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Mil Mundos por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Pues aquí la décima y última tanda, con tres capítulo y un pequeño epílogo. Me pensé subirlo uno a uno porque pasaban como muchas cosas por cada cápitulo pero al final he mantenido el modus operandi xD

Espero que lo disfrutéis ;)

Capítulo 35

 

El cansancio y estrés vivido en las últimas horas hizo caer a cada uno de los actuales habitantes de la calavera en un sueño profundo esa noche. Incluido, el joven yokai que, presuntamente, hacía la guardia.

Unos minutos antes del amanecer, cuando la claridad ofreció sus primeros perfiles, Zoro roncaba débilmente, sentando, con la cabeza gacha, los brazos cruzados delante del pecho y la katana sobre su regazo. No estaba apoyado en nada, por ello, el pirata que intentó matarlo, dudó de que el híbrido estuviese bien dormido. Quiso cerciorarse; se acercó demasiado e hizo demasiado ruido entre los arbustos. Cuando apuntó a la cabeza del yokai, éste, entrecerró su ojo izquierdo.

Sonó la detonación del láser. El peliverde actuó con velocidad, nada más apartar la cabeza para evitar el disparo se levantó en un giro y desenvainó la espada. Sus piernas avanzaron tan rápido que al pirata no le dio tiempo a pensar. El espadachín cortó, con un mandoble, el arma y, con otro, la vida de su poseedor; sin pensar que era Buggy de quien se trataba y que éste había confiado ciegamente en que sobreviviría gracias a su habilidad de desmembramiento sin calcular que esta quedaría anulada al enfrentarse a un yokai provisto de acero.

Ahí no se acabó todo, el cuerpo inerte del de la nariz roja se desplomó sangrante en el instante en que Zoro percibía brillos entre la espesura. Le apuntaba con otro arma. No, con varias.

–Te tenemos.

Casi le tuvieron, milésimas de segundo después del aviso, se escapó de la emboscada de disparos con un saltó de cinco metros hacia atrás. Aterrizó en una rama, pero no pudo quedarse ahí, tenía que seguir esquivando rayos láser. Desde las alturas encontró a un par amotinados, se posicionó en el suelo por detrás de ellos y los desnucó con la espada. Se escondió otra vez de los disparos. Entre los arbustos le llegó cierto olor. Lo reconoció en breve. Shanks también había venido, se dirigía justo donde estaba él. Respiró hondo. Salió de su escondite dispuesto a cortar la cabeza de la serpiente.

El tiempo se congeló cuando los dos filos chocaron. Sus ojos se atacaron, los del peliverde llenos de furia, los de Shanks concentrados y acompañados con una sonrisa.

–Lo haces bastante bien.

Zoro se percató como lo encañonaban de nuevo. No quería retroceder ante él, pero tampoco quería morir, no mientras los demás no estuviesen a salvo.

Llevó a cabo la retirada justo en la milésima que decidía si vivía o no. Vivió, y tuvo la suerte de recibir solo un par de rasguños que le pasaron de refilón. Dio una voltereta hacia atrás, avanzó por la colina sin que dejaran de intentar abatirle a balas de luz.

–¡Piratas! –gritó para despertar a los de la calavera– ¡Están aquí!

No hacía falta avisar, con todo el escándalo a los de la resistencia les había sobrado tiempo, bajo la supervisión del capitán Mihawk, para ponerse en marcha; habían cogido sus armas y guardaban las espaldas de Zoro. Dispararon hacía los arboles, con toda la idea de mermar los fuegos del otro bando, sin pensar en que uno de ellos iba a acertar en el blanco más de una vez.

–¿¡Quién cojones tiene esa puntería!?

En el interior de la calavera se miraba al narizotas con la boca abierta.

–No ha fallado ni uno –dijo Sabo sobrecogido.

El propio profesor Usopp era el que menos se lo creía. Aunque tampoco tardó mucho en vanagloriarse en voz alta y, orgulloso, contar alguna historia inventadas de las suyas que explicaba su excelente puntería de francotirador.

–Zoro, estás herido.

–Son solo rasguños, Vivi. No es para ponerse nervioso.

–Estás sangrando –le dijo Law–. Deja que te los vea.

Mihawk, más que inmovilizado por sus heridas, también vio esos rasguños.

–No te han venido de la misma dirección.

