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Mil Mundos por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Aquí va la segunda tanda de capitulos ;)

Capitulo 5

 

Se respiraba silencio duro, rasposo, tenso. La nave avanzaba despacio y, para algunos, demasiado cerca del kraken. Aquella criatura captaba los movimientos de sus alrededores a través de las puntas de sus tentáculos, que funcionaba como lentes de largo alcance, pero de poco radio en su arco de visión. Al explicar esto el capitán, fue clara la conclusión: Para poder huir del kraken tenían primero que bailar entre sus tentáculos, pasar desapercibidos en sus puntos muertos, más amplios y seguros conforme menos distancia tuvieran con ese bicho. Más de un tripulante pensó, e incluso dijo en voz alta, que era una estrategia absurda y peligrosa, pero a nadie se le ocurrió una alternativa mejor. Por lo menos, en ese momento, no había demasiados de sus miembros desplegados, los que les permitió encontrar la forma de acercarse sin ser vistos. Lo complicado, y lo que llevaban intentando un rato, era tener la misma suerte para alejarse.

–Desplacen el barco dos nudos en descenso –ordenó con voz tranquila el capitán.

Smoker asintió antes de remitir el mandato en el mismo tono al resto de la tripulación.

El barco descendió con suavidad mientras uno de los tentáculos pasó por encima de sus cabezas y muy cerca del mástil, tanto que por un momento creyeron que se iba a llevar la torre de vigía, con Law incluido, por delante.

Shanks se fijó en Luffy, se lo encontró absorto, casi petrificado, en el movimiento de los tentáculos.

–¿Asustado, chico?

–¿Asustado, yo?– se volvió hacia él con ojos brillantes–. Si esto es alucinante.

El cyborg dejó escapar una risa que casi sonó como un resoplo. El chico, sin duda, era un optimista. Y un poco lunático.

–Mejor así, supongo, después de todo el viaje no ha echo mas que empezar –luego dirigió su vista despreocupada hacia la popa encontrándose con la figura del capitán. Entrecerró los ojos extrañado. Mihawk tenía la nariz arrugada y mantenía sus mano cubriendo su boca. Un gesto un poco raro en una persona tan rígida y exigente consigo misma.

 

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Por su parte, el oficial de cabello oscuro, aguantaba como podía la compostura. El olor de el kraken se le hacía insoportable.

–Disculpe, capitán – le llamó el profesor Usopp tembloroso y al borde del llanto–. No quiero ser insistente pero ¿de verdad cree usted que lo mas conveniente es hacer eso que estamos haciendo? Esos tentáculos... no dejo de pensar de que estar en su campo de acción es jugarnos la vida.

–Tranquilícese profesor. Ya me expliqué antes. Cierto que estamos en su campo de acción, como usted dice. Pero ahora el kraken está aletargado, apenas tiene tentáculos desplegados, son fáciles de esquivar; entrar en su zona de recepción lo despertaría.

–Pe... pero... ¿Y si cuando lo encontremos ese punto muerto que nos hace falta escapar fuese demasiado tarde y ya tuviese abiertos todos sus ten...?

Siguió con su perorata. Mihawk soltó un resoplo sutil y contenido. Estaba a punto de ordenarle a Smoker que recluyera al intelectual en su camarote.

–¡Alerta, mi capitán! –avisó Law– ¡Objetivo desde arriba!

Su cuerpo se tensó de golpe al escuchar a Trafalgar.

–¡TODO A ESTRIBOR! ¡RÁPIDO! –gritó Mihawk, pero el momento de despiste que tuvo fue crucial.

Uno de los tentáculos acertó desde arriba por la mitad del barco. Toda la nave tembló entre gritos de pánico. Aquel tentáculo les había dado un golpe relativamente suave, pero les había enganchado, recorría la cubierta y la quilla en una de doble vuelta, aprisionándolos. La madera crujió desquiciada. Estaban siendo arrastrados a las fauces del kraken.

–¿¡Qué hacemos!?

–¡Vamos a morir todos!

–¡Es el fin!

–¡Sabía que no deberíamos haber venido!

