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Estás arrestado por Naruko

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Capítulo 2

 

1

 

— ¡Bastardo desagradecido! —clamó agitando los puños al aire con toda la furia que había ido acumulando en las últimas veinticuatro horas—. ¡¿Cómo demonios se ha atrevido a dispararme?!

 

No había previsto aquello.

 

Que lo amenazara con dispararle sí. Las múltiples amenazas de Sasuke eran, por así decirlo, legendarias. Pero que cumpliera con su ultimátum por voluntad propia no.

 

«El Sasuke que conociste ya no existe», el estómago le dio un violento vuelco al recordar sus palabras, desatando un inusitado quemazón en sus entrañas, ardiente como el hambre, trepando por su pecho, enroscándose sobre su garganta.

 

No pudo estar más de acuerdo con aquella afirmación. Sasuke ya no era aquel joven que un día conoció en la academia de policías luchando mano a mano por ser el primero de su promoción. El mismo chico engreído con el que perdió su virginidad producto de una monumental borrachera en el día de la ceremonia de graduación. La misma persona que al día siguiente, resacoso aunque totalmente cuerdo, había despertado a su lado aceptando su precipitada propuesta sentimental. Y había sido feliz por primera vez en mucho tiempo. Tremendamente feliz.

 

Pero hacía mucho tiempo de aquellos días.

 

Demasiado.

 

Naruto torció el cuello de un lado a otro, desentumeciendo músculos. No había pegado ojo en toda la noche, aunque lo cierto, es que ni siquiera lo había intentado. Se había pasado parte de la misma intentando localizar a Sasuke, o alguien que fuera capaz de darle una pista sobre su paradero. La suerte se le cruzó en forma de pájaro, agarrado al dedo de su dueño, el cual respondía al nombre de Juugo y aseguraba a cambio de un chute de Vicodina conocer la ubicación exacta del escurridizo Uchiha; un bar de reputación dudosa llamado Taka.

 

Y fue cierto.

 

El local era mugriento, oscuro y emitía un aroma a humanidad alcoholizada nauseabundo. Naruto se ubicó a buen recaudo en uno de los bancos forrados de poliéster más lejanos a la puerta de entrada, desde donde podía observar con claridad el mostrador atestado de una nutrida clientela, que de forma relajada, tomaba cerveza y otros licores sentados sobre taburetes circulares. A la derecha de la barra se abría la entrada a un pasillo que Naruto identificó como los servicios, o quizás un oportuno cuarto oscuro. Desde luego la gente que entraba en esa área parecía salir mucho más aliviada.

 

La puerta del local se abrió, y su preciada recompensa entró en escena.

 

«Esta vez no te escaparás, teme.»

 

Naruto hizo ademán de levantarse del excusado, pero algo en el comportamiento de Sasuke le hizo frenar en seco. Su mirada recorría el local a la expectativa, como si buscara encontrarse con alguien en una cita clandestina. Naruto acertó a taparse el rostro con la carta de menú antes de que Sasuke lo reconociera. Afortunadamente la luz amarillenta del local y la lejanía entre las mesas le hicieron pasar desapercibido.

 

—Hola. ¿Tienes pene?

 

La voz de un extraño sujeto que sigilosamente se había sentado frente a él, lo sobresaltó. Un pálido joven de oscuros cabellos e inexpresivo rostro le sonreía de forma estúpida.

 

— ¿Cómo dices?

 

—Pene —repitió la caricatura andante como si la conversación fuera de vox populi—. ¿Tienes o no?

 

—Claro que tengo —respondió tan perplejo como molesto.

 

— ¿Y sabes usarlo?

 

Naruto presagiaba que aquella sin duda sería la conversación, el tipo y la proposición para follar más extraña que le habían ofrecido en la vida.

 

—Lárgate —farfulló antes de realizar varios aspavientos de brazo indicándole al idiota de turno que buscara otro con el que retozar—. No me interesas.

 

—   ¿Seguro?

 

El tipo le enseñó la lengua, donde curiosamente llevaba dibujado un tatuaje con forma de cremallera en un gesto sugerente de lo talentoso que podía llegar a ser en el uso de la misma.

 

La imagen de esa suculenta lengua rebotó contra su córtex cerebral. Por suerte no la cabeza dominante, sino la pensante, la de arriba.

 

Céntrate, Naruto.

 

Cuando se quiso dar cuenta habían pasado unos largos y valiosos minutos en los que Sasuke había aprovechado para sentarse en uno de los taburetes de la barra junto a un chico de gafas, cabellos grises recogidos en una sencilla coleta y complexión delgada aunque nervuda. Una frugal conversación, una sonrisa de medio lado y Sasuke se alzó induciendo a su acompañante a seguirle. Las mujeres no suelen generar sospechas cuando van en pareja al servicio. Pero que dos hombres lo hicieran, sugería de forma indecente la idea de que ambos se prestarían servicio el uno al otro.