–Entre los arboles se han dedicado a rodearme a disparos –explicó secamente.

–Y tú te has metido de lleno. Deja esas imprudencias para cuando de verdad sirvan.

Zoro le miró disgustado. Iba a abrir a replicar, pero Luffy se adelantó.

–¡Eh, están haciendo algo! –señaló el chico al exterior.

A los pies de la colina, todavía protegidos por la foresta, los piratas alzaron una bandera blanca.

–Quieren hacer un alto el fuego –casi preguntó el profesor Usopp a la vez que se ajustaba las gafas–. ¿Para qué? Si ya tienen el mapa.

Ace pensó en ello.

–¿Y si cree que aún lo tenemos nosotros? –captó la atención de sus compañeros–. Pensadlo. La huida fue muy rápida y movida. Se me cayó el mapa sin que me diera cuenta, tal vez ellos tampoco se hayan enterado.

En ese momento se escuchó la voz de Shanks gritar.

–Disculpen, sus amables señores. Y preciosa señorita. No sé si han visto nuestra bandera. Si es posible, me gustaría charlar un rato, con calma, con algún portavoz. Aquí mismo si es menester, a la mitad de la colina.

–Esta claro que no tienen el mapa –opinó Law mientras cubría con gasas las heridas del peliverde–. Si todo le fuera como el pretendía no le haría falta estar tan empalagosamente amable.

–Ayúdenme a levantarme –ordenó el capitán–. No es el momento de mostrarnos débiles. Como capitán debo...

–Deja esas imprudencias para cuando de verdad sirvan –le cortó Zoro–. Si saben que estás en este estado no tardarán ni dos minutos en atacarnos –luego habló para los demás–. Tiene que ser alguien que sepa hablar, que no se ponga nervioso y desde luego que no le diga nada del mapa. Lo primordial es conseguir tiempo.

–Disculpen –intervino Brook con humildad–. No sé si será el más apto, pero el señor Luffy ya ha salido de la cueva.

Acto seguido se dieron cuenta que la mierda del niño no estaba con ellos. Los que podían moverse, apoltronaron en la boca de la calavera y confirmaron el gran temor que tenían.

–¡Luffy! ¡Vuelve aquí ahora mismo! ¡Vuelve!

–Detente, Ace –le agarró Sabo de la camisa evitando que saliera– ¡El pacto de entrevista es solo uno! ¡Si sales os acribillaran a los dos!

–¡No puedo quedarme mirando! ¡Ese niño la va a joder bien jodida! ¡Luffy!

–No hay nada que hacer –se resignó Law, con una mano en la frente. Intentaba mantenerse tranquilo pero la situación le sobrepasaba con evidencia–. Nuestras vidas depende de él.

 

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Shanks vio salir al chico de la boca de la calavera y oyó a su hermano gritarle que volviera donde estaba. Se bajó un poco el sombrero para que nadie le viera reírse. Transformó su brazo mecánico en una muleta y avanzó cojeando por la colina.

Luffy llegó hasta la mitad del trayecto, esperó a Shanks. El día anterior había dejado de ser aquel cocinero que creía conocer tan bien para ser un capitán pirata sin escrúpulos. Ahora había vuelto a cambiar. Lo observaba y, con esa muleta y sus esfuerzo por subir la cuesta, no dejaba de parecerle un viejo cansado y achacoso que apenas podía andar.

El cybor llegó con una sonrisa amistosa.

–Buenos días, chico, reconozco que no esperaba que fueras tú el portavoz –rió, Luffy no rió con él, el mayor apartó la mirada. Suspiró cansado por la nariz, tomó asiento en una cercana roca–. Esta pierna de chatarra no hace más que darme problemas desde nuestra desavenencia en la cocina –volvió a bromear, Luffy siguió en sus trece– Chico... –se puso serio, arrepentido–. Lo que oíste en el barco, al menos la parte que te corresponde, no era cierta.

–Me mentiste –le espetó dolido–. Me mentiste en todo, ni tan siquiera tienes cuarenta años.

Shanks se sorprendió al oír eso, pero no le faltó mucho para entender.

–Parece que Law os ha contando un par de cosas. ¿Cómo le va? Eustass está bastante preocupado.

Luffy siguió mirándole, serio, sin decir nada.

