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Sombras y luz por Liyis

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Notas del capitulo:

Hola mazapanes!

Aqui tienen el capitulo.

Me retrase un poco por aqui, lo siento. Pero ya esta. Y puede que mañana o tal vez mas al ratito, tengan otro.

Espero les guste.

Nos leemos.

 

Había pasado pésimas noches. Todas en el autico, tratando de no tener pesadillas, pero todas eran siempre relacionadas con la muerte de mi madre.

Richard me había dejado salir del ático al siguiente día. Abriendo la trampilla y dejando que bajara sujetándome del brazo para ayudarme, porque precia que no podía caminar yo solo o tal vez, para que no escapara. Tenía los ojos hinchados y tenía miedo de estar con él. Me obligo a regresar a mi habitación.

Y ahí fue bastante claro.

—No dejare que intentes irte de nuevo. Me quedare aquí vigilándote.

—No te quedaras toda la vida... —susurre, sentado en la cama observando la ventana. Luego lo encare. —no me quedare aquí, no me importa, ¡me iré con mi abuela! La encontrare y no volveré a verte.

—Escucha lo que te digo. Es más conveniente para ti quedarte aquí.

—¿Cómo podría serlo?

—Pues… no tienes de otra,  porque si te vas no tendrás ningún lugar a donde ir.

Comencé tener un mal presentimiento después de que me dijo eso —¿De qué hablas...? —me tembló la voz y el me arrojó su celular. Lo tomé observando la grabación de una llamada que había tenido con mi abuela.

—Escúchalo tú mismo.

Intercambiaba miradas con el aparato y el. Dudoso de mover mis dedos y escuchar lo que sea que tuviera. Apreté el botón para que se reprodujera y me pegue la bocina al oído. Una parte de la llamada comenzó.

—...¿Que hará con su nieto?

—Nada... no quiero nada, no quiero verlo, ni quiero saber nada de él, que viva con usted... ya no me interesa...

El celular se me callo de las manos. Y la respiración me falto. Era ella, era la voz de mi abuela, la de la misma mujer que me había estado cuidando cuando era niño. De la que me cuidaba de una manera casi sobreprotectora… pero ¿Por qué?

—¿Ya lo escuchaste? Si la buscas no serás recibido por ella, eres una molestia, incluso para tu familia. Probablemente ya hasta se ha mudado a otro lugar del país, y no tienes más dinero. Así que te conviene quedarte aquí por lo pronto. Si no quieres ser otra basura de las calles.

Tomo el aparato y salió de mi habitación. No sabía cómo reaccionar ahora. Quería pensar que era una broma. Que todo estaba siendo fingido. Pero... ¿Y si no?

Me temblaban las manos y las piernas y sin que yo pudiera evitarlo de nuevo comencé a llorar. Tan fuerte que dolía jadear para intentar respirar de nuevo.

 

 

Así paso una semana, donde el resto de los días fueron iguales y callados. Richard se quedaba gran parte del tiempo hablando por celular. Parecía que se había quedado aquí manejando todo en su empresa por medio del teléfono, solo para vigilarme. Y que no volviera a irme. Me había quitado todo contacto. Y no hacia otra cosa más que quedarme dentro de mi cuarto y pasar la noche en el ático. No porque yo quisiera. Más bien él me obligaba y cada que me hablaba tenía que insultarme de algún modo.

Me di cuenta que nadie nos visitaba, tal vez porque Richard los ahuyentaba pero también estaba usando la excusa del luto de mi madre dando a entender que queríamos estar solos. Falte a clases toda esa semana e incluso hubo noches en las que sentí que iba a volver a golpearme, de esos días en los que se veía mas enojado de lo normal y comenzaba romper cosas.

 

Regrese a la escuela cuando el color de mi mejilla había regresado a ser normal. Y esa fue la gran semana en la que Richard resistió estar aquí conmigo, vigilándome.

Aun así creo que se notaba mi depresión. No tenía ganas de hacer nada tampoco. Mi mamá estaba muerta. Mi abuela no quería saber nada de mí. No tenía dinero ni ningún lugar a donde ir. Tampoco tenía a nadie para confiar. Estaba solo...

