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Un regalo desde Rusia con amor. por LaGataenelTejado

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Notas del capitulo:

Espero que les guste y dejen sus reviews :) asi sabré si vale la pena o no seguir actualizando la historia si hay gente a la que le interesa leerla.

Agradecer también a los que dejaron review en los anteriores capítulos ^^

Capítulo 3. Paredes de papel.

 

Llevaba cerca de media hora escuchando la bronca monumental de su madre, que le repetía una y otra vez que como se había atrevido a intentar irse de fiesta sabiendo que estaba castigado.

 

-No lo sé mamá, ¿Por que soy un adolescente de 17 años, quizás?. - bufó sonoramente, rascándose la frente y bajando la mirada para evitar los ojos de Aline.

 

El ruso también estaba presente, pero claramente no había intervenido en aquella discusión y mucho menos intentado salir de fiesta. Se sentía un poco culpable porque el pelirrojo había hecho lo imposible para convencerlo de ir a la casa de la tal Lindsey, que los había invitado a ambos mediante un correo electrónico. Mello era muy claro, ¿a él que cojones le importaba esa tía? No la conocía ni le interesaba.

 

Vieron como Aline salia de la cocina, con la cesta de la ropa sucia en las manos y encontrándose con su marido en el pasillo, poniendo verde a su hijo y sabiendo que los estaba escuchando. Matt se cruzó de brazos, mirando muy enfadado al rubio.

 

-¿Estás contento? Me has jodido la que podía haber sido la fiesta de mi vida. Encima mañana empiezan las clases y tendré que cuidar de ti.

 

No escuchó las quejas del pelirrojo, que resoplaba y maldecía en voz baja, repitiendo su nombre una y otra vez. Le ignoró completamente, saliendo de la cocina rumbo a su dormitorio y bastante tranquilo. Si el chico no quería que se le acercase en el instituto a él no le costaba demasiado cumplir con eso. Mello nunca había sido muy sociable y no necesitaba que un chico con un humor de perros le hiciese de niñera.

 

Justo cuando entraba en su dormitorio, la mano de Matt le sujetó el brazo, girándolo para encararse frente a él. Tenia las mejillas rojas y las orejas un poco ruborizadas. Sonrió con malicia, porque se le antojaba como una maldita zanahoria furiosa.

 

-Que sepas que me has jodido la semana. Espero que nunca me pidas un favor porque jamás voy a ayudarte. Imbécil.

 

-No sé por que le das tantas vueltas a lo de la fiesta, esa tía tiene pinta de ser una calienta pollas, ¿lo sabias?. Además, te resumiré lo que habría sido tu noche. - se cruzó de brazos, mirando al pelirrojo con la ceja arqueada y una expresión que a Matt le hizo acongojarse un poco. Que furiosos se veían aquellos zafiros en ese momento. - Caerte borracho, probar alguna droga y terminar enrollándote con alguien a quien ni si quiera recordarías.

 

Matt elevó las manos, haciendo un gesto incrédulo.

 

-¿Y te parece poco?. Al menos habría olvidado que mañana hay que volver al instituto, pero gracias a lo rancio que eres tendré que inventar alguna escusa ante Lindsey.

 

Negó con la cabeza, masajeándose el puente de la nariz. ¿De verdad era tan inmaduro este maldito chucho?. Con decisión le agarró del cuello de la camiseta, asegurándose que ni Aline ni Henry andaban cerca. Tiró de Matt y le besó los labios unos segundos, acariciando con el extremo de la lengua la superficie caliente y húmeda.

 

-Ahí tienes. Un beso con un tío. Para que tengas algo en lo que pensar durante la maldita semana, chucho.

 

Se dio la vuelta y le cerró la puerta en las narices tan deprisa que Matt ni si quiera reaccionó. Se quedó plantado allí, con las orejas ardiendo y la vena de su sien palpitando furiosa. ¿Que mierda acababa de pasar?. ¿Mello le había comido los morros?. Se llevó los dedos a la boca y caminó deprisa a su dormitorio, cerrando la puerta tras él y con la espalda apoyada en la pared.

 

Lo había besado. Mello le había lamido con la lengua y la sensación de cosquilleo aún se mantenía sobre sus labios. Joder.

 

Desde luego que ahora tendría algo en lo que pensar.

