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Mil Mundos por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Cuarta tanda! Estos capitulos estan llenos de mucha acción >:D

Capitulo 13

Un grito atronador llegó a las cuatro orejas de Zoro. Se puso en guardia al instante y se volvió en dirección a lo oído. Sus ojos se abrieron de par en par, como si al hacer eso aumentara su capacidad de comprender aquello mismo que ahora era incapaz de entender.

–¡Zoro!– lloriqueaba fuerte Luffy, colgado boca abajo de un liana que se había enredado en su pie y evitaba, de un pelo, su inminente despeño por el acantilado–. ¡Ayúdame!

–¿¡Pero cómo mierda has acabado ahí!?

Tras rescatarle, Luffy le contó como le había seguido e intentó llegar de un acantilado a otro saltando de rama en rama, con las evidentes consecuencias.

–¿Y porqué me has seguido? –preguntó con cierta aspereza cruzado de brazos.

–Para ayudarte a buscar a Vivi y volver cuanto antes todos juntos al campamento – contestó con una sonrisa inocente.

–Ya lo dije antes, ni Vivi ni yo volveremos al barco, ya no somos parte de vuestra tripulación –le dio la espalda tajante–. Así que adiós.

–¡Nooo! ¡No me dejes solo! –se agarró a su pierna.

–¿¡Quieres soltarme de una vez!?

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Vivi, que de puro susto se había cubierto con sus brazos, al ver que no pasaba nada decidió descubrirse la cara, no sin cierto recelo y cautela. La sorpresa le abrió los ojos. Ante ella se presentaba un inmenso cocodrilo, con más de seis metros de alto y diez de largo; solo con verlo ya era para asustarse; sin embargo eso no era todo. La luz que ahora iluminaba la caverna provenía de dos faros que eran sus ojos; su color verde, típico de su especie, era pintura desgastada; unas manchas óxido adornaban todo su cuerpo. Estaba hueco. El enorme cocodrilo permanecía de lado respecto a la orilla, invitando a la peliazul a entrar en su interior a través de una compuerta mecánica abierta en su lomo. Dentro había un habitáculo adaptado a la forma del cocodrilo, con una doble hilera de sillones y unas ventanas de vano circular, escotillas.

La chica se quedó ahí parada, sin poder creérselo. Entonces, el "animal", movió la cabeza sobresaltando a la yokai. El cocodrilo no dijo ni hizo nada, simplemente estaba allí, esperando a que la peliazul subiera. Vivi volvió a mirar el interior de la caverna. Suspiró por la nariz cerrando los ojos. No podía quedarse allí. Poco a poco, se puso en pie, aguantando sus cuerpo dolorido; sus pasos avanzaron torpes debido a una herida grave en la pierna, así hasta adentrase en el estómago de la bestia.

El interior del cocodrilo era cálido, sonaba una suave música y un aroma dulzón pululaba por el ambiente. La puerta se cerró de sopetón sobresaltándola una vez más, escuchó una femenina voz a través de unos interfonos.

–Señores pasajeros, por favor, tomen su asiento y abróchense el cinturón, en breve comenzará la travesía.

Aún recelosa, la peliazul acató la petición y tomó su sitio al lado de unas de las ventanas. Se agarró a los reposabrazos de puro instinto cuando el cocodrilo arrancó y se sumergió en el agua, pero en breve se percató de que la velocidad no era avasalladora, todo lo contrario. Suspiró bajando la cabeza de cansancio. Sus ojos se deslizaron hasta el cristal de la escotilla; extraños y diferentes tipos de peces nadaban en calma. Apoyó la cabeza en el respaldo, estaba agotada y el cuerpo le seguía jugando malas pasadas. Sin poder evitarlo, aún con el fuerte dolor que sentía en su pierna, cerró los ojos.

