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Siempre fuiste tú por Lady Akari

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Notas del capitulo:

Última parte <3

La vista al río logró calmar mi llanto, pero aun así me sentía capaz de arrancarme el corazón y tirarlo a lo más profundo del agua que se mecía silenciosa. Ya había anochecido y las farolas dibujaban mi sombra como si fuera una compañía. No obstante, yo la veía rota, herida, demacrada. Podía verme a través de ella como si fuera un espejo y eso solo me provocaba ansiedad.

Perder a la persona que amas nunca ha sido fácil. Porque las lágrimas son la última sonrisa del amor. Porque tú último recuerdo a su lado será el dolor, porque tal vez, si intentas que sea otro perderás la cordura y eso te llevará al desastre. No es un camino imposible de pasar, tan solo es una soga que aprieta cada vez más. Ahorca tu cuello hasta que al final del destino, lo único que queda son las cicatrices que serán la prueba de haber dejado el pasado atrás.

Mi cuerpo se estremece debido a la fría corriente que acaricia mi rostro. Mi móvil no ha parado de sonar y tras apagarlo, decidí hundirme más en mí mismo y en lo que posiblemente hice mal en estos años:

- ¿Hyung? –una voz grave interrumpió mis pensamientos.

Miré hacia un lado creyendo reconocerla:

- ¿Minjae? –él asintió.

- ¿Qué haces aquí tan tarde? Hace mucho frío –le sonreí como pude.

- ¿Y tú?

- Vengo de la agencia –declaró sentándose a mi lado mientras calentaba sus manos-. No me has respondido –dijo con una diminuta sonrisa.

- Dime una cosa Minjae –miré hacia mis piernas, perdido en la nada de mis pensamientos-. ¿Alguna vez has sufrido por amor?

Él me miró extrañado, pero luego pareció pensárselo y sus labios se curvaron en un triste gesto simulando una sonrisa:

- ¿Te sorprenderías si dijera que sí?

- ¿En serio? –lo miré.

- Sí, no sé a qué te refieres exactamente con la pregunta, pero sí que he sufrido por amor.

- ¿Podrías contármelo?

- Bueno, digamos que es un amor nunca confesado y creo que nunca lo haré.

- ¿Por qué? –lo miré curioso.

- Porque no es tan fácil como ir y decírselo simplemente.

- Pero tal vez si se lo dices a ella, p…

- ¿Quién ha dicho que sea ella, hyung? –rio sonrojándose.

- Oh… -parpadeé perplejo-. ¿Es él?

- Sí, es él.

- No sabía que…

- Yo también me sorprendí cuando me di cuenta de lo que me pasaba. Pero lo he aceptado y vivo con ello.

- Eres tan maduro, Minjae –dije con recelo bromeando.

- Hay que aceptar las cosas y cuanto antes te pares a escucharte a ti mismo antes podrás encaminarte de nuevo.

- Pero hay cosas que cuesta aceptar, ¿no es así?

- Sí, unas llevan más tiempo que otras.

- El proceso de aceptación es muy doloroso, ¿sabes? –en mi mente se reproducían los recuerdos de lo que fue nuestra relación.

- Lo sé –sonrió metiendo las manos dentro de los bolsillos.

- Me duele, mucho –mis ojos se cristalizaron a pesar de que estaba sonriendo-. Me duele y siento que nunca va a cicatrizar.

- Hyung… -me miró preocupado.

- Minjae –dije apretando los labios en una línea-. Pienso que debes decirle lo que sientes a esa persona por muy difícil que sea.

- No puedo hacerlo cuando en su corazón hay alguien más –declaró bajando la mirada.

- ¿Pero y si ese chico tiene el corazón destrozado y tú puedes arreglárselo?

- En ese caso seré el hombre más feliz del mundo –sollocé audiblemente.

- Hyung, ¿qué pasó? –se acercó a mí con rapidez tomándome de las manos.

- Soy un idiota, eso es lo que pasa –lo miré, ya no me importaba nada.

- ¿Alguien te hizo daño? –frunció el ceño.

