justo antes de que se despidieran en la puerta del edificio donde actualmente estaba residiendo. La estancia era apenas lo suficientemente cómoda como para cambiarse de ropa sin chocar con las paredes en el proceso, pero a pesar de sus limitaciones cumplía bien su función; todos los días el levantarse a las seis de la mañana y el devolverse recién a eso de las diez de la noche hacían imposible el fijarse realmente en el estado del lugar. Aunque una cosa era segura. Era imposible que su mánager viviera en algo remotamente parecido a aquello, tan carente de servicios básicos como una cocina o una lavadora, y tan pequeño que lo único que realmente cabía allí además de su presencia y la cama individual donde dormía a intervalos era un televisor empotrado a la pared. Ni siquiera la ventana minúscula que ocupaba la pared del fondo era suficiente para eliminar la sensación de asfixia cada vez que volvía a su “hogar”, pues la vista estaba magistralmente tapada por la estructura del edificio vecino. Apenas llevaba una semana viviendo allí, pero ya lo detestaba. La sensación ligeramente claustrofóbica que emanaba el lugar era suficiente para perturbar su sueño por las noches.

Tal vez, solo tal vez, JaeHyun aún seguía empecinado en castigarle después de haber conocido a Yuta y —en un acto que todavía se reprochaba a sí mismo por lo estúpido que había sido— haber aceptado, indirectamente, el posar desnudo para él algún día.

O tal vez solo quería hacerle percibir la sensación de encierro por mera diversión; de transmitir, a través de un espacio físico, lo que ya sentía cada día bajo su tutela.

Fuera como fuera, lo estaba logrando. Y con creces.

Una vez estuvo satisfecho con su aspecto se sentó al borde de la cama, teléfono en mano. El reloj indicaba las nueve y media en punto; JaeHyun no tardaría en llegar y en abrirle la puerta del copiloto para llevarle al que, según sus propias palabras, era una de las tantas fiestas a las que tendría que acostumbrarse a ir si quería conseguir su rincón en el mundo de la moda. Asistir no era de ninguna forma una idea que le agradara, pero de nuevo, no podía negarse. Solo esperaba que pasara lo más rápido posible y se devolviera pronto a la cama donde se encontraba sentado; el día de mañana comenzaría a las seis en punto, como siempre, y realmente necesitaba dormir todas las horas que pudiese antes de empezar nuevamente con la rutina.

Sin embargo, sus deseos se vieron truncados con el correr del tiempo. Los diez minutos de atraso se convirtieron en veinte, y luego en treinta; para cuando casi se iba a cumplir una hora esperando en el mismo lugar estuvo a punto de llamarle y preguntar qué sucedía, mas, su dedo índice quedó flotando tembloroso por sobre la pantalla táctil, a la altura del ícono que necesitaba para contactarse con él.

¿Y qué tal si por llamar terminaba por hacerle explotar en ira? ¿Qué pasaría si había tenido un contratiempo y sabía perfectamente que llegaría tarde, por lo que no necesitaba a nadie que se lo recordase? ¿Qué sucedería si JaeHyun lo tomaba como una insolencia de su parte?

Tragando saliva, supo en un segundo que ninguna de esas interrogantes era tan perturbadora como la última opción que yacía en el fondo de su mente.

¿Qué haría si la razón por la cual se atrasaba tanto era porque efectivamente se encontraba junto a otra persona, tal y como había dicho la presentadora que les había entrevistado semanas atrás?

Removió forzosamente aquellos pensamientos y simplemente dejó que el sopor de la noche (contrastante con el brillo de las lentejuelas de su atuendo sin estrenar y también con las conversaciones de los vecinos de al lado) le envolviera en un sueño, en uno que fuese capaz de silenciar a su cabeza que bullía por imaginar escenarios en los que JaeHyun era protagonista: encontrándose probablemente con una chica hermosa a la que probablemente le haría el amor, tratándola bien, siendo al fin una persona gentil con alguien y sonriéndole de forma sincera. Casi podía verlo, y le enfermaba. Por eso fue que cerró los ojos y se dejó arrastrar por la somnolencia acumulada en sus huesos, resignado a no salir por esa noche, y a que todos sus esfuerzos frente al espejo habían sido en vano.

