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Los idiotas se enamoran por LaylaRedfox

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Los idiotas se enamoran

9. Los idiotas lo logran

Hinata se atragantó con su propia saliva, Kageyama se quedó de piedra, y la mandíbula de Tsukishima cayó hasta el suelo.

Yachi parpadeó dos veces, antes de musitar un leve ‘¿eh?’

Y Yamaguchi. Yamaguchi estaba que se moría ahí mismo.

Después de casi nada, ambos chicos enrojecieron hasta las orejas. Yachi se había quedado sin habla. Tadashi cerró los puños con fuerza, y pensó que si ya había cometido la desfachatez de decirle eso, ya nada podía ser peor.

—Sí — dijo al final —, me gustas, Yachi. Me gusta esa sonrisa tuya, cuando hablas, cuando te ríes — el color en su cara se hacía cada vez más intenso, pero no le importó —. Ese brillo en tus ojos cuando te emocionas… simplemente… me gusta.

Iba a decir que le encantaba, que lo adoraba. Pero no quería parecer desesperado, o peor, que le pareciera repugnante.

Yachi se tensó y comenzó a temblar, más roja de lo que ya estaba.

—P-Pero, c-cuando… — tartamudeaba tanto que Yamaguchi temía que se mordiera la lengua, pero de la nada se recompuso y se enderezó — ¡Más importante! ¡¿Cómo?!

Yamaguchi se quedó helado.

—¿Eh?

—Es que eres genial, Yamaguchi — empezó diciendo —. Cuando estoy contigo deslumbras alegría y confianza — se llevó una mano al pecho —. Yo soy un manojo de nervios.

Dejó pasar el hecho de que había quitado el sufijo de nombre, intentando mantener la compostura. Sin embargo, tenía que refutarle eso.

—¡Yo no soy confiable! ¡Y yo también soy torpe y me pongo nervioso con facilidad, Yacchan! — su cara volvió a enrojecer — ¡Ni siquiera sé cómo sigo hablando contigo y no he muerto todavía!

—¡Pues yo los soy más! ¡Dime aunque sea una cosa buena de mí! — le señaló alterada, luego cayó en la cuenta de lo que acababa de decir — ¡¿Ves?! ¡Hasta mi autoestima esta por los suelos!

Yamaguchi se lo pensó un segundo.

—Cuando llegaste al club ¿sabes qué fue lo primero que…? — ni siquiera lo había pensado bien en realidad, por eso se dio cuenta de lo que estaba por decir —. Ay no, si lo digo siento que moriré. Ehh, esos nervios tuyos, me parecen… me parecen ah, ¿Cómo decirlo? Son…

—¡ASÍ NUNCA VAN A LLEGAR A NADA!

Ese día seria recordado como el día en que Hinata había enloquecido, y Yamaguchi había muerto. Eso a Tsukishima y a Kageyama les constaba. A esos dos, que se habían pegado contra la pared para no ser descubiertos por culpa de ese idiota que se había plantado en la puerta del gimnasio como un guerrero.

—Ese imbécil… — murmuraba Tsukishima con una mano en la cara.

—Idiota, Hinata idiota… — no hace falta decir quien decía aquello.

Hinata caminó dentro del gimnasio y se plantó delante de Yamaguchi.

—¡Debes ser más directo! — le replicó — ¡Si te vas por las ramas no llegaras a nada!

Luego miró a Yachi.

—¡Y tú no deberías subestimarte tanto! ¡Yamaguchi te está diciendo cómo se siente, escúchalo mujer!

Los otros dos se habían quedado callados, y Yacchan pareció sopesar las palabras de Hinata.

—Lo siento… me tomaste por sorpresa, es solo que… — intentó decirle a Yamaguchi.

—¡No, no! ¡Discúlpame a mí por soltar el tema tan de repente! — Tadashi sacudió las manos en señal de negación.

—Pero ya hablaste, ahora tienes que aclararlo todo — soltó Hinata.

Yamaguchi lo miró mal, con una vena sobresaliendo por su frente.

Un pesado suspiro se escuchó fuera del gimnasio. Después de eso entraron Tsukishima y Kageyama también.

Yachi palideció, al igual que Yamaguchi.

—¿Estaban escuchando? — cuestionó Yachi alterada.

Miró a Yamaguchi, quien miró al trio de animales que tenía por amigos, y luego a Yachi de nuevo. En su cara se podía notar como quería que se lo tragara el piso del gimnasio. Estaba por salir rápidamente del lugar y correr a la calle a probar suerte y ver si lo atropellaba un camión, pero Tsukishima lo detuvo por el brazo.

—Sí, nosotros planeamos esto Yacchan — dijo Kei con voz neutral.

Ahora sí que Yamaguchi se quería morir. Su cara explotó al rojo vivo a causa de la vergüenza.

Yachi estaba igual, por no decir peor.

—Planeamos esto porque somos sus amigos, y nos importa cómo se sienten — siguió diciendo Tsukishima.

Hasta ese punto Kageyama lo miró extrañado, como pensando, a este tipo sí que le importan los demás. Tsukishima le devolvió una peor mirada.

—Yamaguchi de por sí ya es idiota y torpe — dijo Tsukishima.

—Hey.

—Pero nosotros, que estamos obligados a pasar todo el día con él aunque no queramos…

—En serio, me lastimas.