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La sala hubiese estado sumida en la oscuridad más absoluta de no ser por la luz de los monitores que cubrían todas las paredes. No costaba mucho creer que desde allí podía vigilarse cada hueco de la isla. En su sillón, una figura miraba cómodamente una de las imágenes que se mostraban ante ella; ésta era la de la peliazul, con su corona de plumas luciendo sobre su cabeza y dormida en el interior del cocodrilo. La figura sonrió. Se la habían servido en bandeja de plata.

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Un grupo de tripulantes bajaron como pudieron uno de los botes a tierra, ardua tarea encomendada por el capitán, mas después del aterrizaje forzoso las pequeñas naves estaban hechas todas una piña.

–De acuerdo –habló Mihawk–. El señor Marco y el teniente Smoker irán junto con un voluntario a buscar al chico. Suministren bien la energía solar que queda, es la última.

–¿Por qué Marco?– preguntó Buggy.

–Porque no sabemos en que clase de planeta estamos y el señor Marco es el único que puede apañárselas solo en un ataque.

–Yo iré con ellos –todos pusieron las miradas en Ace.

–Señor D. Monkey, si pretende...

–No me infravalore, capitán –le cortó tajante– Claramente estoy preocupado por mi hermano, pero no me ofrezco voluntario por eso, me ofrezco porque Luffy es mi responsabilidad.

El de la mirada áurea observó al pecoso, sus ojos inspiraban decisión; seguido miró a su teniente como pidiéndole su opinión. Smoker se limitó a asentir.

–Está bien. Pero dense prisa, apenas quedará media hora de luz.

El pelirrojo de las pinzas se mantenía apartado, apoyado de espaldas en la quilla del barco. Su gesto de molestia no había desaparecido, menos cuando vio a Marco poner un pie en el bote obedientemente, ese cretino se tomaba demasiado en serio su papel.

–Eustass –al girar los ojos se encontró con Law–. Ven, deja que te trate la herida del brazo –le enseñó un botiquín de primeros auxilios.

Él chistó y le apartó la cara con una mueca.

–Deja de meterme mierda y ocúpate de tus propios asuntos.

Law entrecerró los ojos y frunció el ceño. De buenas, le arreó a Eustass con el botiquín en la herida que ocultaba debajo de la manga de la gabardina. El pelirrojo contuvo un gemido en la garganta y se llevó la mano a la zona de dolor; las piernas le cedieron y tuvo que acuclillarse.

–Te mato... –maldijo a media voz–. Yo te mato...

–Anda –clavó una rodilla en el suelo, a su vera, a la vez que dejaba el botiquín en el suelo–. Deja de hacerte el duro, apenas podías fingir cuando atacaste al yokai –alargó los brazos para tomar el abrigó y descubrir el brazo del al pelirrojo, solo que éste no le dejó, prefirió apartarlo de las manos del de las perlas de un tironazo–. ¿De verdad vas a seguir comportando como un crío?

Esa pregunta le hizo reaccionar, le echó la mirada de reojo a Law, el médico se la devolvía directa y con severidad. Volvió a chistar, apretó los puños, pero finalmente se sentó para que el otro le apartara la gabardina.

Law se alivió, parecía que Eustass tenía solo un raspón, de lo gordos, eso sí. De suerte la tela de la gabardina era resistente y le había protegido. Empezó a trastear con los utensilios médicos. El pelirrojo contempló sus movimientos; como de costumbre eran tranquilos, certeros, sin desperdiciar un paso de más ni dejarse uno de menos. Desde siempre le había gustado esa faceta suya tan concentrada en su trabajo, por mucho que Law no mostrara ninguna sonrisa en ese momento, todo su ser le demostraba que disfrutaba de las artes médica aún si se las tenía que apañar con una birria de botiquín. El de las perlas tomó el brazo de de las pinzas, con cuidado. Esa era otra, la delicadeza y calidez con la que le trataba; no parecía que le estuviese limpiando la herida con un algodón humedecido en alcohol, y eso que escocía bastante.

