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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 8

Dio una bocanada de aire tan grande que incluso alzó la voz. Casi se ahoga en la nieve ¿Nieve? Si, estaba rodeado de ella, de pies a cabeza y esta no dejaba de atacarle en forma de ventisca. Se levantó abrazado a si mismo. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí?

El accidente.

–¿Shanks?– le llamó con un deje de miedo y de angustia mirando para los lados. Solo encontró los restos de lo que antes fue su bote–. ¡Shanks! ¿¡Donde estás!? ¡Shanks!

–¡Shhh!– le agarraron por detrás tapándole la boca–. Si quieres vivir no hables ni hagas ningún tipo de movimiento brusco.

Reconoció la voz del pelirrojo, pero lejos de tranquilizarle le puso en tensión, esa voz había sido sutil como cuchillo en su garganta. De alguna manera pensó que iba a rajarle el cuello. Intentó hablar pero el cyborg no apartaba su mano humana.

–Tranquilízate o nos matara.

Luffy se quedó parado, miró de reojo a Shanks, éste alzó la barbilla para señalar algo que había enfrente. Sus ojos se dirigieron allá donde el pelirrojo había indicado. Tuvo que fijar la vista debido al temporal. Al descubrir la amenaza, sus parpados, a pesar de la nieve y el frío, se abrieron de sorpresa.

Los había visto en libros, solo en libros; esas criaturas se extinguieron en un tiempo muy lejano, era imposible que estuviese allí plantado ante sus ojos a veinte pasos de ellos.

Se trataba de un caballo, uno de un color tan blanco como todo su alrededor. Por lo que sabía eran criatura nobles, bien podían ser indomables, pero no crueles. Sin embargo, ante los ojos afilados y brillantes del corcel, el joven se sintió como una presa a punto de ser devorada.

Los segundos se sucedieron uno tras otro sin que la tensión de los dos hombres disminuyera. El caballo adelantó un paso, sus respiraciones se cortaron, sin embargo, por algún tipo de suerte, el animal dio la vuelta y se perdió entre la ventisca.

Pasado el momento, el joven relajó los hombros.

–No cantes victoria –dijo el pelirrojo soltándolo–. Puede que tuviera el estómago lleno pero eso no quita que vuelva después. Mejor irnos de aquí.

No tenían heridas graves y podían moverse perfectamente, pero eso era lo único bueno. El transmisor para comunicarse con la nave estaba hecho trizas; a parte de encontrarse en un planeta helado, no sabían donde estaban; no tenían ni comida ni agua. Para colmo, aquella ventisca les atacaba como un demonio.

Anduvieron todo lo rápido que el clima les permitía. Tenían mucho frío, no veían apenas y les dolía todo el cuerpo. Al pelirrojo se le pasó vagamente la pequeña idea de si no era mejor exponerse a esa criatura blanca para que les devorase.

–¡Shanks!–oyó la voz de Luffy muy lejana a pesar de que estaba a su lado y gritaba–. ¡Allí!– miró donde apuntaba el dedo del joven.

La cruenta nevada no les había hecho percatarse de que andaban bordeando una gran pared de piedra, y en ella una pequeña cueva asomaba. Era un rayo de esperanza y un claro peligro a la vez, pero no podían quedarse vagando por más tiempo.

Se adentraron en aquella cavidad. Era húmeda y fría, pero estaba deshabitada.

–¡Qué frío hace! –el chico se puso de rodillas y con la madera que había recogido de los botes se puso a intentar hacer un fuego. Shanks reconoció que tenía más luces de las que pensaba. Después dirigió sus pies a la pared de la cueva, lento y cansado, agarrándose el hombro mecánico. Se dejó caer apoyando su espalda.

–Eh, Shanks ¿Estás bien? ¿Estás herido?

–Estoy mejor que tu, chico –le intentó tranquilizar–. Preocúpate por ti mismo.

