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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capitulo 22

–¿Que haces tú aquí?

Luffy se giró al oír la voz.

–¡Ah, hola! –puso una sonrisa inocente–. Me escapaba del cocinero que se ha puesto hecho una furia por un poquito que he picado de la cocina –carcajeó y pasó a fijarse en lugar donde había llegado–. Vaya, ¿y este sitio?– salió del ascensor con gran asombro.

Estaba en el interior de una habitación de aparente cristal con forma de cúpula, que sin duda estaban a gran altura puesto que desde cualquier lado podía apreciarse más allá de los limites de la selva y conocer visualmente el desierto. Por otra parte, dentro de la habitación, pantallas virtuales daban vueltas, de manera lenta pero continua; cada una de ellas mostraba un clima diferente.

Cruzada de hombros, la chica arqueó una ceja observando como Luffy daba vueltas recordando a un niño pequeño en una tienda de juguetes.

–Como mola todo –Luffy le miró–. ¿Aquí vives tú?

–No, solo trabajo ¿Se puede saber con quién estoy hablando?

–Conmigo ¿no lo ves?– dijo con la cara sin expresión como si creyera sin duda alguna que ella fuera tonta.

–¡Eso ya lo sé mendrugo! –rugió sacando dientes–. ¡Te preguntaba por tu nombre!

–¡Ah, eso! ¡Pues haberlo dicho mujer! ¡Soy Luffy D. Monkey! ¿Y tu?

–Soy Nami –contestó pensando que ese chico empezaba a resultarse algo exasperante– ¿Eres uno de los tripulantes que ha llegado en ese Sunny?

–Sí. Vamos de aventuras –sonrió de nuevo– ¿Y tú? ¿Te dedicas a ver la tele todo el día? Cómo se nota que el Gobierno Universal no recorta en militares, eh.

La cara de mosqueo de ella resaltaba en sobre manera.

–Oye guapo. Que mi trabajo es más que mirar unas pantallas. Yo...

–¿Y te dan palomitas?

Se llevó un capón.

–¡Investigo el clima de este planeta pedazo de mendrugo!

–¿¡Pero por que me pegas!?

–¡Porque llevo cuatro frases mal contadas contigo y ya me has crispado los nervios! –resopló apartando la vista de él para llamar con la mano a una de las imágenes–. Gracias a esta torre de investigación puedo ver parte del planeta con mis propios ojos, pero como no es suficiente, la cúpula me envía imágenes de allí donde mi vista no alcanza – decía esto pasando de una imagen a otra con la mano–. De esta manera tengo un parte meteorológico un poco más completo.

–¿Por qué no sales tu misma?

–Lo haría, pero la capitana ha prohibido cualquier expedición por seguridad, y no soy una chalada suicida.

–¿Suicida?

Nami le echó una mirada de arriba abajo.

–No sabes nada de este planeta ¿me equivoco?

–No –sonrió haciendo que la otra volviera a resoplar cansada.

–No entraré mucho en detalles: Fuera hay unos bichos llamados oesed, se transforman en alguien que tú perseguirías a cualquier costo, no se te volvería a ver el pelo en la vida. Por eso esta base está cerrada a cal y canto, para que nadie se le ocurra ir a por ellos, eso si, con paredes transparentes para que podamos estudiarlos, ya que tienen cierto poder sobre la flora y el clima.

–Ajá –asintió, aunque en verdad no se había enterado muy bien–. Entonces no sales porque esos bichos son malos.

–... Es una manera de resumirlo. Aunque no siempre han sido "malos". Antes vivían en comunidad pacífica con la colonia humana que desterraron aquí.

–¿Qué? ¿Colonia humana? ¿Qué?

–¿Um? ¿No lo sabes? Fue un boom cuando esa investigación se detuvo hace ochenta años.

–Yo solo tengo diecisiete.

–Ah, claro, eres humano. Te lo resumiré si quieres.

–No, no quiero, me aburre lo que me estás contado.

–¡Pues vete de aquí deja de molestar!

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Mihawk se reunió en cubierta con toda su tripulación, excepto con Eustass y Law que seguían en la enfermería.

–Es necesario que sepan algo de este planeta para ayudar al señor Trafalgar: los Oesed no es lo único que caracteriza a este lugar según me ha comentado la capitana Hina. Hace unos mil seiscientos años el Gobierno decidió hacer otra investigación; se trataba de encontrar voluntarios, humanos, para borrarles todo conocimiento respecto a su tecnología y separarlos en parejas mixtas en puntos concretos del planeta.