- Le había dado mi corazón y solo le pedí que me lo entregara cuando ya no lo quisiera, pero en lugar de eso lo rompió –me limpié las lágrimas que seguían cayendo sin descanso-. Fui un idiota Minjae y perder la confianza me duele.

- No hyung, no lo eres. Eres una persona pura y de gran corazón. Tienes sentimientos cálidos y una dulce personalidad.

- Al parecer eso no fue suficiente.

- O tal vez estuviste con alguien que no lo valoró.

- ¿Sabes? Una persona me dijo lo mismo pero con otras palabras, que dos piezas que no encajan no puede estar juntas.

- Porque poco a poco se van haciendo daño –me sonrió limpiándome él esta vez las mejillas.

- ¿Opinas lo mismo? –asintió-. Pues yo llegué a pensar que la diferencia podía dibujar algo bonito y lo hizo, fue bonito lo que viví, pero al final acabó provocándome tanto daño que será lo último que sienta de la relación y no quiero que sea así, pero ya está hecho.

- Sé que duele hyung, pero también te conozco y sé que eres fuerte. Esa herida sanará y podrás recuperar tu corazón. Confío en ti.

- ¿Y si realmente no lo soy? Ahora mismo no tengo fuerzas para seguir.

- Pues te daré las mías –ahí estaba su sonrisa. Solo él podía sonreírme así y levantarme el ánimo.

- Te quiero, Minjae –le sonreí.

- Yo también hyung, más de lo que te piensas.

Me acerqué a él y lo abracé. Desde que lo había conocido había sido uno de los pilares más bonitos que sujetaba mi vida. Mi mejor amigo, con el que compartía todo, siempre había estado ahí para mí y eso no se lo podré agradecer lo suficiente en mi vida.

Sus brazos me rodearon al instante y enterró su rostro en mi cuello. Sentí como sus labios se ensanchaban. Estaba sonriendo, de nuevo, para mí. Me estaba dando sus fuerzas:

- Gracias, de verdad –le dije cuando nos separamos.

- No me las des.

- Será mejor que vuelvas ya. Es tarde y mañana seguro que tienes trabajo.

- ¿Te vas a quedar aquí?

- No puedo volver, al menos no todavía. No tengo el ánimo suficiente.

- ¿Entonces que harás?

- Me quedaré aquí por esta noche y ya veré lo q…

- No, vente conmigo.

- ¿C-ómo?

- No me voy a ir a casa sabiendo que te vas a quedar aquí.

- Pero Minjae…

- No puedo dejarte aquí, ¿entiendes?

- No quiero ser una molestia.

- No lo eres en absoluto, así que ven –me cogió de la mano-. Vamos a casa.

- Está bien –no pude decirle que no, no a esos ojos.

 

 

 

 

Cogí ambas tazas y regresé al salón donde estaba mi hyung sentado con las piernas cruzadas encima del sillón. Tenía el pelo un poco alborotado y junto a la camiseta que le tapaba hasta las manos se veía realmente adorable:

- Ten, hyung –le extendí una de ellas.

- Chocolate –dijo sonriendo mientras daba un sorbo-. Gracias, Minjae.

- No me las des –dije sentándome a su lado-. ¿Has llamado para decirles que estás aquí?

- No, no he querido encender el móvil, pero sé que debo hacerlo. Antes de dormir lo haré –fijó su mirada en la humeante taza y por un segundo pensé que de sus ojos volverían a salir lágrimas.

- Hyung, sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras. Antes hablé con mi mánager y me ha dado el día libre mañana.

- ¿Pero no tienes que ir a grabar? –cuestionó preocupado.

- Sí, pero tú eres más importante –le confesé. El trabajo podía esperar, él no, precisamente, él no.

Lo vi sonrojarse y sus labios se curvaron en una tímida sonrisa:

- ¿Estás mejor ahora?

- Sí, gracias a ti Minjae –me dijo con sinceridad y mi corazón palpitó desbocado.

Adoraba la forma es como sus ojos me miraban, como se sonrojaba cuando la vergüenza salía a relucir en su rostro, esa manía que tenía de humedecerse los labios, su melodiosa risa, pero sobre todo, me encantaba mucho más el hecho de tenerlo conmigo, justo ahora, a mi lado.

