Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mánager [JaeYong] [NCT] por Kuromitsu

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—Mierda…

JaeHyun abrió uno de sus ojos con lentitud, y frunció el ceño a continuación. Agarrándose la cabeza, se volvió a quejar por la luminosidad del lugar en el que se encontraba. No fue necesario hundirse en sus recuerdos recientes; a raíz de la experiencia, sabía perfectamente que su cuerpo sufría los efectos de un exceso de alcohol.

La segunda vez que volvió a abrir los ojos, notó a la figura que le miraba desde el borde de la cama. 

—Tráeme algo para la resaca, ¿quieres? —TaeYong pareció contrariado, pero de todas formas se levantó rápidamente y le vio tomar su celular entre las manos. Frunció aún más el ceño—. Espera, ¿qué haces?

—Llamaré para que traigan comi-        

—No, prepárala tú.

—¿Pero en dónde?

Se incorporó, con la cabeza palpitando de dolor. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz del día, pudo distinguir el espacio en el que ambos se encontraban: la cama que abarcaba prácticamente toda la estancia, dejando espacios mínimos para caminar en ella; el televisor que permanecía empotrado a la pared y que parecía ser el único lujo, junto con un pequeño frigorífico; y la ventana minúscula que apenas dejaba pasar un halo de luz, mucho menos de lo que había identificado en un principio. Ni horno ni otros elementos básicos se veían cerca. Claramente, no estaba en su hogar, ni tampoco en el de DongYoung. 

Bajó la cabeza. Intentó pensar en otro tema.

—Espera, ¿y cómo te has alimentado los días que no te he sacado a comer fuera?

—…Pues no como y ya. No es la gran cosa.

Al mirarle, TaeYong sonrió, encogiéndose de hombros. Verle así, con la misma resignación de antes, fue un profundo déjà vu. Se desplazó no meses, sino que años atrás; la época dorada como mánager primerizo apareció ante sus ojos y, con ello, la primera oportunidad en conocer a TaeYong.

Todo era muy diferente en aquel entonces.

“Se bajó del auto lujoso que con ayuda del pago de DongYong había sido capaz de conseguir. Después de meses manteniendo aquel dinero bajo siete llaves, al final era claro que debía ocuparlo de alguna forma u otra, incluso pese al asco que le invadía cada vez que deslizaba la tarjeta de débito. Al menos, teniendo que desplazarse desde un lado al otro de Corea para obtener contactos y firmar acuerdos, el invertir en un buen auto constituía una decisión acertada y necesaria. Miró el pequeño llaverito de China que llevaba conectado a sus llaves.

Aún quedaban un par de días antes de dejar su vehículo guardado otra vez en su hogar.

—¡Jung JaeHyun!      

A los pies del bloque de oficinas desde el cual dirigía cada una de sus operaciones, una voz distinta le llamó la atención. Más bien, no fue precisamente su voz. Distinguió de entre los demás oficinistas de cuello y corbata a un elemento extraño, que desencajaba con el resto.

Retrocedió y chocó con el costado de su auto.

—¡Ah, le he estado buscando por todas partes!

Asió con fuerza el llavero, y reconoció con el tacto el botón que le posibilitaría marcharse en cualquier momento. El desconocido avanzó aún más, con una gran sonrisa entre los labios. Algunos de los demás transeúntes quedaron mirando a quien tenía al frente, y no les culpó por ello.

—Soy Lee TaeYong. Déjame ser tu modelo, por favor.   

El chico que hablaba tenía las ropas andrajosas y malolientes, tanto que le hicieron cosquillas en la nariz. Llevaba el cabello arreglado con gel, inútilmente, pues no lograba compensar la suciedad que claramente le cubría de pies a cabeza. Notó sus zapatillas remendadas, la camisa rasgada, los pantalones desgastados.

Y deseó nunca haber ido a la oficina en primera instancia.”

—…Vamos a tomar desayuno fuera. Luego arreglaremos esto.

Se incorporó con cuidado, hasta que quedó frente a TaeYong. Hizo caso omiso de sus palabras demandando por respuestas, y en cambio entró a la ducha donde pasó más tiempo del estrictamente necesario bajo el chorro de agua caliente. Al salir, la cabeza aún le palpitaba del dolor.

—Espera, JaeHyun, ¿a qué te refieres con…?

—No insistas. Me tomará una semana, dos como mucho, pero solucionaré ese problema.

