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Notas del capitulo:

Lamento no actualizar la semana pasada, pero estaba en exámenes, y ya saben cómo es: Horrible. 

Espero les guste el capítulo. 

Cuando mi hijo tenía un mes, yo estaba cocinando y necesitaba las dos manos, así que me acerqué a su cuna para recostarlo un rato, pero Minho se interpuso en mi camino y me dijo que él se haría cargo. El corazón se me subió a la garganta.

Había estado tan cerca de la seguridad de su cuna.

Se sentó en la cama con él en brazos y comenzó a observarlo como quien ve a un niño por primera vez. Lo depositó en la cama y empezó a doblar sus piernas hacia el pecho una y otra vez, y después hizo lo mismo con sus brazos. Temía que quisiera hacerle daño, y las manos me temblaban tanto que estuve a punto de quemarme un par de veces. Intentaba no perderlo de vista  y al mismo tiempo evitar estropear la cena.

Cuando estuvo lista me apresuré a servir su plato y alejarlo lo más pronto posible del niño.

—La cena está lista

Volteó sus ojos hacia mí y pude ver un brillo siniestro que me alertó al instante. Tomó al bebé en brazos y dio un paso extendiéndolo hacia el frente como preguntando ¿Lo quieres?

Apenas había me dio tiempo a reaccionar, cuando lo soltó. Pude ver como, por un segundo, mi hijo quedó suspendido en el aire. Me abalancé hacia adelante y lo atrapé antes de que golpeara el piso. Me punzaban las rodillas por haber sostenido mi peso, pero no me importó. Lo apretuje hacia mi pecho mientras recuperaba la respiración e intentaba parar de temblar.

Minho estaba en la mesa sonriendo y disfrutando de la cena, y yo no entendía que era lo que buscaba haciendo esas cosas.

Me aterraba pensar lo que pudiera hacerle a mi bebé, y me pasaba noches enteras sin dormir, velando su sueño.

A veces tenía pesadillas en donde despertaba y veía a mi hijo muerto y a un Minho sonriendo, entonces despertaba agitado y corría a asegurarme que seguía respirando. Las bolsas bajo mis ojos no hacían sino aumentar con el paso de los meses.

 

Aunque había días mejores. Los días calurosos podía lavar la ropa en el río, y dejaba a Hyun-Su recostado a mi lado en un canasto lleno de mantas. Eran mis momentos preferidos, pues podía fingir por unos segundos que sólo éramos él y yo.

Demoraba lo máximo posible para poder estar fuera más tiempo, la cabaña comenzaba a asfixiarme.

Cuando Minho estaba de un sorprendente buen humor, me permitía quedarme un rato más aunque hubiese terminado con la ropa; hundía los pies en el río y me divertía observando a mi hijo haciendo muecas por los animalillos que le rozaban de vez en cuando.

También había algunos patos. Y me gustaba un ánade real en especial, porque era el único que se atrevía a llegar más cerca de nosotros, aunque no lo suficiente para poder tocarle.

Me gustaba admirar su peculiar pico naranja y su cabeza de un verde azulado. Parecíamos agradarle, ya que se quedaba cerca hasta que debíamos volver a la cabaña, entonces volvía a emprender su vuelo.

El pato me hacía recordar la libertad. La libertad que alguna vez había tenido, y me preguntaba qué se sentiría poder extender las alas y volar lejos de todo lo malo, de todo el dolor.

A veces, cuando la tentación de escapar aumentaba en cantidades espantosas, tenía que recordarme que no llegaría a correr más de cinco metros con el niño en brazos antes de ser alcanzado por Minho, y que lo único que obtendría sería perder la poca libertad que me quedaba. Siempre permanecía cerca, observando en nuestra dirección cada pocos segundos.

Una tarde, mientras me dedicaba a mirar mi lindo pato, se acercó hasta la orilla para ofrecerme un mendrugo de pan y señalar al animal. Me sorprendí por el gesto, y me alegré de poder alimentar al pato. A partir de ese día, me dediqué a tratar de atraerlo más hacia mí, lanzado pedacitos de pan cada vez más cerca, hasta que terminó por comerlo de mi mano. Estuve realmente contento, pero trataba de disimularlo, porque Minho sabía herirme con las cosas que disfrutaba.

 

 

 

Comencé a guardar restos del desayuno los días que sabía podría ver al pato. Dejó de tenerme miedo, ahora sólo tenía que extender la mano para que viniese volando hacia mí.

Tal vez fuera mi falta de cordura y el impetuoso anhelo por afecto, pero veía compasión en sus ojos al verme marchar a la cabaña.

