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Nadie te encontrará por Tris

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Notas del capitulo:

Realmente siento la demora, no estoy cien por ciento satisfecha con el capitulo, pero no quise hacerlos esperar más.

Así que, a leer...

Ayer fui al supermercado con mi madre. No fue tan difícil ahora que nos llevamos mejor, pero tuvimos una pequeña pelea. Llamó para disculparse esta mañana, aunque sé que en el fondo sigue sintiendo las palabras que me dijo, lamenta haberme lastimado, mas no ha cambiado de parecer.

El tema de que he perdido un hijo nunca sale a relucir cuando estoy con ella. Bueno, con nadie en realidad, pero mi madre parece la única que se siente más cómoda evitándolo. Sólo que ayer fue imposible no recordarlo. Fue imposible apartar de mi mente la cara sonriente de mi hijo, sus tiernos abrazos con esas manos diminutas y la piel tan suave, sus gestos.

Había un niño en la tienda, estaba recostado en una silla de un carrito de supermercado; su madre estaba eligiendo unas manzanas y el niño no paraba de mirar al suelo buscando el chupón que segundos antes estuvo en su boca.

Me acerqué embelesado, admirando su cabello castaño y su piel clara, recordando lo que alguna vez tuve. Recogí el chupón en forma de osito y lo acerqué hasta el niño, deseando tocarlo sólo por un instante, pero al estar en contacto con su mano, apresó mi dedo índice y lo condujo hasta su boca para morderlo. Estaba tan ensimismado que no había notado la presencia de su madre observándome; me sonrió y me preguntó si tenía hijos. Tuve que decir que no, porque de no hacerlo habría preguntado su edad, y yo tendría que haberle dicho que estaba muerto.

No quería ver su cara compasiva y avergonzada.

—Bueno, seguro que muy pronto tendrás hijos, parecen gustarte—comentó alegre— Pero no todo es sencillo, ahora parece lindo pero hasta hace veinte minutos no había manera de callarlo, supongo que es el precio por hacernos feliz.

—Claro—le dije, y me marché de allí.

Fui directo al estacionamiento y esperé en el coche a que mi madre apareciera. Pasaron quince minutos cuando la vi salir volteando hacia todas partes, y respiró aliviada cuando por fin me encontró.

—¿Por qué no me dijiste que esperarías aquí? —me reprendió agitada, como si hubiese dado vueltas por la tienda buscando—Me preocupé por ti, cariño.

—Lo siento, déjame ayudarte con las bolsas.

Cuando terminamos de guardarlo todo en el maletero y estábamos listos para ir a casa, me dediqué a observar a mi madre buscando las palabras correctas para hablar con ella. Pasaron unos segundos antes de que su poca paciencia se hiciera presente.

—¿Pasa algo? Me estás poniendo nerviosa.

Pensé en decirle que no pasaba nada, pero estaba harto de sufrir siempre en silencio.

—Mamá, tú…¿tú aún piensas en EunHyuk?

Soltó un suspiro de exasperación pero no dudó en responder

—Pues claro que sí, Kibum, no sé por qué me preguntas esas cosas…En fin, ¿tienes hambre? Pensé que tal vez podríamos-

—Mamá, estoy tratando de tener una conversación contigo, por favor deja de evitarla.

—¿Adónde quieres llegar con esto? Me lastima hablar de eso, Kibum, lo sabes.

—Sí, es sólo que, había pensado…que como tú perdiste un hijo y yo perdí un hijo, tal vez podríamos hablar de ello y que me dijeras cómo es que has podido llevarlo, un consejo que me ayude.

—No hay ningún instructivo, Kibum, y no hay un solo día que yo no piense en tu hermano. Además lo tuyo es, bueno, es diferente, no creo que pueda ayudarte.

—¿Por qué es diferente? —mi voz se volvió más dura.

—Kibum, cariño, sabes que es diferente, te obligaron a tener a ese niño y…olvídalo, no lo entenderías—dijo dando por concluido el tema.

—¿Qué es lo que no entendería, mamá?

—Sólo olvídalo, no importa.

—¿Mi hijo no importa? —pregunté colérico.

—Estás tergiversando mis palabras. Simplemente no puedes comparar lo que me pasó a mí.

La miré indignado y con un dejo de decepción, pero decidí que no discutiría más.

—Tienes razón—le dije—No lo entiendo.

 

*-*-*-*-*-*-*-*

 

 

 

 

 

Cuando Hyun-Su cumplió cinco meses, aprendió a hacer caras graciosas, y ahora no sólo me regalaba sonrisas, sino una risa contagiosa que me antojaba comerle los cachetes.

Prestaba atención cuando cantaba, y tenía algunas canciones favoritas, lo sabía porque podía calmarlo con ellas cuando se portaba inquieto, aunque eran muy pocas veces, siempre estaba feliz, es el niño más alegre que jamás haya conocido. Se aferraba a mi cabello y depositaba besos húmedos en mis mejillas, pero siempre debíamos escondernos de Minho. Él pensaba que lo volvería débil y malcriado si le prestaba demasiada atención, así que fingir indiferencia se convirtió en una rutina.