–Que interesante – comentó Shanks–. ¿Con que motivo, Capitán?

–Ver si la raza humana evolucionaba de la misma forma que lo hizo una vez –explicó Zoro–. Si se repetía los mismos patrones de la Era Humana.

–¿Tú cómo sabes eso?– le preguntó Luffy.

–La búsqueda de voluntarios se hizo por cada rincón de la galaxia –contestó Vivi–. Era imposible no habernos enterado.

–¿Y vendían el proyecto tal y como era? –preguntó Sabo– ¿Y la gente iba?

–No les faltó gente hambrienta que quisiese apuntarse –dijo la peliazul–. Hubo incluso razas que intentaron pasar por humanos. Nosotros desertamos cuando vimos los riesgos.

–El proyecto se abortó hace ochenta años –retomó Mihawk la conversación–. El problema venía dado a que era una situación insostenible. En el transcurso que se desarrollaba ese experimento, ocurrió algo que cambió a los Oesed, y pasaron de ser pacíficos a convertirse paulatinamente en un elemento clave de exterminio para la colonia humana que había aquí. No se averiguó con exactitud lo que pasó, únicamente se sabe que desde hace muy poco que hay un núcleo emisor de ondas mentales. Dichas ondas son las que, supuestamente, han hecho caer enfermo al señor Trafalgar.

–Fue increíble cuando nos lo contó la capitana –intervino Usopp– Después de todo esas ondas alcanzaron a Law cuando aún estábamos muy lejos del planeta. Sin duda su fuerza se ha incrementado con el paso de los siglos.

–Algo no cuadra –dijo Ace–: son ondas mentales vale, pero todos estamos expuestos a ellas ¿Porqué solo Law ha enfermado?

–Se trata de su raza –explicó Smoker–. Él es lo que se conoce coloquialmente como un perlado. Las piedras que tiene por el cuerpo le dan diferentes habilidades mentales, aunque el señor Trafalgar no las haya puesto en práctica.

–Así es –afirmó Mihawk–. No tenemos certeza de que provoca esas ondas, pero el estado del señor Trafalgar delata que entre los dos hay similitudes.

–Entonces ya está todo solucionado ¿no? –dijo Sabo– Al alejarnos del radio de las ondas Law debería recuperarse.

–No del todo señor D. Monkey. Es algo complicado, pero es posible que al aceptar su propuesta ocurra exactamente lo contrario. Una vez pasemos el radio de ondas, efectivamente Trafalgar mejoraría, pero las posibilidades de que sobreviva al trayecto son escasas. La capitana Hina me ha explicado que las dichas ondas son como si estuviesen vivas, al notar como la persona se aleja se vuelen agresivas, tanto que son capaces de matar.

–¿Qué debemos hacer entonces? –preguntó Marco.

Mihawk le miró, después a la tripulación guardando silencio.

–Una expedición de búsqueda, para encontrar el núcleo de las ondas y pararlas –la tripulación tardó en aceptar las palabras–. Solo podemos ser nosotros, nadie de la base va a venir, se limitaran a darnos el equipamiento que necesitemos.

–¡Yo quie...! –se escuchó una cabeza golpeando contra la cubierta. Cuando todo el mundo se volvió pudieron ver a Ace sujetando la cabeza de Luffy contra el suelo del barco.

–¡YO! –levantó la mano libre el pecoso–. Yo iré.

Luffy intentó con todas sus fuerzas apartar su cara de la madera para informar que el sería el segundo voluntario, pero Ace no le dejaba.

–Yo iré también –Marco levantó la mano con tranquilidad–. Creo que mis habilidades como piloxiano pueden ser de ayuda.

–Estoy de acuerdo –aceptó el capitán–. Todo resuelto entonces, partiremos mañana a primera ho...

–Disculpe mi interrupción, capitán –hablo Smoker–. Pero estimo oportuno decir que sería más apropiada mi presencia en la expedición que la suya, con todos mis respeto. Un teniente es más prescindible que un capitán.

Mihawk le miró con unos ojos entrecerrados y cargados de escepticismo.

–Como sea –cedió–. Mañana a primera hora.

La congregación se disolvió y el pecoso por fin soltó a su querido hermanito.

–¡Ace! ¿Porqué lo has hecho? ¡Yo quería ir!