Notó las costillas visibles de TaeYong por debajo de la ropa, y después de vestirse también, le apresuró a que salieran. Siendo cerca de las diez de la mañana, hora más que tarde considerando la cantidad de cosas que debían realizar antes de asistir a la segunda noche de convención de modelos internacionales, no le reprochó por no haberle obligado a despertar antes. En cambio, lo llevó silenciosamente por las calles de Seúl hasta alcanzar el punto que tenía fijo en la mente. Asintió cuando sus ojos le miraron dubitativos, y una vez se sentaron a la mesa de mantel de seda, notó cómo iba leyendo cada uno de los enunciados en la carta.

—Esto es demasiado ca-

—Pide todo lo que quieras —TaeYong hizo ademán de replicar, y se lo impidió al ser más rápido—. Anoche estaba ebrio, de seguro fui una carga para ti. Te mereces un buen desayuno. No te preocupes por el precio, lo pagaré de mis fondos personales. 

Esbozó una sonrisa ante su incredulidad, mueca que no desapareció incluso cuando escuchó el pedido hacia uno de los garzones y sumó el total mentalmente. En la espera el silencio no se sintió incómodo, y una vez aparecieron ambos pedidos empezó a tomar su café matutino lentamente, tragando con ayuda del líquido una pastilla para el dolor de cabeza que permanecía de manera insistente.

Solo eso aguó su humor, mientras revisaba con ayuda de su celular los avisos económicos. Específicamente, la sección de renta de viviendas.

Tendría que agendar visitas pronto.

———

—TaeYong, ¿cómo sigue tu tobillo?

Dentro del mismo lujoso salón del día anterior, bastaron solo un par de minutos para quedar en total libertad por parte de su controlador mánager —quien se veía incluso más imponente que el día anterior, vestido esta vez completamente de negro—; y en apenas dos minutos más se encontró apretujado hombro con hombro entre dos personas diferentes pero igualmente sonrientes.

—A decir verdad ya no me duele, Ten —respondió con una sonrisa también, sintiendo la tirantez de sus músculos al hacerlo. Miró por el rabillo del ojo. JaeHyun ya tenía una copa en la mano, y conversaba acaloradamente con un grupo del que debían ser personas de alto renombre—. Creo que el hielo ayudó a la inflamación.

—Me alegra oírlo. Ten pensaba que estaríamos en problemas si no sanabas. Tu mánager podría haber pensado que tuvimos que ver en eso o algo así —John Seo movió rápidamente su cabeza en sentido superior para arreglarse los cabellos, dejando así su frente al descubierto—. Le dije que era una tontería y que JaeHyun no podría molestarse por algo tan estúpido pero… oh dios.

No alcanzó a preguntar por el rostro de profundo pánico que presentaba Johnny, pues el súbito silencio del lugar fue el más claro indicador de que algo extraño sucedía. Siguió la dirección de sus pupilas, y al reconocerle dejó caer la mandíbula inferior.

No era como si no hubiera pensado en él todo aquel tiempo sin saber nada de si acaso aún seguía con vida aún, sin embargo, las presiones de la atareada vida de modelo a la que estaba sometido hacían difícil el concentrar toda su atención en un tema en específico. A pesar de ello, cada vez que tenía la oportunidad preguntaba por él.

Por eso verle bien vestido y con su cámara profesional al cuello se sintió incluso más grande que la mayor de las sorpresas.

—Parece como si hubieras visto a un fantasma. Vamos, que aún estoy en esta vida.

Percibió los cuchicheos entre el modelo y su guardaespaldas, y pronto escuchó sus pasos alejándose. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para no pellizcarse la piel ante la vista de la persona que tenía al frente; una presencia tan inesperada tanto para él como para los demás, y que era la única explicación tras el abandono tanto de Ten y Johnny.

—Yuta… —Nakamoto Yuta sonrió con tranquilidad, balanceando su cámara entre las manos de un lado a otro, casi como si se tratara de un juguete. Se aclaró la garganta—. Pensé que estabas…

—No hablemos de ese incidente, ¿quieres?

Ahí fue que supo que la actitud inicialmente despreocupada que presentaba no era más que una máscara laboriosamente construida: Yuta no estaba ni un ápice de buen humor. Más bien, al fijarse en sus pupilas trémulas, reconoció que distaba mucho de aquel fotógrafo confianzudo de sonrisa fácil que conocía.

O que, al menos, creía conocer.

…No, al contrario, hablémoslo.