–Escúchame, chico. Soy el primero que no se siente orgulloso de como ha llevado su vida. Pero ahora mismo la situación es de no retorno. Si me rindo ahora piensa en como le sentará a "esos" –con la cabeza señaló a su espalda, donde se escondían el resto de los amotinados–. Yo no sobreviviría, pero vosotros tampoco. Hazme caso, hagamos una tregua –sonrió amable–. Consigamos el tesoro juntos. Tú me conoces, Luffy, sabes que si puedes confiar en mi.

Apunto estuvo de hacerlo, apunto. Fuera por que había dicho su nombre por primera vez desde que se conocían, fuera porque de verdad quería confiar en él. Alzó su mano para alcanzar la del pelirrojo. Pero se detuvo antes de estrecharla. Porque le pasó lo mismo que a Zoro hace un momento, que vio algo brillar entre la espesura del bosque y supo que le estaban apuntando. Fijó sus ojos en los de Shanks.

–No, Shanks –tajó con sus palabras al otro que las sintió cual jarro de agua fría–. No vas a tener el mapa y no vas a tener el tesoro.

El que fue cocinero se contuvo todo lo que tenía dentro en ese momento. Mostró una media sonrisa en forma de mueca. Se levantó muy lentamente. Su mirada era tenaz.

–Nunca vas a aprender a ver con quien te la estas jugando.

La sola presencia del pelirrojo era un arma de por sí, pero Luffy se mantuvo firme.

–Me explicaré de otra manera –siguió el capitán pirata–: Tenéis hasta el amanecer, si para entonces no tengo el mapa os bombardearé con los cañones del barco hasta que no queden de vosotros ni los restos. Si no lo haces por ti, chico, hazlo por los que te esperan en la calavera.

–No nos pasará nada –dijo confiado, sonriente, retador–. Saldremos de esta, te derrotaremos, a los tuyos y a ti –golpeó sus palma izquierda con su puño derecho–. Y no podrás hacer nada por evitarlo.

Shanks volvió a sonreír, esta vez de una manera más natural. Intentó contenerse, pero al final sucumbió a una carcajada. Aún en esas circunstancias, el chico era admirable.

–Hasta mañana, entonces, Luffy.

–Hasta mañana, Shanks.

Se dieron la vuelta para alejarse el uno del otro. El cyborg se detuvo un momento para mirar de reojo al chico. Tenía una presión en el pecho que crecía solo con pensar que a la mañana siguiente se acabaría todo.

Una muerte más, pensó, la ultima y se acabó todo. La presión en el pecho aumentó.

 

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Luffy les contó todo a los demás, los cuales se permitieron suspirar aliviados, aunque no mucho.

–Sin el mapa estamos muertos –dijo Sabo pensativo.

–Si intentamos irnos estamos muertos –secundó Ace.

–Si nos quedamos estamos muertos –siguió Zoro.

–¡Dejad de repetir tanto la palabra "muerto"! –les reprendió el narizotas– ¡El único con derecho a ser pesimista soy yo!

–Lo primordial es salir de aquí y recuperar el mapa –indicó Vivi–. Debemos pensar en el "como".

–Esto...– todos miraron al esqueleto robot– Disculpen señores que no me haya manifestado antes, pero bien podrían usar la puerta trasera.

Se produjeron unos segundos de asimilación.

–¿¡Puerta trasera!? –saltó el narizotas intelectual–. ¿¡Tenías una puerta trasera y no nos lo dices hasta ahora!?

–Yohohoho, lo siento. Pero pensé que dármela de listo con nuevos amigos podría estar muy feo.

–...

–¿Donde está esa puerta? –preguntó Mihawk.

–Está ahí –señaló al lado contrario a la salida de la calavera–, al final. Aunque no es una puerta exactamente.

Era una trampilla, con un mecanismo en forma de esfera horadada, que entre varios hicieron girar hasta que salió a la luz el hueco. Al otro lado de éste se podía ver algo realmente sorprendente. Kilómetros y kilómetros de maquinaria sin fin. Todo un mundo mecánico y subterráneo.

–¡Cómo mola! –los ojos de Luffy brillaron.

–Es increíble. ¿Quien construyó todo esto, Brook?

–No lo sé señorita, Vivi. Estos túneles que atraviesan el planeta estaban aquí antes que yo. Llevan a todas partes.

–Debemos movernos rápido –apuró Usopp–, esto es nuestra salvación. Por aquí nos podremos asentar en otro lugar.