—…Podemos ver como es mucho más idiota y torpe cuando piensa en ti, Yacchan — terminó de decir Kageyama.

El combo extraño asintió.

—Y no solo eso, este tipo puede parecer inofensivo — dijo Kageyama —, pero cuando alguien se te acerca pone una mirada de cómo, ehh ¿querer matar a alguien?

 —Eso — aceptó Tsukishima.

—Aja, y el idiota aquí es testigo de ello — señaló a Hinata —. Por ti sale a relucir su lado desconocido, pero eso no es del todo malo. Yamaguchi tiende a no decir lo que piensa a veces, y eso lo consume y se vuelve una carga.

A Yachi le temblaron los labios.

—¿Yamaguchi-kun sufre por mi culpa?

Yamaguchi casi grita, pero Tobio prosiguió al instante.

—Por supuesto que no. Digamos que, el hecho de que le gustes y poder decírtelo, es un peso para él, pero eres el peso más preciado para él.

Hinata arqueó la ceja y Tsukishima ladeó la cabeza.

—¿Qué estás hablando?

—Déjenme terminar, es la primera vez que hago esto, déjenme filosofar sobre estos dos en paz — les reclamó —. Y tú deja de mirarme como si quisieras que me dé una trombosis.

—Quiero que te de un derrame cerebral — dijo Yamaguchi en tono depresivo.

Hinata lo señaló.

—¿Ves? Este tipo se pone agresivo por ti.

—Basta, están metiendo la pata. Hasta el fondo — ordenó Tsukishima imponiendo orden.

Cogió al par de imbéciles y se hicieron a un lado.

—Solo escucha lo que tiene que decir Yamaguchi, por favor — pidió el más alto.

Yachi miró a Yamaguchi entonces. Y este tipo aun con deseos de que se lo tragara la tierra o que lo atropellara un auto, respiró hondo y comenzó a hablar. Claro que, esta vez sí se lo pensó bien antes de decir la primera palabra.

—Si me preguntas el cuándo, puede que sea en algún momento del año pasado — comenzó diciendo —. Pero si me preguntas el cómo… ¿es posible responder eso de todos modos? — se rascó la nuca encogiéndose de hombros —. Cuando me di cuenta ya solo pensaba, que tú eres más sorprendente de lo que ya eres — alzó la mano cuando Yachi quería decir algo —, no me contradigas esta vez. Es cierto que ninguno aquí es perfecto, pero tú, para mí sí lo eres.

Los hombros de Yachi cayeron y temblaron. Yamaguchi sonrió con calidez.

—Me gusta pasar tiempo contigo, Yachi. Aunque hablemos de cosas sin importancia, cosas aburridas, cosas divertidas, en esos momentos me siento tranquilo — todo eso lo decía mirando el suelo, pero tenía que obligarse a mirar a Yachi —. Cuando dije que me las arreglaba para saber cosas sobre ti no estaba bromeando, me siento un poco mal por decirlo así, pero es la verdad. Todo lo que te dije era verdad. Incluso el que… quizás ya sea algo más que un gusto.

Se miraron unos segundos, y eso bastó para que volvieran a enrojecer. Yamaguchi miró un punto en el techo, y Yachi miró el suelo, jugando con sus dedos.

—¿Y son suficientes las cosas que necesitas saber? — preguntó sin mirarlo.

Yamaguchi dio un respingo.

—Sé lo suficiente para decir que me gustas — dijo con seguridad.

Yachi asintió. Luego respiró hondo.

—Sé que no me vas a corresponder ahora — habló Tadashi con rapidez —, o talvez no lo hagas. No hace falta que…

—Yo no dije que te iba a rechazar — le cortó Yachi.

Yamaguchi se quedó mudo.

—Tú me preguntaste si yo estaba dispuesta a conocer a alguien de esa manera, de una manera para poder decir sí me gusta o no — comenzó Hitoka —. Y yo dije que dependía de la persona… y si esa persona es Yamaguchi… — dejó de mirar el suelo, y con las mejillas rojas como tomates pero con una sonrisa sincera miró a Tadashi —… me encantaría conocerte de esa manera.

Los hombros de Yamaguchi cayeron, como si un peso enorme de encima se hubiese desvanecido.

Los otros tres estaban ahí a un lado observando y escuchando todo. Pudieron notar también que Yamaguchi se había relajado enormemente. Entonces entendieron que no era solo el peso de guardar sus sentimientos hacia Hitoka, sino también estaba el peso que causaba el miedo al rechazo. Y Yachi, con esas palabras se lo había quitado de encima. Sin embargo…

—Pero… — dijo Yachi para temor de todos —… yo soy una persona algo vacilante, y si no me aprecio a mí misma todavía, tengo miedo de no llegar a valorar tus sentimientos como se debe… — Yamaguchi la miró preocupado — ¡No quiero decir que no te corresponda! Sino que… aun necesito un momento para pensar, y luego poder decir “ah, ya soy lo suficientemente buena para estar con este chico tan genial” — dijo mirando alguna parte del techo —. No sé cómo, pero te prometo que no me tardare. Sé que esto pudo haber sido un peso para ti, y pedirte esto puede que sea otro peso más pero…

—Por ti vale la pena esperar — cortó Yamaguchi.

Y de nuevo se hizo el silencio y las caras de ambos explotaron en rojo vivo.

—¿Así estarán durante algún tiempo, eh? — comentó Kageyama, causando que Tsukishima resoplara.

