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~Ra´s Al-Ghul`~ por Paxito

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Notas del capitulo:

Este capitulo contiene porno . Leerlo bajo esa advertencia jaja.

Capitulo 11

Fasiqin

Trangresores.






Asterión no terminaba de entender qué acababa de pasar. Había sido como el golpe de una gran ola, de un maremoto, de un tsunami: imparable, violento y totalmente destructivo.

 

No pudo hacer nada para defenderse, el golpe lo dejó aturdido, sin oxígeno y sin escapatoria.

 

Como una fuerza de la naturaleza, Algol chocó contra su cuerpo con violencia, lo empujó contra el muro de la vivienda, bloqueó todo movimiento defensivo y aprisionó una de sus muñecas por arriba de su cabeza. De haber sido un ataque mortal, habría estado perdido.

 

Algol demandó un beso tosco, pero a la vez inexperto y hambriento: el más genuino que el sabueso había recibido jamás. Ese hombre no sabía acariciar. Ese hombre solo había vivido para pelear y matar. Asterión lo sabe. Sus manos lo aprietan posesivas. No sabe usarlas para amar, solo sabe usarlas para enfatizar su dominio. Así que desgarra la ropa y vendajes que cubren el cuerpo del Can Menor.

 

Ese detalle no molestó a Asterión, ni ver sus prendas en el suelo hecha jirones, ni como Algol lo asfixiaba con su ímpetu. El indómito carácter del árabe, aunado al golpe eléctrico de adrenalina; lo excitó. Su instinto de supervivencia y su espíritu como guerrero luchaban por la decisión que acaba de tomar: se dejaría ser domado y devorado por el Ghul: el demonio árabe.

 

No significaba que se lo dejaría fácil, ni que adoptaría una actitud sumisa. Primero iba a enloquecerlo.

Asterión respondió el beso, cerró los ojos y sonrió debajo de sus labios. Libre del agarre de Algol lo abrazó. Envolvió la ancha espalda de Algol con tranquilidad, en respuesta al arrebato pasional y torpe de Perseo.

 

ーSuave  ー musitó el danés.

 

La calma de Canis hizo tropezar en su ardor, lo cual funcionó para bajar un poco la intensidad de sus arrebatos, aunque sin detenerse. Asterión, removió la tufika que cubría su cabello, jugando con sus mechones mientras el beso continuaba. Extrañaba las trenzas tribales del árabe, extrañaba el tintineo que emitían cuando le llamaba o cuando una corriente de aire se colaba en la cabaña.

 

El sabueso incitó a profundizar el beso con la lengua. Algol aceptó el reto. Ambas lenguas se encontraron, reconocieron y danzaron entre sí. Asterión acarició su cuerpo, indicando la forma sensual de hacerlo sin lastimarle.

 

ー ¿Fuiste por tus cojones, Perseo? ー preguntó sobre su boca, jadeando un poco para recuperar el aliento. Sensualmente jaló de su labio inferior con sus dientes. Sus manos se deslizaban por su cuerpo, danzando juguetonamente, desatando el fajero de las prendas superiores del árabe, era difícil pues aparte del thawb abajo había más ropa que quitar llamada serwal*. Luego, rió suavemente al darse cuenta de algo.

 

ー ¿Fumaste?

 

Algol hizo una mueca.

ーNo...ー dijo orgulloso, viendo como sus ropas caían al suelo, tragaba saliva y trataba de serenarse. Pero Asterión aprovechó para atacar directo a la yugular, besando, lamiendo y deleitándose con él. Algol mordió sus labios para evitar suspirar muy ruidosamente.

 

ー Si, fumaste. Siempre lo haces cuando estas nervioso... ¿Te pongo nervioso, “Ghûlito”? ¿Odias perder el control de las cosas verdad? Lo odias tanto...

 

“Cállate” pensó Algol, con toda intensión de que lo leyera. Asterión rió sobre su cuello, mordiendo con picardía.

