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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 12

 

El universo callaba. El teniente mantenía el rumbo tras el timón. Escuchó una puerta chirriar, uno pasos que se acercaban, no le dio mayor importancia, al menos no hasta que la persona causante del leve ruido se mostró ante él.

–Buenas noches –saludó el joven de las pecas con una amable sonrisa.

–Buenas noches – volvió a poner su vista hacia el bauprés, mientras que Ace se apoyaba de espaldas en la balaustrada, levantando la barbilla hacia arriba.

–Qué tranquilo está todo.

Se prolongó el silencio durante pocos segundos.

–Ace –dijo con la voz neutra y sin mirarle llamando la atención del joven–, como teniente de esta nave he de hacerme respetar. No me gustaría que lo nuestro fuera de boca en boca.

–¿Eh? Pero si ya lo sabe todo el mundo.

–Lo sé, sin embargo...

–No es necesario ir proclamándolo por ahí –le cortó, sin ningún rastro de enfado, sin ninguna molestia, era natural, comprensivo. Reacción que sorprendió al oficial–. Lo entiendo perfectamente –observó el exterior de la nave–, sin autoridad un barco se va a pique. No sería correcto que todas las noches te trajese una botella de vino y acabasemos en tu cama.

Smoker le miraba de reojo, finalmente suspiró por la nariz concentrándose en el rumbo. El chico era más maduro y sensato de lo que creía.

 

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–No –respondió firme el capitán.

–¡Estoy harto de ser el chico de los recados bajo las ordenes del cocinero!

–No por ello te voy a ascender de la categoría de grumete.

–¡Pe... !– el peliverde intentaba por todos los medios que no le saliera un insulto–. ¡Tengo más años de los que muchos de aquí, por no decir todos, soñarían tener! ¡Soy más adulto que todos ellos!

–¿Eso es lo que crees? En ese caso te diré lo que creo yo. Da igual que cantidad de años tengas, se traducen a un crío respondón que si no es controlado puede hundir el barco. Y es lo último que tengo que decir –dejó de mirarle–. Si vas a volver a quejarte piensa que tu trabajo permite la comida a dos personas.

El peliverde iba abrir la boca para replicar pero, aun rabioso de furia, se lo pensó dos veces. Tras mascullar un "al cuerno", se fue dando fuertes pisadas hacia cubierta.

–¿No cree que es un poco duro con él?– preguntó el profesor.

–Como debe ser un capitán.

–Sí, lo entiendo. Pero el chico... si se le puede llamara así, tiene razón en parte. Puede que sea demasiado mayor para que lo pongan de grumete.

–Profesor, con todos mis respetos, no es el mejor para escoger miembros de una tripulación –dijo sin ningún pudor estando Jesus Burgues al lado de timonel.

–¿Cómo que con todos sus respetos? –alzó la voz indignado–. Que sepa que...

Y siguió la perorata ignorada del intelectual mientras que el barco mantenía su rumbo.

 

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Tras sonar dos educados golpes en la puerta, apareció Sabo con una bandeja de comida.

–Hola señorita Vivi. Zoro está hoy sirviendo en la cocina, así que con mucho gusto soy el actual encargado de llevarte la comida.

–Muchas gracias –sonrió Vivi cerrando el libro que estaba leyendo y dejándolo en la mesita de noche.

–¿Y ese libro?– se acercó poniéndole la bandeja con cuidado.

–Me lo ha dejado el profesor Usopp. Sobre astronomía.

–¿Puedo? –lo señaló.

–Claro.

Mientras Vivi empezaba a comer, Sabo recogió el libro y lo ojeó un poco.

–Seguro que para ti esto no tendrá más complejidad que un cuaderno para niños pequeños –la peliazul se extrañó–. Quiero decir... con los años que tenéis los yokais os dará tiempo a formaros a fondo en más de una materia. ¿Estoy siendo maleducado?

La peliazul río entre dientes con dulzura.

–No te preocupes, sé que para ti los años que tengo son una eternidad –suspiró–. Pero no creas que tengo grandes conocimientos.

Sabo se tomó un tiempo para volver a hablar.

–¿Puedo preguntarte algo de tu raza? –Vivi le miró con curiosidad–. No es nada, solo que... Una vez leí sobre vosotros. Decía algo así como que tenéis una capacidad de recuperación innata y que vuestra saliva puede cerrar una herida al instante. Creí que eso os hacía inmune a todas las enfermedades.

