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Nadie te encontrará por Tris

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Notas del capitulo:

 

 

Sesión cuatro

Lamento haber faltado la semana pasada, la última sesión fue un poco dura para mí; nunca hablé de eso con nadie más. No con tantos detalles, al menos. Adiós a mi nuevo récord de revisar puertas y ventanas tres veces antes de dormir; he vuelto a cinco veces. No se desanime, es una buena psicóloga, el problema está en mi vida del carajo.

¿Alguna vez la han atropellado, doctora?

¿No? A mí tampoco. Pero juraría que el dolor se asemeja bastante a la mañana siguiente de mi primera violación. No había un solo rincón de mi cuerpo que no doliera, y aun así tenía un jodido horario que cumplir.

 

*-*-*-*

 

Había despertado hace mucho, pero no me atrevía a mover ni un solo dedo; temía que mi tortura continuara si se percataba de que estaba consciente. Mis muslos continuaban sucios como consecuencia de la noche anterior. Mi mente se negaba a creer lo que estaba pasando, y seguía esperando que alguien entrara por esa puerta y dijera que todo había sido una broma. Una broma muy cruel.

Sentía como si su mano en mi cintura estuviese quemando mi piel, y nunca odié tanto mi cobardía. Su pecho rozaba mi espalda, y su respiración causaba escalofríos en mi cuello.

De pronto, tal y como si hubieran presionado un botón, pegó un brinco en la cama y comenzó a cambiarse. El movimiento que causó ayudó a pasar desapercibido el quejido que escapó de mi garganta.

Escuché el sonido de sus botas al rodear la cama y cuando estuvo frente a mí acarició mi cabello, para después decir en tono fuerte:

—Levántate, Key, debo decirte tu horario. Ayer con todo lo que pasó olvidé mencionarlo.

 

Pudiste decirme el horario en lugar de violarme, hijo de puta.

Traté de levantarme despacio, pero el dolor en mi espalda baja era insoportable. Solté un gimoteo del dolor y volví a caer contra la almohada.

—Joder, Key—dijo tomándome del brazo—. Estamos perdiendo el tiempo.

Intenté controlar las lágrimas que peleaban por salir al mantenerme sentado. El escozor en mi parte trasera me estaba matando. Respiré hondo un par de veces, siempre mirando al suelo, pues no quería ver su rostro de nuevo.

 

—Escucha con atención, porque no lo repetiré otra vez. La hora de levantarse es a las siete, tendrás diez minutos para vestirte, todo lo que necesitas está en el armario—señaló el mueble a mi derecha—. Cuando estés listo yo me haré cargo de mis tareas afuera y tú te encargarás de la casa. Primero deberás preparar el desayuno, fregar los platos y, entonces, sigue tu primera pausa para ir al baño. Después harás la cama, lavarás la ropa, el piso y el cuarto de baño. No te asustes, habrá días de descanso, siempre y cuando todo permanezca en orden.

»El resto de la tarde estudiarás los libros que se te indiquen, el aprendizaje es muy importante. Te haré un par de preguntas para supervisar tu estudio, si todo sale bien podrás comer algo antes de la cena, y habrá una nueva pausa para el baño, luego leerás un libro para mí. Podrás elegirlo, ¿no es genial? Conversaremos acerca de la lectura y después prepararás la cena, y recogerás de nuevo una vez que terminemos. A las ocho es la hora del baño: tu pausa y la ducha. Escucharemos algo de música mientras hacemos el amor y después se apagarán las luces.

     Sacó un pequeño reloj del bolsillo de su pantalón y abrió los ojos alarmado. En la cabaña no parecía haber ningún otro reloj, así que yo no sabría la hora si él decidía no decirla.

—Se hace tarde. Andando, Key.

 

 

Terminaba de lavar los platos cuando Minho entró a la cabaña. No tenía idea sobre qué consistían sus actividades fuera, creía que estábamos apartados de todo. De igual manera, preguntar no servía de nada. Se acercó hasta colocarse detrás, me tomó por la cintura presionando su pecho en mi espalda y dejó un suave beso en mi mejilla. Luché contra mi instinto de querer limpiarlo y permanecí impasible. Llevaba toda la mañana sin pronunciar palabra, y me preguntaba cuánto hacía falta para que lo notara y me reprendiera. Se mantuvo en su posición otro rato colocando su mentón en mi hombro, para después dejar una serie de besos sobre mi cuello. 

—Estás muy callado—murmuró

Sabía lo que ocasionaría no responder, pero mi odio hacia él era tan grande que no lograba formular palabra por el nudo en mi garganta. Lo que Minho me ha hecho ha creado un rencor y desprecio en mí que jamás creí que llegaría a sentir. La violación siempre fue el peor de mis miedos, pero también fue el mismo que pensé que no ocurriría. Me dejé convencer por Jonghyun, creyendo que era muy poco probable que alguien raptara a un chico y abusara de él de esa manera. Pero estoy aquí, cumpliendo mi peor pesadilla.