Una fuerte vibración en su mano derecha le despertó pronto, no fue ni siquiera necesario responder. Antes de que la llamada terminase ya estaba fuera del edificio, y divisó el lujoso auto de su mánager estacionado a pocos metros de distancia. Aguantó la respiración al entrar, esperando escuchar el porqué de su retraso.

Pronto descubrió, sin embargo, la inocencia contenida en aquel anhelo imposible de cumplir.

—Ponte el cinturón —le escuchó decir con la vista puesta en el volante—. Vamos atrasados así que conduciré rápido.

Mas, al obedecer y escuchar a continuación el bramido del motor andando, creyó oír un susurro de su parte, demasiado suave como para confirmarlo.

—…Luces bien hoy, TaeYong.

Y emprendieron el viaje en silencio.

———

El retumbar de la música hizo que retrocediera tan solo un poco; la mano de JaeHyun en su hombro le impidió salir corriendo tal como fervientemente quería. No fue necesario observar por mucho tiempo a los presentes, porque reconoció a varios en un instante. Modelos, mánagers, e incluso fotógrafos con los que había trabajado anteriormente se agolpaban allí, bajo la influencia de las luces estroboscópicas y el ritmo de los beats que estremecían su pecho.

—TaeYong, sonríe. Sé amable. Haz como si la estuvieras pasando bien, ¿oíste?

Algo en los oscuros ojos de JaeHyun le obligó a tragar saliva y asentir en silencio; mas, cuando se disponía a caminar en dirección a la barra para pedir un trago y ponerse a tono con el ambiente, la presión en su hombro se hizo más intensa que nunca, impidiéndoselo.

Y entonces, escuchó un susurro que le hizo cosquillas en la oreja.

—Ni una gota de alcohol. No te fíes de las personas de acá, no dudarían ni un segundo en alterar tu bebida. Un escándalo es lo que menos necesitamos ahora.

—¿Pero entonces para qué venimos? —espetó, girando la cabeza lo suficiente para devolverle la mirada otra vez—. No me gustan las fiestas, y es peligroso, y…

Sintió la mano de JaeHyun cernida en su muñeca, y sin previo aviso aquella misma fuerza fue suficiente para desplazarle en contra de su voluntad hacia una de las esquinas del recinto. La queja que estaba a punto de prorrumpir se quedó estancada a nivel de su garganta.

Su mánager le miraba totalmente en serio.

—A mí tampoco me gustan, pero es necesario —cuchicheó lo suficientemente alto para ser oído a pesar de la música estridente—. No solo hay modelos acá, ya vi a un par de editores de grandes revistas. Si logras captar su atención y los impresionas créeme que te beneficiará, y a mí también.

—¿Debo acercarme sin más? —los nervios comenzaron lentamente a aparecer en la superficie, haciendo que sus rodillas temblaran tan solo un poco—. ¿Empezar una conversación o…?

Los ojos de JaeHyun se abrieron de par en par en ese preciso instante, y le vio sacar su moderno equipo móvil del bolsillo del pantalón. Por la forma en que sus pupilas parecieron temblar por un instante, mostrando una debilidad nunca antes vista, supo que algo andaba mal.

Y pronto lo confirmó.

—Me tengo que ir.

—¡¿Qué?!   

JaeHyun pasó por su lado, ignorándole magistralmente, y a duras penas pudo alcanzarle al cruzar la puerta que separaba al recinto subterráneo del pasillo vacío. Aún no llegaba el ascensor que llevaba a la planta base del edificio en que se encontraban, ubicado en medio de un sector prestigioso de Seúl, por lo que aprovechó el momento para detenerle, nervioso.

—No me puedes dejar acá, no conozco a nadie y no sé cómo llegar de vuelta a mi ho-

—Llama a un taxi si tienes muchos problemas, pero quédate —JaeHyun pronunció de forma autoritaria, sin dar cabida a réplicas—. Necesitas aprender a moverte en este mundo, conseguir nuevos contratos por tu cuenta, hacerte un nombre. De nada servirán mis contactos si no los sabes aprovechar y, ¿sabes qué pasará después?

—No… —susurró, confundido. El ascensor abrió sus puertas, pero JaeHyun no dio pista alguna de haberlo notado a sus espaldas—. No lo sé.

—Te convertirás en una carga. Y odio las cargas.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron y vio su condescendiente sonrisa por última vez, solo en ese instante, pudo dejar salir su frustración en forma de un rezongo y darse media vuelta para volver a internarse en la fiesta.