 

 

--o0o--

 

 

Mello sonrió cuando escuchó los pasos de Matt, parecía andar de un lado a otro, nervioso e inquieto. No podía creer que un beso le hubiese alterado tanto. Que infantil.

 

Se desnudó tranquilamente, dejándose los bóxers negros que usaba como ropa interior y se tumbó sobre la cama boca arriba, sacando de la mesita una tableta de chocolate para echársela a la boca. Le tranquilizaba escuchar el ruido de sus tutores dando vueltas por el piso de abajo, porque así se sentía menos solo.

 

La música que había puesto el otro, llegaba bastante bien a sus oídos, descubriendo así que las paredes eran muy finas.

 

-Eh, perro, bájale voz a eso. - dio dos puñetazos flojos en la pared, sonriendo maliciosamente al escuchar los pasos al otro lado.

 

-Oh, cállate. - la voz amortiguada del pelirrojo le hizo reír. Sacarle de quicio era divertido.

 

-Mierda, chucho. No me obligues a ir ahí y callarte con otro beso. - se tapó la boca, riendo sin poder evitarlo y con un par de lagrimitas deslizándose por sus mejillas.

 

El volumen de la música disminuyó enseguida, y los gruñidos del pelirrojo fueron cayendo en picado. Mello estaba seguro al cien por cien de que ahora si que debía de parecer una maldita zanahoria gigante.

 

Sonrió satisfecho cuando se hizo el silencio. Miró el reloj de la pared y suspiró, pensando en el inicio de las clases. Realmente, él no pensaba pegarse mucho a Matt, porque entendía que el chico tuviese sus amistades y parecía dejarle claro con su comportamiento, que su presencia en casa no le era muy grata. Haría lo de siempre, pasar una mierda de todo y de todos. Porque no necesitaba amigos ni gente a su alrededor. La única persona que le había importado era su madre y ahora estaba muerta, así que no tenia a nadie a quien cuidar.

 

A veces pensaba en su padre, sintiéndose furioso y desgraciado. ¿De veras aquel hombre le había odiado tanto como para abandonarles cuando estaba en el vientre de su madre?. ¿Como seria el tener un padre de verdad?. Nunca lo sabría, porque aunque los Jeevas pusiesen todo el empeño del mundo, jamás compartirían su misma sangre. Y eso era algo bastante deprimente.

 

Se llevó los dedos a la boca, acariciándose con delicadeza los labios. Aún podía sentir el sabor de Matt impregnado en ellos y la verdad es que no había estado nada mal. No iba a engañar a nadie, siendo homosexual estaba claro que el cuerpo del pelirrojo le era bastante sugerente. Le gustaba su cabello despeinado, los ojos color esmeralda, las piernas fuertes y largas que se intuían bajo aquellos pantalones que solía llevar a diario... no estaba nada, pero nada mal. Se lo follaría, sin duda. Lo pondría contra la pared y le haría gemir su nombre hasta que le faltase el aire en los malditos pulmones. Se imaginaba lo mucho que Matt debía de ruborizarse en una situación como esa, se imaginaba también la saliva deslizándose por la comisura de aquellos labios calientes y gruesos.

 

Pero sin duda, lo que mas le gustaba del muchacho, era el calor que irradiaba su jodida piel. Se había dado cuenta de que Matt tenia una temperatura corporal bastante alta, y la suya había sido fría desde siempre. Quizás era por el contraste que hacían juntos, pero sonrió con diversión al pensar que él parecía ser el mismísimo frio mientras que el chucho era el puto calor del infierno.

 

Se mordió el labio inferior, moviéndose contra la cama y flexionando las piernas. Hacia tiempo que no echaba un buen polvo y también hacia días que no se masturbaba. El pensar en el perro pelirrojo le había provocado una erección que crecía conforme escuchaba los ruidos del cuarto de al lado, del chico caminando o tumbándose en la cama. Si gemía... ¿Se escucharía? ¿Y si jugaba un rato con él?. Sin pudor, se metió la mano dentro de la ropa interior, acariciándose lentamente. Se pegó mas a la pared, mirando de reojo la superficie blanca y riendo entre dientes. Tenían suerte de que el dormitorio de los Jeevas estuviese a varios metros de distancia entre ellos.

 

El primer gemido llegó largo y suave, haciéndole cerrar los ojos y morderse el labio. A Mello no le avergonzaba admitir que disfrutaba de su cuerpo sin vergüenza ninguna. No era una persona que tuviese timidez o reparos a la hora de tocarse.