Si así era. ¿Qué caso tenia escapar entonces?

 

Yo me di cuenta de eso y Richard también. Se fue el martes, el mismo día que regrese a clases con mi celular de vuelta. Con más seguridad de que seguiría aquí cuando regresara. Había configurado el celular para que pudiera contestar únicamente sus mensajes. Y lo peor de eso, es que borro todas las fotos que tenia de mamá.

En clases, por primera vez estuve pensando en otras cosas que en las materias o en el porque la gente no me hablaba, ahora yo era el que no quería hablar con nadie.

La única persona que se acercó a mí fue Amy y me dio los apuntes de la clase. Al menos podría hacer algo diferente en la tarde. Pasar todos mis apuntes me distraería un poco.

 

Al siguiente día. Volví a entrar al colegio sin ver ni hablar con nadie. Deje mis libros en mi casillero y luego seguí caminado hasta el aula. Con la mirada bajas y pasos cortitos.

—¡Luca! —escuche mi nombre. Era Iván. Se movía entre el tumulto del pasillo, con su mochila y cargando una gran bolsa de caramelos. —Cómo estás? —me sonrió. Solo venía a eso. Y ayer ni siquiera pensé en hablarle.

—Bien... Todo va... mejor. —volví a mirar al piso.

—¿Si hablaste con tu abuela? —él no sabía nada.

—Amm... Tiene problemas de dinero y no va a poder venir a verme. Pero estamos en contacto. —mentí.

—Eso es genial. Bueno, como tu padrastro trabaja en la ciudad estarás en tu casa muy solo y mi mamá te invitas a que vengas a cenar con nosotros.

—¿Tu mamá no trabaja en los ciudad también? —pregunte curioso. Ambos seguíamos el camino el aula.

—Pues... No, renuncio.

—Que mal...

—Si, en especial porque ahora trabaja aquí en la escuela. Es la psicóloga.

La psicóloga, había olvidado que esa era l profesión de la señora Davis. Y además, también había olvidado que tenía que ir.

—Y además de eso. —e Iván también lo supo —Ella me ha dicho que tiene varias sesiones contigo desde hace un tiempo y no has ido.

—Ni he podido. —me excuse. —No he tenido tiempo y falte la semana pasada.

—Pero puedes ahora.

—Tenemos clases.

—Después de clases entonces.

—Yo... no... puedo.

Iván se detuvo, justo antes de que entráramos al aula.

—¿Porque no puedes?

Ya no tenía más excusas. Me encogí de hombros.

—Escucha... sé que es difícil, pero... de verdad, tienes que ir. Te hará mucho bien y podrás desahogarte todo lo que necesites, para que puedas superar la perdida.  

Si supiera que estado llorando todo el tiempo.

—Si... —murmuré después de un ratito.

—¿Si iras?

—Si...

—¡Excelente! —él sonrió —Espérame a la salida en tu casillero ¿Okey?

—Si... —murmure de nuevo.

 

Después de algunas clases donde Iván estuvo cerca de mí todo el tiempo a la hora del almuerzo, sentencio que estaría conmigo también. Y eso era nuevo. Incluso me compro comida en la cafetería, porque yo había olvidado llevar algo de casa. Ahora que lo pensaba, no había mucha comida ahí. Tal vez y si cenaría con la Sra. Davis.

Nos sentamos en la mesa que solía ocupar todos los días.

—La semana estuvo algo vacía sin ti. —hablo, mientras comenzaba a comer una hamburguesa.

—¿En serio? —lo mire extrañado.

—Si… es raro llegar y ver un asiento vacío. Esperaba verte en el acantilado. O aunque sea por la ventana de tu habitación, pero… no te vi, en días. —me encogí. Sabía lo que venía. —¿Dónde estabas?

—En casa.

—No te vi ahí.

—Estaba ahí. Y… también camine por el centro y el mercado. Visite el cementerio. Y pase incluso a la tienda de discos, para verte. —mentiras, tras mentiras.