 

—Hoy no follas —anticipó triunfante el rubio con cierto resentimiento.

 

En cuanto los vio desaparecer tras la puerta, Naruto irrumpió en el pasillo como alma que lleva el diablo. Rebasó el batiente con firmeza  para encontrarse ubicado en algo tan mundano como un pequeño cuarto de baño con un lavabo y dos cabinas.

 

Su atención pronto se centró sobre lo dos individuos que ocupaban el espacio central. Y la imagen le dejó sin palabras.

 

Sasuke se encontraba rígido, aprisionado de forma forzada contra el lavamanos, inclinado y sumiso ante su compañero, que a su espalda, lo empotraba con fuerza inclinado sobre él. Naruto no estaba dichoso con la imagen, aunque ciertamente no le resultaba extraña en absoluto. Sabía de sobra lo cachondo que podía ponerse Sasuke cuando los preliminares resultaban un poco más rudos. Pero lo que desentonaba de aquella bizarra imagen era el peligroso, brillante y letal revolver semiautomático Mk23 con silenciador que apuntaba la sien del moreno, obligándolo a inclinar el rostro hacia un lado con la fuerza que imprimía el cañón sobre su cráneo.

 

« ¿Pero qué demonios…?»— caviló el rubio alarmado tratando de poner en orden a toda velocidad sus pensamientos. Se había equivocado. Aquella no era una cita clandestina, y el individuo de turno no era un polvo de una noche. A menos que el moreno hubiera desarrollado durante todo este tiempo un fetiche por el BDSM. Durante una fracción de segundo, Naruto consideró la escena en clave  dominante-sumisa. Pero la situación parecía bastante real, altamente peligrosa, y la tensión en sus cuerpos lo corroboraba.

 

Naruto conectó la mirada con Sasuke, tan cruda y severa como sorprendida por su presencia, y ya no le quedó ninguna duda. Sasuke estaba en peligro.

 

« Y estoy desarmado» —vaticinó con desagrado Naruto recordando cómo el moreno le había robado la pistola en su último encuentro.

 

Mal-di-ción.

 

—A eso le llamo yo estar en el sitio y la hora equivocada —profirió el hombre de gafas pasando su mirada despreciativa por encima del hombro­—. Una pena, pero ya no te puedo dejar ir. Entra, chico. Las manos arriba, donde pueda verlas.

 

El duro rictus de Sasuke se intensificó, al igual que su mirada tan glacial y hostil que intimidaba, indicándole silenciosamente que no hiciera caso a la exigencia del hombre, y se largara de allí por patas.

 

¿Y dejarlo a él solo ante el peligro? Ni hablar.

 

Por poco que pudiera ayudar, dos siempre eran mejor que uno.

 

Con ambas manos en alza, Naruto entró sigiloso en la estancia cerrando la puerta tras él.

 

— ¿Es guapo, verdad? —ronroneó el sujeto al oído de Sasuke con un timbre bajo y ronco, invitándolo a que lo mirara—. Estoy seguro de que Kaguya me pagaría muy bien por un rubio natural. Los ejemplares como él están muy cotizados en el mercado negro —chasqueó la lengua con molestia—. Por desgracia solo puedo llevar a uno. Y ya tengo suficiente contigo. Me temo que va a tener que llevarse el secreto a la tumba.

 

El hombre de cabellos grises dirigió el revólver hacia Naruto y sin ningún tipo de remordimiento disparó el arma.

 

Todo pasó muy deprisa. Viéndose libre del cañón, Sasuke había golpeado el brazo que sostenía la pistola, desviando el disparo hacia el techo, al tiempo que Naruto se agachaba en un intento por esquivar la bala y tomaba impulso hacia delante para abalanzarse sobre el individuo con quien comenzó un violento forcejeo por la posesión del arma.

 

Rodaron por el suelo un par de veces antes de que Sasuke acertara a pisar el brazo del sicario que sostenía la pistola y lo obligara a soltarla, haciéndose con el arma.

 

—Suéltalo —gruñó el moreno apuntando hacia el matón, sin apartar sus petrificadas pupilas de la escena final donde Naruto había quedado rezagado con el sicario a su espalda, quien lo asfixiaba agarrándolo del cuello con el antebrazo.

 

De forma inesperada, aquel hombre que parecía tener recursos para todo, extrajo de la pernera del pantalón una pequeña pero afilada daga que colocó amenazante sobre el cuello del rubio.

