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Infatuación por sunshinebunny

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“Quiero un beso Ace.”

Se despertó con la respiración un poco agitada y la visión algo sugerente de aquel monito prácticamente encima de él desvaneciéndose de a poco. No era que fuera un sueño tan desagradable como para llamarlo una pesadilla, pero en definitiva no lo dejaba descansar a gusto.

La habitación que se la había asignado era apenas un poco más pequeña que su humilde departamento y en el extraño silencio de las noches en aquella residencia lucia exageradamente grande. No tanto quizá como la recamara principal que ocupaba su ahora jefe, Sabo, ni la que había visto perteneciente a Luffy, pero aun así era un tamaño ridículo para una habitación. Claro que no se quejaba de la televisión de 60 pulgadas UHD 4k que aún no estaba en el mercado y que probablemente no podría haberse costeado de cualquier manera pero la cama King size quizá era un poco… demasiado para una sola persona, y que decir de la pequeña salita de estar tipo recepción europea con sillones amplios y otra pantalla un poco más chica pero igual de impresionante y el área de ejercicio personal con caminadora, bicicleta y estación de pesas que estaba justo antes del baño con vapor y la tina de hidromasaje, separada de la regadera convencional con opción a agua regular o perfumada, todo en el mismo enorme cuarto de piso de granito, piso que se templaba con sistema de calefacción automática que eliminaba la molestia de tener que pisar en frio al levantarte. Exagerado, todo eso era demasiado exagerado para alguien que acostumbraba a no tener más que cereales fríos para el desayuno. Porque la comida era otro tema para estar agradecidamente extrañado, lo mismo que no encontrar un piso de granito frio.

La sensación de que el piso estaría frio por las mañanas no abandonaba la mente de Ace de momento, lo mismo que ese sueño repetitivo, Luffy estaba cada día más en su mente con la misma serie de contrariedades que ese maldito pido que no sabía desactivar y que por mero orgullo no había preguntado como hacerlo.

Levantarse en esas condiciones debía haber sido sencillo, tenía todos los incentivos para hacerlo cómodamente, incluso un delicioso desayuno esperando por él todas las mañanas- Si conseguía levantarte del todo porque aunque se quejara del tamaño de la cama un colchón de esa calidad se sentía tan suave como una nube, invitándote a no ponerte en pie. Tampoco servía de mucho que se le hubiera ofrecido llevársele el desayuno a la cama si así lo quería, después de todo su presencia no era requerida más que cuando Luffy así lo pedía y el monito se encontraba dormido la mayor parte de la mañana, al menos hasta el medio día no eran demasiados los debes que necesitaba cumplir (en realidad no había ninguno) y si lo hubiera querido podría esperar a que fuera el monito a saltarle encima y decirle que saliera de la cama para jugar con él.

O bien podía quedarse ahí si le enseñaba algún truco o juego que para Ace resultaba de lo más común pero por el que Luffy siempre parecía emocionarse y preguntar de más, como un chicuelo que apenas si va descubriendo el mundo, era curioso, no se imaginaba que aquel chiquillo podría llegar a ser tan fácil de impresionar pero tras los avances iniciales en los días anteriores a su contrato parecía que el menor hubiera perdido el interés en nada que no fuera simple y llana compañía. Resultaba aburrido hasta cierto punto pero se hubiera reprendido a si mismo sin fin de encontrarse deseado por el hecho de que Luffy le acosara como los primeros días, sus sueños por otra parte parecían querer indicarle lo contrario.

Pero aun si le gustara el pequeño monito Ace no era del tipo al que le gustase compartir y era bastante claro por sus jugueteos que Luffy no se contentaba con una sola persona.

Y no era que el pecoso tuviera forma de saberlo a ciencia cierta pero era para él cada días más obvio que las marcas que continuaban apareciendo en el cuerpo de Luffy tenían que estar hechas por alguien en el interior de esa mansión y Ace estaba casi seguro de quien las realizaba, quizá fuera un poco distraído eh idiota pero hasta la persona más densa hubiera podido darse cuenta, con el tiempo adecuado y la suficiente atención, que la relación de aquellos hermanos era un poco más que fraternal.

Luffy rara vez utilizaba su propia habitación, prefiriendo pasar las noches con su hermano, eso había quedado más que claro en la primera noche que el rubio tuviera que trabajar hasta tarde, un encaprichado monito había aparecido en su habitación, con una camisa simple y un par de bermudas cómodas que parecían ser su ropa de dormir y una almohada bajo el brazo, anunciando que esperaría la llegada de Sabo en la habitación de Ace.

