7-La trampa
La cara de Devlin lo decía todo. Estaba disfrutando de la vista. Es que el bien sabía que no podía arruinar el gran día de la obra de graduación pero también quería ver lo que iba a pasar por lo que lo planeó para el ensayo.
Si bien Romeo no era un guerrero el traje de gala que usaría en la fiesta de disfraces de los Capuletto tenía adornos de tipo militar y el castaño luciría la misma ropa toda la obra. La sonrisa de satisfacción en el rostro del villano no podía ser mejor mientras veía como en el escenario los protas se veían por primera vez.
La historia fue avanzando hasta que se encuentran cara a cara los apasionados protagonistas. El ceño de Wheeler y la pereza para actuar del ojos azules eran de esperar lo que causaba grandes furias del director de la obra y el profe Sholomón los miraba con atención esperando cualquier desliz para burlarse.
Oye perro mas vale que lo hagamos mejor. No pienso pasar vergüenza por tus estúpidas inhabilidades—dijo Seto con cara de cansancio.
¿Estás diciendo que yo soy el culpable de que esto no ande?—preguntó desafiante el melado.
¿Acaso alguien de este mundo podría creer que eres una doncella frágil y amorosa? Más creerían que eres la viuda de un pirata—dijo el ojos azules poniendo furioso al otro.
Acto seguido el director anunció—Bueno ya vayan a la parte del beso—
¡Si! Eso lo quiero ver—anunció el profesor Motou con los ojos brillantes.
Ambos actores le lanzaron sendas miradas que decían “Que se fuera al fin del mundo” mientras se preparaban para besarse en la mejilla como habían acordado.
En el instante que sus pechos empezaron a acercarse para consumar tal acto los ojos de cierto pelinegro también comenzaron a brillar en demasía y luego de unos segundos cuando sus labios iban a tocar la piel del otro llegó la húmeda sensación que hizo que el rubio abriera los ojos con estupor y el repentino sonido de algo explotando llegara a oídos del castaño quien se hizo para atrás por reflejo y después ambos miraron al pecho del ojos mieles donde vieron como se esparcía la humedad que bajaba.
¡Vaya a eso llamo un beso húmedo! ¡Jajajajaja!—reía el viejo Motou mientras cierto ojos verdes sonreía complacido. Todo el mundo se quedó mirando a los protas, pero no con admiración precisamente.
Las risas emulativas al carcajeante profesor no se hicieron esperar. Todos los compañeros que ahí estaban los miraban como a los payasos del circo.
El ego de Kaiba estaba profundamente herido y miró a su compañero con ansias asesinas.
Joseph también estaba atacado en su ego. La humillación era tan vasta que por primera vez en su vida no pudo gritar con desafío y se fue del lugar seguido del furioso castaño.
Oye perro esto no te lo voy a perdonar—dijo el indignado Kaiba.
¿Acaso piensas que lo hice a propósito?—preguntó el melado.
Yo digo que se vio muy bien. Deberíamos dejarlo así—dijo Duke desde el vano de una puerta mientras trataba de contener la risa.
No seas malo senpai—dijo un compañero que evidentemente hacía lo mismo perdiendo el control pronto y dejando salir carcajadas.
Joseph siguió de largo y tras este el furioso Seto quien en una esquina agarró a Julieta del brazo y la obligó a pararse y enfrentarlo.
¿Acaso piensas arrastrarme contigo a tu desaliñado mundo? Yo no pienso acabar mal la secundaria por tu culpa—dijo el ojos azules.
¡Oh! Pobre don perfecto arrastrado por este perro callejero. ¿Eh?—dijo ahora también furioso el rubio. Estaba cansado de que el otro lo culpara y lo humillara. Puso cara de que disfrutaba del sufrimiento del otro aunque todo él estaba contrariado por la humillación pública sufrida.
¡Porque tú vayas a acabar como mendigo en algún barrio no pienso ser arrastrado por ti, idiota!—le retrucó el mayor pero un momento después sonó un celular. Cosa ilógica pues en el colegio estaba prohibido llevarlos por lo que el castaño se sorprendió y entonces el melado, para su asombro, sacó uno del bolsillo después de mirar a todos lados.
¿Tú llevas…?—estaba asombrado y furico de que el otro.
Joseph simplemente lo ignoró y preguntó al teléfono que pasaba. Algo pasaba pues su cara se sorprendió y añadió que iría en seguida.
¿A dónde te crees que vas? ¿No tienes agallas para enfrentarme?—dijo el ojos azules a la figura que se alejaba corriendo.
¡Lo que no tengo es tiempo para perder contigo!—contestó Wheeler mientras salía por la puerta trasera de ese edificio directo a la valla que saltó con premura como un ladrón experto.
El disgusto de Seto era tanto y sus ganas de enfrentarlo juntas con la curiosidad lo llevaron a seguir sus pasos y así escapar del suntuoso colegio privado.