–Es inútil –habló Zoro–, no nos basta con escapar. Ellos quieren el mapa, aunque nos asentemos en otro lugar del planeta nos seguirán buscando. Y no creo que tarden en descubrir como los hemos evadido.

–¿Qué pretendes que hagamos entonces? Ellos son muchos, tienen a Akagami de líder mientras que nosotros tenemos a nuestro capitán completamente inválido.

Mihawk le hecho una mirada nociva. No quitaba verdad al hecho de que era un completo inútil en ese momento.

–Escuchadme –habló Law–, creo que sé como salir de aquí.

Era un plan ligeramente sencillo. Brook había dicho que aquellos túneles llevaban a cualquier parte: ¿por qué no justo donde los piratas se asentaban? El enemigo tarde o temprano tenía que dormir. Era el momento perfecto para arrebatarles el bote. Con él podrían desplazarse perfectamente al barco, tomar el mapa y desconectar los cañones lásers. Cierto era que también podrían coger el barco e irse de vuelta a casa pero todos; incluso el asustadizo profesor o el recién incorporado robot; querían ganar al otro bando en la carrera por conseguir el mapa. Sobre todo Luffy, que lo tenía más que decidido, superaría a Shanks costase lo que costase.

Así se dedicaron a investigar los túneles para averiguar de que forma les vendría mejor su uso. Brook siempre estaba de guía, puesto que eran diabólicamente laberínticos.

–¿Se podría llegar al fondo del planeta desde aquí?

–No lo sé, señor Sabo. Nunca lo he intentado. El camino es demasiado largo, de meses o tal vez años. Y a mi me gusta demasiado que el olor de las flores se adentre en mi nariz. ¡Aunque yo no tengo nariz! ¡Yohohoho!

Luffy era el único que le reía las gracias, además con ganas.

Por otro lado el resto del día avanzó dentro de la normalidad y, sin que pudieran alargar el tiempo mucho más, la noche se cernió sobre ellos. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que tenían un problema.

Mihawk había empeorado y le estaba subiendo la fiebre. Aunque dio determinadas órdenes, todo el mundo pensó que deberían trazar el plan entre los que no sufrían de delirios. Debatieron sobre ello, llegaron a la conclusión de que Law debía quedarse para tratar y supervisar su estado. Zoro detrás de él, las habilidades mentales del perlado no estaban desarrolladas y Mihawk no podía defenderse.

–Aquí podré retener a los piratas en caso de que intenten ir a por vosotros.

Vivi también optó por la retaguardia en la calavera; o primera línea, según se mirase; no era tan buena guerrera como el peliverde, ni tan buena médica como Law, pero supondría un apoyo inmenso para ambos.

–Yo... yo también me quedo –la piernas del profesor temblaron exageradamente– Co... como habéis visto mi puntería no tiene nada que envidiar, lo... los mantendré a raya.

De esa manera, el grupo de elegidos compuesto por los tres hermanos y Brook, se aprovisionaron de armas y, uno tras otro, saltaron por el agujero, recorrieron la laberíntica maquinaria y se toparon con la salida más cercana al campamento pirata, donde no se veía en pie a nadie más que a los árboles.

–Parece que están durmiendo la mona –comentó el esqueleto robot.

–Sería raro –analizó Ace–. No teníamos vino en el barco.

–Nosotros –recordó Sabo–. Ellos a lo mejor sí.

–¡Vamos ya o no!

–¡Shhhhhh! –callaron los dos hermanos al más pequeño. El corazón, a parte de los cojones, se les había puesto en la garganta. Vigilaron de nuevo el campamento, parecía que el imbécil de Luffy no había despertado a nadie. Suspiraron de alivio.

Con cautela, con mucha cautela, llegaron hasta el bote, soltaron amarras y se alejaron de tierra.

 

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Por no hacer ruidos innecesarios para la supervivencia, el bote fue muchísimo más lento que de costumbre. Esto impacientaba a todos. Luffy al que más.

–¡Dale caña Ace! O mejor ¡Dámelo a mi para que le de caña!

–¡Cállate de una vez! ¡Vas hacer que nos descubran antes de que estemos en el barco!

Se colocaron de lado a la nave. Ace se asomó por la balaustrada para ver si había monos en la costa. La cubierta estaba despejada.

