#17. Enfermedad.
446 palabras | G
Los días de otoño habían quedado atrás, trayendo consigo el frío invierno. El cambio de clima fue tan repentino que por un descuido Milo había caído en cama con fiebre alta y la nariz escurrida. Su cuerpo tiritaba cuando por la ventana el frío viento se colaba. A su lado Perseo y Lila –quienes dejaron de pelear al escuchar su primer estornudo- estaban mirando hacia la puerta de su habitación esperando a Saga.
—Aquí está tu sopa Milo —dijo mientras dejaba la bandeja al lado y lo ayudaba a sentarse— ¿Cómo sigues?
— ¿Cómo crees? —Susurró con la voz ronca mientras agarraba un pañuelo y se sonaba la nariz— Voy a morir —se quejó.
—Eso no hubiera pasado si no estuvieras jugando debajo de la lluvia.
El regaño de Saga lo hizo enfadar, era cierto que había estado jugando debajo de la lluvia con Perseo y Lila, pero todo fue culpa de Saga que necesitaba leer algunos pergaminos del patriarca y lo había obligado a jugar con sus perros fuera del templo justo cuando la lluvia empezaba a caer.
—Cállate —susurró mientras estornudaba— ¿Me traes otra caja de pañuelos? —susurró.
El mayor suspiró pero no replicó, aunque no lo admitiera, se sentía culpable. Si tan solo hubiera terminado su informe antes no hubiera necesitado que Milo saliera del tercer templo con los perros, per su informe era importante.
Perseo le gruñó cuando pasó a su lado y Lila bufó mientras se acurrucaba al lado del menor.
—Ya entendí —susurró mientras iba por la segunda caja de pañuelos a la cocina.
Cuando regresó, no pudo evitar sonreír al ver como Milo comía la sopa que le preparó. Admitía que no era tan bueno cocinando como su gemelo o como el mismo Milo pero hacía lo mejor que podía para satisfacer los exigentes gustos de ambos.
— ¿Qué tal la sopa? —preguntó cuándo llegó hacia el menor y se hacía espacio para sentarse al lado de su enfermo novio.
—Está delicioso —dijo con una pequeña sonrisa— Has mejorado mucho Saga, te felicito.
Ver la sonrisa en Milo le alegró y sin importar enfermarse le dio un beso sobre sus labios.
En la cocina del templo, el menor de los gemelos regresaba luego de traer la medicina para su lindo cuñado. Sorprendiéndose de no escuchar a la endemoniada de Lila ni al pequeño Perseo ladrar. El aroma de comida lo llevó a la cocina y curioso agarró una cuchara parea probar la comida que su gemelo preparó.
—Ugh —susurró mientras se servía un vaso de agua— La sopa está demasiado salada —se quejó mientras miraba hacia la escalera que llevaba a las habitaciones del templo— Pobre Milo… ha de haberse desmayado…
#18. Ridículo.
458 palabras | G
Había llegado a creer que sacar a Lila y Perseo sería sencillo luego de ver como lo cuidaban mientras estaba enfermo pero ahora lo descartaba por completo. Lila y Perseo solían competir para lograr impresionarlo, logrando que en uno de sus trucos quedara embarrado de lodo.
—Lila —suspiró cansado al verla moverse por todos lados— Quieta.
Al parecer su orden funcionó porque ella quedó quieta mientras miraba fijamente hacia un puesto de verduras. El gruñido que soltó le hizo arrugar la frente. Solo le gruñía a Camus y Kanon cuando andaban cerca de él pero ahora estaba solo.
— ¿Lila? —alzando su mano para tocar su cabeza se detuvo cuando la cachorra salió corriendo hacia una muchacha.
La joven de bella apariencia, de cabello rubio opaco que le llegaba hasta la espalda y ojos de color verde gritó horrorizada. Lila cayó encima de la muchacha y empezó a gruñir molesta.
— ¡Lila! —Gritó mientras se acercaba con Perseo, que por alguna extraña razón se detuvo mirando a la muchacha con desconfianza— ¿Estás bien?
—Si… —dijo con una pequeña sonrisa, aceptando la mano que Milo le daba.
—Lamento lo que mi cachorra hizo… no suele atacar a las personas —comentó.
—Descuida —dijo restándole importancia mientras que Lila seguía gruñendo, dispuesta a saltar de nuevo— No me gustan los animales… y ellos tampoco les agrado.
—Claro… —dijo mientras veía como se despedía y empezaba a caminar.
Lila y Perseo no le quitaron la mirada de encima hasta que desapareció entre tanta gente. Luego de aquel encuentro con la muchacha empezó a sentirse extraño. Presintiendo que un acontecimiento ocurriría y cambiaría su vida por completo.
Eran casi las dos de la tarde cuando regresaron del parque al tercer templo con una bolsa llena de comida para almorzar con Saga. Lila y Perseo al parecer ya no deseaban jugar, después de aquel encuentro con la muchacha se habían desanimado.
—Ya llegamos —dijo mientras soltaba las correas, pero ambos perros se quedaron quietos— ¿Qué ocurre?
Unos ruidos provenientes de la habitación empezaron a escucharse, rompiendo el silencio del templo.
—Saga —susurró sintiendo como algo oprimía su pecho.
Empezando a caminar inquieto se detuvo cuando los sonidos de gemidos se escucharon cada vez más fuerte y por primera vez quiso creer que Kanon había llegado antes de su misión y se había equivocado de habitación, sin embargo al abrir y ver a la misma muchacha montada encima de Saga sintió algo pesado caer encima suyo.
Al parecer su cosmo se sintió, pues al verlo, Saga empalideció.
—Milo… —sin darle tiempo a hablar se dio media vuelta mientras que en su mente se repetía lo ridículo que se veía de esa forma.
Lo habían humillado. A él, al orgulloso Milo de Escorpio. No se lo perdonaría jamás.