Ya durante la cena notó el ambiente un poco decaído del pequeño, cuando el hermano de Luffy telefoneara para decir que no los acompañaría la sonrisa del menor desapareció al instante, Ace y él ni siquiera habían hablado, la incesante voz de Luffy no se escuchó en la mesa más que para pedir más de esto o aquello. Un cambio casi devastador a comparación de las continuas risas y la charla incesante cuando Sabo estaba presente para escuchar y alentar al más joven a compartirle cada detalle de la grandiosa aventura que era su día a día.

Ace se había sentido tan consternado al respecto que ni siquiera se le ocurrió que era lo que podía hacer además de respetar el silencio. Como si imitar lo que solía hacer el rubio le pareciera una falta de respeto.

Eran casi las doce y media cuando llego Sabo a la residencia, Luffy y él habían estado viendo una serie de televisión de la que no recordaba el nombre y con el tamaño del lugar no se habían percatado de la llegada de ningún automóvil.

Con el monito tranquilamente acurrucado a su lado ese resultaba un momento casi tierno, ya había mandado a la cama a Luffy en varias ocasiones pero este se negaba, cabeceaba de vez en vez pero no dormía, necio de no descansar hasta que llegase su hermano pero frotando su cara sobre el costado del abdomen de Ace en busca de calor y comodidad que solamente le hacían querer dormir aún más.

El golpeteo en la puerta de la habitación d Ace había sido bastante suave. Casi discreto, como si esperara no interrumpir algo, pero los empleados no entraban en las habitaciones si estas no estaban abiertas y tampoco llamaban a las puertas, así que Luffy en seguida se había puesto alerta, cualquier sensación de sueño completamente olvidada. Ace bien podría haber sentido que él mismo era parte de un sueño que se disipaba en cuanto Sabo entrara a la habitación pues para Luffy todo desaparecía tras ver a su adorado hermano, si el mismo rubio no le hubiera dedicado a Ace aquella mirada llena de significados ocultos por encima del apretado abrazo en que lo mantenía su hermano menor Ace bien podría haberse olvidado de su propia presencia en aquella habitación, como un espectador de cine viendo la escena de un rencuentro amoroso.

— ¡Sabo! Te extrañaba demasiado, ¡¿Por qué tardaste tanto?! —

— Estaba en el trabajo monito, lo sabes. —

— Pero te extrañaba…— Era como si cualquier clase de justificación no fuera la bastante para calmar la aprensión del pequeño.

La caricia en la mejilla del menor había sido tan íntima que Ace podía sentir el calor en sus propias mejillas pero de alguna manera le era imposible dejar de observarles, o siquiera disimular que  lo estaba haciendo, su mirada debió haber sido notada pues las siguientes palabras no habían sido dirigidas al menor. —Espero que mi hermano no le haya causado demasiadas molestias hoy. —

Ace trago con algo de dificultad, cerrando su boca que no había notado abierta antes, como si hubiera interrumpido de manera grosera en aquel momento privado. Negó con la cabeza antes de responder.— Esta bien, es mi trabajo. — atino a decir, escuchando con extrañeza la breve risa que el rubio había soltado por sus palabras.

— Di buenas noches Lu, vallamos a la cama. —

Sintió el beso en su mejilla unos instantes después. — Buenas noches Ace, te veré mañana. — y por la manera en la que el menor colgaba del brazo de Sabo al retirarse era bastante obvio que la noche no la pasarían a solas ninguno de ellos dos.

Ace había tenido que resistir la urgencia de seguirlos, de ir hasta la habitación de Sabo y espiar bajo la puerta para darse cuenta de lo que pasaba en aquel lugar realmente, la mera idea de QUERER ver eso lo había sorprendido una vez que lo pensara mejor, imaginar a esos dos en una noche de pasión resultaba extrañamente estimulante y había tenido que repetirse varias veces que eran hermanos para desechar la idea, no era que aquello lo hiciera olvidar la noción de lo que sucedía en aquel lugar por completo pero lo ayudaba a darse una mejor idea de las intenciones y motivos que tenía Sabo para buscarle otras compañías a su hermano pequeño.

