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Mil Mundos por Rising Sloth

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Capítulo 36

 

En la calavera poco se hablaba. Preferían concentrarse en mantenerse en alerta, en tensión y a la gran expectativa de que volviesen sus compañeros; o de que los piratas atacasen. El único ajeno era Mihawk, catatónicamente dormido por el efecto de los antibióticos que le había fabricado Law con plantas autóctonas; el mismo perlado se había colado por el subsuelo del planeta para salir a buscarlas por otra trampilla al exterior. Sobraba decir que el oficial al mando no se había ingerido el brebaje de rositas; porfió bastante con la idea de que daba igual su estado de salud, necesitaba estar despierto a lo que pudiese ocurrir. Al final, lo convenció la que menos se esperaba: Vivi. Tal vez ella debió haber bajado la colina a hablar con Shanks hacía unas cuantas horas, sus dotes diplomáticas estudiadas durante milenios en la corte de Ave era un arma increíblemente poderosa.

–¿Estás seguro de lo que le has dado? –preguntó preocupado el profesor al perlado.

–Sí, Brook tenía un microscopio por ahí, he podido revisar las plantas de antemano. Es un problema que duerma tanto –reconoció el médico–. Pero por lo menos se puede considerar fuera de peligro.

Vivi y Zoro no dejaban de mirar por la boca de su refugio.

–¿Estarán bien? – se preguntó ella en voz alta.

–No te preocupes –le dijo él– Volverán.

Ella le contempló con suspicacia.

–Ha sido poco tiempo, pero desde que empezó este viaje te veo muy cambiado. Más confiado.

Zoro observó a la chica y después al cielo, entre las estrellas se podía ver el barco.

–Desde que conocí a Luffy sentí que si no confiaba en él ya no me valdría la pena confiar en nadie.

Vivi sonrió con calidez. Puso su vista en el interior, en los extraños camaradas que habían permanecido con ellos. Entendía a la perfección el significado la palabras del peliverde.

Law se acercó a Mihawk, se arrodilló para medirle la fiebre. Aún la tenía algo elevada, aún así parecía estable. Suspiró, eso suponía un alivio, más por el peliverde que por el capitán en sí; Zoro intentaba fingirlo, pero estaba altamente susceptible a lo que le pasara al oficial. Parecía ser que, desgraciadamente y al contrario de lo que dedujo Law cuando los pilló a ambos en la habitación del capitán, su relación era algo más que puramente sexual. Esperaba que, si no conseguían eludir batalla, eso no nublara el juicio del yokai más joven. Bastantes preocupaciones tenían encima. Empezando por Eustass.

Una sensación de ansiedad pinchó en su pecho. ¿Cómo estaría el cortador en ese momento? Si todavía Shanks no lo había usado de rehén para recuperar el mapa eso podría significar que no lo tenía encerrado y apaleado como un animal sino que, como había dicho a sus compañeros de resistencia, el cyborg lo habría mantenido en su bando, le habría comido la cabeza para luchar contra Law. Eso si sería un problema. ¿Cómo convencería a los D. Monkey, al profesor y a los yokais de que no lo mataran aun cuando era evidente que Eustass sí iba ir a matar?

Tampoco ignoraba la posibilidad de que el cortador ya estuviese muerto. Su inflamable carácter nunca había sentado demasiado bien al grupo de los amotinados.

El antebrazo Law fue agarrado. Mihawk le mirada con los ojos muy abiertos. El corazón se le subió a la garganta.¿Cómo cojones se había despertado con la cantidad de antibióticos que tenía en el cuerpo?

–¡Paren ese condenado ruido! –le gritó el capitán con furia.

–¿Ruido?– preguntó Usopp– Si está todo en silencio.

Pero no fue el único, entre quejas, Zoro y Vivi se llevaron las manos a los oídos. Se arrodillaron en el suelo. Era insoportable. No podían ni pensar. Se les doblaba la vista. Les iba a estallar la cabeza.

–¿¡Pero qué os pasa!?–repitió el narizotas asustado–. Si no se oye nada.

Law lo comprendió en enseguida. Se deshizo del agarre del oficial y se puso en pie.

–¡Profesor, a las armas! ¡Tiene un emisor de frecuencias! ¡Van a atac...!