Sacudí mis pensamientos y me levanté:

- Voy a bañarme. Si quieres puedes ir a dormir a mi habitación, yo dormiré en el sillón para que no te sientas incómodo.

- No te preocupes, yo dormiré aquí. Ya has sido demasiado amable conmigo.

- Eres mi mejor amigo hyung, no es ninguna molestia. Además, me gusta pasar tiempo contigo –le sonreí viendo como agachaba el rostro apenado.

- Pero no quiero abusar.

- Dormirás en mi cama y no se hable más –dije por último para desaparecer por el pasillo.

 

 

 

 

Cuando se fue del salón no pude evitar pensar en lo mucho que me importaba Minjae y lo perdido que estaría sin él. Siempre estaba a mí lado, nos hemos apoyado desde que nos conocemos y los momentos que hemos pasado han sido los mejores de mi vida. Realmente no sé qué haría sin él. Era un persona increíble y me dolería mucho perderlo si llegase a pasar.

Suspiré acostándome en el sillón y saqué mi móvil con reticencia. Tenía una gran cantidad de llamadas perdidas y muchos mensajes. La mayoría eran de Jungkook, pero había otras de Yoongi-hyung, Jin-hyung y Namjoon-hyung. Suspiré y tras mandarle un mensaje a este último, procedí a leer el resto.

 

 

 

 

Salí de la ducha como nuevo. Me puse una simple camiseta y unos pantalones y cuando abrí la puerta todo el vapor acumulado se esparció refrescándose así el baño. Me sacudí el pelo y puse la toalla a lavar. Al asomarme a mi cuarto vi que Taehyung no estaba, así que supuse que se había quedado en el salón, pero la verdad no me esperaba encontrar esa estampa.

Mi hyung estaba acostado como un bebé con un cojín en sus manos y su rostro rojizo e hinchado de las lágrimas que aún le salían a pesar de haberse quedado dormido. Me agaché con cuidado y con un poco de dificultad, logré cogerlo en brazos y llevarlo a la cama. Él simplemente se acurrucó en mi pecho y murmuró algo que no le entendí, pero yo así era feliz.

No sabía que había pasado exactamente, pero no me cabía en la cabeza como alguien podía hacerle daño a él, la persona más noble que jamás había conocido. Me enfurecía solo de recordar cómo había roto en llanto hacía unas horas y que en cuestión de segundos se hayan precipitado sus lágrimas de nuevo.

Lo dejé con suavidad sobre mi cama y cuando me iba a retirar para dejarlo dormir su mano me sujetó la muñeca. Lo miré y vi aquellos bonitos ojos brillantes mirarme mostrándome lo débil que se encontraba ahora:

- Minjae…d-duerme conmigo… por favor –su voz sonó más ronca de lo normal.

- Dormiré contigo, hyung –le sonreí, era lo que más deseaba.

Apagué todas las luces y me tumbé a su lado. Él se acercó a mí y me abrazó como si fuera un peluche. Yo lo rodeé con mis brazos y lo acerqué más, encajando perfectamente:

- Buenas noches, hyung –le susurré aun sabiendo que estaba dormido.

 

 

 

 

La conciencia me volvió debido al frío que estaba sintiendo. Abrí los ojos con dificultad y estiré mi brazo sobre la cama. Me incorporé extrañado y me percaté de que faltaba alguien. Sí, él. Obligué a mi cuerpo a levantarse de la cama y con cuidado de no tropezarme con algo, salí al pasillo y escuché unos sollozos.

Mi expresión se tornó preocupada y me dirigí al salón. Allí lo vi, sujetando sus piernas y enterrando su rostro entre sus rodillas con la intensión de no hacer ruido:

- Hyung… -me miró apenado.

- Lo siento, no quería despertarte.

- Tranquilo, ¿estás bien? –me acerqué a él y me senté a su lado.

- Me gustaría decir que sí, pero realmente no. Intento que no me afecte, pero aun así no puedo evitarlo.