Pero entonces Hinata, como si no tuviera suficientes ideas todavía, volvió a hablar.

—¿Y si cuando ganamos las nacionales empiezan a salir? — dijo al aire, sorprendiendo a todos.

—E-Eso es muy lejos todavía — dijo Yachi.

—Además deberían ser metas más realistas, creo — comentó Tsukishima pesadamente.

Yamaguchi parpadeó.

—Si vamos a las nacionales… — dijo captando la atención de Yachi —… sal conmigo.

Yachi se sorprendió.

—Te prometo que anotare 10… ehh, 7 puntos contra cualquiera a quien nos enfrentemos en la final — dijo entre seguro y nervioso.

—¿Ves? Ese es una meta realista — dijo Tsukishima señalándolo —. Esos puntos se los dedicaras a Yacchan ¿verdad?

Yamaguchi enrojeció, de nuevo. Tsukishima sabía que sino decía algo como eso, Yamaguchi no lo iba a decir, y eso era lo único que faltaba para aclarar la situación. Tsukishima entendía. Era un genio para todo. Y Yamaguchi comprendiendo que quería ayudarlo, asintió al final.

—Si alguien como él puede anotar esos puntos solo por ti, teniendo en cuenta lo que puede lograr, en este caso ir a las Nacionales, deberías sentirte segura de ti misma — explicó Tsukishima —. Para cuando ganemos la final quiero que pienses cosas como “ah, él hizo eso por mí, arriesgando todo. Vaya que valgo mucho” — dijo mirando haciendo gestos con las manos —. Quiero que pienses eso, Yamaguchi te hará pensar eso. No hay quejas.

Yachi miró a ambos chicos sin saber que decir, pero al final solo pudo asentir y sonreír. Pensaba, esos chicos son increíbles, a esos chicos de verdad le importaba.

Cuando parecía que alguno quería señalar otro punto, por la puesta entró Shitasawa.

—Ah, aquí esta Yachi-san — dijo sorprendiendo a todos —. Las chicas quieren hacer un reconteo de los víveres para el desayuno de mañana, tenemos que estar todas.

—¡Ah! Ya voy — dijo rápidamente, luego miró a los muchachos —. Supongo que… b-buenas noches.

Apenas podía mirar a Yamaguchi, pero le sonreía aun así. Y con esa linda sonrisa se retiró con Shitasawa fuera del gimnasio.

Antes de que alguno se diera cuenta, Yamaguchi ya estaba tirado en el suelo, literal, echando humo por las orejas.

—Siento que moriré…

Los otros tres le aplaudieron por 5 segundos, Yamaguchi los miró confundido con la mejilla pegada al piso.

—Me has sorprendido, Yamaguchi — dijo Tsukishima —, no pensé que soltarías algo como eso justo ahora.

—Pensé que estarías bien con solo pasar el rato con ella — comentó Kageyama —, también me sorprendió que lo dijeras.

—¡No es como si hubiera estado pensando con claridad en ese momento! — exclamó Yamaguchi poniéndose de pie y encarándolos.

—Pero lo dijiste — dijo Hinata.

—Y tú entraste — suspiró Yamguchi —, no sé si estar agradecido contigo o no… ¿En qué momento llegaron por cierto?

Kageyama también los miró de forma insistente.

—Cierto, ¿A dónde los llevaron?

Hinata y Tsukishima se miraron. Luego miraron a los otros dos con las barbillas en alto de forma presumida, claro que Hinata exageraba más que Tsukishima.

—Kuroo-san nos llevó a un partido de práctica con su equipo donde estaban Daichi-san e Iwaizumi-san — explicó, causando que Tobio agrandará los ojos.

—¡Guah! ¿Contra quién? — preguntó Yamaguchi.

Hinata respiró hondo.

—Contra el gran rey y Bokuto-san — dijo con un brillo serio en la mirada.

Tsukishima no pudo evitar reír con sorna al ver la expresión de estupefacción de Kageyama.

—¿Bokuto-san y Oikawa-san sí están en la misma universidad, entonces? ¿Oikawa-san se enfrentó a Iwaizumi-san? — Tobio no podía creerlo —. Maldición, hubiera querido ver eso…

Hinata rio ante eso. Luego frunció los labios.

—Los de primero están haciendo planes a futuro muy rápido — se quejó, y fue rápidamente a tomar uno de los balones repartidos por el suelo —. ¿Y ahora resulta que Yamaguchi quiere hacer un servicio de salto? Esto es el colmo — con el balón en la mano señaló a Tobio — ¡Enséñame en servicio de salto a mí también!

Kageyama parpadeó, mientras Tsukishima arqueaba la ceja.

—¿Quieres hacer servicio de salto, fintas y remates todo junto en un solo partido? — cuestionó el más alto —. Aunque se trate de ti, fenómeno con energía infinita, te vas a hacer daño.

Yamaguchi y Kageyama abrieron la boca formando una redonda ‘o’.

—Tsuki se está preocupando por Hinata.

—¿Qué les hicieron en ese entrenamiento?

Tsukishima los miró mal.

—¿Tú no opinas lo mismo, acaso? — preguntó mirando a Kageyama.

Este ni se lo pensó.

—Lo que dices cierto, Hinata no necesita aprender servicios con salto ahora — respondió.

—¡Hey!

