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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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Los rayos de sol provenientes de la ventana abierta de par en par que tenía a la derecha se sintieron como verdaderos aguijonazos en la cabeza de TaeYong. Gruñó, entreabriendo apenas los ojos; lo suficiente para distinguir de dónde provenía esa inoportuna y molesta luminosidad.

Tal vez fue por eso, o por el extraño silencio en que estaba sumido el lugar —además de los pequeños quejidos que involuntariamente salían de sus resecos labios—, que no notó la presencia de Nakamoto Yuta en el borde de la cama hasta que fue muy tarde y su sonrisa confianzuda le espantó.

—¡Dios…! —gritó apenas, llevándose la mano al pecho. Sintió su piel cálida de forma directa con la yema de sus dedos—. Casi me muero del susto…

—Considerando que creía que estabas muerto hace unos minutos porque demonios que no despiertas con nada, no habría sido tan malo.

Palpó, casi con miedo, la superficie de sus pectorales que debido a su posición debajo de las mantas estaba lejos de la mirada ajena de Yuta; mantas de las que, indudablemente, sentía de forma muy directa el material en que estaban fabricadas como para que existiera alguna prenda de vestir entremedio. El estar completamente desnudo en una cama ajena era una cosa.

El estarlo y el que además Yuta lo estuviera, cubierto apenas por unos calzoncillos color púrpura, era otra muy distinta.

—Tienes una cara espantosa. Como si te hubiese arrollado un camión al menos un par de veces —aquella franqueza aparentemente cómica no le hizo ni una pizca de gracia, y por eso no respondió—. Parece que el vodka de anoche de verdad te dejó noqueado.

—¿Vodka…?

Las cosas comenzaron a hacer sentido y, de pronto, el miedo de haber hecho algo estúpido estando ebrio se disolvió en un segundo. Su memoria no estaba muerta por el alcohol, solo estaba un poco más lenta de lo normal, pero los recuerdos de la madrugada que acababa de pasar estaban allí. Las sensaciones también.

Un vaso tras otro. La garganta quemándose tras el abrasivo líquido que en su forma pura era la única manera en que Yuta lo bebía y, por consiguiente, tuvo que beber también. Las carcajadas a raíz de balbuceos sin sentido. La sensación de desenfreno. La libertad que tanto ansiaba. Y después, el sueño avasallador que le obligó a quitarse la ropa desordenadamente para acostarse en la misma cama que Yuta, abrazándose a él en un mero instinto por mantener el calor que aún le quedaba en el cuerpo.

Nada malo había pasado. Solo fue una noche más de juventud, como aquellas que salían en la televisión o que hacían sus compañeros en los tiempos de instituto, y que su duro entrenamiento como modelo le hizo olvidar casi totalmente. Era una ventana a otra realidad, una alejada del miedo que poseía su vida casi por completo.

El problema era que, con el dolor de cabeza que fragmentaba sus pensamientos en mil pedacitos, era incapaz de recordar a qué específicamente le tenía tanto miedo.

—De cualquier forma, ya es muy tarde para que nos quedemos charlando. Son casi las diez de la mañana. Ese narcisista debe estar como loco buscándote… —Yuta comenzó a morderse el labio inferior, y perdió el contacto de sus brillantes pupilas—. Y más después de lo que hice estando ebrio. De seguro nos matará…

—¿Quién? ¿Qué ha pasado?

Su escurridiza memoria, sin embargo, no hizo sonreír ni un ápice al hombre que tenía al frente. La cabeza le dolió más de tan solo intentar recordar qué y quién le tenía tan preocupado, por lo que solo se limitó a esperar. Incorporándose a duras penas en la cama, se sentó y recostó la espalda en el respaldo de madera que tenía detrás, de diseño simple y moderno, al igual que el resto de la habitación en la que se hallaba. Era obvio que Yuta ganaba una suma más que decente; nada más que eso podía explicar el minimalismo en base a objetos lujosos y la decoración perfeccionista, casi exquisita, que hacía sentir el lugar incluso más amplio de lo que ya era.         