Si unos días con el monito podían ser desesperantes al punto de darle lo que quisiera no quería imaginar toda una vida con él. ¿Buscaba compañeros de juego para el menor en espera de que este se olvidara de aquel cariño insano? No sonaba del todo descabellado, Luffy era agradable y costaba no encariñarse con él después de algún tiempo, pero seguía sin ser la clase de chico de la que Ace se enamoraría.

Sus hermanos solían molestarlo diciendo que solo podía fijarse en tipos que le hacían daño. Claro que no era a propósito y por ello mismo el moreno había dejado eso de las relaciones serias hacia años, en realidad había dejado las relaciones punto. Quizá por ello le era un poco difícil adaptarse al contrato laboral aun y prefería simplemente seguir tratando a Luffy como una especie de hermano pequeño, si eran sinceros la verdad es que resultaban más parecidos ellos dos que Sabo y Luffy.

Ace volteó a ver el reloj, eran las diez de la mañana en punto y su espalda comenzaba a doler por el tiempo que había pasado en la cama, con un breve suspiro simplemente salió de entre las cobijas y poniendo los pies en el piso tibio y agradable se dirigió al área de ejercicios, haría unas repeticiones y estiramientos, después iría a despertar al perezoso de Luffy si este aún no se levantaba y le llevaría a correr con él. Al chico le hacía falta un poco de ejercicio de cualquier forma, con lo mucho que comía debía gastar la energía en algo además de nadar y juguetear por ahí, su salud se lo agradecería de cualquier forma.

Ese era el plan, pero tras ponerse la ropa de ejercicio y salir al pasillo la escena no muy lejos de ahí lo había de nuevo dejado boquiabierto, en la puerta de la recamara principal alcanzaba a ver la figura de Sabo siendo despedido por su hermano menor de la manera que una esposa o un amante haría con la persona a la que seduce, usando solo una camisa que al ser una talla más grande era obvio no le pertenecía y colgándose al cuello contrario para enfrascarse en un beso íntimo y fogoso mientras el amante, renuente a partir le abrazaba por la cintura de manera cariñosa y sugerente, sus lenguas danzando al resguardo de las bocas únicas y los ojos cerrados, inconscientes del espectador casual, de nuevo existiendo solo ellos en el mundo. — No puedo quedarme más tiempo. — Las crueles palabras que cortaban aquel encantador hechizo salieron de los labios de Sabo, el suave suspiro casi imperceptible de labios de Luffy mostraba la más pura y triste decepción, no quería despedirse y de estar en sus manos nunca lo hubiera hecho.

Luffy simplemente asintió, regalando a su hermano un pequeño y casto beso de despedida, su hermano, tan esplendido en aquel traje azul marino y zapatos de vestir cafés, tan propio con la camisa almidonada y la corbata lisa y broche de plata, con las mancuernillas que hacían juego y el cabello ordenado y perfecto, era una visión que le habría gustado deshacer en la cama como lo había hecho ya un par de ocasiones esa mañana y por las cuales el rubio ya iba tarde al trabajo. Volvió a la habitación inconsciente de que alguien pudiera haberlo observado con su hermano, listo para dormir unas cuantas horas antes de molestar a Ace, quizá aquel día lo hiciera realmente cumplir con sus funciones, dependería que tanto extrañara a Sabo al despertar.

Cuando la puerta de roble claro se cerró Sabo volteó en dirección a su espectador, sonrió, amable, acercándose al pecoso con la calma de quien tiene la conciencia completamente limpia o que es un cínico sin remedio. — Buenos días, señor Portgas. — La estupefacción en las victimas de Luffy siempre era una cosa grata de ver y por algún motivo la de Ace era especialmente agradable. — ¿Disfrutando el espectáculo? — La pregunta que casi parecía bien intencionada por algún motivo había hecho al aludido sentir una extraña mezcla de vergüenza y molestia, vergüenza por haber visto algo que no debía y molestia por que no era que realmente hubiera sido su intención y en todo caso no había sido él quien se encontrase haciendo algo indebido con un miembro de su propia familia. — Deberé rogarle que deje a Luffy descansar un poco antes de cumplir con sus obligaciones diaria, me temo que él pobre tuvo una noche bastante agitada y no me gustaría que se le molestara. —

Bajo el olor a jabón, shampoo y perfume Ace alcanzaba a detectar una última nota de un aroma que tras la escena que acababa de presencia habría sido un idiota de no saber que era el característico olor del placer carnal. —Buen día, Sabo,  No le eh hecho nada de lo que usted hace con su hermano si es lo que le preocupa. —  Comentó, sonando quizá más agresivo de lo que había planeado o esperado sonar. —  no es de mi… interés. —

