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Sesión cinco.

 

Los moretones de aquel día fueron desapareciendo poco a poco, pero Minho siempre parecía dispuesto a hacer unos nuevos.

Me esforzaba por cumplir el horario; era un robot programado para satisfacerle. La parte más difícil era retener las ganas de ir al baño. Así que, un día, intenté ser más listo que él.

Adivine qué: no funcionó.

 

*-*-*-*

Faltaba una hora para poder ir al baño, y Minho llevaba fuera veinte minutos. Me encontraba sentado en la cama, tratando de pensar en cualquier cosa que no fuera liberar mi vejiga. Llevaba leyendo la misma página desde hace diez minutos y seguía sin comprender nada, mis ojos viajaban una y otra vez al cuarto de baño.

Esperé por cinco minutos más, y decidí arriesgarme. Dejé la puerta abierta como de costumbre, y me mantuve atento ante cualquier sonido que indicara el regreso de Minho.

Tiré de la cadena y lavé mis manos a una velocidad descomunal; entonces escuché un ruido. Me arrojé sobre la cama mientras me restregaba las manos en la ropa y tomé uno de los libros de estudio justo en el momento en que Minho apareció por la puerta.

Traté de parecer tranquilo bajo su mirada escrutadora. Y tal como cuando presionas un botón, su rostro se endureció y se acercó a grandes zancadas.

Comencé a temblar incluso antes de que me tomara las manos, las presionó entre las suyas y después las soltó con rudeza.

— ¡¿Por qué tus manos están tan frías?! ¡¿Sigues creyendo que soy estúpido?! ¡¿Acaso no aprendiste la lección?! —su voz parecía quebrarse de la ira.

Estaba aterrado. No lograba decir una sola palabra y sabía que eso me hacía parecer más culpable.

—S-sólo…yo… sólo lavé mis manos, lo juro.

— ¡Olvidaste subir tu cremallera, maldito imbécil!- gritó al tiempo que me arrastraba al baño— ¡Y puedo escuchar el agua del inodoro!

—N-no, no me hagas daño, por favor. No pude aguantar más. No lo volveré a hacer, lo juro, juro que no lo volveré a hacer—me había aferrado al marco de la puerta, pero Minho tiró más fuerte.

Me obligó a ponerme de rodillas frente al retrete y comenzó a empujar mi cabeza tratando de hundirla.

—¡No! ¡Minho, por favor! ¡No lo volveré a hacer! –suplicaba interponiendo mis manos contra la taza. 

— ¡Quita las putas manos, Key, o juro que te irá peor!

— ¡No, Minho, por favor!- sollozaba

— ¡Ya me hartaste! –exclamó, y haciendo uso de todas sus fuerzas, estrelló mi frente contra el asiento para después hundir mi cara en el retrete.

Cuando la falta de aire se volvió insoportable, comencé a tragar el agua que se coló por mi boca, y otra gran parte entró por mi nariz. Sentía como iba perdiendo el conocimiento, entonces me alzó de nuevo.

—¿Crees que podrás recordar la hora del baño la próxima vez? Tal vez he sido muy blando contigo —escuchaba su voz distorsionada. Seguía tosiendo y me ardía la nariz al respirar, sentía mi cabeza punzar, pero no había terminado; me hundió de nuevo, y esta vez con mayor facilidad, pues no tenía fuerzas para resistirme.

 

 

 

—Limpia todo este desastre—dijo antes de salir del baño.

El piso estaba empapado, igual que mi ropa. Igual que yo. Apenas lograba respirar entre los sollozos y la tos. Permanecí en el suelo unos minutos más, abrazado a mis rodillas y llorando como pocas veces lo había hecho.

Cuando lo escuché salir y poner llave a los cerrojos, algo dentro de mí se encendió. Mi cuerpo temblaba de rabia y de un segundo a otro me encontraba tirando del asiento para el baño con todas mis fuerzas, moviéndolo de un lado a otro. Después de un rato comenzó a soltarse y continué tirando de él. Mis brazos dolían y mi respiración se había vuelto irregular, pero el coraje era más fuerte; halé una y otra vez hasta desprenderlo, entonces corrí a esconderme detrás de la puerta. Esperaría a que entrara para arrojarlo sobre su cabeza.

El corazón me golpeaba con fuerza. Trataba de alejar los pensamientos de las posibles consecuencias recordando el ardor en mi pecho que causó el estar bajo el agua tanto tiempo. El asco, el miedo, la humillación. La desesperación por conseguir un poco de oxígeno. Eso me hizo permanecer allí.