Porque si JaeHyun le ordenaba algo como aquello, aunque fuese de esa forma tan fría e hiriente, era mejor que obedeciera.

———

Para cuando tocaron las doce de la noche, sin embargo, seguía sin moverse del sofá ubicado en un pequeño rincón, que era ocupado también por personas que iban y venían a las que, desgraciadamente, no encontraba valor suficiente como para hablar. Dio un pequeño sorbo a la lata que traía entre manos; JaeHyun no se encontraba allí por lo que jamás se enteraría. Además, tan solo era una burda bebida energética, algo que le permitía reunir fuerzas suficientes como para soportar el estar en aquel lugar por al menos un par de horas más. Ya encontraría la forma de levantarse y dirigirle la palabra a alguno de los presentes. Por ahora, sin embargo, estaba lo suficientemente tranquilo con algo como aquello, con solo dejarse llevar por la música y vaciar su mente de las palabras que se pegaban a ella como si estuviesen empapadas de pegamento.

“Te convertirás en una carga”

Apuró el resto de la lata, deseando que su contenido fuese distinto para olvidarse al menos por unos instantes de la incesante voz de su mánager.  Conocía su mal temperamento, su forma de atacar justo en sus puntos débiles, y la sensación imborrable de estar siendo manipulado por alguien experimentado en el tema.

Entonces, ¿por qué estaba siendo especialmente doloroso en esta ocasión?

—¡Lee TaeYong! ¡Qué sorpresa verte por aquí sin ese pesado de JaeHyun!

El líquido que aún mantenía en su garganta terminó por hacerle toser, atragantado gracias a la sorpresiva voz del hombre que tenía al frente. Sintió una mano ajena palmoteándole la espalda, seguido de una carcajada audible a pesar de la estruendosa música.

—No pensé que llegaría a asustarte a tal nivel, ¿tan horrendo me veo?

—Lo sien... —una nueva seguidilla de toses le interrumpió, y solo cuando las lágrimas casi saltaron a sus ojos fue cuando pudo retomar la palabra—.  Lo siento, señor Yuta, no es nada de eso, es solo que no esperaba verle aquí.

Las carcajadas aumentaron varios tonos de volumen, e hizo que las personas que ocupaban el resto de sofá lo desocuparan en un santiamén, no sin antes dar varias miraditas de desaprobación. Nakamoto Yuta aprovechó el momento y se sentó a su lado, intentando contener la risa.

—No puedo creer que me acabas de llamar “señor”, dios, TaeYong, debemos de tener la misma edad y además estamos en plena fiesta. Deja las formalidades para otro momento, ¿quieres? —asintió, sintiendo cómo sus antes tensos hombros comenzaban a aflojarse un poco—. Y respondiendo a tu pregunta pues claro que iba a venir… no podía perder la oportunidad de ver a mi modelo favorito e invitarle un par de tragos.

La forma en que alzaba las cejas y sonreía le puso en alerta. Retrocediendo ligeramente, visualizó la puerta a tan solo unos cuantos metros de distancia: si todo se ponía muy feo, solo debía correr y en un santiamén estaría camino a casa. De haber sido otras las circunstancias tal vez no habría tenido esas ganas irrefrenables de huir, mas, no podía olvidar que a pesar de que Yuta fuese un hombre más atractivo que la media —al nivel de los modelos que se arremolinaban a su alrededor y dejaban el cuerpo en la pista de baile—, tenía un propósito por el cual estaba ahí y, por lo mismo, debía mantenerse apegado al plan. No beber, no dejarse seducir. A JaeHyun probablemente no le gustaría aquel último punto, y por mucho que no se encontrara presente, supo que si daba un paso en falso habrían otros pares de ojos que le informarían de alguna forma u otra.

Además, JaeHyun siempre terminaba enterándose de todo.    

—…Si me deja invitarle —le escuchó proseguir, aún sonriente—, le puedo abrir muchas puertas en el mundo de la moda, y sobre todo en Japón, mi país natal. Un poco de ayuda no le vendría mal, además pasaría un excelente rato… ¿qué mejor?

Tragó un poco de saliva, desviando la mirada de los profundos ojos del fotógrafo, como si fuesen lentes de cámara escudriñándole de arriba abajo.