 

Un simple movimiento, y Naruto moriría degollado.

 

—Tira el arma o el chico morirá —amenazó el esbirro.

 

El rostro de Sasuke era una máscara de furia; ceño fruncido, mandíbula apretada, aletas de la nariz infladas, incluso era visible cómo se crispaba la mano que sostenía el arma. Pero lo más llamativo era su mirada glacial, hostil, dubitativa. Porque sí, ambos conocían el protocolo que imponía el manual del buen policía ante un secuestro con rehenes. Soltar el arma.

 

— ¡No lo hagas, idiota! —vociferó el rubio alarmado—. ¡Nos matará a los dos!

 

—Cállate —replicó en voz baja, examinando la situación con aquella manera suya en que lo veía todo. No dudaba de su puntería. Podía matar a aquel hombre de un solo disparo en la frente sin que el rubio idiota sufriera ningún daño. Pero eso tiraría por la borda la misión que estaba ejecutando en aquel momento. Sasuke estaba allí por una razón. Y desgraciadamente necesitaba a aquel tipo con vida.

 

Al sicario. No a Naruto.

 

La tentación era tan grande…

 

—De acuerdo —accedió finalmente contrayendo los labios contrariado, desvelando el infierno de cólera que hervía en su interior—. Soltaré el arma a cambio su vida. Él no tiene nada que ver en esto. Así que suéltalo.

 

—Hecho.

 

Sasuke dejó el arma lentamente sobre el suelo, a lo que el sicario descargó un golpe certero a Naruto en el cogote, que aterrizó de bruces contra el suelo inconsciente. Ahora sólo quedaba él y el asesino.

 

El misterioso hombre salvó la distancia que los separaba recogiendo el arma que puso en alto, sin amedrentarse por la mirada hostil que le dedicaba el moreno.

 

—Debo reconocer que no me lo has puesto nada fácil —le confesó con mofa el sujeto—. Voy a pedir el doble de dinero por tu cabeza.

 

Todo fue tan súbito y veloz, que el asesino incapaz de evitarlo cayó en redondo inconsciente sobre el suelo cuando Naruto, de pie a su espalda, le propinó un certero golpe en la cerviz, dejándolo inconsciente.

 

Sasuke se abalanzó sobre Naruto, agarrándolo por la pechera y levantándolo en volandas.

 

— ¡La próxima vez que te metas en mis asuntos te pego el tiro yo mismo! —gruñó desafiante. Saltaban chispas cuando estaban cerca el uno del otro. A veces literalmente.

 

—Le estás cogiendo un gusto insano a eso de dispararme, teme.

 

— ¿En qué coño estabas pensando? Tenías que esperar a mi señal.

 

—Esperé a tu señal—se defendió—. Frunciste el ceño.

 

—No era fruncir el ceño, era mojarme los labios, idiota. ¿Acaso no recuerdas nada del protocolo de actuación policial que dimos en la academia?—recriminó.

 

—Tú eres el listo. Yo el animal—farfulló Naruto obviando la pregunta.

 

Pero lo cierto es que debía admitir que Naruto le había sorprendido al efectuar una maniobra brillante haciéndose el inconsciente para saltar sobre el matón a la mínima oportunidad.

 

— ¿Quién demonios es este tío? —preguntó el rubio ansioso.

 

La pregunta fue recibida con un espeso silencio.

 

El moreno se apresuró a registrar al hombre que continuaba noqueado sobre el suelo. En el interior de sus bolsillos encontró una hoja de bisturí quirúrgico, un par de bridas de plástico y varias agujas cargadas con diferentes líquidos no identificados.

 

—Menudo arsenal —caviló Naruto indeciso ante los artefactos extraídos—. ¿Y pensabas follarte a este tío?

 

Sasuke le dedicó una mirada hosca.

 

—No seas idiota.

 

—   ¿Qué demonios está pasando? ¿En qué andas metido?

 

—Baja la voz, usuratonkachi.

 

La expresión holgada se había esfumado de un tajo, y Naruto advirtió sus movimientos antes de que se marchara sin contestar a revisar que no hubieran llamado la atención de nadie en el exterior del baño. El moreno volvió a penas cinco segundos después para colocar una brida de plástico sobre las muñecas del desvanecido individuo.

 

—Es un sicario, ¿verdad? —demandó el rubio impaciente por el silencio de su compañero—. Quería drogarte o matarte. Aún no estoy seguro.

 

—Tú no has visto nada, ¿me oyes? —constriñó Sasuke amenazante.

 

— ¿Dé qué demonios estás hablando, teme? —Naruto lo asió por la camisa, reteniéndolo con firmeza—. Hay un puto asesino tirado en el suelo que casi nos mata. ¿Y tengo que hacer como si no he visto nada? —cuestionó en un severo tono que a duras penas disimulaba su enojo.