Su espalda se arqueó muy suavemente, sus cabellos rubios se hundieron sobre la almohada y su sonrisa se ensanchó cuando escuchó un ruido de algo cayendo al suelo repentinamente. Juraría que estaba seguro de que el chucho tenia la oreja pegada a la pared. Continuó con su masaje, moviendo la mano cada vez mas deprisa, estirando la piel y acariciándose placenteramente, con toda la experiencia que tiene una persona mas que acostumbrada a su propio cuerpo. Se imaginaba a Matt desnudo, a cuatro patas en su cama, mordiendo la maldita almohada y todo sonrojado. La imagen le hizo sufrir una pulsación de placer en la polla, gimiendo entre cortadamente y retorciéndose de placer sobre las sábanas. Dios, si, necesitaba con urgencia correrse.

 

No estaba equivocado con sus suposiciones. Matt estaba con la espalda pegada a la pared y el rostro un poco ladeado, oculto con sus manos. Separó dos dedos para poder ver por uno de sus ojos y jadeó muy levemente, escuchando con dificultad los gemidos del ruso en el cuarto de al lado. Al principio se había enfadado, porque Mello no tenia vergüenza por montar un espectáculo de ese tipo, pero después...joder... tuvo que echarse mano a la entrepierna porque seguía sin creerse que tuviese la polla endurecida como una piedra, tan solo de imaginarse la escenita que se estaba llevando a cabo tras su espalda. Podía crear en su mente la imagen de las pupilas dilatadas de Mello, los labios fríos y finos llenos de saliva, sus delgadas piernas quizás flexionadas... Tragó saliva sonoramente, mirándose horrorizado el pantalón del pijama, viendo como había comenzado a mancharse un poco debido a su propia excitación. Pero no iba a tocarse, se negaba en rotundo, porque eso seria como admitir que acababa de pajearse con una escenita tan homosexual que casi podía escuchar a sus amigos reírse y llamarle Uke encubierto.

 

Rogó al cielo que Mello terminase de puta vez. Rogó también que la pulsación en su propia polla desapareciese, porque comenzaba a acojonarse de tener un orgasmo sin tan si quiera tener que tocarse. Apretó los dientes debido al dolor de la excitación y el calor que se concentraba en su maldito vientre. Los gemidos de Mello eran rápidos, y parecían dirigidos solo para él, algo que lo inquietó y a la vez le hizo jadear de forma entre cortada. Se cubrió la boca con la mano, respirando alterado y sin poder evitar rozarse sobre el calzoncillo, cerrando los ojos y gimiendo roncamente cuando alcanzó el orgasmo, casi a la misma vez que Mello, cuyos gemidos ahora eran suaves hasta ir desapareciendo poco a poco. Las habitaciones se fundieron con el silencio de la noche, tan solo roto por los ronquidos ya mas que familiares de su padre.

 

Respiró agobiado, levantándose y limpiándose para cambiarse el pijama. Se miró al espejo que tenia en la puerta del armario, frunciendo el ceño al ver lo rojo que estaba. Su respiración aún no era del todo normal y bufó agobiado cuando pensó, en como diablos iba a mirar a Mello a la cara a partir de ahora.

 

 

--o0o--

 

 

-¡Mail! ¡Mail! ¡Arriba, dormilón!.

 

La luz del sol le dio en el rostro sin mucho amor, haciendo que tuviese que dar vueltas en la cama hasta esconder la cabeza bajo la almohada. Su madre le quitó de un tirón las sábanas.

 

-¡Arriba! Llegaréis tarde a clase si sigues tumbado. Mello ya está vestido y desayunando.

 

Su cuerpo se tensó al escuchar ese nombre, recordando al detalle el fantástico orgasmo vergonzoso que tuvo la noche anterior. ¿Le habría escuchado Mello correrse?.

 

-Levanta hijo, no me hagas darte una colleja. Tengo que ir a trabajar pero puedo acercaros con el coche al instituto antes de marchar hacia el hospital. Venga, levanta de una vez. - los pasos de su madre saliendo del dormitorio le hicieron jadear un par de segundos.

 

Que asco. Odiaba madrugar y odiaba aún más el instituto.