Su cabeza se estampó contra el suelo. No podía ver, una mano cubría sus ojos. Intentó levantarse pero su captor empujó su cabeza hacia abajo con fuerza. Agarró el brazo de su agresor, lo iba a mandar por los aires. O eso pensó que podría hacer.

Sintió la palma de una mano metálica sobre su pecho. Lo siguiente fue un descomunal calambre que ardió por todo su cuerpo con un inmenso dolor, contrajo sus músculos, cortó su respiración y trastornó su ritmo cardíaco de una manera que creyó que su vida se quedaba ahí. Después paró y Shanks apartó su mano humana de los ojos del perlado, a la vez que se incorporaba. Ese hijo de puta le había incapacitado con una descarga que, de haber sido una raza más débil como la humana, hubiese sido mortal.

–¿¡Cómo ha llegado hasta aquí!? –la voz alterada de miedo de Usopp se extendió con fuerza.

–Los D. Monkey se olvidaron de cerrar con llave la trampilla –explicó Shanks–, error garrafal cuando uno sale de su casa.

A pesar de las frecuencias, tanto Zoro como Mihawk se lanzaron a por él; tal vez, si aquel ruido no hubiese reducido todos sus sentidos a la nada, se hubiesen dado cuenta que tras Shanks, dos piratas esperaban que hicieran precisamente eso. Desde las sombras, Burgues y Laffite lanzaron dos juegos de cadenas que se encajó y atrapó a los dos yokais, que les hizo la gravedad más pesada, que les quemaba. Kariosequi.

–¡Zoro! –Viví se levantó a grandes esfuerzos, hizo girar sus cuchillas.

–¡Desgraciado! –el profesor se puso al lado de la chica, alzó su pistola contra el cyborg, contra los dos piratas, contra las sombras que le acechaban–. ¡Nos dejaste hasta el amanecer!

Se escuchó un golpe sordo. Vivi se derrumbó con una herida a la izquierda de su cabeza. El intelectual atinó a ver una cola de largatija ondeando sobre la yokai. Catalina salió de entre los tratos que había amontonado Brook de a saber cuanto.

–Baje el arma, profesor –les aconsejó el pelirrojo–, no quiera hacerse daño.

–¡Cá... Cállate! ¡Tú no me intimidas! ¡Ahh!

Se oyeron varios disparo, al son del bloqueo metálico del brazo de Shanks. Silencio. Pasos. Risas satisfechas y contenidas. El profesor Usopp se resistió lo que pudo, pero de la paliza lo dejaron inconsciente.

–No os olvidéis de vendar los ojos de Law. Si está bien sujeto y no ve, sus habilidades no pueden hacer nada.

 

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La misión había concluido con éxito, sólo quedaba reunirse con los demás y buscar el tesoro. Pero antes debían de encargarse del cortador y del piloxiano. Al primero lo dejaron amarrado en la cocina al palo mayor, en cuanto al segundo lo llevaron a la enfermería, a cuestas entre dos debido a que, tras de lanzarle ese piropo al de las pecas, se desmayó.

–¿Estas seguro de dejarlo aquí, Ace? –le preguntó Sabo–. No sé si sería más recomendable que le hiciera compañía a Eustass.

–¡Si nos ha salvado! –defendió Luffy.

–Sé lo que me dices, Sabo. Que puede que intentara más acabar con el motín de Teach que protegernos. Pero mira como está. ¿De verdad crees que puede hacer algo?

El hermano rubio se fijó segundo de a bordo de Shanks. Marco había comenzado a tiritar y la precaria venda de su abdomen se humedecía en sangre.

–Como tú digas. Falta poco para el amanecer, será mejor que nos pongamos en marcha.

Se dispusieron a salir por la puerta.

–Ace... Espera...

El mayor de los hermanos detuvo, se giró. Marco observaba con la mirada temblorosa y un deje de desespero. Con grandes esfuerzos se puso de lado, luego se sentó. Se le veía muy mal.

–Necesito hablar... –le costaba incluso tomar aire– contigo...

Con un gesto, el pecoso le dijo a sus hermanos que fueran con Brook, el iría en un segundo. Ellos asintieron, Sabo con cierto recelo, y cerraron la puerta.

–Creía que estabas inconsciente. ¿Qué quieres?