 

Tenía la razón. Odiaba perder el control de las cosas, formaba parte de su estricta manera de ser. Está era la primera vez que Algol cedía. No podía evitarlo pues le gustaba la risa de Asterión, le gustaba como lamía su cuello, le gustaba su olor y cómo las manos expertas del Can Menor recorrían sus marcados, firmes y duros músculos. El danés en cambio poseía un cuerpo delgado, ágil y flexible, eso también le gustaba, le gustaba la forma en que se le marcaban las costillas en los costados y sus pezones morenos, más oscuros que su piel. Era tibio, suave. Era...

 

ーTú también tienes un cuerpo fabuloso, Algol, como el Perseo de Cellini.**

 

Algol se sonrojó, no por que alabara su cuerpo, sino por qué Asterión leía claramente las cosas sucias que fantaseaba. Para Asterión era adorable ver a alguien tan temible y serio así, como en la ocasión en que las Gorgonas lo expusieron.

Divertido, acarició de forma osada la entrepierna del árabe, sintiendo el bulto endurecido debajo de sus pantalones.

 

ー Si, tú estás mejor aquí.

El árabe gruñó.

ー ¿Siempre haces eso?

ー¿Qué cosa? ー preguntó inocente, con su diestra perdiéndose al interior del pantalón del árabe, explorando... encontrando. Mordió sus labios y siseo vulgarmente ー Estas caliente y duro Perseo.

 

Algol pensó algo así como “tú me pones así, perro”, y en respuesta Asterión, risueño, volvió a su boca. Los labios se acariciaron, lo beso con conciencia, con cierta dulzura. De esa forma le mostraba a ese hosco hombre en saborear ese instante, guiando sus manos donde su cuerpo deseaba ser acariciado, pegando su propia excitación en la pierna de Algol para que se diera cuenta que también lo deseaba.

Perseo empezaba a relajarse, aunque aún tenía dudas sobre lo que pasaría, sobre lo que tenía que hacer, estaba nervioso. Todo lo leyó Asterión.

 

ー Ven… ー pidió, pero al querer separarse, Algol volvió a jalonear a Asterión hacía él, como si temiera perder el valor si este se alejaba de él. La respuesta del danés fue acariciar el rostro del árabe con delicadeza: Algol tenía rasgos finos pero varoniles. Canis delineó con sus pulgares la nariz y los pómulos de Perseo, luego pintó una sonrisa invisible. Algol solo sonreía cuando peleaba y no era una sonrisa que inspirara simpatía. Generalmente no le conocía otro faceta más que del hombre serio y duro.

 

ー Me gustas, me gustas mucho. Eres hermoso ーlo interrumpió cuando Algol iba a protestar, Asterión nunca se guardaba sus pensamientos. Depositó un dedo sobre los labios de Algol ー No me burlo. Confía. Confía en mí. Yo quiero continuar. ¿Tú no?

 

Algol silencioso, a modo de respuesta, le soltó. Lo vio alejarse rumbo a otra habitación, donde él dormía o rezaba. Hacía días que no entraba ahí. Por un segundo Algol volvió a sumergirse en sus pensamientos, luego suspiró pesadamente, cerró la puerta de acceso a la cabaña que seguía abierta por el ardor del momento.

 

ー Aste...

 

La habitación estaba semioscura cuando entró, solo era iluminada muy tenuemente por una lámpara de aceite. La pequeña flama danzaba sensualmente en un rincón, creando sombras que combinadas con el humo del incienso daba un ambiente especial, misterioso, romántico. Incluso Asterión había tenido la delicadeza de cerrar las cortinas para darles más intimidad. Este era su secreto. Este era su momento, de nadie más.

 

El sabueso estaba ya acostado en medio de los cojines de colores, esperándolo, desnudo, despreocupado y sensual. Sus ojos negros como la obsidiana estaban rebosantes de deseo. Con su diestra se daba placer y sonreía. Era una visión alucinante.

 

El árabe extendió un brazo para tocarlo: era una ilusión. El verdadero Asterión llegó por la espalda, abrazándole, besando sus hombros musculosos, metiendo sus manos en sus pantalones, deshaciéndose de estos para estar en la misma condición. Dos Adanes en su propio paraíso, o infierno.