Por un segundo vio la sonrisa en el rostro de Sabo flaquear, después esta había regresado con mayor esplendor. — De verdad que eres un hombre divertido Ace. — era casi palpable la sinceridad en aquellas palabras del rubio, por primera vez y el moreno no sabía realmente sobre que sentirse más confuso, si sobre el sentido que pudieran tener esas palabras o sobre el hecho de que esa sonrisa tan distinta a las que estaba acostumbrado por parte de su jefe lo hubiera hecho saltar el corazón más a prisa por un segundo. — Trataré de llegar temprano el día de hoy en cualquier caso. — y, con ello su conversación había terminado.

Por primera vez Ace sentía que de alguna manera podía comprender la soledad del más joven, después de ser regalado con una sonrisa tan esplendida solo para anunciar que no se verían más hasta nuevo aviso ¿Quién era el verdadero monstruo en aquel lugar? Aquel que tenía todos sus caprichos siendo cumplidos por ridículos que parecieran o ese chico que se gustaba de hacerse esperar. De repente no dar a Luffy algo que deseara comenzaba a tomar matiz de crimen.

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Es graciosos como las cosas cambian en un abrir y cerrar de ojos.

—¡No puedes hacerlo Sabo! ¡Te lo prohíbo! —

—¡¿Y en verdad piensas que yo quiero hacerlo?! —

—Entonces no lo hagas. —

—No puedo desobedecer a padre. — la molestia comenzaba a burbujear en el joven y menudo cuerpo de Luffy. — Además incluso madre…— No pudo acabar de decir lo que quería, la fuerte bofetada le había volteado el rostro, dejando la bonita silueta de los dedos del menor marcados en su mejilla pero ni siquiera estos habían dolido tanto como la mueca de odio pintada en el rostro de su hermano menos que con los labios y el ceño fruncidos al mismo tiempo comenzaba a derramar lágrimas de impotencia.

—¡Eres un idiota Sabo! ¡Te odio! —

El sonido de cristal quebrándose había hecho Ace abrir la puerta al final, solo para presenciar al furioso monito dirigiéndose hacia ese mismo lugar.

El pecoso había sido empujado fuera del camino, se le había llamado para esperar fuera de la puerta a que los hermanos Monkey terminaran de charlar y ahora veía un poco por qué pero parecía que cualquiera que hubiera sido el plan de Sabo con ello no iba a pasar como este pensara, solo con la mirada que se le había dedicado bastó para que el pecoso supiera que no debía seguir al menor de los Monkey.

Ace entro en el despacho para encontrarse con la desgarbada figura de un remedo de hombre. Sabo estaba ahí con el cabello rubio cayendo sobre su rostro de manera desordenada, la corbata botada a un lado en el piso y la camisa blanca arrugada y medio abierta, el vaso de licor en mano le daba el toque ideal para una bonita imagen de la decadencia de la clase alta, ni siquiera los ricos se salvaban de perderse en algún vicio. — No deberías estar aquí, Luffy te necesita. — la voz del chico era poco menos que un susurro, después de hablar apuró el contenido de su vaso a los labios, tomándolo todo de golpe, aunque de primera instancia quizá no lo hubiera sabido el rubio probablemente llevaba un buen rato bebiendo y aunque no pareciera borracho del todo era más bien sensato pensar que no se detendría hasta estarlo.

—¿Luffy? No quiere ver a nadie ahora. — dijo el moreno, ganando la atención del rubio por unos instantes, sus ojos índigo obscuro brillaron con la intención asesina de descargar lo que sentía con alguien o algo y por un segundo el aliento del moreno se detuvo en sus pulmones, temeroso,  un segundo antes de que la botella de líquido ambarino encontrara camino a mano de Sabo, entonces el vaso de nuevo tuvo toda su atención, de espaldas a Ace se sirvió un nuevo trago de licor, meditando las palabras nefastas del pecoso, Luffy no necesitaba a nadie y lo que pasaba ahora solo aceleraba lo inevitable.

En la habitación que fungía de despacho había un elegante escritorio de madera sólida que rara vez se usaba, estanterías cubiertas hasta el techo con libros, algunos sillones con mesitas y lámparas individuales y ese minibar a juego con la madera del escritorio donde ahora el rubio se inclinaba a sacar un segundo vaso y colocar un poco de hielo en este antes de servir un segundo trago. — Bebe conmigo, Portgas… —

—Ace. — Corrigió el moreno, acercándose con cautela, ahora podía ver el pobre vaso de cristal hecho añicos en la superficie del minibar, sus trozos reluciendo en la suave iluminación de la habitación.

