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Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

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—¿Qué mierda hacías allá, DongYoung?

Con suerte le dejó cruzar el umbral que separaba el departamento del exterior, antes de soltar la interrogante que surgió desde el primer instante que le vio en la sastrería, sonriente y con la cabeza bien en alto. Siguió sus pasos hasta la habitación, y miró cómo sus hombros se encogían.

—Es mi trabajo, ¿no? Mi jefe está fuera de la ciudad y me necesitaba —DongYoung se dio la vuelta y apuntó con el mando al televisor. El estruendo de las risas enlatadas no fue suficiente para cubrir lo que decía—. Algunos debemos trabajar porque no tenemos una fortuna en nuestros bolsillos como otros, lamentablemente...

—Si hubieras querido, todo el dinero que poseo seguiría siendo tuyo —respondió con la garganta seca, mirándole a los ojos. No fue efectivo. Lo único que miraba el hombre que tenía al frente era la televisión, sentado a la orilla de la cama, con una sonrisa débil en los labios.

—Pero te lo di a ti porque te amo, JaeHyun...

—¡¡Me lo diste para aminorar la culpa que sentías por todo lo que me hiciste!!

Calló, con los ojos demasiado vidriosos para continuar. Hizo fricción con la manga del traje que llevaba puesto, hasta que cualquier indicio de lágrimas volvió al lugar que correspondía y, por último, el contacto de la cama en su espalda al dejarse caer allí le reconfortó un poco.

Al igual que la mano cálida de DongYoung acariciando sus cabellos.

—¿Ya estás más tranquilo? —no respondió ante su voz hipócritamente dulce—. ¿O aún me quieres gritar por lo que pasó hace tantos años?

—Nunca serás capaz de admitirlo...

—¿Admitir qué?

Las risas falsas fueron el único escape que JaeHyun encontró para ignorar el doloroso nudo instalado en su garganta. Eso y dejarse besar por DongYoung, siguiendo el movimiento de forma mecánica, con el peso de su delgado cuerpo encima. Un último beso y le vio separarse una distancia apenas suficiente para mirarle a los ojos.

—Vamos, no te enojes conmigo —frunció el ceño al sentir el roce de sus labios nuevamente, esta vez en el cuello—. Mira, si te hace sentir mejor creo que traté un poco mal a tu modelo, y lo siento por eso...

—TaeYong. Mi modelo tiene nombre, y se llama Lee TaeYong.

Recordó de pronto lo que sucedió al despedirse de él, apenas una hora atrás. Los cabellos azabaches de su modelo siendo mecidos por el viento, el que corría con fuerza a las afueras del edificio donde le había pagado un departamento más que económico para que se hospedara temporalmente. La manera en que sus pupilas temblaron cuando le indicó secamente que no le acompañaría durante la noche, y que se comprara algo para comer hasta que volviera al otro día a las ocho en punto de la mañana.

Y también recordó la forma en que le acercó hacia sí y lo mantuvo entre sus brazos por más tiempo del necesario. El pequeño contacto de sus tersos labios al besarle a modo de despedida. El tener que obligarse a no mirar por el espejo retrovisor cuando arrancó el motor.

—Y a quién le importa cómo se llame ese —otro beso en el cuello le distrajo de las molestias que devoraban sus entrañas al pensar que TaeYong debía encontrarse solo, quizá hasta hambriento en el asfixiante pseudo hogar que le tenía asignado—. Ahora solo me importas tú. ¿Ya olvidaste que hoy cumplimos un nuevo año juntos?

—Uhm...

Con el rabillo del ojo miró la televisión, que marcaba en una esquina casi las once en punto de la noche. TaeYong de seguro ya estaba durmiendo, con la respiración tan calma que tenía siempre al soñar. En más de una oportunidad le había visto hacer eso. Escasas veces le observó incluso teniendo una pesadilla, teniendo que sacudirle por los hombros para que dejara de llorar y con ello pudiera al fin descansar porque sus sollozos eran increíblemente ruidosos y molestos.

