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Nadie te encontrará por Tris

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Notas del capitulo:

Este capítulo lo escribí mientras escuchaba la canción Feels Like Home de Edwina Hayes, por si alguien gusta escucharla. Es una canción especial para mí, y me parece que representa lo que intento plasmar en este capítulo en especial. 

También quiero dedicar este capítulo a Fabiola. Mil gracias por tus comentarios tan lindos ;) 

Sesión Nueve.

 

Tengo que decirle, doctora, que estos días lo he hecho realmente bien.

Ayer, por ejemplo, lo único que quería era esconderme bajo las mantas de mi cama para dormir todo el día, pero en lugar de eso, tomé la correa de Comme Des y caminé hasta el parque. Estuve fuera una hora ¿puede creerlo? Hasta tuve una de esas charlas estúpidas de perros, ya sabe, cuando tu mascota se acerca a olisquearle el trasero a otro y no te queda más remedio que hablar con su dueño: ¿cómo se llama tu perro? ¿Cuántos años tiene? ¿Vienen muy seguido al parque? Tal vez nos veamos otro día. Y mantuve una sonrisa amable.

Hace dos días tomé la iniciativa de llamarle a mi madre, y estuvimos charlando diez minutos sin que surgiera una pelea o alguno de los dos levantara la voz. No sé usted, pero me siento orgulloso de mí mismo.

Admito que sigo siendo insoportable, pero lo estoy intentando.

Creo que hoy merezco quedarme en cama todo el día. Tengo un bote de nieve esperando en casa, mi serie favorita, y mi mejor amigo irá a hacerme compañía. Sí, señor, a eso le llamo yo terapia casera.

La necesitaré.

 

*-*-*-*

Recuerdo el día en que Minho regresó a la cabaña con mi hijo. Demoró tres días en volver esta vez, y como no había hecho nada que le molestara, me dejó lo suficiente para comer, incluso podía ducharme sin él; la sensación de libertad era simplemente indescriptible, no tenía que temer por cada paso en falso que diera. Podía dormir sin sus sucias manos quemando mi piel, podía respirar sin tener que compartir del mismo aire, podía pensar. Podía extrañar a mi familia con total tranquilidad, podía añorar mi vida sin la necesidad de fingir una sonrisa para evitar un golpe.

Hasta ese día, la idea de ser padre seguía pareciendo irreal en mi cabeza, me encontraba en una negativa constante.

Minho entró con él en los brazos, completamente envuelto en una manta azul cielo. Nunca me mantuvo al tanto del sexo del bebé, de hecho, fueron muy pocas las veces que habló de él, es por eso que a mi mente le costaba tanto acostumbrarse a esta nueva experiencia. Todo cambió en ese momento. Necesitaba sentirlo cerca, necesitaba tocarlo y saber que era mío. Me acerqué nervioso, ansioso por verlo y tenerlo en mis brazos.

— ¿Es...es un niño? ¿Es mi hijo? ¿Realmente es mío? —la voz me temblaba de emoción y el aire en mi pecho amenazaba por agotarse.

—¿Crees que miento? —preguntó

—No, no, es sólo que... —las palabras parecían enredarse en mi cabeza—, me cuesta creer que tengo un hijo. Dios mío, es tan pequeño… ¿Puedo…puedo cargarlo?

—Sí

Sentirlo en mis brazos fue como recibir un golpe de esperanza. Sentía las lágrimas caer por mis mejillas y,  por primera vez en esta cabaña, lloraba de felicidad. Ver  a mi hijo apretando los ojos por la molesta luz fue el recordatorio de que aún había cosas hermosas en la vida, había algo más que el dolor. Seguía llorando mientras paseaba mis manos por todo su cuerpo, le besé sus párpados cerrados, paseé mi nariz por sus mejillas y me acerqué a su oído a susurrarle una y otra vez que lo amaba. “Yo voy a cuidarte”, “No dejaré que te haga daño”.

—Tiene tus ojos—comentó mientras observaba la escena con detalle—Young Mi no quiso ni verlo, pero puedo decirte que no se parece en nada a ella. El doctor dijo que se encuentra perfecto de salud, aunque no confío mucho en los médicos.

Lo que esa mujer hiciera me importaba en lo más mínimo, aunque reservé mis comentarios hacia ella, no merecía arruinar este momento.

—Me alegro que esté bien—seguía embelesado pensando que mi sangre paseaba por ese cuerpecito, que era mío, completamente mío— ¿Puedo elegir el nombre?

—Lo consideraré. Ahora prepara la cena —ordenó Minho. Era un experto en estropear las cosas buenas—.Traje una cuna para el niño y otras cosas que necesita, iré por ellas.

Observé sus manos diminutas, con sus minúsculas uñas rosadas y me dediqué a escuchar su respiración acompasada. Enterré mi nariz entre su pecho para disfrutar su olor, era la cosa más relajante que hubiera hecho jamás,  pero Minho ingresó y me hizo regresar a la realidad de la cabaña.

—¿Puedo cargarlo un poco más? —pregunté

—No —dijo—, es la hora de comer, ya podrás cargarlo cuando sea su turno de tomar el biberón. Dejaré sus cosas sobre la cama.

 

No quería hacer nada que lo molestara, ya no me importaba salir lastimado, me preocupaba lo que pudiera hacerle a mi bebé. Sabía que no estaba mintiendo, parecía un retrato de cuando yo era pequeño; los mismos ojos rasgados, los labios en forma de corazón, la piel de un blanco extremo, la forma de sus cejas...Ahora creía en el amor a primera vista. Y como un pequeño secreto entre nosotros, le susurré un nombre al oído antes de recostarlo en su cuna, aun cuando no tuviera el permiso para hacerlo.