–Ah, bueno. Somos inmunes a mucha enfermedades, pero no a todas. Además, una mala alimentación o forma de vida poco higiénica nos afecta a la salud como a cualquier humano –hizo un pausa–. Y lo de la saliva es cierto, aunque solo si se aplica en un yokai que no sea uno mismo –explicó.

–Vaya –se llevó la mano a la mandíbula–, aun con las pegas que me pones no dejáis de parecer impresionantes.

Ella dejó una pequeña risa.

–Perdona que te cambie de tema, antes has dicho que Zoro está sirviendo la comida ¿Cómo se está portando?

–Mm...–apartó la mirada un poco incómodo–. Refunfuña, pero cumple –la verdad era que la gente estaba un poco reacia a que el peliverde le sirviera la comida–. ¿Os conocéis desde hace mucho? Teniendo en cuenta que sois milenarios, digo.

–Nos conocemos desde que éramos pequeños.

–Entiendo, se os ve muy unidos a los dos.

–Si, no compartimos la misma sangre, pero somos prácticamente como hermanos.

–¿Hermanos? Yo os veía más... en un sentido romántico.

–No, no hay nada de eso –se aclaró divertida–. Sería imposible para los dos.

–¿Imposible? ¿Por qué?

La sonrisa de la peliazul se torno un poco triste.

 

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A pesar de los milenios que el ser humano llevaba recorriendo el universo, aquellos que mantenían sus pies en tierra formulaban mucho esta pregunta: ¿Con la cantidad de cosas increíbles que hay en el ancho espacio, sería posible una tormenta entre las estrellas? La respuesta era clara: Sí.

–¡Esto es el fin del gran Usopp!– gritaba el doctor sobrepasando la histeria antes de rodar de espaldas por las escaleras hacia cubierta gracias a una fuerte ola.

Un rayo rozó el barco con un gran tronar que hizo que el corazón de cada uno, por no hablar de partes más bajas, diera una salto hasta sus gargantas.

–¡Manténganse firmes o serán arrastrados por el oleaje!– sostenía el capitán fuerte el timón.

Se encontraban en un pleno nubes vivas, algo que se podría llamar, por un lado, fenómeno atmosférico; aunque realmente no estuvieran en ninguna atmósfera; y, por otro, seres vivos con muy mala uva.

Las nubes vivas eran criaturas espaciales que se alimentan del hidrógeno que encuentra; normalmente bajaban a los planetas para alimentarse; y a parte de que van en manada son, por general, desagradablemente juguetonas. De forma que, cuando ven un barco, lo rodean, le diluvian sobre cubierta, nublan la visibilidad de la tripulación, traen consigo marejadas, ventiscas y, por alguna razón que los especialistas desconocen, rayos y truenos.

Llevaban más de tres cuartos de hora luchando contra la tormenta; les faltaba el aire y se le agarrotaban los músculos. Estaban claramente agotados.

–¡Recojan las velas! ¡No son más que un estorbo!

–¡Pero capitán! –le contradijo su teniente–. ¡Ya hemos tenido que prescindir de los propulsores para que no les entrara agua!

–¡Mire las velas! ¡Ya no hay energía solar que puedan almacenar! ¡Dejándolas así solo lograremos que las alcance un rayo!

Sin más rechistes el teniente dio la orden a la tripulación. No iba a ser fácil salir de ahí con simple hélices traseras. Los tripulantes subieron al mástil como podían para plegar las velas. El viento y la lluvia eran muy fuertes y apenas podían mantenerse sobre los brazos.

–¡Con más energía muchacho!– le animó Teach a Sabo.

–¡Hago lo que puedo!

Entonces, fuera por lo que fuera, el pie del chico resbaló y Sabo cayó de espaldas hacia cubierta. Ace y Luffy lo vieron, junto con la mayoría de la tripulación, ambos con los ojos como platos y con el color fuera de sus rostros. Tanto era su fijeza en su hermano que no se dieron cuenta de que Zoro subía por el palo mayor corriendo por este en vertical hasta pegar un salto felino y alcanzar, con su mano izquierda, la cuerda de la vela de al que estaba encargada el hermano mediano y, con la derecha, la pierna de Sabo. El peliverde se quemó la palma de la mano descendiendo por la cuerda hasta parar en seco justo antes de que el otro chico se golpeara la cabeza con la cubierta. Luego le soltó bruscamente y subió sin problemas por la cuerda; tras ocupar el lugar de Sabo, gracias a su fuerza de yokai la vela fue plegada en pocos segundos. Seguido fue ayudar a plegar las demás valiéndose de largos saltos. Mientras hacía esto, se tomó un pequeño momento para lanzarle una sonrisa de suficiencia al capitán, que con su increíble vista quedó más que captada. La reacción del oficial no podía ser otra que fruncir el ceño.