 

—La única persona que quiere matarte aquí soy yo.

 

—   ¿Le debes dinero a alguien?

 

—No.

 

—   ¿Estás traficando con algo?

 

—No.

 

—   ¿Estás metido en algún clan mafioso a parte del tuyo?

 

Sasuke le lanzó una mirada agria.

 

—No —contestó con aquel todo suyo tan autoritario.

 

—Pues se me acaban las ideas —rumió—. Sigues siendo policía, ¿verdad?

 

Sasuke suspiró, frotándose los ojos con cansancio.

 

—Se trata de una misión —confesó finalmente a medias.

 

—Cuéntame algo que no sepa —farfulló—. ¿De qué trata la misión? ¿A quién estás siguiendo? ¿Para quién demonios trabajas? —cruzó demandante los brazos sobre el pecho.

 

Sasuke movió la cabeza en una lenta negación.

 

—Esos son datos que no puedo revelar. Ya sabes cómo funciona todo esto. Tú también eres policía —masculló molesto—.Te dije que dejaras de seguirme y te largaras a Konoha. ¿Por qué demonios sigues aquí?

 

­—No seas idiota, Sasuke. Que yo esté aquí debería ser el último de tus problemas —evidenció—. A menos que este tío tenga algo que ver con Kakashi.

 

—No —cortó exabrupto frotándose los ojos con cansancio—. Ya te expliqué lo de Kakashi ayer. No quiero ir a Konoha y me ha estado asediando desde entonces. Tú eras su última baza. Punto.

 

—   ¿Y por qué no quieres ir?

 

Las finas cejas de Sasuke se unieron en un fruncido ceño, mientras sus ojos entornados lo traspasaban con una áspera mirada.

 

—Entre un millón de jodidas preguntas hay una que deberías hacerte y no te haces. ¿A qué persona intento evitar a toda costa?

 

—Esa es una pregunta trampa. Espera que piense.

 

Naruto entrecerró los ojos, llevándose una mano al mentón.

 

—¿Te refieres a mí? —cuestionó al cabo de unos segundos recuperando parte del enfado con el que se había colado en el baño—. Bastardo, yo no tengo la culpa. Te recuerdo que fuiste tú el que me dejó con una carta.

 

—No era una carta. Eran los papeles de divorcio.

 

—Más a mi favor.

 

Aquella conversación estaba derrotando por caminos espinosos que a Sasuke no le apetecía lo más mínimo cruzar. Mucho menos con un rehén y un idiota cerca.

 

Sasuke apretó los labios y respiró hondo apoyando las manos en las caderas, reflexionando unos instantes sobre cuál sería el mejor movimiento en dicha situación.

 

—Tengo que hacer una llamada. Quédate aquí, vigilándolo. No toques nada, y no me espíes —Sasuke lo miró con un brillo helado reverberando en sus pupilas, indicando silenciosamente que sus palabras no eran de advertencia, sino de amenaza.

 

Del bolsillo del pantalón extrajo un sofisticado IPhone en el que marcó un número de teléfono mientras en silencio, salía del baño hacia el pasillo.

 

—Soy yo —respondió una vez que su interlocutor descolgó la llamada—. He abortado la misión. Ha surgido un imprevisto. Tengo a Kabuto inconsciente en el suelo y al idiota de Uzumaki Naruto en el baño del Taka —sacudió el rostro en forma de negativa y replicó—. No es culpa mía, el dobe se ha presentado sin avisar.

 

Su voz sonaba como si estuviera confesando una humillante situación.

 

—No voy a llevarlo conmigo —replicó bruscamente—. Sería un estorbo.

 

Entonces calló, enfurruñado. Como si no tuviera más opciones que obedecer las órdenes de su jefe.

 

—No puedes estar hablando en serio.

 

Por supuesto que lo hacía. Su jefe nunca malgastaba saliva en vano. Y menos para dar órdenes.

 

—De acuerdo.

 

Sasuke cortó la comunicación con un violento gesto, resignado a tener que enfrentar la molesta compañía de Naruto durante el resto del día. De vuelta al servicio se encontró con el referido que lo examinaba con tanta curiosidad como inquietud.

 

— ¿Qué vas a hacer con él? —preguntó el rubio señalando al sicario—. ¿Lo interrogamos con el juego del poli bueno, poli malo? ¿O con el dilema del prisionero?

 

—Mejor jugamos a Uzumaki cierra el pico y que dure todo el día. Ahora ayúdame a levantarlo.

 

—   ¿Dónde vamos?

 

Sasuke frunció los labios con disgusto.