Y cayó en cuenta.

“Si logras captar su atención y los impresionas créeme que te beneficiará, y a mí también”

Las palabras que varios minutos atrás no tuvieron un significado concreto, ni una metodología indicada, de pronto cobraron sentido. El pecho pareció dolerle por un segundo, pero pronto entendió que no era precisamente dolor lo que sentía: la sensación incómoda, angustiante, de haber sido engañado para realizar algo que no quería fue apabullante y debió callar durante unos segundos, observando al sucio piso lleno de marcas de tacones.

Si JaeHyun tenía en mente que hiciera algo como eso con otra persona, entonces, entonces…

—No creerás que estaba hablando de ti, TaeYong.

Levantó la mirada, boquiabierto. Yuta le miraba sin una pizca de maldad; solo indicios de intriga se veían en sus ojos acuosos, brillantes gracias a las luces estroboscópicas. La sonrisa que dejó salir de sus propios labios fue un tanto extraña y desistió rápidamente, usando la negación de su cabeza como respuesta a la frase de Yuta.     

—Jamás, nos acabamos de conocer —logró decir con la garganta seca.

—Es decir, no es como si no fueses extremadamente atractivo y todo eso… —comentó moviendo una de sus manos en un ademán lleno de confianza y, arreglándose el cuello de la camisa color marfil que llevaba abotonada hasta el último botón, siguió hablando—. Pero hablaba de SiCheng. Dong SiCheng.

—¿El modelo que antes patrocinaba JaeHyun?

—El mismo.

Asintió, incapaz de mirarle a los ojos aún, fijando la vista en el regazo y en sus manos inquietas. Inspiró hondo. No era la primera vez que escuchaba ese nombre; en China, de donde provenían muchos de los modelos a los que había oído hablar a lo lejos en camerinos, incapaz de acercarse, SiCheng era una estrella naciente por la cual muchos fotógrafos se peleaban. Sabía mucho al respecto: que aquel modelo de mirada inocentona era el principal responsable tras el éxito de JaeHyun como mánager primerizo —o quizá era al revés—, como también tenía completo conocimiento de que la separación entre ambos fue abrupta y el regreso a Corea un movimiento realizado en el más absoluto de los mutismos.

Recordar la forma afable en la que JaeHyun interactuaba con SiCheng frente a las cámaras le revolvió el estómago, pero los caóticos pensamientos de su mente se diluyeron cuando vio que Yuta le tendía un vaso con una sustancia color púrpura, casi negra. Arrugó la nariz.

—Tranquilo, no le he puesto nada extraño. Es solo vino —como para reafirmar sus palabras, le vio tomar un sorbo del contenido para sonreír inmediatamente después—. Y vaya que está bueno. Prueba un poco, te ves un poco tenso.

—Lo siento, JaeHyun me lo prohibió.

—Pero él no está acá —ante su insistencia, tomó el vaso con nerviosismo primero, seguridad después. El líquido se deslizó hacia su estómago rápidamente, haciéndole tiritar; el vino no era precisamente una de sus bebidas alcohólicos favoritas, pero era mejor que nada. Yuta al fin lució satisfecho, aunque la sonrisa pronto se esfumó de su rostro—. Y parece que SiCheng tampoco. A veces tengo la esperanza de verlo por estos lugares como antes, y ahora solo parece algo verdaderamente estúpido el que lo haga. Es obvio que no tiene intenciones de salir de China.

—¿Ustedes dos tenían algo? —se dio cuenta inmediatamente de lo impertinente de su comentario, y tuvo que tomar otro trago—. N-no quería sonar como un entrometi-

—Ojalá hubiésemos tenido algo. Es muy tarde para que suceda nada —la soltura de sus palabras le dio a entender que a Yuta realmente no le había molestado la pregunta, y se reclinó hacia atrás en el sofá en un esfuerzo de darle espacio.

Hundido allí, recién cayó en cuenta del panorama desplegado en el recinto en el que se encontraba, de modelos besándose entre sí, incluso hombres con hombres y mujeres con mujeres, y que logró desarticular sus pensamientos. En la pista de baile y en los rincones aledaños las lenguas danzaban unas con otras, como acompañando a sus dueños que no se detenían en ningún momento, apegándose gracias a los beats de la música electrónica. Tuvo que parpadear varias veces para entender que no estaba soñando, y que un lugar tan desenfrenado como aquel existía.