–Vamos– susurró.

Tal y como Luffy hizo una vez con Shanks, accedieron a la sala de máquinas por la escotilla de la despensa. La sencillez del plan seguía presente. Sabo y Brook irían a desconectar los cañones, Ace y Luffy buscarían el mapa.

–Tened mucho cuidado.

–Vosotros también.

El esqueleto y el hermano rubio no tardaron en encontrar la sala de conexiones, ni tan siquiera tuvieron que hacer nada por abrirla.

–¡Qué suerte! ¡Yohohoho!

–Shhh...

–Perdón, perdón.

–Venga, acabemos con esto y reunámonos con mis hermanos.

–No se preocupe señor Sabo, soy un robot, sé de esto, seguro que no es difícil para mi desconectar unos cañones.

Entonces abrió el armarito de cables. Su mente se quedó en blanco al ver tantas "culebras", de tantos colores, amontonadas unas con otras, cruzadas entre si y, en general, haciendo la picha un lio.

–¡Solo que yo no tengo picha! ¡Yohohoho!

–¡Shhhhh!

–¿Quién anda ahí? –se alzó una voz desde algún lugar con un intimidante eco. Sabo la reconoció al instante. Era Eustass

–Brook, quédate aquí, intenta desconectar los cañones. Yo le distraeré.

–A la orden –hizo un saludo militar.

Sabo salió de la pequeña sala. No le hizo falta llamar la atención del pelirrojo, estaban en el mismo pasillo.

–Tú –susurró amenazante, la ira se inyectó en sus ojos.

Sabo le sonrió y le saludó simpático, echó a correr. Eustass Kid, sin pensar en que lo estaban despistando; con la única idea de cortarle el cuello a cada uno de los que se había llevado a Law; transformó sus manos en pinzas y le persiguió como un charybdis desquiciado.

 

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Ace y Luffy tuvieron suerte, no se encontraron a nadie de camino a la quilla del barco.

–Bien, fue por aquí donde me peleé con Marco. El mapa, si está, no puede ser muy lejos.

–Vale.

Los dos se pusieron a buscar, un poco difícil por la poca luz. Ace se quedó parado unos segundos cuando vio manchas de sangre en el suelo. Sabía de quién era. Le asaltó la culpa y la duda. Entonces se espabiló girando la cabeza de un lado a otro. No tenía tiempo para ser ingenuo.

–¡Lo he encontrado, Ace!

–Bien hecho, hermanito –le pasó la mano por el cuello y le revolvió el pelo–. Reunámonos con los dem...

El sonido atronador de una sirena de alarma les cortó la pequeña victoria, les atravesó el oído y retumbó en su pecho con algo más que un simple repullo.

 

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–¡Aaah! ¡Este no era! ¡Ese era el de la alarma! –gritó Brook– ¡Aaah! ¡Donde estaba! ¡Ahhh! ¡Estoy al borde de un ataque de nervios! Solo que... ¡Yo no tengo nervios! ¡Yohohoho!

 

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Al taladrarle la sirena los oídos, Eustass derrapó de sus botas sobre el suelo. ¿Qué mierda era eso? ¿Por qué Teach había dado la alarma? ¿Había más de esa gente en el barco? Entonces comprendió que había visto salir al hermano rubio de la sala de conexiones, donde era muy fácil echar a perder los cañones que Shanks había ordenado que se usaran a la mañana siguiente. Se dio la vuelta en el acto, debía regresar sobre sus pasos.

Sabo, sin embargo, no le dejó. Se lanzó a su espalda y le presionó el cuello con los brazos. El cortador se echó hacia atrás contra la pared, estrelló a Sabo de espaldas y de cabeza contra ésta, cortando la respiración del hermano rubio. Tuvo que repetir la acción varias veces para que le soltara. Una vez Sabo se deslizó y quedó de rodillas, sacó sus pinzas directas a su yugular.

El joven le detuvo por poco gracias a ese magnifico bastón que se había comprado en Aladrum. Le sonrió con suficiencia. No iba a ser tan fácil acaba con su vida.

 

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Luffy y Ace corrían por la sala de máquinas.

–¡Esos idiotas va hacer que nos maten!

Doblaron esquina, pero al segundo el pecoso se retiró mientras cubría a su hermano con su cuerpo; antes de que Teach les acribillara a disparos.