 

—Mi jefe quiere verte.

 

 -2-

 

Lo que Naruto no esperaba es que el jefe de Sasuke fuera el mundialmente famoso jefe del estado de seguridad contra el terrorismo y crimen organizado, Uchiha Itachi. Familiarmente conocido como Nii-san, y por consiguiente y hasta que ciertos papeles no fueran firmados, su cuñado.

 

— ¿Alguien me puede explicar qué ha ocurrido? —el comisario jefe  elevó una de sus delineadas cejas sin que su sereno semblante se viera alterado. Sobre su mesa se desplegaban dos papeles; el primero era una reciente e inesperada declaración judicial detallada de valiosas pruebas aportadas por el criminal Yakushi Kabuto, trasladado a dependencias policiales sin fianza. El segundo, una denuncia del propio Kabuto por amenazas y abuso de poder contra Uchiha Sasuke.

 

Y esa era la segunda querella que acumulaba su belicoso hermano menor en el último mes.

 

Alguien debería rebajarle los humos un poco.

 

—Tuvimos complicaciones —confesó Sasuke ceñudo.

 

—Pensé que iba a ser un trabajo fácil.

 

—El error… —el dedo pulgar de Sasuke apuntó incriminando por encima de su hombro hacia Naruto—, lo tienes delante. Nada resulta fácil cuando el idiota está cerca.

 

— ¡Bastardo! —recriminó el rubio—. ¡Yo no habría interferido si hubieras contestado a mis preguntas la primera vez que te vi! Además, tú eres el que ha colgado desde la azotea del edificio a Kabuto, con medio cuerpo suspendido al vacío, para sacarle información —Naruto señaló inquisitivamente con un dedo al moreno dirigiéndose hacia el comisario que arqueó suspicaz una ceja—. Tu precioso hermano menor tiene una insana obsesión con la tortura, la muerte y la interrogación a nivel Dios. ¡Casi lo lanza al vacío! Estoy seguro de que aún conserva el libro de técnicas avanzadas de interrogación en su mesita de noche —carcajeó—. Pienso testificar en su contra si Kabuto me cita en el juicio por agresión.

 

—No iba a matarlo—refutó Sasuke cruzando los brazos en una pose altiva. Claro que aún conservaba aquel libro. Era su biblia—. Ese tipo no iba a soltar palabra a menos que se viera en serio peligro de muerte.

 

El rubio soltó un bramido de exasperación.

 

—La gente te va a decir cualquier cosa por miedo a la muerte, idiota. Y no necesariamente la verdad.

 

Sasuke se lanzó sobre Naruto como un perro hambriento que olfatea su hueso.

 

—Debería haberte pegado el tiro yo mismo cuando tuve ocasión —amenazó, clavando la mirada en sus pupilas como si quisiera hundirse en ellas.

 

—   ¡¿Me estás amenazando?!

 

Sasuke se acercó tanto que sus narices se rozaron.

 

—Créeme, cuando yo te amenace, lo sabrás.

 

—Ya basta los dos —censuró el comisario sentado al otro lado del escritorio. Casi había añorado presenciar sus disputas, sus riñas y peleas de enamorados… hasta que Sasuke había sacado la pistola con la que encañonaba la mandíbula de su cuñado—. Guarda el arma, Sasuke. Todos cometemos errores. El de Naruto fue ignorar que trabajábamos en una misión encubierta de alto rango.

 

El rostro de Sasuke insinuó un rictus de desprecio que se redujo a una mueca inapetente antes de acceder a soltarlo.

 

—Y lo que es peor —prosiguió el comisario—, se nos acaba el tiempo. El informe de la C.I.A indica que Kaguya tiene pensado salir del país en breve, llevándose consigo a Sabaku no Gaara. Si lo consigue quedará fuera de nuestra jurisdicción y por lo tanto libre de nuestro arresto. Y eso es algo que no nos podemos permitir.

 

— ¿Quién es Kaguya? —preguntó Naruto curioso.

 

Sasuke negó tácitamente con el rostro, instigando a su hermano mayor a no contarle los detalles de la misión. Pero Itachi no parecía ser de la misma opinión que su hermano pequeño.

