Mi madre estaba más entusiasmada que yo por la boda de Shikamaru y Temari. Shikamaru y Temari iban a celebrar una boda tradicional japonesa, así que, aprovechando su día libre, mi madre vino temprano en la mañana hasta mi pequeño apartamento y me arrastró con ella de compras.
Pasamos el día entero mirando y probándome cientos y cientos de kimonos. Lo peor es que no podía negarme; si había algo en esta vida que no me atrevía a hacer era a desafiar a mi madre.
-Naruuu, este te queda hermoso, ¿no crees?- dijo mi madre resplandeciendo de felicidad.
-No estoy muy seguro- respondí mirándome en el espejo-. No creo que esto sea muy tradicional- repuse suavemente, con cuidado de no enojar al habanero sangriento.
Llevaba puesto un kimono rojo con motivos florales en tonos naranjas y un obi amarillo. El kimono era bonito, sí, pero el problema era otro: era demasiado revelador. El kimono me llegaba por encima de la rodilla y revelaba gran parte de mis hombros y una porción de mi pecho tostado. Mirase por donde lo mirase, lo que llevaba puesto no se podía definir como “tradicional”.
-Ay, Naru, tienes que sacar tu atractivo sexual a ver si ese novio tuyo me da nietos de una vez- suspiró.
-Pero si ni siquiera le conoces-respondí exasperado.
-¿Con que sí es tu novio, eh?- dijo alzando las cejas en una expresión sugerente.
Gracias al cielo, la dependienta vino con otro cargamento de kimonos, interrumpiendo nuestra incómoda (o al menos para mí) conversación.
Tras intentar convencer infructuosamente a mi madre y una avalancha de quejas por mi parte, finalmente compramos el kimono que tanto le gustó a mi madre. Aunque no me preocupaba: más tarde iría a comprar un kimono que fuera de mi agrado para la boda sin que mi madre lo supiera.
-Por cierto Naru, el día de la boda ven a casa para ayudarte a prepararte ¿sí?
Mi madre acababa de hundir mis planes. Suspiré y asentí, brindándole una sonrisa forzada. ¿Por qué nunca nada sale como yo quiero?
***
Recibí una llamada de Deidara. Me ofreció acompañarlos a él y a Hikari a pasar el día en el campo mientras Sasuke e Itachi se reunían para poner en común todo lo que habían descubierto.
Tras casi dos horas de viaje, llegamos a una pequeña casita rural rodeada de naturaleza. Nada más salir del auto, Hikari fue corriendo a perseguir una mariposa que revoloteaba entre las flores silvestres.
-Bueno Naruto, nosotros también tenemos que hablar de muchas cosas, ¿verdad?- dijo con tono sugerente.
-¿A qué te refieres?- inquirí con inocencia.
-Vamos, no te hagas el tonto. Desde que andas alrededor de Sasuke ha cambiado mucho. Ya no es el amargado que solía ser. O al menos no tanto-rió-. Itachi y yo estamos tan agradecidos de que haya encontrado a alguien quien amar.
-Yo no he hecho nada- me excusé.
-Has derribado los muros de su corazón ¿crees que eso no es nada?. Cuando conocí a Sasuke, era una persona fría y calculadora. Apenas hablaba y cuando lo hacía era para contestar con monosílabos o para dejarte mal haciendo alarde de su superioridad. Sin embargo, por raro que suene, es una bella persona. Él fue el único en la familia en brindarnos apoyo a Ita-kun y a mí. Es increíble lo mucho que ama a su hermano. A Itachi le dolió mucho separarse de Sasuke y dejarlo solo a merced del resto de los Uchiha pero no podíamos arriesgarnos a poner en peligro a Hikari.
-¿Tú crees que él me ama?
-Sin duda lo hace. Si no, hace tiempo que te hubiera apartado de su lado.
En parte me sentí aliviado pero no estaría seguro hasta que oyera pronunciar aquellas palabras de la boca del mismísimo Sasuke.
-Dejando eso aparte,-intervino Dei-¿Sasuke tiene un gran “talento”, verdad? Todos los Uchiha lo tienen por lo que tengo entendido-una risotada brotó de sus labios.
-¿Qué tipo de talento?
-Qué inocente eres, Naru-chan. Ya lo habéis hecho ¿o no?
Todo mi rostro estaba rojo como un tomate. ¿Tanto se notaba? Balbuceé un par de frases sin sentido mientras en mi mente deseaba que la tierra se me tragase.
-Naru-chan, te daré un consejo: no te pongas rojo como un tomate delante de Sasuke si no quieres que se abalance sobre ti. Los tomates son su debilidad y tú ahora mismo luces como uno-soltó una risilla.
Por suerte, la pequeña Hikari se acercó a nosotros, mostrándonos todas las hermosas flores que había recogido. Eso me dio un momento de tregua de los incómodos comentarios de Deidara. Deidara cogió las flores que Hikari nos ofreció y comenzó a trenzar una corona con sus hábiles dedos.
-Naruto-dijo Deidara cuando Hikari se fue de nuevo a corretear por los alrededores- muchas gracias por amar a Sasuke. No sabes lo mucho que él te necesita.
La tarde fue amena y divertida. La pequeña estaba encantada con la corona que su papi le había hecho. Le hacía lucir como una pequeña princesa. Envidiaba a Deidara; tenía a Itachi y a su pequeña hija para darles todo el amor del mundo. No pude evitar pensar que en un futuro, me gustaría tener algo así.
Deidara me llevó de vuelta a mi casa lo cual le agradecí. Un extraño sentimiento me invadió al abrir la puerta de mi casa. No quería estar ahí. En ese momento me di cuenta de que mi apartamento era un lugar frío y sin vida. Llevaba tanto tiempo revoloteando alrededor de la familia Uchiha que se me hacía raro estar completamente solo.
Me dirigí a mi habitación; en mi cama descansaba el kimono que mi madre había elegido. Lo sostuve en alto, examinándolo detenidamente. El comentario de mi madre sobre darle nietos me vino a la cabeza. Solté el kimono como si este estuviera en llamas.
Tendría que ingeniármelas para engañar a mi madre y librarme de aquella maldita prenda. ¡No estaba dispuesto a seducir al teme! ¿O sí?
Sacudiendo la cabeza enérgicamente me fui a darme una ducha bien fría para librarme de aquellos pensamientos tan confusos.