–Precisamente por eso lo he hecho. Agradece que tienes un hermano mayor que va al peligro por ti.

–¡Yo quería ir!

–¡Tu te quedas con Sabo y punto!

–Siempre yo... –suspiró casado el mediano de los tres.

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El despacho de Hina era bastante amplio y, como el resto del edificio, fabricado de acero transparente. Ella nunca se consideraría como una mujer que le gustase la decoriación, por ello tenía a su disposición poco más que una mesa y un sillón en el que trabajar.

Cuando Smoker llegó, la luz anaranjada del atardecer lo pintaba todo.

–Capitana –dijo haciendo el saludo militar a la vez que la puerta se cerraba tras él.

Ella apartó la vista de sus papeles para mirarle. Se levantó con una sonrisa.

–¿A que vienen esas formalidades? Nunca han sido lo tuyo. ¿Tanto te irrita seguir de teniente?

–¿Tanto te irrita el trabajo de capitana?

–Hina ve esa respuesta más normal en ti, no has cambiado –se sentó en el borde de la mesa cruzada de brazos– ¿Eres así con tus superiores? Después del roce que tuviste con Spamdam deberías pensártelo dos veces, sabes perfectamente que por eso mismo no te ascienden.

–Por mi pueden irse al infierno con sus ascensos.

Ella volvió a sonreír, él no.

–¿Por qué me has llamado?

–Somos amigos de toda la vida ¿No es lógico que Hina quiera hablar contigo de los viejos tiempos?

–Es lógico, pero te conozco demasiado para saber que no es eso de lo que se trata.

Ella se puso un poco más seria.

–Hina no es tonta Smoker. Ha visto vuestra tripulación, ha oído vuestros motivos de viaje; además están vuestra rutas escogidas que os han llevado hasta aquí –se incorporó y miró a través de sus ventanas–. Hina supone que eres consciente de todo lo que está diciendo.

El teniente resoplo.

–¿A dónde quieres llegar?

La capitana tardó en contestar.

–A Hina no le da buena espina vuestro viaje, Smoker. Teme por ti.

–Te preocupas demasiado.

–No es solo preocupación. Vuestro barco trae demasiadas cosas consigo, y pocas son buenas –se volvió hacia él y restó distancia entre los dos–. Hina no tiene autoridad para dejar atrancado vuestro Sunny, pero puede hablar con el capitán Mihawk para que te quedes aquí –puso una mano en su mejilla–. ¿Qué me dices? Hina y tú otra vez como compañeros. Sería bonito ¿no?

Smoker quedó mirándola unos segundos, pero al rato apartó la cara de su mano, sin brusquedad, sin suavidad.

–Ahora mismo no me planteó estar en otro lugar que en el Sunny.

Hina quitó la mano un poco sorprendida, pero finalmente sonrió.

–Es el chico de la pecas ¿verdad? –él no contestó, ella se encogió de hombros y volvió a su sitio–. La oferta sigue en pie por si decides revalorar tus opciones. Después de todo, Mihawk es buen capitán, pero a ti nunca se te ha dado bien seguir las ordenes de nadie y menos de alguien más joven que tú –el teniente le miró extrañado–. ¿Por qué miras a Hina así? ¿No serás capaz de decir que no te has dado cuenta de quien Mihawk Yurakiur en realidad?

Él tardó en contestar.

–Tenia mis dudas –afirmó con aspereza apartando la mirada–. Pero me ha sido imposible ignorar hechos recientes. Aún así no creo que se deba describir como alguien más joven que yo.

–Tu avinagrado capitán no es más que un jovenzuelo para los de su raza, Smoker.

–Aparentemente roza los cuarenta, Hina.

–Hina apuesta a que no pasa ni de los treinta. Después de todo se alistó cuando tenía supuestamente veintiocho ¿no? –era difícil hacer que Smoker abriera los ojos de sorpresa, pero ella lo había conseguido–. Si te preguntas como... bueno, una barba siempre hace algo, además... sabías que Garp arrestó hace ya más de una década a unos traficantes de drogas.

–¿Que tiene eso que ver?

–Mucho ¿Conoces la flor estacional? Es un tipo de droga no adictiva que utilizaban los delincuentes para rejuvenecer o envejecerse el rostro y pasar desapercibidos. Casualmente, ese era el cargamento que transportaban esos traficantes y... casualmente, Garp fue el que convenció a Mihawk de unirse a la Marina.