- Sé que no es fácil, pero no quiero que sigas llorando –vi como sonreía con dificultad.

- Me pregunto qué es lo que hice mal.

- No has hecho nada malo.

- Algo tuve que hacer –se limpió las lágrimas.

- Nada, hyung.

- ¿Y entonces por qué?

- Porque nada es como lo fue.

- ¿Por qué me engañó?

- Porque no te valoró.

- Será que nunca fui lo suficiente para él –volvió a sollozar.

- Nunca digas eso.

- Tal vez tenían razón y yo no soy más q…

- Eres perfecto –le sujeté el rostro para que dejara de perderse en sus heridas.

- No lo soy.

- Sí lo eres. Yo sí lo veo.

- Si lo fuera, él no m…

Le besé. Me había acercado lentamente hasta atrapar mis labios con los suyos, los cuales estaban húmedos debido al llanto. Aquel sentimiento se desbordó de mi interior como una ráfaga veloz, relajándome todo el cuerpo y llenándome de placer:

- Sí lo eres, porque yo sí te amo –le susurré mirándolo a los ojos.

- Minjae… -se sonrojó. Sus mejillas se habían teñido levemente haciéndolo lucir tierno.

- Si no fuera por él, no estarías aquí y aquí es donde yo quiero que estés.

- ¿Desde cuándo…?

- Desde siempre –le sonreí-. Perdóname si fue in…

Esta vez sentí sus labios contra los míos. Cerré los ojos cegado por el gusto y lo pegué más a mí deseando saborear más de aquello que había anhelado durante tanto tiempo. Repasé su labio inferior con mi lengua logrando que me diera paso, el cual aproveché con gusto para enredar mi lengua con la suya.

Jamás hubiera pensado que esto podría pasar. Había amado a mi hyung desde el primer día que nos conocimos, en el que por extrañas circunstancias, acabó defendiéndome de alguien que en el pasado me había hecho mucho daño. En ese entonces no lo conocía, pero el hecho de que me hubiera ayudado sin esperar nada a cambio, regalándome una sonrisa y preguntándome el nombre, me había dejado una huella imborrable que conservaba desde aquel instante.

 

 

 

 

Solo entonces pude descifrar esa forma que tenía de mirarme, de sonreírme, incluso de hablarme. Me había dado cuenta tarde, pero había valido la pena. Por él, la había valido:

- Hyung, te amo de verdad –sus palabras aceleraron mi corazón, algo que no había sentido desde hacía mucho tiempo.

Quería corresponderle. Quería amarle como él lo hacía y sabía que yo sería capaz de conseguirlo porque una parte de mi corazón había permanecido guardada para él, y es en este momento cuando la había encontrado:

- Nunca me di cuenta de que yo también lo hacía en el fondo. Sin embargo, no puedo olvidarlo de la noche a la mañana, es difícil.

- Yo haré que lo hagas, déjame curar tu corazón.

- Sin saberlo ya has empezado y lo que más deseo ahora es quedarme contigo.

- Quédate a mi lado –me acarició la mejilla.

- Enamórame completamente de ti –le sonreí.

- Trato hecho –me la devolvió acercándose para besarme, esta vez, más intensamente.

 

 

 

 

Por fin había encontrado la otra mitad del espejo, la que rompía la maldición. Ya no tenían que sangrarme los pies para poder seguir mi camino, porque apareció ese alguien que los había recogido. Alguien que me guió en el camino, el cual, al igual que Alicia había dudado en seguir. El primer claro en el bosque de la oscuridad fue la llave al enigma que había encerrado tanto tiempo lleno de polvo. Me tendió la mano aquel insulso conejo y por primera vez, el gato no se rio de mí, simplemente asomó sus colmillos para mostrarme que por fin había encontrado la respuesta y esa era yo mismo.

 

 

 

 

Siempre fue tu sombra la que me guiaba en lugar de proyectarla yo. Me susurrabas que no tuviera miedo, que tu mano estaba ahí esperándome, que tu corazón permanecía en la aterciopelada caja y solo yo tenía la llave.

 

 

Siempre fuiste tú al que yo quise.


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