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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Designio.

 

—¿Por qué estabas con Suzuki-san?

 

Enma se sintió incómodo ante esa pregunta, porque para eso debía explicar lo que le había estado pasando en la última semana y lo que menos quería era preocupar a todos en aquel momento tan grato en donde podían verse una vez más. Pero no tenía opción porque las miradas se posaron sobre él.

 

—Zakuro.

 

Eso bastó para que la mayoría se asustara y por eso debió soltar la lengua. Aunque no era la gran cosa, o eso creía.

Su primo lo estuvo acosando desde hace una semana, llegó hasta el punto en que se presentó en su casa ante sus padres e intentó llevárselo. Grande fue el escándalo y como Enma previó lo culparon a él por aquel bochornoso incidente con un posible desenlace incestuoso. A partir de ahí fue un conjunto de sucesos raros que desencadenaron en su desesperado pedido hacia la única alfa que él creyó podía ayudarlo.

 

—Ya no puedo confiar en mis padres —suspiró mientras jugaba con sus dedos, algunos con banditas nuevas—, así que me salí de casa ayer y… cuando creí que Zakuro podría atacarme, me asusté y sin pensarlo estaba en la clínica de Suzuki-san.

—¿Ella te ayudó?

—En realidad me echó —sonrió divertido a pesar de que los demás no lo entendieran—. Ella sólo atiende a heridos y enfermos.

—Suena tan ella —comentó Tsuna porque de cierto modo esa mujer y Kyoya se parecían y mucho, hasta podría ser que compartieran lazos sanguíneos.

—Y entonces ¿por qué…?

—No fue ella la que me ayudó —miró a sus amigos intentándoles sonreír—, fue una de las enfermeras. Una omega muy amable que me permitió compartir su pequeño departamento ubicado a dos cuadras de la clínica.

—Y esa omega está… ¿casada? ¿O con alfa?

—No, ya no… es viuda, así que no hay problema.

 

Bastante simple, y no dejaba de ser alarmante porque eran dos omegas desprotegidos viviendo solos y con la amenaza andante del primo de Enma. Horrible, pero al parecer no había otra opción más que esa por el momento pues Enma se negaba a que uno de sus amigos le diera posada.

No quería involucrar a nadie más en ese asunto.

No quería poner en riesgo a las personas que consideraba su familia.

Y justo cuando estaban por seguir con el interrogatorio hacia el pelirrojo para ignorar la incomodidad de tener a I-pin y a Fuuta mirándose de vez en cuando, el celular de uno de ellos timbró asuntándolos en conjunto. Aunque su temor pasó a segundo plano cuando la voz conocida del otro lado de la línea se opacaba por las risas y una voz femenina que exigía madurez. A veces parecía que Nagi era la hermana mayor y Mukuro el malcriado adolescente con aires de grandeza que gustaba de dramatismo exagerado. Sí, muy linda familia.

 

Tsuna, estaré ahí en diez minutos —murmuraba a través de la línea.

—Te esperamos, Takeshi —rieron bajito por el griterío del fondo.

Haremos una pijamada —reía divertido—, ¡como cuando éramos niños!

Te recomiendo el pijama azul con rayitas, vi que la empaca… —ruido seco, estática momentánea y un rechinar lejano— ¡Nagi! ¡No golpees a tu hermano mayor!

Concéntrese en el camino, nii-sama.

Pues casi haces que choque por el golpe imprevisto.

Estos dos se llevan muy bien.

 

¿Lo mejor de todo? El drama que hizo Mukuro porque Kyoya no le dijo que no estaría en casa, que cambiaron el lugar de una reunión prevista y por no decirle exactamente dónde era, además su gasto de tiempo extra y cosas más que Adelheid paró con un golpe bien dado en la cabeza del alfa de mirada heterocroma. A todos les dolió ese golpe que retumbó sonoramente.

Todos creían firmemente que el que más suerte tuvo de ellos fue Takeshi, quien parecía acostumbrado y entretenido con el lío que armaba el alfa con el que vivía.

Los omegas vieron a aquellos raritos alfas irse sin prisa, despidiéndose con un gesto y tomando dos rutas diferentes hasta que la calle quedó despejada y sin autos. Tsuyoshi se despidió de Takeshi e informó que iba a visitar a sus amigos y su antiguo hogar que estaría siendo rentado pronto pues no lo usaría por un tiempo. Los padres de Tsuna les cedieron espacio para que todos los amigos hablasen y se divirtieran durante el tiempo que tenían. Y cuando se preguntaron los unos a los otros por si sabían que harían los alfas, nadie supo responder con claridad.