— Bebe conmigo entonces, Ace. — dijo Sabo, ofreciendo el segundo trago a Ace con una sonrisa entre irónica y desesperada que no iba dirigida al pecoso si no a su propio vaso de licor. — Luffy estará castigado un buen tiempo por esto, el pequeño insolente. — un escalofrió recorrió a Ace al escuchar esas palabras por parte del rubio, aunque aún no sabía bien el por qué.

—¿Sucedió algo? — la sonrisa del rubio se curvo unos milímetros más ante la estúpida pregunta, volviéndose algo torcida.

—Nada en realidad, tengo una entrevista de matrimonio en unos días y se lo eh dicho a Luffy. — De pronto para el pecoso toda la escena cobraba perfecto sentido mientras que Sabo seguía inmutable, molesto, apurando un nuevo vaso de licor contra sus labios. Nunca en su vida había volteado a ver a una mujer como miraba a su hermano, ni siquiera a su madre la que tantos celos despertaba en su adorado hermanito, pero Luffy no entendía a razones. — Nada cambiaría entre nosotros aun si me casara, ¿Por qué no puede ver lo que es tan obvio? —

—Quizá para él no lo es. — Aunque podía sentir la mirada del rubio ahora sobre el de nuevo, acechante, no se amedrento, recordar el gesto de disgusto del menor impedía que pensara en la consecuencia de sus palabras. — Si te casas tendrás aún menos tiempo para él, y si llegaras a tener hijos…— No era difícil para Ace llegar a entender la manera de pensar de Luffy aunque pareciera que para Sabo que de pronto había puesto un semblante serio resultaba imposible.

— No creo que me entiendas, Ace, no dejaría que nadie cambiara lo que hay entre mi hermano y yo. — escucho al rubio decir, con tal seguridad y autoridad que era difícil cuestionarlo. — Ni a una señorita escogida por mis padres, ni a unos mocosos chillones saliendo de su barriga, ni a nadie. — cada palabra destilaba un odio difícil de asimilar, tan inverosímil como la sensación extraña de, de pronto, tener el alcohol frio y pungente corriendo por su cabello y su rostro cuando el rubio en lugar de beber su siguiente trago había decidido a vaciar este en la cabeza del pecoso. — Ni siquiera una mascota entrometida que no sabe hacer bien su trabajo. — sintió antes de que pudiera reaccionar algo frio y punzante en el borde de su cuello, un trozo del cristal que al parecer el rubio había cogido sin que Ace se diera cuenta, la otra mano de Sabo tomando el cabello de su nuca con fuerza. — Ve y consuela a tu amo, cachorrito, a menos que quieras que yo acabe consolándome contigo, créeme que esa opción no te gustará tanto. — El corazón del pelinegro pulsaba, caliente y acelerado contra el frio cristal, no estaba asustado, no, por el contrario, bien podría haber golpeado al idiota petulante frente a él pero no quería hacerlo, aquella cercanía, aquella forma de maltrato, no era que lo deseara conscientemente… No era que lo deseara conscientemente pero realmente estaba queriendo sentir el aliento encarecido por el alcohol mucho más cerca de sus labios.

—Luffy es mío, Ace, siempre va a serlo. — el susurro pesado resultaba llamativo de formas que el moreno no recordaba haber sentido antes. — Cuando vallas y le consueles recuerda que su cuerpo y cada marca en este me pertenece, y dale esto de mi parte, Ace. — los labios, suaves y cálidos sobre los suyos tenían una sensación de necesidad, de veneno y de anzuelo, todo al mismo tiempo.

Cuando la lengua del rubio irrumpió en su boca no se quejó, la recibió gustoso, acariciando y succionando, dejándose perder en el contacto hasta que este terminó y Ace se halló a si mismo buscando por el escaso aire que la sonrisa, de nuevo tranquila y enigmática, que Sabo le dedicaba ahora no lograba robarle.

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Continuara.

Notas finales:

Gracias por leer si es que aún siguen por ahí, gracias a los nuevos lectores si hay alguno  y los comentarios son bienvenidos.

Con amor para un gatito gordo y celocillo, te amo.


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