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POR DERECHO DE SANGRE por Uberto B

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En un abrir y cerrar de ojos pasaron veinticuatro años, los gemelos ya no eran unos niños, eran unos hombres por completo, cado uno con su personalidad y carácter que los hacían únicos pese a compartir el mismo rostro. Braulio, el hermano mayor, de cabello castaño claro, piel ligeramente morena por las actividades deportivas que realizó en sus años adolescentes, de complexión delgada pero bien constituido y atractivo, un atractivo muy discreto. Él ingresó al seminario desde los veinte años, su meta era ser sacerdote. Por otro lado, Carlos, el gemelo menor, un donjuán, vanidoso, prejuicioso, altanero y ambicioso, físicamente idéntico a su hermano en complexión y cabello, un hombre sumamente atractivo, explotaba sus atributos para tener a quién deseara, muy liberal pero con discreción, él trabajaba al lado de su padre y Juan Pablo en la aseguradora, experto en ventas era ideal para ser el gerente de la empresa familiar. Así como Braulio tenía sus características y manías propias, como rascarse la oreja derecha cuando estaba muy nervioso o asustado, Carlos tenía las suyas, sonreír seductoramente cuando algo le salía bien y sobre todo, una cicatriz en el brazo izquierdo, la que se hizo cuando a los cinco años jugaba con su hermano.

 

Braulio estaba iniciando el cuarto año en el seminario, su nobleza era tal que siempre resultaba manipulado por su hermano. La razón por la cual decidió ingresar a dicha institución religiosa era un misterio para la familia, pues nunca pensaron que los planes del joven fueran esos. A veces sentía vergüenza por no ser tan capaz como su hermano menor.

 

Carlos, en cambio, era un hombre que gustaba de estar en el mundo y los negocios. La buena vida, los buenos vinos, buscaba sacar siempre el mejor provecho de las situaciones que se le presentaran. Su meta era ser mejor que todos, su principal rival, el ahijado de su tío Juan Pablo, Édgar Camelli. Odiaba al tipo. Eran enemigos públicos, los empleados de la agencia lo sabían, compartían ambiciones similares. A los ojos de todos, Carlos era un hombre exitoso, sin embargo no siempre lo que ven los ojos es lo que realmente existe. El amor es un sentimiento muy ambiguo, puede proporcionar las mayores alegrías o las peores tristezas, él mejor que nadie lo sabía, sin embargo trataba de olvidar que ese sentimiento existía, y más porque justo en ese momento esperaba en el corredor del seminario menor a su gemelo.

 

--¡Carlos!- el mayor caminando rápidamente se acercó al otro y lo abrazó fuertemente- Me alegra enormemente volver a verte- al estar la cara de Carlos del lado de la espalda de Braulio, un gesto de pesadez se formó en su faz.

--Yo también me alegro de verte- dando por terminado el abrazo se separó

--¿Y cómo están todos?- preguntó, tenía varios meses sin ver a su familia pues las misiones y las clases le absorbían el tiempo.

--Bien, ya sabes, todos haciendo su vida como siempre- el menor caminaba para explorar un poco el lugar que enclaustraba su gemelo- Y noto que este sitio sigue siendo igual de aburrido que siempre- vio con desdén el panorama.

--Es un lugar apacible, y me gusta, tenemos muchas actividades- el otro contestó

--Si me doy cuenta que te gusta, por algo llevas aquí casi cuatro años, no sé cómo puedes aguantar estar encerrado- miró al mayor.

--Lo dices como si me obligaran, y no es así, estoy aquí por gusto.

--Claro, yo sé que es así, y que en esa decisión nada tiene que ver Julissa ¿verdad?- inquirió Carlos, Braulio comenzó a rascarse la oreja derecha.

--No, nada, y por favor te pido que no menciones ese tema- en voz baja le hizo la petición.

--Está bien, sabes que yo no abriré la boca, me he callado todo- sonrió como sólo él sabía hacerlo- Pues bien, la visita de cortesía se acabó, debo regresar a la oficina porque yo si tengo cosas que hacer y no solo rezar frente a una figura de yeso- se despedía.

--Ay Carlos, cada quién tiene sus prioridades, pero fuera de todo eso, me dio mucho gusto verte aunque fuera unos momentos- puso su mano derecha en el hombro de su hermano.

--A mí también, sigue divirtiéndote aquí que yo me divertiré por los dos allá afuera- dio media vuelta y caminó a la salida- ¡Avísame cuando seas santo!- habló muy alto y se marchó. Braulio se daba cuenta que el seminario le desagradaba a su gemelo. Miraba con melancolía a su hermano irse cuando se le acercó un compañero, Renato.

--Son idénticos amigo, en verdad que si no te conociera los confundiría fácilmente- el muchacho comentaba sorprendido.