Y cuando Hyun-Su tenía ya dos meses, Minho decidió acompañarnos al río. Yo estaba dando de comer al pato, pero se echó a volar en cuanto él llegó. Intentó hacerlo volver ofreciéndole pan una y otra vez, mientras su paciencia desaparecía y yo rogaba porque el pato se acercara, pero no lo hizo. Se dedicó a ignorarlo, y Minho se levantó de un salto arrojando el pan y caminando furioso hacia la cabaña. El pato regresó a mi lado inmediatamente.

Volvió a comer de mi mano, y había retrocedido apenas unos centímetros cuando escuché una explosión ensordecedora, entonces vi como la cabeza de mi hermoso pato estallaba frente a mis ojos. Las plumas comenzaron a caer en mi regazo, en mi hijo y en el río, mientras escuchaba un alarido, que resultó ser mío.

Di media vuelta y pude ver a Minho sosteniendo su pistola. Lo observé estupefacto con los ojos bañados en lágrimas intentando articular alguna palabra

—¿Por…por qué…por qué has…?

—Tráelo dentro—fue su única respuesta, y desapareció por la puerta de la cabaña.

Me acerqué a donde mi hijo lloraba, asustado por el ruido que habían provocado el disparo y mis gritos. Tomé su canasto, y me giré hacia río, donde mi pato había quedado prácticamente sin cabeza, y flotaba ensangrentado del revés.

Tuve que cargarlo hasta llevarlo dentro, entonces Minho me obligó a desplumarlo. Lloré, lloré durante la hora entera que estuve quitando su hermoso plumaje, sin importar las veces que Minho me mandó callar, mis sollozos eran incontrolables. No dejaba de susurrarle “lo siento”, ni de emitir arcadas a causa del olor.

Unas horas después, estuvo listo nuestro asado de pato,  y yo me encontraba paralizado sentado a la mesa con mi plato enfrente viendo como ese monstruo se devoraba a mi precioso amigo.

 

 

Había soportado todo tipo de cosas, pero no estaba dispuesto a probar lo que fue su símbolo de libertad. No podía. No podía siquiera tocar el tenedor.

Como era de esperarse, Minho no tardó en darse cuenta, así que me ordenó amenazante:

—Cómete tu cena, Key.

Pero me mantuve inmóvil, desafiándole con la mirada, aunque esta estuviera llena de lágrimas. Se acercó colérico y, tomando un puñado de carne, me abrió la boca a la fuerza y me metió la carne. Traté de quitarlo de encima, pero su mano en mi boca era firme y las arcadas no me permitían respirar. Cubrió mi nariz, y mientras gritaba “He dicho que te lo comas” me vi obligado a tragar la comida.

 

*-*-*-*

Tuve que comerme a mi pato, doctora, y no sabe cómo lo siento. De haber podido vomitarlo, lo habría hecho, pero hubiese sido obligado a comer el vómito, así que no serviría de nada.

Si no hubiera demostrado lo mucho que me gustaba, tal vez seguiría con vida, nadando en el río y cazando bichos, pero tuvo la desgracia de cruzarse conmigo.

Cuanto más cosas le cuento, mayor es la tentación de dormir en el armario. La cama me hace sentir expuesto, como si hacerme daño fuera tan sencillo estando ahí.

He pensado en llamar a Jonghyun, pero ha estado actuando un poco extraño, y hace una semana que no le veo.

Contrario a lo que pensé, las cosas no mejoraron mucho desde el día en que me llevó al hospital. Tal vez sea su constante miedo a equivocarse, o mi temor por hacerle más daño, pero nuestra relación no está ni cerca de parecerse a lo que era antes.

Me gusta pensar que con el tiempo todo mejorará; lo hizo con mi mejor amigo, y parece estar funcionando con mamá. Últimamente las peleas con ella son por cosas banales, como solían serlo, y realmente estoy intentando ser el que pide disculpas primero.

No todo va tan mal, he conseguido un nuevo empleo como profesor de inglés, es de medio tiempo, y son niños de diez años. Estoy siguiendo su consejo, trato de no huir de los niños, y es más sencillo porque, bueno, no es la edad que él tendría. Además, con ellos no hay tiempo para pensar en nada más, te descuidas un segundo y están saltando del asiento.

También he intentado salir con Taemin y algunos de sus amigos, pero me hacen sentir como animal en el zoológico, con preguntas atascadas en sus gargantas y la curiosidad pintada en sus rostros. Después de todo, no siempre tienes la oportunidad de conocer a una persona que estuvo secuestrada durante tanto tiempo. Seguramente yo habría actuado igual.

 

Notas finales:

Ahí lo tienen. Dejen un comentario si les gustó, y si no, bueno también dejen un comentario.

Ah una cosita, la historia también está en Wattpad, por si alguien prefiere leer ahí, además siempre agrego imágenes de Kibum(cómo lo imagino en este fic) y canciones que me hayan inspirado para el capítulo.

Ahora sí, hasta luego... 


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