 

Cuando ya estaba vestido, con unos pantalones anchos en color gris claro y una camiseta de rallas negra y roja, bajó con pesar las escaleras mientras bostezaba, olvidando por un segundo lo ocurrido por la noche. Se acordó en cuanto entró en la cocina y Mello desvió los ojos azules hacia los suyos, sonriendo maliciosamente de medio lado. Se ruborizó tanto que apretó los puños, dejando pasar a su padre que con prisa, se echaba un par de galletas a la boca porque llegaba tarde al trabajo. Lo de la pereza le venia de familia.

 

-Siéntate y desayuna de una vez, Mail. - su padre le dio una colleja, despidiéndose de ellos para agarrar su maletín de trabajo y salir rápidamente de casa.

 

Rascándose molesto la cabeza, se sentó a regañadientes al lado del rubio sin mirarle a la cara. Avergonzado, cogió un par de galletas y se sirvió una vaso de leche, escuchando como Mello masticaba despacio la comida, importándole seguramente poco lo ocurrido por la noche. El pelirrojo se aseguró de que su madre no estaba para mirar al ruso.

 

-Te parecerá bonito el espectáculo de anoche.

 

-¿El tuyo o el mio?. - le sonrió ladinamente, haciendo que casi se atragantase con la galleta. - Es algo natural, chucho. Además, ¿no crees que está feo escuchar tras las paredes?. - rió entre dientes, levantándose para dejar en el fregadero los platos sucios.

 

Matt, indignado y muy rojo, gruñó sonoramente para mirar como se movía por la cocina.

 

-¡Empezaste tú!.

 

-Ah, pero es que... ¿continuaste en la soledad de tu dormitorio?. - se echó a reír, apoyando la espalda contra la encimera y moviendo el pie sobre el suelo. - Habérmelo dicho y habríamos terminado juntos.

 

Parpadeó un par de veces, bufando las mejillas y mojando enfadado la última galleta en la leche. ¡Será posible!, Mello insinuando que tuviesen sexo. Ni hablar. Por encima de su cadáver.

 

Guardó silencio porque su madre justo acababa de entrar en la cocina, mirándolos.

 

-Daos prisa y vamos. Tengo que llevaros a clase antes de trabajar.

 

Ambos muchachos asintieron y a los pocos minutos ya estaban entrando en el coche, cargados con la mochila y el material escolar. Matt se sentó de copiloto con su consola portátil en la mano y Mello en el asiento trasero. El pelirrojo se negaba a compartir espacio vital con el ruso, y no era únicamente porque había empezado a odiarlo si no porque solo de pensar en estar cerca de él, su cuerpo sufría un cosquilleo insoportable.

 

Menuda mierda de sensación. Elle y Light iban a reírse a su costa todo el año escolar. Estaba seguro. 

 

 

--o0o--  

 

 

Llegar al instituto con Mello, fue como aparecer con una súper estrella. Ya de por si su centro escolar era bastante pequeño y tampoco había demasiada gente, por lo que una cara nueva y llamando tantísimo la atención como lo hacia el rubio, era difícil de ignorar.

 

Matt bajó la mirada, concentrado en la partida que estaba terminando de jugar en su consola. De reojo observó al otro, que parecía completamente indiferente a las miradas de la gente. Sabia perfectamente que con su ropa oscura y aquella quemadura en el rostro, atraía la atención de los demás de forma casi insultante. Las chicas se juntaban en grupitos, mirándolos al pasar, mientras que los chicos les observaban como si fuese una nueva amenaza que pudiese “robarles” la atención de las féminas del centro.

 

-Tengo que ir al servicio. El aula está en el segundo piso y es la número 14. - con una voz bastante seria, Matt se despidió del rubio con la mano, sin sentir ningún tipo de rencor ante el pensamiento de dejarlo totalmente solo moviéndose a sus anchas por el centro.

 

Mello ya era mayorcito para cuidarse él mismo.

 

Decidió ir al servicio que había dentro de los vestuarios masculinos, porque siempre estaba vacío ya que los demás solían frecuentar los del pasillo principal. En cuanto llegó, el olor a pies sudados y a ropa sucia le hizo formar un gesto de asco en la cara. Que guarros eran en aquel instituto. Deberían darle un premio a los del equipo de fútbol como gorilas del año.

 

Se miró al espejo antes de echar una meada, mirándose de un perfil y otro, valorando si la pubertad lo había tratado bien o se le quedaría aquella cara de inocencia por el resto de su vida.