Ahora, al recordarlos, no parecían tan así.

—¡¿Qué te sucede hoy, maldita sea?!

DongYoung dejó de besarle, y no fue necesario abrir la boca para que su antes mánager y ahora novio de tantos años adivinara sin mayores complicaciones.

—Estás pensando en el niño ese, por eso pareces ido, ¿o me equivoco?

—…TaeYong no es un niño —indicó de forma automática.

—Ja, eres increíble. In-cre-íble.

El crujido en la cama más el portazo que le siguió a continuación fueron las últimas perturbaciones antes de caer en el sonido inexistente de la noche calma. Ni siquiera el televisor siguió encendido; con un simple movimiento de su dedo índice sobre el botón remoto, ningún ruido más perturbó sus pensamientos. Pronto se metió bajo las sábanas de la cama de DongYoung, y esperó por su regreso, el que no demoró demasiado. Su cuerpo desnudo le acompañó bajo la calidez de las mantas, en la penumbra que las luces apagadas facilitaron, y redujo los centímetros que les separaban a cero.

O, al menos, lo intentó.

—No me toques.

Ahogando un resoplido fue que retiró la mano que tenía puesta alrededor de su abdomen. Tan solo era capaz de mirar la espalda de DongYoung, suntuosa, donde en innumerables veces le había marcado con ayuda de los dientes mientras tenían sexo. Al ser incapaz de tocarle, simplemente se dedicó a recorrer aquella superficie con los ojos. Ni una marca violácea asomaba allí, consecuencia natural de los hechos.

Ya llevaba perdida la cuenta de los días sin tener sexo con DongYoung.  

—JaeHyun —mantuvo silencio, pese a que su voz acababa de salir con un matiz de pregunta, casi demandante por una contestación—. Tú lo quieres a él, ¿verdad?     

Riendo y dándose la vuelta en la cama, al fin le dio la espalda y apoyó las manos debajo del rostro para poder dormir. DongYoung no volvió a insistir, y lo agradeció así. Pero a pesar de que lo intentó con todas sus fuerzas, ni una gota de cansancio logró hacer que sus párpados se cerraran y con ello pudiera al fin acceder al mundo de los sueños.

Aunque no fue realmente necesario. Su mente se mantuvo entretenida en otros actos, como en planificar lo que haría durante el día antes del comienzo de la fiesta de modelos internacionales, o en pensar en las citas que debía confirmar con agencias de castings para publicidad, o en TaeYong.

Porque la pregunta de DongYoung seguía en el fondo de sus pensamientos.

———

TaeYong cruzó la estancia de la fiesta a paso rápido, casi corriendo pese a las palabras de atención por parte del resto de los modelos, y pronto el piso de brillosas baldosas fue sustituido por el pasto del exterior. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, echó a correr. No duró mucho.

—¡Mierda…!

Las briznas de césped le recibieron con dureza cuando en un descuido su pie derecho tropezó en uno de los desniveles del terreno, y gimió al palpar su tobillo derecho. Maldiciendo en voz baja se fue poniendo nuevamente de pie, quitándose los restos de tierra de la ropa, y con cuidado apoyó la extremidad lastimada en el suelo. Al dar el primero de los pasos sintió su tobillo ceder y cerró los ojos con fuerza, esperando el impacto.

Nunca llegó.

—Oye, oye, no era necesario que escaparas así de la fiesta. Mira, que ya te has lastimado.      

La voz provenía del mismo hombre que le sostenía por la cintura, impidiendo así que se cayera otra vez. Cuando se puso bien de pie, siempre sosteniéndose de quien claramente era más bajito, pudo identificar en un segundo de quién se trataba.

Era el mismo tailandés que acababa de dejar atrás en el recinto.

—¿Por qué me seguiste…?