–¡Señor Marco!– la voz de Mihawk, firme, se alzó por encima de las demás–. ¡Haga prender sus manos y dele calor al tentáculo, sin procurarle quemaduras o algún otro daño! ¡Eso hará que nos suelte de motu propio!

–¡Sí mi capitán!– el rubio corrió hacia el tentáculo e hizo exactamente lo que le ordenaron. Llamaradas de fuego celeste y dorado se liberaron, iluminando la cara de los presentes. De repente hacía más calor. Los ojos de Marco se abrieron al vez el tentáculo retorcerse, una sonrisa apareció en su cara– ¡Está funcionando!

Y era cierto. Parecía que el kraken no era muy fanático de las comidas calientes y, poco a poco, fue aflojando el agarre. Pero no todo lo rápido que hacía falta porque, aún siendo verdad que ese bicho les iba soltando, tampoco se podía negar el hecho de que seguían siendo arrastrados.

–¿¡Es que quieres que nos zampen, Marco!? –le reprochó Buggy–. ¡Date prisa, joder!

No fue el único. Los miembros de la tripulación, agobiados, comenzaron a atosigar a Marco, el cual tenía una paciencia infinita pero no tanta.

–¡Tengo una idea! –les rugió–. ¿¡Por qué no vais vosotros a calentar esta bicho y yo os grito!? –de alguna manera hizo retroceder a la mayoría, más acojonados con él que con la bestia que pretendía zampárselos.

El barco crujió otra vez, consiguiendo que se atragantaran con sus propias salivas, entre ellos cierto pelirrojo. No hay tiempo, pensó Eustass, estamos al límite. Puso sus ojos en Law, todavía en la torre de vigía, él de las perlas iba calmado, pero serio, muy serio, y una mirada oscura. A continuación buscó a Marco, el piloxiano se mantenía haciendo todo lo que podía, que no era suficiente. Y después se fijó en el tentáculos, ya no era tan grueso como antes, la doble lazada era solo una ahora. Apretó los dientes con una media sonrisa. Su cuerpo se echó hacia adelante para comenzar la carga, sus manos se transformaron en pinzas.

–¡Que alguien detenga a ese imbécil!– ordenó el capitán, al darse cuenta de lo que pensaba hacer el tripulante pelirrojo. Fue demasiado tarde.

–¿Qué mash da?...¡hip!– dijo psicologicamente borracho el que era conocido como Doctor Q, médico centauro del barco–. Vamo a modid todoz ¡hip!– se tambaleabó y cayó de golpe.

Eustass se hizo paso a través del tentáculo y lo cortó con cuatro rápidos tajos. Mostró una sonrisa altanera, demasiado fácil, había sido como mantequilla derretida. Al segundo, mareas de sangre negra salieron disparadas, le golpearon a él y a todo el que estaba en cubierta mientras que una especie de aullido contenido, profundo y cacareador, por parte de la criatura les retumbó en oídos y pecho. El barco fue instantáneamente liberado.

–¡Señor Smoker! –le llamó Mihawk con la gravedad marcada en su cara–. ¡A toda velocidad!

–¡Sí, mi capitán!– afirmó de la misma manera y se dirigió a la tripulación–. ¡Moved el culo, imbéciles!

Los tripulantes, manchados de pestilente ponzoña negra hasta los calzoncillos, se levantaron raudos; al mismo tiempo, el kraken asimilaba el dolor de su tentáculo a la vez que una ira se avivaba en su interior.

El profesor Usopp se limpió la sangre de las gafas, le temblaban las manos. Con la tez pálida vislumbró a través de sus anteojos el espectáculo. Casi se le va el alma por la boca. El tentáculo recién cortado se regeneraba en tres, a una velocidad de espasmos. Y si por si eso fuese poco, la bestia desplegaba con fiereza el resto de sus miembros mostrando sus miles de bocas. Un gran ojo inyectado en sangre apareció, y el profesor sintió como si ya estuviese muerto.

