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POR DERECHO DE SANGRE por Uberto B

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Braulio se encontraba en su dormitorio, hacía las últimas oraciones del día junto con su compañero Renato, ambos estaban de rodillas frente a la cruz que estaba a un lado de la puerta, de pronto el seminarista Solís, cerró los puños y gritó con mucha ira…

--¡No!- golpeó el piso con tal potencia que el que estaba junto sintió la leve vibración.

--¿Qué pasa?- se incorporó de inmediato para preguntar lo que ocurría

--No… no… no…- parecía estar en un estado de shock, porque lo único que repetía era la palabra ‘no’.

--Braulio, ¿Qué tienes? ¿Te encuentras bien?- Renato le daba ligeras palmadas en la mejilla para hacerlo reaccionar, al cabo de unos segundos el chico volvía en si.

--Algo le pasa…- tragaba saliva con dificultad- Algo le pasa a Carlos, lo siento, siento esta angustia de nuevo- Con la respiración agitada el mayor de los gemelos hablaba.

--Tranquilo, cálmate Braulio- ayudándolo a incorporarse lo apoyó para que tomara asiento en la cama.

--Es que, esto que siento… es algo que tenemos ambos, siento lo que siente y él siente lo que yo, a mi hermano algo le pasó, y me siento angustiado, no sé exactamente qué le ocurre- temblaba un poco el joven.

--Tranquilízate, seguro que tu hermano está bien, no te apresures, lo que debes hacer es dormir, hoy tuvimos un día pesado- el compañero de cuarto lo persuadía para descansar.

--Sí, creo que es lo mejor, descansar…- el otro se levantó para apagar la luz, mientras Braulio se acostaba a dormir sin dejar de pensar en su gemelo, algo le ocurría, y muy a su pesar ese algo no era bueno.

 

 

 

En su recámara luego del incidente con su primo, Xavier meditaba, le parecía extraña la actitud del otro, todo parecía ir tan bien que lo sorprendió sobremanera la actitud tan agresiva que el menor tuvo momentos antes, nunca lo había visto así de molesto con él, conocía a su primo, sabía lo caprichoso, grosero, berrinchudo y hasta cruel que podría ser con las personas, pero con él siempre había sido un ángel, por algo le apodaba ‘muñequito’, pues desde que eran niños el pequeño Carlos lo seguía como su más fiel servidor, su sombra, siempre mostrando la mejor de sus sonrisas para él…

--¿Qué te ocurrió? ¿Dije algo malo?- se planteaba dichas interrogantes, sin embargo a su parecer nada equivocado había dicho. De pronto recordó que algo parecido había ocurrido varios años antes, y a su mente regresó un viejo recuerdo, aquel por el cual decidió marcharse durante varios años…- Mireya…- dijo en voz baja – Mireya…- repitió- Cuando Carlos supo de ti tuvo una reacción similar… ¿Por qué pasó todo eso? Hubiéramos sido tan felices tú y yo – cerró los ojos con pesadez, quizás ya había pensado demasiado y no quería traer de la muerte viejos y dolorosos recuerdos.

 

 

El sol con sus rayos cálidos limpiaba toda la pesadez de la noche anterior. Humberto y Dolores desayunaban junto con su sobrino Xavier. El joven platicaba con ellos acerca de sus planes para su futuro próximo.

--Y me parece que iniciar ese negocio sería lo más adecuado- comentó luego de probar su jugo.

--Pues veo muy viable tu idea hijo, la tienda de computadoras es una gran idea, ¿Y el capital?- su tío le preguntaba.

--Ya lo tengo, es lo que pude juntar a lo largo de estos años, no es mucho, pero me servirá para el local, y comprar varios artículos y equipos que al mayoreo me resultan muy beneficiosos-

--En lo que tu tío y yo te podamos ayudar sabes que cuentas con nosotros ¿De acuerdo?- la mujer cariñosamente le tomó las manos sobre la mesa.

--¡Claro que sí tía! Gracias por siempre apoyarme- la plática se vio interrumpida con la presencia de Carlos.

--Papá, me iré a la oficina, Édgar quiere que revisemos las cotizaciones que dejaste el viernes- el chico ignoró a su primo.

--Pero hijo, es domingo, ¿No crees que ese asunto pueda esperar?- Dolores lo cuestionó

--No, ya me voy- sin despedirse caminó rumbo a la entrada.

--Discúlpenme un momento por favor- con rapidez Xavier se levantó para darle alcance al chico.