 

ー ¿Aste? ー preguntó el danés, volteándolo ya desnudo, tomando las dos erecciones con una sola mano para masturbarles al mismo tiempo ー ¿…entonces puedo llamarte, Golito? ¿Mi piedrita?

 

Algol no contesto, solo pensó “llámame como se te dé la gana pero no te detengas”.

No lo hizo, por supuesto: les otorgó a ambos el placer que habían contenido mientras volvían a devorarse a besos. Poco después, con un gesto perverso, Asterión relamió sus labios y enseñó sus caninos en una traviesa sonrisa. Así fue cuando emprendió un viaje descendente por el cuerpo del árabe, trazó un camino de saliva en forma de meandro erótico. Pasó por sus  pectorales firmes, lampiños, con esos pezones rosados erectos por las veces que pasó su lengua circundando cada uno, mordiendo para provocar que Algol gruñera complacido. Algol tenía tatuajes rituales y también descubrió cicatrices. En cada vieja herida leyó - fugazmente - historias oscuras que han moldeado la personalidad de Perseo. Le dieron ganas de sanar cada una de ellas. Sanar la oscuridad de Algol.

Sin embargo, si no fuera por esa oscuridad él no habría estado interesado en el. Era su espesura lo que lo atraía.

 

Algol le acariciaba los cabellos, seguía siendo una caricia dura, que se contenía en ser agresiva. Asterión leyó la intención del árabe en jalonear su cabello y obligarlo a que se apresurarse. Pero se contenía.

 

“¿Me estás leyendo ahora?” pensó Perseo

 

Asterión rió. Asintió, besando su pelvis cubierta de vello rizado.

 

ー Me gusta saber tus marranadas.

 

“¿Siempre lees con quién estás?”

 

Asterión puntilló con besos su hueso ilíaco y luego sacó la lengua. Respondiendo, alzó la vista hacía el árabe, elevando las cejas, luego se inclinó para lamer despacio el erecto pene de Algol, desde la base por toda la longitud hasta el glande expuesto, brillante, rosado.

 

ー Yo no solo leo los pensamientos, Piedrita.

 

Algol tenía un pene fabuloso: circundado, bonito y gordo. Asterión disfruto de él sin prisas, abriendo los ojos de vez en vez para notar como el saudí lo miraba fija e intensamente. Dándose un festín de él. Ahora no pensaba en nada, solo lo veía ejecutando su labor amatoria y se concentraba en lo que bien que se sentía.

 

Las manos del Canis, amasaban el culo redondito de Algol - fantasía erótica de muchos de sus hermanos de plata. Dio unas nalgadas como se le hace a la fruta para saber si está madura. El golpe junto al sonido húmedo de sus lamidas, acompañado a sus jadeos, era algo obsceno para el árabe, cosa que lo excitaba aún más. La experimentada lengua del sabueso recorría las gruesas venas de su falo. “Como las raíces de un árbol” pensaba. Prodigaba mimos en la punta, donde frenillo y uretra eran atendidos dedicadamente con succiones o aleteos con la lengua.

 

ー¿Te gusta?

 

Obvio Algol no respondió. No podía. Saldría de su boca un gemido no tan varonil. Pero cuando el sabueso empezó a jugar con sus pelotas, con manos, boca y labios no pudo evitar gruñir, gemir, sentía enervarse de nuevo.  

 

Asterión leyó lo siguiente que Algol deseaba, era una imagen violenta y perturbante. Y él, complaciente, se despidió de la verga de Algol con un beso, y se acomodó sobre los cojines. A lo que el árabe, que había estado de pie todo ese tiempo, se le fue encima.

Acostados ambos, uno sobre otro, besándose de nuevo, restregándose y entregándose.

Era mediodía, el inclemente clima saudí asfixiaba a pesar de lo fresco de la vivienda. Cuerpos jóvenes danzaban sensualmente entre sí. Algol separó las piernas del danés para acomodarse.