—No deberías preocuparte por si los de primer año tienen un saque potente o más altura — le dijo Tobio —. Ellos todavía no son titulares, tú lo eres. Y al ser titular, ¿Qué es lo mejor que sueles hacer?

—Anotar puntos — dijeron Yamaguchi y Tsukishima al unísono.

Hinata los miró a los tres con el ceño fruncido, pero aceptó la situación.

—¡Entonces practica los remates conmigo! — le espetó a Kageyama colocando el balón contra su pecho.

Para sorpresa de todos, Tsukishima le quitó el balón de las manos. Le dio una ojeada al gimnasio completo.

—¿Cómo cuánto tiempo lograste apartar este lugar? — le preguntó a Kageyama.

Le dio una ojeada al reloj que estaba colgado en la pared. Eran las siete de la noche con un poco más.

—Como hasta las ocho — le respondió.

—Juguemos un dos contra dos, entonces.

Nuevamente, los demás lo miraron con la boca abierta, pero esta vez de una manera más exagerada.

—No hace falta que me miren así — les espetó Tsukishima, luego carraspeó —. Hinata quiere practicas remates, y la verdad es que yo también — dijo para sorpresa de todos —. Y seguro que Yamaguchi quiere seguir practicando este servicio con salto, para mañana empezar a combinarlo con el servicio flotante — miró a Yamaguchi, y este a pesar de su sorpresa, asintió —. Por eso juguemos un dos contra dos, pero el combo raro no puede quedar junto ahora. No me cuestionen — levantó la mano cuando Hinata y Kageyama le iban a decir cualquier cosa —, y hagan lo que les digo. Yamaguchi no solo tiene que practicar sus saques, tienes que practicar los pases también.

El nombrado sudó frio, recordando muy bien que el entrenador le había dicho lo mismo, y él no quería tocar el tema, y lo había contradicho por completo al pedirle a Kageyama que le enseñe el saque con salto. Estaba en falta, y muy a su pesar Tsukishima lo sabía.

—Muy bien… — aceptó decaídamente.

Tsukishima asintió.

—Limpiemos un poco antes de empezar — dijo refiriéndose a los balones repartidos por todos lados —. Yamaguchi, quédate con el idiota uno, yo tendré al idiota dos.

Yamaguchi se deshizo de todas sus ganas de reí y logró asentir.

—Obviamente, Hinata es el idiota número uno — dijo Tobio con el ceño fruncido.

—¡¿Cómo dices?!

Recogieron todos los balones del suelo y empezaron a jugar. Talvez al inicio estaban un poco descoordinados, y Kageyama tenía un montón de puntos que refutarle a Tsukishima y a Yamaguchi, pero se las arreglaron y continuaron. Los reflejos de Yamaguchi estaban mejorando poco a poco, igual que sus levantadas, y Hinata no tenía problemas para rematar sus cambiantes pases, el problema era cuando los otros dos idiotas gigantes le bloqueaban el camino. Tsukishima y Kageyama juntos eran un bloqueo atroz, eso a Hinata le constaba, y muy pocas veces le podía dar cara ya que siempre estaba en el mismo lado que Kageyama, pero ahora que estaban en lados distintos de la cancha, en ese pequeño juego amistoso, podía sentir la presión que esos dos imponían. Y por alguna razón, eso solo lo impulsaba más. Tsukishima también estaba mejorando sus remates, saltando hasta lo más alto que podía, y Kageyama le colocaba el balón mucho más alto a propósito, solo para verlo saltar.

Iban a la par, ninguno de los dos lados daba su brazo a torcer. Era la primera vez que practicaban de esa manera, y de alguna manera, se divertían y emocionaban sin darse cuenta, sacando a relucir todo lo que podían demostrar. Kageyama y Hinata ya eran idiotas del volley de por sí, Tsukishima quería lucirse y dejarlos en ridículo, y Yamaguchi tenía una meta específica, la misma que tenía todo el equipo pero esta vez había algo que lo motivaba mucho más.

Tanto se habían metido en el juego, que ni habían notado como Kenma, Tora, Tanaka y Ennoshita los miraban desde la puerta.

—Recuerdo cuando eran todos disparejos y torpes — dijo Tanaka al aire, bajito para que no lo escucharan los de segundo —. Y mirándolos ahora, siento que no podría ganarles.

—Dan ganas de entrar y jugar contra ellos — comentó Tora cruzado de brazos.

Kenma y Ennoshita asintieron. El segundo le dio una ojeada al capitán de Nekoma por el rabillo del ojo, antes de volver a mirar a los de primero.

—Nos nos quedaremos atrás — dijo Kenma al aire, causando que Ennoshita esbozara una diminuta sonrisa.

—Nosotros tampoco — dijo con las manos en los bolsillos.

Kenma resopló, quitándose un mechón de pelo de la cara.

—Sé que sonaría mucho como algo que solo diría Kuroo, pero quiero decirlo — miró a Ennoshita por el rabillo del ojo —. Encontrémonos también esta vez en el estadio nacional.

Ennoshita agrandó la sonrisa.

—Claro que sí.

Después de eso, dejaron al cuarteto de segundo seguir jugando a sus anchas.

.

.

.

Pasaron dos días. Dos días en los que Yachi y Yamaguchi no podían estar en el mismo ambiente y mirarse a la cara sin que sus caras exploten como volcanes. En medio de todo eso, ya todos en el campamento sabían que esos dos estaban en algo. O bueno, en casi algo. Hinata fue muy bueno, o muy idiota, en aclarar la situación de ambos, y Yamaguchi lo quiso matar. Había mencionado su promesa de salir juntos de si iban a las nacionales, y ante eso todo el equipo de Karasuno no podía estar tranquilo.