Y que para peor, estaba ahí.

—Tranquilo, es normal que te sorprenda un poco el ambiente. A SiCheng también le impresionó la primera vez que vino —las palabras tranquilas de Yuta no lograron calmarle y se mantuvo cabizbajo, incapaz de interrumpir ni siquiera con la mirada los besos apasionados de los demás—. Es el único lugar donde podemos relajarnos; sin cámaras, sin micrófonos, sin estúpidos periodistas respirándote en el cuello.

Entonces, las manos delgadas de Yuta acariciándole la pequeña porción de piel que las mangas dejaban al descubierto, le sobresaltaron.

—Te ves un poco decaído a pesar del alcohol, no es agradable ver a un modelo tan lindo como tú con los ojos llorosos cada vez que te encuentro. 

—¿Lindo? No —rio, incómodo—. Y estoy bien, descuida…

—Sé que el imbécil de tu mánager probablemente nunca te lo diga, pero yo sí repito lo que mencioné antes: eres atractivo, TaeYong. Y mucho. Se nota que necesitas relajarte, y yo también.

Su sonrisa tranquila le indicó, sin necesidad de mayores explicaciones, que lo dijo a continuación era completamente en serio.

—Podemos unirnos a la diversión si quieres.

—JaeHyun me mataría —replicó casi de manera automática, paralizado, incapaz de retirar las manos que tocaban su piel, ni tampoco de huir de la forma peligrosa en que Yuta se había acercado—. Realmenteme mataría.

Esperó, tal vez, que Yuta rezongara por la actitud que estaba teniendo: de un asustadizo y demasiado dependiente modelo, incapaz de desobedecer las cosas que JaeHyun le decía. O que más bien le imponía.

La manera en que le vio relamerse el labio inferior, con una lentitud innecesaria y tortuosa, le hizo entender de una vez por todas que Yuta no estaba para juzgar nada. Tan solo quería disfrutar como el resto.

…Pero él no está acá.

Y siendo sincero, él también lo quería.

———

Removido de su apacible sueño debido a un zumbido a su derecha, se incorporó lo suficiente para identificar dónde se encontraba: la misma cama de siempre, en el mismo lugar de siempre, y con el mismo hombre de siempre a su lado, dormitando. Incapaz de acariciar los labios húmedos que acababa de besar minutos atrás hasta el cansancio, extendió la mano hasta el dispositivo que fue capaz de perturbar su noche. Dio con él no sin antes tomar el interruptor de la lamparita de mesa, la caja de condones y el lubricante erróneamente y, pestañeando, al fin leyó el mensaje que aparecía como única noticia en su barra de notificaciones.

Era solo una imagen. Una fotografía tomada en un cuarto oscuro, con las tenues luces provenientes de un punto detrás de la persona que había tomado el encuadre casi surreal: el hermoso perfil de un hombre con los ojos cerrados y la boca entreabierta, la piel al desnudo, el cabello desordenado. Incluso sin estar presente allí, casi sintió la respiración acompasada en su oído de quien claramente dormía, y supo que no era la misma del hombre que tenía detrás en la cama. Ambas respiraciones eran distintas. Reaccionaban de manera completamente diferente.

Mas, no tuvo tiempo para detenerse en ello. En cambio, fijó las pupilas trémulas en el nombre del remitente, incapaz de creer lo que veían sus ojos, hasta que un nuevo mensaje llegó de parte de la misma persona.

“Tienes a una verdadera gema entre manos. O más bien dicho tenías”

La lamparita de mesa estalló en pedacitos cuando fue alcanzada por su teléfono al ser aventado contra ella, y JaeHyun deseó, con todas sus fuerzas, que los trozos esparcidos por el piso fueran fragmentos de la cara burlesca e insoportable de Nakamoto Yuta. No reaccionó cuando el abrazo cándido de DongYoung le rodeó por detrás, y le respondió secamente que se encontraba bien. Que ya se pondría mejor.

Porque se aseguraría de romper al fotógrafo profesional con sus propias manos.   

 

Notas finales:

Como siempre, mil gracias por la infinita paciencia. Este capítulo fue un poco más largo de lo normal, espero les haya gustado <3 ¡Saludos! 

 


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