–Acércate, por... favor.

El joven inspiró, su pies se movieron hacia la cama. Cuando estuvo suficientemente cerca Marco le tomó la mano; el sentir el cálido contacto le sorprendió pero no hizo nada por cortarlo.

–Lo siento... –agachó la cabeza con voz quejumbrosa–. Lo siento mucho.

El moreno se deshizo del agarre demasiado suave del otro.

–Estás delirando. Mejor descansa.

Le dio la vuelta, si eso era todo lo que le tenía que decir desde luego no iba a estar más allí. Pero entonces, sin que se supiera con que fuerzas lo hizo, Marco se levantó para alcanzarle. Se derrumbó sobre los hombros y espalda del joven que por poco no se cae junto con él. Le abrazo.

–Sé que... debí decirte la verdad, pero tenía medio de que... joder, de que reaccionases justamente como lo hiciste –rió débil y con acritud–. Pero créeme cuando te digo... te digo que eres lo único en lo que mis dos "yo" están... completamente de acuerdo.

–No sabes lo que dices. Estás delirando –repitió con poca seguridad en la voz.

Marco tomó su barbilla para que le mirase.

–Tardé demasiado en darme cuenta que en mis planes nunca estuvo hacerte daño.

Intentó besarle. Ace le cortó apartándose de él.

–Para. No es el lugar ni el momento. Sigo sin confiar en ti.

Pero el rubio le sonrió. Adelantó un paso hacia él, tomó el rostro del pecoso entre sus manos.

–Te quiero –le susurró al oído.

Intentó besarle de nuevo. Quizás lo hubiese conseguido, pero sus fuerzas se consumieron antes de que lograra tal propósito. Nuevamente, se desmayó entre los brazos de Ace que casi no alcanzaron a salvarle del choque contra el suelo. Los ojos del pecoso se tornaron vidriosos.

–Solo estás delirando.

Le abrazó con fuerza.

 

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Atracaron el bote justo en la boca de la calavera. Todavía seguía oscuro y no parecía haber rastro de los piratas. Mejor, aún les podían coger más ventaja. O eso creyeron porque, nada más pasar por el umbral, fueron agarrados, apaleados, desarmados, registrados y puesto de rodillas.

Las luces se encendieron acabando con la penumbra. Los tres hermanos junto con el robot se encontraron rodeados de bucaneros. Todos sus compañeros estaban vivos, a la vez que atados y amordazado; el profesor y Law con cuerdas, los yokais con cadenas. Para ninguno de los recién llegados pasó desapercibido la imagen de debilidad moribunda que presentaba Mihawk, orgullosa a pesa de todo, la sangre seca en la cabeza de Vivi, las quemaduras del perlado o las hinchazones moradas y rojas que deformaban la cara del intelectual.

El mapa ahora residía en manos de Shanks.

–Así que era verdad que estaba en el barco –jugaba con la esfera alzándola con una mano y recogiéndola al vuelo–. La vida a veces se manifiesta de maneras extrañas.

–¡Nos dejaste hasta el amanecer! –le espetó Luffy a gritos–. ¿¡Es que nunca te vas a cansar de mentir!? ¡Tramposo!

El cyborg le hizo un burla con la lengua muy típica del Shanks de siempre.

–¿Tramposo? ¿Quién nos a robado el bote a media noche?

–¡Para esto, Shanks! –le pidió Ace–. ¡Marco está en la enfermería del barco! ¡Teach le atacó con veneno de ondina! ¡Necesitan que lo atienda!

El capitán pirata mostró un fulgor de preocupación en sus ojos. Sin embargo, rió.

–Es una mentira demasiado gorda para que me la crea, Ace. Aunque reconozco que me sorprende que hayáis despistado a esos tres.

–¿¡Qué mentira!? ¡Marco salió a defenderte frente a Teach y al jodido motín que tenía contra ti!

Hubo un silencio tenso durante unos segundos. El pecoso se dio cuenta de lo que había hecho. Teach siempre había sido el verdadero capitán. Si la falsa autoridad de Shanks caía en ese momento estaban todos muertos.

Shanks rió a carcajadas.

–Bien, bien. Dejémonos de hacer el payaso. Tenemos un tesoro que buscar.