–Aguanta –le dijo al ver como contenía otro quejido. Su voz había sonado muy suave.

Eustass resopló. Que bien le estaba viniendo el raspón a ese capullo para deshacer todas sus defensas.

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Caminaban a paso decidido, y a pesar de ser de noche, la brillantez de las cuatro lunas les permitían ver casi perfectamente siendo rodeados por largas y duras sombra por todas partes.

–Que hambre tengo... ¿Cuándo vamos a cenar?

–Cuando encontremos a Vivi.

–¿Cómo la puedes buscar con el estómago...?

–¡Shh! –le cortó de repente a la vez que paraba de caminar–. ¿No oyes eso?

–Yo no...

–Escucha.

Aunque las orejas gatunas de Zoro volvían a estar tapadas por su pañuelo podía oír perfectamente; tanto el cantar de los insectos nocturnos como aquella cosa que les venía siguiendo. Iba de un lado a otro, escondido entre los arboles y arbustos, con pasos cortos y apurados. La desarrollada vista del peliverde lo captaba, pero no lo capturaba del todo, era muy rápido y escurridizo, lo que le resulto impresionante porque veía que era bastante grande.

–Luffy, estate atento.

El moreno se puso serio y subió los puños hacia la misma dirección que Zoro había levantado su cuchillo. Ambos quedaron expectantes mientras que esa cosa cada vez estaba más cerca. Entonces, Luffy lo vio por fin: una enorme figura de ojos brillantes.

–¡Ahí está!

El grito alteró al acechador, que reaccionó con rapidez y fuerza dando un increíble salto. El peliverde solo atinó a ver como una gran mole se alzaba desde los matorrales hacia el cielo estrellado y se precipitaba hacia ellos.

–¡Luffy, cuidado! –gritó a la vez que apartaba al chico a un lado antes de que aquella cosa los aplastara por completo.

Se oyó el gran estruendo que hizo el suelo al ceder ante tamaño peso, el clamor de una trompeta. Los dos se incorporaron dispuestos a luchar, pero cuando vieron al presunto atacante pararon en seco.

–¿Qué... Qué es eso?– preguntó Luffy.

–U...Una cría... de elefante –contestó casi preguntando y más que impresionado el peliverde. No era para menos. Ante ellos, en un planeta situado en el culo del universo, había un elefante, una forma de vida que se había extinguido hacía eternidades en la Tierra.

–¿Elefante? ¿Es peligroso?

–Por lógica no, pero este...

Se volvieron a poner en guardia al ver que la cría hacía un movimiento; sin motivo, puesto que lo único que iba hacer en realidad era una educada reverencia, gesto que le permitió mostrar la oquedad de su lomo, en la cual guardaba una gran cantidad de frutas. Algunas cayeron al hacer el educado gesto de saludo.

–¡Frutita!

–¡Espera Luffy!

Pero el chico ya estaba comiendo. El yokai resoplo llevándose la mano a la frente.

–¡Vaya, que bicho más raro y gracioso eres! –le dijo Luffy al elefante sin parar de comer a la vez que acariciaba su cabeza. El animal parecía muy contento de las atenciones– ¿Y esto qué es? ¿Tú nariz? –le recogió la trompa, a lo que la cría respondió con un alegre trompetazo– ¿¡Y ese sonido!?¡Como mola! ¡Te llamaré Usopp Dos! No, demasiado largo... ¡Sopdos! No... demasiado complicado ¡U2!

Zoro soltó un suspiro resignado a sus tonterías. Mientras que esos hacían buenas migas, se fijó en el "pequeño". Su piel era de un tono terracota, sin embargo, por algunas partes su color era desgastado y por otras parecía metal oxidado; además estaba la oquedad de su lomo, formando así una cavidad de asientos para dos personas en la espalda de elefante. La conclusión era clara, era un criatura de cerebro artificial. Un robot.