El grumete no se quedó conforme del todo, aún así, dejó de mirarle para seguir rozando la madera.

–Shanks...

–Dime.

–Eso de antes... ¿Era un caballo?

–¿Hum? ¿Sabes lo que es un caballo?

–Cuando era pequeño Sabo me contaban cuentos de la Era Humana.

–Entiendo –exhaló una nube de vaho–. Esa criatura no era un caballo. Se les conoce como kelpies o each uisges, tiene parecido con caballos extinguidos pero a parte de su apariencia no comparten nada más. Los kelpies son carnívoros por excelencia, sus dientes son todos colmillos... a la hora de atacar son tan crueles y fríos como los sitios en los que habitan – echó una mirada al exterior de la cueva.

–Pero... –le miró de nuevo–. Ese que hemos visto nos ha dejado en paz.

–Oí decir una vez que solo les gusta la carne fresca. Si es así es que ya se habría alimentado de lo que fuera, estaría lleno y pensó que podía encontrarnos y matarnos cuando le apeteciera.

El moreno volvió a apartar la vista del mayor y dejarla en la madera. No salía ni un pequeño lazo de humo. Apretó los dientes y rozó la madera más deprisa y con más fuerza. El pelirrojo le miró con gesto serio y suspiró.

–Chico... déjalo, a esta temperatura y con esta humedad es imposible hacer fuego.

–Si lo sigo intentando seguro que lo consigo, ademas así apartó un poco el frío – soltó una débil risilla que en nada se apagó dejando tras de sí un rostro triste. Se sentía demasiado culpable de todo aquello.

De haber estado en el barco con el resto de la tripulación no hubiese habido peligro alguno, pero estaban los dos solos, en un pequeño cascaron, se había alejado demasiado y tuvieron que encontrarse con un gran ejemplar. Un tiburón.

–¿¡Como puede ir tan rápido!? –había gritado Luffy–. ¡Va alcanzar el bote!

–¡Tú sigue adelante! ¡El radar detecta un planeta no muy lejos de aquí! ¡Si ganamos esta carrera nos dejaran en paz! ¡No es anfibio como las ondinas, no puede desenvolverse en zonas con gravedad!

Luffy, siguiendo las ordenes de Shanks, no aminoró la velocidad ni un momento. Ese bicho era enorme, y seguro era capaz de llevarse un trozo considerable de bote de un solo mordisco.

Siguieron el rumbo, y al poco pudieron ver un enorme planeta blanco.

–¡Sigue así Luffy! –le animaba Shanks con una sonrisa–. ¡En nada estaremos tomando tranquilamente tierra!

El entusiasmo del cocinero se propagaba por su cuerpo y no se tuvo que obligar a sonreír de la misma manera. Pero no iba a ser tan fácil. De la velocidad que llevaban, la vela se rajó.

–¿¡Qué es ese pitido!?

–¡Mierda! ¡Nos estamos quedando sin fuerza! –contestó el pelirrojo en una maldición– ¡No te preocupes, chico, tú sigue, ya casi entramos en la zona del planeta!

El bote perdía velocidad por momentos y el escualo les iba a alcanzar en nada.

–¿¡Que hacemos!?

No supo si su pregunta llegó a los oídos de Shanks, éste estaba taciturno, mirando su brazo completamente serio. El pelirrojo tomo una decisión, fue a los mando y empezó a toquetear botones. El joven no sabía para nada lo que hacía pero cuando vio que el campo de fuerza que le había protegido de algunos placajes del tiburón desaparecía se puso en más tensión de la que estaba.

–¡Shanks! ¿¡que estás haciendo!?

–Confía en mi –dijo poniéndose en pie sobre el bote–. Por cierto– sonrió–. Esto es un pequeño secretito, chico, preferiría que quedara entre tú y yo.