El rugido de un millón de bocas que profirió el monstruo se propagó como una onda expansiva hacía todos lados. Con la fuerza de esa onda y los propulsores de los barcos que estaban al máximo salieron despegados. Entre tambaleos, tomaron una gran ventaja al kraken, pero tuvieron que pagar algo a cambio.

–¡Hemos perdido dos propulsores mi capitán!– le informó su oficial.

–Maldito bicho... –masculló –¡Mantengan la velocidad!

Mantuvieron el ritmo pero la distancian que habían conseguido se reducía por segundos pues el kraken avanzaba velozmente impulsándose con sus tentáculos.

–¡Lo tenemos muy cerca capitán!

–Ya lo se señor Burgués ¡Ya lo sé!

El profesor miraba como el kraken cada vez estaba más cerca sintiendo como el pánico restaba su oxigeno. ¡Piensa en algo por todas las galaxias! Se reprendió ¡Piensa por Kaya! Entonces, por el rabillo del ojo, vio un gran meteorito que sin duda, según su trayectoria pasaría justo al lado de ellos. Miró al kraken y miró al timonel. Quiso pensárselo un momento, dos e incluso tres. Pero el rugido del kraken le dio poca tregua. Soltó un grito aterrado que rajó su propia garganta. Se lanzó directo contra el timonel y, a través de esa fuerza sobrehumana que aparece en situaciones límites y de puro pavor como esa, le empujó dejando libre el timón.

–¡TODO-A-BABOR! –gritó haciendo rodar todo el timón a la izquierda.

–¿¡Pero que demonios hace cretino!?– blasfemó el capitán al sentir el tirón del barco.

Las explicaciones sobraron porque al instante se puso en marcha el precario plan del profesor: la nave giró bruscamente a la izquierda y pasó justo por delante de aquel meteorito. No salieron indemnes, puesto que el barco se llevó un buen raspón que hizo comvulsionar todos los presente; aún así, podría decirse que esquivaron la gran piedra por los pelo mientas que, el kraken, cabreado y hambriento, no lo tuvo tan sencillo. El meteorito colisionó brutalmente con el monstruo, liberando así de su cruenta caza a aquellos hombres que guardaron un silencio conmocionado. Con la boca abierta observaron como el monstruo, semi-inconsciente, era empujado por esa enorme roca que le doblaba el tamaño.

Tras unos segundos, recordaron que podían respirar y lanzaron un grito de victoria entre abrazos, saltos, bailes y silbidos.

–¡Estamos vivos!

–¡Lo conseguimos!

–¡Ya creí yo que de esta no pasábamos!

–¿¡Has visto eso, chico!?– preguntó Shanks riendo con suma alegría, le pasó el brazo por el cuello y volvió a revolver su pelo–. ¡Esto es un aperitivo para los ansioso de aventura! ¡Mas te vale no estás empachado!

–¡Ha sido genial! –dijo pletórico–.¡Nunca me lo he pasado tan bien en mi vida!

El hermano rubio de los D. Monkey observaba a Luffy con una sonrisa, luego respiró hondo y suspiro. Recogió su sombrero, del suelo, manchado de sangre negra y pegajosa para recolocárselo; se fijo en su otro hermano, el pecoso. Ace se había empapado de esencia de kraken de pies a cabeza, parecía una sombra y hacía todo lo que podía para limpiarse, inútilmente. Su mirada se cruzó con la de Sabo entonces, le sonrió.

–No está mal para empezar – bromeó.

Sabo le rió la gracia antes de poner su atención en el castillo de popa.

–¡Bien hecho profesor! –le aplaudió con la voz alzada –. ¡Se ha lucido!

El narizotas estaba en estado de shock, aún no se creía lo que había echo y asimilaba con ojos y boca abierta que había sido él el que había resuelto la faena.

–Pu... Pu... ¡Pues claro! ¿¡Qué os creíais!? –gritaba con el mentón alto–. ¡Como si fuera la primera vez que salgo a la aventura! ¡Ah, inocentes, no habéis visto nada! ¡A partir de ahora podéis llamarme... CAPITÁN USOPP!