 

—Escuché algo de unos negocios —Takeshi era el más informado, pero ni él sabía exactamente qué sucedía—, pero no creo que fueran importantes porque Mukuro se burlaba de eso.

 

Nadie se imaginaría que en el trasfondo de esa reunión que les otorgó tres días de libertad, estuvieran implicados parte de sus destinos, de sus vidas y la calidad de las mismas. No sabrían jamás que en ocasiones el dinero valía más que los pactos dados entre los miembros de la sociedad alfista.

 

—¿Todo por esta firma?

—No tenemos por qué darte explicaciones —Reborn miraba cada trazo del alfa en frente de sí y sonrió satisfecho cuando terminó.

—Es un veinte por ciento de tus acciones en esa empresa, Hibari-san.

—Eso es todo —Kyoya ignoró lo dicho y tomó el documento para dárselo a Reborn.

—Es un gusto hacer negocios contigo, Kyoya-san —y el más joven de todos se deleitó con aquel simple papelito.

—Ustedes están desperdiciando su poder por cosas banales —suspiró el alfa de edad avanzada antes de levantarse—, pero les agradezco el negocio. 

—Largo —Kyoya ni miró al susodicho, sólo guardó su bolígrafo y se levantó.

—No puedo esperar para ver la cara de Fon cuando vea que tengo parte de las acciones de esa empresa —presumido, orgulloso y burlón, así definían a ese alfa que salía de la sala.

—Sabes que no puedo dejar libre al mocoso, ¿verdad? —al verse solos, Reborn decidió entablar una ligera plática con su actual socio.

—Pero al menos no lo condenarás a tomar tu apellido —Kyoya miró al niño a su lado—. Y me gusta joderle la existencia al viejo —sonrió de lado.

—Entonces, y de ser el caso, volveré pedirte ayuda de ser necesario, Kyoya-san —rio bajito—. Mi hermana también te lo agradece.

 

Había vendido todas esas acciones por un módico precio tan sólo por una firma que liberaría a la primogénita de los Argento de un matrimonio forzado, había logrado que Lambo quedase libre de un vínculo forzoso y tuviera una libertad aceptable, y de paso le había jodido la existencia a su padre. Nada podía ser mejor que eso, o tal vez sí, pero por el momento le bastaba.

Que se jodiera quien se jodiera, pero al menos así se sentía un poco más libre.

 

—¿Ahora somos aliados o algo así? —pero el niño parecía querer más de lo ya acordado.

—No.

—Pero la oferta está dada —agitó el papelito antes de guardarlo en una carpeta.

—No me interesa.

—Hibari —Reborn habló con seriedad—, sabes que una alianza puede ser beneficiosa en medio de este mundo en donde muchos se apuñalan por la espalda sólo por ambición.

—Tú me matarías si te conviniera.

—Lo haría —se acomodó la fedora—, pero como demostraste ser uno de esos rebeldes a quienes no les importa quedarse en la ruina con tal de destruir a los de más arriba —sonrió— creo que te prefiero como aliado.

—Jamás.

—Piénsalo.

—Ya lo hice —Kyoya se alejó a paso calmo— y prefiero hacer las cosas solo.

 

Nada más se dijo mientras cada uno se dirigía a su auto para —ahora sí—, ir a la reunión real, la que tenían que afrontar como herederos de algunas de las empresas más importantes en el país, donde se enfrentarían a los que estaban por encima de ellos, y en donde fingirían seguir las normas de esa sociedad para analizar sus posibles futuras acciones. Se meterían a la boca del lobo con tal de sacar información precisa para joderle la existencia a quienes les hicieron tanto daño.

Era un juego peligroso, pero a muchos les encantaba participar.

Negocios, tratos, pactos, alianzas, fusiones, incluso matrimonios arreglados. En esas reuniones se trataban diferentes asuntos y por eso solían durar largos periodos de tiempo. Era la oportunidad perfecta para ver la cara de sus enemigos de por vida, porque en esa sociedad nadie era amigo de nadie, todos querían devorar la vida del otro. O al menos eso debían aparentar porque excepciones había en cualquier lado y amistades existían ocultas incluso en ese nido de víboras.

 

—¡Vendiste tus acciones!

—¿Te lo presumió? —Kyoya rodó los ojos al encontrarse con su padre en medio del pequeño receso que tenían a media tarde.

—Kyoya, ¡estás loco! Ese es el legado de la familia.

—Es mi empresa —bebió de su copa antes de seguir— y yo decido qué hacer con ella.