Los de tercero, más Tanaka y Noya en específico le prometieron su ayuda, y que llegar a las nacionales era un hecho. Así que por esa razón todos estaban como locos al momento de los entrenamientos, irradiando emoción y alegría por donde quiera que fueran. Eran una parvada de idiotas del volley, pero esa idiotez motivaba a todo el mundo, lo cual hacia que los partidos fueran más intensos y serios. Nadie daba su brazo a torcer, y nadie se quedaba atrás.

Los de primero avanzaban más de lo que cualquiera pensaría, pero eso daba oportunidad a los senpais a querer resaltar más y dejarles claro que ellos eran más fuertes. Les importaba un rábano que fueran del mismo equipo incluso. Solo les querían demostrar su fuerza. Claro que por eso, hacían más penalidades si se pasaban de la raya, o eso les advirtieron.

Todo iba bien, salvo por el hecho de que Yachi era un tomate andante cada que las chicas se juntaban y la interrogaban. Demasiada presión para Yachi estaba revolviendo su pequeño corazón, y por esa razón no podía estar a tres metros de Yamaguchi sin explotar de nervios y salir corriendo, dejando a Tadashi deprimido y abatido. Pero todos le decían que era por la inexperiencia y la inocencia del primer amor. Las chicas le decían que ya le iba a pasar, que él se concentrara en jugar si de verdad quería llegar a algo con ella, y que no debía deprimirse.

Entonces Yamaguchi sorprendió al entrenador con sus saques de salto. Si bien comentó que Shimada podría llegar a sentirse traicionado después, no era un mala idea. Que siguiera puliendo ese saque, que para tercero lo necesitaría, pero por el momento no lo usaría en los partidos. No aún.

Hinata quiso saber porque, debido a que los saques de Yamaguchi le parecían cada vez más sorprendentes. Ukai solo le respondía que no era el momento y ya. Que para las nacionales lo dejaría usarlo. Eso quería decir que ahora había dos beneficios si llegaban a las nacionales. El que le dejen servir de esa manera, y que Yachi se diera cuenta de lo importante que era para él.

Se golpeó contra una puerta a propósito tan solo de pensar en Yachi como un beneficio, o peor, como una recompensa. Que no se ahogara con eso, le decían, que nadie pensaba de esa manera. Se propusieron encontrar otra palabra para referirse a la solución de su situación con Yachi, pero después, cuando al final de la semana hayan ganado la cantidad más alta de partidos.

Pero entonces, pasaron esos dos días. Esa mañana, todos estaban comenzando a calentar, y de repente se abrió la puerta, y un pequeño tumulto de gente se alineó en un costado de la cancha.

Nadie se atrevía a decir nada, porque si lo hacía o bien podrían llorar o gritar a todo pulmón.

—¡Hey hey HEY! — exclamó Bokuto adentrándose más que los otros tipos en el gimnasio.

Eran los antiguos alumnos de tercero, que ya se habían retirado. Cuatro exalumnos del Shinzen, de Ubugawa respectivamente. Cinco del Fukurodani, del Karasuno y del Nekoma, tres cada uno. Cuando rompieron filas y se acercaron a sus antiguos equipos, comenzó la conmoción.

—¡Daichi-san! — exclamaron la mayoría de los de segundo y tercero de Karasuno — ¡Suga-san! ¡Asahi-san!

Y les saltaron encima, entre apretones de manos y palmadas demasiado fuertes en las espaldas.

En el Nekoma, los de segundo y tercero se encargaron de cargar a Yaku por los aires. Él solo alcanzó a golpear, para variar, a Lev, ocasionando que lo soltaran, pero saludó un poco conmovido a todos los demás, haciendo que Kai y Kuroo rieran.

Bokuto estaba como niño en navidad al ver a tantos chicos de primero queriendo saludarlo, tanta era su emoción que no le dio importante a como los de tercero y segundo lo ignoraban e iban a saludar a Komi, Washio, Konoha y Saru.

—¡Estos niños han dejado sus lugares de estudio solo para venir a vernos! — avisó Nekomata-sensei, con toda la voz que su viejo cuerpo le permitía emitir — ¡Se merecen un aplauso ¿no creen?!

Recibió gritos de emoción a cambio.

—P-pero Suga-san, Asahi-san, ¿ustedes no deberían estar en Miyagi? — preguntó Ennoshita de repente, confundido.

Suga rio al lado de un nervioso Asahi.

—Hicimos una escapada rápida, solo por hoy — contó el muchacho con una sonrisa.

—¡¿Se escaparon?!

—¡Increíble, Suga-san! ¡Qué audaz!

Daichi resopló.

—¿Qué clase de ejemplo les estas dando a estos niños? — inquirió señalando con la cabeza a los de primero que los miraban con ojos como estrellas.

Suga solo pudo reír.

Lo que hicieron después fue juntar a los de primero con los exalumnos, poniéndolos a jugar con los otros equipos. También integraban a los capitanes actuales de tercero, porque quería ver cómo era la relación entre todos dentro de la cancha. Y una vez que terminaban, los veteranos respondían a cualquier duda que los de primero tuvieran.