Con Minho cada palabra debía ser cuidada; un titubeo, una equivocación y arremetía su furia contra mí.

Había ocasiones, en que se creaba ideas descabelladas como que Hyun-Su no lo quería lo suficiente, y yo temblaba de angustia pensando en que algún día podría hacerle daño.

Yo tenía que convencerlo que ambos lo amábamos y éramos una familia feliz; a veces lograba calmarse.

Deseaba estar con mi hijo a cada segundo, sólo así podía sentirme tranquilo, pero no era posible. Como aquel día, cuando mi hora permitida para ir al baño estaba por terminar y Hyun-Su no paraba de llorar, tuve que dejarlo en la cama un minuto antes de mojar mis pantalones.

Una vez dentro escuché el cerrojo de la puerta y me apresuré a salir, mas no fui lo suficientemente rápido: Minho ya lo sostenía en brazos.

—Hola Minnie—lo saludó. Había comenzado a llamarlo así a los dos meses, alegando que era lo justo que llevara su nombre. Hyun-Su no detenía su berrido, y el ceño de Minho comenzaba a fruncirse—Cállate, sé obediente.

Seguramente por la sorpresa, el niño dejó de llorar, pero se removía incómodo entre sus brazos.

—No le agrado—dijo

—Claro que sí.

—Estás poniéndolo en mi contra, Key, puedo sentirlo, y eso no me gusta. No me gusta nada— me riñó.

—No, no—intenté calmarlo—. No está muy acostumbrado a tus brazos pero, cuando escucha tu voz, siempre te busca con la mirada, y lo he visto sonreír. En serio, eso no lo hace conmigo, creo…creo que eres su favorito.

Me observó suspicaz, y después relajó el semblante.

—Tal vez deba pasar más tiempo con él.

—Sí —respondí resignado—.Tal vez deberías cargarlo en la hora de lectura.

Creí que era una buena idea, hasta que se acercó y me arrojó al niño en los brazos. Retrocedí hasta chocar con la pared y posé la vista en el suelo esperando los gritos o golpes, aun cuando no entendiera qué es lo que había hecho mal.

—Sólo buscas librarte de tus obligaciones. Es tu trabajo que el niño duerma mientras lees.

Fue a la cocina y continuó refunfuñando cosas que no logré entender mientras se servía un vaso de agua. Mantuve mi posición temiendo hacer alguna otra cosa que lo molestara lo suficiente para recibir una paliza. Hacía un tiempo que no se ponía así de violento, por supuesto que había bofetadas, empujones o tirones de cabello, pero es triste admitir que eso se convirtió en “tener suerte”.

—¿Piensas quedarte allí todo el día? —gritó.

—No—murmuré alzando la vista por fin—Minho…yo quería, bueno, quiero saber si puedo descansar un rato, todo está en orden y tampoco hay cosas que lavar, así que pensé…

—Pensaste que podías holgazanear— me interrumpió.

—No, no, es sólo que he terminado mis tareas y como no saldremos al río hoy, no sé qué puedo hacer.

Se quedó apoyado en la mesa y me dedicó una mirada que no supe descifrar, pero que sabía no significaba nada bueno.

—Sabes—comentó  acercándose—, yo sé de algo que podemos hacer.

El corazón comenzó a latirme con miedo, e intenté regular mi respiración. Miré hacia los lados en busca de una salida que sabía no encontraría, sintiendo como el pánico empezaba a invadirme. Sostuve a Hyun-Su con más fuerza y aparenté tranquilidad.

—S-si no puedo descansar, está b-bien, tallaré el piso, creo que le hace falta. 

—El piso está bien.

—No, es que yo…yo no recordaba cuánto hacía que lo había limpiado p-pero ahora sí y fue hace mucho. Con permiso, voy a recostar a-

Envolvió mi brazo son su mano y me acercó hasta rozar sus labios con mi oreja.

—He dicho que el piso está bien—susurró—. Tengo otro trabajo para ti.

—¿Quieres…quieres que limpie otra cosa? —me temblaba la voz, y temía que lo que sospechaba fuera cierto. Y creo que su sonrisa maquiavélica me lo confirmó.

—Sí— dijo burlesco—Se podría decir que sí.

 

 

—Ven aquí—ordenó una vez que Hyun-Su estuvo en su cuna

Me hizo colocarme frente a él, que permanecía sentado en el borde de la cama. Comenzó deslizar sus manos por mi cuerpo, comenzando por las piernas, para después subir hasta mi abdomen y deshacerse despacio de la camiseta. Sus brazos envolvieron mi cintura e inició un recorrido con su lengua del cuello al ombligo, poniendo énfasis en los pezones.

Nunca antes había incumplido con esta parte del horario, el sexo se realizaba antes de dormir, siempre. Aunque fuera una locura, parecía más horrible durante el día, quizá porque el asco y la furia se perdían mejor en la oscuridad, o porque era más fácil permanecer inmóvil en la cama esperando a que terminara a la vez que contaba hasta cien en números impares.