 

ー Así que, no solo lees mentes ー habló con su voz grave. Desde la posición de Asterión, Algol se alzaba como una montaña frente a él. Sonreía. ー ¿Te gusta cuando follas?

 

Sin sutilezas acariciaba su pene con sus manos rasposas, con la otra mano amoldaba su pecho, pellizcaba sus pezones y jugaba con él sin intención aún de penetrar.

 

ー Es entretenido... y normalmente... se… ¿Tienes idea de lo difícil que es concentrarse mientras haces eso?

ー Habla ー insistió ー Cuéntame.

ーMétemela ya.

 

Algol sonrió torvamente. Tomó su pene y alzó un poco la cintura de Asterión. El sabueso negó con la cabeza.

 

ーEspera…

 

Su espalda formó un gran arco, sus músculos se tensaron, sintió un lacerante dolor que lo hizo temblar justo en el momento cuando el árabe se clavo, sin cuidado, en él. Algol cerró los ojos, volvió a abrirlos y se le quedó mirando.

 

ー¿Y bien?

ーYo no solo leo, siento lo que sienten. Me conecto con ellos, con sus nervios… sus... por favor muévete.

ー¿Y ahora lo sientes?

 

Algol estaba clavado en el, sádicamente, complacido por esa venganza en donde no se movió para causar la mayor incomodidad posible… Y en su mente solo había risas. Asterión mordió sus labios e intentó mover las caderas, pero el malvado árabe lo detuvo. Jodido demonio.

 

ーDime…

ー No puedo cuando no me dejas concentrarme….ー se quejó viendo la torcida sonrisa de satisfacción de Algol. Era realmente demoníaca, macabra y enfermamente sensual.

ー ¿Qué pienso ahora? - preguntó malévolo, pero antes de que Asterión contestara algo, Perseo salió de él y luego volvió a embestirlo con fuerza. Dolió horrores.

ー Algol si serás bestia, usa saliva al menos...

 

Perseo salió de él, se le quedó mirando… ¿preocupado? Más bien extrañado. Asterión no lo dijo, pero era la primera vez que jugaba ese papel en el sexo.

Y aunque el árabe bufó molesto hizo lo que el moreno danés le pedía: bajó lentamente hasta la zona, alzó el cuerpo de Asterión como si no pesara nada, y sumergió su rostro entre sus nalgas. Asterión iba a decir que con que metiera dos falanges con saliva ayudaría, pero no pudo quejarse cuando el árabe empezó a lamer ahí mismo, en la rugosa piel de su ano que se contraía cada vez que la caliente lengua acariciaba, besaba y sorbía. Su nariz acariciaba su perineo y luego volvía a sumergirse en él.

 

ー Ah…sigue, sigue…

 

La posición era incomoda, pues prácticamente Algol lo cargaba mientras sus piernas estaban dobladas, con sus rodillas tocando sus propios hombros. ¡Qué bueno que era un hombre flexible o se abría roto! La sensación era maravillosa, ese beso negro que Algol le estaba dedicando era tan placentero y lo fue más aún cuando el árabe bien empleaba sus dedos para masajear adentro, encontrando con el tacto el punto prostático sensible y enloquecedor. ¿Como sabía si no tenía experiencia previa? Luego le preguntaría, y además ahora mismo no podía leerlo. Gimió y se retorció debajo de él.

 

“Si, gime, habibi, gime”

 

ー Sabía que eras de los guarros…¿ habibi? ー dijo entrecortado, acalorado. Algol solo sonrió, sin intención de decírselo. Mordió la ingle al empezar a enderezarse de nuevo. Estaba graciosamente desalineado: su larga cabellera parecía un estropajo, nada que ver con lo chulo que solía verse ー Mira nomás esa cara, ven... bésame y luego me rompes el culo.

 

Algol pasó una mano sobre su cabello, tratando de peinarlo con los dedos, pero volvió a esponjarse y salir disparado. Viéndolo así, parecía realmente el heredero de Medusa.

 

“Acabo de besar tu cola, sabes, debo saber a tu mierda”.