Estuvo bien jugado. Ignorando a Ace seguía manteniendo su actitud de ingenuo que tanto creían los piratas, usando la palabra "mapa" desviaba la atención completamente del tema.

Luffy recordaba la primera vez que abrió aquella esfera. Un montó de luces verdes emanaron de esta para hacer un gran plano del universo. Cuando Shanks lo hizo la cosa no funcionó así. Las luces no fueron verdes sino rojas; no mostraron ninguna indicación, tan sólo una letras en grandes diciendo "esta persona tiene el acceso denegado a esta información".

–¿Qué? –el falso cocinero no se lo quiso creer.

Lo intentó de nuevo, una segunda vez y hasta una tercera. Fue a la cuarta cuando las pequeñas luces rojas se transformaron en una cara. Luffy la reconoció. Era la del aquel anciano.

–¡Señor Rayleigh! –gritó el robot.

–¿Le conoces? –preguntó Sabo.

–Claro que sí, fue él y Roger los que me dejaron aquí.

No hubo tiempo para más, aquel busto de luces empezó a hablar.

–Si este mensaje se emite he de suponer que eres Shanks Akagami, que has conseguido el mapa. Buen trabajo, muchacho, pero yo ya lo tenía previsto. No sé en que tesituras estás, pero será mejor que abandones, configuré el mapa para que ni tú ni ninguno de los que te siguen lo pudieran abrir más que a porrazos. Aquí acaba tu viaje. Vuelve a casa.

El rostro del anciano desapareció. La cara de Shanks se había quedado blanca, no era capaz de reaccionar. Por su parte, el resto de los amotinados estaba preparándose para amotinarse por segunda vez, con o sin Teach de por medio.

El pelirrojo levantó la mano pidiendo atención. Carraspeó.

–Todo el mundo tranquilo.

Miró a Luffy, el chico no podía saber para nada en lo que estaba pensado. Shanks le pasó la esfera.

–Ábrelo.

El chico frunció el ceño.

–No.

Shanks le dio una señal a Laffite. El hombre se puso a las espaldas de Zoro, le agarró por el pelo para echarle la cabeza hacia atrás, colocó un cuchillo sobre el ojo izquierdo del peliverde.

–Ábrelo –le volvió a ordenar.

Luffy se estremeció, miró a Zoro; el peliverde negó con la cabeza para indicarle que no cediera. El chico enfrentó a Shanks. El cyborg, por su parte, se encogió de hombros.

–Como quieras.

Una señal mas y Laffite hundió su cuchillo en el ojo del joven yokai.

–¡Aahhaa!

–¡Zoro!– gritó Vivi.

–¡Bastardo cabrón hijo de de la gran puta! –insultó el halcón al cyborg importándole poco que cualquier movimiento le hacía querer morirse. Fue a levantarse, pero lo retuvieron entre agarres y un puñetazo en la cara.

El ojo izquierdo del peliverde era ahora atravesado por una cicatriz vertical. Sangraba, sangraba mucho.

–El cuchillo contiene veneno de yokai serpiente, su ojo no se va a regenerar, y si sigue así en un par de horas morirá desangrado –hizo una pausa–. Ábrelo.

–¡No lo hagas, Luffy! –gritó desesperado el híbrido–. ¡Estoy bien!

–Será mejor que guardes silencio –le dijo el delgado hombre en tono tranquilo mientras que aún le agarraba del pelo–. Este cuchillo se puede clavar una vez por cada ojo.

–¡Esta bien! –la voz de Luffy se alzó–. Esta bien, lo haré.

Con todos observándole en sepulcral silencio, el chico empezó a toquetear el mapa y a girarlo. Esta vez sí funcionó. Las verdosas partículas de luz crearon un holograma del Planeta del Tesoro que, a continuación, se deshizo para forma una estela que señala el camino a tomar.

–¡Esa es nuestra señal, muchachos! ¡Amarrad al resto de los prisioneros y tomad los botes!

La emoción tuvo un corte drástico cuando las estela desapareció. El chico había cerrado el mapa. Shanks y él se miraron a los ojos.

–Sé que vas hacer con nosotros cuando ya tengas lo que quieres. Si eso es lo que toca lo acepto. Pero he hecho un viaje muy largo. Quiero ver ese tesoro.