Escuché las llaves moverse en la cerradura. Mantuve la tapa en alto.

Minho sólo había dado un paso dentro cuando me lancé sobre él. Su cabeza hizo un ruido sordo al golpearse contra el asiento del inodoro.

—¡¿Qué demonio…?!

Lo ataqué de nuevo dejando caer la tapa sobre él, sólo que esta vez dio en su espalda. Cayó de rodillas y estaba listo para golpearlo de nuevo cuando me arrastró tomándome el tobillo.

— ¡Suéltame, hijo de puta! —grité

 

Traté de dar un nuevo golpe en su brazo, pero terminó siendo muy débil debido a mi posición, así que le lancé un puñetazo en la cara que lo hizo soltar un gruñido. La puerta seguía abierta, aunque apenas dejaba entrar un haz de luz.

Comenzamos una pelea en el suelo, y esta vez no estaba dispuesto a rendirme.  Enterré mis uñas en su cara y las deslicé hasta dejar un rastro de ellas en cada lado.

— ¡AH! ¡Eres una maldita perra! —gritó mientras escupía en mi cara. Él estaba encima, así que aproveché para patearle la entrepierna. Minho soltó un aullido y encogió las piernas hacia el pecho, haciéndose a un lado.

Gateé hacia la puerta y la tomé por una esquina cuando Minho tiró de mi cabello, arrastrándome de nuevo con él. Yo continuaba lanzado patadas de un lado a otro, entonces recibí un golpe en la cara y pude saborear la sangre en mi boca.

— ¡Tú lo quisiste, Kibum! ¡Tú te lo bus…!

Lo interrumpí escupiendo en su cara la sangre que había acumulado.

— ¿Así que ya no soy Key, maldito hijo de perra? —grité. Logré encestarle una patada al estómago que lo dejó sin aire unos segundos, pero se lanzó a mis piernas antes de que pudiera huir.

Forcejeamos hasta que puso todo su peso sobre mí; continué arañando su rostro mientras él intentaba sostener mis manos. Lo consiguió después de un rato y yo volví a escupirle en la cara, con lo que me gané un puñetazo. Rodeó mi cuello con ambas manos y casi pude oír mis huesos crujir. Halé de sus cabellos con fuerza, pero la furia parecía haberse apoderado de él.

— ¡Min…ho! ¡P…avor!

— ¡Vas a tener que hacer más que suplicar esta vez, perra! — con cada palabra parecía aumentar la presión en mi cuello.

Estaba perdiendo el conocimiento por falta de oxígeno, por segunda vez en el día. Cuando me soltó estaba demasiado débil para seguir luchando; me dediqué a tomar bocanadas de aire. 

A penas recuperaba el aliento cuando un golpe en el vientre seguido por otro en la espalda me devolvió al suelo. Me encogí en un intento por amortiguar sus ataques, pero Minho no se detenía.

—¡Eres…una… maldita… perra…malagradecida! —puntualizaba cada palabra con un golpe.

 

Para cuando terminó, estaba jadeando del esfuerzo y yo permanecía inmóvil en el suelo. Estaba sorprendido de seguir consciente, pues incluso respirar resultaba una tortura. Minho observaba desde una esquina, descansando la espalda en la pared. Parecía admirar su trabajo. Deslizó sus manos sobre su cabello y negó con la cabeza antes de decir:

-¿Ves lo que me has obligado a hacer? Arruinar una cara como la tuya…qué desperdicio.

 

Cerré los ojos con fuerza cuando lo vi ponerse de pie. Si iba a matarme, esperaba que lo hiciera de una vez, tal vez podría dejar mi cuerpo en algún lugar para que mi familia me encontrara.

Si la vida tenía esto para mí, hubiera preferido no conocer el mundo. No con este final.

Me tomó en los brazos con rudeza, lo que sacó varios chillidos de mi boca. Me colocó sobre la cama sin ningún cuidado y después salió. 

 

*-*-*-*-*

¿Soy el primer paciente tan jodido que ha tenido? ¿No es así? Debería tener una pelota anti estrés, casi rompe su libreta. Le regalaré una por navidad, me hará sentir menos culpable.

Además, no he contado lo peor. Más adelante entenderá porqué estoy tan jodido.

¿Tiene usted hijos? Eso ayudará.

Yo tuve uno.

 

Pero me lo arrebataron… igual que todo lo demás. 

Notas finales:

Ya sé, ya sé, puro dolor. 

#Sorrynotsorry

Esta historia es así, mi corazoncito también duele cuando escribo. Amo a Kibum. 


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