 

Asterión rió, siendo él quien se enderezará y lo jalara hacia sí.

 

ー Si el sexo no es sucio, no es buen sexo. Ahora bésame, cochino pecador.

 

“Si, yo,  fasiqin” rió en sus pensamientos, rió de sí mismo despojándose por un instante de la culpa. Algol besó como si le fuera el alma a su amante, disfrutando de ese extraño sabor, gozando lo sucio que se sentía mientras su erección volvía a clamar su atención.

 

“Sé mi perro” pidió meloso Algol. Asterión obedeció girando el cuerpo, colocándose en cuatro, apuntando sus nalgas hacía el árabe, sumiso y juguetón. Algol se deleito con esa imagen erótica. Tomó su pene y se pajeó para acomodarse entre sus nalgas. Luego, empujó dentro de él tras un siseo y un gruñido de acompañamiento del danés, sin dolor.

Estaba estrecho y apretaba, pero era algo tan delirante que disfrutó de eso hasta que empezó a moverse lentamente, abriendo y cerrado las nalgas morenas del sabueso para satisfacer el morbo de verse entrar y salir de él.

 

Algol besó su espalda, ancha, morena, con los músculos tensarse por el movimiento y la postura, acentuándose. También tenía algunas viejas cicatrices de heridas mortales y que fuesen dolorosas en el pasado.

 

“Mataré a quien te hizo esto…” pensaba, haciendo reír al sabueso por ese instante de ternura extraña que tenía árabe con el. Movió su trasero en círculos. Algol se sujetó de las caderas de este y volvió a embestirlo con fuerza, una y otra vez hasta adquirir un ritmo conjunto. Apretando los cojines, mordiéndolos, Asterión pujaba y suspiraba. Las imágenes danzando en su mente junto a las sensaciones de Algol estaban enloqueciéndolo.

 

ー Algol, más rápido...más. Más. Más.

 

“Más” un disparo de dopamina en su cerebro que se expandía por todo su cuerpo. Los sentidos se agudizaron, el olor a sexo era un afrodisíaco de feromonas que se vaporizaba en su sudor, los sonidos húmedos, pegajosos, de carnes chocando lascivamente que acompañaban los gemidos más largos y pronunciados. Era por eso que estaba prohibido en su religión. Era la manera de posesión que preferían los demonios y los djinn, la forma en que solo buscaba consumirse en la hoguera de la pasión.

 

El danés pidió un cambio de postura, una que le permitiera verle el rostro, de verle a los ojos. Con el cuerpo ladeado, la pierna sobre su hombro, Algol seguía danzando violento contra él, haciendo su cabello balancearse y gotear al cuerpo del sabueso.

 

Los ojos de ambos brillaban, las sonrisas se convirtieron en gestos obscenos por la excitación cuando empezaron a sentir cerca el inminente orgasmo.  

 

ー Quiero ver….déjame ver...  ー gimoteo avarioso Asterión, tomando de la mano del árabe, quien seguía agarrado a él, apunto de acabar.  Se adentro en la mente y se conectó  con los nervios de su amante, cuando sus movimientos atropellados y descompuestos desencadenaron en la explosión que apagó su cerebro unos instantes.

 

Con un agonizante gruñido se corrió en Asterion,  empujando de el con dos moribundos estoques para vaciarse por completo dentro él. Jadeando, con el cabello despeinado cubriéndole el rostro, adherido al cuerpo mojado.  Poco a poco  trataba de recuperar el aliento  mientras observaba voraz como el danés se retorcía debajo de él, gimiendo. No lo sabría en aquel instante Algol, pero la conexión con la mente de Asterión lo estaba haciendo delirar por completo. Por que tal como le trato de explicar Asterion, canis no solo leía la mente.   

 

Asterión generalmente basaba su poder en leer pensamientos y adivinar acciones por ello. Pero si se lo proponía podría ir más allá.  El tormento del sabueso empatizar por completo. Satori era el nombre de su técnica.

