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Los Ilusionistas por Huitzil

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Daniel no podía dejar de ver a Dylan cuando este estaba ocupado o muy distraído, por lo general cuando el jinete amante se encerraba en su habitación, encendía la televisión para ver las noticias y no era porque le importasen solo quería saber si en ellas aparecería cierto agente del FBI.  Daniel no podía dejar de pensar en aquel incrédulo desde el primer momento que le vio “era un digno rival”- había pensado en un principio -“un poco torpe, explosivo e impulsivo, pero digno rival”- y con ese pensamiento se atrevió a retarlo para enseñarle cual realmente era el significado de la magia y, la más importante de todas las razones (incluso aquella de introducir un micrófono en su celular) para que le notara, le viera, pudiese saber que J. Daniel Atlas no era un cualquier ladrón o cualquier mago, era el mejor.

Cuando descubrió que el mismo detective al que secretamente admiraba era el jinete que públicamente respetaba su alter ego sufrió un golpe bajo y su orgullo se vio derrotado. De pronto Henley aparecía en otro plano de interés y con ella todas las demás asistentes y mujeres con las que se pudo acostar, no era que no quisiera a la sensual pelirroja, pero no podía amarla y Henley era mujer de agotar todos los medios antes de darse por vencida y eso se lo había dejado en claro cuando se convirtió en algo más que una asistente para crear sus propios actos de escapismo, magia e ilusionismo. Tenía que dejarle en claro que ella ya no era importante y la mejor manera de demostrarlo era siendo un grandísimo hijo de puta con ella.

No podía evitar admirar a Dylan y odiarlo por ello, detestarlo con cada fibra de su ser y amarlo con cada molécula de su cuerpo, era tonto y lo sabía pero no podía evitarlo. A veces le gustaba seguirle de cerca para saber qué era lo que hacía, con quien estaba y porque estaba con esa persona. Le tranquilizaba saber que aquel sujeto no viajaba más que de su casa al trabajo y viceversa, solo socializaba con personas laboralmente y nada más, de todas formas le gustaba verle cuando no estaba ocupado buscando al ojo o pareciendo indiferente, le gustaba verle cuando creía que nadie lo hacía porque entonces el detective todo poderoso admirado por todos bajaba la guardia y dejaba de fingir, su mirada se tornaba triste y su sonrisa se borraba, entonces Daniel Atlas se daba cuenta que todas esas veces que aquel detective le dedicaba una sonrisa de esas que le hacían latir su corazón desenfrenadamente era simplemente una ilusión y que esa sincera mirada que siempre regalaba para calmar a los demás no era más que un cruel engaño. Al saberse eso Atlas sentía que su corazón se volcaba dentro suyo enmarañado de coraje y rabia. ¿¡No se suponía que eran una familia!?  ¡¿Un maldito equipo?! Era injusto que Dylan supiera todos sus secretos y todos sus trucos y de él no supieran más que lo que decía su carnet y eso lo cuestionaba porque quizá era otra ilusión que el mismo detective había querido revelar. No era la verdad, había algo más, algo obscuro, un secreto que Dylan protegía y que se convirtió en algo tan suyo que se volvió parte de su cuerpo, su alma y posiblemente su corazón. Atlas comprendió que para descubrir los secretos detrás de aquella sonrisa tendría que poder estar al mismo nivel que Dylan, tenía que convertirse en el líder de los jinetes, con esa meta en la cabeza olvido por completo el placer que sentía al ver al detective y esa felicidad que lo enloquecía al escuchar su voz, todo para poder estar a su lado y al fin dejar de perseguirlo, ya que quería estar a su lado y no como un simple subordinado sino como algo más, algo que Daniel no podía ponerle nombre porque jamás había sentido algo por el estilo nunca.

En la función todo marchaba bien, como siempre Dylan era quien dictaba las reglas, no dejo que nadie interfiriera en su plan maestro, lo cual a todos los demás encanto a excepto a Atlas quien le pareció un acto imprudente, egoísta y narcisista, valla ironía ya que él era todo eso, pero menos mal cuando menos ya podía hacer algo para distraerse en algo más productivo que estar pensando en el detective Dylan.


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