La bestia clavó sus dientes con fiereza en uno de los propulsores. El barco tambaleó salvajemente, tanto que a Luffy le extrañó que no estuvieran ya los dos esparcidos en el espació; mas todavía, el cyborg que estaba de pie, manteniendo sus semblante, apuntó al gran ejemplar con su mano metálica que al instante la trasformó en una especie de tuvo. Del brazo salió una ráfaga de luz que dio de lleno en los ojos de la bestia. Ésta gimió de dolor y con el propulsor en la boca recién arrancado salió huyendo.

No hubo tiempo para cantar victoria. Sintieron un fuerte tironazo y supieron que era la gravedad del planeta que los llamaba. Shanks se sentó raudo en el bote, abrazando a Luffy para protegerlo. La caída fue en picado. En sus vista se sucedieron la imagen del suelo de nubes, la ventisca, la tierra helada, la oscuridad...

Es por culpa mía, volvió a pensar Luffy. Se agarró los hombros, tiritando exageradamente y con los labios completamente amoratados; ni falta hacía hablar de su color de piel. Shanks se dio cuenta de que el chico estaba rozando la hipotermia; al recapacitar pensó que el mismo no debería estar mucho mejor.

–Chico, ven aquí –dijo alzando su mano humana señalándole que se acercara. Luffy, sin más, obedeció quedando de pie frente al pelirrojo, éste sonrió–. Quería decir que te sentases a mi lado.

–Ah –lo hizo, a una distancia prudencial.

–¡Por dios, chico!– lo atrajo a él exasperado pasándole el brazo por el cuello–. ¡Así! ¡Así me refería! ¿Para que si no quiero tenerte pegado a mi como una lapa?

–...– le miró con rostro inexpresivo–. Así que eres un pederasta.

–¿¡De donde demonios sacas esas conclusiones!?– rugió sacando colmillos–. Andam toma de mi capa y la compartiremos. Y nada de comentarios sobre pederastia.– señaló viendo que el chico iba a abrir la boca.

Luffy obedeció una vez más y, a la vez que se envolvía en la tela negra, Shanks hablaba.

–Esperaremos aquí hasta que amaine la tormenta, después retomaremos el camino, seguro que así encontramos a alguien.

–¿Y si no amaina?

–Esperaremos –repitió–. Si no salimos por nuestro propio pie estoy seguro de que nuestro ilustre capitán, con distinguidas habilidades, nos encuentra. Después de todo no creo que nos hayamos desviado mucho de nuestra ruta.

El moreno miró hacia el portal de la cueva. Fuera, no dejaba de arreciar la nieve. No era muy listo, pero lo suficiente como para saber que hasta una nave tendría dificultades con ese temporal y que buscar a dos personas en un planeta era como buscar una aguja en un pajar.

Pensó en Ace y en Sabo, en el profesor, incluso en su abuelo... En todas sus ambiciones y en lo poco que había disfrutado de su travesía. Apretó sus puños congelados.

–Seguro que lo conseguimos Shanks –le mostró una iluminada sonrisa–. Yo tengo muchas cosas por las que seguir viviendo, no puedo morirme ahora.

El mayor tuvo unos segundos de sincera sorpresa y, seguido, sonrió feliz.

–Eso es, chico, que no decaiga el animo. Oye ¿sabías que los tiburones existían también en la Era Humana?

–¿Los tiburones? Yo sabía de los dragones marinos.

–¿Dragones marinos? Esos nunca existieron en la era humana.

–Que si.

–Que no, que me hagas caso que tengo muchos más años que tu. Cuando el "universo conocido" decidió enviar expediciones a investigar que era aquello que desconocían encontraron muchos planetas con criaturas parecidas a las fantasías de las historia humana asignándole a cada una de ellas nombres que ya existían.

–¡Ah! Y eso paso con los tiburones –asintió completamente convencido.

–Con los tiburones no, con los dragones marinos.

 

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Mientras tanto, el Sunny seguía su rumbo a un ritmo prudencial para encontrar a sus dos camaradas perdidos.