 

—Kaguya es la líder de un grupo terrorista internacional dedicado a la prostitución y tráfico de personas—reveló el capitán sin que su rostro mostrara algún gesto—. Regenta una discoteca llamada Los siete pecados, uno de los recintos más solicitados por la alta sociedad de este país, y donde supuestamente oculta lo que ella denomina como sus joyas más preciadas; varones atractivos y sumisos dispuestos a satisfacerla en cualquiera de sus perversiones. Además, dispone de una amplia red de acólitos gracias a los profundos lazos que mantiene con La Yakuza japonesa; secuestro, prostitución, drogas, extorsión. Yakushi Kabuto, el miembro de la mafia nipona que habéis apresado, se encargaba de drogar chicos jóvenes y atractivos para entregárselos a Kaguya a cambio de dinero. Cinco mil por cada chico —concretó—. Hace dos semanas fue secuestrado Sabaku no Gaara, que es el cuñado del capitán del servicio de inteligencia Shikamaru Nara. El secuestro hace pensar en un móvil económico, dado que Gaara no es un chico normal y corriente. Es el presidente de Suna y tiene acceso a la información de alta seguridad de su país. Por lo que su secuestro resulta una amenaza grave a la seguridad nacional —aclaró—. Gaara es descrito como un chico exótico, tácito y atractivo. Aunque desgraciadamente para Kaguya, Gaara sólo juega en su misma liga, y no le interesan otras porterías.

 

Dudoso, el rubio desvió la mirada hacia Sasuke, que con un hastiado suspiro, accedió a aclarar su titubeo.

 

—Es gay.

 

—Oh.

 

La descripción le recordaba tanto a cierto bastardo.

 

—Lo que nos lleva a pensar que está siendo retenido en la discoteca de Kaguya, Los Siete Pecados —concluyó Itachi—. La misión de Sasuke consistía en actuar de cebo y dejarse secuestrar por Kabuto, infiltrándose así en lo más profundo de la discoteca como un nuevo trofeo para Kaguya, verificando de ese modo el paradero de Gaara.

 

—Hasta que tú interferiste arruinándolo todo. Como siempre —increpó Sasuke despectivo.

 

Naruto apretó fuertemente la mandíbula. Ahora comprendía todo el asunto y su monumental error al interferir, obligando a Sasuke a abortar la misión en el momento más crucial.

 

—Lo siento —se disculpó en un tono bajo y renuente, frotándose con una mano los cabellos dorados—. Realmente desconocía la magnitud del caso. No hubiera interferido de haberlo sabido.

 

—Está bien, Naruto —apaciguó el comisario—. En cualquier caso Kabuto ha confesado haber secuestrado a Gaara para entregárselo a Kaguya y su ubicación actual en el interior de la discoteca. Tan pronto como se siente con un abogado va a darnos una declaración completa a cambio de indulgencia. Por lo que debemos actuar con rapidez. Los malos no van a tardar en darse cuenta de que tenemos retenido a un esbirro y que Sasuke era el cebo de la policía —el comisario se volvió hacia su hermano con celeridad—. ¿Pudiste confirmar quién era el acompañante de Kaguya en el estadio de Kendo?

 

Itachi advirtió por los pliegues en el ceño fruncido de su hermano menor y por la forma en que clavaba su mirada en él, que prefería no dar detalles importantes delante del dobe.

 

—El jefe de La Yakuza del Sonido —admitió a regañadientes.

 

—   ¿Orochimaru? —aportó Naruto.

 

Sasuke lo miró sin parpadear, tan asombrado como ofendido porque conociera el nombre que él se había negado a dar.

 

—   ¿De qué lo conoces? –inquirió el moreno reticente.

 

—Sus datos informativos están en el libro Bingo. Preside uno de los clanes más antiguos y oscuros de la mafia japonesa —se encogió de hombros como si la respuesta y la fama del individuo fuera obvia—. Se rumorea que Orochimaru lleva algún tiempo obsesionado con la clonación humana y dispone de un laboratorio donde realiza experimentos de lo más sádicos con embriones y esas cosas —tembló como si sufriera un escalofrío del asco—. Pero son sólo rumores. Aún está por confirmar.

 

El comisario asintió.

 

—Al parecer está tan interesado como Kaguya en el tráfico de personas. Si logramos finalizar nuestra misión con éxito, conseguiremos encerrar a dos de los delincuentes más peligrosos del mundo entre rejas —auguró Itachi como colofón—. Tenemos que entrar en esa discoteca.

 

— ¿Instrucciones, capitán? —apresuró a preguntar Sasuke ansioso.

 

Itachi clavó su mirada en el moreno durante largos segundos antes de decidirse a contestar.

 

—Me temo que ésta vez no habrán instrucciones para ti, Sasuke. Desde este momento quedas excluido como cebo de la operación.

 

— ¿¡Qué?! Ni hablar —replicó entornando los párpados sobre unos ojos que la rabia comenzaba a enturbiar—. Me he dejado el pellejo en este caso para que ahora me releves. No pienso abandonar.

 

Itachi negó displicente con la cabeza.