—Lo siento, pensé que debía disculparme después de decir cosas así de tu mánager pero supongo que salvándote de quedarte en el piso la deuda está saldada, ¿no? —al querer otra vez ponerse en pie, fue inútil. Solo el firme agarre del tailandés impedía su caída—. Por cierto, soy Ten Chittaphon Leechaiyapornkul.

—Espera, ¿qué?

—No me hagas repetírtelo. Solo dime Ten —sonrió pese al dolor de su tobillo, mientras Ten mantenía los músculos en tensión total—. ¿Y tú cómo te llamas?

—TaeYong. Lee TaeYong.

—Bueno pues, señor TaeYong, lamento informarle de que su cuerpo me está pesando como mil demonios —intentó zafarse, pero Ten negó con la cabeza—. No es como si estuvieras pasado de peso ni nada, al contrario, es solo que aún no saco nada de músculos. Y justo ahora lo estoy lamentando mucho.

—Pero puedo irme por cuenta propia y…

—No, ni en broma, te caes y de seguro nadie te encuentra hasta que sea de maña-

—¡Ten!

El rostro del tailandés se iluminó en una gigantesca sonrisa apenas una voz masculina le llamó en un grito. Con dificultad debido a la posición precaria en la que se encontraba, giró la cabeza en dirección al hombre de gran altura que se acercaba rápidamente desde el recinto que acababan de abandonar, y al que solo pudo reconocer una vez sintió su mano deslizándose por su cintura, quitándole así el peso a Ten.

—Pensé que saldrías más tarde —se fijó en sus cabellos negros peinados hacia atrás con demasiada tirantez, y en el traje azul inmaculado que llevaba puesto—, y cuando me dijeron que te marchabas sin mí estuve casi seguro de que estabas ebrio. Pero no lo estás. Solo te llevabas a un chico a pasar la noche en el hotel, ¿eh?

—Muy gracioso, Johnny —ambos se sonreían. Enarcó ambas cejas, confundido—. No es cualquier chico, es TaeYong, uno de los modelos nuevos de la escena coreana. No lo dejes caer, parece que se ha torcido el tobillo.

—Estoy bien —aseguró, volviendo a apoyar la planta del pie en el suelo. La retiró enseguida, poniendo otra vez el pie en altura, apretando los dientes—, o bueno… lo estaré eventualmente.

—Si te dejo a tu suerte de seguro JaeHyun me mata, porque eres modelo suyo, ¿verdad?

Su estómago empezó a doler en ese mismo momento, pese a no haber consumido nada previamente. Asintió. Haciendo caso omiso al resto de la conversación, dejó que ambos le guiaran, hasta que se dio cuenta de que iban en dirección de regreso al lugar donde JaeHyun y los demás seguían celebrando.

—Disculpen —levantó la voz, deteniendo en seco la marcha—. ¿Podrían llevarme a mi casa? Con mi pie en este estado no podré permanecer en la reunión más tiempo.

—Pero tu mánager está ahí y-

—Le llamaré y le diré lo que ha pasado —respondió rápidamente, casi atorándose con las palabras. Mantuvo la sonrisa en labios, pese a lo poco natural que se sentían sus músculos al hacerlo—. No quiero incordiarle. Por favor.

Un silencio de varios segundos antecedió a una sonrisa por parte de ambos, junto con un asentimiento doble y la voz de Ten pronunciando tres palabras.

—Claro, te llevamos.

———

Desde la parte trasera de un auto lujoso color negro, con espaciosos asientos hechos de cuero, TaeYong era capaz de distinguir tanto a la figura larga de Johnny al manubrio, como al más pequeño copiloto con su perfil perfecto siendo iluminado por las luces de la carretera por la que iban avanzando.

Ambos, como notó después de tener que mirar una segunda vez en confirmación, se tomaban de la mano por sobre la caja de cambios.            