Las piernas me temblaban y rogaba porque esto fuera rápido. Jamás podría acostumbrarme. Podía soportar los golpes, los gritos e incluso el encierro, pero que convirtiera algo que debería ser hermoso en mi peor pesadilla, jamás sería algo fácil.

Sus brazos lanzándome a la cama me devolvieron a la realidad. Esta vez sus besos eran más salvajes, y restregaba su entrepierna con mis caderas. Solté un gruñido cuando enterró sus dientes en mi cuello, seguramente dejando una marca. Luchaba con mis pantalones intentando despojarlos deprisa; descendió hasta mi pelvis y sentí su aliento chocando con mi miembro semidespierto, con esa parte de mi cuerpo que no lograba controlar completamente. Esa parte traicionera que no parecía entender la situación, ni sentir el odio y el rechazo.

Continuó su recorrido hasta mis muslos, dejando suaves mordiscos al interior de ellos, mientras sus manos vagaban por mi cintura y volvía su agarre más fuerte cuando llegaba a las caderas, como si intentara fundir sus dedos en mi piel.

Regresó lentamente hasta mis labios dejando un camino de besos en el proceso, se separó un momento para desnudarse y, tomando mis piernas con firmeza, entró de una estocada.

Conocía el procedimiento. Yo debía rodear su cuello con mis brazos y enterrar mi cara en su cuello, contando las manchas de la pared, esperando sentir el semen ensuciando mi piel.

Pero esta vez sabía que sería diferente. Cambió posiciones dejándome a horcajadas sobre él, haciéndome sentir expuesto y perdido. Como un muñeco de trapo.

—Muévete—gruñó.

Así que inicié un vaivén lento, rogando porque este martirio terminase de una vez.

—Oh, sí. Lo estás haciendo bien.

Arriba y abajo

Arriba y abajo

—¡Joder, sí!

Arriba y abajo. Sólo un poco más.

—Te ayudaré con esto.

Antes de que pudiera reaccionar, tomó mi pene y comenzó masturbarme al ritmo de las embestidas. Traté de alejar sus manos pero temí que pudiera lastimarme. Mordí mis labios hasta sangrar negándome a soltar un solo gemido. Minho seguía masajeando mi miembro y con una de sus manos guiaba mi pelvis de arriba abajo una y otra vez, haciendo que su piel chocando con la mía produjera un sonido constante.

—¡Oh, sí, bebé!

Estaba cerca. Ambos lo estábamos.

Deseé rodear su cuello con mis manos y no detenerme hasta ver como la vida desaparecía de sus ojos, igual que en mis fantasías, pero sólo seguí cabalgando en su regazo, escuchando ese estúpido apodo salir de sus labios una y otra vez, mientras paseaba sus manos por mis muslos, apretando un poco más fuerte de lo que debería y echando la cabeza hacia atrás, perdido en el placer. Sería tan fácil hundir un cuchillo en su pecho…

—¡Oh, joder!

Un par de embestidas más y haría que terminara de una vez. Enterré mis uñas en su pecho con fuerza, sabiendo que pensaría que me estaba dejando llevar por el placer, y no por el odio. Soltó un último grito y se vino dentro, y segundos después lo hice yo, manchando su pecho y su mano.

Cuando era obligado a sentir placer el asco y la culpa eran peor. Mi mente me recriminaba por ser tan débil y dejarme maniobrar como una marioneta, siempre a su disposición, siempre saciando sus deseos.

Pegó su pecho con el mío y nos mantuvo así hasta que el aire dejó de hacer falta; paseaba sus manos por mi espalda y daba pequeños apretones en los glúteos.

A veces me permitía soñar con otras manos, con otro cuerpo debajo del mío; menos alto, ojos pequeños y tiernos, y la voz perfecta para cantar y susurrar te amo. Mi cuerpo recibía el abrazo desesperado por afecto, pero siempre era traído de vuelta a la realidad al escuchar un “Key” y no un Kibummieantes de ese te amo enfermizo y falso que me mantenía en esta cabaña.

 

*-*-*-*-*-*-*-*

Sé que no tendría que torturarme por cosas que no puedo cambiar, y que no han sido culpa mía, pero no puedo evitar restregar mi piel más de lo necesario al bañarme, no puedo evitar verme al espejo y no recordar todas las marcas que antes estuvieron en mí, las manos que antes se pasearon y los besos que me fueron robados.

Mi vida ha mejorado en casi todos los aspectos, pero no sé cuánto hay que esperar para que mi cuerpo vuelva a sentirse realmente mío, para disfrutar de él, para no culparlo de atraer a un loco enfermo que cumpliría todas mis pesadillas. Para entender que nada fue mi culpa.

Para no sentirme un inútil cuando los besos de Jonghyun quieren ir más allá y mis manos tienen que alejarlo porque mi cuerpo aún recuerda las caricias que fue obligado a recibir. 

Para vivir nuevamente, sin miedo a nada. 

Notas finales:

¿Qué tal? 

¿Estuvo muy mal? ¿Mas o menos? ¿Bien? 


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