–¡Akagami! ¿¡Quiere controlar a sus grumetes!?

–¡Discúlpeme, su ilustrísima! ¡Es que como el otro chico que me mandó era algo así como tontito no pensé que este fuera tan motivado y capaz!

–¡Qué estoy detrás tuya, desgraciado!– le rugió Luffy.

El barco recibió una sacudida brutal en la que todos se agarraron a lo que fuera por inercia.

–¿¡Que ha sido eso!?– gritó el narizotas a la vez que el capitán notaba como el timón temblaba en sus manos dispuesto a desviarse.

Hubo otra sacudida y el timón se rompió en manos de Mihawk.

–¡Agárrense a lo que puedan!

Nadie tardó mucho en acatar esa orden si no es que ya la estaba acatando, como nadie tampoco tardó en darse cuenta de que el barco iba completamente solo y a toda pastillas.

–¡Shanks! ¿¡Qué es lo que pasa!?– le preguntó el grumete agarrado a la balaustrada igual que él.

–¡No lo sé! ¡Es como un campo de fuerza descomunal que nos atrae!

Las nubes se perdían rápidamente tras la popa, esquivaban los rayos de pura suerte, les costaba horrores mantenerse agarrados para no salir volando. Cuando su tripas no podía revolverse más, salieron de la tormenta, rodeados de nuevo por el estrellado infinito. Eso les hubiese hecho creer que habían salido del peligro sino hubiese sido porque se percataron de que, con toda seguridad, se acercaban, cada vez más rápido, a una caída en picado contra un planeta.

–¡Rápido! ¡Quiero las velas extendidas y los propulsores funcionando en menos de un segundo!

En seguida se pusieron en marcha, incluido el capitán que tomó lo que quedaba del timón. El barco seguía cayendo, atravesando las capas que circundaban el planeta, mientras que las velas no terminaban de desplegarse.

–¡Aaah! –gritaba el profesor con las manos a la cabeza–. ¡No sobreviviéremos! ¡A esta velocidad y con esta fuerza acabaremos espachurrados en diez segundos! ¡Kaya!

–¡Ya habéis oído al profesor! ¡Solo tenemos diez segundos! –clamó de nuevo el capitán, sin dejar de mirar al suelo viendo que se acercaban a una densa selva.

Las velas terminaron de extenderse y los propulsores comenzaban a llenarse de energía. El suelo estaba cada vez más cerca. Mihawk miró las velas.

–¡Propulsores a máxima potencia! – ordenó a la vez que activaba solo los inferiores del cascaron.

La velocidad que llevaba se redujo pero no iba a valer para remediar el golpe.

–¡Agarrense!– volvió a ordenar al mismo tiempo que todos contenían el aliento.

Entonces se activaron los propulsores de popa, consiguiendo desviar la trayectoria en picado. Eso no fue suficiente, y aunque no fue una caída directa, se estrellaron contra el suelo derrapando por este a un velocidad vertiginosa destrozando toda la foresta a su paso.

El viaje parecía un no terminar, no había forma de parar el barco. Pero, justo cuando parecía que iba a caer por un gran cañón, la nave se detuvo de golpe, dejando a cada uno de los tripulantes inconscientes.

 

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–¿Quién no se ha muerto? Que conteste –fueron con las palabras del teniente con lo que la mayoría se despertó.

El parte era el siguiente: Los ajustes de Aladrum y las maniobras del capitán les habían salvado la vida, además de la pura suerte que tuvieron de chocar con una robusta roca que les impidió caer por un profundo cañón recorrido por un río. La nave, a parte de arañazos, cristales de ventanas rotos y una pequeña abolladura gracias al pedrusco, no tenía nada serio y estaba en perfectas condiciones; algo más por lo que rendir honores a Aladrum. Por lo demás se encontraban en medio de una frondosa jungla de un planeta desconocido.