–¿Has traído esta comida para nosotros? –siguió Luffy con su charla de intelectuales. El elefante asintió trompetando con ímpetu y orgullo– ¿Y como sabías que teníamos hambre? –la cría se acercó la trompa a la oreja haciendo un gesto de escuchar– ¡Nos habías oído! ¡Que listo eres!

El elefante se rascaba la cabeza haciéndose el avergonzado. Zoro volvió a resoplar.

–Luffy, deja a ese bicho, tenemos cosas más importantes que hacer y...– calló al notar que alguien le tocaba el hombro, al mirar encontró que el elefantito le ofrecía un platanaranja con los ojos iluminados–. No, gracias –respondió con sequedad y dureza volviendo a apartar la vista.

La cría, al verse despreciada vilmente, se acurrucó a la vera de un árbol a sollozar desconsoladamente.

–Tío Zoro, eres un borde. Le has hecho llorar.

–No pienso comer nada que no sepa de donde venga.

–Anda que no eres refinado.

–¡Es de sentido común! –le rugió–. Estamos en una isla desconocida y lo primero que haces es aceptar comida de un robot que no sabes ni de donde ha salido. Vas a acabar muriéndote de inconsciencia.

–¿U2 es un robot?

–¡No le pongas nombre!

–Tú no le hagas caso, U2 –consolaba al elefante con abrazos ignorando completamente a su compañero–. Zoro es un poco ariscón, pero tiene buen fondo –mientras que al yokai híbrido se le hinchaban las venas de la cara, el robot miró con cara triste a Luffy–.Venga, si te agradecemos mucho que nos hayas traído la comida. Yo me moría de hambre –el elefantito trompeteó feliz. Luffy rió– ¡Me encanta ese sonido! ¡Oye! Estamos buscando a una amiga, una chica con el pelo azul y corona de plumas ¿La has visto? –negó con la cabeza–. Vaya... ¿Y no sabes donde puede estar?

–¿Cómo demonios va a...?

La nueva queja de Zoro fue cortada por el trompetazo pletórico del elefante que ahora daba saltos de un lado a otro como un potrillo haciendo retumbar el suelo. Tras esto se tumbo obediente en el suelo.

–¡Zoro! ¡Creo que quiere llevarnos en su lomo!

–¿Y que más? No pienso... –Luffy ya estaba felizmente subido en uno de los asientos esperándole con ilusión. Suspiró cansado–. Luffy... tu querido amigo nos puede estar tendiendo una trampa.

–No seas tan desconfiado. Además, aunque así fuera es la única pista que tenemos del paradero de Vivi.

Se lo pensó más de una vez, manteniendo su cara de mosqueo. Finalmente mandó todo al cuerno y se sentó junto a Luffy de brazos cruzados.

–Más vale que esto salga bien.

Varios ruidos mecánicos se activaron y de repente se vieron sujetos a los asientos por unos robustos cinturones acoplados a sus hombros y pecho.

–Señores pasajeros –habló una voz femenina y electrónica por alguna parte del elefante–. Le rogamos, por favor, que mantengan sus extremidades en el interior de los asientos y no se quiten el cinturón de seguridad hasta una vez terminado el trayecto. Muchas gracias.

U2 plegó sus patas de una en una, de manera brusca y siendo así sus dos pasajeros un poco traqueteados, en sus gestos de veía un gesto desafiante. A los oídos de Luffy y Zoro vino el ruido de un motor recién activado que tomaba fuerza. Sin más, salieron despegados hacia el cielo.

–¡Cómo mola! –gritaba Luffy al borde del éxtasis a la vez que el pequeño elefante daba varias volteretas en el aire y descendía con agilidad hacía el suelo solo para saltar con la misma fuerza con la que había despegado–. ¡Qué divertido! –le brillaban los ojos.

