A partir de ese momento, decidí tomar una actitud diferente con Sasuke. Cada vez que lo veía, le saludaba con una gran sonrisa y le preguntaba qué tal estaba. Él simplemente me insultaba y seguía a lo suyo. Últimamente pareció haberse acostumbrado a mi nueva actitud y cada vez que le hablaba simplemente me ignoraba y volvía a sus cosas e incluso, de vez en cuando me decía un “Buenos días, dobe”.
Sasuke era una persona solitaria y quería demostrarle que no estaba solo, que podía encontrar apoyo en alguien ya que en algún momento no podría lidiar él solo con la situación.
-¡Sasukeee!-le saludé-¿quieres venir a comer conmigo?
Él me miró apenas un segundo y volvió a sus quehaceres.
-Vamos, no seas aburrido- insistí haciendo un puchero.
-¿Qué es lo que me aporta ir a comer contigo?-preguntó escéptico.
-Pues para empezar, pasarás un buen rato en buena compañía y así se te quitará esa cara de amargado que tienes.
-¿Buena compañía? ¿No decías que íbamos a comer juntos?
Decidí no darme por ofendido ante su insulto poco disimulado y le arrastré del brazo hasta un restaurante cercano.
Una camarera se acercó a nosotros para atendernos y se quedó embelesada mirando a Sasuke. Ya sabía que Sasuke era atractivo pero no necesitaba que me lo recordara cada mujer que pasaba frente a él y se quedaba mirando como tonta. Por algún extraño motivo eso me hacía sentir incómodo.
-Yo quiero rameeeen- dije entusiasmado-. ¿Y tú, teme?
-Un café solo.
-¿Por qué no me sorprende?- dije conteniendo la risa-. Tomar cosas amargas no ayuda en nada a mejorar tu personalidad.
-¿Qué quieres decir?- inquirió Sasuke aunque no con mucho interés.
-Que eres un teme amargado-dije rompiendo en carcajadas.
Él frunció el ceño y se levantó de la mesa dispuesto a irse.
-¿Lo ves? Deberías tomarte las cosas mejor, amargado.
En ese momento la camarera llegó dejando nuestro pedido en la mesa. Sasuke se volvió bruscamente hacia mí y golpeó la mesa con tanta fuerza que mi ramen se derramó sobre la mesa y acabó manchando mis pantalones.
-¡Temeee! ¡Mira lo que has hecho!- gimoteé.
-Escúchame maldito usuratonkachi, no estoy para juegos. No tengo ni el más mínimo interés en gastar bromas y hacernos amigos. Yo estoy aquí con un propósito y no necesito que un dobe como tú venga a complicarme las cosas.
-Ya lo sé. Estás intentando encontrar los trapos sucios de la familia Sabaku No y obtener tu venganza. No creo que encuentres nada- añadí-. Rasa-sama es una buena persona y trata muy bien a sus empleados. Es más, a ti te dejó quedarte en la que antes era tu empresa. ¿Por qué una persona así iba a ser mala? ¿No has pensado que igual tú no valías para dirigir la empresa y tu padre se la legó a alguien que pudiera mantener todo lo que él construyó?
Ahora más que nunca deseé no haber nacido con esta personalidad que me hace decir en voz alta todo lo que pienso. Al pronunciar la última palabra supe que iba a pagar un precio muy alto por mi osadía. Estaba seguro de que me esperaba la muerte o quizás algo peor.
Tragué saliva y cerré los ojos con fuerza en un vano intento de protegerme de la ira de Sasuke quien ahora estaba a escasos centímetros de mi rostro con una cara menos amigable de la que ya solía tener.
-Te lo diré solo una vez, Naruto. ¿Qué clase de persona degrada al heredero de Amaterasu corp. a ser un insignificante chico de la limpieza? ¿De verdad crees que eso es amabilidad? Tu querido Rasa-sama me dio este puesto para humillarme porque él sabía que jamás aceptaría rebajarme a ese nivel. Pero esto fue en parte una ventaja para mí: acepté el trabajo para poder vigilarlos de cerca y descubrir qué tipo de tratos tenía mi padre con ellos y así poder recuperar lo que me pertenece, todo aquello por lo que mi familia ha estado luchando desde hace tiempo.
-¿Y qué has conseguido en estos dos años, Sasuke?
Él frunció aun más el ceño y me lanzó un gruñido furioso.
-Yo te lo diré-contesté-. Solo has conseguido ser más infeliz. Deberías dejar esto ir y preocuparte más por tu familia. No eres el único que está sufriendo.
Sasuke ya no lo aguantó más y montó en cólera. Tiró la mesa de un empujón y me levantó del asiento zarandeándome de la camisa.
-¡Tú no sabes nada de mí ni de mi familia! Te lo advierto por última vez, Naruto: no te atrevas a hablarme nunca más, n siquiera te atrevas a mirarme porque si lo haces, te juro que te haré lo que te queda de vida un auténtico infierno.
Me soltó y caí de culo al suelo. Él abandonó el restaurante hecho una furia. El tenso silencio que se había formado en la estancia al comenzar la discusión fue poco a poco sustituido por nerviosos murmullos y miradas indiscretas hacia mí y hacia la puerta por donde Sasuke se había ido.
Tal y como contó Sasuke las cosas puede que sí tuviera algo de razón. No me había parado a pensar en que ahora Sasuke ostentaba un rango que era el menos adecuado para ser el hijo de un gran empresario. Sin embargo, yo seguía negándome a creer que la familia Sabaku No fuera tan mala como decía el teme.
Además, el teme cometió un error: si quería mantenerme alejado, no debería haberme contado nada por mucho que yo hubiera insistido pero ahora mi curiosidad se había elevado exponencialmente y ya no había manera de que alguien pudiera pararme los pies. Quería saber más sobre las familias Sabaku No y Uchiha y sabía a quién debía acudir a preguntar.