Shanks pensó en ese momento que aunque chico nunca le dejaría de sorprender hasta el último momento. Suspiró con una sonrisa tras encogerse de hombros.

–Nos vamos todos –dijo firme.

 

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Dos botes, llenados entre piratas y prisioneros seguían la estela verde. Shanks iba al timón de uno de ellos, a su lado Luffy con el mapa.

–Cuanto han cambiado las cosas desde la última vez que estuvimos tú y yo en un bote, eh, chico.

Luffy se negó a responder. No sabía que pensar. Hacía un momento Teach le había dicho que el pelirrojo era lo suficientemente noble como para que se pusiera de su lado. Pero resultaba imposible de creer después de que dejara tuerto a Zoro.

Se adentraron entre la espesura de la selva, los raros árboles y plantas estaban cada vez más juntos; manejar el timón se hacía más complicado; hasta que por fin tuvieron que dejar los botes en tierra y avanzar a pie. Pero no importó, la señal del mapa era muy fuerte, estaban muy cerca.

Delegaron un puesto de vigilancia de prisioneros, los demás siguieron a Shanks, que con su sable se hacía paso entre las ramas para continuar avanzado, con este grupo fueron Luffy y Brook.

–¿Por qué al robot?

–Conoce a Rayleigh. Y yo soy el mejor ejemplo de que los que conoce a Rayleigh no hay que perderlos de vista. Además de los casi dos siglos que ha debido pasarse aquí, esta claro que no vamos a encontrar mejor conocedor de este planeta.

El esqueleto robot permaneció muy cerca del chico.

–Señor Luffy, no sé que pasa pero tengo muy malas vibraciones. No por la situación en si. Es algo inexplicable. Algo que hace que la garganta se me atragante. Aunque... ¡Yo no tengo garganta! ¡Yohohoho!

–¡Jajajaja! –se rió Luffy de la broma.

–¡Pero que cojones os pasa! –le amenazó Jesus Burgés con un golpe seco en el cogotazo del chico– ¡A callar!

El tortazo no le sentó muy bien a Luffy, si Brook no le llegaba a agarrar a tiempo se tira a por el musculoso de la máscara. Shanks puso orden al que había sido su grumete indicándole que si no se portaba acorde a los acontecimientos se quedaría con el resto de sus compañeros. Eso fue suficiente.

–Señor Luffy...

–No te preocupes, Brook –le susurró mientra su mano sobaba su irritado cogote–. Confía en mis compañeros, estoy seguro de que se les ocurrirá algo –sonrió convencido hasta el fondo.

Los piratas estaban cada vez más ansiosos, cada vez más emocionados. Luffy también. A cada paso se sentía el tesoro más cerca. Entonces sucedió. Shanks cortó la última parte de selva que se había puesto en su camino. Se abrieron paso hasta un acantilado, con silbidos y gritos de hurra.

Sin embargo, la alegría duró menos de unas milésimas. La señal se perdía justo ahí, en ese acantilado, y ahí no había nada. Por más que buscaran al Norte, Sur, Este y Oeste. No había nada más que una señal que se perdía en ese punto.

–¿Pero qué dem...?

Otearon de nuevo, con la esperanza de encontrar algo, una nueva pista. Nada. Para colmo de males, el mapa se cerró por motu propio con un fuerte "clack".

–¡Yo no es sido! –se defendió Luffy con las manos alzadas en gesto de inocencia–. ¡Esta cosa lo ha hecho sola!

Sus escusas no valían, los piratas estaban dispuestos a ponerle mano encima en el acto. De hecho lo hicieron. Jesús Burgués, le agarró la chaqueta, Luffy se revolvió y se liberó; esquivó a otros dos que iban a por él; intentó huir. Pero le acorralaron. Entre agarres y empujones acabó al borde del acantilado, a los pies de Shanks. Se miraron.

–Será mejor que averigües como arreglar esto, chico –se fijaba en la tripulación dispuesta a utilizarlo como chivo expiatorio–. Si no no podré hacer nada con todos antes de que te corten la yugular.

¿Qué había sido eso? ¿Se estaba preocupando por él? Si no hubiese estado a punto de ser asesinado por depeñamiento puede que hubiese indagado en el asunto, pero no era el caso. ¿Qué hacer? ¿Qué podría hacer?