 

Apenas había tocado la comida cuando lo escuché llorar, me puse de pie de un brinco pero Minho me detuvo del brazo.

—Siéntate

—Pero...

—No lo diré otra vez.

Continué comiendo con la mirada puesta en la cuna. No tenía permiso de irme hasta terminar la cena, así que me apresuré a engullir todo. Esperé impaciente a que Minho me dejara retirar su plato, pero parecía esmerarse en saborear cada bocado, incluso lo disfrutaba. Torturarme era su diversión personal.

—Iré a trabajar afuera—comentó mientras dejaba los cubiertos sobre el plato—. No quiero verte cerca del niño hasta que hayas terminado tus deberes, ¿de acuerdo?

—Tal vez, si le diera el biberón entonces-

—No—me interrumpió con dureza.

—Sólo tiene hambre, se dormirá una vez que haya comido y yo seguiré con mis deberes, me daré prisa

Se acercó amenazante. Sabía que me estaba arriesgando demasiado al replicar.

—¿Acaso eres sordo, o simplemente eres estúpido? He dicho que no.

—Minho...no es bueno dejar que un bebé tan pequeño llore, podría desarrollar estrés, desconfianza y, además...puede tener sucio el pañal y será peor si su piel se roza. O tal vez sufra de cólicos.

—Mira nada más—dijo con ironía— no sabía que eras un experto en niños. ¿Estás diciendo que pongo en peligro a nuestro hijo? ¿Que no me importa?

—¿Qué? No... —mis manos temblaban, y no sabía que más decir para hacerlo entrar en razón—. No, pero fui niñero mucho tiempo y... Sé algunas cosas, sé cuidarlos.

—¿Te crees mejor que yo, eh? —había cambiado el tono de su voz por uno más fuerte, y seguía acercándose a paso lento.

—No...Claro que no.

—Entonces haz lo que te digo. Sabes lo que pasa cuando rompes las reglas ¿no es así?

—Sí...

—Bien. Yo sé lo que te digo, Key, si acudes a él cada vez que llora, lo harás un malcriado, y no queremos eso para nuestro hijo, ¿verdad?

—No

—Hice todo esto por ti, por nosotros, para que pudiéramos tener una familia y que nuestro hijo creciera lejos de la porquería que es el mundo, pero tú nunca pareces estar contento ¿Crees que fue fácil preparar todo? Estoy harto de ser el único que se interesa por hacer que esto funcione.

—Tienes razón—me rendí—, lo lamento, me esforzaré de ahora en adelante. Y…mmm…gracias por…todo.

—Está bien, sé un buen chico mientras tu esposo trabaja afuera. Ven aquí.

Me acerqué temiendo que fuera a golpearme, pero en su lugar me dio un largo y apasionado beso. “No sé por qué te gusta complicar todo” me dijo, y se fue.

Me costó mucho ignorar el llanto de mi hijo mientras limpiaba, hacía mi mayor esfuerzo por darme prisa y dejar todo perfecto a la vez. Ahora no era solo mi seguridad, sino la de ambos.

Había aprendido a las malas lo que ocurría cuando intentaba pasarme de listo, desafiarlo ya no era una opción.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Su nombre era Hyun-Su. Significa “una vida larga”.

Eso era lo que quería para él, quería mantenerlo a salvo, quería alejarlo de las garras de ese animal. Quería que conociera el maravilloso mundo que le esperaba fuera de esa cabaña y las montañas; no pude conseguirlo. Hice todo lo que estuvo en mis manos pero…no funcionó. No pude salvarlo. Si tan sólo hubiera sido más valiente, tal vez aún estaría conmigo. Debí hacer algo, debí enfrentarlo aquella noche…debí dejar de ser un estúpido cobarde de mierda.

Teniendo en cuenta las circunstancias de su concepción, amaba a mi hijo más que a nada en el mundo. Aunque tenía que ser cuidadoso, pues Minho comenzó a sentirse celoso con el paso de los días. No lo decía, pero lo descubría mirando de una forma extraña mientras le daba el biberón, cuando lo cambiaba en las mañanas o me encargaba de bañarlo, siempre elegía esos momentos para ordenarme algo; cuando doblaba su ropita, exigía que doblase primero la suya; si estaba arrullándolo para dormir, me pedía que leyese algún libro para él. Solía comportarse como un niño en busca de atención, así que aprovechaba sus ratos fuera de la cabaña para disfrutar a mi bebé. Recorría su hermosa piel con mis dedos, enterraba mi nariz en su cuello y aspiraba su olor dulce y tierno, le cantaba al oído canciones de cuna y algunas otras que yo acostumbraba escuchar. Ver a mi hijo me hacía sentir como en casa, me regalaba momentos de luz y esperanza, de felicidad. Me mantenía fuerte, pues tenía una razón para seguir luchando. Cuando tenía un día devastador, me dedicaba a observarlo y sentía como mi corazón cobraba vida de nuevo, y cuando apresaba alguno de mis dedos entre sus manitas, llenaba mi cuerpo de energía para seguir adelante un día más. Era sencillamente hermoso.

Me gustaría tener una fotografía, así evitaría que su imagen continúe desvaneciéndose en mi memoria.

Al menos mi amor por él nunca se escapará de mi pecho. Y tengo su manta, aunque su olor hace mucho que desapareció. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Dejenmelo saber en los comentarios. 

Hasta pronto. Byebye. 


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