–¡Zejajajaj! ¡Debo admitirlo! ¡Tenéis coraje!

Fue a por ellos sin dejar de enfundar la pistola, dispuesto a matar. Pero Ace no dudó, se colocó los guantes y, justo cuando apareció la cara de su enemigo, le atizó un puñetazo en llamas antes de que le diera tiempo a reaccionar.

Teach rebotó contra la pared, cayó de cara al suelo mientra su pistola huía de sus manos bastante lejos. Se hizo silencio, Ace y Luffy contuvieron la respiración, parecía que habían logrado dejarle inconsciente.

Un quejido gutural salió de la garganta de Teach. Luffy alzó su propia pistola mientras Ace tomaba posición para atizarle de nuevo, pero lo que vieron los dejó paralizado. El corpulento hombre se apoyó un brazo, luego en el otro, poco a poco se levantaba. Mostró su cara. Una cara que debería estar quemada, aporreada e incluso con dos hilos de sangre bajo su nariz. Pero lo que los dos hermanos vieron en el rostro de su enemigo no eran heridas, ni tan siquiera facciones; era una masa negra, traslucida y que se movía con propia entidad. Igual que la de aquel monstruo que Smoker derrotó en el parque de atracciones.

–¿¡Pero como le has hecho esa herida en la cara!? –se sorprendió Luffy.

–¡Es un devorador de formas, imbécil!

Entonces se apagaron las luces.

 

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Desde las cuencas vacías de Brook aparecieron dos haces de luz, uno por cada no-ojo.

–Yohoho... Ese tampoco era. Bueno, uno menos. Volvamos a ver...

 

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La luz fue de nuevo conectada. Sabo, que hasta el momento había estado combatiendo con el cortador, se vio solo. Sin bajar la guardia, mantuvo el arma sujeta y preparada. Vigiló a un lado, vigiló a otro. Volvió a la sala de conexiones.

 

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En el corto apagón Teach había desaparecido. Ace no se lo pensó dos veces. Si era un devorador lo primero que había que hacer es salir a cubierta. Dentro de esa zona eran presa fácil para lo que quisiera y pudiera transformarse.

–¿Que pasa con Sabo y con Brook?

–Ellos esta claro que no han terminado lo que les queda. Tenemos que darles tiempo.

–¿Teach no irá a por ellos?

En forma de respuesta se oyó algo que se acercaba. Algo con muchas patas de insecto, varios ojos saltones, alas membranosas aún plegadas y varios pares de brazos acabados en cuchilla.

–¿¡Qué demonios es eso!? –Luffy podría haberlo dicho asustado, pero lo hizo entusiasmado y con los ojos brillantes.

–¡Yo que sé! ¡Corre, corre, corre!

Poco le faltaba para tener a esa cosa llamada Teach justo encima y poco les faltó para no contarlo. Atravesaron de un pelo la escotilla de la despensa; que enorme bicho traspasó haciéndola añicos; atravesaron al comedor y llegaron a cubierta.

 

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–¡Brook! ¿¡Estás bien!?

–Yo sí, señor Sabo ¿Por qué? –el robot estaba reliado en un manojo de cables.

Sabo suspiró aliviado.

–¿Cómo vas con eso?

–Ya casi lo tengo ¡Yohohoho!

–Bien. Date prisa, la cosa se está poniendo cada vez más fea.

–¡Señor Sabo, cuidado!

El joven se dio la vuelta enseguida. El bastón le salvó de nuevo, esta vez de que no fuera atravesado por el corazón. Pero Eustass había usado toda su fuerza e ira. Sabo voló al interior de la sala estrellándose.

El pelirrojo miró al robot.

–Esto es dos pájaros de un tiro –sonrió con sadísmo acercándose al esqueleto.

–¡Agárrese, señor Sabo!

Suerte que el rubio le hizo caso y enlazó los brazos en una columna, por que Brook no había descubierto aún cuales eran los cañones, pero sí el cable de conectaba la gravedad, la cual desapareció de manera tan brusca que el cortador se elevó hacia arriba como un petardo y, desprevenido, se golpeó la cabeza. Quedó fulminantemente inconsciente.