La frase que se dejó oír no salió de sus propios labios, ni mucho menos. No fue necesario voltear. En su hombro, la presión de unos dedos largos se enterró con firmeza, al punto que tuvo que apretar los dientes para no susurrar ni siquiera un quejido de dolor. Supo de inmediato que, a pesar del ruido ambiente y que hubieran un montón de personas hablando y riéndose al mismo tiempo, la persona que tenía al lado sería capaz de oírle. Y exasperarlo no era nunca una buena idea.

—También me alegra verte, JaeHyun. Aunque pensé que me irías a ver durante el tiempo que estuve siendo investigado.

—¿Acercarme a un maldito drogadicto? No gracias —la palabra no pareció incomodar al fotógrafo. Sus ojos seguían temblorosos, pero observaban un punto distante. Casi pudo adivinar de que se trataba de la puerta de entrada, la que permanecía algunos metros a sus espaldas—. A ver, Yuta. Dejemos las cosas en claro. No quiero que te vuelvas a acercar a TaeYong, ¿entendido?

—No me digas que tú también te creíste lo que inventó la prensa sensacionalista —fuera de su ensimismamiento, el cuerpo de Yuta se adelantó un paso y lo que sucedió a continuación fue demasiado rápido como para actuar o decir algo. Tuvo que agachar la cabeza para ver a través la abertura que se encontraba entre el brazo y el cuerpo de JaeHyun, quien ahora permanecía de espaldas con los brazos ligeramente extendidos, impidiendo una mayor cercanía—. Ja, de entre todas las personas que dudaron de mí, no sé por qué proviniendo de tu parte se siente peor.

El brazo de JaeHyun que lo mantenía detrás de sí no hizo más que tensarse a cada palabra. Se mordió la lengua; no era prudente decirle la verdad al fotógrafo aún, no al frente del culpable más que seguro del aviso a la policía. Tal vez, cuando se enterase de la verdad, el problema escalaría más allá de lo que podría controlar.

Fue imposible el no preguntarse cómo lograba JaeHyun estar tan tranquilo, hablándole de esa forma a Yuta, a quien había prácticamente casi metido a la cárcel.

—…Aunque no creo que estés en condiciones de juzgarme. Tus antecedentes tampoco están limpios, y los dos lo sabemos.

—Pero al menos no aspiro puto éxtasis en medio del baño de una fiesta. No creí que llegarías a ser tan imbécil —JaeHyun suspiró con pesadez—. Mira, sabes que me alegra verte acá y no tras las rejas. De verdad. Te puedo odiar por muchas razones, y aun así me alegra. Pero no confío ni un ápice en ti.

—…JaeHyun…

Mantente lejos —el brazo de su mánager se posicionó esta vez sobre el pecho de Yuta, apuntándolo y empujándole con la fuerza de su dedo índice—. No te acerques a TaeYong. No lo hagas, porque te juro que-

—Quiero hablar con él.

Ambos le miraron. Se sintió enrojecer. Dudó por un segundo de lo que acababa de decir, sorprendido de sí mismo.

Sin embargo, lo repitió.

—Quiero hablar con él —se levantó en las puntas de los pies, lo suficiente para alcanzar el lóbulo de la oreja de JaeHyun, y susurró—. Por favor. Ya no soy un niño. 

Al apartarse, notó una sonrisa amplia en su mánager. Tal vez, para cualquier otro aquella sonrisa de hoyuelos habría sido un excelente aviso, una señal de que ya podía relajarse.

 A TaeYong, un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

—Claro, TaeYong. A veces se me olvida. Por supuesto que puedes conversar con él si eso quieres.

Miró a Yuta. No se contagió de su mueca de alegría, al contrario. Volvió a posar la mirada en la persona que tenía al frente, y los músculos se le tensaron al sentir un contacto en la cintura.

Uno demasiado poco gentil, de manos que conocía más que bien.

—Pero primero vamos al lavabo, ¿sí?

Y antes de poder hacer nada, el agarre en su cintura le obligó a caminar hacia un lugar al que no quería ir.  

———

La puerta se cerró tras de JaeHyun, pero TaeYong no hizo ademán alguno para comprobarlo con sus propios ojos. En cambio los apretó con fuerza, hasta que lo único que registró fue la reconfortante negrura de sus párpados cerrados.

Bastaron un par de segundos para que dicha estrategia fuera descartada por completo.

—Mírame.

Agachó la cabeza. La voz de JaeHyun resonaba justo al frente suyo; hasta fue capaz de escuchar su respiración, más superficial que antes, a un ritmo ligeramente aumentado.

—No lo volveré a repetir. Mírame.