Cuando pasaron una rotación completa para que jugaran todos contra todos, pusieron a los exalumnos junto con los de segundo, e hicieron lo mismo. Así siguieron rotando hasta que los juntaron con los de tercer año, para darles una mejor perspectiva a los de primer año, que aprendían más con mirarlos jugar.

Todo iba de maravilla. Himura al fin podía preguntarle sus dudas a un armador que no emanara un aura oscura cada vez que se concentraba, Noya exhibía a Daichi con sus recepciones milagrosas y a Asahi con sus remates monstruosos para muchachos de primer año. Todo iba bien, de no ser porque Tsukishima estaba raramente nervioso. Lo único malo era que rara vez saltaba antes de tiempo, pero bloqueaba más tiros de los que dejaba anotar. Hinata y Kageyama solo podían culpar a Kuroo, que se quedaba viendo a Tsukishima cada vez que podía.

A Hinata no le quedó otra que pedir ayuda, y la única opción viable era Bokuto, porque si seguro que le decía algo a Daichi, podría golpear a Kuroo hasta la muerte ahí mismo. Y Bokuto, a quien no se le habían pegado las manías provocativas de Kuroo, sí se le pegaron las manías de Oikawa, y supo desviar la atención de Kuroo hacia él, con un remate que casi le da en la cara, pues le pasó entre los brazos. Todos aplaudieron por su puntería, pero Kuroo lo insultó hasta el cansancio. El antiguo ace de Fukurodani le mostró el pulgar el alto a Hinata rápidamente, y él le devolvió el gesto.

Después de eso, como que Tsukishima estaba más tranquilo. Kageyama podía culpar a Kuroo, pero Hinata sabía que el mayor estaba más ansioso que cualquiera. Se preguntó si Kuroo sabía que los exalumnos iban a llegar ese día. Se preguntó si Kuroo iba a hacer algún movimiento entonces. Y pensó cuando, donde. Entonces comprendió porque Tsukishima no quería saber nada al inicio, se estaba comiendo la cabeza él solo.

Pasaron 3 horas. Incluso los veteranos tenían que hacer las penalidades si perdían. Estaban agotados, podría decirse incluso que podrían quedarse muertos allí mismo, pero entonces Takeda-sensei entró en el gimnasio junto a las managers y el entrenador de Shinzen.

—¡Muchachos! — anunció el entrenador —, en vista de que somos mucha más gente debido a la llegada de sus antiguos compañeros, el comité de la escuela y nosotros, hemos decidido adelantar la barbacoa para ahora mismo.

Y eso revivió a los muertos.

Intentaron ir con orden hasta el patio trasero, donde había otras managers y profesores asando la carne. La mayoría ya estaba dispuesto a saltar sobre la comida. Kuroo era el encargado de detener a Bokuto, que era el único de los veteranos que parecía dar problemas. Kenma tuvo problemas controlando a los de primero, a Tora y a Lev, pero Fukunaga era su mano derecha cuando de control se trataba. A Akaashi todos lo obedecían. Ennoshita no tenía problema ya que Daichi estaba presente ahí también, y los de tercero y segundo no querían ser regañados.

—Sé muchos de los graduados deben tener clases que repasar o tareas que investigas — dijo Nekomata-sensei para que todos lo escucharan —, pero aun así les agradezco a todos por haber venido a apoyar a sus antiguos compañeros. En recompensa, disfruten esta comida ¡Coman todo lo que quieran!

—¡Itadakimasu!

Y como el año pasado, todos comieron a sus anchas. Había comida para todo el mundo, pero aun así la gente se amontonaba, exigiendo carne.

—No te atragantes esta vez, Kageyama-kun — le dijo Hinata burlonamente.

—Cállate — le espetó el más alto.

En eso, se dieron cuenta de que Yacchan quería pasar a través del muro de gigantes para obtener su almuerzo.

—¿Deberíamos ayudarla? — preguntó Hinata en tono bajito.

Kageyama negó con la cabeza.

—No es necesario.

Y de verdad que no lo era. Antes de que a Yachi le diera un ataque de pánico por no saber cómo cruzar ese muro, Yamaguchi ya le estaba extendiendo un plato para ella sola.

—Ten — le dijo con una pequeña sonrisa, sosteniendo su propio plato en la otra mano.

El alivio inundó la cara de Yachi, y recibió el plato muy agradecida. Claro que, cuando sus dedos se rozaron, explotaron ambos como volcanes otra vez.

—¿Y no deberíamos hacer algo con eso? — volvió a preguntar Hinata.

A pesar del vergonzoso momento, Yachi y Yamaguchi lograron entablar una conversación normal, claro que llena de tartamudeos y sonrojos, y apenas se miraban a la cara, pero al menos se hablaban.

—Meh, estarán bien — dijo Kageyama encogiéndose de hombros y metiéndose tres trozos de carne en la boca.

—Ahhh, el amor — canturreó Tanaka al lado de Tora y Nishinoya, suspirando como un papá orgulloso.

Pero él no era un papá. El papá era Daichi, quien se hacía el despistado y distraía a cualquiera que pudiera, solo para que Kuroo tuviera chances de hacer algún movimiento. Movimiento el cual Hinata y Kageyama pudieron observar con disimulo.

Kuroo tocó el hombro de un apartado Tsukishima, y le indicó que lo siguiera. Avanzaron sin que los demás lo notaran y se perdieron por un lado del edificio.