La observación de aquellos detalles duró poco, y todo a partir del celular que se movió delante de su cansada y adolorida vista, intensificando las molestias que la resaca dejó en su organismo.

Pero a pesar de ello miró, e identificó al fin al responsable del miedo que no se alejaba de sus huesos.

—¿Cómo que quién? El único narcisista que conoces —parpadeó. Lo que aparecía en la pantallita no era mentira—. Le mandé esta foto a JaeHyun de madrugada, y para peor con esa frase debajo. Estaba tan ebrio que no pensé y…

Se vio a sí mismo recostado en la misma cama en la que se encontraba ahora sentado, pero con un pequeñísimo detalle: en la fotografía su cuerpo salía desnudo en todo el encuadre, sin dejar nada a la imaginación.

Y abajo flotaba una leyenda, apenas una oración.

“Tienes a una verdadera gema entre manos. O más bien dicho tenías”

—Hey, no me mires así, fui un imbécil ya lo sé —parpadeó, incapaz de relajar el ceño fruncido que tan naturalmente se formó sobre su frente; todo parte de una treta, porque si le dejaba entrever a Yuta lo verdaderamente jodido de miedo que estaba en esos momentos, el interrogatorio al que sería sometido terminaría por sepultar incluso más su vida de lo que ya estaba debido a esa fotografía—. Pero a pesar de su mal humor de seguro le ha dado gracia y-

—Nosotros dos —le interrumpió, con las manos temblorosas—. ¿Hicimos… eso?

 

—¡¿Qué?! No, no.

—¿Cómo estás tan seguro? —comenzó a recriminar, incapaz de mirarle otra vez, porque la sinceridad de alguien que no mentía era fácilmente palpable en el rostro confuso de Yuta. Sin embargo, necesitaba saber la verdad; esa que le permitiese desahogar a punta de improperios y gritos todo el revoltijo de terror que tenía en el estómago—. Estaba tan ebrio que podrías haberte aprovechado y…

—Woah. TaeYong, date cuenta de con quién estás hablando. Podría ayudarte en el rubro más de lo que te imaginas, pero si me tratas como a un maldito violador ni en broma lo haré —se mantuvo en silencio, y no faltó mucho para que sintiera la superficie de su rostro enrojecer—. Y si quieres quedarte más tranquilo, no podría hacerlo ni aunque fueses el último sobre la faz de la tierra.

—¿Por qué?

—Ya te lo dije. Me gusta SiCheng. Aunque no tengamos nada quiero estar con él y con nadie más, ni siquiera para pasar el rato.

—Pero anoche…

Yuta le indicó, con apenas una mímica de manos formando una botella imaginaria siendo ingerida, que nada de lo que en aquel momento pensó estaba en lo cierto. Tampoco era como si le hubiese seguido con el propósito de concretar lo que su frase de “podemos unirnos a la diversión si quieres” le había dado a entender, por lo que decepción no era la palabra indicada para expresar la molestia en el pecho que de pronto comenzó a sentir.

Tal vez, era una incomodidad latente ante lo obvio que era el que, además de JaeHyun, nadie más se fijaba en su persona. Y ni siquiera aquel punto era cierto; con él simplemente estaba cumpliendo un contrato. Nada más. Levantándose de la cama, el dolor de cabeza se intensificó, mas, no fue exactamente por el repentino movimiento que quedó tambaleándose. 

La pantalla de su celular, iluminado justo al lado izquierdo de sus pies, desplegaba un nuevo mensaje sin leer. Recogiéndolo, presionó el botón que volvía a oscurecer la superficie y, una vez se hubo vestido a toda carrera —ignorando la mirada curiosa de Yuta—, se lo echó al bolsillo de su ajustado pantalón que parecía inapropiado considerando que ya era pleno día; día al que pudo observar de forma más directa cuando pasó por el lado de Yuta y abrió la puerta delantera, confirmando sus sospechas.

No tenía idea alguna de en qué parte de Seúl se encontraba.