La gentes, con ese hálito de vida que daba haber sobrevivido a la muerte, no se resistió a carcajear, incluso a aplaudir como había hecho Sabo. El narizotas se reverenció varias veces con una "gracias, gracias".

–Guarden su alegría para cuando tengan motivo – habló el teniente Smoker cortando de tajo el agradable ambiente–. Miren las velas y miren a su alrededor. No estamos ni mucho menos a salvo.

Los hombres hicieron caso quedándose absolutamente sobrecogidos. Las velas recibían poca luz solar y un cúmulo se asteroides pasaba por sus alrededores.

–No... No puede ser –murmuraba el profesor desesperado–. E... Estamos dentro de...

Estaban dentro del Cinturon de Asteroides. Mihawk intentó respirar calma.

–Señor Trafalgar –alzó la voz hacia la cofa –. ¿Cuál es la posición del kraken?

–Se aleja, mi capitán –dijo haciendo uso del catalejo. El monstruoso bicho marcabas distancias entre lagrimas y sollozos como lo hubiese hecho un cachorrito asustado–. No parece que tenga intenciones de volver.

–Señor Smoker –se volvió a su oficial–, ¿cuánto nos queda de combustible!?

–Casi llenos, en nuestra última carrera nos valimos más de luz solar, pero los dos propulsores están inservibles, no podremos navegar con la misma facilidad de antes.

–Esta bien. ¡Escuchen señores! ¡Salir de aquí es difícil! ¡Pero no imposible! De momento nos limitaremos a avanzar esquivando meteoros y cuando encontremos la oportunidad saldremos. Eso es todo. Y, por lo que mas quieran, no hagan ninguna estupidez más.

El barco puso otra vez un rumbo tranquilo, pero eso no iba igual para los que viajaban en él, después de todo, si nadie había estado conforme con pasar cerca de Cinturón, mucho menos pasar a través.

 

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Marco se encontraba en proa, con la mirada en la misma dirección que la del bauprés, atento. Había algo que no estaba del todo bien, tenía como una rara sensación desde que entraron en el Cinturón, pero no sabía describirla. Cerró los ojos e intentó concentrarse para buscar.

–Marco –le interrumpieron con suavidad, al volverse se encontró a Ace–. Perdona ¿te interrumpo?

–No, no –carraspeó–. Estaba... Bueno, no creo que sea nada importantes. Solo estoy algo paranoico. Los de mi raza nos ponemos un poco así a falta de luz solar, ya sabes –se calló y examinó al otro de arriba a abajo–. Veo que has ido a limpiarte.

–Sí... –suspiró cansado–. Tú has tenido suerte de estar de los primeros, pero a mi me ha tocado ir al final de la cola para lavarme;tal y como se estaba racionando el agua ya iba viendo que me tocaba estar pringado hasta el siguiente planeta –se reunió con el y apoyó los codos en la balaustrada–. Aunque para cuando llegó mi turno el barreño no es que estuviese muy limpio tampoco.

–Me imagino –rió, el otro también.

El pecoso sonrió distraído al espacio.

–Menudo inicio de aventura, ¿eh? Hemos empezado fuerte.

–Sí, esta vida no es lo que se diga monótona. Por mucho que a veces no lo parezca –dijo con retintín, haciendo alusión a que Ace bien se quejó de aburrirse pocos segundos antes de que apareciera el kraken.

–Sí, sí. He aprendido la lección. Iré más atentó y menos descontento –sonrió–. Cómo tú –dijo–. La verdad es que lo del numerito del fuego de color no me impactó demasiado.

–Ah, no. Pues lo fingiste bastante bien –bromeó y volvieron a reír.

–Pero lo de hoy ha sido otro nivel –habló convencido–. Lo hubiésemos conseguido de nos ser por el locos ese –se refería a Eustass.

–No sé, demasiado mérito me echas –se encogió de hombros con modestia–. Fue el capitán el que dio la orden, él sabía que hacer mejor que yo.

–Y reaccionaste al segundo. Firme y directo. A mí no dejaron de temblarme las piernas ni un segundo.

–Bueno, pero eso es normal siendo la primera experiencia. Pero si te sirve de consuelo, durante la maniobra de escape te vi bastante dirigente.