 

-Nnghh...

 

Ante aquel sonidito, Matt elevó el rostro como lo haría un perro que ha escuchado algo fuera de lo común.

 

-Ahhh...dios...si...

 

Se cubrió el puente de la nariz con la mano, cerrando los ojos. No podía ser verdad. Oh, dios, claro que era verdad. Reconocería la maldita voz de Light teniendo sexo en cualquier lugar.

 

-Tíos... - su vocecilla floja y débil, a la vez que graciosa, gimoteó conforme el ruido de una de las puertas se hacia mas fuerte.

 

-Joder, Elle, tienes una polla enorme...ahhh...

 

Un par de gemidos más, golpes fuertes contra la puerta que no estaba del todo cerrada y el suspiro placentero mas que conocido de sus dos mejores amigos.

 

Matt se cruzó de brazos, muy sonrojado y harto de tener que pillarlos siempre en plena faena sexual. Los vio salir del cubículo, poniéndose bien la ropa y dándose un par de besos. Ambos se quedaron mirando a su amigo bastante asombrados.

 

-Matt, ¿Que haces aquí?. - Lawliet sonrió de medio lado, acercándose al par de lavabos que estaban junto a la pared para lavarse la cara y las manos, igual que su novio.

 

-Joder... ¿Por que siempre os pillo follando?. ¿Es que no tenéis vergüenza?.

 

-Es culpa de Elle, que siempre tiene las manos inquietas. - Light miró a su novio riendo entre dientes, peinándose el cabello y aseándose un poco. Después frunció el ceño para fijarse en el pelirrojo. - ¿Y tu nuevo hermanito?. ¿No está contigo?.

 

-Primero, no es mi “hermanito”. - Matt entró en el cubículo para mear mientras charlaban. - Y segundo, tiene 17 años, puede cuidarse él solo. Ni que piense que voy a ser su niñera.

 

Los recuerdos de la noche anterior, le hicieron tragar saliva. Cuando se lavó las manos, salió de allí junto a la pareja, caminando despacio y vagamente hacia el aula número 14.

 

En cuanto entraron, pudieron darse cuenta de que el profesor llegaba de nuevo tarde, como de costumbre. Y no es que Matt odiase su impuntualidad, si no que luego venia con las prisas y daba el temario de una manera en la que el pelirrojo no se enteraba de una mierda. Saludaron a varios compañeros a los que no veían desde el inicio de las vacaciones y después se extrañó al ver un grupito alrededor de la mesa que había delante de la suya.

 

-Mon dieu, ¿ese es Mello?. - Light, con la boca un poco abierta, miró hacia aquella reunión de gente. - Está para mojar pan.

 

-A ti si que te voy a mojar otra cosa como sigas hablando francés en mi presencia. - Lawliet le dio un rápido beso, sentándose en su pupitre y desviando los ojos también hacia el lugar donde estaba Mello.

 

El pelirrojo apretó los puños, caminando enfadado y metiéndose entre las niñas de clase, dándose cuenta muy a su pesar que Lindsey se había sentado junto al rubio y le acariciaba de forma discreta el brazo. El chico parecía pasar de todo, preparando de forma indiferente las cosas sobre la mesa.

 

Se enfadó muchísimo, porque él nunca había llamado la atención de nadie y ahora llegaba el mierda este y tenia a la chica mas guapa del instituto a sus malditos pies. Gruñó sonoramente y se sentó en su asiento, detrás del otro. Le dio una patada bajo la mesa, golpeándole la silla. Todos le miraron, y Mello giró el rostro, dedicándole una mirada tan fría que congeló hasta el último maldito pelo de su cuerpo.

 

-¿Algún problema, Jeevas?.

 

Jeevas... ¿Por que cojones sonaba tan caliente su apellido cuando él lo pronunciaba?. Recordó los gemidos placenteros de Mello, formándose en su cabecita de nuevo aquella imagen erótica que le había hecho correrse vergonzosamente por la noche.

 

-Nada. Ninguno... - desvió la mirada, sabiendo que se había ruborizado por completo. Apretó los labios cuando entrevió la mirada maliciosa del muchacho y tomó aire aliviado cuando el profesor entró en el aula.

 

Jamás había deseado tanto que comenzase la clase de Matemáticas.


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