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M-di H'dlak por Cirucad

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Notas del capitulo:

Gracias por su atención.

Habían pasado 48 horas desde que se sumergió en la información que tenía acerca del caso que estaba tratando, llevaba buscando cualquier pista que hubiera dejado pasar, pero todo parecía tan irreal, que difícilmente lograba concretar cualquier hipótesis, además de tener a su grupo de compañeros molestándolo por asignaciones “inútiles”, era bastante cansador.

Necesitaba dormir un buen rato, pero su jefe le presionaba, ahora aunadas recurrentes visitas de la agencia Yutani a su oficina, en solo dos días había pasado ya 4 hombres a interrogarlo acerca del caso, con su jefe a sus espaldas ordenándole hablar de todo lo que sabía, y los agentes no parecían especialmente satisfechos con sus reportes inconclusos.

-          ¡Gabriel! –gritó su jefe desde el otro lado del despacho – alguien te ha venido a buscar.

En su estado de sopor ni siquiera se preguntó porque su jefe le daba recados, pero aun así acudió a la recepción, aletargado y con pereza.

-          Buenos días, agente Amsel, mi nombre es Aurélien Lefebvre, vengo de Yutani, estaré a cargo de orientarlo en su investigación.

Era un hombre mayor que él, de gran altura y porte austero, con una barba obscura como su cabello, de ojos comúnmente claros. Le extendió la mano, en gesto respetuoso, pero mirada sádica y sonrisa hipócrita, alguien de temer.

-          Buenos días, ¿jefe? – Gabriel miró desconcertado a su jefe, pese a que todos en la oficina ya se había familiarizado con la dudosa relación entre Yutani y los sucesos recientes, no dejaba de ser extraño que se decidiera tan arbitrariamente que alguien de la particular decidiera meterse en la investigación, en especial una investigación que Industrias Weyland venía manejando desde hacía mucho tiempo.

-          Tenemos una orden del alto mando, necesitamos tu investigación – su jefe actuaba desprendido a su natural forma de ser, ansioso y presionado,  quizás tan impactado como él.

-          Yo… tengo toda la información en un disco duro, se lo haré llegar el día de mañana, de momento voy de salida. Espero trabajar con usted pronto- La voz de su superior le hizo desperezarse un poco, a pesar de seguir somnoliento se las arregló para hacerse notar seguro.

-          No, Gabriel, no entiendes, este hombre a partir de este momento estará contigo en todo, por cuestiones de seguridad serás transferido a una nueva oficina, en el frente de Yutani, tienes que sacar los papeles concernientes al caso y trasladarte a esa oficina hoy mismo. – Su jefe le explico quizás un poco apurado, sin embargo la mirada de urgencia que lo caracterizaba seguía impresa en su rostro.

Gabriel solo suspiró, sin mucho ánimo y resignado, dio media vuelta de regreso a su oficina, con aquél agente pisándole los talones. En ese momento agradecía tener tan pocas cosas en su oficina, aunque igual solo tomó los folder sobre su escritorio y el famoso disco duro, desconectó su ordenador y lo guardó en su portafolio.

-          De acuerdo, ¿en dónde está la nueva oficina?

-          Yo lo llevaré, agente. – Tomó las carpetas de las manos de Gabriel y se abrió paso entre las personas de la oficina hasta la salida, atravesaron el estacionamiento y llegaron a un vehículo negro. – Lamento la poca sutileza, pero usted debería comprender que es imperante salvaguardarlo. - Gabriel observó largo y tendido al de nombre francés, tratando de entender su propia actitud para con él, casi sumisa.  

-           ¿A mí? ¿o la información? – cuestionó después de terminar su análisis mental. Lo sentía de nuevo, el escozor en su nuca, una mirada asechándolo.

El otro ni siquiera respondió, le dedicó una mirada casi vacía y continuó a subirse al vehículo una vez las cosas de Amsel estuvieron aseguradas. Por su parte, Gabriel volteó discretamente hacia lo obscuro del estacionamiento, sintiéndose inhibido de sus capacidades y con una repentina ola de miedo y precaución en su cuerpo, sin notarlo, su respiración se tornó irregular y marcada. Lefebvre no perdía detalle del joven agente, casi satisfecho de las prontas señales que buscaba.

-          ¿Pretende subir al coche?, agente Amsel

Con un poco de premura el joven investigador circundó el coche para llegar a la parte del copiloto, donde le esperaba la puerta abierta y una mirada astuta por parte del otro hombre. Gabriel no puedo evitar la bilis subiendo por su garganta con un repentino coraje, ya sentía que esta temporada sería difícil.