 

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Los dos hermanos en cubierta, a base de puñetazos, patadas, disparos y bolas de fuego, mantenían a raya a todos los bichos en los que Teach se transformaba; reptiles vigoréxicos, escolopendra descomunales sembradas de ojos, mamíferos de dientes puntiagudos, bichos escupe-hielo. Resistían, hacían buen equipo, tanto que llegaron a pensar que se estaban divirtiendo por el simple hecho de luchar codo con codo. Como cuando eran niños. Solo que en ese momento no estaban jugando. Habían recibidos más de un rasguño de diferente tipo y sus fuerzas no eran inagotables, mientras que las de Teach parecían que se renovaban con cada cuerpo que usada.

–¡No te despistes, Luffy!

–¡Tú tampoco!

Ace envolvió el cuerpo arácnido de Teach con una cortina de llamas. El devorador rodó sobre la madera, retorciendo su cuerpo por las quemaduras. Recuperó su forma de masa oscura para librarse de las llamas. La batalla se detuvo un momento, tanto los hermanos como el enemigo se permitieron aliento. Teach recuperó su acostumbrado aspecto humanoide. Con la respiración agitada, se puso en pie.

–Zejajajaja. Sois demasiado jóvenes pero la verdad es que no lo hacéis nada mal.

Las manos del devorador se transformaron, pero no lo hicieron porque fuera devorador, sino porque la especie a la que pertenecía ahora era la de un lejano planeta de eterno amanecer. Sus manos se transformaron en pinzas, como las de Eustass; la especie que ostentaba ahora era la de los cortadores de Dawn.

–Y yo que pensé que deshaciéndome de Smoker se iban a acabar mis problemas.

A Ace le dio un vuelco el corazón, se puso pálido, le temblaron las manos y la voz:

–¿Qué acabas de decir?

–No fue nada personal, Ace –comentó con regodeo–. Era mi indigesto contrario. Si él permanecía en este barco mis posibilidades de llegar al tesoro se esfumarían. Después de todo, bastante teníamos con esa manía de Shanks por hacerse el noble.

Esa vez el estremecido fue Luffy.

–¿Qué quieres decir?

–La obsesión de nuestro "capitán" por el tesoro nos podría dejar tranquilos. Pero nadie ignoraba la posibilidad de que os ayudara a vosotros en vez de a su propia tripulación. Si es que se la puede seguir considerando así.

–Desde luego no tenéis escrúpulos –le escupió Ace–, ibais a amotinaros también contra él.

–Zejajaja. ¿Qué puede hacer un pirata? Si no lo hemos hecho ya es porque tener a Marco de fiel segundo de a bordo y por no saber que cartas jugaría Law.

Dejó de hablar, sonrió a la vez que el pecoso apretaba la mandíbula de odio y Luffy sus puños con determinación incandescente a mandarlo por los aires.

Como piezas sincronizadas, se lanzaron unos contra otros. Un segundo más y los tres ataques hubiesen acertado a la vez, se hubiese perdido más de una vida. Sin embargo, la casualidad quiso que la gravedad del barco se esfumara justo ahí.

–¡Oaah!

Los tres cuerpos de despegaron del suelo tan rápido que se dieron cuenta de lo que estaba pasado cuando iban por la mitad del mástil. Luffy consiguió agarrase a una de las cuerdas del aparejo con dos manos; atrapó a su hermano rodeando su cintura con sus piernas. Ace vio como Teach se estaba transformando en otra cosa, empezó a lanzarle bolas de fuego con tal de evitarlo. No lo consiguió, ni tan siquiera para ganar tiempo. Los guantes había dejado de funcionar.

–¿¡Qué pasa!?

–¡No lo sé! ¡Es como si se les hubiese acabado el combustible!

–¡Vaya momento!

–¿¡Crees que no lo sé!?

Escamas brillantes de una azul violáceo cubrieron el cuerpo de devorador, ahora con una forma reptiliana; florecieron dos pares de brazos adicionales de su torso y sus piernas se trasformaron en dos alargadas colas de gusarapo; desaparecieron sus ojos, su nariz, y su boca se transformó en una apertura cuatripartita. La única parte por la que se podía reconocer su identidad era la larga cabellera, rizada y oscura, así como la prominente barriga. Ninguno de los dos hermanos sabía lo que era, pero había algo familiar en el, algo horriblemente familiar.

–¡Las ondinas son solo hembras! –gritó el pecoso.