El yokai, más que sorprendido de que una cosa de gran tamaño se moviera así se atrevió a pasarse las normas de seguridad y sacó como pudo la cabeza. ¡Muelles! ¡Cada pierna del elefante estaban partidas en dos y unidas por muelles! ¿De donde había salido ese robot?

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Vivi despertó de golpe, miró a ambos lados aún sin comprender su entorno y se dio cuenta de que el cocodrilo se había detenido y había abierto de nuevo sus puertas. Se desabrochó la correa del cinturón y se levantó de su asiento. Aún cojeaba, pero el cuerpo ya no le dolía tanto; su ropa y pelo seguían más mojados que húmedos. Todavía con cautela, sacó la cabeza por la abertura del cocodrilo para observar lo que le podía deparar. Se trataba de un túnel cuyos extremos se perdía en la penumbra junto con la corriente de agua que el dicho cocodrilo utilizaba para desplazarse. Parecía el interior de una estación subterránea. A su izquierda subía una escalera de cemento a un piso por el que se colaban luz y música. Salió del lagarto para acercarse con cuidado y tuvo que dar un nuevo repullo; el cocodrilo se había vuelto a sumergir. Volvió a mirar la escalera. Parece que esa es mi mejor opción, pensó. De esta manera y manteniéndose precavida, pisó uno a uno los escalones. Supo así, perfectamente, en la clase de sitio en que estaba; no por ello fue más fácil de creer o sus ojos y boca dejaron de abrirse.

Era un parque de atracciones, sin duda, pero tan mágico y bello como nadie podía imaginar. La noche estrellada, las cuatro lunas y las luces de colores desprendía su fulgor con fuerza y brío. También había gente, humanos; hombres, mujeres, niños, ancianos... Era todo tan irreal... ¿habría viajado en el tiempo?

Se giró hacia las escaleras por donde había salido, ante ésta había un cartel del que antes no se había percatado; en dicho cartel aparecía un gracioso dibujo de un cocodrilo con la boca abierta paseando por el río de una jungla, en la parte superior había unas estrambóticas letras en la que se leía "Crocotranvía". Una atracción.

–¡Una chica!

El grito de esa voz masculina le hizo girarse de nuevo, entrecogiéndose en el acto. Todos habían callado, detenido como si fueran esculturas, todos la miraban como si fuera un espectro, como si estuvieran poseídos. La expectación se mantenía mientras los alegres sonidos del parque seguían entonando su melodía.

Alguien dio el primer paso que provocó la estampida. Juntos y sin excepción, se abalanzaron a la vez hacía chica, como verdaderas fieras. La reacción de Vivi no fue otra que huir, pero del sobresalto su pierna convaleciente quedó olvidada y, al pisar angustiadamente para salir corriendo, miles de pinchazos la atraparon desde el tobillo a rodilla. Cayó de bruces contra el suelo, miró a los atacantes, los tenía encima.

–¡Bienvenida!– exclamaron todos a la vez con los brazos en alto y caras de felicidad.

–¿Q... Qué? –dijo débilmente, sobrecogida.

–¡Sea totalmente welcome señorita! –la levantó efusivamente estrechándole la dos manos un hombre de chaqueta, con bastón, bigote, monóculo y sombrero de copa.

–¡Olé tu gracia! –bailó taconeando a su vera una mujer con un vestido rojo de lunares blancos y una peineta en la cabeza.

–Mi felicidad es congmovida pog su llegada, mon amour –le besó la mano un chico vestido de negro y con boina ladeada.

–¿Tiene hambre señorrita?– se acerco a ella un hombre de grueso abrigo y sombrero con un plato de rara comida en sus manos–. Le he traído una ensaladilla rusa, aunque en mi país solo la llamamos ensaladilla.

Y así todos fueron acercándose a ella dándole la bienvenida con alegría y amabilidad. Pero por más que esa gente tan dispar entre ellos se presentara, Vivi era incapaz de entender nada, excepto una cosa; todos tenían algo en común, y eso eran rozaduras en la piel de pintura descolchada y machas de metal oxidado.