Entreabriendo su ojo izquierdo, divisó la puerta de salida a tan solo un par de metros. Calculó que debía estirarse un poco para alcanzar el pomo, girarlo, y con ello volver al murmullo ahogado del salón que cada vez se llenaba más de gente.

La mano de JaeHyun fue más rápida, y sintió un pinchazo en el pecho cuando le vio echar el pestillo.

—Tú lo quisiste así.

Retrocedió. Fue inútil. Siendo acorralado contra la pared, gritar y oponer resistencia pronto quedaron fuera de sus acciones a seguir y en cambio le dejó hacer lo que quisiera. Gimió al sentir sus dedos en el cabello, tironeándole hacia arriba, y dejando así más expuesta la zona de su cuello. Su mánager aprovechó la instancia.

Tembló, y los ojos se le empañaron al sentir unos labios recorriéndole la piel.

—Basta… —gimió.

—¿Basta? ¿Me estás diciendo que me detenga? —negó enérgicamente pese a la presión en su cuero cabelludo, que hacía difícil cualquier tipo de movimiento—. ¿Quieres que te recuerde quién desobedeció las órdenes primero?

—¿A qué te refieres con…?

—¡El contrato! ¡Desobedeciste el punto seis! ¡El modelo no puede mantener una relación de ningún tipo además de las experiencias que el mánager estime conveniente! —una lágrima se escapó en contra de su voluntad, causada principalmente por el dolor paralizante proveniente del agarre de sus cabellos. La mirada de JaeHyun, sin embargo, no se suavizó ni un poco—. Pero, ¿sabes? Seré indulgente. Sí, porque después de todo es tu primera falta en mucho tiempo.

—¿Acaso no puedo conversar con Yuta?

Cerró los ojos automáticamente. El golpe que esperaba no apareció. En cambio, sintió un tacto extraño en la mejilla, mientras el agarre en sus cabellos se deshacía un poco. Cuando volvió a mirar, parpadeó rápidamente al notar que lo que estaba en su pómulo izquierdo no era más que la mano libre de JaeHyun, de tacto frío, obligándole a mantener la cabeza en alto.

—¿De verdad quieres hablar con ese drogadicto?

—Él no es ningún tipo de drogadicto —replicó, sin quitarle la mirada. JaeHyun dejó salir una risa burlesca, rodando los ojos—. ¡Pero si no lo es! ¡Lo inventaste tú, le avisaste a la policía algo que no era cierto solo porque estabas-!

—¿Yo lo inventé? —gimió al sentir su cabellera siendo agarrada otra vez con aquella misma fuerza; esa, que empleaba cada vez que estaba de mal humor y debía aguantar las consecuencias, sin saber jamás cuáles eran los motivos tras su ira desmedida. Pese a todo, siguió mirándole—. ¡¿Me estás diciendo que yo acusé a Yuta, siendo que tú mismo viste que abandoné esa fiesta temprano y que no estuve allí cuando sucedió el incidente?!

—¿Y entonces… entonces por qué me alejas tanto de él?

—¡¡Porque no quiero que te haga daño!!

Incapaz de decir o pensar nada, clavó las pupilas en el rostro de JaeHyun. Le vio detenerse en el acto, casi como si hubiera dejado de respirar por un par de segundos, y la presión que sentía en los cabellos desapareció como si nunca hubiera estado allí. La mano que se posaba en su pómulo también se fue. Siguió la dirección de sus ojos, que observaban un punto inespecífico del suelo de baldosas marmoleadas que cubrían el piso del baño, y conforme pasaron los instantes, entendió lo que decían aquellas palabras realmente.

Sintió un escalofrío, muy diferente a los demás que poblaban sus días.

—Yo… —JaeHyun pasó su mano derecha por los cabellos, echándolos hacia atrás—. Volveré… volveré allá dentro en un rato. Adelántate.

—Pero-

Vete.

Fue más el sonido del pomo siendo girado —algo dificultoso, por el pestillo que tenía la puerta— que la orden de JaeHyun lo que le obligó a mover los pies en dirección a la salida. Al destrabar la puerta y abrirla, no enarcó las cejas al encontrarse con el rostro serio de Yuta. Miró la mano delgada del fotógrafo. Se extendía en su dirección.

—Vamos —le vio hacer un gesto para que la tomara.

Manteniendo la cabeza bien erguida y sin mirar atrás, tomó la mano de Yuta y cerró tras de sí la puerta de los servicios higiénicos. 

Sucedió justo a tiempo.

Justo, antes de que un puño apretado con fuerza se estampara contra el largo espejo empotrado en la pared.   


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).