—¿En serio? Solo trabajo ahí los Lunes.

—Oh…

—Hablando de eso. ¿Escuchaste el disco? —su mirada había cambiado, no había visto esa mirada antes aunque sentía sé si. Sonreía un poco y ladeaba la cabeza, Sus facciones se relajaban y parecía que sus ojos brillaban un poco. Iván confiaba en mí, y eso me hacía sentir bien. Había logrado que cambiáramos de tema.

—Sí. —respondí —es lo único que escucho.

—Genial. Vi tu grabadora de cassette. Si quieres puedo prestarte algunos, mi cuarto está lleno de ellos.

—Lo sé. —comencé a sonreír.

—¿Lo sabes? —me miro extraño y yo me di cuenta de lo que había dicho.

—Es que… de-desde la ventana, a veces se puede ver un poco de tu cuarto.

—Oh, es verdad. Tu cuarto está lleno de cosas raras.

—Lo se…

Así estuvimos un buen rato. Le conté sobre el abuelo de Richard y las cosas raras de por ahí, y apenas un poco sobre mi hogar en Boston. El me conto sobre su obsesión con las gomitas de gusanitos, incluso me dijo que visito Boston en el verano. Sentí que la conversación iba a llegar inminentemente al día de la fiesta. Pero cambio de tema para hablarme sobre su trabajo en la tienda de discos y los privilegios que tenía. Después me hablo sobre los dulces para día de brujas. Me había hecho olvidar muchas cosas.

 

Cuando el timbre sonó, recogimos nuestras mochilas y caminamos de regreso. Me pidió que sujetara su refresco en lo que iba a pedirle, no recuerdo que, a Amy. Y yo asentí embobado, porque no había dejado de sonreírme en toda la hora. 

Me había apartado de la gente y me recargue en el pasillo fuera del salón. Todos se movían tan rápido que era divertido quedarme solo a observar. Pero justo en ese momento, la profesora Britt pasó a mi lado y chocamos, haciendo que toda la Coca-Cola se vaciara en su blusa y sus jeans.

Iba a hablar, a disculparme como siempre, pero ella comenzó a gritar.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Mira lo que hiciste! —sostenía su blusa, comenzando a exprimirla, incluso su cabello se había machado y se quitó los lentes. No creía que una pequeña Coca-Cola dietética  había ocasionado todo eso.

Los conserjes comenzaron a acercarse para limpiar el desastre y yo seguía pegado  en la pared.

—Lo siento… —murmure.

—Fue un accidente. —Iván llego por detrás. Defendiéndome. Pero la mujer lo miro con una furia peor y luego esa furia la dirigió a mí.

—¡¿Accidente?! Eso no fue un accidente. ¡Lo hizo a propósito!

El resto de mi grupo comenzó a observarme. La profesora refunfuño y soltó otro grito de furia.

—¡No va a haber clase hoy! Y tú vas a entregarme una serie de planas sobre el glosario de la semana pasada. Para mañana. —me señalo.

—¡¿Qué…?! —no era justo. No podía hacer eso.

—Era mi bebida. ¡En todo caso la culpa fue mía! —Iván me defendió de nuevo. —Yo hare su castigo.

El perfecto rostro de la profesora se puso rojo. —No me interesa. —y taconeo enfadada hasta salir del pasillo. Probablemente a un sanitario.

Todos se habían callado en ese momento hasta que James hablo.

—¡No hay clase hoy! —y todos empezaron a festejar.

Yo tire la botella en la papelera.

—¿Estas bien?

—Lo siento. No tienes que hacerlo, yo tengo tiempo.

—No, yo lo hare. Solo fue la furia, intentare hablar con la maestra después.

—Gracias.

 

 

Había olvidado mi libro de matemáticas en mi casillero. Por lo que tuve que ir por él y no deje que Iván me acompañara. Maldito error.