–No es normal que haga este frio – se frotaba los brazos el profesor–. ¿No se supone que el barco tiene un estabilizador térmico?

–Lo tiene –informó el teniente Smoker–. Debemos estar a demasiados grados bajo cero para que pueda mediarlos. Posiblemente nos estemos acercando a un planeta de invierno.

–¡DEJE DE TOMARME POR IMBECIL! –la voz de Ace acaparó la atención de todos los tripulantes que a partir de ese momento observaron sus discusión con el capitán–. ¡Mi hermano está por ahí perdido y lo único que hace es quedarse de brazos cruzados!

–Ace –le llamó Sabo acercándose–. Calma...

–¡No me digas que me calme!– le cortó y miró de nuevo al capitán para volver a reprenderle pero esta vez fue Mihawk quien le cortó a él esta vez.

–¿Pretende que nos paremos a buscar en cada recoveco de universo a buscar a su hermano, señor D. Monkey? Eso no es solo absurdo sino que nos retrasaría en la labor de encontrarles. Por eso seguimos la ruta, me consta que Akagami no es ningún necio, no habrá permitido desviarse del camino tan fácilmente.

–¡Si les ha pasado algo, fácilmente pueden haberse desviado del camino!

–Razón de más, si algo les ha hecho perderse, será algo de gran peso, y ese algo nos llevará hasta ellos. Mientras tanto seguiremos el rumbo –dio la conversación por terminada dándole las espalda, encaminándose al timón, pero Ace no.

–¡No tiene ni idea de que hacer y se esconde en escusas baratas! ¡Admita de una vez que su negligencia no nos lleva a ninguna parte!

Mihawk paró en seco, miró de reojo y por encima del hombro al pecoso; solo ese gesto bastó para callar al joven, pero no fue todo. El capitán se volvió hacia él y se acercó en dos contundentes pasos clavando con fiereza los ojos en el pecoso.

–Esto no es ningún crucero señor D. Monkey. Cada persona debe ser responsable de si misma; como capitán debo guiar este barco y velar por todo lo que hay dentro, pero no soy ninguna niñera. Siga mis ordenes y puede que cuando encuentre a su hermano aún no esté muerto –se fue, no sin antes echarle al joven otra mirada de furia.

Ace se mantuvo iracundo, con los puños y dientes apretados, pero la última frase del capitán bastó derrotarle.

–No te preocupes, Ace –intentó de nuevo calmarle su hermano menor colocando una mano en su hombro–. Seguro que Luffy...

–Cállate –tajó cualquier posible conversación y se dirigió a popa.

–¿Estas seguro de dejarle solo? –se acercó el profesor a Sabo– Ni en sus peores cabreos con Luffy le había visto tanta furia.

–Yo si –admitió–. Ya hace mucho tiempo de eso. En cualquier caso es mejor dejarle hasta que se le pase.

 

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En el primer piso de popa, fuera de todas las miradas, Ace andaba furioso de una lado a otro como una bestia enjaulada y hambrienta. Hacía aspavientos de pura ira. Finalmente, le dio un puñetazo a la pared y se sentó con un sonoro resoplido delante de la balaustrada. Se llevó las manos a la cabeza y escondió la cara entre las rodillas.

–Luffy...– se escaparon quebradas esas palabras de sus boca.

Durante unos segundos solo escuchó el leve sonido de los propulsores que hacían lo que podía para impulsar el maltratado barco; pero a ese sonido se le añadió el de unos pasos cada vez más cercanos.

–Largate –el pecoso se contuvo para no gritar–, sea quien seas.

–¿Te consideras un oficial de alto rango para andar dando ordenes?

La voz del teniente le hizo levantar la cabeza de sopetón. Smoker se mantenía con un gesto duro y los brazos cruzados.

–Agredir verbalmente a un capitán no va a ayudar a encontrar a tu hermano.