Entonces vio algo en el suelo, entre una capa de es moho que creía por todo el planeta. Era una cavidad ¡Del tamaño del mapa! ¡De la forma del mapa!

No esperó más, incrustó la esfera en el suelo.

Hubo un gran estruendo que lo paró todo. Cuatro luces corrieron por la selva en dirección al acantilado, donde colisionaron y se elevaron hacia el cielo, justo delante de las miradas atónitas de su público. Frente a ellos, se creó una enorme puerta triangular de vértices y lados fabricado de partículas de luz. Si de esa manera el aliento no quedaba extinto, al abrirse esta, se manifestó lo más impresionante: que tras su vano se contemplaba el espacio, mas concretamente, una enorme galaxia.

–Es la galaxia de Shabondi –Shanks hablaba ahogado en sorpresa– Pero eso está a la mitad del universo.

Eso, además, no fue todo. Encima de la pequeña esfera encajada en el suelo, se formó un verdoso holograma. Una burbuja del tamaño de dos cabezas y media. Shanks, intentado entender, analizó aquel holograma esférico con los ojos, alternó su mirada entre él y la puerta. Se percató, entonces, de que dentro de aquella burbuja se guardaba el retrato de cada planeta, cada satélite, cada galaxia de universo; como la Galaxia Shabondy, que se presentaba señalada.

Pasó su mirada por otros sitios dentro de la burbuja. El planeta Soma, el planeta de los oesed, Nut, el parque de atracciones, Aladrum, el Cinturón de Asteroides... Se fijó en un sitio en concreto, en su forma de media, luna. Al pulsarlo, la puerta se cerró y se abrió; ahora de cara al Puerto Espacial, donde su viaje había comenzado.

Su adrenalina subió. Probó varias veces en diferentes sitios del holograma. La puerta se abría y se cerraba dando paso a aquellos lugares con precisión. Shanks, sobrecogido, entendió aquel truco. Era el método de Roger para aparecer y desaparecer en cada una de sus incursiones, en cada una de sus aventuras. Pero más que entender recordó. Él nunca había estado en ese planeta, pero si en la galera del Gran Pirata. El mecanismo era parecido. ¿Lo controlaba a remoto desde allí? Sonrió con nostalgia, era para una de las cosa que había hecho ese viaje, para entender a su capitán, saber más de él, pero no creyó que a esas alturas de la vida...

–¡Pero que pasa con el tesoro! –le despertó una de las voces de las personas que estaba ahí.

–¡No me digáis que esto es todo!

Shanks miró al chico, preocupado, después al robot llamó su atención. Algo raro le pasaba, parecía a punto de colapsar en un cortocircuito.

–Todo esto... se me vienen imágenes partidas... Crentroide del mecanismo, centroide del mecanismo.

"Centroide del mecanismo". Con la primera vez bastó para que esas tres palabras se quedaran en la cabeza de Shanks. "Centroide del mecanismo". Era una pista, tenía que serlo. ¿Pero a qué se refería?

Espera, pensó, este planeta no está echo de tierra. Lo había visto, tampoco había animales, las plantas que habían era como moho desarrollado. ¿Podría ser que el planeta entero fuera una máquina, un mecanismo?

–Y el centroide...

Buscó en la burbuja holográfica el Planeta del Tesoro. Pulsó en su núcleo. Ahí estaba.

 

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En los botes los prisioneros seguían amarrados. Zoro temblaba de manera exagerada, la cara le sudaba. Habían tenido la delicadeza de taparle la cuenca vacía de su ojo con una venda, pero claramente no estaba para nada bien. Mihawk no podía dejar de estar pendiente.

–No me mires así, ¿quieres? –la voz del peliverde era como granos de arena–. Tú tampoco estás para tirar cohetes.

Tenía razón. Su hombro se encontraba en el mismo estado o peor que cuando aterrizaron en ese planeta y los jodidos antibióticos mermaban su capacidad para todo. Pero aún así. El halcón se inclinó hacia el peliverde, hacía su ojo, con la boca abierta. El híbrido se apartó.

–Esto aún tiene veneno –le explicó el joven yokai–. Tú saliva no haría efecto –le sonrió–. No te preocupes, Mihawk, no te voy a dejar solo.