 

Algol se colocó a su lado , ayudándole en terminar con su mano, buscó sus labios para besarlo dulce, muy contrario al primer beso que se había dado. . Asterión se entregaba al éxtasis, se corrió  cegadores destellos que lo caldearon y lo sacaron de sí mismo para llevarlo a la nada de la pequeña muerte. Eyaculó sobre su barriga.

 

ー ¿De verdad esta es tu primera vez?  ー minutos después de un húmedo silencio delicioso, preguntó al árabe a su lado..

 

“¿Quien dijo eso?”.

 

ー ¡No jodas!

 

Algol rio, fue una risa normal, la primera que le escuchaba sin ser irónica ni burlona. El árabe jugó con el semen embarrado en la panza de Asterión, y curioso tomó un poco de este y lo probó, saboreando con cara de concentración. Asterion se abrazó a él,  otorgando cariñitos en el cuerpo

.

Poco a poco, Perseo fue víctima del embrujo de morpheo. Asterión sintió el cambio de su respiración y contempló con ternura como la faz del agresivo y hosco hombre se volvía tranquila, serena. No parecía ese fiero y sanguinario guerrero con el gusto malsano de convertir de piedra a la gente. Asterión peinó su flequillo rebelde, se rió cuando, al querer moverse le dolió su culo y presintió que en una horas el dolor se tornaría bastante molesto.  El semen de Algol seguía deslizándose entre sus nalgas y manchando los cojines. Asterion ha yacido con muchos hombres, pero con ninguno había tenido el sentimiento que nacía en aquel instante en su pecho.

 

Cerró los ojos, y se concentró. Algol soñaba. No. Veía parte de sus memorias,  saboreo desde dentro de sus ojos aquella vez, siendo pequeño,  había visto un cielo oscuro, donde había contemplado las estrellas maravillado ante su inmensidad, pero ese recuerdo Algol lo había olvidado. Asterión había descubierto hasta el material más nimio, menos prometedor se podría encontrar verdaderos tesoros. Se preguntaba si ese hombre a su lado no echaría de menos esos dulces recuerdos, o si se daría cuenta que los había perdido.

 

Suspiró, se inclinó para besarle castamente, para después recargarse en su cuerpo para dormir a su lado, por primera vez.  

 

No sabían si sobreviviría a la lucha contra el rey de los Ifrit, a quien no sabían muy bien como derrotar, cuyos poderes de medusa y sus poderes mentales poco podría hacer en contra de una ser tan antiguo como la historia misma. Tenían pocas probabilidades.

 

Pero ese día se olvidaron de la orden, de la misión, de los djinn. Mientras anochecía, en una choza enmedio del gran desierto saudí, dos jóvenes se amaron por primera vez y ahora dormía tranquilamente por primera vez en mucho tiempo.



***

 

En algún lugar.

 

“Así que tienen el anillo”

 

Su voz, era tan profundo como los abismos. Oscura, vaporosa. Parecía provenir de todos lados, pero estaba dirigida a un hombre hincado, con unos lentes oscuros rotos tirados en el suelo, rotos.

 

Cuando alzó el rostro, dos flamas danzaron moribundamente en el lugar donde habrían de estar dos ojos. Asintió suavemente, cerrando las manos en puños. Waddu estaba frente al rey de los genios ifrits.

 

“No vuelvas a fallarme ”



****

 

Chan chan

 

***

 

 



*****************

Notas finales:

Gracias por leer, este capitulo no tuvo otro fin más que ser bien porno XD. ja.

Aqui unas pocas notitas de rigor

 

*Ropa debajo de las tunicas que usan los arabes

** se refiere a la famosa escultura de Perseo con medusa este: http://3.bp.blogspot.com/-Z0VvZhxk6qc/VqfC8xE1BSI/AAAAAAAAI4I/uoZTW-Rs6Q4/s1600/PERSEO.%2B20.jpg

*** Habibi: es querido mio en arabe <3

 

El titulo se refiere a un termino en arabe fa sa qa' ( ف س ق) significa salirse de los límites, en la terminología islámica, quiere decir salirse de los límites impuestos, Rebeldes y/o trangresores

 


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