—Te eduqué para que supieras administrar todo eso, ¡y así es como actúas! —Fon se mostraba calmado, pero su voz denotaba lo enfadado que estaba.

—Me educaste para ser una fuente de conocimiento, para ser hábil en los negocios, y para ser el títere de esos bastardos —murmuró enfadado antes de mirar a quienes se reían en medio de pláticas sin sentido—. Pero nunca prometí ser el juguete que querías.

—Estás siendo muy infantil, hijo.

—Hum —se fue dejando a su padre con la palabra en la boca. No estaba de humor para esas riñas en susurros.

 

Era infantil, a veces lo era, y a veces no. ¿Por qué? La razón era muy sencilla: se fue de casa en cuanto cumplió la mayoría de edad y heredó parte de la fortuna de los Hibari. Sin ataduras, sin imposiciones, libre de seguir su vida como desease. Tuvo la oportunidad de aprender a vivir como un beta, el cual seguía sus propios senderos cometiendo errores y asumiendo las consecuencias. Le costó caro, claro estaba, en ese punto incluso había perdido a su pequeña Liliana y la libertad que tanto adoraba, pero estaba a escasos años de descansar en paz, así que había valido la pena y era innecesario preocuparse por más cosas de las que debería.

Su plan era joderle la existencia a Fon, cuidar de I-pin y de quien decidiera añadir a su lista, heredar su fortuna a una cabeza bien puesta para los negocios o donarlo a quien lo necesitase e irse al infierno con una sonrisa de satisfacción. ¡Que más daba ya!

 

—Eres una ave huraña y traidora —Hibari rodó los ojos cuando vio a esa piña llegar como si fuera el alfa más esperado de esa reunión.

—Nagi —pronunció al no ver a la alfa.

—No tiene que estar aquí —tomó una de las copas que le ofrecían los camareros y la devoró al instante—, es la segunda hija después de todo —suspiró antes de tomar otra copa de champagne y beberla con tranquilidad mientras fingía no darse cuenta de que todos lo miraban y murmuraban porque llegó tarde a esa “importantísima” reunión—. Así que la dejé con Adelheid.

—Hum.

—¿Por qué no me dijiste que la reunión era hoy y en este lugar?

—No quería verte —siempre sincero.

—A veces adoro tu amor incondicional por tu mejor amigo —bufó e hizo una mueca—. Como sea…, ¿de quién me tengo que burlar hoy? —oh sí, adoraba ser la manzana de discordia en esas reuniones de chismosas.

—De Reborn si es posible —Kyoya miró al mencionado quien estaba acompañado por un omega de aspecto muy llamativo, otro de su harem suponía.

—No hace falta que me burle —sonrió Mukuro al reconocer a alguien—, ese niño de ahí lo hará por mí.

—¿Quién?

—Skull, kufufu… Ese omega de ahí tiene la lengua larga y no sabe callarse cuando debe… Será muy divertido ver a mi padre fruncir su ceño y torcer su labio superior por el enojo.

 

Tal vez por eso Reborn se veía tan relajado y hasta un poquito animado pues hasta le hizo plática a una alfa, porque su acompañante habló por él y cerró la boca de muchos de los presentes de los que conocía hasta sus más pequeños deslices. Sí, Mukuro tenía razón, fue muy divertido de ver…. Lástima que no supo algo decente de su padre o lo vio caer ante las palabras de aquel chico, a veces olvidaba que su familia era de las pocas que tenía la vida más recta que una regla… bueno casi todos.

Para nadie era secreto que él era el hijo rebelde de los Hibari y sus andanzas eran conocidas por quien fuera. Por eso no fue raro tener varias miradas posadas sobre sí en exigencias que él ignoró.

 

—¿Puedes decirme algo interesante de tu padre?

—… —Hibari arqueó una ceja cuando tuvo a ese omega de cabellos violáceos frente de sí—. Está casado.

—Así no facilitas mi trabajo —torció una mueca antes de cruzar sus brazos y acomodarse junto al azabache para ondear su mano y fingir que se divertía con la “plática”.

—¿Qué quieres con él?

—Destruirlo, obvio —rodó los ojos y rio como si su acompañante fuera el más divertido anfitrión.

—¿Sabes que te pueden escuchar?

—No si están más entretenidos en ganar dinero —apuntó a los grupitos de alfas formados por ahí—. Así que dime, con confianza, la debilidad de tu padre es… —ondeó su mano en señal para que Kyoya hablara.

