Hola, Diario:
Terminé yendo a la cena de ensayo porque mi mamá insistió. Grace y William estaban muy felices de verme, así que no quise amargarles la noche y puse la mejor cara que tenía.
Justo como predije, nuestros conocidos se acercaron a preguntarme cómo estaba, a darme palabras de aliento. Unos incluso a atreverse a decir que podían presentarme a alguien, como si un año y medio fuese suficiente para superar esto… Fue espantoso, pero tuve qué soportarlo y no hacer un show ahí.
Jamás podría siquiera pensar en tener a alguien más en mi vida… Matías era único… Matías era todo lo que yo jamás he merecido, pero que nunca me habría dado el lujo de despreciar. Es especial, irremplazable…
Mi madre se llevó a las personas que sugirieron tal cosa y mi padre se quedó conmigo en la mesa mientras ella volvía, no sabiendo seguramente qué decirme o si disculparse por aquellas personas.Supongo que mi madre fue a regañarles o algo, porque regresó bastante airada y murmurando algo como que eran muy insensibles. Me causó algo de gracia la cara que puso y pareció contenta de verme sonreír de nuevo.
Me preguntó hasta el cansancio si estaba bien, si no quería volver a casa, pues se arrepentía de haberme insistido tanto y haber tenido qué pasar por ese momento tan incómodo. No quería irme y dejar botados a Grace y William. Además, si me iba, todo el mundo iba a hablar de ello. Preferí mantener el perfil más bajo posible para no quitar protagonismo a ellos dos.
Falta una semana para que ellos por fin se casen, lo cual me hace sentir bien. Esa relación y el hecho de que se concrete al fin es como ver por fin a nuestro “bebé” nacer… Matías habría amado cada momento de esta noche… Se lo habría pasado tomando fotos, animando la fiesta, haciendo de todo algo espectacular, como sólo él sabía hacerlo…
Imaginarlo ahí, haciendo alboroto como siempre, me puso en un humor extraño, mezcla de nostalgia y alegría.
Me quedé en la mesa mientras mis padres bailaban y me dediqué a observarlos. Llevan casi treinta años de casados y parecen amarse como el primer día. Me pregunto si Matías y yo habríamos sido así de felices y unidos treinta años después…
Me levanté de la mesa y fui hacia uno de los muchos balcones del salón. Era un sitio muy amplio, había tanta gente que comenzaba a sentir ansiedad, así que decidí tomar algo de aire.
Al salir, el aire fresco me dio en la cara y sentí un poco de alivio. Respiré hondo y fui hasta la baranda, donde apoyé las manos mientras veía las estrellas. El cielo estaba despejado y podían verse muy claramente. Quizá Grace y William habían elegido ese sitio por eso, porque en el centro de la ciudad difícilmente se verían las estrellas así.
Conozco las constelaciones y su ubicación gracias a que Matías siempre me enseñaba aquello que tanto le apasionaba: las estrellas. En mi campo visual ubiqué inmediatamente la constelación de Virgo y sentí como si Matías me acompañara desde ese grupo de estrellas.
-Nunca me has dejado solo - dije aquello en voz baja. Me sorprendió oír una voz detrás de mí.
-Mierda, me asustaste - murmuró con molestia.
-¿Disculpa? - me giré a ver a esa persona. No le recordaba de ningún lado, pero supuse que sería amigo de William, pues yo conocía a todos los amigos de Grace.
-Olvídalo - entornó los ojos con molestia y tiró al suelo un cigarro, pero no era un cigarro común. El olor penetró rápidamente en mis fosas nasales y me vi forzado a cubrirme con la mano para no seguir aspirándolo. Seguramente era marihuana.
No tenía ánimos de discutir con un desconocido tan grosero, así que me giré para seguir viendo las estrellas. Pero él no se fue de ahí, se quedó e incluso se acercó a la baranda, a una distancia prudente de mí. Pensé en volver adentro, pero consideré que no debía ser igual de grosero que él, así que me quedé un momento más para que no supiera que me apartaba sólo por su presencia.
-¿Te gustan las estrellas? - me preguntó y voltee a verlo. Tenía los ojos algo irritados, lo pude notar aunque él estaba de perfil.
-Sí - volví a ver hacia el cielo.
-Tú eres el tipo que perdió a su novio, ¿no? - preguntó casi de inmediato. Lo miré interrogante - Todo el mundo habla de ti - encogió los hombros.
-Con permiso - le dije, no quería hablar del tema con nadie, y menos con alguien que ni conocía a Matías o a mí, y mucho menos con alguien sin el suficiente tacto para tocar aquel tema tan doloroso.
-Yo perdí a mi perro el año pasado - siguió hablando y mis modales me impidieron marcharme, o quizá mis ganas de querer gritarle algo en la cara, pero no podía. Respiré hondo y me giré hacia él, enfadado, pero no dije nada. No comprendía a qué venía eso que había dicho, pero sentía como si él hubiera comparado la pérdida del amor de mi vida con la pérdida de su mascota.
-No sé a qué viene eso… - le dije sin poder ocultar mi molestia.
-Era lo único que tenía de recuerdo de mi hijo… Mi ex esposa se lo llevó a Irlanda - buscó entre sus bolsillos algo pero no supe qué, pues estaba de espaldas a mí. Supe que era otro cigarro porque sentí aquel olor tan horrible llegarme de nuevo.
Comprendí que era una persona muy triste, que quizá por ello estaba ahí, fumando a escondidas en el medio de una reunión tan importante. Sentí verdadera pena por él, pero me molestaba su actitud, sentía como si él tratara de decirme que lo mío era nada comparado a lo suyo.
Pero para mí lo suyo al menos no era un caso perdido. Él algún día podría volver a ver a su hijo…podría redimirse de lo que fuera que haya hecho si es que tenía la voluntad... Yo a Matías no lo volvería a ver en lo que me restara de vida y jamás había hecho algo malo como para provocar lo sucedido… jamás iba a recuperarlo y jamás iba a entender o aceptar que la vida me lo hubiera arrebatado así...
Estaba por replicarle que aún era muy joven para darse por vencido, que no podía quedarse ahí y ver cómo la vida pasaba frente a él sin que siquiera él metiera las manos para impedir que ésta lo dejara atrás… Y me di cuenta de que era muy hipócrita de mi parte querer decir eso. Era exactamente lo que yo estaba haciendo, con la diferencia de que yo sólo me quedaba en mi habitación lamentándome, y él se destruía más rápidamente con esa o quién sabe qué cantidad más de drogas.
Me hizo ser consciente de mi propia situación en cierto modo, y eso me molestó aún más… Era como una bofetada de la vida, una más…
No me animé a decirle algo más, sólo me fui de ahí, deseando jamás haber interactuado con él, jamás haber salido al balcón.
Me senté a la mesa que nos habían asignado y mis padres se aproximaron hacia ahí a los pocos segundos.
-¿Dónde estabas? - preguntó mi padre, preocupado.
-Fui al baño - le mentí.
-¿Quieres que vayamos a casa? - me preguntó mi madre y yo asentí en silencio, sin mirarla.
Fuimos a despedirnos de Grace y William, y cuando íbamos saliendo, vi a aquel hombre en la puerta que daba hacia el balcón donde habíamos estado. Nuestras miradas se cruzaron, pero yo fui el único que la apartó. Me sentí cobarde, estúpido y débil, y creo que mi madre con su básico instinto maternal, lo supo todo, porque me abrazó.
Mi madre siempre sabe cuando estoy mal, o quizá mi propia cara delataba mi estado de ánimo, no lo sé…
Espero nunca volverlo a ver...