--No somos para nada iguales amigo, él si es fuerte, no como yo- respondió con desgano.

--Anímate, eso ya pasó, deja ese asunto en el pasado, tu si eres fuerte, sigues en pie a pesar de lo que pasó- el joven apoyaba a su compañero y amigo.

--Ya pasó… claro, ya pasó…- dijo en voz baja.

 

 

 

 

Carlos ya en la aseguradora platicaba con su padre y su tío respecto a su visita al seminario. Le disgustaba hacerlo, pero por petición de su madre se veía obligado a hacerlo.

--¿Y cómo está tu hermano?- preguntó Humberto dejando de lado unas cotizaciones que tenía en el escritorio.

--Bien, ya sabes, a gusto encerrado con esos hombres vírgenes- comentó con sorna.

--No hables así hijo, ten un poco de respeto- lo reprendió su padre.

--¡Ay cuñado! No es para tanto, tienes que admitir que fue un comentario muy ocurrente y lleno de verdad- Juan Pablo lo defendió mientras se reía.

--¿Ves? Deberías ser más como mi tío- sonrió

--A veces pienso que él debería ser tu padre, te entiendes mejor con él- respondió a la broma, el muchacho se le acercó y lo abrazó por el cuello, debido a que el hombre mayor se encontraba sentado.

--Te prometo que tú eres mi papá favorito- los tres rieron, en ese momento la secretaria entró.

--Ingeniero Juan Pablo, hace un rato le llamó su hijo por teléfono.

--¿Xavier? ¿Mi primo Xavier habló? ¿Qué te dijo?- Carlos soltó a su padre y preguntó los datos acerca de esa llamada.

--Tranquilo hijo, déjala hablar- intervino Humberto

--Si claro- a regañadientes aceptó.

--Olvidé el celular en casa, seguro me llamó ahí, ¿Y qué te dijo mi hijo?

--Me dijo que le recordara que llega en próximo sábado- contestó la joven mujer.

--Gracias Mónica- acto seguido la chica se retiró.

--¿Sabías que mi primo llega el fin de semana?- lo cuestionó Carlos.

--Sí, deseaba que fuera una sorpresa, pero sabiendo como extrañas a tu primo me alegra que te hayas enterado-

--Regresa… fueron cuatro años sin verlo, cuatro largos años- le daba la espalda a los dos hombres que tenía cerca.

--Yo también me alegro, desde aquel terrible incidente mi hijo quiso alejarse de todos- el semblante de Juan Pablo cambió.

--Tranquilo hombre, ya regresa y eso es lo único que importa.

--Sí tío, te prometo que guardaré muy bien el secreto para que mi tía Amanda y Fabiola no sepan nada del regreso de mi primo- Fabiola era la segunda hija de Juan Pablo y su mujer, nació dos años después de los gemelos.

 

 

 

 

Por tratarse de un acontecimiento familiar importante, Juan Pablo armó todo un plan en complicidad con Carlos, para que hubiera una cena el sábado por la noche, salvo Humberto, los demás ignoraban el verdadero motivo. El gemelo menor se aseguraba que todo estuviera perfecto, la cena y el recibimiento de su primo debían ser dignos de un rey.

--¡Vaya hijo! Veo que te tomas muy enserio esta cena- comentaba Dolores mientras acomodaba unos cubiertos.

--Es que quiero que esta noche sea perfecta mamá, inolvidable- su característica sonrisa apareció.

--Me alegra verte de tan buen humor, eso me hace pensar que estás bien- al escuchar esas palabras el rostro de Carlos se tornó serio.

--No tendría motivo para no estarlo, no tengo motivos para no estar de buen humor mamá, yo estoy bien, ¡No hay nada malo en mí, si eso quieres decir!- el muchacho hablaba toscamente.

--Cálmate hijo, fue un comentario nada más- la mujer lo vio con extrañeza, a lo que el joven relajó sus facciones.

--Discúlpame, tienes razón, estoy algo nervioso, discúlpame- se acercó y besó la frente de su progenitora.

--No entiendo por qué estás nervioso.

--Yo sé mi cuento, no te preocupes- dejando la charla el muchacho revisó que la cristalería estuviera limpia.

 

 

 

En casa de Humberto y Dolores, ya se encontraban Juan Pablo, Amanda y Fabiola. La familia platicaba tranquilamente, hacía tiempo que no realizaban ese tipo de cenas familiares. El viejo y elegante reloj de la sala marcaba las ocho de la noche, justo en ese momento Carlos bajaba las escaleras. Vestido con un impecable traje color plata, de corte slim fit y con una postura de superioridad hizo acto de presencia.

--¡Buenas noches familia!- sonrió, los presentes lo miraron, lucía muy elegante y atractivo.