—Es tan recto que será complicado encontrar algo con lo que atacarlo. Al menos algo evidente.

—Así que no deja huellas —meditó mientras tocaba su labio inferior con su dedo índice—. Entiendo.

—¿Por qué quieres destruirlo? —sonaba interesante, para qué negarlo.

—Reborn me lo ordenó —Skull chasqueó su lengua al mirar de lejos a su queridísimo amigo de infancia que le mandaba un mensaje claro de “apresúrate, idiota”—. Sí, ese niño es mi dueño —miró a Hibari para explicarle, aunque el azabache no lo hubiese pedido—, ya sabes, cosas de los omegas de mi tipo —pero Kyoya arqueó una ceja sin entender—. Así que no sabes qué soy yo… —Skull rio bajito—, déjalo así entonces.

—Eres extraño.

—Soy genial —le guiñó un ojo—. Como sea… si sabes algo, dímelo.

—Frecuenta las fiestas de alta alcurnia —miró al omega—, antes buscaba prospectos de esposa ahí.

—Básico —Skull ondeó su mano insatisfecho—. Bueno, ya veré qué hacer.

 

Tal vez negociar con Reborn no era tan mala idea como parecía, pues ambos tenían un objetivo en común: destruir a Fon. Se lo pensaría un tiempo, lo analizaría, si podía ayudaría a la causa. Y aunque él también se quedara en la quiebra, valdría la pena si su viejo caía también. Sin embargo, debía pensar en los que serían dañados como consecuencia de eso. Era difícil.

 

 

Plenitud

 

 

Rieron, jugaron, se sintieron unos niños de nuevo. No eran libres y sin embargo en esos dos días no pudieron detener su diversión genuina. Eran un pequeño grupo que colmaba de dicha la casa de los Sawada. Era como un sueño, pero como todo sueño debía terminar y eso fue el día en que el primer auto aparcó frente a aquella casa.

 

—Fue muy divertido. Pueden quedarse en mi… en casa de mis padres, no creo que a ellos les moleste —Tsuna miraba a Lambo, Haru, Fuuta, Enma y Takeshi.

—Los llevaré a mi casa —sonrió Haru—, tú tranquilo.

—A mí me recogerán más tarde —sonrió Takeshi— Mukuro primero irá por Nagi y papá, y después vendrá por mí.

—Espero volver a verlos pronto.

—Así será.

—Adiós, muchachos.

 

I-pin se despidió de todos en general, sin contacto mutuo en esa ocasión puesto que dentro de poco volvería a su estricta forma de vida y no debía llevar encima el olor de alguien que no perteneciera a su familia; por eso no pudo abrazar a Fuuta ni pedirle una vez más perdón como lo había estado haciendo durante esos dos días, sólo lo miró con tristeza y procedió a tomar el brazo de Kyoya quien los esperaba a la entrada, así se sentía al menos un poquito reconfortada.

Tsuna apreció mucho que I-pin se fuese a quedar con ellos por un día extra, en realidad lo necesitaba pues regresar a su silenciosa casa no era agradable, de sólo pensarlo ya sentía un nudo en el estómago. Y por eso no entendía por qué I-pin se veía tan feliz mientras adivinaba la casa que sería su destino mientras el auto pasaba por diferentes calles, en realidad aun no entendía cómo es que ella podía sonreírle tan naturalmente al alfa huraño que actualmente era su esposo.

Tal vez jamás podría entenderlo. O no quería hacerlo.

No entendía como Hibari podía ser tan atento con su amiga, o la razón d eso. Admiró con extrañeza cada accionar del alfa en pro de I-pin; desde cederle un cuarto en la casa, mostrarle donde se ubicaba cada cosa, darle el número telefónico del mismo, preparar juntos el almuerzo, charlar como si fueran amigos —I-pin hasta pudo sacarle más de diez palabras seguidas al alfa—. Era… extraño y en parte era Tsuna quien se sentía fuera de lugar, cosa que no pensó pasar en su propio hogar.

 

—En casa me dijeron que una pareja casada siempre tenía formado un lazo y dormían juntos —I-pin miraba a Tsuna—, ¿por qué ustedes no hacen eso?

—Lo mismo me pregunté el primer día… —Tsuna frunció los labios—, pero sinceramente me alegra que eso no pasase.

—Sabes que eso está mal visto, ¿verdad? —la azabache examinaba los pocos adornos en el cuarto de su amigo— Puede ser muy problemático si alguien llega a enterarse.

—I-pin —suspiró—, éste matrimonio es una farsa.

—No debería ser así.