–¡Tamaña fuerza gravitacional! –exclamaba Usopp dado vueltas por todos lados sin todavía asimilar el susto–. Ya sabía que la gravedad no es igual para todos los planetas pero... ¡Madre mía! ¡Esto ha sobrepasado mi imaginación! ¡Nuestra distancia con el planeta no era ni para considerarnos satélite! ¿Cree que el barco podrá salir de aquí?

Ante la pregunta Mihawk fue a observar el sol, que ya empezaba a rozar e horizonte.

–Hemos tenido la mala suerte de que la gravedad nos absorbiera justo cuando los propulsores no estaban en marcha. Y también hemos caído en un atardecer –hizo una pausa poniendo su atención en al nave–. No tenemos más remedio que pasar aquí la noche y zarpar mañana una vez estemos recargados de energía solar.

–¿¡Cómoooo!?– volvió a exclamara el narizotas con cara de pánico, la voz agudísima y los brazos en alto–. ¿Pa... pa... pasar aquí la noche?

A punto estuvo de explicar su grave enfermedad llamada "Si paso la noche aquí me muero" pero fue interrumpido por otra voz.

–¡Vivi!– el grito angustiado del peliverde llamó la atención de todos. – ¿¡Habéis visto a Vivi!? –preguntó del mismo modo saltando desde cubierta al suelo.

–¿No estaba en la enfermería?– preguntó Sabo.

–Es ahí donde he mirado. La habitación y los cristales están destrozados –olfateó el aire cada vez más nervioso–. Y no capto su rastro por ninguna parte.

–Tal vez salió despegada por la ventana.

El comentario mordaz de Eustass a la espalda del peliverde hizo que este se volviera con rabia dispuesto a clavarle su cuchillo en el cuello. El pelirrojo vio su reacción y acto seguido sacó su pinza derecha hacia su garganta.

–¡Alto!– la voz de Smoker detuvo a ambos, justo antes de que ocurriera una desgracia.– Ya sabéis las normas, nada de peleas.

–Dijo nada de peleas entre nosotros, teniente –sonrió. Con cierto sadismo, cerró un poco más sus pinzas en la yugular del peliverde; mientras, Zoro mantenía su mirada llena de odio y firme el cuchillo en su cuello–. Pero la parejita de engendros no son parte de la tripulación. Es más, quedó claro que se irían a tomar viento en la próxima parada y fíjese por donde: ya estamos en ella.

–No voy a repetirlo señor Kidd. O se apartan o irán al calabozo los dos.

La sangre de Eustass hirvió, no soportaba más a esa mierda de oficial, quería matarlo, quería acabar con él en ese instante. Pero la tajante mirada de Shanks hizo obedecer con cierta irritante sensación de de javú; su mano, temblorosa por la ira, se apartó de a nuez del yokai.

Zoro, viendo que el manos de cangrejo se apartaban, hizo lo mismo y se guardó el arma. Dio la espalda a todos poniendo los pies directos a la jungla.

–¿A dónde cree que va?

Se paró solo para girar su cabeza y enfrentarla a Miahwk.

–A buscar a Vivi.

–¿Usted solo? ¿En medio de un planeta que desconoces? Acabará perdiéndote.

–Ese ya no es su problema. Él mismo lo ha dicho –señaló a Kidd con un movimento de barbilla– El trato se ha acabado, ni somos su responsabilidad ni tenemos porque seguir sus órdenes.

Capitán y yokai se miraron con fijeza.

–Como quiera, señor Roronoa –dijo indiferente con un leve movimientos de hombros y apartando su atención del chico.

Dada por finalizada la conversación, Zoro se adentró en la foresta. El lugar quedó silencioso; no en total silencio más podían oírse pájaros y el río al fondo del cañón, pero sí silencioso.

–Capitán... ¿Cree que es conveniente dejarlos solos?

–Usted mismo lo dijo antes profesor. Son milenarios, llevan mas tiempo vivos que si juntásemos todas las edades de la tripulación. Si han sobrevivido hasta ahora sabrán apañárselas.

–Un problema menos –masculló Eustass volviendo al barco.

El capitán dio a su teniente la orden de organizar el campamento y pronto cada uno fue asignado a sus diferentes tareas.