Ace frunció el ceño y le apartó la cara.

–¿A ti que te importa?

–Si cada vez que a tu hermano le pase algo parecido presentas una actuación así sería mejor que abandonases este barco en la próxima parada. Así no solo no ayudas sino que estorbas.

–¡Pues eso haré! –saltó sin mirarle– En cuanto encuentre a mi hermano y paremos en el siguiente planeta nos iremos derechitos a Goa. Puedes dejar de preocuparte por mi.

El del pelo cano quedó mirándolo, sin expresión; el chico temblaba de manera bastante aparente. Las temperaturas cada vez bajaban más, pero bien podía ser por nerviosismo, por enfado, por arrepentimiento, por tristeza, o lo más seguro por la culpa de no haber protegido a su hermano, pero aún así...

El pecoso notó como algo caía sobre sus hombros y se vio así mismo con la chaqueta blanca del teniente. Sorprendido, miró al oficial que se mantenía a su lado con las manos en los bolsillos. El vaho de su boca se mezclaba con el humo de sus puros.

–A tu hermano no le pasara nada. Akagami es un navegante veterano y el capitán sabe lo que hace.

Ace bajó la cabeza avergonzado, dándose cuenta de que el teniente intentaba animarle desde un primer momento y el le había despreciado vilmente. Se aferró un poco a la chaqueta blanca.

–¿Usted no tiene frío?– dijo recuperando las formalidades y queriendo desviar el tema.

–No, recuerda que soy de Onix.

El moreno se fijó de reojo en el cuerpo del teniente. Tenía grandes manchas grises, ya sabía que era su piel de roca. Apartó la mirada y apretó, con los brazo cruzados, la prenda de ropa que llevaba prestada.

–Gracias –dijo para más de un sentido.

–No es necesario.

Ace se lo tomó como un "de nada" y sonrió débilmente. Era demasiado orgulloso para admitirlo, pero la verdad era que se había quedado más tranquilo.

Sin embargo, no todo estaba relativamente bien. También en popa, aunque no podían verle, estaba otro tripulante que lo había acontecido todo. Nunca supieron de su presencia en es momento, mas permaneció escondido en una esquina hasta que decidió irse poco después de que se produjera ese tranquilo silencio entre el teniente y el mayor de los D. Monkey. Llegó a cubierta con no muy buena cara.

–Eh, Marco –le llamó su compañero Teach–. ¿Qué pasa? Parece que hubieses visto a alguien limpiarse el culo con pan y después comérselo.

–No estoy seguro –contestó. Exhaló su aliento como si le doliera tenerlo en el pecho. Estaba intranquilo y no sabía exactamente porqué. Bueno, si lo sabía, no le gustaba ver a esos dos juntos, pero ahí si que no encontraba un porque– ¿Hum? –algo que se acercaba al barco llamó su atención. Era bastante grande y de color gris. Era...– Un propulsor...– murmuró.

Pero había algo raro en él. No iba a la deriva en el espacio, era como si algo lo llevara. Cada vez se iba acercando más, entonces puso apreciar que no iba solo, lo llevaba una silueta traslucida.

–Un tiburón – volvió a murmurar y, decidido, dio unos paso atrás, solo para tomar carrerilla y hacer el salto del ángel al espacio. Trasformó sus dos brazos en alas y fue directo al depredador, al cual le arrancó el propulsor de una patada en llamas.

El tiburón soltó el objeto volviéndose visible y huyendo despavorido, claramente había tenido bastante guerra ese día. De otra patada, Marco, lanzó el propulsor a cubierta, oyendo a causa de ello más de un grito de sorpresa. Cuando llegó, la mayoría de la tripulación estaba alrededor del propulsor.

–¿Que es esto?– preguntó Sabo primero al rubio.

–Es un propulsor, se lo acabo de quitar de la boca a un tiburón malherido.