—¿Por qué pareces molesta con esto?

—Porque te estás poniendo en riesgo y también a Kyoya-kun —frunció ligeramente el ceño.

—¿Por qué dices eso?

—Tsuna —tomó las manos de su amigo—, creo que tienes muchas cosas que aprender aun… e incluso yo todavía no aprendo todo…, pero puedo enseñarte las cosas básicas.

—No quiero aprender, I-pin —apretó las manos de su amiga tras negar.

—Entiende —suspiró angustiada—, no es por obedecer las reglas, es que hay algo más detrás de eso.

—¿Qué cosa?

—Las miradas, los susurros detrás de tu espalda…, la sociedad en sí.

—I-pin… yo no quiero que ese alfa me toque —admitió sin miedo a que fuese escuchado por Hibari quien seguramente estaba en el primer piso.

—Lo sé, pero… —se mordió el labio superior en busca de las palabras adecuadas— es que es necesario que al menos muerda tu cuello para…

—¡No, I-pin! —enfureció— No sé qué te han metido en la cabeza, pero…

—Debes escucharme, por favor —suplicó intentando nuevamente hacer entrar en razón a su amigo—. Al menos debes aprender a fingir ante los invitados.

—No voy a fingir… —separó sus manos de las de su amiga—. Eso sería mentir y yo no quiero hacerlo.

—Pero es que es necesario, porque tienes que complacer las exigencias de esta familia.

—No lo haré.

—No seas terco —sujetó los hombros de Tsuna—, sino habrá consecuencias y no serán bonitas.

—No pasará nada —se calmó porque no quería pelear con su amiga—. Matrimonios falsos hay miles…, éste no es diferente.

—Este es muy diferente —intentaba explicarse— porque Kyoya-kun es un alfa de casta pura.

—Aun no me creo que lo trates de ese modo tan familiar —frunció su ceño porque en el fondo se sentía un poquito traicionado.

—Es que somos familia política y además le debo mucho.

—No me gusta eso. Si hasta hace no mucho lo odiabas tanto como yo porque no es más que un alfa caprichoso y traicionero.

—Eso pensaba también, pero no es así… Kyoya-kun no es tan malo como parece.

—No puedo creer que tú estés diciendo eso.

 

Pero antes de que ella siguiese refutando lo dicho por el castaño, escucharon la puerta de la casa abrirse. I-pin captó el aroma demasiado rápido, tanto como para tensarse de inmediato y alejarse de Tsuna de un salto. Tsuna por su lado captó cada gesto de su amiga a la par que diferenciaba aquella voz que lo condenó a esa vida; sintió rabia, demasiada, tanta que incluso frunció su ceño y adelantó su paso para bajar las escaleras con intenciones de certificar si era esa persona.

Pero I-pin se le adelantó.

Su amiga bajó las escaleras con rapidez, pero intentando que sus pasos no perdieran fluidez o se viera demasiado desesperada. Cuando Tsuna logró llegar a la sala, vio claramente como I-pin reverenciaba al recién llegado, le sonreía sutilmente y esperaba al beso en su frente que Fon cedió de forma automática. Fue tan horrible el presenciar la sumisión total de su amiga que sintió nauseas esporádicas antes de que sus ojos se toparan con los de su suegro.

 

—Kyoya —Fon miró a su hijo después de un largo rato en que todos permanecieron en silencio—, parece que hay mucho de qué hablar.

—Ah… Tsuna —I-pin se dio cuenta del fallo y trató de enmendarlo—, no te quedes ahí, ven —sonrió algo alterada antes de hacerle una señal que Tsuna no captó—. Quiero que saludes a mi esposo —rio bajito dando a entender sus señales, pero ya era demasiado tarde.

—Herbívoro —Kyoya suspiró—, ve arriba.

—No.

 

I-pin se golpeó la frente y después se enderezó porque claramente su esposo la miró de refilón en regaño por su comportamiento tan desalineado, agachó la cabeza un poco en un gesto de disculpas, y le sonrió avergonzada para después seguir en su papel de buena esposa y mirar al frente. No podía hacer más por Tsuna, no mientras no tuviera libertad de hablar a solas con él. Y Kyoya seguramente no ayudaría a que las cosas en ese lugar se arreglaran, así que por el momento perdió esperanzas.

 

—Es un mal educado.

—Hum —Kyoya arrugó levemente su ceño antes de girarse hacia el castaño—. Saluda —no fue una orden, sino una palabra desganada que salió de entre sus dientes apretados.

—No.

Saluda a quien llegue de visita a tu casa.