—Creo que no me he presentado formalmente —el conductor habló por sobre el ronroneo del motor—. Me llamo John Seo, y me encargo de la seguridad de Ten. Soy lo que podría decirse su… ¿guardia personal? Sí, algo así —volvió a posar la mirada sobre las manos de ambos. Seguían entrelazadas, y vio cómo la más grande de ellas (perteneciente a Johnny) trazaba círculos sobre la piel de Ten. Una sonrisa brotó en el más bajo—. Como Ten es de los modelos más influyentes de Asia, mi deber es protegerlo-

—Y eso incluye mi corazón, por supuesto —Ten rio, antes de girar la cabeza lo suficiente para verle a los ojos. Parecieron oscuros al estar a contraluz—. Te vi mirándonos y, por si te lo preguntas, Johnny y yo estamos saliendo. Específicamente, somos novios desde hace bastante.

—Cinco años y cuatro meses para ser exactos —replicó Johnny.

El auto se detuvo ante un semáforo. Les vio acercarse en un instante para compartir un beso, apenas un roce de labios, y el vehículo volvió a ponerse en marcha apenas la luz se puso verde. En todo ese tiempo no dejó de parpadear con rapidez, pero la imagen siguió siendo la misma. Pellizcarse tampoco cambió nada de lo que acababa de ver.

—Espera, pero tú eres una celebridad y…

—Ya lo dije antes, en Tailandia las cosas son distintas —un largo suspiro salió de los labios de Ten—; a nadie le importa con quién esté tal o tal persona, mientras sea feliz. E incluso si no fuera así, el amor es más fuerte. Siempre lo es.

Desvió la vista hacia la calle por la que transitaban, cercana a su destino. Entre las tiendas cerradas por ser tarde, la panadería a la que asistía regularmente capturó su atención y, con ello, un leve aroma a pan recién horneado inundó el baúl de sus recuerdos. Con ello, también, la forma en que JaeHyun sonreía apenas al acompañarle en las compras, asegurándose así que nadie se acercara más allá de lo estrictamente necesario.

“—¿Por qué sonríes?

Intentando no ser impertinente, al fin le hizo a JaeHyun la pregunta que llevaba entre los dientes desde la primera vez en que visitaron aquel lugar. Su mánager, mirando hacia ambos lados mientras salían del recinto, comenzó a caminar a paso rápido.

Por lo mismo no pudo notar su expresión facial al responder.

—Porque hacer este tipo de cosas me hace sentir más tranquilo. Casi como si fuésemos normales, y pudiéramos tener una vida como los demás, y… TaeYong, no me preguntes estupideces.

—…Perdón.

—No te disculpes. Ven, te acercaré a casa.

Cuando alcanzó su lado, creyó sentir el tacto de sus dedos entre los suyos propios. Alzó la mirada, JaeHyun la bajó, y con ello el contacto se deshizo. En su lugar apareció otra emoción, inquietante, que le impidió volverle a ver a los ojos hasta que se despidieron a pies de su departamento y le vio partir.

Aún sentía su calidez fantasma en su piel.”

—Hemos llegado.

La fachada del grisáceo edificio donde residía le dio la bienvenida, al igual que el resto de los edificios idénticos que se amontonaban a los lados. Al abrir la puerta y salir del vehículo, el olor de la marihuana hizo aparecer una sonrisa en sus labios; no era ni remotamente la primera vez en sentir ese olorcillo tapando toda la zona como un manto invisible.

—¿Seguro que este es el lugar? —preguntó Ten, inclinándose sobre Johnny para alcanzar de mejor forma la ventanilla—. ¿No te has equivocado?

—No, acá vivo —rectificó con un asentimiento—. Gracias por acompañarme a casa.

—Ah, espera —la figura de Ten se escabulló dentro otra vez, y esta vez le vio sacar la cabeza junto con su delgado brazo. Sostenía entre sus dedos una pequeña nota—. Mi número telefónico, por si necesitas cualquier cosa. No me fío de un lugar como este.