–Dis... disculpen –se atrevió a decir–, pero... es que no sé ni donde estoy y...

–¡Pero miren a la regazza! –habló un tipo con sombrero de paja, camisa de rayas horizontales, fajín rojo y un remo en la mano que Viví ignoraba a cuento de que venía–. ¡Si está empapada! ¡Y herida!

–¿Pero de dónde saliste, wey?– preguntó un tipo con un sobrero bastante ancho y poncho.

–Me caí al río y... el cocodrilo...

–Hay que llevarla a la estatua de la libertad –dijo un hombre alto, pelirrojo y falda de cuadros antes de soplar por un raro instrumento musical hecho a base de un bolsa y tubos–. Alika.

La gente se apartó dejando que a los ojos de Vivi apareciese una muchacha de tez morena, vestida de rosa con una falda larga, un top que dejaba su ombligo al aire y un velo en su cabeza. Ademas, justo en medio de la frente lucía un punto rojo. Tras ella venía un gigantesco tigre.

–Venga conmigo –dijo con una sonrisa amable a la vez que el tigre se tumbaba, este tenía dos cavidades, una detrás de otra, con un asiendo individual cada una. El felino tenía calvas por todos lados que permitían ver su piel metálica.

Sobra decir lo consternada y aturrullada que estaba la peliazul ante la situación, sin embargo, tal y como estaban las cosas, lo mejor era dejarse llevar, sobre todo porque estaba en medio de una marabunta que no paraba de insistir. Subió y se sentó en el asiento trasero del tigre, con ayuda de un par de robots preocupados por su pierna. Cuando Alika subió al asiento delantero los cinturones se acoplaron a hombros y pecho, y una voz informática les hizo las recomendaciones habituales.

–¡Un momento pol favol! ¡No se vayan aún! –Vivi giró la vista, el que les había parado era un chico de pelo negro cortado a tazón, piel amarillenta y ojos rascados. Este vestía de negro, con una blusa de mangas largas y cuello alto con un dragón rojo bordado en la parte izquierda del pecho; además de unos pantalones bombachos y unas alpargatas–. La señolita se olvida del sello –sonrió tomando amable la mano de Vivi donde le colocó un sello que al retirarlo quedó un dibujo de lo que parecía un cocodrilo–. Así la señolita podla montalse en todas las atlacciones que quiela –sonrió amable.

Vivi le devolvió el gesto, con cierta tristeza sin saber todavía porqué.

–Muchas gracias.

El chico junto las palmas de las manos y se reverenció, el resto de pintorescos robots se despidieron alzando su manos y mostrando sus sonrisas. Sin más, el tigre se puso en marca, sorprendiendo a la peliazul de su rapidez.

–¿Puede ir más lento?

–¡Más lento, Rahul! –obediente, el tigre hizo caso–. Pensé que corriendo llegaríamos antes para tratar su pierna.

–No te preocupes. Prefiero un viaje tranquilo para variar. Te llamas Alika ¿no?

–Si, y usted, señoría, es...

–Vivi, puedes tutearme –le dijo amable–. ¿Dónde estoy?

–En Human Age. El parque de atracciones de la Era Humana, desde sus edificios y atracciones hasta sus empleados mantienen una fiel concordancia con lo que es sabido de esa época.

La sorpresa de Vivi fue clara. Justo en ese momento pasaban por delante de la noria. Las que la peliazul había visto en su vida recordaban más a un átomo, esta sin embargo tenía forma de rueda y era hechas con vigas de hierro pintadas de blanco. Desprendía luces de diferentes colores. Era preciosa.

–Nunca había oído hablar de este sitio. Es increíble, debería estar lleno de gente de diferentes universos.

–Sí –la voz de la robot se tornó triste–, así era hacia más de quinientos años.

Continuara...


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