Kageyama parpadeó.

—Hay que seguirlos y ver.

—¡Que chismoso eres, Bakageyama! — le espetó Hinata, casi gruñendo.

—¿Estarán bien? — preguntó Kageyama al aire.

Hinata recordó la charla que tuvo con Tsukishima hace dos días, cuando volvían del partido de práctica en la universidad del gran rey.

 —Yo creo que sí — dijo antes de meter otro pedazo de carne en su boca.

.

.

.

Kuroo guió a Tsukishima lo más lejos posible del ruido del almuerzo, y resultaron detrás de uno de los gimnasios. Se detuvo abruptamente, pero no era como si Tsukishima lo siguiera muy de cerca. Kuroo miró por todos lados, verificando que no hubiera nadie a la vista. Tsukishima ladeó la cabeza. Finalmente Kuroo se acercó a él, y reparo en el plato con carne que Tsukishima todavía traía en las manos. Incluso seguía tragando.

—Ja, estas comiendo mejor — comentó con una sonrisa ladina.

Tsukishima se encogió de hombros mientras masticaba.

—Soy el segundo más alto del equipo, rebajado por un chico de primer año — dijo después de tragar —. Te dije, me estoy volviendo un idiota del volley también.

Kuroo asintió comprendiendo. De un momento a otro, su sonrisa confiada desapareció y fue reemplazada por un silencio nervioso. Tsukishima se dio cuenta de eso. Suspiró internamente, y pensó que era mejor solucionar la situación de una vez por todas.

—Entonces… dime lo que tengas que decir — dijo acercándose a un bote de basura que había cerca y desechando el plato de plástico y los palillos, para luego acercarse a Kuroo nuevamente —. Hinata ya me ablandó un poco, supongo.

Entonces la cara de Kuroo se descompuso.

—¡¿Escuchaste?!

Tsukishima se miró las manos.

—Lo suficiente para entender, que no soy un mero capricho, al parecer.

—Por supuesto que no lo eres — dijo Kuroo de forma decidida.

Tsukishima ladeó la cabeza.

—Han pasado ¿cuántos? ¿Más de 9 meses? — hizo como si contara —. Nunca has mencionado lo que pasó en Tokyo, aun así…

Kuroo se mordió la parte interna de la mejilla.

—…no quería espantarte — alcanzó a decir.

—Yo no me asusto tan fácil — dijo Tsukishima sin mirarlo.

Kuroo suspiró, rascándose la nuca.

—Supongo que quería ver… como sería hablar contigo a la distancia, aun si no somos nada todavía — se explicó.

Tsukishima lo miró por el rabillo del ojo.

—¿Y como te va eso?

—Es jodidamente desesperante — respondió Kuroo al instante —. Cada vez que haces un comentario sarcástico o una broma hacia cualquiera o a mi persona, o cuando no tienes con quien más quejarte y lo haces conmigo — dijo con una sonrisa nerviosa, señalándose —. Cada vez que haces eso, sin importar que sean cosas malas o buenas, solo me hace pensar ‘rayos, quisiera ver la cara que está poniendo este tipo’

Tsukishima guardó silencio.

—También quería un tiempo para saber que sentía. Y sigo pensando en ello mucho porque…

—En realidad no lo sabes — le cortó Kei —. Lo que sientes. Yo tampoco lo hago.

Kuroo se le quedó viendo.

—¿De qué manera lo podríamos saber, entonces?

Tsukishima recordó con su charla con Hinata hace dos días, y se ruborizó, apartando la mirada para que Kuroo no lo viera.

—Un idiota me preguntó si cuando pasó… el incidente…

—Aja.

—Me preguntó si cuando pasó no sentí… algo — explicó encogiéndose de hombros.

No fue buena idea no mirar a Kuroo. No se dio cuenta de que se estaba acercando, con lentitud y sigilo.

—¿Y tú dijiste…?

—Que fue muy rápido — respondió Tsukishima —. Es decir, era mi primer beso, y contigo además — seguía sin mirarlo —. Podía decir que me sentía de muchas maneras pero no sería del todo cierto. Es algo nuevo que no he explorado aun.

Kuroo guardó silencio tres segundos.

—¿Y quisieras explorarlo?

—Si tú quieres… — volteando a verlo.

Y ahí fue cuando se percató de lo cerca que estaba. Sus piernas se inmovilizaron, no podía moverse. No podía, o no quería. Los ojos de Kuroo estaban entornados y muy abiertos, mirándolo, escrutando en su interior.

—Maldición que sí quiero — dijo con voz ronca pero increíblemente suave —. Lo quiero… te quiero.

Kei agrandó los ojos, y el tonó rojo de su cara aumentó.

—Me gustas, Kei — dijo Kuroo sin titubeos —. Me gusta esa risa amarga tuya. Me gusta… esa arruga en tu frente cada vez que te molesto — le rozó un punto en la frente con los dedos — Por eso me gusta molestarte. Es lindo.

—Para, por favor — logró decir Tsukishima, avergonzado.

Pero Kuroo no paró.

—Ni siquiera he empezado realmente, hay muchas cosas que quisiera decirte. Hay muchas cosas que no sé tampoco, y me gustaría que me dejes descubrirlas.

Kei lo observó en silencio.

—¿Ese tal idiota no te dijo nada más? — preguntó ladeando la cabeza.

—…talvez haya una forma… — respondió débilmente —… de saber cómo me siento.