 

—Conoces el protocolo de actuación para estos casos, Sasuke —reiteró en un tono tajante que no admitía réplica—. Debido al arresto de Kabuto, ellos no tardarán en saber quién eres y lanzarte una orden de aniquilación. No permitiré que pongas tu vida en peligro.

 

— ¡Y yo no permitiré que me saques del caso! —El sonoro golpe que produjeron los puños de Sasuke al golpear la mesa de dirección silenció momentáneamente la discusión—. Déjame solucionarlo, aún puedo ser el cebo. Esta vez no fallaré.

 

—El método cebo sólo funcionaría bien si no estuviéramos en una ciudad con menos de medio millón de personas. Lo que significa que la gente mala conoce a la gente buena—aclaró el comisario—. Lo siento Sasuke, pero estás fuera. Tenemos que buscar un nuevo cebo fuera de la ciudad.

 

Sasuke apretó la mandíbula con tanta fuerza que la piel se tensó sobre su quijada.

 

—Yo puedo ser tu cebo —propuso repentinamente Naruto a su izquierda—. A mí no me conoce nadie.

 

Itachi volvió sus astutos ojos hacia él, buscando más allá de sus palabras.

 

— ¿Estarías dispuesto a infiltrarte en una misión de rango S?

 

—Sí.

 

— ¡No! —exclamó Sasuke con ferocidad, permitiendo que su negación evidenciara todo el rencor que le acometía en ese momento—. Él no encontraría a Sabaku no Gaara ni con dos manos y un mapa —increpó con inquisitiva impaciencia—. No está capacitado para esta misión.

 

— ¡Por supuesto que lo estoy, teme! Llevo trabajando cuatro años en narcóticos y anti-vicios. Estoy más que acostumbrado a infiltrarme entre camellos y prostitutas. Además, tengo bastante experiencia haciendo de cebo —se giró hacia Itachi resuelto—. No soy de los que se quejan por tonterías, ni tampoco soy amigo de perder el tiempo. No me asusta trabajar duro y estoy convencido de poder cumplir sus exigencias, capitán.

 

—La última vez que hiciste de cebo casi te matan —le reprochó Sasuke.

 

— ¿Y de quién fue la culpa? —replicó éste.

 

La boca de Sasuke se frunció en un gesto de asco, tragándose de mala gana la rabia que se le atollaba en la garganta. Suya. La culpa de que pillaran a Naruto en la redada contra el clan Akatsuki cuando aún formaban equipo con Kakashi, había sido suya.

 

— ¿Cuáles son las instrucciones?—solicitó Naruto.

 

—Serás el nuevo cebo—aprobó finalmente Itachi—. Te infiltrarás en el local con el objetivo de localizar y poner a salvo a Sabaku no Gaara. Al parecer Kaguya dispone de una zona Vip infranqueable donde retiene a sus víctimas. Te daré un localizador camuflado en un colgante con el que permanecerás en contacto con nosotros en todo momento.  Por precaución a posibles registros no podrás portar ningún arma de fuego —el rubio asintió con lentos movimientos de cabeza—. Dispondrás de cincuenta efectivos en el exterior, rodeando el perímetro a la espera del asalto a la discoteca y diez en el interior camuflados —Itachi clavó su afilada mirada sobre Naruto—. Si crees que no estás preparado para la misión, éste es momento de comunicarlo.

 

—Puedo hacerlo —apresuró a confirmar Naruto asintiendo con la cabeza.

 

—Bien—zanjó Itachi alzándose de su asiento—. Te localizaré un atuendo acorde con el local y un sitio donde pasar la noche. Mañana iniciaremos la misión.

 

Sasuke sintió su furia in crescendo. No había llegado tan lejos para que ahora lo relevaran del caso. No importaban las nefastas consecuencias que ocasionaba desobedecer las órdenes del comisario jefe, ni que compartieran lazos familiares. El idiota de Naruto no iba a ocupar su puesto y punto.

 

—No vas a hacerlo, me oyes —no levantó la voz, pero la ira reverberaba en ella. Los pliegues de su ceño se acentuaron y sin volver el rostro, añadió—. Mañana mismo volverás a Konoha. Ésta no es tu misión.

 

—Ya has oído a tu hermano, Sasuke—el rubio lo miró desafiante—. Estás fuera.

 

Los ojos de Sasuke destellaron con un fogonazo rojo sangre, si eso pudiera suceder.

 

—No serás el cebo—masculló entre dientes, apuntándolo con un dedo inquisidor.

 

—Aparta ese dedo de mi cara.

 

—Eres un idiota, un irresponsable y un temerario que rara vez piensa en las consecuencias—replicó con una frialdad que parecía cortar el aire—. Arruinarás la misión, de la misma forma en que acabaste en coma en el hospital.