 

Tembló cuando aquella orden llegó hasta sus oídos. Su estómago se contrajo, su respiración se cortó y un horrible escalofrío le recorrió entero. Tsunayoshi miró desesperadamente a Kyoya en busca de algún soporte, a su amiga para que detuviera las palabras de ese alfa, y después sólo pudo intentar minimizar el temblor de sus rodillas e ignorar el mareo leve antes de jadear y sostenerse del sofá cercano. ¡Cómo odiaba aquella maldita voz de mando!

 

—No uses esa voz en mi casa —Kyoya dio un paso para interponerse entre su padre y Tsuna.

—Si tú no educas bien a tu esposo, me toca a mí hacerlo, Kyoya.

—En mi casa no ordenas nada, Fon.

—Corrijo el comportamiento inadecuado del omega con el que estás casado y quien también está ligado políticamente a mí —Fon miró a Tsuna antes de seguir—. He dicho que saludes.

—Buenas… —por primera vez en todo ese tiempo, el castaño sintió las manos de su esposo sostenerlo por los hombros para que no cayera, incluso aquellos dedos cubrieron sus labios para que no terminase ese maldito saludo.

—Kyoya, déjalo terminar —ordenó Fon.

—Yo le he ordenado el no hablar contigo —frunció su ceño al mirar a su padre—. NO está desobedeciendo ninguna orden.

—No lo excuses.

—Y tú deja de creerte más de lo que eres.

¡Deja que salude adecuadamente a su visita!

—También la estás afectando a ella —Kyoya miró a la pelinegra que temblaba mientras se abrazaba a sí misma—. Deja de usar tu voz.

—I-pin —Fon pareció serenarse al notar el estado de su omega, la abrazó y besó en el cabello antes de calmar su estado anímico—, sabes que no fue tu culpa.

—Lo sé —intentó sonreír antes de aferrarse al pecho de Fon—, pero por favor… no más.

 

Miedo y rabia. Tsuna experimentó eso muchas veces, pero nunca se había mesclado con culpa como en ese momento en donde vio a su amiga aguantar las lágrimas mientras se sentaba junto a Fon quien intentaba calmarla. Fue su culpa, estaba claro, y la mirada recriminatoria de Kyoya lo certificó, pero estaba hecho. Tardaron un buen rato en recuperar algo de calma, retornando a la que debió ser su bienvenida y al final no fue más que una visita corta.

Nada comparado a lo que un mes después pasó.

Tsuna no estuvo preparado para lo que siguió.

Pareció ser una visita más, una donde el padre de su esposo llegaba a romper esa monótona forma de convivencia. Tsuna esperó ver a I-pin como visita, pero no fue así y en vez de eso se vio sirviendo el té para los tres porque incluso su madre le aconsejó intentar ser un poco más cortés para evitar riñas con aquel alfa… Su madre era sabia y era a la única que escuchaba.

 

—¿Cuándo piensas darme a mi nuevo sucesor?

 

Tsuna casi se atora con su propia saliva mientras Kyoya sólo gruñó por lo bajo por aquella pregunta tan directa y sin previo aviso. Un silencio incómodo se dio después de eso y al final una pequeña riña porque era obvio que en esa casa ningún matrimonio fue consumado, mucho menos se dio un enlace entre alfa y omega como se suponía debió haberse dado. Tsuna tuvo que alejarse cuando Fon y Kyoya empezaron a elevar su voz y se dio el primer empujón entre esos dos.

Pánico.

Quiso esconderse cuando escuchó la primera voz de mando lanzada por Kyoya para que su padre se fuera de su casa, pero sus piernas temblaron y sólo pudo llegar hasta la puerta donde se sujetó del marco para evitar caer mientras la voz de Fon le causaba un nuevo estrago a su ser. No supo cuánto pasó antes de que se percatasen de su estado, pero fue al estar de rodillas en el suelo intentando cubrirse los oídos con sus manos cuando sintió los brazos de Kyoya rodearle y su nariz percibió feromonas tranquilizadoras que detuvieron parte de sus temblores.

 

—Vete.

—Te estoy exigiendo algo que es clave para la familia.

—Hablas de un hijo como si fuera un negocio —Kyoya intentaba no elevar demasiado su voz mientras seguía calmando al omega castaño que jadeaba escondido en su pecho.

—Tienes que formar un lazo y darme un nieto. Es tu obligación.

—No lo es.

—Lo es si quieres que I-pin y ese niño —apuntó al castaño que seguía cubriendo sus oídos, pero con menor fuerza— sigan tan libres como hasta ahora.