El vehículo de desplazo cerca de 30km fuera de la ciudad, Amsel se había dormido después de 20 minutos en movimiento, poco interesado en la plática que su interlocutor intentaba entablar. De momentos el agente de Yutani lo observaba de reojo, algo intrigado por el joven, su carácter sádico le urgía molestarlo un poco, un muchachito don nadie llevando una investigación de tal magnitud, probablemente por la ineptitud de sus jefes que dudaban de la veracidad de los hechos. De pronto sentía la necesidad de destruirlo, manejarlo a su antojo, así era él y casi sentía pena por el chico, que terminó atorado con él.

-          Agente, hemos llegado – Su voz grave retumbó en los tímpanos de Gabriel, despertándose casi inmediatamente fastidiado.

El mayor cargó las cosas de Amsel y lo dirigió por los blancos pasillos de Yutani, él se conservaba detrás, investigando un poco, recordando los pasillos y uno que otro nombre que llegaba a ver en las puertas de las oficinas. Aparte de su pusilánime presencia, de las mejores cosas que se podían destacar de Gabriel, era su increíble memoria. Una habilidad bastante útil en su campo, pero que muy pocas personas habían sabido notar y que el aprovechaba al máximo, desde su escritorio.

Avanzaron 15 minutos más y solo entonces el francés se detuvo frente la que era su oficina, un despacho enorme, con una mesa medio adaptada justo al frente de un escritorio negro de pinta moderna. Justo en ese momento que Gabriel se dio cuenta que compartiría oficina con ese hombre que ya sentía que odiaba, pero él era devoto a su trabajo, especialmente a la investigación que llevaba, no podía dejarse mitigar por convivir con alguien que no toleraba.

-          Muy bien agente, puede instalarse a placer, siéntase cómodo y, nuevamente, espero que nos llevemos bien en esta investigación.

-          Si – Gabriel rumió las palabras en su boca, como vacilante de lo que diría – aunque me gustaría saber si hay algún tipo de pago de viáticos, por lo visto es aproximadamente una hora en carretera desde mi casa hasta acá y yo no tengo auto.

-          Yo me encargaré de transportarlo, como cortesía, por lo prematuro de su desplazamiento.

-          Bien, llevo dos días trabajando, le mostraré la información que he recuperado y después me gustaría retirarme, necesito descansar.

Gabriel comenzó a moverse rápidamente, ansioso por dormir realmente, conecto su disco duro directo a la computadora del francés, dejando al hombre meter su contraseña para acceder al escritorio de la misma. Una vez hecho esto el mayor le dio libre espacio para que manipulara la computadora, ingresó algunas contraseñas para poder ocupar su disco y finalmente llegó al reporte que tenía, copio y pego el archivo directo al escritorio e invitó al otro agente a que lo revisara, mientras él se apartaba.

-          Esa es toda la compilación de testimonios y las muestras extraídas de los lugares donde todo aconteció.

Lefebvre medio leyó el documento, hizo solo algunas preguntas, y las respuestas de Gabriel solo lo hacían poner una mueca extraña en su rostro, como molesto por lo que acababa de descubrir, que era en esencia nada para sus propósitos. No comentaron más nada, salieron de la oficina, con dirección a la casa del joven.

Nuevamente Gabriel se durmió al inicio del camino, una vez que entraron a la ciudad el francés lo despertó, y le demandó su dirección, cosa que Gabriel respondió escuetamente, ya sin dormir siguió la ruta a través de la ventana.

-          Hemos llegado, Amsel, vendré mañana por usted, partiremos a las 7 menos 10, espero que esté listo a esa hora- y sin más se fue, dando un poco de alivio al más joven.

Lefebvre se fue sin decir más, dejándolo solo frente a su casa. Gabriel observó la puerta sopesando el tiempo que no había pisado el inmueble, se acercó parsimonioso, con la tranquilidad que te da saberte en casa, sacó las llaves de su pantalón e introdujo la correspondiente en el cerrojo, quitando los seguros, giró la perilla más lento de lo habitual, sintiendo algo extraño, dejo la puerta abrirse sola, y observó todo, desconfiado, aunque no se veía nada, algo en su pecho le hizo desconfiar de más, no tenía su arma cerca, y no sabía que lo tenía tan intranquilo, decidió cruzar el umbral y cerrarlo a sus espaldas, girando sus ojos en todas direcciones.

-          Bienvenido a casa, peón.


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