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Solo quiso despejarse con un paseo corto, pero había acabado por no ser capaz de contar las vuelta que se sucedían una detrás de otra sin que encontrara el estúpido ascensor que llevaba a la plataforma de aterrizaje. No sabía si su deficiencia en orientación le venía porque era híbrido o porque era imbécil. Exhaló un resoplo de fastidio y bajó la cabeza agotado.

Una luna de gran tamaño presidía el cielo despejado de la noche, desprendía una intensa luz. Por ello, vio claro el deslizar sinuoso de una sombra por el suelo. Echó la vista a su izquierda, hacía el otro lado de la pared sin color. Kuina le sonreía desde la foresta.

El gesto del peliverde continuó serio, con un matiz de tristeza; ella llevaba aquel yukata de golondrinas que le gustaba tanto. Se acercó, colocó su mano en la pared transparente. La chica la observó, seguía sonriendo pero de repente sus ojos no parecían tan felices, llevó su mano a la de Zoro para corresponder su gesto. Ambos volvieron a encontrarse con los ojos, mientras sus palmas permanecían unidas y separadas por igual.

Zoro notó como el pulso le flaqueaba, cerró el puño con angustia; casi con un golpe, pegó su frente a la pared. Kuina se mostró culpable, él se forzó a sonreír para tranquilizarla.

–Roronoa.

Se apartó de un sobresalto y miró a aquel que había roto el ambiente de un navajazo. Era Mihawk.

–Debería ser más precavido. Si a usted le da por visitar a quien quiera que esté viendo ahora a través de ese ser, saltar desde la torre de aterrizaje no le supondría un problema.

Zoro formó su boca en una mueca.

–Soy perfectamente consciente de que la persona que veo no es real. Murió hace mucho.

Se hizo un silencio tenso entre los dos. El peliverde echó un vistazo de de reojo a la chica; ésta seguía igual, pero de alguna manera presintió que le animaba.

–Y usted, ¿a quién ve?

Un pequeño tic en los ojos le indició que su pregunta había alterado al oficial. Aún así, Mihawk mantuvo la calma y, con lentitud, guió su mirada ambarina hacia aquella que se parecía tanto a Kuina.

–No veo a nadie –contestó con voz neutra–. Sólo al oesed.

–¡Venga ya! –reaccionó al instante–. Nosotros no vivimos tan poco tiempo como para no tener a nadie a quién...

Se detuvo, puesto que se percató tardío de que Mihawk no mentía, mucho menos bromeaba. Su atención continuaba taciturna en la criatura. Zoro, con algo de aprensión, recordó el ala que le faltaba en su espalda; la razón por la que no fue considerado uno más en los yokais de Ave, la razón por lo que se había condenado a una eternidad de soledad.

–Lo siento –dijo con verdadero arrepentimiento–. No debía haber hablado tan rápido.

–No te preocupes, no podías saberlo.

Esa frase, lejos de tranquilizarle, aumentó su culpa. Igual que en Nut.

–Me voy para el barco –se dio la vuelta y puso pies en marcha.

–Roronoa –le llamó. Volvió su cara hacia él–. No es por ahí.

Sus mejillas se enrojecieron al instante.

–¡Ya lo sé, cretino! Iba a dar un rodeo.

–Un rodeo que con suerte llegas antes del alba.

–¡Lo que yo haga no te importa!

Le dio la espalda una vez más, sin embargo...

–Roronoa.

–¿Qué quieres?

–Ven, es por aquí.

Mihawk empezó a caminar. Zoro se resistió, se mordió los labios y apretó los puños con molestia; puso sus ojos en Kuina y ella en él, amable. Otra vez esa sensación de que le daba ánimos. Rebufó y metió las manos en los bolsillos con molestia. Acabó siguiendo al yokai halcón.

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A la mañana siguiente, la capitana de la base y el capitán del Sunny, se reunieron con todos los voluntarios: Smoker, Marco y Ace. Más aquellos que fueron a despedirse, como lo eran Sabo y Usopp.

Se encontraban en el interior de la base, al lado de la boca de un túnel, hecho de acero translucido como todo lo demás, en cuya entrada esperaba un vehículo deslizante de color blanco con las insignias de la Marina pintada en sus laterales.

–¿Luffy sigue cabreado conmigo?

–Sí, me temo que sí –contestó su hermano.

–Este niño es un inconsciente. Voy a la muerte por él y encima ni viene a despedirme.