 

Con un gesto hábil y rápido Naruto le apresó la misma mano con la que lo señalaba y tiró de él, obligándolo a girar sobre sí mismo, haciendo palanca e inmovilizándole el brazo tras la espalda. Sasuke se revolvió con fiereza entre insultos pero sin lograr soltarse.

 

—Sabes muy bien por qué acabé en el hospital, teme. Tú eres el… —al instante se silenció. Su cerebro había retomado el control a tiempo de frenarle la lengua que reverberaba una retahíla de reproches e insultos. No valía la pena traer a colación el pasado—. Escúchame bien. Voy a completar esta misión, con tu ayuda o sin ti, ¿me oyes? Así que más te vale relajar ese carácter tuyo y no poner las cosas más difíciles.

 

Con lentitud Naruto aflojó la firmeza de su agarre, soltándolo.

 

La reacción de Sasuke fue tan rápida que Naruto no logró esquivarlo a tiempo. Para cuando se quiso dar cuenta Sasuke había girado sobre sus talones lanzándole un puñetazo sobre la boca que le hizo trastabillar varios pasos hacia atrás. Tan pronto como pudo, activó sus defensas a un posible segundo golpe, pero contra todo pronóstico Sasuke ya no le prestaba atención y se había encarado ominoso hacia su hermano mayor en una batalla silenciosa de miradas tan frías y oscuras como el ónice.

 

Basándose en su lenguaje corporal y la gélida mirada de sus impenetrables ojos negros, Naruto llegó a la conclusión de que Sasuke estaba librando una cruenta batalla interna entre girarse hacia él, sacar la pistola y rematarle de un tiro allí mismo, o seguir impugnando las órdenes de Itachi, la mayor autoridad del país.

 

Sasuke optó por irse del despacho con paso enérgico.

 

—Me odia —masculló Naruto limpiándose la sangre de la boca con el dorso de la mano, constatando cómo había estado manteniendo el aliento.

 

Itachi ladeó un poco la cabeza. Sobre su boca bailoteaba una apocada sonrisa.

 

—Ya te habría matado si lo hiciera.

 

—Eso no me consuela mucho…

 

Displicente, Itachi relajó la postura contra el borde de la mesa, cruzando los brazos sobre su pecho.

 

—Le preocupa que puedas salir herido —confesó—. Es una misión importante y recuerda muy bien las consecuencias de sus errores en Konoha. Se siente culpable de lo que te ocurrió —con aplomo Itachi observó las seis cicatrices que adornaban las mejillas del rubio—. Además, está loco por ti.

 

­—Está loco y punto.

 

Los ojos de Naruto miraron a su cuñado con ironía.

 

—En menos de veinticuatro horas me ha disparado, golpeado, insultado y amenazado de muerte de diez formas distintas. Sinceramente Itachi, a mí no me lo parece. A tu hermano no le incomoda lo más mínimo ahorrarme sufrimientos.

 

—Y tú sigues enamorado de él.

 

Naruto frunció la boca con un sarcasmo en la punta de la lengua que no llegó a formular. Itachi lo miraba con aquel rostro amable y nostálgico que tanto añoraba. Nunca había sido capaz de mentir a aquel hombre. En respuesta desvió la mirada hacia un lateral.

 

—Ya sabes cómo actúa Sasuke cuando siente que puede perder algo que le es querido—prosiguió el mayor—. Te provocará, te instigará, te pegará y te hará perder los nervios de todas las maneras posibles hasta lograr que abandones tu propósito. Sabe muy bien como crispar a la gente.

 

—Sí, lo suyo es un don.

 

Itachi le apretó el hombro intentando reconfortarlo.

 

—Te casaste con un hombre que te volvía loco de muchas formas diferentes. Ya deberías estar acostumbrado.

 

Naruto clavó la mirada en el suelo. Aquella observación hizo que se perfilara una escurridiza sonrisa sobre sus labios y sus pupilas se prendieran de un brillo dulce y melancólico.

 

—Sí. Dije para lo bueno y para lo malo.

 

Continuará…

Notas finales:

Sí, ya lo sé. Sigo sin desvelar muchas de vuestras dudas y no contenta con eso, aún le añado más preguntas a la mezcla. Un poco de paciencia, todo a su debido tiempo.

Por fin a salido mi querido Itachi. Ya os adelanto que, sin hablar, ha resaltado un detalle muy importante sobre la trama principal de esta historia y la razón por la que Sasuke se fue de Konoha. A ver quién lo adivina.

Por cierto, ¿Alguien se dio cuenta de quién era el misterioso chico que pretendía liberar la tensión de Naruto en el cuarto oscuro? ¡Lo a-do-ro!


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