--¡Ay primo! Te ves guapísimo- Fabiola habló.

--Gracias, tú no te quedas atrás- se acercó a saludarla, pronto escucharon el timbre, la sonrisa de Carlos se acentuó más, sabía de quién se trataba.

 

Segundos después, en la entrada principal la familia miraba a un hombre bien parecido, de cara jovial la cual no aparentaba los treinta años que tenía, de cabello negro azabache, ojos marrón, Xavier estaba presente, luego de una larga temporada ese niño que intuyó que su tía tendría gemelos aparecía.

--Buenas noches tengan todos- el primero en correr a saludarlo y darle un caluroso abrazo fue su primo.

--¡Xavier!- lo apretaba con fuerza

--Muñequito, ¡Qué gusto verte!- correspondió el gesto.

--Mira que Carlitos te ha extrañado mucho, yo creo que es quien más te ha echado de menos- comentó Juan Pablo.

--Yo igual, los he extrañado mucho- sonrió, Carlos sin embargo no se le despegaba.

 

Sentados a la mesa, el recién llegado hablaba de sus experiencias y vivencias esos cuatro años lejos del hogar. Su primo escuchaba  maravillado el relato del hijo de Amanda. Cada uno de los presentes preguntaba algo, sin embargo el que más lo hacía era Carlos. Xavier tenía un cariño enorme a sus primos, sin embargo con el menor de los gemelos tenía una relación más estrecha. Luego de una apetitosa cena y una charla agradable el hombre celebrado se levantó para despedirse.

--Fue una noche maravillosa, los extrañaba muchísimo- se volvió para ver a su primo- Gracias especiales a ti muñequito por organizarme esta increíble velada- la sonrisa del hijo de Humberto apareció.

--No fue nada primo, yo hago con gusto todo lo que sea por ti- lo miraba complacido.

--Gracias de nuevo, si me disculpan estoy cansado y deseo ir a dormir un poco, fue un viaje agotador- ya casi se retiraba a su cuarto, pues dormiría en casa de su tío, cuando hizo una pregunta que llevaba rato en su mente- ¿Y mi primo Braulio?-

--Sigue en el seminario, con la firme idea de ser sacerdote.

--Vaya, me es increíble pensar que mi compañerito de juegos vaya a ser religioso- comentó

--Pero yo estoy aquí, y estaré para acompañarte- el gemelo menor habló.

--Lo sé primo, lo sé- le palmeó el hombro en señal de cariño – Quizás y si me lo permiten mañana iré a verlo, ahora sí discúlpenme y que descansen- el muchacho subía las escaleras, tras él iba su primo, el cual como si viera a su gran superhéroe lo seguía con devoción. Antes de entrar a su alcoba lo alcanzó.

--¿Has estado triste Xavi?- preguntó.

--No, para nada muñequito, aunque hay algo que nadie sabe, pero a ti te voy a dar la exclusiva- algo esa confesión no le agradaba.

--¿Q…Qué es?- con nerviosismo cuestionó

--Pronto les voy a presentar a mi novia- al escuchar aquellas palabras el corazón de Carlos se aceleró.

--¿Qué?- no lo creía

--Mi novia… ¡Me voy a casar, muñequito!- el menor lo seguía mirando sorprendido.

--¿Co… Cómo fue?

--En la ciudad en la que vivía la conocí en una calle, poco a poco interactuamos porque vivíamos curiosamente en la misma pensión, y con el paso del tiempo fue convirtiéndose en alguien muy especial para mí, ¡Estoy enamorado primo!- al decir esas palabras y como en los viejos tiempos, Xavier cargó a su primo.

--Bájame…- dijo en voz baja, por el júbilo Xavier no lo oía- ¡Bájame!- de inmediato el otro obedeció.  Cuando lo hizo,  Carlos se dio media vuelta y se encerró en su cuarto dejando a un Xavier sumamente confundido.

 

En su alcoba Carlos arrojaba todo lo que pudiera, pensaba que su primo se casaría, formaría una familia, tendría hijos, y se alejaría de ellos, de él. Cerrando el puño y con toda la ira contenida lo estampó en la pared.

--¡No!- gritó lleno de rabia, con lágrimas en los ojos miraba su reflejo en el espejo que tenía a un lado-Lo evitaré, como sea lo evitaré… no sería la primera vez…- decía, mientras repetía su juramento, con fuerza limpiaba las gotas saladas que emergían de sus ojos…

 

 

 

 

CONTINUARÁ...

Notas finales:

Subo la actualización el día de hoy, viernes, puesto que mañana será un sábado complicado y no creo tener ni tiempo ni red para hacerlo. Gracias por leer este episodio.

 

¡Saludos!


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