–Bueno Luffy, es una lástima lo de Zoro pero la vida sigue, así que mejor nos ponemos a preparar la cena y...– Shanks paró su feliz perorata al ver que el chico que creía a su lado no estaba–. ¿Luffy?– se giró para varios lados hasta encontrar a los dos hermanos cargando una gran caja–. ¿Habéis visto a vuestro hermano?

–Pues desde hace un rato que...– Ace paró en seco. Con la cara perlada de sudor miró a Sabo, que estaba igual–. ¿No se habrá...?

–Lo normal en el es que lo hubiera hecho ¿no?

–¿Q...Qué pasa?– preguntó el cyborg sonriente pero contagiándose del nerviosismo.

Los dos le miraron con cara de estreñimiento.

–Ha ido a buscar a Zoro.– contestaron al unisono.

 

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Zigzagueaba con rapidez, sorteando los grandes árboles; le dolía el pecho, pero no por el esfuerzo, sino por la angustia. Una caída así era mortal incluso para los de su raza y aún no encontraba ningún rastro de la chica. Su mente empezaba a enredarse demasiado, llegó incluso a pensar que era posible que Vivi hubiese salido volando de la nave antes de llegar al planeta y que ahora su cuerpo inerte vagaba por el espacio. Debería haberse quedado con ella, debería haberla cuidado mejor. La presión del pecho aumentó, intentó espabilarse y evadirse de ese dolor.

Vio que en su camino se cruzaba un sobresaliente surco. Ni mucho menos tan grande como el cañón de antes, era fácil de saltar para alguien como él. Aceleró el paso y justo al borde del desfiladero saltó con una voltereta aérea. Se llevó un susto pues no calculó bien y creyó que se iba a despeñar, pero al final todo se quedó en un sobresalto y un poco de escalada tras estamparse contra la pared de piedra.

Tras subir, quedó poyado sobre sus rodillas, resopló. Se quitó el pañuelo mostrando así sus orejas picudas y se lo pasó por la cara para limpiarse un poco el sudor. Debía de recordar que este planeta tenía más fuerza de gravitación.

Dejó el pañuelo frente a sus ojos, su gesto quedó lejos de lo expresivo. No era la primera vez que le pasaba; otras veces ya se había quedado observándolo y evocando viejos recuerdos. Apretó el trozo de tela en su puño, tenía que encontrarla, costase lo que costase.

 

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Vivi abrió poco a poco los ojos. Le dolía todo el cuerpo y su vista estaba emborronada. ¿Do... Dónde estoy? Se preguntó. Se notaba empapada hasta los topes y la cabeza le daba vueltas. Fue situándose. Primero sobre su localización; con la cabeza un poco levantaba vio que estaba justo a la orilla de un lago subterráneo de alguna especie de caverna. Después recordó cómo había llegado allí; en el barco le avisaron de que habría turbulencias, después resultó ser más que eso, ahí ya empezaba a formarse lagunas en su memoria, el último recuerdo vivido, aunque le resultase soñado, fue cuando salió volando por a ventana atravesando el cristal.

En su terrorífica caída vio como el cielo y el suelo se intercambiaban continuamente. Temía por su vida como ninguna otra vez, y de hecho era una reacción correcta mas podía haber muerto, sin embargo el destino quiso que cayera al río al fondo del cañón, donde perdió las conciencia.

Con un gran esfuerzo y gemidos contenidos la chica se incorporó quedando sentada frente a la orilla. Tiritaba a causa de la humedad de la cueva y su cuerpo mojado hasta las trancas.

Gracias a su visión noctura, vio que la caverna era como una descomunal cúpula de paredes lisas. Quedó cabizbaja abrazándose a si misma. No tenía salida, había llegado allí por una abertura de agua ¿Pero quien dice que podría hace un viaje de retorno? ¿Que no se ahogaría a falta de aire se perdería a falta de luz? Le daban ganas de llorar.

Una luz en el fondo lago empezó a brillar sobresaltando y asustando a la chica. Esta misma luminosidad fue concentrándose, creando un circulo brillante en el agua que iba agrandándose.

Una enorme dentadura afilada salió del agua, un grito de terror inundó la caverna.

 

Continuará...

Notas finales:

Bueno, hasta aquí la tercera ronda. Los dos últimos capitulos han sido un de mucho hablar, pero para la siguiente actualización ya se viene una buena ristra de acción.

Lo de la saliva de los yokais es lo que saqué del manga de Black Bird. ¿veis como es una idea demasiado provocadora?


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