—¡No amenaces a alguien que no está aquí!

—I-pin sabe muy bien las consecuencias de tus acciones. Sabe que su vida depende de tus decisiones Kyoya y no ha protestado.

—Es porque tú no la dejas protestar —apretó los dientes.

—Es porque está consiente de que ella sólo es un medio de chantaje hacia tu persona.

—¡Se supone que deberías amarla! —estaba indignado, furioso con cada sandez que salía de boca de su progenitor.

—Una vez te dije que a la única mujer que amaría sería a tu madre —Fon le miró con furia— y eso es cierto.

—Por lo menos finge —le reprochó antes de separarse del castaño que ya respiraba normal.

—Ambos tenemos deberes que cumplir, así es esta sociedad y debes obedecer o las consecuencias serán nefastas.

—No tienes idea de cuánto te odio, Fon.

—Tú eres el único que puede asegurar un futuro digno para los dos omegas —miró al niño en el suelo y después a Kyoya—. O tienes un hijo… o…

—Bien —gruñó por lo bajo—. Tendrás lo que quieres… Ahora vete.

—Vendré en un mes Kyoya y necesito una prueba viable.

 

Estaba perdido, Tsuna lo supo cuando esa puerta se cerró y Kyoya se acercó a él. En algún punto de su vida razonó y concluyó aquello, que al final de cuentas tendría que dejar esa farsa y someterse a un matrimonio de verdad con todo lo que eso implicaba. Jadeó, pero se vio reflejado en aquellos ojos azulados que se cerraron de pronto.

 

—¿Me tomará ahora? —preguntó al alfa que estaba arrodillado frente a él.

—Te dije que no te iba a tocar un pelo siquiera.

—Entonces…, ¿cómo?

—Tú no harás nada.

 

No lo dejaron replicar, lo levantaron, ayudaron a caminar y lo dejaron en su cuarto. Tsuna de nuevo se aferraba a sus sábanas mientras se hacía un ovillo en medio de lágrimas porque de pronto recordó todo lo que I-pin intentó decirle aquel día… Ahora entendía que la desesperación en la mirada de su amiga era porque su comportamiento no sólo influiría en su vida sino en la de ella también.

Estaba bien jodido.

¿Y ahora qué hacía? ¿Cómo carajos iba a dar un heredero a los Hibari si el alfa no tenía intenciones siquiera de tocarlo? … ¿Y qué haría él de ser el caso? Porque le causaba repulsión el sólo hecho de pensar en que el alfa le tocase la piel, y estaba seguro de que no se quedaría quieto si es que Kyoya intentaba tomarlo… Se iba a negar hasta el final… pero no podía.

¡Carajo!

 

—¿Inseminación… artificial? —lo dijo en medio de una mañana donde Hibari parecía dispuesto a salir.

—¿De qué hablas, herbívoro?

—De… De como cumpliremos lo que su padre exigió —después de días al fin tomó conciencia de su vida, al menos en parte, y estaba dispuesto a ceder de poquito en poquito.

—No pienses en algo como eso… —miró al castaño y decidió explicarle—. Eso sería una deshonra más para mi familia.

—¿Qué?

—Que un alfa no pueda engendrar un hijo por sí mismo se considera un hecho de burla hacia su familia.

—Ja —rio entre nervioso y desesperado—, ¿entonces cómo?

—Deja de pensar en eso.

—No puedo… —apretó sus puños y miró al alfa—, porque el bienestar de I-pin depende de eso… de que yo… yo me embarace y… —sentía repulsión de sólo pensarlo.

—Voy a salir —no le gustaba cuando el aroma del castaño se volvía agrio, así que mejor era cambiar de tema.

—¡Qué novedad! —agitó sus manos— Sabe que estoy aquí desesperado por ese tema y usted solo… ¡se va!

—Tengo la solución a este problema.

—¡Dígame cual!

—Lo sabrás cuando regrese.

 

Lo odiaba, lo odiaba más cuando se ponía en esa faceta misteriosa que lo dejaba en ascuas y con ganas de romper todo lo que tuviera cerca. Odiaba quedarse solo con todos los problemas en sus hombros, intentando hacerse a la idea de las posibilidades por las que podría tener un hijo con Hibari sin tener contacto físico.

¡Pero no se le ocurría nada más que esa dichosa inseminación artificial!