–Te equivocas –rio Teach a través de una branquias en el pecho por donde salía su voz–. Son poliginias. Tuve la suerte de toparme con un macho alfa de una manada de ondinas hace mucho tiempo. Lástima que al atraerlas para vosotros en el Cinturón de Asteroides no tuviera tanta suerte.

–¡Eres un psicópata!

–Solo cumplo con mis objetivos. Como lo hacéis vosotros.

Teach regurgitó, de su boca emergió una especie de arpón pululento. Apuntó a los jóvenes a matar.

Pero ninguno de los dos jóvenes llegó a morir. Algo atravesó la espalda del devorador antes del disparo. Teach profirió un grito ahogado; el proyectil de su boca se desvió hacia el infinito espacio. Se giró con rabia hacia el castillo de popa, desde donde le habían disparado. Abrió los ojos.

A Luffy le costaba creer, pero a Ace todavía más.

–Mar... Marco.

El piloxiano se mantenía estable en la gravedad cero con una sola ala de llamas, en su mano humana portaba una especie de bazuca, desde el que claramente había disparado contra Teach.

–Eres un necio Teach –habló el piloxiano con una ofensiva sonrisa–. ¿De verdad te crees que Shanks es tan ingenuo?

El devorador miró su espalda. Lo que le atravesaba era una especie de lanza con una cápsula adosada. Intentó volver a transformarse. No pudo. Lo intentó otra vez. No pudo. Se desesperó en un tercer intento. Nada

–Fue una suerte que pasáramos por Aladrum –le explicó Marco–. Solo allí o en una base de la Marina se puede encontrar algo como esto.

–¡Ese valiente hijo de puta! ¿Desde hace cuánto que lo sabía?

–Más del que puedas imaginar.

La lanza empezó a extraer el cuerpo negro de devorador, a almacenarla en la cápsula en forma de líquido negro. Teach intentó arrancárselo, transformase una última vez. Fue inútil. Se resignó. Entendió que ese era el final, su final y, tal vez, si su rostro hubiese sido más humano hubiese podido expresar la inmensidad del miedo que sentía. Sin embargo, aquel terror no lo paralizó; al contrario, lo colmó de rabia. De nuevo, regurgitó, de su boca se fabricó otro arpón. Lanzó un último ataque contra el rubio. La enorme aguja acertó de costado a Marco casi sin que le diera tiempo a esquivarla; un corte profundo le melló a la altura del estómago. Teach dejó escapar una mezcla entre risa y gorjeo antes de que aquella cápsula le absorbiera por completo y esta se perdiera en el espacio para siempre.

La gravedad volvió de golpe. Los dos hermanos casi se despeñan, pero Luffy supo agarrarse bien al aparejo así como agarrar a su hermano. Luego, bajaron a cubierta. Donde Marco les esperaba arrodillado y con muy mala cara.

–¡Marco! –Luffy corrió hacia él– ¡Ya sabía yo que eras buena gente!

–¡Luffy, no te acerques! –Ace le agarró de la chaqueta.

–¿Por qué? Nos acaba de salvar.

Ace dudó, observó al piloxiano, la pierna a la que él mismo había disparado, la mano que cubría la herida de su abdomen por haberlos protegido; la sangre se derramaba y manchaba su pantalón. No pudo evitar preocuparse, igual que Marco no pudo evitar darse cuenta.

–No me mires así, Ace. Estoy bien –mintió con voz débil el rubio.

Entonces tuvo que doblarse del dolor, se agarró la herida. Se mareó. Si no cayó de cara al suelo fue por que el mismo pecoso lo sujetó.

–Lo siento. Es... el veneno –le costaba hablar, se le nublaba la vista–. Somos los contrarios... a las ondinas, pero de alguna manera se tienen... que defender ¡Ah! ¡Joder! ¡Es la primera vez que siento quemarme!

–¡Ace! ¿Qué hacemos?

–¡Yo que sé! ¡No soy médico! ¡Marco, joder, dime que tengo que hacer!

Marco, con el rostro bañado en sudor, miró a Ace sonriéndole de una manera exageradamente febril y empalagosa.

–¿Sabes que tienes unos ojos preciosos?

–¿¡Has perdido la cabeza o qué te pasa!?– le rugió con la cara ardiéndole.

 

Continuará...

Notas finales:

Bueno, pues Eustass sigue siendo un imbécil, pero por lo menos no es un imbécil que se haya cargado a Smoker xD


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