–Nada que no estuviesen haciendo otros ni mucho menos que merezca ser mencionado en una historia.

–Para empezar no está mal, has sobrevivido que es lo que cuenta. Además, con algo como lo de hoy uno ya se hace una idea de si sirve o si estaría mejor en casa.

–Uff... Pues espero haber dado la talla, porque casa no tengo.

Marco abrió los ojos.

–¿Qué?

–Ah, nada. Lo siento, he hablado por hablar. Tampoco es plan de soltarte aquí mi vida, eso sí que sería aburrido –bromeó.

Ace no le miraba en ese momento, así que no pudo darse cuenta de que le apartaba el rostro. El piloxiano recordó la posada de los D. Monkey ardiendo, se sintió mal, pero no permitió que eso le consumiera. Apretó los puños. El último trabajo, se dijo, es el último trabajo.

 

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–Eh, chico ¿que tal?– saludó el pelirrojo.

Luffy, hasta ese momento taciturno en su labor de limpiar la sangre de kraken, volteó la vista desganado para mirar al cyborg.

–¿Por qué soy yo el único que tiene que limpiar?

–Porque estamos en una situación de alerta en la que cada hombre tiene que ocupar su puesto con diligencia y tu eres un grumete con la labor de hacer que no nos resbalemos con esta porquería –apartó sus sandalias del suelo, había pisado la sangre, estaba cada vez más pegajosa–, estos detalles tontos pueden ser mortales en un momento crítico.

El joven hinchó los carrillos, resopló y siguió moviendo la fregona. Agitó su cabeza para espabilarse.

–¡Es igual! ¡Después de lo que hemos pasado no puedo quedarme quieto! –se entusiasmaba el solo –. ¡Aún me tiembla todo el cuerpo! ¡Ya quiero ver que será lo siguiente! ¡Le demostraré a todos de que estoy hecho! –se golpeó el pecho con el puño.

Shanks soltó un resoplo resignado y alzó la mirada para ponerla en los asteroide de arriba, una acción casual que dejó todo lo demás en segundo plano. Frunció el ceño. Su ojo mecánico acababa de avistar algo. Activó los infrarrojos, descubrió un cuerpo escondido entre las rocas. No, no era solo uno.

–¿Que pasa? –le preguntó Luffy –. Te has puesto muy serio.

–Me temo que el kraken no va a ser nuestra única anécdota del día –inspiró por la nariz, tomando calma; expiró y miró al castillo de popa –¡Capitán!– lanzó Shanks un grito oído por todo el barco, haciendo reaccionar a todo el mundo –¡Alerta roja! ¡ondinas!

Mihawk soltó un resoplo nasal. Ya lo sabía desde hacía bastante gracias a su olfato y a su vista, pero hubiese preferido no dar el aviso hasta que hubiese sido necesario, poner nerviosos a los hombres era un atractivo potencial para esos seres. Ahora no le quedaba más remedio que mandar las ordenes pertinentes con rapidez.

–¡Que todo el mundo deje lo que esté haciendo y vaya a cubierta! ¡alejaos de los bordes todo lo posible y tapaos los odios!– la gente empezó a moverse–. Burgués, usted también. Ya me encargo yo del timón.

Shanks observó como el el de la máscara de lucha libre le dejaba el timón al capitán y bajaba a cubierta. Eso no tenía sentido. Poner el automático en el Cinturón de Asteroides implicaba que a lo mejor el barco no llegara de una pieza al próximo puerto, pero no ponerlo con ondinas de por medio era un suicido.

Un canto hermoso comenzó hacer eco entre los asteroides, produciéndola un profundo dolor de cabeza al cyborg. La imagen de su ojo robótico se pixelaba a cachos.

–¿Estás bien Shanks?– le preguntó Luffy.

–Mejor que tu en unos segundos –le sonrió con suficiencia–, eso sin duda.

 

Continuará...

Notas finales:

La penultima escena en la que están solo Ace y Marco hablando es totalmente inédita, no estaba en la anterior versión.


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