—¿Y cuál es esa forma? — insistió.

Kei lo miró a los ojos. Esos penetrantes ojos felinos que lo ponían nervioso pero al mismo tiempo lo hacían sentir protegido.

El miedo, las dudas en su interior al parecer se desvanecieron, porque tuvo el coraje de tomarlo del cuello de la camiseta holgada y acercarlo a su cara. Sus labios se unieron al final.

Kuroo abrió mucho los ojos, y Kei los apretó demasiado. Solo era un contacto de labios, torpe, tosco. Pero sus bocas se moldeaban tan bien que le provocaban un sentimiento cálido dentro del cuerpo. No se separaron hasta que Tsukishima se apartó ligeramente, aun sosteniendo a Kuroo por el cuello de la camiseta.

Tsukishima abrió los ojos de lentitud, para encontrarse con la cara de Kuroo. Y por alguna extraña razón, no pudo evitar reír.

—Pff… estas rojo, Kuroo-san — le comentó con una sonrisa nerviosa.

—Tú también lo estas — acotó Tetsuro —. Deberías haberme visto cuando me dejaste en Tokyo y saliste corriendo. Creo que Akaashi tomó una foto, te lo puedo mostrar si quieres.

La sonrisa de Tsukishima desapareció automáticamente, y pareció sentirse culpable. Soltó el cuello de su camisa.

—Perdón por eso…

—¿Qué? ¿Por irte? — inquirió Kuroo — ¿Quién te culparía? Yo no lo hago. Fue tu primer beso, y el mío también, así que estamos a mano.

—¿Tu primer beso, Kuroo-san? — preguntó Kei evidentemente sorprendido.

—También soy un idiota del volley, que te digo — respondió encogiéndose de hombros —. Supongo que por eso termine enamorándome de otro…

—¿Idiota? — preguntó Tsukishima arqueando una ceja.

—No lo dije yo, que conste — señaló el mayor.

Pero Kei no pareció herido. Al contrario, no pudo evitar reír. Kuroo también sonrió.

—Ese fue tu primer beso, entonces… — dijo mirando al aire.

—Y el tuyo también — señaló Tsukishima.

—Y este fue el segundo… — volvió a decir Kuroo.

—…el tuyo también.

Kuroo alzó las cejas.

—Vamos por el tercero entonces.

Y lo volvió a besar, pero esta vez fue un beso como debía ser. Al menos dentro de su escasa experiencia, que fuera un beso decente. Kuroo lo abrazó por los costados y lo pegó a su cuerpo, y recorrió su espalda y su nuca, hasta llegar a su cabello. Las manos de Kei habían quedado sobre su pecho, pero logro deslizarlas hasta abrazarlo por el cuello. Sus labios se movían y se moldeaban a la perfección, como si fuera un gesto de todos los días, como si estuvieran acostumbrados a ese contacto.

Kuroo estaba tentado a usar la lengua, pero no lo hizo. No todavía. Tiempo al tiempo, se decía. Solo se concentró en saborear esos dulces labios. Ambos se saboreaban. Ambos sabían, graciosamente, a la carne del almuerzo. Pero que más daba. Lo estaban haciendo, se estaban dando un beso decente, y eso era lo único que importaba.

Se separaron por falta de aire, pero siguieron abrazados. Juntaron las frentes, mientras sus alientos entrecortados chocaban. Tsukishima lo observó con ojos añorantes, y Kuroo también lo hacía.

—¿Me dejas tener el cuarto beso también? — preguntó.

Tsukishima solo lo miraba.

—¿Me dejas descubrir esos aspectos de tu vida que me faltan conocer?

Podría ser que la expresión de Tsukishima fuera fácil de leer, pues Kuroo se preocupó.

—¿Qué pasa? — insistió —. Dímelo y lo arreglare. Si algo te da miedo, dímelo y te ayudare. Una sola palabra basta.

Kei se mordió el labio.

—Dis… Distancia… — soltó.

Y Kuroo se le quedó viendo. No pudo evitar esbozar una sonrisa conmovida.

—¿Vas a extrañarme cuando este lejos, Tsuki? — inquirió juntando sus frentes nuevamente, mirándolo con cariño.

—Tal vez… — contestó Tsukishima, tajante.

—¡Ohh! Pues déjame decirte, que soy un loco al volante, y tengo un permiso y una licencia — levantó el mentón con orgullo —. Así que puedo tomar la camioneta de la universidad cuando se me antoje. Así que iré a verte nada más me digas cuanto me extrañas.

Tsukishima sabía que era un idiota. Que ambos eran idiotas. Que todo lo que hacían era muy idiota. Pero esas acciones lo hacían sentir tranquilo. De alguna extraña manera, lo hacían sentir querido

—Entonces, supongo que está bien… — dijo al cabo, con una pequeña sonrisa.

Kuroo sonrió con tranquilidad. Pero todavía quedaba una duda.

—Oh, eso significa ¿lo sabes ahora?

Kei lo miró.

—¿Realmente lo sabes? — insistió Tetsuro.

Ya no pensaba. Ya no se estaba comiendo la cabeza con cosas innecesarias. Y si no lo pensaba, era por una simple razón.

—Sí… lo sé.

.

.

.

CONTINUARÁ

 

Notas finales:

KuroTsuki y YamaYachi! *-* espero les haya gustado :3 en nada subo el siguiente! :D


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