Mihawk pudo haberse desecho en aquel mismo momento. Se juró que se lo haría pagar a Akagami.

El narizotas estaba inquieto, lo mínimo que se podía estar en unas circunstancias como esas; pero no sólo por las circunstancias en sí. Lo habían colocado espalda con espalda a Law y el perlado, aún con los ojo tapados, no dejaba de moverse.

–¿Se puede saber que haces? –le susurró exasperado y con esfuerzo debido a la hinchazones de su cara.

–Tranquilícese y déjeme concentrarme –le regañó en el mismo tono.

El intelectual oyó una especie de engranaje abrirse, sintió las cadenas de Law más flojas.

–Profesor –le susurró Law, aún con los ojos tapados– ¿Quién es él que se ha quedado a vigilar?

–Sólo una –dijo con cautela–. Catalina. No sé si se habrá quedado alguien más por ahí.

–¿Va armada?

–Sí, con una pistola en la cintura.

–¿A la derecha o a la izquierda?

–A la izquierda.

–Bien –hizo una pausa–, insúltela.

–¿Qué? ¿Estás loco?

–Hágalo, profesor.

–¿Y porqué no lo haces tú?

–Necesito que se fije en usted. Hágame caso. Sé lo que hago.

–Está bien... –tomó aire, fuerzas, valor–. ¡Eh tú, arpía! –llamó a la mujer– ¿¡Tú madre que te daba el pecho o la espalda!?

–¿¡Qué dices, pedazo de mierda!? ¿Te crees que eres el más indicado para hablar, narizón!?

–¿Narizón yo? ¡Deberías verte al espejo! ¡Y eso que es la parte más bonita que tienes porque es tan grande que te tapa media jeta!

No hacía falta que intentara colmar más su paciencia. La mujer con cola de lagarto adelantó sus largas zancadas hacia él y le agarró del cuello de la camisa. Lo que no sabía la mujer es que se estaba poniendo a merced de Law, pero lo supo en cuanto éste se levantó, con las manos libres y la pistola voló desde su cinto hasta la mano del perlado; éste apuntó al entrecejo de la mujer.

–Será mejor que te quedes quietecita –se quitó la venda de los ojos–. Me duele la cabeza a horrores del esfuerzo y cuando me achicharran con una descarga eléctrica me pongo de muy mal humor.

Catalina no era una mujer que se amedrentara, mucho menos estúpida. A pesar de la extraña proeza del perlado, sabía que no estaba en condiciones para reaccionar rápido, mi mental ni físicamente. Para la mujer lagarta hubiese sido muy fácil hacer un grácil giro y arrebatare la pistola de un coletazo. Sin embargo, por contra, era también una mujer soberbia, no se preocupó por el resto de prisioneros. Cuando se puso a merced de Law, también lo hizo de Vivi; la chica, con sus dientes y mandíbula de yokai, mordió la cola de la lagarta y se la arrancó de cuajo.

Era sabido que, aunque un lagarto pierda la cola, esta pérdida no produce gran daño y con el tiempo vuelve a crecer. Sin embargo, la conmoción que sufrió Catalina se prolongó lo suficiente para que el profesor, siempre listo para encontrar su oportunidad, le diera un cabezazo en los dientes y le partiera unos cuantos. La mujer cayó de espaldas sobre el suelo del bote. Se fue a incorporar, pero, desde esa baja posición se topó con las amenazantes miradas, a diestro y siniestro, de Zoro y Mihawk; aun con con sus heridas y karioseki, sus auras se hicieron tan intimidantes como las de los torturadores de Impel Down, no dudarían en hacer las misma maniobra que la peliazul, solo que con partes inregenerables. Sin olvidar, que Law le seguía apuntando. Subió las manos en gesto de rendición.

–¿Cómo has hecho eso? –le espetó Catalina a Law–. Creí que los perlados necesitabais de ojos y manos para mover cosas con la mente.

–Excepto el Maluka –dijo con una sonrisa de suficiencia–. El Maluka puede hacer lo que le de la real gana.

 

Continuará...

Notas finales:

Estoy bastante contenta con los cambios de este capítulo. En la anterior versión, al grupo que se quedó en la calavera, a penas pude darle protagonismo, casi quedan como macetas, pero aquí cada uno hace su parte, o por lo menos, lo intenta xD


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