—Gracias —volvió a decir, guardándose la nota en el interior de sus bolsillos y dándose la vuelta en dirección a la puerta principal. Cuando volvió a voltear, levantando una mano a modo de despedida, notó que el vehículo ya iba muy lejos y desistió.

El ascensor, poco sorprendentemente, estaba en reparaciones. Solo al poner un pie en las escaleras recordó una de las razones por las que quería llegar pronto a su hogar. Afirmándose de la baranda suprimió sus quejidos mientras intentaba apoyar lo menos posible su pie herido, y una vez entró a su departamento se dejó caer en su cama, mordiéndose el labio inferior.  Fue obvio que no lograría dormir en aquel estado. Como pudo, alcanzó el refrigerador y sacó algunos hielos de allí, metiéndolos en una compresa improvisada con una vieja camiseta y apoyándolos en el área visiblemente inflamada. Y esperó.

Su tobillo no fue lo único que comenzó a helarse. Intentó concentrar sus pensamientos en otra cosa, como en la rutina del día que avecinaba con el segundo día de fiestas pronto a comenzar, mas, fue imposible. Se quitó el traje que llevaba puesto y lo lanzó contra la ventana del fondo, haciendo que el vidrio crujiera. Desnudo, tan solo con sus bóxers puestos, posó la mirada sobre las costuras rehechas del costoso vestuario que había llevado encima prácticamente por nada.

Recordó los alfileres enterrándose en su piel, y dejó salir una risa que pronto se quebró.

—Soy un imbécil…

Trató ver si en sus recuerdos había algo, algún indicio de la tarde en la sastrería que le ayudara a comprobar si acaso JaeHyun seguía siendo la pareja de quien le había tratado con —ahora, prácticamente justificado— desprecio.             

“—A JaeHyun no le gustan los hombres así, tan pequeños, tan débiles.

—…Yo solo soy su modelo. Lo que le guste o deje de gustar no es de mi incumbencia, nuestra relación es netamente de trabajo.

—Ah, es verdad. Y yo solo soy su costurero.”

Apretó los hielos a través de la tela hasta que sintió algunos deshacerse. Maldijo entre dientes el día en que firmó el acuerdo que les sellaba a ambos, con JaeHyun, a algo que estaba destinado a arruinar sus vidas. Mejor dicho, tan solo la suya propia.  

Las memorias de los zapatos desgastados por tanto caminar, el olor a sudor impregnado en la piel y las miradas desaprobatorias de los transeúntes desde lo alto casi se sintieron como un hogar; uno largamente olvidado, que estaba lejos de JaeHyun y cualquiera-fuese-la-relación que tenía con DongYoung. Se acordó de los días buscando comida entre los restos, muy diferentes a la servida en opulentos restaurantes en que su mánager pagaba sin problemas. Hasta la adrenalina permanente al arrancar con un bolso ajeno entre las manos se sintió mucho más reconfortante al hacer memoria, a diferencia de la sensación de alerta cada vez que JaeHyun colocaba una de sus manos en su cuerpo.

Todo se veía una mejor idea que JaeHyun. Todo era mejor que esos ojos inquisidores, esa sonrisa de hoyuelos, esa masculinidad avasalladora y, por sobre todo, de ese misterio que le volvía loco.

—¡¡TaeYong!!

Unos golpes en la puerta acompañaron al grito que resonó con fuerza, erizándole la piel. Se levantó de la cama, sin más dolor, y al fin pudo llenar sus pulmones de nuevo oxígeno que eliminó la opresión en su pecho. Abrió la puerta, y de súbito no importó el olor a alcohol que emanaba del contrario, ni su traje desaliñado.

Aunque no quiso reconocerlo en voz alta, lo hizo al recibirlo entre sus brazos.

—JaeHyun…

Lo único que verdaderamente importaba, era el hecho de que su mánager en su ebriedad había venido a él y no a DongYoung. 


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