–No vayas de buen samaritano tu tampoco –le reprochó Sabo–. No dudo que te preocupes por Luffy, pero se te nota en la cara que no podía soportar que fuera él en vez de tí.

–Tengo una duda, ¿hablas tú o tu resentimiento? A ver levantado la mano si tantas ganas tenías de venir.

–¿Y tragarme el odio y rencor para toda una vida de mi dulce hermano pequeño? No, Ace, yo se avaluar mi coste de opoturnida.

–Lo que tu digas... –suspiró y habló en general–. ¿No sería mejor ir partiendo ya?

–Aún os falta un integrante –contestó Hina, que parecía de muy mal humor desde que se enteró de que Smoker iba a sustituir a Mihawk.

–¿Qué quiere decir?–preguntó yokai incubierto–. Ayer me dejó claro que nadie de la base intervendría en esta expedición.

–Cierto, capitán. Sin embargo, en una noche, la idea de este pequeño viaje ha cambiado bastante –le echó una mirada de reproche al teniente, que fue recibida con indiferencia.

–Se presenta la alférez Nami.

Todos se volvieron. Era una joven vestida con el uniforme de marine, el cual llevaba de una manera un tanto provocativa.

–Descanse alférez. Bien, ya pueden ustedes partir. En el deslizador tienen todo lo que les hace falta. Al final del pasillo se encontraran con una puerta que les llevará directamente al exterior. Como los oesed vienen directamente a por nosotros, esta puerta no está cubierta por la selva, irán directamente al desierto. Dispondrán de un máximo de tres días antes de que los oesed cubran la puerta tras haberlos detectado. ¿Alguna pregunta? ¿No? Pues lárguense de una vez.

Y así lo hicieron. No pasó mucho rato desde que se perdieron en el pasillo recto hasta que la alférez confirmó la salida al exterior sin problemas.

–Muy bien, alférez. ¿Recuerda usted que quedamos que iba hacer en caso de desavenencias?

–Sí, mi capitana. Dejarlos tirados y volver a la base.

–Hina está satisfecha. Vaya informándonos, alférez.

–Sí, mi capitana.

Se cortó la comunicación y se hizo silencio, pero solo por segundos.

–¡Venga usted aquí capitán de mierda! –se oyó a la espalda de ambos capitanes.

–Hina cree que es a usted, capitán Mihawk.

–Efectivamente el sustantivo en masculino dice mucho –contestó y se volvió para ver a Eustass completamente descompuesto de ira–. ¿Qué sucede señor Kid?

–¿¡Cómo que qué sucede!? ¡Acabo de enterarme de lo de la expedición! ¿¡Por qué no se me ha dicho nada!?

–No pensé que cambiase algo para usted.

La cara de incredulidad que puso el pelirrojo fue más que exagerada.

–Que no... que no pensó...– ni tan siquiera le salían las frases.– ¡Puta ostia! ¡Yo debería estar en esa expedición!

–Aún de haberse enterado, lo dudo mucho. Este asunto es demasiado personal para usted, solo hubiese sido un obstáculo para los demás.

Eustass sentía como si un fuego recorriera sus brazos, sin darse cuenta sus manos se estaban transformando en pinzas.

–¡Capitán! –llegó una voz nueva colmada de alegría. No podía ser otro que Shanks–. ¿Que alegría encontrarlos a todos aquí? Eustass, me he pasado por la enfermería a ver a Law, que raro verte separado de él. Sobretodo cuando parece que le está volviendo la fiebre.

Eustass gruñó en un casi rugido, pero logro marcharse sin decir nada más. Tras una pausa, el cocinero volvió a hablar.

–En verdad es un romántico. ¿Ya se han ido nuestros aventureros?

–Sí –asintió Sabo–. ¿Que tal está Luffy?

–¿Luffy? Pues no lo he visto esta mañana. Creí que estaría con vosotros despidiendo a su hermano de una muerte segura.

–¿Qué? No que va, estaba cabreado y supusimos que no quería venir.

–Pues en su hamaca no está.

–...

–...

–¡SE HA IDO EN LA EXPEDICIÓN! –gritaron ambos al unisono.

Mihawk resopló llevándose la mano derecha a la cara.

–Hina ve que tiene usted una tripulación muy entretenida, capitán.

–Se la cambio cuando quiera.

–Ni por todos los doblones del largo y ancho universo.

Continuará...


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