Realmente no quería hablar, pero había terminado con los platos y él no parecía tener intensiones de soltar su agarre, además que las ganas de ir al baño estaban matándome.

 

—Disculpa, pero necesito ir al baño—dije en un tono frío.

Gruñó un poco antes de alejarse. Me tomó del cuello y me dio un beso lento; no parecía molestarle que yo no respondiera, continuó lamiendo y succionando mis labios hasta cansarse. Presionó su frente contra la mía mientras recuperaba la respiración y después me soltó.

Caminé apresurado, y su voz me detuvo en el umbral.

—No debes cerrar la puerta, olvidé decírtelo.

Asentí con un movimiento apenas perceptible, pues no había nada que pudiera hacer, Minho tenía completamente el control. Incluso a la hora de cocinar, tan solo utilicé un cuchillo por escasos segundos y bajo su extrema supervisión antes de que volviera a colocarlo bajo llave. Dolía admitirlo, pero era listo. Había pensado en todo.

No había permitido que utilizara la ducha para limpiar los residuos de su semen en mis piernas, o al menos lo dio a entender cuando me arrojó toallitas húmedas sobre la cama.

Mi nuevo guardarropa consistía en camisas de pijama y de vestir, camisetas, bóxers ajustados, pantalones cortos y mocasines. Ahora mismo vestía una camiseta azul claro, short y mocasines negros.

Hasta hace tres días hubiera muerto antes de vestir algo tan sencillo como esto. Pero ahora podría ir desnudo si con eso se me permitiera salir de aquí.

Deseaba prolongar mi estadía en el baño, sin embargo Minho entró en el momento en que lavaba mis manos; ahora sólo quería salir.

Me tomó del brazo antes de que lograra poner un pie fuera. Temí por un momento que quisiera hacerme daño de nuevo, pero sólo me dijo que había dejado los libros sobre la cama, al parecer era en serio lo del “estudio”. Es gracioso, en parte, haber pasado de profesor a alumno en tal sólo unos cuantos días. No tenía idea sobre lo que debía estudiar, pero rogaba al cielo que no fueran cosas como: biología, geografía o ecología. Eso supondría no comer jamás antes de la cena.

Había colocado una libreta junto con una pila de libros perfectamente ordenados en la cama. Traté de ponerme cómodo y leí el título de cada libro: El ser y el tiempo, Martin Heidegger; Michel Foucalt para principiantes, Lydia Alix y Filosofía, Alejandro Cardiel Hernández.

Nunca fui un gran amante de la filosofía, pero podía interesarme un poco.

Comencé a pasar las páginas sin mucho ánimo, puesto que no sabía qué es lo que debería aprender primero, hasta que descubrí una hoja debajo de los libros que incluía una serie de instrucciones que me hizo recordar mis años de preparatoria:

1.- Leer la página 47 del libro de Filosofía. Esta lectura te servirá para complementar tus conocimientos sobre el principio que constituyen todas las cosas.

2.- Buscar información sobre Pitágoras, Heráclito y Parménides. Luego, elabora una reflexión por escrito en base a la siguiente pregunta: ¿Es la naturaleza permanente y única o más bien está en permanente movimiento?

3.- Leer el capítulo primero de  El Ser y el tiempo: Necesidad, estructura y primacía de la pregunta por el ser.

Esto no parecía tan sencillo.

—¿¡Pero qué carajos estás haciendo!?

Pegué un brinco en la cama al sentir su voz tan cerca. No fui consciente del momento en que caminó hacia a mí. Me tomó del cabello con fuerza y me obligó a levantarme de la cama.

-¿¡Es que acaso eres tan idiota para no poder cumplir un horario!?- Continuó gritando mientras me arrojaba al suelo. Llevé mis manos a mi cabeza en un intento de protegerme, así como de mitigar el dolor que había causado.

—Lo siento, lo siento, no fue mi intención, te juro q-

—¿¡Pensaste que podías librarte de tus tareas!? ¿¡Crees que soy estúpido!? –gritó, remarcando cada pregunta con una patada en mi estómago.

Intenté recuperar el aliento para explicarle que me confundió que mencionara los libros sobre la cama, que me olvidé por un minuto del extenso horario que recitó esta mañana, y que el miedo que tenía de equivocarme sólo hacía que cometiera más errores, pero él continuaba golpeándome.

—¡Para! ¡Para! ¡Detente ya, por favor!

Después de eso recibí un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente.

 

Notas finales:

Comenten si les gusta la historia, y si notan algún error no duden en decirme :D 


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