–Es de nuestros botes –confirmó Law, de cuchlillas frente al artefacto–. Yo mismo los aseguré ayer.

–¿¡Que quiere decir con que es de nuestros botes!?– preguntó el profesor Usopp empezando a ponerse histérico.

–Quiere decir que posiblemente estemos perdiendo el tiempo buscándolos –contestó Eustass.

–Repite eso –le amenazó el hermano rubio, él era más relajado que Ace, no por ello mas indiferente al asunto.

–¿Quieres que te lo escriba en la cara, niñato?– sacó el pelirrojo sus pinzas.

–¡Mantenga su posiciones!– sonó alta y clara la voz del capitán, al tanto de todo–.¡Prepárense para el desembarque!

Ante esa revelación todo el mundo se acercó a la balaustrada para miraba al exterior. A sus ojos se mostraba su primer alto en el camino y una pequeña esperanza de encontrar a sus dos camaradas.

–Aladrum.– le dijo el profesor a Sabo.– esperemos que el famoso planeta blanco haya sido su nido de salvación.

 

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Hacía rato que el frío les había dejado afónicos y en la cueva solo se oía el silbido del viento. Luffy ya no sentía ninguna parte del cuerpo; se le pasaba la idea de enfrentarse a una horda de piratas y ser inmune a todos sus golpes, le sonaba divertido, pero no tenía fuerzas para reír. Miró a Shanks, estaba completamente blanco, con los ojos cerrados.

Le golpeó una luz por detrás. Al volver la vista los ojos se le ensancharon, la ventisca había desaparecido y el viento no soplaba tan fuerte.

–Shanks...– le llamó sin fuerza en la voz llegando solo a un susurro.– Shanks... la ventisca se ha ido.

Con mucho esfuerzo, el pelirrojo abrió los párpados y miró al chico; movió levemente los labios, creyendo el joven que intentaba sonreír.

–Has tenido suerte –su voz tenía mucho menos fuerza que la de Luffy–. Sigue la muralla de piedra, estoy seguro de que así encontraras a alguien.

–Pe... Pero tú no...

–Ya no puedo moverme – le apartó la mirada–, es mejor que te vayas.

–¿¡Que!? No puedes decirme eso –le agarró el brazo–. No puedes decirme que te deje aquí –lo traqueteó débilmente. Aún con todo, Shanks puso un disimulada mueca de dolor–. ¿Qué... qué te pasa?

–Mi brazo... derecho. El hierro absorbe el frío y lo pasa a la piel, es como si me quemara... lo mismo con mi pierna... –tomó fuerzas para seguir hablando, miró a los ojos del chico–. Para mi es demasiado tarde –los ojos se le fueron cerrando– Es mejor que... –no terminó.

–Shanks... no, no te duermas, te morirás ¡Shanks!

Escuchó un leve resoplido a su espalda, pero supo al instante que no era de persona. Con el corazón al límite volteó la cabeza, cruzando sus temerosos ojos con los del frío hielo del kelpie.

 

Continuara...

Notas finales:


Hasta aquí la segunda tanda. Supongo que os estaréis preguntando si Zoro hará aparición en algun momento de la historia o es invención mia. Si es así no os preocupéis, voy a seguir subiendo los capitulos de cuatro en cuatro, por lo que para la próxima el peliverde ya estará con nosotros en esta historia.

Respecto a Kelpie. Aquí, como hice con el kraken y las ondina (sirenas), he cambiado un poco y lo he colocado como un ser que vive en el hielo, pero originalmente moran en los mares, ríos y lagos. Carnívoros tiene que ser puesto que, en una de las referencia que leí, decía que para que te dejen en paz le tenías que ofrecer carne cruda, entre otras cosas, pero el tema de los colmillos ha sido añadido por mi. Lo que sí son malignos; disfrutaban con engañar a pobre victima para que cabalgara sobre ellos y así ahogarlo bajo el agua. Todo muy bello.


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