Por eso huyó de esa casa que lo asfixiaba. Se fue a donde las únicas personas que podían otorgarle un poquito de paz en esa vida marchita que tenía. Se ocultó en brazos de su madre y lloró en su regazo sin decir nada porque no quería preocuparla, se desahogó cuanto pudo y sintió las manos tibias acariciarle el cabello durante todo el tiempo en que se quedó ahí. Se sintió como un niño temeroso de nuevo.

 

—Sea lo que sea que pase en tu casa —Nana susurraba—, te puedo asegurar que se solucionará.

—Te amo, mamá.

—Yo te amo más, Tsu-kun.

 

Suaves promesas cedidas con esa voz dulce y cálida. Suaves caricias que le dieron paz y lo hicieron dormir. Comida hogareña y caliente, su madre incluso le dio un libro de recetas para que empezara a practicar y tuviera algo en qué entretenerse mientras estaba en casa. Se fue de ahí recuperado y con ánimos de seguir pensando en alguna solución mientras ojeaba las letras del libro en medio de su ruta en autobús. Suspiró cuando no halló nada más que el vacío mental y la resignación a ser tomado por el alfa.

 

—No hay de otra.

 

Suspiró al ingresar a su casa y cerrar la puerta. Halló el típico silencio de aquel lugar y dejó las llaves en el mueble de la entrada. Arrastró los pies mientras se dirigía a las escaleras y dio una rápida mirada a la sala donde diferenció los pies de Kyoya sobresalir de uno de los sillones. Sonrió de lado en burla porque aquel alfa tenía la mala manía de dormirse en ese sofá y despertar malhumorado por el mínimo ruido. Tal vez por eso dejó caer su libro al suelo causando un leve barullo que acentuó con una maldición salida de sus labios.

Pero no se esperó que en vez del “silencio” que soltaba Kyoya en medio de un bufido, escuchase un leve sonidito parecido a una succión y después un leve sollozo que tomó algo de fuerza denotando una vocecita aguda y protestante.

Quedó en shock.

Tsuna abrió su boca para decir algo, pero no dijo más mientras el sonidito de esa queja se hacía más audible, a la par que un suave susurro dado por esa voz grave perteneciente al alfa se hiciera notorio por el arrullo que consistía en simples “na, na”.

 

—Hi… Hiba… ri —al fin pudo decir algo cuando los quejidos iban en disminución.

—Duerme, pajarillo… No es nada que te pueda hacer daño.

 

Tsuna no soportó más y a paso presuroso se acercó a aquel sofá de donde salían aquel par de voces. Y cuando parpadeó varias veces pudo certificar que no estaba loco.

Hibari sostenía entre sus brazos a un bultito cubierto por un conjunto de color blanco que incluso traía un gorrito de lana con detalles en celeste. Era un bebé lo que estaba ahí, un pequeño ser que estaba recostado boca abajo sobre el pecho de aquel alfa.

Hibari mantenía sus ojos cerrados mientras una de sus manos acariciaba aquella espaldita que se removía inquieta por los suspiros posteriores al llanto calmado del infante. Los bracitos de tan pequeño ser se removían inquietos, pero después esa carita se giró para que Tsuna pudiera ver el perfil de ese rostro regordete que bostezó ampliamente antes de succionar y volver a reposar sobre el pecho de Hibari.

Era un bebé que no sobrepasaría los cuatro meses y un alfa que tarareaba algo para arrullarlo.

 

—¿Qué es…?

—No eleves tu voz, herbívoro —advirtió a la par que abría sus ojos sin dejar de acariciar la espalda de aquel pequeño ser para calmarlo.

—Es… es…

—Debe dormir.

—Pero…

—Su nombre es Aiko —miró al castaño con su siempre calmada expresión—. Hibari Aiko.

—Es…

—Mi hija —respondió a los monosílabos del omega que parecía no poder hablar— y tu hija desde ahora.

—Dios.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

Me debo disculpar por no responder a sus comentarios, la verdad no sé cuándo pueda hacerlos pues tengo mi agenda llena de estrés por doquier XD.

KRAT ESTÁ A PUNTO DE ENTRAR EN UN COLAPSO.

Y aun así les dejo esta actualización con la que terminaría la explicación de lo sucedido con los omegas ^.^

Yo sé que Tsuna está actuando muy infantil e inmaduro, pero pónganse en su lugar, él no sabía nada de ese mundo regido por alfas y creció odiando su naturaleza… además no ha tenido mayor figura madura que Iemitsu para crecer… con eso digo todo XDDDDD.

Krat les desea una vida feliz y próspera~

Intentaré actualizar pronto…. O hacer un OS por navidad, veamos qué sale ^.^

Besos y abrazos~


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