 

El joven llegaba a su auto, abría la puerta cuando lo detuvieron sujetándolo de la mano…

--¿Qué ocurre Carlos? ¿Por qué estás molesto conmigo?- el otro mirándolo fijamente y sin poder contenerse mucho respondió

--Es que no entiendo- azotó la puerta de su vehículo- ¿Cómo el amor puede llegarte tan rápido? Es decir ¿Qué ya superaste por completo lo de Mireya?- el mayor lo miró, pensaba muy bien su respuesta-

--La amé, Carlos, la amé demasiado, pero tampoco puedo pasarme la vida viviendo de su recuerdo- suspiró largo para luego retomar la palabra- No puedo guardarle luto para siempre, yo sé que ella te caía bien, pero no puedo quedarme aferrado a su recuerdo, ella murió en aquel terrible accidente- le dolía recordarlo- La vida me dio otra oportunidad, amo a Vanya ahora, y quiero formar una familia a su lado- Carlos lo miró fijamente, cerró los puños con fuerza, deseaba con todas sus fuerzas golpearlo, sin embargo no lo hizo, con premura, dio media vuelta, abrió la portezuela de su auto, sin decir una sola palabra arrancó a gran velocidad y salió de la casa, no podía responder. Xavier lo llamaba, pero el intento resultó inútil.

 

 

Unas cuadras más adelante detuvo su lujoso vehículo color rojo, apagó el motor y golpeó el volante, lloraba amargamente…

--¡No otra vez! ¡No te puedes enamorar de esa mujer! ¡No te puedes enamorar de ninguna otra persona! ¡No te lo voy a permitir! ¡Nunca te lo voy a permitir!- se dio la oportunidad de llorar, tenía que sacar ese dolor y resentimiento que llevaba por dentro.

 

 

Una hora más tarde de lo acordado el hijo de Humberto llegó a la agencia, por ser domingo, no había personal. Acudió directamente a su oficina donde su compañero lo esperaba.

--¡Vaya! ¡Hasta que al príncipe se le ocurre aparecer!- El hombre de uno ochenta de estatura, bien vestido y galante miraba su fino reloj mientras molestaba al otro.

--No se te ocurra empezar con tus idioteces, no estoy de humor pedazo de imbécil- lo reprendió.

--Tendré la culpa de que tus zapatos favoritos se hayan estropeado, porque tú tienes malos días si algo le pasa a tus cositas costosas- se posicionó frente al hijo de Solís.

--Tienes razón, me molesto si le pasa algo a mis cosas finas, tú por el contrario no sabes lo que es eso, puesto que lo único fino que llevas encima es ese estúpido reloj que te regaló mi tío- le contestó con acidez.

--Carlitos está de malas, y cuando Carlitos se enoja, Carlitos hace berrinche, nada se puede hacer cuando el niño de papi se enoja- con tono burlesco le regresó la agresión.

--¿Te molesta que sea hijo de papi?- le preguntó, pero no le dio tiempo de responder- Sí, si te molesta, porque yo sí tengo padre, y uno que me tiene como el príncipe que soy, en cambio otros, son unos huérfanos muertos de hambre que viven de las migajas que su padrino les da, es cierto, ese es tu caso, pobre, frustrado y mantenido por caridad- sin resistirlo más, Édgar se acercó y tomó fuertemente de los brazos al chico.

--Te estás pasando mocoso insolente- estaba furioso

--¿Te molesta que diga la verdad?- le preguntó sin miedo alguno

--No me provoques Carlos- entre dientes le advirtió.

--No me hagas comentarios imbéciles cuando te advierto que no estoy de humor- de igual forma le contestó.

--Como sigas portándote mal, ya no gozarás de esto- tomando con fuerza la mano del gemelo menor la puso sobre sus genitales.

--¿En verdad? A lo mejor y ya no quiero seguir usando esas cositas, quizás las conozco tan bien que ya me aburrieron- sonrió de lado, ese gesto seductor que le salía tan bien.

--Te conozco, y te enloquece tenerlo, así que deja de mentir- sin pedirle permiso o planteárselo, lo tomó con fuerza de la nuca y lo besó frenéticamente en los labios, ese par que delante de todos era rival a muerte, detrás de las puertas eran amantes, y amantes de mucho tiempo atrás.

 

 

 

 

CONTINUARÁ...

 

 

 

 

 

Notas finales:

Un poco corto, pero sustancial, espero que les guste tanto como a mi.

 

¡Gracias!


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