—Siento dudar de tus intenciones —murmuró, dándose la vuelta por última vez—. Es que solo necesitaba confirmarlo.

—¿Por qué? ¿Acaso JaeHyun se pondrá celoso? Sé que es un antipático de primera pero, vamos, tan solo eres su modelo. Puedes revolcarte con medio mundo si así quieres y él no te hará problema, así que relájate.   

Rio junto con él, con los músculos de su mandíbula tensos, forzados, y después de un rápido movimiento de cabeza a modo de despedida caminó en dirección opuesta a la del hombre al que no le parecía importar en lo más mínimo el salir con solo ropa interior hasta el portal de la casa, donde cualquiera podría verlo. Aunque entendió en un instante por qué su despreocupación: los alrededores de la casa estaban vacíos y tranquilos como un charco, sin personas a la vista en ambas direcciones. Completamente diferente a lo que estaba acostumbrado, a ese bullicio inherente de todos los lugares a los que JaeHyun le llevaba.

La sensación al estar con cada uno de ellos era justamente así de diferente, como dos polos opuestos.

—¡Nos vemos! —mencionó en voz alta, a punto de llegar a la vereda de la calle principal—. ¡Gracias por recibirme!

—¡TaeYong, espera!

Se detuvo, mas, no volteó. No fue necesario, pues su voz fue capaz de cortar el silencio del vecindario como un cuchillo.

—Aunque sé que él es simplemente tu mánager, también sé que si SiCheng dejó de ser su modelo fue por algo. Cuídate.     

Asintió y dejó que sus pies le guiaran hacia la derecha, sin mirar atrás, donde después de tanto andar reconoció una estación de metro y se internó en ella, localizando los baños en un santiamén. En el cubículo lo poco y nada que quedaba en su estómago terminó por vaciarse en el retrete, culpa más que nada de la resaca que aún perduraba en su organismo, y como pudo se enjuagó la boca en el lavamanos. Las ojeras que el espejo le devolvió le hicieron negar con la cabeza y palmearse el rostro, en un intento por despertar apropiadamente.  

El reloj de su celular marcaba las nueve y treintaicinco minutos de la mañana. Confirmó la dirección que el único mensaje recibido estipulaba e, ignorando el profundo malestar en su interior, tomó el siguiente tren con destino a JaeHyun.

———

Volvió a ir del extremo izquierdo de la habitación de hotel hasta el extremo derecho, y después de vuelta, sin más obligaciones después de haber hecho las llamadas de cancelación pertinentes: que no, que Lee TaeYong no se presentaría a la sesión de fotos de las once en punto de la mañana, ni al entrenamiento de las doce, ni tampoco realizaría el almuerzo planificado con los dirigentes de relaciones públicas de la empresa que quería contratarle para un pequeño anuncio en una revista. Todas, oportunidades perdidas que complicaban —y mucho— la planificación para que su modelo saltara al estrellato en el plazo pactado.  

Aunque ese era precisamente el mal menor dentro de todo.

Navegó en su dispositivo móvil hasta encontrar la fotografía y repasó con la vista una vez más el cuerpo de quien conocía tan bien. Además de eso, y la oración con la que estaba acompañada, nada más había llegado a su celular. Al revisar su bandeja de entrada otra vez lo confirmó. Ni una señal de que TaeYong vendría al lugar al que estaba citado. Su pulgar estuvo a punto de caer en el ícono de llamada, mas, se abstuvo a último momento.

Demostrar desesperación era la peor idea posible, a pesar de no saber dónde se encontraba, ni con quién, ni si se encontraba feliz, en buen estado, o en dónde diablos había estado las últimas horas.

Se mantuvo firme, incluso si el no saber si acaso se encontraba aún con Yuta le carcomía las entrañas. Y esperó.   

—¡JaeHyun!

Su cuerpo, ataviado en las mismas ropas brillantes en que le dejó solo en la madrugada, apareció en el umbral de la habitación; algo fácil pues, tal vez a propósito, tenía la puerta lo suficientemente entreabierta para que fuese distinguible solamente desde cerca. Le vio respirar agitadamente y, con la misma rapidez, sus labios secos formaron distintas palabras.