Ver a Adam metiendo las cosas en su casillero fue casi traumático, o más bien se estaba poniendo en acción el trauma que me había generado. Aun así, no tenía por qué temer, respire profundo y fingiendo que él no existía abrí mi casillero con mi combinación y fui lo suficientemente rápido para dejar mis cosas. Pero el me detuvo, como muchas veces lo había hecho antes.

Cerró su casillero de golpe mientras yo seguí con la vista en el mío.

—Hace mucho que no te veo —me hablo. Pero no tenía de ánimos de pelear con él.

—Déjame en paz. —murmure, últimamente he estado hablando así demasiado.

—Me entere de que tu madre está muerta. —apreté las correas de mi mochila mientras cerraba mi casillero. —Lo lamento...

Lo mire un segundo. ¿Qué era eso? ¿Porque de repente decía que se disculpaba?

—¿Qué…?

—Por la muerte de tu madre. Debe ser difícil. Y no creo que te guste que te siga molestando. Así que, te dejare paz un tiempo.

—¿En serio…?

Sonrió. —Por supuesto.

No sabía que decirle ahora. —Bueno... gracias.

Me iba a dar la vuelta para caminar a la siguiente aula cuando mi celular comenzó a vibrar. Lo saque de inmediato mientras caminaba observando el mensaje de Richard. Seguía sintiendo los pasos de Adam caminar detrás de mí. Salí de la conversación pero justo en ese momento Adam me quitó el celular de las manos. Gritando un "¡Oops!" Mientras lo hacía.

—¡Devuélvemelo! —grite. Pero me calle en cuanto las personas del pasillo lo notaron. Adam regreso a su casillero.

—¿Que tenemos aquí? —sostenía mi celular, alegre mientras leía mis conversaciones.

—¡No es nada que te importe! —grite tratando de quitárselo de las manos.

—¿Quién es Megan?

Creo que palidecí. No. No podía ver los mensajes —¡Dámelo! No te interesa.

—¿Que no éramos amigos? —seguía mirando la pantalla.

—¡No soy amigo tuyo!

—Eso me dolió ¿sabes? Mira, la chica es guapa.

—¡Para...! No lo hagas, por favor. —estoy seguro de que suplique para esos momentos. Y sentí aún más ganas de llorar en cuanto note como la expresión de su rostro cambiaba a sorpresa mientras leía.

—¡Dios...! —exclamo. Y con una fuerza de la que no me creía capaz, le arrebate el celular y lo empuje hasta meterlo dentro de los baños que había en el pasillo. El timbre sonó. Y tuve una enorme suerte de que estuvieran vacíos.

—No puedo creerlo...

—¡No le digas a nadie! ¡No puedes! —suplicaba.

—Eres gay...

—¡No soy gay! —volví a gritar. —... no puedes decirle a nadie. Por favor. —ya estaba llorando.

—¿No quieres que les diga a todos lo que eres? ¿Me pregunto que pensara Iván sobre esto?

—¡No! —lo detuve antes de salir. —¡Por favor! Hare lo que quieras... —me rendí.

Baje la mirada. Solo me quedaba suplicar porque Adam no quisiera mostrarle esos mensajes a nadie. No podía hacerlo, nadie podía saber. Aun no quería que lo supieran. ¿Porque carajos no los borre? ¿Porque los conteste en primer lugar?

—Bueno... eso suena más interesante... —lo mire.

—¿No... le dirás a nadie? —volví a preguntar, mientras limpiaba mis lágrimas.

—Si haces todo lo que te diga... no. Creo que tendrás menos humillaciones si me dejas decirlo.

—No, ¡por favor! Solo... no.

—¡Muy bien! —volvió a sonreír y me quito el teléfono. —Enviare esto a mi celular. No creas que te devolveré la evidencia. Ahora... ¿qué es lo que quiero que hagas? —puso una expresión pensativa, se estaba burlando de mí. Chasqueo los dedos —Ya tengo la idea. —temblé. —lo primero que harás será decirle a Iván es un imbécil y que no quieres volverá a hablarle.

—¿Que...?

—Ya me oíste. Hoy, a la hora de la salida en la entrada, quiero que todos te vean.

Notas finales:

¿Rw? :)

Liby.


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