—Lo siento, yo, lo que sucedió con Yuta fue todo un malentendido, nosotros no hemos hecho nada de eso y si me fotografió fue porque…

Notó cada pequeño detalle de su larga perorata: desde lo acuosos que estaban sus ojos, pasando por lo tenso de sus músculos faciales, hasta la manera en que le temblaba el labio inferior al hablar. Se adelantó un par de pasos y le vio retroceder escasos centímetros, mientras su voz se transformaba en apenas un hilillo y sus manos se paralizaban, listo para huir en cualquier momento. Por eso fue que se vio obligado a actuar más rápido de lo que hubiera querido. A realizar una verdadera locura, pese al insistente sentido común que le gritaba hacer lo que siempre hacía.

Porque, solo por esta vez, no podía darse el lujo de que TaeYong se marchara nuevamente.

—¡¿Qué-?!

Presionándolo contra su pecho, bajó la cabeza y enterró su nariz contra su cuello, donde sintió su aroma característico junto con otros, a los que demoró un poco en identificar: el olorcillo molesto de Yuta, la indudable esencia del alcohol. Lo abrazó a pesar de su reticencia, la que se fue diluyendo hasta quedar en nada. Al último, hasta sintió en la espalda cómo TaeYong le rodeaba con los brazos de forma tímida, casi como un roce ciertamente inesperado.

—Lo importante es que estás acá. Ya me encargaré de lo demás.

TaeYong, relajándose, dejó que el firme abrazo de JaeHyun le acunara después de haber superado la sorpresa inicial porque no, su mánager no era así normalmente. Más bien, no era así nunca. Quizá el alcohol en algún tipo de función extraordinaria aún se encontraba intacto en su organismo y le estaba haciendo ver cosas que no era; por otro lado, también cabía la posibilidad de que todo se tratara de un sueño y aún siguiera en la casa de Yuta. La teoría más descabellada de todas era que JaeHyun se hubiera asustado de la posibilidad de que no volviese más a su lado, aunque eso sonaba absurdo incluso en su mente.

Aun así, quiso creer por un instante que esa era la razón detrás de la suavidad de sus manos sosteniéndole, y por lo mismo recibió con una tranquilidad casi abrumadora el beso en que JaeHyun le envolvió, totalmente impropio de él y sus ademanes normalmente bruscos.

Por lo mismo, también, fue incapaz de notar de forma automática la amenaza que subyacía a sus palabras, hasta que al día siguiente a las ocho en punto de la mañana una sencilla carta le informó en su hogar temporal las nuevas condiciones de su contrato.

Un nuevo punto, escrito a máquina, que resaltaba de los otros cinco que ya conocía.

6. El modelo no puede mantener una relación de ningún tipo además de las experiencias que el mánager estime conveniente.

El malestar en su estómago mientras caminaba a su entrenamiento matutino de aquel día pareció intensificarse y la carta (doblada en el bolsillo de su pantalón en un intento infructuoso por llevarla y preguntarle directamente qué rayos pretendía con todo aquello) de pronto se sintió como hierro al rojo vivo, en el instante en que pasó frente a una de las pantallas en la estación de metro que indicaban las noticias del día.

“…una fuente anónima que indica que el célebre y joven fotógrafo, señor Nakamoto Yuta, habría consumido estupefacientes en una fiesta vip realizada durante la madrugada de ayer. Será sometido a las pruebas de rigor e investigado por la policía de…”

Al llegar, sus ganas de cuestionar la nueva condición de su contrato estaban ahora hechas trizas. JaeHyun le sonrió, los hoyuelos afloraron a sus mejillas.

—Es un hermoso día, ¿verdad?   

Y se vio obligado a asentir. A hacer como si nada hubiera sucedido.

A morderse el labio inferior con tanta fuerza que el regusto metálico de la sangre terminó por invadir sus papilas gustativas.

 


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